Abrí los ojos aturdida, preguntándome donde estaba y que había ocurrido durante las últimas horas que no lograba recordar. Unas largas cortinas de terciopelo rojo oscuro cubrían la pared de enfrente, desde el techo hasta el suelo… era un gran ventanal. Vagamente la sobria pero elegante habitación vino de recuerdos viejos; había estado antes un par de veces; algo extraño revoloteó en mi estómago al recordar con claridad la última vez. Sin embargo, los recuerdos se desvanecieron cuando sentí la calidez que emanaba un cuerpo a mi lado. Me quedé quieta y tragué saliva sintiendo que la sangre huía de mi rostro, un escalofrío recorrió mi columna vertebral y giré lentamente la cabeza despacio para confirmar lo que ya sospechaba.
Había un chico desnudo a mi lado… no cualquier chico: Engel Jackocbsob.
Una mezcla de horror y satisfacción vibró dentro de mi pecho mientras lo veía dormitar tranquilamente, boca abajo, rodeando la almohada con sus brazos en un acto irresistiblemente tierno,  la almohada adoptaba la función de un suave muñeco de felpa. Verle dormir me resultó agradable, con el negro cabello desparramándose en todas direcciones y su espalda firme ascendiendo y descendiendo por una respiración relajada. Mis labios se curvaron hacia un lado esbozando una sonrisa, la tentación me planteaba inclinarme sobre él para besar los músculos firmes de su espalda y redibujar imaginariamente con mis dedos las líneas negras que iban desde sus hombros hasta la parte mas baja, trazar a besos sus alas ocultas.
Me sorprendí a mi misma inclinada ligeramente en su dirección con una mano suspendida en el aire a pocos centímetros de esa especie de tatuaje oscuro que le marcaba. Sacudí la cabeza. ¿Cómo podía estar pensando en eso? Me dejé caer hacia atrás y miré el techo una vez más, quería en lo más profundo de mí ser despertar y hallarme en la habitación de Perth antes que admitir que había actuado de forma deliberadamente estúpida.
La cabeza me daba vueltas, el cerebro me palpitaba dentro del cráneo con una constancia irregular, cualquier ruido que hubiera allá fuera me gritaba, pero no estaba escuchándolos era más bien como si los sintiera rozar mi piel y penetrar por mis poros, muy extraño y perturbador; yo misma me sentía completamente extraña y frenética.
Entré en el cuarto de baño, sin mirarme al espejo porque me invadía el miedo de encontrar una imagen despreciable, sensación similar a la vanidad. Me eché agua fría en la cara, probablemente había bebido demasiado, aunque no podía asegurarlo pues desconocía los efectos del alcohol en exceso, pero no se me ocurría otra idea más razonable; no  recordaba siquiera como exactamente había terminado con el delicado conjunto de ropa interior de encaje y seda roja, ó como el vestido que había usado estaba regado en partes por toda la alfombra. Perfecto, debí haber estado completamente ebria. Nunca imaginé  que mi primera vez sería de esa manera tan deprimente, con muchas copas de más, seducida por un imbécil al que un panqué le importaba más que yo.  Ó quizás ese demonio que dormitaba como un ángel sobre la cama adoselada me había poseído para hacerme suya… me sentí repentinamente asqueada y sucia. Pero era Engel Jackocbsob, pensé intentando consolarme en vano, muchas hubieran matado por estar en mi lugar… pero no yo, refuté en mi fuero interno, con rabia.
Me dejé caer en un pequeño sofá, suspiré hondo y puse los pies también sobre asiento para hundir mi cabeza entre mis rodillas. Si tan solo la cabeza dejara de dolerme un poco probablemente podría rescatar algún momento placentero y no sentirme tan perdida o avergonzada de mi misma. Estaba avergonzada, sí, pero estaba mas molesta.
— ¿Estás bien? —interrumpió de pronto mi crisis existencial.
—No—fui tajante.
Le escuché chasquear la lengua.
—Eres más divertida cuando sacas tu verdadero yo, Nephilim.
Apreté los dientes y levanté la cabeza.
Abrí ligeramente la boca en forma de “o”, pero traté de recuperar la compostura inmediatamente y parecer lo suficientemente enojada. Estaba acostado en la cama cuan dios, sobre un costado, el brazo levantado hundiendo el codo sobre el colchón, girando su cabeza en mi dirección sosteniéndola sobre su mano, tan despreocupado y sonriente, su sonrisa reflejaba la satisfacción en sí mismo. Le devolví una mirada furibunda.
— ¿Lo hicimos? —exigí saber aunque ya conocía la respuesta.
—Y eres más salvaje de lo que imaginé—me guiñó un ojo con gesto pícaro.
— ¿Qué me diste? —aún no perdía la calma.
— ¿Además de una deliciosa cena, una fruta y una copa de whiskey? Nada.
—No te creo.
—Estoy diciendo la verdad. —Su expresión se volvió creíblemente inocente—Tú hiciste el resto. Me quitaste la botella de whiskey y te la bebiste casi toda, después hurgaste en mi cantina, hurtando vodka y tequila.
—Eso no es cierto. —Vacilé.
No estaba segura de que él estuviera mintiendo.
—No miento. —Aseguró indignado— Eres una maldita alcohólica. Bendita seas porque si no…
Seguía burlándose de mí, él siempre disfrutaba haciéndolo sin importar la situación, en realidad Engel Jackocbsob era de esa clase de ser que se regocijaba cómodamente en desgracia de los demás y degustaba esos momentos como su exquisito chocolate.
Acto seguido algo la ira me impulsó y salté sobre la cama encima de él con los puños cerrados, un monstruo rabioso despertó dentro de mí, lo sentí rugir como un león, su cólera recorrer mis venas y vibrar la furia en mi corazón.
— ¡Deja de jugar conmigo! —exclamé a modo de advertencia.
—Si no ¿qué? —me retó, su sonrisa era amplia y desdeñosa.
Le planté la palma de la mano en la mejilla volteándole la cara hacia un lado. Su sonrisa desapareció ipso facto. Jadeé como si hubiera corrido kilómetros sin detenerme, los latidos de mi corazón me goleaban en la garganta y los oídos. Había usado mas fuerza de la que me había propuesto, lo supe cuando su piel blanca se tiñó ligeramente de, pero le resté importancia, porque ambos sabíamos que se lo tenía bien merecido.
—Si no… lo lamentarás, lo juro.
Hizo un extraño sonido sin abrir la boca, su expresión seria se volvió la de alguien que intenta contener la risa con mucho esfuerzo, pero finalmente profirió una carcajada. Sus manos se cerraron alrededor de mis brazos y me lanzó hacia un lado, quedé nuevamente recostada boca arriba. Pensé que se lanzaría sobre mi pecho, pero simplemente se puso de pie y empezó a ponerse los pantalones. No estaba molesto, no más que yo; tampoco estaba feliz.
—Eres muy voluble… —se quejó con voz fría.
Me hinqué sobre  la cama rápidamente antes de que se le ocurriera hacer cualquier cosa para hacerme rabiar.
— ¿Y que esperabas? —Exclamé iracunda— ¿Qué saltara de felicidad por haber hecho contigo algo que no quería hacer sin que me diera cuenta de ello? ¿Qué te felicite por… abusar de mí? Podría demandarte ¿Sabes?
Escuché lo que pudo ser una especie de amarga risilla; busqué su mirada pero él buscaba el resto de su ropa.
—No puedes, ni siquiera hay pruebas. —se dirigió a un grupo de puertas en la pared lateral y sacó de allí una camisa para ponérsela; noté en cada uno de sus movimientos es hastío—Ya basta, no seas ridícula. Empiezas a molestarme.
Su disgusto fue más evidente en cada sílaba pronunciada. Pero no era el único que se sentía así, era tan egoísta, como siempre, en su mundo solo existía él.
Y yo, había estado y estaba con él porque quería, porque después de todo no me podía resistir y cuando estaba tan cerca de lograrlo, volvía a flaquear doblegando los sentimientos duros, renaciendo aquellos que parecían haber muerto, pero que únicamente habían dormitado esperando una leve oportunidad, como dinamita la pólvora esperando una chispa para estallar.
—Maldito pedófilo—gruñí a regañadientes conteniendo unas vergonzosas lágrimas—…soy ciento cincuenta años menor que tu.
—Eso no parecía ser un problema anoche.
La sangre se arremolinó en mi rostro, especialmente en mis mejillas.
— No importa ya—suspiré hondo—espero que lo hayas pasado bien, será la última vez.
Mi comentario le afectó tanto como si hubiera mencionado una estupidez sobre la paz mundial.
Sin embargo, estaba tan exhausta para continuar con una discusión sin sentido; el dolor de cabeza no se iba y no sólo esa parte de mi cuerpo estaba adolorida, me sentía como si un auto hubiera pasado sobre mí varias veces y como si hubiera estado en una montaña rusa después de comer, cada una de mis extremidades temblaba ligeramente y de pronto la habitación ardía como el interior de un horno.
Mientras él me dio la espalda me tomé la libertad de disponer de la pieza como mía, me tiré de nuevo, y, recostada sobre el costado hundí mi mejilla derecha en la sábana, estaba fría y se sentía bien. Me hice ovillo en el mismo lugar, tenía nauseas y de pronto creí haber caído en un profundo pozo oscuro dando vueltas vertiginosas sin parar. Parpadeé y en ese abrir y cerrar de ojos la habitación de Engel ya no estaba.
Había sido sustituida por un corredor, lo reconocí inmediatamente a pesar de que había pasado mucho tiempo. ¿Cómo? No importaba. Estaba en casa.
Giré sobre mis talones y caminé apresuradamente hasta llegar a las escaleras, las bajé de dos en dos, armando un revuelo en el camino, más no importaba porque ahí no tenía que esconderme, quería hacerle saber a Juliette que estaba de regreso, quería gritar de entusiasmo pero la emoción se ahogaba en mi garganta impidiéndome emitir sonido alguno. Mi corazón ya no estaba alterado, ahora latía muy excitado, henchido de una felicidad que no recordaba que podía existir; todo por la repentina brisa de libertad.
La luz matinal se colaba por la ventana del vestíbulo atravesando la delgada tela de las cortinas. Juliette debía estar en casa, tenía que, aún flotaba en el aire el aroma del típico desayuno y el café recién salido.
—Tía, estoy aquí—dije cuando encontré mi voz.
Irrumpí en la cocina como intruso sinvergüenza.
La mujer que era mi tía y que lucía más hermosa que nunca le daba la espalda al horroroso gatito y su tic-tac. Escuchó mi voz y se volvió cuando entré, desvió la mirada de lo que sea que había estado observando segundos antes, despegó la taza de sus labios y la apartó hasta dejarla parsimoniosamente en la mesa.
Nadie dijo nada. El silencio se mantuvo como una barrera, separándonos, mas que la distancia entre el umbral de la puerta y el comedor.
Me pregunté si se alegraba de verme, probablemente me dije, pero estaba tan conmocionada como yo en un principio.
Repentinamente sus labios delgados se curvaron hacia arriba, fue extraño no ver esas arrugas en su rostro cuando sonreía pero no era importante. La imité después de soltar el aire que había estado conteniendo. 
—Anne… querida.
Me acerqué un paso más, titubeando; los latidos de mi corazón tomaron un ritmo diferente y un curioso presentimiento me hizo sentir delante de una extraña, una voz en mi cabeza gritaba en señal de alarma.
No dije nada.
Juliette se levantó y se paró frente a mí.
—Eres como te imaginé. —Su sonrisa se volvió más amplia, aunque parecía altiva—Quiero que sepas que aunque has hecho de tu vida una inmundicia aburrida, ahora estoy orgullosa de ti y creo que has hecho lo correcto.
Mi repentina felicidad se esfumó como una débil voluta de humo en el aire denso y sofocante. Nada era real, todo era un sueño y yo jamás abandoné la habitación de Engel de una manera inexplicable como había supuesto desde el principio.
Le devolví a Juliette una mirada llena de interrogantes, ahora que sabía la verdad quería llegar al punto clave de esa pesadilla para simplemente despertar a la realidad.
—Pero para que yo esté completamente satisfecha—siguió diciendo— debes cumplir con el destino por el cual fuiste engendrada…
—Juliette… ¿Por qué me dices estas cosas? —pregunté con un hilo de voz.
Levantó un dedo índice.
—Jeannette—me corrigió.
Sofoqué un grito llevándome la mano a la boca.
—No—refuté con firmeza.
Parpadeé atónita y la cocina se desvaneció volviéndose nuevamente la habitación sombría de tapiz y cortinas rojas como la sangre seca. Me incorporé respirando agitadamente,  miré en todas direcciones y vi a Engel observándome con verdadera curiosidad desde el armario.
— ¿Ahora qué demonios sucede? —inquirió con profundidad pero no le vi mover los labios.
— ¿Di-Dijiste al-algo? —pregunté no muy segura.
—Hum, no—arqueó ambas cejas. — ¿Me escuchaste decir algo?
—Si… —farfullé—No… No se, eso creo.
Por alguna razón no quería contarle a Engel lo que acababa de ver aunque se tratara de una simple pesadilla, un sueño que no podía hacer daño a nadie; mucho menos quería decirle que después lo había escuchado hablar cuando no había dicho nada. Terminaría burlándose de mí otra vez, para variar.
—No me siento bien… —mascullé.
Todo me daba vueltas.
—Efectos secundarios, no se como explicártelo… estás como en una especie de transición. —Hundí la cara en mis manos, su voz me resultaba molesta aunque su sonido era agradable, más que cualquier otra vez que la había escuchado. —Dejando de ser humana mortal.  No es algo que ocurre de la noche a la mañana, o como si explotara una bomba de jabón y listo. No se exactamente como sucede, pero acabo de notar que no es precisamente lo más entretenido de ver. Me voy.
Omití la mayoría de sus palabras.

— ¿A dónde? — Inquirí cansinamente— ¿Cuándo me llevarás de regreso a la prisión de Perthshire? —continué, sólo quería recostarme sobre la cama y cerrar los ojos para no enterarme de nada más.
—Puedes ducharte en mi baño si lo deseas—señaló con su pulgar hacia una de las  puertas en su habitación. —Usa esto… te verás sexy.
Dejó una camisa negra sobre la cama.
— Eso no responde mi pregunta. —dije irritada.
Rodó los ojos.
—Significa que no volveremos allí—sentenció seriamente—Sophie se enojará mucho con ambos por nuestras travesuras, y ella no es precisamente un lindo angelito cuando está molesta. Iré por tus cosas.
— ¿Te estás escondiendo de tu hermanita? —reí a mi pesar.
—No—manifestó fulminándome con la mirada—Prefiero que nos quedemos aquí, hay más espacio.
—No pienso quedarme en el nido de demonios. ¿Qué harás cuando regresen? ¿Ocultarme como a un perro callejero?
Sonrió con malicia.
—Quizás. Pero no cualquier perro callejero. Mi perro callejero.
Abrí la boca para protestar, pero de repente ya no estaba, había desparecido sin dejar rastro.
Le maldije en silencio consciente de que era inútil hacerlo. Maldecirlo, insultarlo, pensar los peores castigos o imaginar las muertes más sanguinarias no cambiaba mi realidad, no regresaba el tiempo ni hacía que Engel pensara de manera diferente y sus ideologías fueran otras.
Pasados unos minutos de que se había marchado sopesé seriamente la posibilidad de acurrucarme entre las sábanas y echarme a dormir, aunque no tenía constancia de la hora, sentía como si fuera muy temprano, las cortinas oscuras sumían la habitación en una noche eterna, era difícil adivinar si afuera el sol resplandecía en lo alto del cielo, si apenas se asomaba despertando a una mañana brillante, o si las nubes blancas eran lo que cubría por completo el cielo, quizás unos nubarrones pesados y gris oscuro eran los dueños del paisaje y una ligera llovizna caía sobre la mansión y sus alrededores.
Miré con anhelo el colchón de la cama, era muy cómoda, apta para hacer sentir la pereza y no mortificarse por nada más. No obstante, un pensamiento fugaz y ligeramente aterrador me detuvo. Temía que al cerrar los ojos y dejarme vulnerable al mundo de los sueños, éste reclamara mi conciencia nuevamente, para llevarme a uno de sus mundos engañosos, para mostrarme las cosas que no quería ver. Habían pasado semanas desde que eso ya no me preocupaba en absoluto, desde que lo había aceptado como algo cotidiano, pero cuando las pesadillas dejaron de irrumpir mis noches de descanso fue más sencillo acostumbrarse a la paz, fue fácil y simple. Me pregunté si Engel volvía a jugar dentro de mi cabeza, ó si eran cosas de Nephilim.
Nunca obtenía las respuestas a mis preguntas y cuando conseguía algo de información, otras miles más se apostillaban en la punta de mi lengua, una historia sin un final o un suceso tediosamente repetitivo. Aún no entendía nada, ni sabía si la fruta había tenido los efectos esperados, razonándolo bien  era bastante imposible que una frutita bonita hiciera milagros y me volviera “poderosa”, sonaba absurdo y bastante tonto. Además de cansada y magullada me sentía completamente normal. Tan Anne como siempre. No alas, no manos que lanzaban fuego y rayos míticos, tampoco podía manipular el espacio-tiempo, leer mentes, hacer esas cosas grandiosas que sabía todos ellos podían hacer. Aunque Engel había dicho algo de transición y dejar de ser mortal.
Algo revoloteó en mi estómago, y las comisuras de mis labios se contrajeron hacia atrás para sonreír de manera inconsciente; el revoloteo se extendió por el resto de mi cuerpo como descargas eléctricas en forma de excitación contenida. Y, supe que ser Nephilim me agradaba mucho más de lo que yo misma podía creer y comprender.
Me puse la camisa negra que había dejado para mí. Las mangas estaban largas pero era más abrigador que andar por allí vagando en baby doll aunque apenas era poco más larga, estaba bien por ahora hasta él regresara con mis cosas.
Me quedé sentada como niña buena en el sofá por más o menos media hora, me aburría de ver lo mismo todo el tiempo, ya había analizado los detallitos dorados del papel tapiz, observado al menos cien veces la habitación entera y la había memorizado, pensé encender el televisor y buscar algo interesante mientras esperaba, pero no se me antojaba mucho, tampoco la idea de los videojuegos me atraía, jugar videojuegos con alguien que no era Travis me hacía sentir que traicionaba nuestra amistad, aunque quizás él ya la había traicionado antes, fue extraño no sentir caer de golpe el vacío dentro de mi, fue más bien enojo y rencor lo que sentí cuando la palabra con “T” cruzó mis pensamientos.
Finalmente me levanté y me dirigí a la puerta que llevaba a la habitación contigua, me picaba la curiosidad ver las cosas que Engel Jackocbsob guardaba celosamente en ese lugar, la primera vez que estuve allí no tuve la oportunidad de ver más que la fotografía de Sophie y en aquellos momentos había estado tan aturdida para prestar atención en algo más, tomando en cuenta también que no sabía que ese tipo malhumorado y misterioso era en realidad el cruce de un ángel con un demonio y sus preferencias estaban más cercanas al ocultismo, lo oscuro y lo satánico. Quizás lograra averiguar algo más de él, porque sabía relativamente poco sobre Engel, sabía únicamente lo que me había contado y las situaciones confusas que había vivido a su lado, lo primero podría estar recreado a base de mentiras, lo segundo no era tan extraordinario. Podría descubrir lo que Sophie temía sobre su diabólico hermano… y probablemente si indagaba más dentro de la mansión podría descubrir otras cosas, aunque no me servía de mucho, la única que me creería y para quien la información fuese de utilidad sería Sophie, quien quizás no quisiera volver a dirigirme la palabra después de haber aceptado la tentadora oferta de Engel.
Aún así, giré el pomo de la puerta, y una vez mi mano estuvo sobre él y mi corazón latía más rápido y excitado que nunca. Quería ver dentro de los cajones de su escritorio, hojear sus libros antiguos y leer cada hoja que estuviera escrita con su afilada caligrafía. Pero nada sucedió. Lo giré otra vez pero parecía negado a ceder, la puerta estaba cerrada con llave, su dueño había tomado precauciones antes de irse, seguramente ya había anticipado mi curiosidad o dentro escondía algo tan importante que no podía darse el lujo de ser descuidado y dejar la puerta abierta sin protección.
Suspiré y apoyé la frente contra la madera.
—Yo no meto mi nariz en tu habitación. —su aliento cálido pero estremecedor atravesó mi oído junto con su voz ligeramente amenazante. —Es de muy mal gusto espiar a las personas.
Me sobresalté y me alejé de él lo más que la pared permitió. Miré su expresión sombría, no parecía nada divertido ni contento.
—Me aburría—excusé tratando de calmarme. —Pensé que podría encontrar algo entretenido que leer en tu biblioteca.
—No hay nada que te puedas entretener ahí dentro. —Sonó a la defensiva.
—Supongo—me encogí de hombros—Tu habitación es más aburrida que la de un abuelo.
Solo falta el gato, pensé.
—El gato está jugando en el jardín. —Dijo. Su mirada de un gris oscuro me penetró como si fuera capaz de ver a través de mi, y nuevamente me sentí ultrajada—Puedo escuchar tus pensamientos si no los cuidas, si los gritas tan descaradamente… ¿Crees que escribo en un diario mis planes? Oh si, imagina esto… “Querido diario: Estaba completamente furioso cuando la descubrí merodeando en mis aposentos; aunque se veía tan sensual dentro de mi camisa favorita, eso no disminuyó que su atrevimiento me molestara de tal manera que me acerqué a ella, la miré a los ojos y en un abrir y cerrar de ojos… la maté. Terminé con su vida. Por supuesto, no me sentí completamente satisfecho hasta que atravesé su pecho y encontré su corazón, el cual latía aún,  más sin embargo débil, su sangre chorreando y deslizándose maravillosamente feroz por mi antebrazo seguía todavía cálida cuando di el primer mordisco. Eso le sucede a aquellos que quieren saber más de lo que deberían. No puedo esperar para ir mañana a Dunkeld y divertirme con su querido mejor amigo y su solterona tía, que correrán su misma suerte, simplemente por el atrevimiento de la Nephilim. Engel Jackocbsob”.
Me quedé sin aliento. Había dejado de respirar. Escucharlo hablar de esa manera era escalofriante, no lo eran precisamente sus palabras, lo era su tono ferviente de voz, el brillo deseoso en su mirada que se teñía con cada susurro de rojo sanguíneo, su sonrisa amplia mostrando su dentadura blanca y afilada. Se había ido acercando a mí, hasta que sus brazos formaron una cárcel contra la pared impidiéndome escapar.
— ¿Eso quieres, dulzura? —acarició mi mejilla con la punta de un dedo.
Negué con la cabeza. ¿Por qué me daba tanto miedo?
—Entendí el mensaje. —mascullé apenas audible.
—Me molesta tanto. Ya me cansé—dijo con ira contenida—de que cada vez que me doy la vuelta intentes actuar contra mí. Te he dado tantas oportunidades Annette Crawforth y tú todavía crees que estamos jugando al gato y al ratón, todavía piensas que puedes engañarme. ¡Esto no es un juego!
Golpeó la pared con su puño cerrado, el sonido fuerte tan cerca de mí me hizo saltar otra vez.
—Estás en mi terreno—continuó siseando— tus pensamientos, tu misma eres mía, soy superior a ti en todos los sentidos. ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir para que lo comprendas? ¿No te bastan todas las preferencias que he tenido contigo? ¿Es necesario que te encierre en una celda? Ó ¿Es la muerte lo que buscas realmente?
Negué precipitadamente con la cabeza a todo.
—Cálmate… por favor—le pedí—Yo… yo…
No tenía una excusa.
—Engel, no es para tanto… no hice nada.
— ¡Pero pensabas hacerlo! —Golpeó de nuevo la pared.
Me lanzó una mirada llena de odio, de resentimiento y de ira. Separó sus brazos, pensé alejarme y salir de su alcance pero no fui capaz de moverme ni un centímetro; contuve el aire en mis pulmones sin quitarle la vista de encima.
Se alejó un paso y luego otro más, apretó el puente de su nariz mientras respiraba hondo varias veces, estaba tratando de calmarse y se lo agradecía profundamente. Abrí la boca para decir algo, pero la volví a cerrar cuando no encontré palabras adecuadas. Giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta con pisadas firmes y fuertes, cerró de un portazo al salir, un portazo que pudo haber sellado la puerta para siempre; lo comprobaría más tarde.
Mientras, yo estaba ahí parada como una tonta intrusa.
Eché un vistazo alrededor como si no hubiera visto suficiente durante el tiempo que él había estado fuera, como si temiera que algún detalle importante de la habitación hubiera escapado a mi mirada inquisitoria. Descubrí entonces sobre la cama una pequeña maleta cuadrada color roja, me acerqué allí con cautela y la abrí con las manos temblorosas, era demasiado pronto para haberme calmado, las manos me temblaban tanto que tomé las primeras prendas que encontré y me metí en la habitación que estaba a lado de la “prohibida”. Era el cuarto de baño, por supuesto. Adoré el estilo clásico que decoraba ese lugar, era amplio y parecía un spa ambientado a la antigua, estar allí era relajante, escuchaba reborbotear agua en una fuente que se encontraba por allí, como el sonido más ligero y sumido de una cascada. La tina de baño era amplia de mármol oscuro, en realidad era un jacuzzi donde podían caber perfectamente tres personas. Engel tenía gustos demasiado excéntricos y grandes aires de nobleza.
Opté por una ducha rápida en la regadera al otro lado de la habitación, aunque era más simple tenía ese estilo romántico y elegante.
Terminé la ducha rápidamente aunque no tenía nada que hacer después. Luego de vestirme recogí mi cabello en una cola alta y me calcé las zapatillas.
Cuando salí del cuarto de baño escuché un maullido y mis ojos se encontraron con la pequeña intrusa perdida de mi habitación.
Sonreí y me acerqué a ella.
—Hey, cuanto tiempo ha pasado, pequeña. —saludé.
Me agaché para acariciar su hermoso pelaje blanco como la nieve. La gatita ronroneó con gusto.
— ¿Dónde está tu amo? ¿Ya se le ha pasado el berrinche?
Ella maulló como si comprendiera lo que yo decía. Se puso de pie en sus cuatro patas y giró hacia la puerta, quería salir. Entonces me pregunté ¿cómo había entrado? Aunque logré recordar que aún era un misterio como había salido de mi casa aquella noche.
Decidí no darle importancia y abrir la puerta, maulló nuevamente y empezó a andar. Titubeé antes de salir para seguirla. Bueno, era la gata, era su mascota a la que le contaba cuentos antes de dormir, era como su hija favorita… no descargaría más ira, supuse. Seguí a la gatita por los corredores, la casa era como un laberinto, también era escalofriante, los Jackocbsob tenían un sentido sanguinario de lo que era arte.
Empezaba a creer que la gata estaba jugando conmigo y me llevaba en círculos por la laberíntica mansión cuando el olor a comida fue percibido por mis fosas nasales y entramos en lo que era la cocina… una cocina bastante grande como para preparar grandes cantidades de comida. Y en una mesa en el centro, sentado sobre un banco alto comiendo cereales estaba Engel. Dejó la cuchara sobre el cuenco cuando me escuchó entrar, alzó la mirada, ya no era el demonio quien me veía, era sólo Engel, parecía haberse calmado.
— No quise interrumpir. —Musité —La gata, ella me trajo.
Sonaba tan estúpida, pero no tuve nada mejor que decir.
—Eris—me corrigió—se llama Eris.
Sonreí cortésmente y me acerqué con cautela. Ocupé el banquillo que estaba frente a él.
— ¿Quieres algo de comer? Sólo hay crepas… llegaste tarde. Puedes disponer de la cocina si no te agrada. El cereal es mío.
Me sonrojé. ¿Cómo le dices “no se cocinar” a un chico que padece gula y es capaz de preparar cualquier platillo?
—Crepas está bien.
Tomé un par de crepas y empecé a comer.
—Empezaremos el entrenamiento cuando termines.
— ¿Perdón?
Casi me atraganté con un trozo de fruta.
—Entrenamiento, por eso estás aquí ¿Creías que estábamos de vacaciones?
Bufé, al parecer su “delicado humor” había regresado.
—Es una posibilidad, son vacaciones de invierno.
—Nosotros no, mientras Gabriel esté allá afuera cazando híbridos y siendo nosotros un par muy peculiar, no pienses en vacaciones.
Hice una mueca.
—Así es nuestro mundo. Nunca te aburres. —me informó despreocupado.
—Extrañaré mi vida humana. —Reí entre dientes, resultaba en cierta forma, gracioso. —Yo era tan simple y mírame sentada aquí contigo, un par de… adefesios monstruosos, comiendo crepas y hablando de un arcángel psicópata.
Me lanzó una mirada extraña, penetrante y seria antes de ponerse de pie viniendo hacia mí.
Se acercó lo suficiente y tomó mi rostro entre sus manos, levantándolo para que le viera directamente al mismo tiempo que me taladraba con la profundidad de sus ojos grises, estaba serio, pero su seriedad no era por estar molesto o a punto de estallar, se trataba de una seriedad cordial que incitaba confianza. De pronto era otra vez un ángel.
—Será más fácil si dejas de pensar en ello todo el tiempo. No somos ni buenos ni malos, sólo somos algo más.
Me soltó y lo mismo hice con el aire contenido en mis pulmones. Su contacto me erizó la piel como nunca, frío glacial recorrió mi columna, de alguna manera creí sentir si poder rozando mi piel infiltrándose en cada uno de mis poros. Tuve que tranquilizarme antes de empezar a chillar como una niñita asustada.
—Para ti es sencillo decirlo—susurré con un hilo de voz— creciste sabiendo…
—Creyendo que era un ángel—me interrumpió de golpe—fue hasta que los demonios me encontraron que supe la verdad.
— ¿Qué sentiste? —mi curiosidad fue evidente en cada sílaba que pronuncié.
Ladeó la cabeza hacían la izquierda y torció el gesto, pensativo, sus ojos se perdieron en un ligar infinito muy lejos de allí, aventuré que quizás en otro tiempo atrás.
—Me sentí conmocionado al principio; pero te acostumbras a ti mismo, hasta que termina gustándote. —Me miró—No soporto a las personas que se pasan su existencia negándose a sí mismos, pierden su tiempo y su vida lloriqueando por su suerte miserable.
—Eres muy insensible…
—No, soy realista. Piensa en las cosas buenas que tuviste y que tienes, tu infancia fue agradable, fuiste una niña normal, tienes amigos, vas al colegio, haces las cosas que cualquier chica humana de tu edad haría. Tus padres no eran lo que tu creíste, de acuerdo, pero no es el fin del mundo; luego te conviertes en Nephilim y una horda de ángeles obsesivos y demonios ambiciosos desean tu alma, bueno, siempre hay quienes quieran arruinar la fiesta; tu ex –novio fue un cretino que te sedujo para fines personales, ni modo, existen muchos chicos no tan apuestos y geniales como él, pero existen…
Me guiñó el ojo, aunque lo último me hizo soltar una risita, fue inevitable que doliera, marcaba la línea divisoria entre él y yo; me recalcaba una vez más que lo nuestro no fue ni sería nunca, pero…era mejor así.
—Tienes razón—me esforcé por sonreír—realmente no me gusta quejarme, creo que hay personas que pasan por cosas mucho peores, únicamente necesito asimilarlo todo… Ya lo dijiste, volverte de mortal a inmortal, no ocurre de la noche a la mañana.
Revolvió mis cabellos con su mano de forma juguetona.
—Me agrada tu razonamiento.
—Si, a mi también, creo. —Continué— De verdad, no me quejo de ser una abominación, es bueno en cierto modo, simplemente me siento extraña, tengo que equilibrar mi vida de nuevo. Y lo voy a hacer, aunque me tome tiempo.
Ni modo, había perdido una batalla en la cual nunca tuve ventaja; no me gustaba perder, pero sabía retirarme con dignidad en el momento preciso.
—Empecemos. Aunque te advierto que no será sencillo, soy un profesor exigente.
Lo golpeé juguetonamente con el puño.
—Se necesita más para intimidarme, Engel.
—Me agradas.
Me pareció ver un atisbo de sonrisa en su rostro cuando pasó de mi lado caminando delante de mí, guiándome hacia el jardín.
—Por cierto—dijo de pronto—acepto tu propuesta.
Me quedé en silencio, no recordaba haber hecho una propuesta a él... claro, tampoco recordaba que hubiéramos intimidado la noche anterior.
—De ser amigos. —Dijo entre risas, seguramente sabía lo que estaba pasando por mi cabeza.
— ¿Dije eso anoche?
—No. Cuando nos conocimos, formalmente. —Divagó para refrescarme la memoria. —Él día que me llevaste a la escuela en tu auto, y te disculpaste conmigo por tu grosera actitud.
—Ah—recordé. Habían pasado meses desde ese día y también demasiadas cosas, me sorprendía que sacara el tema a colación —Y tu, angelito, fuiste víctima de mi volubilidad, pobrecito… te grité.
El comentario iba cargado de una buena dosis de ironía.
—Me extraña que digas eso. —dije retomando la idea principal.
— ¿Por qué?
—Porque espero que mañana no quieras, después si, y luego no. Típico de ti.
—Lo digo de verdad, he tenido mucho tiempo para pensarlo y parece una idea atractiva.
—Tienes una forma muy rara de plantear las situaciones. Me provocas dolor de cabeza. —me quejé exasperada. —Siempre hablas de las relaciones personales como si fueran negocios.
—Me gusta negociar con personas a las que les llevo ventaja. Incluso los inhumanos pensamos en nuestro futuro.
Su risa rompió el silencio que se impuso de pronto y volvió a ser así cuando ese agradable sonido se apagó. 
Seguimos caminando, yo detrás de él en todo momento, tampoco hice ningún esfuerzo por alcanzarle, se sentía bien pasear de esa manera, como si se estuviera sola pero no aquella clase de soledad abrazadora y sofocante, era lo que yo llamaba soledad acompañada… veía todo pasar como en un cotidiano domingo por el parque. Por las ventanas vi una gran capa de nieve cubriéndolo todo, las nubes eran de un gris oscuro y amenazaban lluvia. Crucé los brazos hasta el pecho, apenas me había dado cuenta del frío que hacía y de que mi ropa no era la adecuada para vagar por allí en pleno invierno, pero no rechisté porque me comía la curiosidad de lo que seguía a continuación.
Llegó el momento en el que nos detuvimos después de haber caminado un largo rato sin ningún sentido aparente, o un sentido que solo él conocía. Sólo así, sin más, habíamos llegado a un campo abierto alejado del bello jardín de la mansión Jackocbsob, probablemente ya no estábamos siquiera dentro de los tenernos de la guarida de los demonios, lo dudaba, apenas lograba divisar la punta de las torres más altas sobresaliendo entre las copas de un grupo de árboles que cruzamos, éstos asemejaban una barrera entre un lugar y otro, un bosque que separaba el mundo real del mundo fantástico. No obstante, seguía siendo hermoso por doquier, completamente cubierto de blanco puro, la vegetación dormida por el invierno estaba cubierta de escarcha plateada y a unos metros de donde nos habíamos detenido corría un arroyo angosto cuyas aguas eran tan azules que no podía ser real, pero lo era.
Engel se dejó caer en el suelo con las piernas cruzadas y lo imité antes de que me ordenara.
—Am… ¿y bien? —quise saber, tan ansiosa que no podía ocultarlo. — ¿Cuál es la primera lección, profesor Jackocbsob?
—Cierra la boca.
—Quizás yo debería enseñarte modales a ti. —murmuré entrecerrando los ojos.
—Basta de juegos. —Cortó con seriedad. —De ahora en adelante tus sentidos ya no percibirán de la misma manera, podrás “escuchar” pensamientos que no son tuyos, tu fuerza física será mayor, como tu resistencia, tu mente entrará en una crisis existencial que debes aprender a dominar. Todo lo que leíste de los Nephilim y lo que cuentan los relatos antiguos es medianamente cierto, pero debes recordar que tú eres la dueña de ti misma y no tus sentimientos; cuando dejas que tus sentimientos dominen  la situación terminarás contra ti y contra los demás. Eres diferente, pero siempre seguirás siendo una humana, recuerda que eres inmortal, pero existen muchas formas de morir, las armas humanas y el tiempo no te matarán, pero sí lo pueden hacer los ángeles y los demonios.
» No estamos preparándote para una guerra, si no para sobrevivir al mundo real, a tu nuevo mundo porque no estaré siempre ahí para protegerte.
—Afortunadamente. —sonreí y recibí como respuesta una mirada furtiva—Querido nuevo mejor amigo, no eres la compañía más agradable.
Sonreí ampliamente encogiéndome de hombros. Volvió a poner los ojos en blanco al mismo tiempo que se levantaba. Hice lo mismo que él aún con  mi sonrisa socarrona en los labios. La confianza crecía dentro de mí, de pronto todo parecía ser sencillo en ese mundo, fácil; y el pasado borraba sus manchas poco a poco, como si jamás hubieran estado allí.
—He creado un monstruo… y estoy seguro de que me arrepentiré de esto.
—Es lo que siempre digo cuando estoy contigo. —le guiñé un ojo.
Soltó un extraño ruido parecido a un gruñido; en un abrir y cerrar de ojos me tomó del hombro y me lanzó contra la nieve. Mis pies se deslizaron por el suelo congelado, derrapé y como si fuera un costal de papas, rodé una vez; le miré, alarmada. ¿Por qué había hecho eso? No estaba segura, pero ahora se reía divertido mirándome condescendientemente; me paré de un salto, más rápido de lo que pude darme cuenta llegué hasta él y le propiné un golpe en el estómago que no le afectó en absoluto, seguí golpeándolo una y otra vez hasta que pareció aburrido y atrapó mis antebrazos con sus manos, reaccioné haciendo lo mismo con el, lo empujé con toda la fuerza que tenía y mientras se reía de algo que yo no encontraba gracioso también me empujaba, iniciando una batalla absurda como dos alces, ninguno de los dos ganaba, él seguramente estaba jugueteando, pues sabía que si se lo proponía yo podía terminar varios metros lejos de allí. Finalmente me liberé, giré bajo sus brazos quedando a su espalda donde le propiné un codazo que lo mandó de bruces directo al suelo.
Me quedé petrificada y asombrada mirándolo desde allí arriba. Yo había… podido con él… o él me lo había dejado muy fácil.
Pero antes de que pudiera reaccionar estaba de pie, su cara estaba enrojecida por la nieve y sus mechones delanteros húmedos… sonreía de satisfacción, al mismo tiempo había una mueca de deseo en sus gestos, un deseo de venganza.
—Solo es un juego—mascullé trastabillando torpemente hacia atrás—tu empezaste… tenía que… ¡defenderme!
Se agazapó hacia atrás como un animal felino y se lanzó sobre mí. Ambos caímos al suelo y rodamos en otra lucha de fuerzas. Era algo bizarro que terminó siendo divertido, ninguno de los dos cedería, y él no parecía estar jugando a hacerse el débil, de verdad yo estaba pudiendo con Engel, tomé consciencia de lo fuerte que podía golpearle, de que mis pasos podían ahora seguir a los suyos, mis ojos alcanzar sus movimientos hasta el punto de poder detenerlos… intenté lanzarle un rayo, pero era demasiado hermoso para que sucediera. No pasó nada. De esa manera salvaje y juguetona Engel Jackocbsob ya no era más un caballero, apuesto y perfecto, el chico que tanto me gustaba se transformó en una bestia que luchaba por ganar; se atrevió a propinarme golpes duros que me dolieron más de lo que a él le dolían los míos. Era una pelea de verdad, una danza salvaje en la nieve, hasta que la primera gota de sangre manchó su pureza blanca. Mi sangre.
—Bien hecho, Nephillim—me dijo con orgullo… orgulloso de él mismo. —No está mal.
Me tendió la mano que no tomé, me puse de pie y me limpié la mejilla con lo que quedaba de la manga de mi chaqueta.
—Eso no es enseñar… eso es improvisar—me quejé empezando a caminar de regreso por donde habíamos venido. —Eres un animal, bruto y… me divertí.
Escuché sus pisadas seguirme hasta que me alcanzó. Caminó despreocupadamente a mi lado.
—No, era la forma de sacar el otro lado de Annette ahorrándonos la parte de la teoría… nunca me ha gustado la teoría, prefiero la práctica. —Me lanzó una sonrisa pícara—Ya sabes, nunca entendí lo de la flor y la abejita hasta que…
—Cállate, no quiero saber sobre tus ideas raras. Cada vez que abres la boca queriéndote hacer el gracioso, me das más miedo… prefiero cuando te pones de esa manera “grwar” “rwaaar” “kiiii” “ojitos rojos” “me he chupado diez limones”… todo antes que tus comentarios excesivamente explicativos.
—Diez limones… —susurró meditando el asunto—No. Prefiero las cosas dulces, como tú.
—Y yo prefiero las cosas ácidas. — ¿Por qué había dicho eso? Intenté arreglarlo— Pero no significa que te prefiera a ti.
La mansión Jackocbsob se hacía más grande; sus bastas paredes de roca y mármol se alzaban imponentes frente a nosotros mientras entre la muerta naturaleza blanca, sumida en su sueño invernal, se transformaba en el jardín más bello, sensible y mágico de la tierra. Un edén en medio del paraíso demoniaco.
Aceleré el paso dejándolo atrás.

Aquel nuevo encarcelamiento dentro de la mansión Jackocbsob no fue tan malo como el de Perthshire, los días no eran horas interminables apiladas como libros viejos de historia; a veces daba la impresión de que faltaban horas al día, o que había terminado antes de que comenzara. Engel pasaba conmigo la mayor parte del tiempo, enseñándome cosas nuevas, pues una vez que había entrado a ese su mundo, aceptándolo como mi nuevo mundo, estaba profundamente encantada pese a los peligros inminentes que nos rodeaban, peligros que eran atractivos a decir verdad. Quería saber más y más. Pero no sólo era un mundo de seres sacados de leyendas, cuentos antiguos, teología miserable… era un mundo tan normal como el de los humanos, yo formaba parte de ellos pero ahora también mi alma estaba sellada y unida a la fantasía real que negué antaño.
Cuando los días eran buenos nos quedábamos en el jardín desde el amanecer hasta el anochecer, Engel me enseñaba siempre algo nuevo aunque sus métodos fueran dolorosos y excéntricos. Sin embargo cuando el frío era mayor de lo que pudiera soportar o fuera caía una torrencial lluvia como si el cielo se estuviera cayendo a pedazos, o… tenía tanta pereza para soportar mis torpezas, nos quedábamos en el salón principal con las llamas calentando la dorada estancia, tomaba algún libro prestado y él se paraba en medio deleitándome con su magistral música; a veces me sentaba en la cocina observándolo hornear postres y disfrutando de los atrayentes aromas que salían despedidos de sus maravillosas creaciones, en ocasiones terminábamos en una guerra de harina y masa.
Engel parecía otro, un chico totalmente diferente al serio y reservado Jackocbsob de la clase de Historia o al demonio… ni siquiera había tenido ninguna nueva rabieta, sonreía de manera espontánea sin que sus gestos se volvieran irónicos o sus miradas vacías; no era exactamente el ángel, era únicamente otra persona que no conocía y estaba tratando de conocer; me agradaba, me acostumbraba a él… por primera vez éramos amigos ya que me resultaba imposible y también prohibido verle como algo más. Sin embargo, en mi fuero interno me preguntaba ¿Cuánto duraría ese sueño? ¿Cuándo se convertiría en pesadilla?
—Engel… —Aparté la mirada del libro que estaba leyendo y la clavé en sus pies.
Había una idea que me rondaba en la cabeza desde aquella mañana, pero no me había atrevido a expresarla en voz alta, también había cerrado las puertas de mi mente para que no penetrara en ella y volviera mi idea una desilusión fatal.
— ¿Sí?
La melodía se detuvo de golpe seco y la habitación pareció hacerse mas grande y calurosa.
—Mañana terminan las vacaciones—me atreví a decir después de un rato—Mañana empieza el colegio de nuevo… No soy más esa Annette Crawforth, pero quiero volver.
Alcé la mirada para leer su expresión pero era imposible, su rostro se volvió una máscara inescrutable, su postura tranquila con el violín aún bajo el mentón y el arco suspendido en el aire dispuesto a desgarrar la siguiente nota.
—Fue divertido, todo esto; pero no me puedes tener encerrada para siempre, ¿Para qué me has enseñado todo eso, si no serviría de nada? Tengo otra vida a parte de esta; ésta no es una vida.
— ¿Qué harás si te digo que no?
—Entonces te diré: Me largo de aquí aunque termines odiándome otra vez… o tengas que matarme en el intento, no quiero seguir aquí, es divertido pero me siento como tu prisionera.
—Supongo que no puedo hacer nada contra eso ¿verdad? —arqueó una ceja volviendo su seria expresión algo irónica.
—No eres mi dueño, mi amo, o cualquier cosa semejante. —Elevé la voz—Yo soy libre.
—Bueno.
Toda clase de reclamos que había formulado anticipadamente se quedaron atorados en mi boca, no supe como seguir.
— ¿Qué?
—No tengo objeción en que te vayas, de hecho pudiste haberte ido desde el primer día que te enseñé a usar tus poderes, pero te quedaste…
—Me irritas.
Rió cuan ángel.
—Nunca me voy a aburrir contigo, Annette.
—Entonces… ¿Me puedo ir? —titubeé incrédula.
—Será lo mejor para los dos, mañana por la mañana regresarán los demás, sería poco conveniente que te quedaras. Nunca se sabe de qué humor estará Stephanoff.
Cerré el libro lentamente, un poco sorprendida, atónita sin saber hacia donde partir.
—Te llevaré a casa yo mismo, pero antes… espera un poco.
Guardó el violín en su estuche y salió de la sala dejándome sola inundada de pensamientos confusos, él siempre sería un misterio para mí, no era únicamente un híbrido de más de cien años, un asesino y un estafador, era algo más, tenía algo que se mantenía oculto en las sombras, un yo imposible de descubrir, parecía estar detrás de una máscara dura e impenetrable por cualquier mirada o sentimiento.
Sólo podía estar segura de que cuanto más conocía de él, más quería saber. 
Varios minutos después regresó entrando en silencio, caminó hasta mí, sacó una caja azul, pequeña y cuadrada del bolsillo de su chaqueta y extendió su brazo incitándome a tomarla. Dudé y ese sentimiento que me había invadido cuando su mano sostenía el fruto del árbol mas bello, regresó a mí como si nunca se hubiera ido. El corazón latía frenético dentro de mi pecho y si hubiera querido pararme y echar a correr en cualquier dirección me hubiera resultado imposible.
— Feliz desgracia para todos nosotros.
— ¿Eh?
Sonrió.
— Quise decir, Feliz aniversario de tu nacimiento, o como dicen ustedes: Feliz cumpleaños.
Rodó los ojos.
Un fuerte  palpitar aceleró mi corazón y me sobresalté al escucharlo; reí ligeramente como si hubiera dicho una broma muy mala pero tenía que fingir que era de verdad muy divertida.
—No puede ser que tu misma lo olvides.
—No lo olvidé—me defendí—pero no se que se hace en estos casos. Si te pedía el salón para hacer una fiesta te ibas a negar…
—Es verdad—estuvo de acuerdo—pero una fiesta bastante privada me habría encantado, solo tenías que mencionarlo.
—En tus mas dulces pesadillas, Engel Jackocbsob.
Bajé la mirada a la pequeña cajita, no tenía envoltura ni un listón, era una simple caja azul oscuro; quité la tapa y observé la pieza plateada que reposaba sobre un cojín negro de terciopelo, era hermoso, un brazalete con piedras azul brillante incrustadas entre la torcida y delgada cadena plateada, en una parte de ésta había un ala de ángel metálica que quedó colgando en el aire cuando la levanté.
— Como te gusta despilfarrar dinero—lo acusé juguetonamente.
Era un lindo regalo, podía incluso asegurar que era un noble detalle de su parte recordar mi cumpleaños, o saberlo cuando yo jamás se lo había mencionado.
—Tengo mucho— afirmó.
Puse los ojos en blanco. Dejé la joya en su lugar y apenas había movido mi mano para cerrar de nuevo la tapa confundida por mis pensamientos de por que Engel se tomaba tantas molestias conmigo, la caja desapareció terminando en la mano de él. Sacó el brazalete y se agachó plantando una rodilla en la alfombra, con su mano libre alzó mi brazo para colocar al joya alrededor de mi muñeca derecha.
—Pero eso no significa que lo desperdicie regalándote algo que tendrás guardado en el fondo de tu armario.
Chasqueé la lengua… se veía muy bien en ese lugar.
—De acuerdo, no tengo nada en contra de usarlo.
Y mientras miraba con ojo crítico la joya, volvió a poner algo más sobre mi mano.
—Esto es una devolución.
Venía envuelto en un trozo de tela negra, la descubrí y arqueé la ceja al ver mi colgante azul en forma de estrella.
—Solía ser desagradable besarte mientras lo llevabas puesto.
—Me lo robaste. —le acusé bastante indignada.
—No. Protegía mi integridad personal.
— ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión y devolvérmelo?
Tenía razones de sobra para desconfiar de él.
—He tenido mucho tiempo para acostumbrarme a eso. Además lo necesitarás, no quiero que algo le pase a mi única… a-amiga.
Apreté los labios ligeramente contrariada por las palabras embarazosas que había pronunciado, me tomó unos cuantos segundos recuperar la compostura y añadí con sarcasmo:
—Claro, nadie puede hacerme daño, sería catastrófico que otro que no fueras tú lograra lo que has intentado por meses.
Esbozó una sonrisa indulgente que le dio un aire de madurez y me hizo verlo por primera vez como alguien mucho mayor que yo, como una niña de diecisiete años charlando con un adulto de… ciento sesenta y seis años. Engel apartó el libro de mi regazo y lo colocó en la parte libre de la butaca, en silencio tomó mi mano y ambos nos pusimos de pie.
—Que no hayamos funcionado como pareja no significa que no funcionemos como amigos… también los seres más perfectos necesitamos segundas oportunidades.
Y, sin previo aviso volvió a ser ese mismo Engel Jackocbsob de siempre. Con una sonrisa arrogante en su rostro de facciones apuestas, la mirada gris brillante mirando de manera condescendiente y su aristocrático porte elegante.
—Entonces no son tan perfectos como ellos creen.
—No. La perfección no existe—aceptó contradiciéndose a sí mismo. —Solo yo.
La sonrisa ya amplia se abrió más hasta mostrar su dentadura blanca. No hubo tiempo de rebatir y patearlo con fuerza fuera de su pomposa nube. El reducido espacio que separaba nuestros cuerpos se acortó cuando me rodeó por la cintura en un abrazo firme, luego la sensación vertiginosa se abalanzó sobre mí antes de que nuevamente mis pies tocaran el suelo con brusquedad produciendo el ruido de pisadas fuertes y firmes. Cada vez me acostumbraba más a esa sensación de velocidad repentina, como la de ir bajando en picada sobre una montaña rusa.
Eché un vistazo alrededor descubriendo con alivio y alegría mi acogedora habitación  azul, tal cual la había dejado…bueno, Juliette evidentemente había aprovechado mi ausencia para ordenarla un poco sin que pareciera excesivamente evidente que había puesto mano sobre mis cosas. De pronto tuve una sensación de malestar al recordar los acontecimientos de la última noche que había estado allí, como si hubieran pasado menos de veinticuatro horas.
Sin embargo aquella sensación de vacío desapareció cuando escuché pasos rápidos venir por el pasillo y enseguida la puerta se abrió casi de golpe. Juliette se quedó parada en el umbral, el color de sus mejillas se desvaneció dándole a su rostro un color más pálido del habitual. Alzó su brazo y cerró la mano en el marco de la puerta con fuerza, sus ojos estaban clavados en nosotros dos, su expresión era de completa incredulidad y sus pensamientos resonaron revueltos en mi cabeza como si los pronunciara en voz muy alta; eran sorpresivos y creía estar soñando.
—Buenas noches, señora Crawforth—saludó Engel con voz mesurada y educada—Aquí está… como se lo prometí.
Me esforcé por apartar la vista de mi tía para mirar a Engel. Algo de lo que había dicho no encajaba bien; me había dado la impresión de que ellos habían mantenido contacto sin que yo supiera algo al respecto.
—Gracias, Diemth—dijo Juliette como respuesta, su voz fue dura y sombría—Ahora vete.
Giré precipitadamente la cabeza de ella a él. ¿Cómo lo había llamado? ¿Qué era un Dienosequé?
Abrí la boca para preguntar en voz alta pero antes habló él.
—Nos vemos pronto—dijo y se esfumó.
Antes de que pudiera protestar, Juliette cruzó la entrada y sus brazos me rodearon cariñosamente.
—Te extrañé tanto.
—Yo… también te extrañé—mustié aún confundida, pero devolviéndole el abrazo. —Francia estuvo… interesante.
Mi tía soltó una risita ante mi chiste, luego sin borrar la sonrisa de su rostro se apartó un poco para tener un campo de visión más amplio.
—Tía a que… —empecé a decir pero ella puso un dedo índice sobre sus labios.
—Ahora no, te lo explicaré mañana—repuso con tranquilidad—Hay mucho de que hablar y es tarde, mañana hay colegio, tus horarios están sobre el escritorio, ya me encargué de todo.
Asentí torpemente la mirada hacia un montón de papeles en la parte superior de mi mesa.
Juliette se marchó dejándome sola, de pronto me daba la impresión de que hacía mucho tiempo no estaba sola, en realidad me sentía como una chica nueva en una ciudad nueva, con personas nuevas, perdida y sin saber por donde empezar, esto era muy extraño y al día siguiente regresaría al colegio para ser una humana común y corriente después de tantas semanas no escuchando mas que historias que se relacionaban con ángeles, demonios, guerras celestiales, alas, infierno, cielo… Las personas volverían a llamarme Anne cuando ya me había acostumbrado a que me llamaran “Nephilim”.
Apenas pude conciliar el sueño esa noche, pues todo daba vueltas en mi cabeza y me hacía, sin poder evitarlo, preguntas como ¿Desde cuando Juliette y Engel eran tan cercanos? ¿Por qué Diemth? ¿Cuándo volvería a ver a Engel? Sí, sin duda esa era la pregunta que más me cuestionaba, él solo había dicho que nos veríamos pronto, pero no había especificado cuanto tiempo pasaría. Lo más probable es que no lo viera en el colegio pues ahora que ya sabía yo la verdad de su origen, de mi origen y que no tenía que aparentar nada, no había necesidad de que siguiera fingiendo que era un estudiante de diecisiete años. Su farsa me resultaba completamente absurda e innecesaria.

La mañana llegó más pronto de lo que hubiera querido, pensé que mi reflejo sería terrible por la falta de un buen descanso nocturno, pero al mirarme en el espejo mi rostro no parecía siquiera inmutado y después de una ducha caliente me sentí tan fresca como si hubiera dormido doce horas. Sonreí a mi misma y bajé dispuesta a no mortificarme por algo más en mi vida.
El desayuno con Juliette también transcurrió rápido, no esperaba que en ese momento me explicara lo que había sucedido la noche anterior, nos dedicamos a charlar sobre los últimos chismes de Dunkeld, novedades en la tienda de antigüedades, las fiestas navideñas y mi olvidado cumpleaños. Ninguna de las dos habló sobre ese otro mundo, sobre Nephilim o Lionel.
Simplemente marché hacia el colegio en mi auto azul, con la típica música de siempre sonando en el estéreo, riéndome de los recuerdos del pasado, llegando a mi mente una histérica yo gritándole “arrogante lombriz rumana” a ese chico cuando recién lo conocía, un dibujo absurdo que me había puesto los nervios de punta, la ocasión en que lo había encontrado yendo a pie hacia el colegio… pero si él podía volar, o aparecerse; y qué decir de todas esas circunstancias embarazosas en las que me metía, la forma en como su comportamiento me intrigaba, su hermana, la fiesta de halloween y lo estúpidamente enamorada que estaba de él; hoy, en este momento todo eso se me antojaba como una ridícula comedia.
Cuando llegué al aparcamiento de la escuela eché un vistazo alrededor y vi un Ford Focus amarillo un par de sitos a la izquierda, el Mini Cooper rojo de Drew estacionado cerca de la entrada; pero no había ningún Beetle negro, tampoco un flamante Lamborghini ni cualquier auto deportivo que despertar mayor interés que cualquier otro.
Caminé tranquilamente hacia el Mini Cooper y unos fuertes brazos se abalanzaron sobre mi con efusividad, al instante tenía a Travis colgando de mi cuello, a Kat y Andrew devolviéndome amplias sonrisas. Por un momento pensé que ese mundo había estado sólo en mi imaginación y que estaba en el momento justo donde todo había iniciado, no había Engel Jackocbsob, nunca lo hubo… pero no era así, existió de verdad. Además, yo me sentía diferente entre ellos, los pensamientos de todos y quienes pasaban por nuestro lado sonaban en mi cabeza como si me encontrara dentro de una sala concurrida donde todos hablaban al mismo tiempo produciendo un ruido sobre el cual no se entendía nada, intenté parecer normal ante mis amigos y me esforcé por sonreír todo el tiempo omitiendo lo desesperada que empecé a sentirme de un momento a otro, rodeada de personas, sintiéndolos a cada uno como si estuvieran muy juntos a mí, escuchándolos ir y venir…
Entramos al edificio poniéndonos al corriente de las vacaciones. Travis había ido a Perthshire… cuan cercanos habíamos estado y ninguno lo sabía. Drew había pasado las vacaciones en el campo con sus abuelos y su familia; Kat estaba encantada con Londres; yo… sólo tenía que inventar lo maravillosos que eran Francia y sus franceses.
Me despedí de cada uno cuando el timbre resonó en los pasillos cortando de golpe las charlas animadas que se cernían por cada rincón; alumnos de todos los cursos empezaron a despedirse mientras otros se iban juntos a sus primeras clases después de las vacaciones de invierno. Nosotros hicimos lo mismo despidiéndonos y marchando cada uno hacia un rumbo distinto. Yo fui hasta el edificio de la clase de historia, no… no había extrañado a Lafter, pero me agradaba estar de vuelta aunque fuera para soportar una clase de Historia.
Entré a la sala y por inercia llegué al lugar de siempre devolviendo saludos a algunos de mis compañeros que curiosamente me llamaban y sonreían al pasar. Ellos también gritaban lo que pensaban pero no podía distinguir de quien era cada pensamiento, sus voces se perdían revolviéndose con las otras, empezaba a sentirme como un gato perdido entre el gran mundo de los humanos.
No mucho tiempo después la sala quedó en silencio, salvo por ese ruido que no estaba exactamente allí, sino en mi cabeza, pensé que Lafter había llegado, por lo que me acomodé en mi asiento y saqué mi feo y aburrido libro dejándolo sobre la superficie de la mesa. Levanté la mirada descubriendo con sorpresa a Engel entrando despreocupadamente por la puerta, estaba serio y absorto a la expectación que se cernía alrededor por causa suya, no entendía por que tanta conmoción por él, yo lo veía tan normal como siempre… más normal que antes.
Busqué su mirada pero antes de que la encontrara, Rachel se acercó a él y lo tomó del brazo sonriendo venenosamente, se pegó a él como una sanguijuela se pega a la piel.
—Te he guardado un lugar junto a mi, Engel—Al parecer todavía no agotaba sus esperanzas de estar con Jackocbsob de alguna u otra manera.
—Luces… especialmente irresistible—escuché que le susurraba él al oído.
La cara pálida y hermosa de la chica se iluminó con ilusión.
No me había dado cuenta que estaba, al igual que todos los demás, observando la escena como una idiota. Solté un bufido y miré a otro lado menos hacia aquella dirección, donde ambos se regodeaban como una linda pareja; poco tiempo después Michael ocupó el lugar que antaño había sido de Engel.
—Annette—se dirigió a mí usando un tono de sorpresa fingida, como si fuera la primera vez que nos viéramos desde el incidente. —Vaya, te vez bien.
Su mirada azul me taladró de arriba abajo.
—Gracias—mustié a regañadientes.
—Oye, creo que nunca me disculpé por lo que sucedió esa noche.
No dije nada y deseé callar todas esas voces para identificar la suya, quería saber que estaba pensando exactamente, pero no lograba hacerlo.
—Me comporté como un idiota ¿no? —Rió de forma estúpida, como si acabara de decir algo especialmente gracioso—Fui muy inmaduro, pero vamos, ya pasó mucho tiempo, somos mayores…
Me alegré no tener que responderle; en ese momento entró Lafter dando la orden de guardar silencio; Mike se giró de mala gana sobre su asiento, miré su espalda con el entrecejo fruncido, deseando sacarle el corazón de una…
Pero mis planes no podían ejecutarse así de fácil en un aula llena de alumnos, al menos en mi imaginación el espectáculo era bellísimo, pero la realidad era mucho más cruel. Lafter empezó a hablar sobre los exámenes para los que pretendían cursar S5, y trató de alentar a aquellos que pensaban no hacerlos; yo siempre me había planteado cursar el S5 y S6 para después ir a la universidad, pero ya no estaba exactamente segura de que fuera posible, tenía otras cosas en que pensar, como en una horda de demonios y ángeles. Con los ángeles podría ser sencillo negociar, quizás si les demostraba que era una Nephilim inofensiva me dejarían en paz; los demonios, en cambio, no me los imaginaba dispuestos a  aceptar una oferta tan pobre.
El profesor Lafter fue capaz de romper todavía mas mi sueño cuando sacó de su portafolios un examen sorpresa, que según él era absolutamente sencillo comparado con el examen final. Miré la hoja de respuestas y casi solté un gemido agonizante.
Pasaron quince minutos cuando la primera persona terminó, alcé un poco la vista de mi hoja y vi a Engel saliendo; por supuesto, él había vivido en esa época o había tenido muchos años para estudiar las anteriores a su nacimiento. Sin embargo yo tuve que esperar a que el chirrido del timbre rompiera con el silencio perturbador de la sala, di un último vistazo a mi examen para comprobar que había dejado una cuarta parte de éste sin responder.
Salí un tanto decepcionada por mi patético desempeño.
—Annette—volvieron a llamarme desde la puerta del aula.
Giré la cabeza apesadumbrada.
Mike se acercó a mí dispuesto a continuar con la charla que Lafter había interrumpido.
— ¿Harás algo después de clases?
Arqueé una ceja, eso sonaba al típico principio de una invitación… una cita.
—Si, tengo un par de cosas que hacer por la tarde —respondí como quien no quiere la cosa.
—Vaya —suspiró cuando bajamos juntos las escaleras— ¿Por qué no vamos a beber algo, no te detendré mucho?
En otra ocasión hubiera chillado en mi fuero interno “¿Michael Williams me está invitando a salir?” En esta, reí amargamente y bajé más rápido los últimos escalones dejándolo atrás con su pregunta idiota.
— ¿Eso es un sí? —alzó la voz, noté un  tono triunfante en ella.
—Es un “Vete al infierno” —respondí sórdidamente.
Pensaba encontrarme con mi nuevo “amigo” entre los pasillos rumbo a mi clase de Literatura, pero no lo vi ni él vino a buscarme, esperaba que no me estuviera evadiendo ú otra vez hubiera cambiado de opinión respecto a lo que quería, aunque sería bastante lógico tratándose de él.
Tuve mis siguientes clases como un día normal, ningún ser extravagante de dudosa procedencia irrumpió en el colegio al menos  no antes de la hora del almuerzo, tampoco Engel se puso en mi camino en ese lapso de tiempo; mi día se vio ligeramente arruinado cuando Valerie Jackocbsob me taladró con su mirada asesina desde la puerta del laboratorio de Biología, pero no era tan tonta como para abalanzarse sobre mí en público… eso pensaba yo. No lo hizo.
Durante el almuerzo mis amigos y yo nos sentamos juntos en la mesa como no lo habíamos hecho en varios meses, pero su presencia se aproximó y esa burbuja de felicidad y normalidad se rompió cuando paró y nos observó con su mirada arrogante. Vi a Kat estremecerse ligeramente aunque ella fue la última en darse cuenta que Engel estaba parado detrás suyo.
— ¿Podemos conversar? —preguntó sin mirar a los demás. Haciendo como que no estaban allí, o que eran muy poca cosa para él. 
— ¿Sucede algo? —Arqueé la ceja cuando levanté mi mirada del pudín de chocolate que estaba comiendo.
—Acompáñame. —pidió con voz mesurada.
—Ahora, estoy ocupada—sonreí con ironía—Te veré en Química.
Y clavé otra vez mi mirada en la masa espesa que era el pudín, nunca me había dado cuenta de lo interesante que era removerlo con la cucharilla.
—Es importante. —insistió.
—Anne ¿Por qué no vas? —saltó Kat en voz alta, según por la expresión de su rostro, más alta de lo que se había propuesto.
Lo miré a él y luego a ella.
—Porque seguramente considera “importante” contarme un chiste sobre… pudines.
Me miró de manera suplicante como si lo único que deseara era que Engel se marchara.
—Es sobre ángeles y demonios. —La voz de Engel resonó profunda en mi cabeza alzándose sobre el murmullo de los demás pensamientos.
Tragué saliva y me levanté recogiendo mi bandeja de comida.
—Bien… de acuerdo. Más te vale que sea importante—actué delante de mis amigos—Los veré más tarde.
Engel se abrió paso entre los alumnos que concurrían el comedor y se dirigió a la salida, tiré los restos de mi comida, excepto el pudín y le alcancé. Recorrimos en silencio el camino hacia el jardín trasero y nos detuvimos en un punto donde se aseguró no hubiera nadie alrededor.
—Sí, mas te vale que sea importante—volví a decir.
—En realidad, sólo quería informarte que entrenaremos esta tarde después de clases, en el bosque, cerca del río Tai.
—No puedo—murmuré un tanto avergonzada—iré a la tienda de antigüedades de Juliette esa tarde, necesito…
—No—me cortó tajante, su semblante se ensombreció—Esta tarde debes estar conmigo.
—No—le contradije negando con la cabeza, incrédula. — ¿Por qué? Yo soy libre, tú no eres mi dueño. Escucha… no tengo nada en contra de pasar tiempo contigo, me… agrada; pero es necesario para mí que hable con Juliette, no nos hemos visto en semanas y…
—Dije que no… algo malo… —Hizo una mueca como si se esforzara por decir lo que quería, como si le doliera hacerlo. —Sólo haz lo que te pido…
—No. —puntualicé dejándolo plantado en medio del jardín.
Estaba furioso, me lanzaba miradas asesinas desde su lado de la mesa en la clase de Química, sin embargo no permití que su mal humor me contagiara, seguramente se le pasaría después de un rato o unos días.
Cuando la última clase llegó a su fin salí disparada del salón de clases, me encontré con los chicos en la entrada pero únicamente me despedí de ellos y fui directo a mi auto, tenía prisa por llegar a Dunkeld.
Caía una ligera llovizna que amenazaba con arreciar de un momento a otro, busqué las llaves en mi bolso pero no estaban en el lugar donde siempre las guardaba, busqué dentro de los bolsillos de mi abrigo y mis jeans sin éxito alguno, miré hacia todos lados como si fueran a aparecer en cualquier lugar bailando y saludando alegremente; no podía haberlas perdido. Me planteé la posibilidad de volver dentro cuando Engel se acercó a mí.
— ¿Sucede algo? —preguntó.
Perfecto, otra vez me dirigía la palabra con amabilidad.
—Sí… no encuentro mis…
Una sonrisa traviesa cruzó su rostro iluminándolo de repente.
— ¡Devuélvemelas! —grité, ¿Cómo no me había dado cuenta? —Engel Lyzander Dimitri Jackocbsob, dame mis llaves o te juro que…
— ¿Me mataras? —arqueó una ceja, divertido.
Rodé los ojos.
—Haz lo que quieras, no las necesito, puedo caminar.
Me puse la capucha del abrigo con afán de atajar las delicadas gotas de agua que caían del cielo y empecé a caminar hacia fuera del aparcamiento, hubiera esperado que me siguiera para seguir insistiendo pero pasé los límites del colegio y él no se acercó. Ese chico de verdad tenía un talento muy especial para hacerme rabiar… seguí andando y nunca me alcanzó… ¿De verdad se estaba quedando con mi auto? Quizás sería mejor que volviera… ¡No! Era justamente lo que él quería.
Aceleré el paso golpeando el suelo con mis pies y salpicando de agua sucia mis jeans. Decidí tomar un paseo por los alrededores de Birnam, antes de tomar el autobús a Dunkeld, no quería estar molesta cuando llegara donde mi tía. Era un día hermoso, a pesar de la lluvia… en sí, la lluvia lo hacía hermoso, su vegetación verde y frondosa avivaba sus colores con las gotas de lluvia y el crudo frío de enero le añadía a este lugar aburrido, un toque ligeramente tétrico pero fascinante
De pronto un trueno perforó el silencio de la tarde y como si hubiera hecho lo mismo con el cielo, la lluvia arreció; en un par de minutos estaba completamente mojada de la cabeza a los pies, seguí caminando tranquilamente… en fin, ya más mojada no podía terminar, sólo lamentaba un poco mi suerte, Engel seguramente tenía la culpa de que lloviera de esa manera, quizás tenía los poderes para dominar el clima a su antojo y se estaba pasando de lo lindo burlándose de mi escondido en algún arbusto. No… era bastante exagerado incluso si se trataba de él.
Un auto pasó por mi lado rociándome con el agua que se había acumulado en las charcas, le miré con odio y deseé ir tras él para abollarle su lujoso metal blanco; pero se detuvo a un par de metros de distancia y la portezuela se abrió. Una persona con un paraguas negro salió del interior sonriendo abiertamente en un gesto burlón.
— ¡Annette! Estás mojada.
— ¿Sí? —Pregunté con sarcasmo—Yo pensé que solo era mi imaginación.
Hizo como si no me hubiera escuchado.
— ¿Vas caminando a casa? ¿Quieres que te lleve?
Le miré, la idea era bastante atractiva y tentadora, estaba muriendo de frío y el camino a Dunkeld era todavía largo… quizás aprovechar un poco no fuera del todo malo, pensé.
— No, gracias. Tomaré el autobús.
Torció el gesto, ligeramente disgustado.  Se acercó más y con  la mano con la que no sostenía el paraguas me sostuvo del brazo arrastrándome hacia el auto.
—He dicho que te llevaré. —Gruñó abandonando toda su gentileza.
—No—me negué frenándome en el camino.
Me zafé de su agarre, le propine un puñetazo en la cara y comencé a caminar firmemente en dirección contraria. Escuché sus pies chapotear en el fango, pero antes de que pudiera girarme su brazo me atrapó por detrás del cuello, proferí un grito ahogado y sentí algo puntiagudo contra mi espalda. Me quedé rígida como una tabla ¿Qué se hacía en estos caso?
Eres una Nephilim, podrías acabar con él de una patada.
Pero yo no era una asesina… había decidido ser diferente a lo que Gabriel y todos los demás esperaran que fuese, esta era la clase de errores que estaban esperando que cometiera.
Michael se apegó a mí e inclinó su cabeza hundiendo sus labios sobre mi cuello, cerré los ojos asqueada, mi corazón dio un vuelco y los recuerdos volvieron a mi cabeza. Su brazo me fue soltando y cambió de posición rodeándome por la cintura sin dejar de besarme de esa forma obscena y asquerosa.
—Sube al auto y nadie saldrá lastimado… Nephilim. —susurró en mi oído con voz áspera.
Contuve el aliento ¿Cómo Michael podía saber algo así? ¿Se lo contaría a alguien más? Levanté mi mano cerrándola en su muñeca y lo lancé al suelo, pero el chico se paró rápidamente y se abalanzó sobre mí profiriendo un gruñido gutural que salía de su garganta. Ambos caímos al suelo. Me di cuenta que ese no era el mismo Michael que yo odiaba y solía conocer como el tipo más imbécil de la escuela, él era algo más, sus ojos ya no eran los ojos azules que con una mirada enamoraban a muchas chicas, ahora eran solo un par de esferas negras y brillantes. Su piel estaba más pálida que de costumbre, y cuando abrió la boca vi su dentadura formada por delgadas astillas afiladas de donde salía una viscosa y repugnante sustancia oscura.
Intenté quitármelo de encima pero era más fuerte que yo, y apenas lograba mantener su cuchillo alejado de mi cara.
—Oye, bestia, métete con uno de tu tamaño. —Resonó una voz grave en algún lugar, por encima del canto de la lluvia.
Michael dejó de moverse encima de mí, distraído por quien sea que hubiera llegado, a quien podría deberle la vida. Empujé al monstruo lo más fuerte que pude y salió despedido lejos. Escuché el golpe sordo cuando cayó; me arrastré en el lodoso suelo hacia atrás, hasta que estuve segura de que no caería si me ponía de pie, me incorporé y  pasé mis ojos de la figura que se movía espasmódicamente en el suelo y era Michael; mi “héroe”, un personaje alto de hombros anchos estaba hincado a su lado susurrando con rapidez versos en otro idioma que no conocía.
El cuerpo de Michael dejó de moverse y temí lo peor.
— ¿Quién eres? —Alcé la voz a la defensiva, dirigiéndome al hombre.
Se puso de pie y se dio la vuelta, pude ver apenas su rostro escondido en la capucha de su chaqueta; no era un hombre maduro, era un muchacho joven, su apariencia no superaba la de los veinticinco años, sus cabellos no estaba segura si eran negros, castaños o rubios, goteaban largos en su frente, sus ojos castaños me miraban con bastante curiosidad para mi gusto, como si intentara reconocerme de algún lado; de pronto unos hoyuelos aparecieron en sus mejillas cuando sonrió.



16 Comments to “15. Despertar.”

  1. no lo puedo creer, ya esta capi!! ahora mismo lo leo, seguro esta buenisimo como los otros......SUPER!!!!

  2. Anónimo says:

    Esta re bueno!!!.quiero leer mas sobre Michael

  3. Anónimo says:

    Como siempre exelente, espero que ese chico ponga celoso a Engel xd

  4. Me encanto! está increible! de verdad que me ha cautivado tu historia :) espero que sigas escribiendo asi como lo haces ahorita! y sube pronto el capitulo 16 x3 me dejaste con las ganas :D pasa por mi blog :) sueosdeverdad.blogspot.com y dime si crees que mi historia es buena

  5. diana says:

    yo estoy haciendo una historia sobre un demonio mitad mujer que era hija de astaroth pero justo cuando nacio abandono el infierno con sus alitas y se fue con su mama (su mama era de origen egipcio)por que no queria ser como los otros demonios ella amaba a Dios como a un padre aunque ello no hizo nada malo ante el se arrepintio de ser hija del demonio Dios la perdono pero dijo que tiene que superar pruebas y para ayudarla envio a un angel llamado apolion un angel del abismo que no es bueno ni malo pero que al final de la historia se enamora de ella y se besan. aca les muestro una foto del personaje de esa demonio mitad mujer file:///C:/Documents%20and%20Settings/Administrador/Escritorio/emerenciana.bmp

  6. diana says:

    cuando digo astaroth me refiero a este demonio http://es.wikipedia.org/wiki/Astaroth

  7. Scarlet says:

    Oh dios =O!!!

  8. Anónimo says:

    cada dia me sorprendes mas!!es genial lo q escribes...qen es el nuevo chico??esto se esta poniendo mas interesante de lo q pense, aver si asi de un vez se da cuenta Engel de lo q siente por Anne
    por favor no tardes en subir el 16!!

  9. Lucia says:

    Aaaaaaahh :o Ya quiero saber mas.. MAS!! por favor no te tardes en subir otro capi... PORFAAAA!! Eres una excelente escritora! Te felicitoo!

  10. euforia says:

    Mecaa!!! cómo no encontré este blog anteees >.< Jajaja, que sepas que me voy a leer todos los capitulos desde el principio, que ya leyendo éste tiene muy buena pinta. Un beso y ya tienes una seguidora más.
    Pásate x el mio y sigueme si te gusta :) es una historia sobre vampiros
    http://ese-dia-dejare-de-latir.blogspot.com/ BESOS!!

  11. Anónimo says:

    por favor publica el capitulo 16 ya!!
    estamos impacientes!!

  12. Anónimo says:

    q broma es esta??subiste el capitulo hace dos meses, como dejas a tus fans asi?? 16 ya!!!!!!!!!!!

  13. Unknown says:

    Lee atentamente esta oración y haz lo que te dice sin ignorar los pasos que te pide seguir, porque si no solo obtendrás los resultados contrarios de lo que pidas . Piensa en la persona con la que quieres estar y di su nombre para ti 3 veces. Piensa en lo que quieres que ocurra con esta persona en la siguiente semana y repítelo para ti 6 veces. Ahora piensa en lo que quieres con esa persona y dilo una vez. y ahora di.. Rayo de luz yo te invoco para que desentierres a -nombre de la persona- de donde este o con quien este y le hagas llamarme hoy mismo enamorado y arrepentido. Desentierra todo lo que esta impidiendo que -su nombre- venga a mi -nuestro nombre-. Aparta a todos los que contribuyan a que nos apartemos y que el no piense mas en otras mujeres que solo piense en mi -nuestro nombre- Que el me llame y me ame. gracias, gracias por tu misterioso poder que siempre cumple con lo que se le pide.

  14. Unknown says:

    Lee atentamente esta oración y haz lo que te dice sin ignorar los pasos que te pide seguir, porque si no solo obtendrás los resultados contrarios de lo que pidas . Piensa en la persona con la que quieres estar y di su nombre para ti 3 veces. Piensa en lo que quieres que ocurra con esta persona en la siguiente semana y repítelo para ti 6 veces. Ahora piensa en lo que quieres con esa persona y dilo una vez. y ahora di.. Rayo de luz yo te invoco para que desentierres a -nombre de la persona- de donde este o con quien este y le hagas llamarme hoy mismo enamorado y arrepentido. Desentierra todo lo que esta impidiendo que -su nombre- venga a mi -nuestro nombre-. Aparta a todos los que contribuyan a que nos apartemos y que el no piense mas en otras mujeres que solo piense en mi -nuestro nombre- Que el me llame y me ame. gracias, gracias por tu misterioso poder que siempre cumple con lo que se le pide.

  15. Unknown says:

    Lee atentamente esta oración y haz lo que te dice sin ignorar los pasos que te pide seguir, porque si no solo obtendrás los resultados contrarios de lo que pidas . Piensa en la persona con la que quieres estar y di su nombre para ti 3 veces. Piensa en lo que quieres que ocurra con esta persona en la siguiente semana y repítelo para ti 6 veces. Ahora piensa en lo que quieres con esa persona y dilo una vez. y ahora di.. Rayo de luz yo te invoco para que desentierres a -nombre de la persona- de donde este o con quien este y le hagas llamarme hoy mismo enamorado y arrepentido. Desentierra todo lo que esta impidiendo que -su nombre- venga a mi -nuestro nombre-. Aparta a todos los que contribuyan a que nos apartemos y que el no piense mas en otras mujeres que solo piense en mi -nuestro nombre- Que el me llame y me ame. gracias, gracias por tu misterioso poder que siempre cumple con lo que se le pide.

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