Abrí
los ojos aturdida, preguntándome donde estaba y que había ocurrido durante las
últimas horas que no lograba recordar. Unas largas cortinas de terciopelo rojo
oscuro cubrían la pared de enfrente, desde el techo hasta el suelo… era un gran
ventanal. Vagamente la sobria pero elegante habitación vino de recuerdos
viejos; había estado antes un par de veces; algo extraño revoloteó en mi
estómago al recordar con claridad la última vez. Sin embargo, los recuerdos se
desvanecieron cuando sentí la calidez que emanaba un cuerpo a mi lado. Me quedé
quieta y tragué saliva sintiendo que la sangre huía de mi rostro, un escalofrío
recorrió mi columna vertebral y giré lentamente la cabeza despacio para
confirmar lo que ya sospechaba.
Había un chico desnudo a mi lado…
no cualquier chico: Engel Jackocbsob.
Una mezcla de horror y
satisfacción vibró dentro de mi pecho mientras lo veía dormitar tranquilamente,
boca abajo, rodeando la almohada con sus brazos en un acto irresistiblemente
tierno, la almohada adoptaba la función de
un suave muñeco de felpa. Verle dormir me resultó agradable, con el negro
cabello desparramándose en todas direcciones y su espalda firme ascendiendo y
descendiendo por una respiración relajada. Mis labios se curvaron hacia un lado
esbozando una sonrisa, la tentación me planteaba inclinarme sobre él para besar
los músculos firmes de su espalda y redibujar imaginariamente con mis dedos las
líneas negras que iban desde sus hombros hasta la parte mas baja, trazar a
besos sus alas ocultas.
Me sorprendí a mi misma inclinada
ligeramente en su dirección con una mano suspendida en el aire a pocos
centímetros de esa especie de tatuaje oscuro que le marcaba. Sacudí la cabeza.
¿Cómo podía estar pensando en eso? Me dejé caer hacia atrás y miré el techo una
vez más, quería en lo más profundo de mí ser despertar y hallarme en la
habitación de Perth antes que admitir que había actuado de forma
deliberadamente estúpida.
La cabeza me daba vueltas, el
cerebro me palpitaba dentro del cráneo con una constancia irregular, cualquier
ruido que hubiera allá fuera me gritaba, pero no estaba escuchándolos era más
bien como si los sintiera rozar mi piel y penetrar por mis poros, muy extraño y
perturbador; yo misma me sentía completamente extraña y frenética.
Entré en el cuarto de baño, sin
mirarme al espejo porque me invadía el miedo de encontrar una imagen
despreciable, sensación similar a la vanidad. Me eché agua fría en la cara,
probablemente había bebido demasiado, aunque no podía asegurarlo pues
desconocía los efectos del alcohol en exceso, pero no se me ocurría otra idea
más razonable; no recordaba siquiera
como exactamente había terminado con el delicado conjunto de ropa interior de
encaje y seda roja, ó como el vestido que había usado estaba regado en partes
por toda la alfombra. Perfecto, debí haber estado completamente ebria. Nunca
imaginé que mi primera vez sería de esa
manera tan deprimente, con muchas copas de más, seducida por un imbécil al que
un panqué le importaba más que yo. Ó
quizás ese demonio que dormitaba como un ángel sobre la cama adoselada me había
poseído para hacerme suya… me sentí repentinamente asqueada y sucia. Pero era
Engel Jackocbsob, pensé intentando consolarme en vano, muchas hubieran matado
por estar en mi lugar… pero no yo, refuté en mi fuero interno, con rabia.
Me dejé caer en un pequeño sofá,
suspiré hondo y puse los pies también sobre asiento para hundir mi cabeza entre
mis rodillas. Si tan solo la cabeza dejara de dolerme un poco probablemente
podría rescatar algún momento placentero y no sentirme tan perdida o
avergonzada de mi misma. Estaba avergonzada, sí, pero estaba mas molesta.
— ¿Estás bien? —interrumpió de
pronto mi crisis existencial.
—No—fui tajante.
Le escuché chasquear la lengua.
—Eres más divertida cuando sacas
tu verdadero yo, Nephilim.
Apreté los dientes y levanté la
cabeza.
Abrí ligeramente la boca en forma
de “o”, pero traté de recuperar la compostura inmediatamente y parecer lo
suficientemente enojada. Estaba acostado en la cama cuan dios, sobre un
costado, el brazo levantado hundiendo el codo sobre el colchón, girando su
cabeza en mi dirección sosteniéndola sobre su mano, tan despreocupado y
sonriente, su sonrisa reflejaba la satisfacción en sí mismo. Le devolví una
mirada furibunda.
— ¿Lo hicimos? —exigí saber
aunque ya conocía la respuesta.
—Y eres más salvaje de lo que
imaginé—me guiñó un ojo con gesto pícaro.
— ¿Qué me diste? —aún no perdía
la calma.
— ¿Además de una deliciosa cena,
una fruta y una copa de whiskey? Nada.
—No te creo.
—Estoy diciendo la verdad. —Su
expresión se volvió creíblemente inocente—Tú hiciste el resto. Me quitaste la
botella de whiskey y te la bebiste casi toda, después hurgaste en mi cantina,
hurtando vodka y tequila.
—Eso no es cierto. —Vacilé.
No estaba segura de que él
estuviera mintiendo.
—No miento. —Aseguró indignado—
Eres una maldita alcohólica. Bendita seas porque si no…
Seguía burlándose de mí, él
siempre disfrutaba haciéndolo sin importar la situación, en realidad Engel
Jackocbsob era de esa clase de ser que se regocijaba cómodamente en desgracia
de los demás y degustaba esos momentos como su exquisito chocolate.
Acto seguido algo la ira me
impulsó y salté sobre la cama encima de él con los puños cerrados, un monstruo
rabioso despertó dentro de mí, lo sentí rugir como un león, su cólera recorrer
mis venas y vibrar la furia en mi corazón.
— ¡Deja de jugar conmigo!
—exclamé a modo de advertencia.
—Si no ¿qué? —me retó, su sonrisa
era amplia y desdeñosa.
Le planté la palma de la mano en
la mejilla volteándole la cara hacia un lado. Su sonrisa desapareció ipso
facto. Jadeé como si hubiera corrido kilómetros sin detenerme, los latidos de
mi corazón me goleaban en la garganta y los oídos. Había usado mas fuerza de la
que me había propuesto, lo supe cuando su piel blanca se tiñó ligeramente de,
pero le resté importancia, porque ambos sabíamos que se lo tenía bien merecido.
—Si no… lo lamentarás, lo juro.
Hizo un extraño sonido sin abrir
la boca, su expresión seria se volvió la de alguien que intenta contener la
risa con mucho esfuerzo, pero finalmente profirió una carcajada. Sus manos se
cerraron alrededor de mis brazos y me lanzó hacia un lado, quedé nuevamente
recostada boca arriba. Pensé que se lanzaría sobre mi pecho, pero simplemente
se puso de pie y empezó a ponerse los pantalones. No estaba molesto, no más que
yo; tampoco estaba feliz.
—Eres muy voluble… —se quejó con
voz fría.
Me hinqué sobre la cama rápidamente antes de que se le
ocurriera hacer cualquier cosa para hacerme rabiar.
— ¿Y que esperabas? —Exclamé
iracunda— ¿Qué saltara de felicidad por haber hecho contigo algo que no quería
hacer sin que me diera cuenta de ello? ¿Qué te felicite por… abusar de mí?
Podría demandarte ¿Sabes?
Escuché lo que pudo ser una
especie de amarga risilla; busqué su mirada pero él buscaba el resto de su
ropa.
—No puedes, ni siquiera hay
pruebas. —se dirigió a un grupo de puertas en la pared lateral y sacó de allí
una camisa para ponérsela; noté en cada uno de sus movimientos es hastío—Ya
basta, no seas ridícula. Empiezas a molestarme.
Su disgusto fue más evidente en
cada sílaba pronunciada. Pero no era el único que se sentía así, era tan
egoísta, como siempre, en su mundo solo existía él.
Y yo, había estado y estaba con
él porque quería, porque después de todo no me podía resistir y cuando estaba
tan cerca de lograrlo, volvía a flaquear doblegando los sentimientos duros,
renaciendo aquellos que parecían haber muerto, pero que únicamente habían
dormitado esperando una leve oportunidad, como dinamita la pólvora esperando
una chispa para estallar.
—Maldito pedófilo—gruñí a
regañadientes conteniendo unas vergonzosas lágrimas—…soy ciento cincuenta años
menor que tu.
—Eso no parecía ser un problema
anoche.
La sangre se arremolinó en mi
rostro, especialmente en mis mejillas.
— No importa ya—suspiré
hondo—espero que lo hayas pasado bien, será la última vez.
Mi comentario le afectó tanto
como si hubiera mencionado una estupidez sobre la paz mundial.
Sin embargo, estaba tan exhausta
para continuar con una discusión sin sentido; el dolor de cabeza no se iba y no
sólo esa parte de mi cuerpo estaba adolorida, me sentía como si un auto hubiera
pasado sobre mí varias veces y como si hubiera estado en una montaña rusa
después de comer, cada una de mis extremidades temblaba ligeramente y de pronto
la habitación ardía como el interior de un horno.
Mientras él me dio la espalda me
tomé la libertad de disponer de la pieza como mía, me tiré de nuevo, y,
recostada sobre el costado hundí mi mejilla derecha en la sábana, estaba fría y
se sentía bien. Me hice ovillo en el mismo lugar, tenía nauseas y de pronto
creí haber caído en un profundo pozo oscuro dando vueltas vertiginosas sin
parar. Parpadeé y en ese abrir y cerrar de ojos la habitación de Engel ya no
estaba.
Había sido sustituida por un
corredor, lo reconocí inmediatamente a pesar de que había pasado mucho tiempo.
¿Cómo? No importaba. Estaba en casa.
Giré sobre mis talones y caminé
apresuradamente hasta llegar a las escaleras, las bajé de dos en dos, armando
un revuelo en el camino, más no importaba porque ahí no tenía que esconderme,
quería hacerle saber a Juliette que estaba de regreso, quería gritar de
entusiasmo pero la emoción se ahogaba en mi garganta impidiéndome emitir sonido
alguno. Mi corazón ya no estaba alterado, ahora latía muy excitado, henchido de
una felicidad que no recordaba que podía existir; todo por la repentina brisa
de libertad.
La luz matinal se colaba por la
ventana del vestíbulo atravesando la delgada tela de las cortinas. Juliette
debía estar en casa, tenía que, aún flotaba en el aire el aroma del típico
desayuno y el café recién salido.
—Tía, estoy aquí—dije cuando
encontré mi voz.
Irrumpí en la cocina como intruso
sinvergüenza.
La mujer que era mi tía y que
lucía más hermosa que nunca le daba la espalda al horroroso gatito y su
tic-tac. Escuchó mi voz y se volvió cuando entré, desvió la mirada de lo que
sea que había estado observando segundos antes, despegó la taza de sus labios y
la apartó hasta dejarla parsimoniosamente en la mesa.
Nadie dijo nada. El silencio se
mantuvo como una barrera, separándonos, mas que la distancia entre el umbral de
la puerta y el comedor.
Me pregunté si se alegraba de
verme, probablemente me dije, pero estaba tan conmocionada como yo en un
principio.
Repentinamente sus labios
delgados se curvaron hacia arriba, fue extraño no ver esas arrugas en su rostro
cuando sonreía pero no era importante. La imité después de soltar el aire que
había estado conteniendo.
—Anne… querida.
Me acerqué un paso más,
titubeando; los latidos de mi corazón tomaron un ritmo diferente y un curioso
presentimiento me hizo sentir delante de una extraña, una voz en mi cabeza
gritaba en señal de alarma.
No dije nada.
Juliette se levantó y se paró
frente a mí.
—Eres como te imaginé. —Su
sonrisa se volvió más amplia, aunque parecía altiva—Quiero que sepas que aunque
has hecho de tu vida una inmundicia aburrida, ahora estoy orgullosa de ti y
creo que has hecho lo correcto.
Mi repentina felicidad se esfumó
como una débil voluta de humo en el aire denso y sofocante. Nada era real, todo
era un sueño y yo jamás abandoné la habitación de Engel de una manera
inexplicable como había supuesto desde el principio.
Le devolví a Juliette una mirada
llena de interrogantes, ahora que sabía la verdad quería llegar al punto clave
de esa pesadilla para simplemente despertar a la realidad.
—Pero para que yo esté
completamente satisfecha—siguió diciendo— debes cumplir con el destino por el
cual fuiste engendrada…
—Juliette… ¿Por qué me dices
estas cosas? —pregunté con un hilo de voz.
Levantó un dedo índice.
—Jeannette—me corrigió.
Sofoqué un grito llevándome la
mano a la boca.
—No—refuté con firmeza.
Parpadeé atónita y la cocina se
desvaneció volviéndose nuevamente la habitación sombría de tapiz y cortinas
rojas como la sangre seca. Me incorporé respirando agitadamente, miré en todas direcciones y vi a Engel
observándome con verdadera curiosidad desde el armario.
— ¿Ahora qué demonios sucede?
—inquirió con profundidad pero no le vi mover los labios.
— ¿Di-Dijiste al-algo? —pregunté
no muy segura.
—Hum, no—arqueó ambas cejas. —
¿Me escuchaste decir algo?
—Si… —farfullé—No… No se, eso
creo.
Por alguna razón no quería
contarle a Engel lo que acababa de ver aunque se tratara de una simple
pesadilla, un sueño que no podía hacer daño a nadie; mucho menos quería decirle
que después lo había escuchado hablar cuando no había dicho nada. Terminaría
burlándose de mí otra vez, para variar.
—No me siento bien… —mascullé.
Todo me daba vueltas.
—Efectos secundarios, no se como
explicártelo… estás como en una especie de transición. —Hundí la cara en mis
manos, su voz me resultaba molesta aunque su sonido era agradable, más que
cualquier otra vez que la había escuchado. —Dejando de ser humana mortal. No es algo que ocurre de la noche a la
mañana, o como si explotara una bomba de jabón y listo. No se exactamente como
sucede, pero acabo de notar que no es precisamente lo más entretenido de ver.
Me voy.
Omití la mayoría de sus palabras.
— ¿A dónde? — Inquirí
cansinamente— ¿Cuándo me llevarás de regreso a la prisión de Perthshire?
—continué, sólo quería recostarme sobre la cama y cerrar los ojos para no
enterarme de nada más.
—Puedes ducharte en mi baño si lo
deseas—señaló con su pulgar hacia una de las
puertas en su habitación. —Usa esto… te verás sexy.
Dejó una camisa negra sobre la
cama.
— Eso no responde mi pregunta.
—dije irritada.
Rodó los ojos.
—Significa que no volveremos
allí—sentenció seriamente—Sophie se enojará mucho con ambos por nuestras
travesuras, y ella no es precisamente un lindo angelito cuando está molesta.
Iré por tus cosas.
— ¿Te estás escondiendo de tu
hermanita? —reí a mi pesar.
—No—manifestó fulminándome con la
mirada—Prefiero que nos quedemos aquí, hay más espacio.
—No pienso quedarme en el nido de
demonios. ¿Qué harás cuando regresen? ¿Ocultarme como a un perro callejero?
Sonrió con malicia.
—Quizás. Pero no cualquier perro
callejero. Mi perro callejero.
Abrí la boca para protestar, pero
de repente ya no estaba, había desparecido sin dejar rastro.
Le maldije en silencio consciente
de que era inútil hacerlo. Maldecirlo, insultarlo, pensar los peores castigos o
imaginar las muertes más sanguinarias no cambiaba mi realidad, no regresaba el
tiempo ni hacía que Engel pensara de manera diferente y sus ideologías fueran
otras.
Pasados unos minutos de que se
había marchado sopesé seriamente la posibilidad de acurrucarme entre las
sábanas y echarme a dormir, aunque no tenía constancia de la hora, sentía como
si fuera muy temprano, las cortinas oscuras sumían la habitación en una noche
eterna, era difícil adivinar si afuera el sol resplandecía en lo alto del
cielo, si apenas se asomaba despertando a una mañana brillante, o si las nubes
blancas eran lo que cubría por completo el cielo, quizás unos nubarrones
pesados y gris oscuro eran los dueños del paisaje y una ligera llovizna caía
sobre la mansión y sus alrededores.
Miré con anhelo el colchón de la
cama, era muy cómoda, apta para hacer sentir la pereza y no mortificarse por
nada más. No obstante, un pensamiento fugaz y ligeramente aterrador me detuvo.
Temía que al cerrar los ojos y dejarme vulnerable al mundo de los sueños, éste
reclamara mi conciencia nuevamente, para llevarme a uno de sus mundos
engañosos, para mostrarme las cosas que no quería ver. Habían pasado semanas
desde que eso ya no me preocupaba en absoluto, desde que lo había aceptado como
algo cotidiano, pero cuando las pesadillas dejaron de irrumpir mis noches de
descanso fue más sencillo acostumbrarse a la paz, fue fácil y simple. Me
pregunté si Engel volvía a jugar dentro de mi cabeza, ó si eran cosas de Nephilim.
Nunca obtenía las respuestas a
mis preguntas y cuando conseguía algo de información, otras miles más se
apostillaban en la punta de mi lengua, una historia sin un final o un suceso
tediosamente repetitivo. Aún no entendía nada, ni sabía si la fruta había
tenido los efectos esperados, razonándolo bien
era bastante imposible que una frutita bonita hiciera milagros y me
volviera “poderosa”, sonaba absurdo y bastante tonto. Además de cansada y
magullada me sentía completamente normal. Tan Anne como siempre. No alas, no
manos que lanzaban fuego y rayos míticos, tampoco podía manipular el
espacio-tiempo, leer mentes, hacer esas cosas grandiosas que sabía todos ellos
podían hacer. Aunque Engel había dicho algo de transición y dejar de ser
mortal.
Algo revoloteó en mi estómago, y
las comisuras de mis labios se contrajeron hacia atrás para sonreír de manera
inconsciente; el revoloteo se extendió por el resto de mi cuerpo como descargas
eléctricas en forma de excitación contenida. Y, supe que ser Nephilim me agradaba
mucho más de lo que yo misma podía creer y comprender.
Me puse la camisa negra que había
dejado para mí. Las mangas estaban largas pero era más abrigador que andar por
allí vagando en baby doll aunque apenas era poco más larga, estaba bien por
ahora hasta él regresara con mis cosas.
Me quedé sentada como niña buena
en el sofá por más o menos media hora, me aburría de ver lo mismo todo el
tiempo, ya había analizado los detallitos dorados del papel tapiz, observado al
menos cien veces la habitación entera y la había memorizado, pensé encender el
televisor y buscar algo interesante mientras esperaba, pero no se me antojaba
mucho, tampoco la idea de los videojuegos me atraía, jugar videojuegos con
alguien que no era Travis me hacía sentir que traicionaba nuestra amistad,
aunque quizás él ya la había traicionado antes, fue extraño no sentir caer de
golpe el vacío dentro de mi, fue más bien enojo y rencor lo que sentí cuando la
palabra con “T” cruzó mis pensamientos.
Finalmente me levanté y me dirigí
a la puerta que llevaba a la habitación contigua, me picaba la curiosidad ver
las cosas que Engel Jackocbsob guardaba celosamente en ese lugar, la primera
vez que estuve allí no tuve la oportunidad de ver más que la fotografía de
Sophie y en aquellos momentos había estado tan aturdida para prestar atención
en algo más, tomando en cuenta también que no sabía que ese tipo malhumorado y
misterioso era en realidad el cruce de un ángel con un demonio y sus
preferencias estaban más cercanas al ocultismo, lo oscuro y lo satánico. Quizás
lograra averiguar algo más de él, porque sabía relativamente poco sobre Engel,
sabía únicamente lo que me había contado y las situaciones confusas que había
vivido a su lado, lo primero podría estar recreado a base de mentiras, lo
segundo no era tan extraordinario. Podría descubrir lo que Sophie temía sobre
su diabólico hermano… y probablemente si indagaba más dentro de la mansión
podría descubrir otras cosas, aunque no me servía de mucho, la única que me
creería y para quien la información fuese de utilidad sería Sophie, quien
quizás no quisiera volver a dirigirme la palabra después de haber aceptado la
tentadora oferta de Engel.
Aún así, giré el pomo de la
puerta, y una vez mi mano estuvo sobre él y mi corazón latía más rápido y
excitado que nunca. Quería ver dentro de los cajones de su escritorio, hojear
sus libros antiguos y leer cada hoja que estuviera escrita con su afilada
caligrafía. Pero nada sucedió. Lo giré otra vez pero parecía negado a ceder, la
puerta estaba cerrada con llave, su dueño había tomado precauciones antes de
irse, seguramente ya había anticipado mi curiosidad o dentro escondía algo tan
importante que no podía darse el lujo de ser descuidado y dejar la puerta
abierta sin protección.
Suspiré y apoyé la frente contra
la madera.
—Yo no meto mi nariz en tu
habitación. —su aliento cálido pero estremecedor atravesó mi oído junto con su
voz ligeramente amenazante. —Es de muy mal gusto espiar a las personas.
Me sobresalté y me alejé de él lo
más que la pared permitió. Miré su expresión sombría, no parecía nada divertido
ni contento.
—Me aburría—excusé tratando de
calmarme. —Pensé que podría encontrar algo entretenido que leer en tu
biblioteca.
—No hay nada que te puedas
entretener ahí dentro. —Sonó a la defensiva.
—Supongo—me encogí de hombros—Tu
habitación es más aburrida que la de un abuelo.
Solo
falta el gato,
pensé.
—El gato está jugando en el jardín. —Dijo. Su mirada de un gris oscuro
me penetró como si fuera capaz de ver a través de mi, y nuevamente me sentí
ultrajada—Puedo escuchar tus pensamientos si no los cuidas, si los gritas tan
descaradamente… ¿Crees que escribo en un diario mis planes? Oh si, imagina
esto… “Querido diario: Estaba completamente furioso cuando la descubrí
merodeando en mis aposentos; aunque se veía tan sensual dentro de mi camisa
favorita, eso no disminuyó que su atrevimiento me molestara de tal manera que
me acerqué a ella, la miré a los ojos y en un abrir y cerrar de ojos… la maté.
Terminé con su vida. Por supuesto, no me sentí completamente satisfecho hasta
que atravesé su pecho y encontré su corazón, el cual latía aún, más sin embargo débil, su sangre chorreando y
deslizándose maravillosamente feroz por mi antebrazo seguía todavía cálida
cuando di el primer mordisco. Eso le sucede a aquellos que quieren saber más de
lo que deberían. No puedo esperar para ir mañana a Dunkeld y divertirme con su
querido mejor amigo y su solterona tía, que correrán su misma suerte,
simplemente por el atrevimiento de la Nephilim. Engel Jackocbsob”.
Me quedé sin aliento. Había
dejado de respirar. Escucharlo hablar de esa manera era escalofriante, no lo
eran precisamente sus palabras, lo era su tono ferviente de voz, el brillo
deseoso en su mirada que se teñía con cada susurro de rojo sanguíneo, su
sonrisa amplia mostrando su dentadura blanca y afilada. Se había ido acercando
a mí, hasta que sus brazos formaron una cárcel contra la pared impidiéndome
escapar.
— ¿Eso quieres, dulzura?
—acarició mi mejilla con la punta de un dedo.
Negué con la cabeza. ¿Por qué me
daba tanto miedo?
—Entendí el mensaje. —mascullé
apenas audible.
—Me molesta tanto. Ya me
cansé—dijo con ira contenida—de que cada vez que me doy la vuelta intentes
actuar contra mí. Te he dado tantas oportunidades Annette Crawforth y tú
todavía crees que estamos jugando al gato y al ratón, todavía piensas que
puedes engañarme. ¡Esto no es un juego!
Golpeó la pared con su puño
cerrado, el sonido fuerte tan cerca de mí me hizo saltar otra vez.
—Estás en mi terreno—continuó
siseando— tus pensamientos, tu misma eres mía, soy superior a ti en todos los
sentidos. ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir para que lo comprendas? ¿No te
bastan todas las preferencias que he tenido contigo? ¿Es necesario que te
encierre en una celda? Ó ¿Es la muerte lo que buscas realmente?
Negué precipitadamente con la
cabeza a todo.
—Cálmate… por favor—le pedí—Yo…
yo…
No tenía una excusa.
—Engel, no es para tanto… no hice
nada.
— ¡Pero pensabas hacerlo! —Golpeó
de nuevo la pared.
Me lanzó una mirada llena de
odio, de resentimiento y de ira. Separó sus brazos, pensé alejarme y salir de
su alcance pero no fui capaz de moverme ni un centímetro; contuve el aire en
mis pulmones sin quitarle la vista de encima.
Se alejó un paso y luego otro
más, apretó el puente de su nariz mientras respiraba hondo varias veces, estaba
tratando de calmarse y se lo agradecía profundamente. Abrí la boca para decir
algo, pero la volví a cerrar cuando no encontré palabras adecuadas. Giró sobre
sus talones y se dirigió a la puerta con pisadas firmes y fuertes, cerró de un
portazo al salir, un portazo que pudo haber sellado la puerta para siempre; lo
comprobaría más tarde.
Mientras, yo estaba ahí parada
como una tonta intrusa.
Eché un vistazo alrededor como si
no hubiera visto suficiente durante el tiempo que él había estado fuera, como
si temiera que algún detalle importante de la habitación hubiera escapado a mi
mirada inquisitoria. Descubrí entonces sobre la cama una pequeña maleta
cuadrada color roja, me acerqué allí con cautela y la abrí con las manos temblorosas,
era demasiado pronto para haberme calmado, las manos me temblaban tanto que
tomé las primeras prendas que encontré y me metí en la habitación que estaba a
lado de la “prohibida”. Era el cuarto de baño, por supuesto. Adoré el estilo
clásico que decoraba ese lugar, era amplio y parecía un spa ambientado a la
antigua, estar allí era relajante, escuchaba reborbotear agua en una fuente que
se encontraba por allí, como el sonido más ligero y sumido de una cascada. La
tina de baño era amplia de mármol oscuro, en realidad era un jacuzzi donde
podían caber perfectamente tres personas. Engel tenía gustos demasiado
excéntricos y grandes aires de nobleza.
Opté por una ducha rápida en la
regadera al otro lado de la habitación, aunque era más simple tenía ese estilo
romántico y elegante.
Terminé la ducha rápidamente
aunque no tenía nada que hacer después. Luego de vestirme recogí mi cabello en
una cola alta y me calcé las zapatillas.
Cuando salí del cuarto de baño
escuché un maullido y mis ojos se encontraron con la pequeña intrusa perdida de
mi habitación.
Sonreí y me acerqué a ella.
—Hey, cuanto tiempo ha pasado,
pequeña. —saludé.
Me agaché para acariciar su
hermoso pelaje blanco como la nieve. La gatita ronroneó con gusto.
— ¿Dónde está tu amo? ¿Ya se le ha
pasado el berrinche?
Ella maulló como si comprendiera
lo que yo decía. Se puso de pie en sus cuatro patas y giró hacia la puerta,
quería salir. Entonces me pregunté ¿cómo había entrado? Aunque logré recordar
que aún era un misterio como había salido de mi casa aquella noche.
Decidí no darle importancia y
abrir la puerta, maulló nuevamente y empezó a andar. Titubeé antes de salir
para seguirla. Bueno, era la gata, era su mascota a la que le contaba cuentos
antes de dormir, era como su hija favorita… no descargaría más ira, supuse.
Seguí a la gatita por los corredores, la casa era como un laberinto, también
era escalofriante, los Jackocbsob tenían un sentido sanguinario de lo que era
arte.
Empezaba a creer que la gata
estaba jugando conmigo y me llevaba en círculos por la laberíntica mansión
cuando el olor a comida fue percibido por mis fosas nasales y entramos en lo
que era la cocina… una cocina bastante grande como para preparar grandes
cantidades de comida. Y en una mesa en el centro, sentado sobre un banco alto
comiendo cereales estaba Engel. Dejó la cuchara sobre el cuenco cuando me
escuchó entrar, alzó la mirada, ya no era el demonio quien me veía, era sólo
Engel, parecía haberse calmado.
— No quise interrumpir. —Musité
—La gata, ella me trajo.
Sonaba tan estúpida, pero no tuve
nada mejor que decir.
—Eris—me corrigió—se llama Eris.
Sonreí cortésmente y me acerqué
con cautela. Ocupé el banquillo que estaba frente a él.
— ¿Quieres algo de comer? Sólo
hay crepas… llegaste tarde. Puedes disponer de la cocina si no te agrada. El
cereal es mío.
Me sonrojé. ¿Cómo le dices “no se
cocinar” a un chico que padece gula y es capaz de preparar cualquier platillo?
—Crepas está bien.
Tomé un par de crepas y empecé a
comer.
—Empezaremos el entrenamiento
cuando termines.
— ¿Perdón?
Casi me atraganté con un trozo de
fruta.
—Entrenamiento, por eso estás
aquí ¿Creías que estábamos de vacaciones?
Bufé, al parecer su “delicado
humor” había regresado.
—Es una posibilidad, son
vacaciones de invierno.
—Nosotros no, mientras Gabriel
esté allá afuera cazando híbridos y siendo nosotros un par muy peculiar, no
pienses en vacaciones.
Hice una mueca.
—Así es nuestro mundo. Nunca te
aburres. —me informó despreocupado.
—Extrañaré mi vida humana. —Reí
entre dientes, resultaba en cierta forma, gracioso. —Yo era tan simple y mírame
sentada aquí contigo, un par de… adefesios monstruosos, comiendo crepas y
hablando de un arcángel psicópata.
Me lanzó una mirada extraña,
penetrante y seria antes de ponerse de pie viniendo hacia mí.
Se acercó lo suficiente y tomó mi
rostro entre sus manos, levantándolo para que le viera directamente al mismo
tiempo que me taladraba con la profundidad de sus ojos grises, estaba serio,
pero su seriedad no era por estar molesto o a punto de estallar, se trataba de
una seriedad cordial que incitaba confianza. De pronto era otra vez un ángel.
—Será más fácil si dejas de
pensar en ello todo el tiempo. No somos ni buenos ni malos, sólo somos algo
más.
Me soltó y lo mismo hice con el
aire contenido en mis pulmones. Su contacto me erizó la piel como nunca, frío
glacial recorrió mi columna, de alguna manera creí sentir si poder rozando mi
piel infiltrándose en cada uno de mis poros. Tuve que tranquilizarme antes de
empezar a chillar como una niñita asustada.
—Para ti es sencillo
decirlo—susurré con un hilo de voz— creciste sabiendo…
—Creyendo que era un ángel—me
interrumpió de golpe—fue hasta que los demonios me encontraron que supe la
verdad.
— ¿Qué sentiste? —mi curiosidad
fue evidente en cada sílaba que pronuncié.
Ladeó la cabeza hacían la
izquierda y torció el gesto, pensativo, sus ojos se perdieron en un ligar
infinito muy lejos de allí, aventuré que quizás en otro tiempo atrás.
—Me sentí conmocionado al
principio; pero te acostumbras a ti mismo, hasta que termina gustándote. —Me
miró—No soporto a las personas que se pasan su existencia negándose a sí
mismos, pierden su tiempo y su vida lloriqueando por su suerte miserable.
—Eres muy insensible…
—No, soy realista. Piensa en las
cosas buenas que tuviste y que tienes, tu infancia fue agradable, fuiste una
niña normal, tienes amigos, vas al colegio, haces las cosas que cualquier chica
humana de tu edad haría. Tus padres no eran lo que tu creíste, de acuerdo, pero
no es el fin del mundo; luego te conviertes en Nephilim y una horda de ángeles
obsesivos y demonios ambiciosos desean tu alma, bueno, siempre hay quienes
quieran arruinar la fiesta; tu ex –novio fue un cretino que te sedujo para
fines personales, ni modo, existen muchos chicos no tan apuestos y geniales
como él, pero existen…
Me guiñó el ojo, aunque lo último
me hizo soltar una risita, fue inevitable que doliera, marcaba la línea
divisoria entre él y yo; me recalcaba una vez más que lo nuestro no fue ni
sería nunca, pero…era mejor así.
—Tienes razón—me esforcé por
sonreír—realmente no me gusta quejarme, creo que hay personas que pasan por
cosas mucho peores, únicamente necesito asimilarlo todo… Ya lo dijiste,
volverte de mortal a inmortal, no ocurre de la noche a la mañana.
Revolvió mis cabellos con su mano
de forma juguetona.
—Me agrada tu razonamiento.
—Si, a mi también, creo.
—Continué— De verdad, no me quejo de ser una abominación, es bueno en cierto
modo, simplemente me siento extraña, tengo que equilibrar mi vida de nuevo. Y
lo voy a hacer, aunque me tome tiempo.
Ni modo, había perdido una
batalla en la cual nunca tuve ventaja; no me gustaba perder, pero sabía
retirarme con dignidad en el momento preciso.
—Empecemos. Aunque te advierto
que no será sencillo, soy un profesor exigente.
Lo golpeé juguetonamente con el
puño.
—Se necesita más para
intimidarme, Engel.
—Me agradas.
Me pareció ver un atisbo de
sonrisa en su rostro cuando pasó de mi lado caminando delante de mí, guiándome
hacia el jardín.
—Por cierto—dijo de pronto—acepto
tu propuesta.
Me quedé en silencio, no
recordaba haber hecho una propuesta a él... claro, tampoco recordaba que
hubiéramos intimidado la noche anterior.
—De ser amigos. —Dijo entre
risas, seguramente sabía lo que estaba pasando por mi cabeza.
— ¿Dije eso anoche?
—No. Cuando nos conocimos,
formalmente. —Divagó para refrescarme la memoria. —Él día que me llevaste a la
escuela en tu auto, y te disculpaste conmigo por tu grosera actitud.
—Ah—recordé. Habían pasado meses
desde ese día y también demasiadas cosas, me sorprendía que sacara el tema a
colación —Y tu, angelito, fuiste víctima de mi volubilidad, pobrecito… te
grité.
El comentario iba cargado de una
buena dosis de ironía.
—Me extraña que digas eso. —dije
retomando la idea principal.
— ¿Por qué?
—Porque espero que mañana no
quieras, después si, y luego no. Típico de ti.
—Lo digo de verdad, he tenido
mucho tiempo para pensarlo y parece una idea atractiva.
—Tienes una forma muy rara de
plantear las situaciones. Me provocas dolor de cabeza. —me quejé exasperada.
—Siempre hablas de las relaciones personales como si fueran negocios.
—Me gusta negociar con personas a
las que les llevo ventaja. Incluso los inhumanos pensamos en nuestro futuro.
Su risa rompió el silencio que se
impuso de pronto y volvió a ser así cuando ese agradable sonido se apagó.
Seguimos caminando, yo detrás de
él en todo momento, tampoco hice ningún esfuerzo por alcanzarle, se sentía bien
pasear de esa manera, como si se estuviera sola pero no aquella clase de
soledad abrazadora y sofocante, era lo que yo llamaba soledad acompañada… veía
todo pasar como en un cotidiano domingo por el parque. Por las ventanas vi una
gran capa de nieve cubriéndolo todo, las nubes eran de un gris oscuro y
amenazaban lluvia. Crucé los brazos hasta el pecho, apenas me había dado cuenta
del frío que hacía y de que mi ropa no era la adecuada para vagar por allí en
pleno invierno, pero no rechisté porque me comía la curiosidad de lo que seguía
a continuación.
Llegó el momento en el que nos
detuvimos después de haber caminado un largo rato sin ningún sentido aparente,
o un sentido que solo él conocía. Sólo así, sin más, habíamos llegado a un
campo abierto alejado del bello jardín de la mansión Jackocbsob, probablemente
ya no estábamos siquiera dentro de los tenernos de la guarida de los demonios,
lo dudaba, apenas lograba divisar la punta de las torres más altas
sobresaliendo entre las copas de un grupo de árboles que cruzamos, éstos
asemejaban una barrera entre un lugar y otro, un bosque que separaba el mundo
real del mundo fantástico. No obstante, seguía siendo hermoso por doquier,
completamente cubierto de blanco puro, la vegetación dormida por el invierno
estaba cubierta de escarcha plateada y a unos metros de donde nos habíamos
detenido corría un arroyo angosto cuyas aguas eran tan azules que no podía ser
real, pero lo era.
Engel se dejó caer en el suelo
con las piernas cruzadas y lo imité antes de que me ordenara.
—Am… ¿y bien? —quise saber, tan
ansiosa que no podía ocultarlo. — ¿Cuál es la primera lección, profesor
Jackocbsob?
—Cierra la boca.
—Quizás yo debería enseñarte
modales a ti. —murmuré entrecerrando los ojos.
—Basta de juegos. —Cortó con
seriedad. —De ahora en adelante tus sentidos ya no percibirán de la misma
manera, podrás “escuchar” pensamientos que no son tuyos, tu fuerza física será
mayor, como tu resistencia, tu mente entrará en una crisis existencial que
debes aprender a dominar. Todo lo que leíste de los Nephilim y lo que cuentan
los relatos antiguos es medianamente cierto, pero debes recordar que tú eres la
dueña de ti misma y no tus sentimientos; cuando dejas que tus sentimientos
dominen la situación terminarás contra
ti y contra los demás. Eres diferente, pero siempre seguirás siendo una humana,
recuerda que eres inmortal, pero existen muchas formas de morir, las armas
humanas y el tiempo no te matarán, pero sí lo pueden hacer los ángeles y los
demonios.
» No estamos preparándote para
una guerra, si no para sobrevivir al mundo real, a tu nuevo mundo porque no
estaré siempre ahí para protegerte.
—Afortunadamente. —sonreí y
recibí como respuesta una mirada furtiva—Querido nuevo mejor amigo, no eres la
compañía más agradable.
Sonreí ampliamente encogiéndome
de hombros. Volvió a poner los ojos en blanco al mismo tiempo que se levantaba.
Hice lo mismo que él aún con mi sonrisa
socarrona en los labios. La confianza crecía dentro de mí, de pronto todo
parecía ser sencillo en ese mundo,
fácil; y el pasado borraba sus manchas poco a poco, como si jamás hubieran
estado allí.
—He creado un monstruo… y estoy
seguro de que me arrepentiré de esto.
—Es lo que siempre digo cuando
estoy contigo. —le guiñé un ojo.
Soltó un extraño ruido parecido a
un gruñido; en un abrir y cerrar de ojos me tomó del hombro y me lanzó contra
la nieve. Mis pies se deslizaron por el suelo congelado, derrapé y como si
fuera un costal de papas, rodé una vez; le miré, alarmada. ¿Por qué había hecho
eso? No estaba segura, pero ahora se reía divertido mirándome
condescendientemente; me paré de un salto, más rápido de lo que pude darme cuenta
llegué hasta él y le propiné un golpe en el estómago que no le afectó en
absoluto, seguí golpeándolo una y otra vez hasta que pareció aburrido y atrapó
mis antebrazos con sus manos, reaccioné haciendo lo mismo con el, lo empujé con
toda la fuerza que tenía y mientras se reía de algo que yo no encontraba
gracioso también me empujaba, iniciando una batalla absurda como dos alces,
ninguno de los dos ganaba, él seguramente estaba jugueteando, pues sabía que si
se lo proponía yo podía terminar varios metros lejos de allí. Finalmente me
liberé, giré bajo sus brazos quedando a su espalda donde le propiné un codazo
que lo mandó de bruces directo al suelo.
Me quedé petrificada y asombrada
mirándolo desde allí arriba. Yo había… podido con él… o él me lo había dejado
muy fácil.
Pero antes de que pudiera
reaccionar estaba de pie, su cara estaba enrojecida por la nieve y sus mechones
delanteros húmedos… sonreía de satisfacción, al mismo tiempo había una mueca de
deseo en sus gestos, un deseo de venganza.
—Solo es un juego—mascullé
trastabillando torpemente hacia atrás—tu empezaste… tenía que… ¡defenderme!
Se agazapó hacia atrás como un
animal felino y se lanzó sobre mí. Ambos caímos al suelo y rodamos en otra
lucha de fuerzas. Era algo bizarro que terminó siendo divertido, ninguno de los
dos cedería, y él no parecía estar jugando a hacerse el débil, de verdad yo
estaba pudiendo con Engel, tomé consciencia de lo fuerte que podía golpearle,
de que mis pasos podían ahora seguir a los suyos, mis ojos alcanzar sus movimientos
hasta el punto de poder detenerlos… intenté lanzarle un rayo, pero era
demasiado hermoso para que sucediera. No pasó nada. De esa manera salvaje y
juguetona Engel Jackocbsob ya no era más un caballero, apuesto y perfecto, el
chico que tanto me gustaba se transformó en una bestia que luchaba por ganar;
se atrevió a propinarme golpes duros que me dolieron más de lo que a él le
dolían los míos. Era una pelea de verdad, una danza salvaje en la nieve, hasta
que la primera gota de sangre manchó su pureza blanca. Mi sangre.
—Bien hecho, Nephillim—me dijo
con orgullo… orgulloso de él mismo. —No está mal.
Me tendió la mano que no tomé, me
puse de pie y me limpié la mejilla con lo que quedaba de la manga de mi
chaqueta.
—Eso no es enseñar… eso es
improvisar—me quejé empezando a caminar de regreso por donde habíamos venido.
—Eres un animal, bruto y… me divertí.
Escuché sus pisadas seguirme
hasta que me alcanzó. Caminó despreocupadamente a mi lado.
—No, era la forma de sacar el
otro lado de Annette ahorrándonos la parte de la teoría… nunca me ha gustado la
teoría, prefiero la práctica. —Me lanzó una sonrisa pícara—Ya sabes, nunca
entendí lo de la flor y la abejita hasta que…
—Cállate, no quiero saber sobre
tus ideas raras. Cada vez que abres la boca queriéndote hacer el gracioso, me
das más miedo… prefiero cuando te pones de esa manera “grwar” “rwaaar” “kiiii”
“ojitos rojos” “me he chupado diez limones”… todo antes que tus comentarios
excesivamente explicativos.
—Diez limones… —susurró meditando
el asunto—No. Prefiero las cosas dulces, como tú.
—Y yo prefiero las cosas ácidas.
— ¿Por qué había dicho eso? Intenté arreglarlo— Pero no significa que te
prefiera a ti.
La mansión Jackocbsob se hacía
más grande; sus bastas paredes de roca y mármol se alzaban imponentes frente a
nosotros mientras entre la muerta naturaleza blanca, sumida en su sueño
invernal, se transformaba en el jardín más bello, sensible y mágico de la
tierra. Un edén en medio del paraíso demoniaco.
Aceleré el paso dejándolo atrás.
Aquel nuevo encarcelamiento
dentro de la mansión Jackocbsob no fue tan malo como el de Perthshire, los días
no eran horas interminables apiladas como libros viejos de historia; a veces
daba la impresión de que faltaban horas al día, o que había terminado antes de
que comenzara. Engel pasaba conmigo la mayor parte del tiempo, enseñándome
cosas nuevas, pues una vez que había entrado a ese su mundo, aceptándolo como mi
nuevo mundo, estaba profundamente encantada pese a los peligros inminentes que
nos rodeaban, peligros que eran atractivos a decir verdad. Quería saber más y
más. Pero no sólo era un mundo de seres sacados de leyendas, cuentos antiguos,
teología miserable… era un mundo tan normal
como el de los humanos, yo formaba parte de ellos pero ahora también mi alma
estaba sellada y unida a la fantasía real que negué antaño.
Cuando los días eran buenos nos
quedábamos en el jardín desde el amanecer hasta el anochecer, Engel me enseñaba
siempre algo nuevo aunque sus métodos fueran dolorosos y excéntricos. Sin
embargo cuando el frío era mayor de lo que pudiera soportar o fuera caía una
torrencial lluvia como si el cielo se estuviera cayendo a pedazos, o… tenía
tanta pereza para soportar mis torpezas, nos quedábamos en el salón principal
con las llamas calentando la dorada estancia, tomaba algún libro prestado y él
se paraba en medio deleitándome con su magistral música; a veces me sentaba en
la cocina observándolo hornear postres y disfrutando de los atrayentes aromas
que salían despedidos de sus maravillosas creaciones, en ocasiones terminábamos
en una guerra de harina y masa.
Engel parecía otro, un chico
totalmente diferente al serio y reservado Jackocbsob de la clase de Historia o
al demonio… ni siquiera había tenido ninguna nueva rabieta, sonreía de manera
espontánea sin que sus gestos se volvieran irónicos o sus miradas vacías; no
era exactamente el ángel, era únicamente otra persona que no conocía y estaba
tratando de conocer; me agradaba, me acostumbraba a él… por primera vez éramos
amigos ya que me resultaba imposible y también prohibido verle como algo más.
Sin embargo, en mi fuero interno me preguntaba ¿Cuánto duraría ese sueño?
¿Cuándo se convertiría en pesadilla?
—Engel… —Aparté la mirada del
libro que estaba leyendo y la clavé en sus pies.
Había una idea que me rondaba en
la cabeza desde aquella mañana, pero no me había atrevido a expresarla en voz
alta, también había cerrado las puertas de mi mente para que no penetrara en
ella y volviera mi idea una desilusión fatal.
— ¿Sí?
La melodía se detuvo de golpe
seco y la habitación pareció hacerse mas grande y calurosa.
—Mañana terminan las
vacaciones—me atreví a decir después de un rato—Mañana empieza el colegio de
nuevo… No soy más esa Annette Crawforth, pero quiero volver.
Alcé la mirada para leer su
expresión pero era imposible, su rostro se volvió una máscara inescrutable, su
postura tranquila con el violín aún bajo el mentón y el arco suspendido en el
aire dispuesto a desgarrar la siguiente nota.
—Fue divertido, todo esto; pero
no me puedes tener encerrada para siempre, ¿Para qué me has enseñado todo eso,
si no serviría de nada? Tengo otra vida a parte de esta; ésta no es una vida.
— ¿Qué harás si te digo que no?
—Entonces te diré: Me largo de
aquí aunque termines odiándome otra vez… o tengas que matarme en el intento, no
quiero seguir aquí, es divertido pero me siento como tu prisionera.
—Supongo que no puedo hacer nada
contra eso ¿verdad? —arqueó una ceja volviendo su seria expresión algo irónica.
—No eres mi dueño, mi amo, o
cualquier cosa semejante. —Elevé la voz—Yo soy libre.
—Bueno.
Toda clase de reclamos que había
formulado anticipadamente se quedaron atorados en mi boca, no supe como seguir.
— ¿Qué?
—No tengo objeción en que te
vayas, de hecho pudiste haberte ido desde el primer día que te enseñé a usar
tus poderes, pero te quedaste…
—Me irritas.
Rió cuan ángel.
—Nunca me voy a aburrir contigo,
Annette.
—Entonces… ¿Me puedo ir? —titubeé
incrédula.
—Será lo mejor para los dos,
mañana por la mañana regresarán los demás, sería poco conveniente que te
quedaras. Nunca se sabe de qué humor estará Stephanoff.
Cerré el libro lentamente, un
poco sorprendida, atónita sin saber hacia donde partir.
—Te llevaré a casa yo mismo, pero
antes… espera un poco.
Guardó el violín en su estuche y
salió de la sala dejándome sola inundada de pensamientos confusos, él siempre
sería un misterio para mí, no era únicamente un híbrido de más de cien años, un
asesino y un estafador, era algo más, tenía algo que se mantenía oculto en las
sombras, un yo imposible de
descubrir, parecía estar detrás de una máscara dura e impenetrable por
cualquier mirada o sentimiento.
Sólo podía estar segura de que
cuanto más conocía de él, más quería saber.
Varios minutos después regresó
entrando en silencio, caminó hasta mí, sacó una caja azul, pequeña y cuadrada
del bolsillo de su chaqueta y extendió su brazo incitándome a tomarla. Dudé y
ese sentimiento que me había invadido cuando su mano sostenía el fruto del
árbol mas bello, regresó a mí como si nunca se hubiera ido. El corazón latía frenético
dentro de mi pecho y si hubiera querido pararme y echar a correr en cualquier
dirección me hubiera resultado imposible.
— Feliz desgracia para todos nosotros.
— ¿Eh?
Sonrió.
— Quise decir, Feliz aniversario
de tu nacimiento, o como dicen ustedes: Feliz cumpleaños.
Rodó los ojos.
Un fuerte palpitar aceleró mi corazón y me sobresalté
al escucharlo; reí ligeramente como si hubiera dicho una broma muy mala pero
tenía que fingir que era de verdad muy divertida.
—No puede ser que tu misma lo
olvides.
—No lo olvidé—me defendí—pero no
se que se hace en estos casos. Si te pedía el salón para hacer una fiesta te
ibas a negar…
—Es verdad—estuvo de acuerdo—pero
una fiesta bastante privada me habría encantado, solo tenías que mencionarlo.
—En tus mas dulces pesadillas,
Engel Jackocbsob.
Bajé la mirada a la pequeña
cajita, no tenía envoltura ni un listón, era una simple caja azul oscuro; quité
la tapa y observé la pieza plateada que reposaba sobre un cojín negro de
terciopelo, era hermoso, un brazalete con piedras azul brillante incrustadas
entre la torcida y delgada cadena plateada, en una parte de ésta había un ala
de ángel metálica que quedó colgando en el aire cuando la levanté.
— Como te gusta despilfarrar
dinero—lo acusé juguetonamente.
Era un lindo regalo, podía
incluso asegurar que era un noble detalle de su parte recordar mi cumpleaños, o
saberlo cuando yo jamás se lo había mencionado.
—Tengo mucho— afirmó.
Puse los ojos en blanco. Dejé la
joya en su lugar y apenas había movido mi mano para cerrar de nuevo la tapa
confundida por mis pensamientos de por que Engel se tomaba tantas molestias
conmigo, la caja desapareció terminando en la mano de él. Sacó el brazalete y
se agachó plantando una rodilla en la alfombra, con su mano libre alzó mi brazo
para colocar al joya alrededor de mi muñeca derecha.
—Pero eso no significa que lo
desperdicie regalándote algo que tendrás guardado en el fondo de tu armario.
Chasqueé la lengua… se veía muy
bien en ese lugar.
—De acuerdo, no tengo nada en
contra de usarlo.
Y mientras miraba con ojo crítico
la joya, volvió a poner algo más sobre mi mano.
—Esto es una devolución.
Venía envuelto en un trozo de
tela negra, la descubrí y arqueé la ceja al ver mi colgante azul en forma de
estrella.
—Solía ser desagradable besarte
mientras lo llevabas puesto.
—Me lo robaste. —le acusé
bastante indignada.
—No. Protegía mi integridad
personal.
— ¿Qué te ha hecho cambiar de
opinión y devolvérmelo?
Tenía razones de sobra para
desconfiar de él.
—He tenido mucho tiempo para acostumbrarme
a eso. Además lo necesitarás, no quiero que algo le pase a mi única… a-amiga.
Apreté los labios ligeramente
contrariada por las palabras embarazosas que había pronunciado, me tomó unos
cuantos segundos recuperar la compostura y añadí con sarcasmo:
—Claro, nadie puede hacerme daño,
sería catastrófico que otro que no fueras tú lograra lo que has intentado por
meses.
Esbozó una sonrisa indulgente que
le dio un aire de madurez y me hizo verlo por primera vez como alguien mucho
mayor que yo, como una niña de diecisiete años charlando con un adulto de…
ciento sesenta y seis años. Engel apartó el libro de mi regazo y lo colocó en
la parte libre de la butaca, en silencio tomó mi mano y ambos nos pusimos de
pie.
—Que no hayamos funcionado como
pareja no significa que no funcionemos como amigos… también los seres más
perfectos necesitamos segundas oportunidades.
Y, sin previo aviso volvió a ser
ese mismo Engel Jackocbsob de siempre. Con una sonrisa arrogante en su rostro
de facciones apuestas, la mirada gris brillante mirando de manera
condescendiente y su aristocrático porte elegante.
—Entonces no son tan perfectos
como ellos creen.
—No. La perfección no
existe—aceptó contradiciéndose a sí mismo. —Solo yo.
La sonrisa ya amplia se abrió más
hasta mostrar su dentadura blanca. No hubo tiempo de rebatir y patearlo con
fuerza fuera de su pomposa nube. El reducido espacio que separaba nuestros
cuerpos se acortó cuando me rodeó por la cintura en un abrazo firme, luego la
sensación vertiginosa se abalanzó sobre mí antes de que nuevamente mis pies
tocaran el suelo con brusquedad produciendo el ruido de pisadas fuertes y
firmes. Cada vez me acostumbraba más a esa sensación de velocidad repentina,
como la de ir bajando en picada sobre una montaña rusa.
Eché un vistazo alrededor
descubriendo con alivio y alegría mi acogedora habitación azul, tal cual la había dejado…bueno,
Juliette evidentemente había aprovechado mi ausencia para ordenarla un poco sin
que pareciera excesivamente evidente que había puesto mano sobre mis cosas. De
pronto tuve una sensación de malestar al recordar los acontecimientos de la
última noche que había estado allí, como si hubieran pasado menos de
veinticuatro horas.
Sin embargo aquella sensación de
vacío desapareció cuando escuché pasos rápidos venir por el pasillo y enseguida
la puerta se abrió casi de golpe. Juliette se quedó parada en el umbral, el
color de sus mejillas se desvaneció dándole a su rostro un color más pálido del
habitual. Alzó su brazo y cerró la mano en el marco de la puerta con fuerza,
sus ojos estaban clavados en nosotros dos, su expresión era de completa
incredulidad y sus pensamientos resonaron revueltos en mi cabeza como si los
pronunciara en voz muy alta; eran sorpresivos y creía estar soñando.
—Buenas noches, señora
Crawforth—saludó Engel con voz mesurada y educada—Aquí está… como se lo
prometí.
Me esforcé por apartar la vista
de mi tía para mirar a Engel. Algo de lo que había dicho no encajaba bien; me
había dado la impresión de que ellos habían mantenido contacto sin que yo
supiera algo al respecto.
—Gracias, Diemth—dijo Juliette
como respuesta, su voz fue dura y sombría—Ahora vete.
Giré precipitadamente la cabeza
de ella a él. ¿Cómo lo había llamado? ¿Qué era un Dienosequé?
Abrí la boca para preguntar en
voz alta pero antes habló él.
—Nos vemos pronto—dijo y se
esfumó.
Antes de que pudiera protestar,
Juliette cruzó la entrada y sus brazos me rodearon cariñosamente.
—Te extrañé tanto.
—Yo… también te extrañé—mustié
aún confundida, pero devolviéndole el abrazo. —Francia estuvo… interesante.
Mi tía soltó una risita ante mi
chiste, luego sin borrar la sonrisa de su rostro se apartó un poco para tener
un campo de visión más amplio.
—Tía a que… —empecé a decir pero
ella puso un dedo índice sobre sus labios.
—Ahora no, te lo explicaré
mañana—repuso con tranquilidad—Hay mucho de que hablar y es tarde, mañana hay
colegio, tus horarios están sobre el escritorio, ya me encargué de todo.
Asentí torpemente la mirada hacia
un montón de papeles en la parte superior de mi mesa.
Juliette se marchó dejándome
sola, de pronto me daba la impresión de que hacía mucho tiempo no estaba sola,
en realidad me sentía como una chica nueva en una ciudad nueva, con personas
nuevas, perdida y sin saber por donde empezar, esto era muy extraño y al día
siguiente regresaría al colegio para ser una humana común y corriente después
de tantas semanas no escuchando mas que historias que se relacionaban con
ángeles, demonios, guerras celestiales, alas, infierno, cielo… Las personas
volverían a llamarme Anne cuando ya me había acostumbrado a que me llamaran
“Nephilim”.
Apenas pude conciliar el sueño
esa noche, pues todo daba vueltas en mi cabeza y me hacía, sin poder evitarlo,
preguntas como ¿Desde cuando Juliette y Engel eran tan cercanos? ¿Por qué
Diemth? ¿Cuándo volvería a ver a Engel? Sí, sin duda esa era la pregunta que
más me cuestionaba, él solo había dicho que nos veríamos pronto, pero no había
especificado cuanto tiempo pasaría. Lo más probable es que no lo viera en el
colegio pues ahora que ya sabía yo la verdad de su origen, de mi origen y que
no tenía que aparentar nada, no había necesidad de que siguiera fingiendo que
era un estudiante de diecisiete años. Su farsa me resultaba completamente
absurda e innecesaria.
La mañana llegó más pronto de lo
que hubiera querido, pensé que mi reflejo sería terrible por la falta de un
buen descanso nocturno, pero al mirarme en el espejo mi rostro no parecía
siquiera inmutado y después de una ducha caliente me sentí tan fresca como si
hubiera dormido doce horas. Sonreí a mi misma y bajé dispuesta a no
mortificarme por algo más en mi vida.
El desayuno con Juliette también
transcurrió rápido, no esperaba que en ese momento me explicara lo que había
sucedido la noche anterior, nos dedicamos a charlar sobre los últimos chismes
de Dunkeld, novedades en la tienda de antigüedades, las fiestas navideñas y mi
olvidado cumpleaños. Ninguna de las dos habló sobre ese otro mundo, sobre
Nephilim o Lionel.
Simplemente marché hacia el
colegio en mi auto azul, con la típica música de siempre sonando en el estéreo,
riéndome de los recuerdos del pasado, llegando a mi mente una histérica yo
gritándole “arrogante lombriz rumana” a ese chico cuando recién lo conocía, un
dibujo absurdo que me había puesto los nervios de punta, la ocasión en que lo
había encontrado yendo a pie hacia el colegio… pero si él podía volar, o
aparecerse; y qué decir de todas esas circunstancias embarazosas en las que me
metía, la forma en como su comportamiento me intrigaba, su hermana, la fiesta
de halloween y lo estúpidamente enamorada que estaba de él; hoy, en este
momento todo eso se me antojaba como una ridícula comedia.
Cuando llegué al aparcamiento de
la escuela eché un vistazo alrededor y vi un Ford Focus amarillo un par de
sitos a la izquierda, el Mini Cooper rojo de Drew estacionado cerca de la
entrada; pero no había ningún Beetle negro, tampoco un flamante Lamborghini ni
cualquier auto deportivo que despertar mayor interés que cualquier otro.
Caminé tranquilamente hacia el
Mini Cooper y unos fuertes brazos se abalanzaron sobre mi con efusividad, al
instante tenía a Travis colgando de mi cuello, a Kat y Andrew devolviéndome
amplias sonrisas. Por un momento pensé que ese
mundo había estado sólo en mi imaginación y que estaba en el momento justo
donde todo había iniciado, no había Engel Jackocbsob, nunca lo hubo… pero no
era así, existió de verdad. Además, yo me sentía diferente entre ellos, los
pensamientos de todos y quienes pasaban por nuestro lado sonaban en mi cabeza
como si me encontrara dentro de una sala concurrida donde todos hablaban al
mismo tiempo produciendo un ruido sobre el cual no se entendía nada, intenté
parecer normal ante mis amigos y me esforcé por sonreír todo el tiempo
omitiendo lo desesperada que empecé a sentirme de un momento a otro, rodeada de
personas, sintiéndolos a cada uno como si estuvieran muy juntos a mí,
escuchándolos ir y venir…
Entramos al edificio poniéndonos
al corriente de las vacaciones. Travis había ido a Perthshire… cuan cercanos
habíamos estado y ninguno lo sabía. Drew había pasado las vacaciones en el
campo con sus abuelos y su familia; Kat estaba encantada con Londres; yo… sólo
tenía que inventar lo maravillosos que eran Francia y sus franceses.
Me despedí de cada uno cuando el
timbre resonó en los pasillos cortando de golpe las charlas animadas que se
cernían por cada rincón; alumnos de todos los cursos empezaron a despedirse
mientras otros se iban juntos a sus primeras clases después de las vacaciones
de invierno. Nosotros hicimos lo mismo despidiéndonos y marchando cada uno
hacia un rumbo distinto. Yo fui hasta el edificio de la clase de historia, no…
no había extrañado a Lafter, pero me agradaba estar de vuelta aunque fuera para
soportar una clase de Historia.
Entré a la sala y por inercia
llegué al lugar de siempre devolviendo saludos a algunos de mis compañeros que
curiosamente me llamaban y sonreían al pasar. Ellos también gritaban lo que
pensaban pero no podía distinguir de quien era cada pensamiento, sus voces se
perdían revolviéndose con las otras, empezaba a sentirme como un gato perdido
entre el gran mundo de los humanos.
No mucho tiempo después la sala
quedó en silencio, salvo por ese ruido que no estaba exactamente allí, sino en
mi cabeza, pensé que Lafter había llegado, por lo que me acomodé en mi asiento
y saqué mi feo y aburrido libro dejándolo sobre la superficie de la mesa.
Levanté la mirada descubriendo con sorpresa a Engel entrando despreocupadamente
por la puerta, estaba serio y absorto a la expectación que se cernía alrededor
por causa suya, no entendía por que tanta conmoción por él, yo lo veía tan
normal como siempre… más normal que antes.
Busqué su mirada pero antes de
que la encontrara, Rachel se acercó a él y lo tomó del brazo sonriendo
venenosamente, se pegó a él como una sanguijuela se pega a la piel.
—Te he guardado un lugar junto a
mi, Engel—Al parecer todavía no agotaba sus esperanzas de estar con Jackocbsob
de alguna u otra manera.
—Luces… especialmente
irresistible—escuché que le susurraba él al oído.
La cara pálida y hermosa de la
chica se iluminó con ilusión.
No me había dado cuenta que
estaba, al igual que todos los demás, observando la escena como una idiota.
Solté un bufido y miré a otro lado menos hacia aquella dirección, donde ambos
se regodeaban como una linda pareja; poco tiempo después Michael ocupó el lugar
que antaño había sido de Engel.
—Annette—se dirigió a mí usando
un tono de sorpresa fingida, como si fuera la primera vez que nos viéramos
desde el incidente. —Vaya, te vez bien.
Su mirada azul me taladró de
arriba abajo.
—Gracias—mustié a regañadientes.
—Oye, creo que nunca me disculpé
por lo que sucedió esa noche.
No dije nada y deseé callar todas
esas voces para identificar la suya, quería saber que estaba pensando
exactamente, pero no lograba hacerlo.
—Me comporté como un idiota ¿no?
—Rió de forma estúpida, como si acabara de decir algo especialmente
gracioso—Fui muy inmaduro, pero vamos, ya pasó mucho tiempo, somos mayores…
Me alegré no tener que
responderle; en ese momento entró Lafter dando la orden de guardar silencio;
Mike se giró de mala gana sobre su asiento, miré su espalda con el entrecejo
fruncido, deseando sacarle el corazón de una…
Pero mis planes no podían
ejecutarse así de fácil en un aula llena de alumnos, al menos en mi imaginación
el espectáculo era bellísimo, pero la realidad era mucho más cruel. Lafter
empezó a hablar sobre los exámenes para los que pretendían cursar S5, y trató
de alentar a aquellos que pensaban no hacerlos; yo siempre me había planteado
cursar el S5 y S6 para después ir a la universidad, pero ya no estaba
exactamente segura de que fuera posible, tenía otras cosas en que pensar, como
en una horda de demonios y ángeles. Con los ángeles podría ser sencillo
negociar, quizás si les demostraba que era una Nephilim inofensiva me dejarían
en paz; los demonios, en cambio, no me los imaginaba dispuestos a aceptar una oferta tan pobre.
El profesor Lafter fue capaz de
romper todavía mas mi sueño cuando sacó de su portafolios un examen sorpresa,
que según él era absolutamente sencillo comparado con el examen final. Miré la
hoja de respuestas y casi solté un gemido agonizante.
Pasaron quince minutos cuando la
primera persona terminó, alcé un poco la vista de mi hoja y vi a Engel
saliendo; por supuesto, él había vivido en esa época o había tenido muchos años
para estudiar las anteriores a su nacimiento. Sin embargo yo tuve que esperar a
que el chirrido del timbre rompiera con el silencio perturbador de la sala, di
un último vistazo a mi examen para comprobar que había dejado una cuarta parte
de éste sin responder.
Salí un tanto decepcionada por mi
patético desempeño.
—Annette—volvieron a llamarme
desde la puerta del aula.
Giré la cabeza apesadumbrada.
Mike se acercó a mí dispuesto a
continuar con la charla que Lafter había interrumpido.
— ¿Harás algo después de clases?
Arqueé una ceja, eso sonaba al
típico principio de una invitación… una cita.
—Si, tengo un par de cosas que
hacer por la tarde —respondí como quien no quiere la cosa.
—Vaya —suspiró cuando bajamos
juntos las escaleras— ¿Por qué no vamos a beber algo, no te detendré mucho?
En otra ocasión hubiera chillado
en mi fuero interno “¿Michael Williams me está invitando a salir?” En esta, reí
amargamente y bajé más rápido los últimos escalones dejándolo atrás con su pregunta
idiota.
— ¿Eso es un sí? —alzó la voz,
noté un tono triunfante en ella.
—Es un “Vete al infierno”
—respondí sórdidamente.
Pensaba encontrarme con mi nuevo
“amigo” entre los pasillos rumbo a mi clase de Literatura, pero no lo vi ni él
vino a buscarme, esperaba que no me estuviera evadiendo ú otra vez hubiera
cambiado de opinión respecto a lo que quería, aunque sería bastante lógico
tratándose de él.
Tuve mis siguientes clases como
un día normal, ningún ser extravagante de dudosa procedencia irrumpió en el
colegio al menos no antes de la hora del
almuerzo, tampoco Engel se puso en mi camino en ese lapso de tiempo; mi día se
vio ligeramente arruinado cuando Valerie Jackocbsob me taladró con su mirada
asesina desde la puerta del laboratorio de Biología, pero no era tan tonta como
para abalanzarse sobre mí en público… eso pensaba yo. No lo hizo.
Durante el almuerzo mis amigos y
yo nos sentamos juntos en la mesa como no lo habíamos hecho en varios meses,
pero su presencia se aproximó y esa
burbuja de felicidad y normalidad se rompió cuando paró y nos observó con su
mirada arrogante. Vi a Kat estremecerse ligeramente aunque ella fue la última
en darse cuenta que Engel estaba parado detrás suyo.
— ¿Podemos conversar? —preguntó
sin mirar a los demás. Haciendo como que no estaban allí, o que eran muy poca
cosa para él.
— ¿Sucede algo? —Arqueé la ceja
cuando levanté mi mirada del pudín de chocolate que estaba comiendo.
—Acompáñame. —pidió con voz
mesurada.
—Ahora, estoy ocupada—sonreí con
ironía—Te veré en Química.
Y clavé otra vez mi mirada en la
masa espesa que era el pudín, nunca me había dado cuenta de lo interesante que
era removerlo con la cucharilla.
—Es importante. —insistió.
—Anne ¿Por qué no vas? —saltó Kat
en voz alta, según por la expresión de su rostro, más alta de lo que se había
propuesto.
Lo miré a él y luego a ella.
—Porque seguramente considera
“importante” contarme un chiste sobre… pudines.
Me miró de manera suplicante como
si lo único que deseara era que Engel se marchara.
—Es
sobre ángeles y demonios. —La
voz de Engel resonó profunda en mi cabeza alzándose sobre el murmullo de los
demás pensamientos.
Tragué saliva y me levanté
recogiendo mi bandeja de comida.
—Bien… de acuerdo. Más te vale
que sea importante—actué delante de mis amigos—Los veré más tarde.
Engel se abrió paso entre los
alumnos que concurrían el comedor y se dirigió a la salida, tiré los restos de
mi comida, excepto el pudín y le alcancé. Recorrimos en silencio el camino
hacia el jardín trasero y nos detuvimos en un punto donde se aseguró no hubiera
nadie alrededor.
—Sí, mas te vale que sea
importante—volví a decir.
—En realidad, sólo quería
informarte que entrenaremos esta tarde después de clases, en el bosque, cerca
del río Tai.
—No puedo—murmuré un tanto avergonzada—iré
a la tienda de antigüedades de Juliette esa tarde, necesito…
—No—me cortó tajante, su
semblante se ensombreció—Esta tarde debes estar conmigo.
—No—le contradije negando con la
cabeza, incrédula. — ¿Por qué? Yo soy libre, tú no eres mi dueño. Escucha… no
tengo nada en contra de pasar tiempo contigo, me… agrada; pero es necesario
para mí que hable con Juliette, no nos hemos visto en semanas y…
—Dije que no… algo malo… —Hizo
una mueca como si se esforzara por decir lo que quería, como si le doliera
hacerlo. —Sólo haz lo que te pido…
—No. —puntualicé dejándolo
plantado en medio del jardín.
Estaba furioso, me lanzaba
miradas asesinas desde su lado de la mesa en la clase de Química, sin embargo
no permití que su mal humor me contagiara, seguramente se le pasaría después de
un rato o unos días.
Cuando la última clase llegó a su
fin salí disparada del salón de clases, me encontré con los chicos en la
entrada pero únicamente me despedí de ellos y fui directo a mi auto, tenía
prisa por llegar a Dunkeld.
Caía una ligera llovizna que
amenazaba con arreciar de un momento a otro, busqué las llaves en mi bolso pero
no estaban en el lugar donde siempre las guardaba, busqué dentro de los
bolsillos de mi abrigo y mis jeans sin éxito alguno, miré hacia todos lados como
si fueran a aparecer en cualquier lugar bailando y saludando alegremente; no
podía haberlas perdido. Me planteé la posibilidad de volver dentro cuando Engel
se acercó a mí.
— ¿Sucede algo? —preguntó.
Perfecto, otra vez me dirigía la
palabra con amabilidad.
—Sí… no encuentro mis…
Una sonrisa traviesa cruzó su
rostro iluminándolo de repente.
— ¡Devuélvemelas! —grité, ¿Cómo
no me había dado cuenta? —Engel Lyzander Dimitri Jackocbsob, dame mis llaves o
te juro que…
— ¿Me mataras? —arqueó una ceja,
divertido.
Rodé los ojos.
—Haz lo que quieras, no las
necesito, puedo caminar.
Me puse la capucha del abrigo con
afán de atajar las delicadas gotas de agua que caían del cielo y empecé a
caminar hacia fuera del aparcamiento, hubiera esperado que me siguiera para
seguir insistiendo pero pasé los límites del colegio y él no se acercó. Ese
chico de verdad tenía un talento muy especial para hacerme rabiar… seguí
andando y nunca me alcanzó… ¿De verdad se estaba quedando con mi auto? Quizás
sería mejor que volviera… ¡No! Era justamente lo que él quería.
Aceleré el paso golpeando el
suelo con mis pies y salpicando de agua sucia mis jeans. Decidí tomar un paseo
por los alrededores de Birnam, antes de tomar el autobús a Dunkeld, no quería
estar molesta cuando llegara donde mi tía. Era un día hermoso, a pesar de la
lluvia… en sí, la lluvia lo hacía hermoso, su vegetación verde y frondosa
avivaba sus colores con las gotas de lluvia y el crudo frío de enero le añadía
a este lugar aburrido, un toque ligeramente tétrico pero fascinante
De pronto un trueno perforó el
silencio de la tarde y como si hubiera hecho lo mismo con el cielo, la lluvia
arreció; en un par de minutos estaba completamente mojada de la cabeza a los
pies, seguí caminando tranquilamente… en fin, ya más mojada no podía terminar,
sólo lamentaba un poco mi suerte, Engel seguramente tenía la culpa de que
lloviera de esa manera, quizás tenía los poderes para dominar el clima a su
antojo y se estaba pasando de lo lindo burlándose de mi escondido en algún arbusto.
No… era bastante exagerado incluso si se trataba de él.
Un auto pasó por mi lado
rociándome con el agua que se había acumulado en las charcas, le miré con odio
y deseé ir tras él para abollarle su lujoso metal blanco; pero se detuvo a un
par de metros de distancia y la portezuela se abrió. Una persona con un
paraguas negro salió del interior sonriendo abiertamente en un gesto burlón.
— ¡Annette! Estás mojada.
— ¿Sí? —Pregunté con sarcasmo—Yo
pensé que solo era mi imaginación.
Hizo como si no me hubiera
escuchado.
— ¿Vas caminando a casa? ¿Quieres
que te lleve?
Le miré, la idea era bastante
atractiva y tentadora, estaba muriendo de frío y el camino a Dunkeld era
todavía largo… quizás aprovechar un poco no fuera del todo malo, pensé.
— No, gracias. Tomaré el autobús.
Torció el gesto, ligeramente
disgustado. Se acercó más y con la mano con la que no sostenía el paraguas me
sostuvo del brazo arrastrándome hacia el auto.
—He dicho que te llevaré. —Gruñó
abandonando toda su gentileza.
—No—me negué frenándome en el
camino.
Me zafé de su agarre, le propine
un puñetazo en la cara y comencé a caminar firmemente en dirección contraria.
Escuché sus pies chapotear en el fango, pero antes de que pudiera girarme su
brazo me atrapó por detrás del cuello, proferí un grito ahogado y sentí algo
puntiagudo contra mi espalda. Me quedé rígida como una tabla ¿Qué se hacía en
estos caso?
Eres
una Nephilim, podrías acabar con él de una patada.
Pero yo no era una asesina… había
decidido ser diferente a lo que Gabriel y todos los demás esperaran que fuese,
esta era la clase de errores que estaban esperando que cometiera.
Michael se apegó a mí e inclinó
su cabeza hundiendo sus labios sobre mi cuello, cerré los ojos asqueada, mi
corazón dio un vuelco y los recuerdos volvieron a mi cabeza. Su brazo me fue
soltando y cambió de posición rodeándome por la cintura sin dejar de besarme de
esa forma obscena y asquerosa.
—Sube al auto y nadie saldrá
lastimado… Nephilim. —susurró en mi oído con voz áspera.
Contuve el aliento ¿Cómo Michael
podía saber algo así? ¿Se lo contaría a alguien más? Levanté mi mano cerrándola
en su muñeca y lo lancé al suelo, pero el chico se paró rápidamente y se
abalanzó sobre mí profiriendo un gruñido gutural que salía de su garganta.
Ambos caímos al suelo. Me di cuenta que ese no era el mismo Michael que yo
odiaba y solía conocer como el tipo más imbécil de la escuela, él era algo más,
sus ojos ya no eran los ojos azules que con una mirada enamoraban a muchas
chicas, ahora eran solo un par de esferas negras y brillantes. Su piel estaba
más pálida que de costumbre, y cuando abrió la boca vi su dentadura formada por
delgadas astillas afiladas de donde salía una viscosa y repugnante sustancia
oscura.
Intenté quitármelo de encima pero
era más fuerte que yo, y apenas lograba mantener su cuchillo alejado de mi
cara.
—Oye, bestia, métete con uno de
tu tamaño. —Resonó una voz grave en algún lugar, por encima del canto de la
lluvia.
Michael dejó de moverse encima de
mí, distraído por quien sea que hubiera llegado, a quien podría deberle la
vida. Empujé al monstruo lo más fuerte que pude y salió despedido lejos.
Escuché el golpe sordo cuando cayó; me arrastré en el lodoso suelo hacia atrás,
hasta que estuve segura de que no caería si me ponía de pie, me incorporé y pasé mis ojos de la figura que se movía
espasmódicamente en el suelo y era Michael; mi “héroe”, un personaje alto de
hombros anchos estaba hincado a su lado susurrando con rapidez versos en otro
idioma que no conocía.
El cuerpo de Michael dejó de
moverse y temí lo peor.
— ¿Quién eres? —Alcé la voz a la
defensiva, dirigiéndome al hombre.
Se puso de pie y se dio la
vuelta, pude ver apenas su rostro escondido en la capucha de su chaqueta; no
era un hombre maduro, era un muchacho joven, su apariencia no superaba la de
los veinticinco años, sus cabellos no estaba segura si eran negros, castaños o
rubios, goteaban largos en su frente, sus ojos castaños me miraban con bastante
curiosidad para mi gusto, como si intentara reconocerme de algún lado; de
pronto unos hoyuelos aparecieron en sus mejillas cuando sonrió.
no lo puedo creer, ya esta capi!! ahora mismo lo leo, seguro esta buenisimo como los otros......SUPER!!!!
Esta re bueno!!!.quiero leer mas sobre Michael
Como siempre exelente, espero que ese chico ponga celoso a Engel xd
Me encanto! está increible! de verdad que me ha cautivado tu historia :) espero que sigas escribiendo asi como lo haces ahorita! y sube pronto el capitulo 16 x3 me dejaste con las ganas :D pasa por mi blog :) sueosdeverdad.blogspot.com y dime si crees que mi historia es buena
yo estoy haciendo una historia sobre un demonio mitad mujer que era hija de astaroth pero justo cuando nacio abandono el infierno con sus alitas y se fue con su mama (su mama era de origen egipcio)por que no queria ser como los otros demonios ella amaba a Dios como a un padre aunque ello no hizo nada malo ante el se arrepintio de ser hija del demonio Dios la perdono pero dijo que tiene que superar pruebas y para ayudarla envio a un angel llamado apolion un angel del abismo que no es bueno ni malo pero que al final de la historia se enamora de ella y se besan. aca les muestro una foto del personaje de esa demonio mitad mujer file:///C:/Documents%20and%20Settings/Administrador/Escritorio/emerenciana.bmp
cuando digo astaroth me refiero a este demonio http://es.wikipedia.org/wiki/Astaroth
Oh dios =O!!!
cada dia me sorprendes mas!!es genial lo q escribes...qen es el nuevo chico??esto se esta poniendo mas interesante de lo q pense, aver si asi de un vez se da cuenta Engel de lo q siente por Anne
por favor no tardes en subir el 16!!
Amazing...
Aaaaaaahh :o Ya quiero saber mas.. MAS!! por favor no te tardes en subir otro capi... PORFAAAA!! Eres una excelente escritora! Te felicitoo!
Mecaa!!! cómo no encontré este blog anteees >.< Jajaja, que sepas que me voy a leer todos los capitulos desde el principio, que ya leyendo éste tiene muy buena pinta. Un beso y ya tienes una seguidora más.
Pásate x el mio y sigueme si te gusta :) es una historia sobre vampiros
http://ese-dia-dejare-de-latir.blogspot.com/ BESOS!!
por favor publica el capitulo 16 ya!!
estamos impacientes!!
q broma es esta??subiste el capitulo hace dos meses, como dejas a tus fans asi?? 16 ya!!!!!!!!!!!
Lee atentamente esta oración y haz lo que te dice sin ignorar los pasos que te pide seguir, porque si no solo obtendrás los resultados contrarios de lo que pidas . Piensa en la persona con la que quieres estar y di su nombre para ti 3 veces. Piensa en lo que quieres que ocurra con esta persona en la siguiente semana y repítelo para ti 6 veces. Ahora piensa en lo que quieres con esa persona y dilo una vez. y ahora di.. Rayo de luz yo te invoco para que desentierres a -nombre de la persona- de donde este o con quien este y le hagas llamarme hoy mismo enamorado y arrepentido. Desentierra todo lo que esta impidiendo que -su nombre- venga a mi -nuestro nombre-. Aparta a todos los que contribuyan a que nos apartemos y que el no piense mas en otras mujeres que solo piense en mi -nuestro nombre- Que el me llame y me ame. gracias, gracias por tu misterioso poder que siempre cumple con lo que se le pide.
Lee atentamente esta oración y haz lo que te dice sin ignorar los pasos que te pide seguir, porque si no solo obtendrás los resultados contrarios de lo que pidas . Piensa en la persona con la que quieres estar y di su nombre para ti 3 veces. Piensa en lo que quieres que ocurra con esta persona en la siguiente semana y repítelo para ti 6 veces. Ahora piensa en lo que quieres con esa persona y dilo una vez. y ahora di.. Rayo de luz yo te invoco para que desentierres a -nombre de la persona- de donde este o con quien este y le hagas llamarme hoy mismo enamorado y arrepentido. Desentierra todo lo que esta impidiendo que -su nombre- venga a mi -nuestro nombre-. Aparta a todos los que contribuyan a que nos apartemos y que el no piense mas en otras mujeres que solo piense en mi -nuestro nombre- Que el me llame y me ame. gracias, gracias por tu misterioso poder que siempre cumple con lo que se le pide.
Lee atentamente esta oración y haz lo que te dice sin ignorar los pasos que te pide seguir, porque si no solo obtendrás los resultados contrarios de lo que pidas . Piensa en la persona con la que quieres estar y di su nombre para ti 3 veces. Piensa en lo que quieres que ocurra con esta persona en la siguiente semana y repítelo para ti 6 veces. Ahora piensa en lo que quieres con esa persona y dilo una vez. y ahora di.. Rayo de luz yo te invoco para que desentierres a -nombre de la persona- de donde este o con quien este y le hagas llamarme hoy mismo enamorado y arrepentido. Desentierra todo lo que esta impidiendo que -su nombre- venga a mi -nuestro nombre-. Aparta a todos los que contribuyan a que nos apartemos y que el no piense mas en otras mujeres que solo piense en mi -nuestro nombre- Que el me llame y me ame. gracias, gracias por tu misterioso poder que siempre cumple con lo que se le pide.