El
encapuchado dio un paso hacia delante, sus pies se hundieron en el suelo
provocando un extraño ruido de succión pero se escuchó ensordecido por el
aguacero que caía sobre nosotros, sin piedad, como si el cielo se hubiera roto.
Entonces, levantó sus brazos y aunque me preparé para atacarle de cualquier
forma improvisada, él únicamente se quitó la capucha. Pude verle mejor, aunque
con ojos entrecerrados por las gotas de lluvia que nublaban mi vista pero eso
no me impidió distinguir sus facciones, inmediatamente supe que no era un
ángel, tampoco un demonio pues su apariencia era inexplicablemente más común
que la de cualquiera de estos seres que había conocido antes, tenía un aspecto
más humano.
Dio un par de pasos más, y el
muchacho estuvo a pocos centímetros de mí. Fue un tanto embarazoso, nos
mirábamos el uno al otro, me recordó a una pareja novata que se prepara para
bailar, como si ninguno supiera por donde empezar… literalmente era así:
ninguno sabía como empezar; sin embargo estaba segura de que no nos pondríamos
a bailar de un momento a otro.
La sonrisa lisonjera de chico se
desvaneció cuando torció el gesto y sus ojos castaños me recorrieron inquisitivamente
de arriba abajo, analizándome como si tratara de encontrar algo especial pero
le resultaba imposible ver lo que quería ver, o aquello que buscaba se había
perdido en algún lugar, para su desgracia.
—Te he preguntado quien demonios
eres.
Su expresión se transformó en
irónica sorpresa.
— ¡Demonios! —Exclamó, después
bajó la voz a un tono normal y casual—Una palabra muy fea para usar en una
conversación, no queremos invocar mas ¿verdad?
Fruncí el ceño.
—Soy Liam—se presentó, miró a un
lado y a otro.
Aunque su tono fuera simple,
sencillo y lleno de confianza me daba la impresión de que por alguna razón
estaba nervioso, sus movimientos de pronto no concordaban consigo mismo.
—Yo Annette—respondí sólo por
cortesía— ¿Qué eres? ¿Qué le ha pasado a Michael?
Desvié la mirada de un chico a
otro.
—Soy un… Yo—se encogió de hombros
y volvió a sonreír, se estaba divirtiendo mucho de mis titubeos.
—Y ¿Qué es exactamente un tú?
—arqueé una ceja.
Se inclinó hacia delante dejando
sus labios a la altura de mi oído y susurró suavemente.
—Por tu bien… y el mío; no le
digas a nadie de este encuentro. Nadie ¿Entendido?
Puse los ojos en blanco. Crucé
los brazos en jarras ladeando la cabeza hacia un lado, esa era mi forma molesta
de decir “sí” sin palabras, mi orgullo me impedía responderle a ese desconocido
para decirle que haría lo que él me dijera, me consideraba todo menos sumisa.
En realidad, no tenía a nadie a quien contarle lo sucedido, a veces cotillear
con Kat sobre chicos era entretenido, pero hacía mucho que no hacíamos algo
similar; no imaginaba yendo por ahí con mi amiga diciendo: sí, y resultó ser
mitad ángel, mitad demonio; ó, el chico rubio me salvó de Michael de una forma
misteriosa e inexplicable incluso para mí.
—Y mejor vete antes de que él
despierte o alguien te vea. —me sugirió.
Liam se alejó y se dio la vuelta
sin responder ninguna de mis preguntas. Ahí estaba yo, plantada en medio de la
lluvia como una loca, con un chico medio muerto tirado a mis pies y mirando con
odio la espalda de un tipo salido de la nada, un odio que me recordaba al
desagrado que en ocasiones Engel Jackocbsob me hacía sentir hacia él.
— ¡Mal educado! —le grité antes
de que se perdiera entre la cortina de agua.
No obstante, su idea me pareció
la más adecuada y decidí desaparecer de la escena del crimen; ciertamente no
quería que alguien me viera parada ahí como una psicópata con mi ex –novio
noqueado, la escena se me antojaba más interesante con un charco de sangre
disolviéndose en el agua…
“Deja
tus fantasías para después, Anne” me dije apesadumbrada en mi fuero
interno.
Caminé hacia la parada de autobús
más cercana y me dirigí a Dunkeld. La idea de ir donde Juliette se vio
arruinada, no podía llegar completamente empapada diciéndole que Engel me había
robado el auto, que Michael se había vuelto loco y me había atacado sólo porque
sí y que un chico misterioso salido de quien sabe donde me había ayudado a
salir de esa. En el mundo normal la idea era descabellada, en nuestro mundo de
rarezas era una situación bastante común pero tenía la impresión de que
Juliette ya tenía suficientes preocupaciones sin mis “Nephilicas” situaciones.
Cuando llegué a casa, la lluvia
había aminorado su intensidad hasta volverse una ligera llovizna, pero fue un
detalle en el que resté mucha importancia al encontrarme ya completamente
empapada; daba lo mismo si del cielo nacían cascadas o si se secaba
completamente. Subí a ducharme antes de pescar un resfriado pues mis ropas se
pegaban a mi piel, frías que calaban hasta los huesos y mis cabellos húmedos se
sentían como estalactitas pegándose a los costados de mi rostro, no quise
siquiera imaginar el estado de mis libros y cuadernos de notas, todo era un
desastre. Luego de la reconfortante ducha caliente y una gran taza de té, llamé
a Juliette para avisarle que no podría ir a la tienda de antigüedades, no me
atreví a explicarle la razón, no tenía ninguna coartada para encubrir a Engel,
había cosas en Juliette que no conocía, de pronto mi tía era como una extraña
más con muchos secretos y no sabía hasta donde era capaz de llegar su rencor a
Engel o lo que sea que hubiera en esa relación entre los dos. La esperanza de
saberlo se desvaneció cuando me dijo que llegaría tarde y no estaría para
cenar, mencionó algo de un cliente molesto y Perth, que no entendí exactamente
bien.
Pasé el resto de la tarde
divagando hasta que decidí que no podía seguir ignorando los deberes que eran
para el día siguiente; a pesar de haber sido el primer día después de las
vacaciones de invierno, los profesores se estaban tomando muy en serio los
exámenes próximos y el nivel del programa escolar se volvía repentinamente
pesado. Intenté esperar a Juliette despierta pero el álgebra causó un efecto
somnífero en mí que me metí a la cama antes de las once de la noche.
A la mañana siguiente Juliette me
cuestionó acerca de la falta de auto en su lugar, para ese momento ya había
ensayado durante mi rutina diurna un monólogo bastante creíble: inventé una
excusa acerca de que necesitaba un mecánico por un sonido extraño en el lugar
donde estaba lo que seguramente era el motor del auto. Entonces después de
tomar una galleta y ver al horrendo gatito de la cocina caminé aprisa… casi
corriendo, hacia la parada del autobús escolar, ya había olvidado que cuando no
tenía auto siempre llegaba tarde, era parte de mí y al parecer ser Nephilim no
solucionaba ese defecto.
Mientras esperaba, un auto azul…
MI auto azul se estacionó en el lugar del autobús. Su conductor bajó la
ventanilla y me sonrió satíricamente, ampliando esa mueca tanto que si hubiera
podido le hubiera roto todos los dientes sólo por placer.
—Buenos días—dijo— ¿Te llevo?
Fruncí el ceño.
—Devuélveme mi auto—le exigí
acercándome a la ventanilla, asomándome por el hueco.
—Sube.
—Engel—suspiré cansinamente
manteniéndome a raya—ya estás grandecito para estos juegos.
—En serio, sube, te llevo, el
autobús ya se fue… —levantó el brazo retirándose de la muñeca el puño de la
chaqueta, miró su reloj—hace cinco minutos. Examen con Lafter, no creo que
quieras seguir empeorando tus notas ¿verdad? Creí que ir a la universidad era
una de tus opciones.
—Lo es—recalqué mordiéndome el
labio.
—Sube —volvió a decir con más
educación, esta vez no sonaba como una orden—puedo hacer un pacto infernal
jurándote que estarás en el colegio en aproximadamente 4 minutos y medio.
Puse los ojos en blanco y abrí la
portezuela del copiloto, no tenía otra opción, él tenía razón como cada vez que
abría la boca; tuve el presentimiento de que eso podría cambiar muy pronto.
Empezó a conducir hacia el puente
que unía ambos pueblos, encendí la radio en la misma estación de cada mañana.
La sonrisa grotescamente burlona en su rostro se volvió una sonrisilla traviesa
que bailó infantilmente en sus labios; sus dedos tamborilearon en el volante al
ritmo de la canción de los Beatles que sonaba en ese momento. Llegamos al
colegio enfrascados en una discusión cordial sobre música de los sesentas,
siempre había considerado interesante hablar con ancianos, siempre tenían una
historia interesante que contar a las nuevas décadas.
Fuimos directamente a la sala de
Historia, Lafter no llegaba aún, lo que me daba oportunidad de echar un vistazo
a los apuntes antes del fastidioso examen que había olvidado pero cuando Lafter
puso el examen sobre mi mesa me di cuenta que había perdido mis valiosos cinco
minutos. Afortunadamente Engel tuvo la cortesía de susurrar todas las
respuestas en mi cabeza, sin poner objeción las escribí tal cual… sonaban
razonables y concordaban con las preguntas. En ese aspecto fue muy sencillo
confiar en Engel, pero no estaba segura de poder confiar plenamente en todo lo
demás a pesar de que se estaba esforzando lo suficiente en ser educado y
agradable, no sólo conmigo sino con todos los demás…
La mañana transcurrió
perfectamente normal sin contratiempos sobrenaturales dignos de mención, era mi
segundo día libre y ningún ser de dudosa procedencia se había lanzado al
ataque… aún estaba en el aire la incógnita de Michael pero ese día actuó como
siempre, el chico no pareció recordar nada de lo que había pasado el día
anterior, a la hora del almuerzo hurgué en sus pensamientos aprovechando que
estaba detrás de mi en la fila y encontré cosas triviales, lo único que hallé
en su aburrida cabeza referente a mí fue que me odiaba por tomar el último
pudín de chocolate pero ni siquiera eso le hizo pensar en asesinarme con un
cubierto.
Por la tarde, después de clases,
Engel y yo tuvimos una hora y media de entrenamiento, escondidos entre un
montón de árboles a la orilla del río Tai, le expresé mi desesperación al
escuchar en mi cabeza todas esas voces humanas al mismo tiempo y me enseñó a
controlarlo, después como parte de la clase, según sus argumentos, fuimos a
comer un helado a una cafetería bastante atestada, su excusa para ingerir
cantidades descomunales de helado de chocolate fue que un lugar lleno de gente
sería perfecto para comprobar si había aprendido bien la teoría, pues él
siempre era cuidadoso de no dejar que yo estuviera dentro de sus pensamientos y
a su lado era como estar sola. Descubrí con satisfacción que podía mantenerlo
bajo control.
Partí a la tienda de antigüedades
para hablar con Juliette, pero cuando entré, detrás del mostrador no estaba
ella. En su lugar estaba un chico alto, de cabellos multicolor desde el rubio
al negro pasando por varias tonalidades de castaño, sus ojos café oscuro y una
barba como de un par de días sin afeitar, un sujeto completamente desaliñado.
Inmediatamente me puse a la defensiva… podría ser un delincuente, peor… podría
ser un ángel o un demonio pero él no se acercaba a ninguno, él carecía de una
perfección sobrehumana, yo lo descartaba a primera instancia olvidando que esos
eres eran engañosos. No obstante sentía algo extraño en él, algo raro, como una
descarga eléctrica agradable cuando lo veía.
—Otra vez tú—dije con seriedad
sin apartar mi mirada de él— ¿Qué haces aquí? ¿Me sigues?
Liam que había adoptado la pose
de un buen dependiente se relajó detrás del mostrador y se cruzó de brazos,
mirándome con interés, sonriendo para sí mismo.
—Ayer si, hoy no… ¿Cómo te voy a
seguir si Juliette me tiene encerrado aquí, en el lugar menos interesante de
Dunkeld?
— ¿Dónde está mi tía? —inquirí
con severidad.
—Eso me encantaría saber, se
marchó hace dos horas y no ha vuelto, estoy a cargo. —Torció el gesto—Creo que
está abusando de mi confianza.
—Correcto, creo que me perdí de
algo.
Puso los ojos en blanco.
—Juliette me contrató como
ayudante.
—Y para seguirme.
—No, a cambio de eso no recibo
pago monetario—confesó sin vergüenza— ese es otro acuerdo que no creo que deba
mencionarte, si ella no te lo ha dicho, no lo haré yo; esa mujer tiene el humor
de un león que ha comido y dormido muy poco.
— ¿Me vas a decir exactamente que
pasó ayer?
Liam se encogió de hombros en un
gesto de afirmación, se recargó contra la estantería que estaba detrás de él y
me miró con aire de resignación.
—Mientras no le digas a Juliette
que intervine—dijo y yo asentí apesadumbrada. —Bueno, ese muchacho estaba
poseído por un demonio de baja categoría, un demonio a quien se le asignó una
tarea precisa.
—Por eso actuaba así… —dije
pensativa. — ¿Qué tarea?
—Novatos—rió entre dientes — ¿No
te preguntaste porqué no podías leer sus pensamientos?
Lo medité unos segundos tratando
de recordar exprimiéndome el cerebro, entonces me di cuenta de que Liam tenía
razón, desde que me había alejado del colegio esas voces en mi cabeza se habían
callado y no había escuchado a Michael ni una sola vez cuando se acercó, como
aquella mañana.
—Tampoco puedo escucharte a ti
¿También eres un demonio? ¿Quieres negociar? ¿Un ángel? ¿Por qué Juliette tiene
tratos con uno como tú?
— Cállate, haces muchas preguntas
a la vez. —ordenó apretándose el puente de la nariz. — ¿Tienes alguna relación
cercana con ese chico? —inquirió ignorando mis preguntas.
—Si… —respondí y una punzada
oprimió ligeramente mi interior—bueno no, la teníamos; somos compañeros de
clase nada más, hace meses que no me dirigía la palabra… hoy parecía normal.
—Es obvio, el demonio dejó su
cuerpo antes de que lo noqueara.
— ¿Sabes quien lo ha enviado? Sé
que no apareciste de milagro, ¿Qué eres?
—Haces muchas preguntas —me
recordó y se apartó algunos cabellos de la frente—No es un secreto que una
nueva Nephilim anda por aquí, se puede sentir tu presencia en kilómetros eso te
hace estar expuesta y tú te paseas por allí como si nada ocurriese, cualquiera
pudo enviarlo. Eres estúpida si piensas que yo soy un demonio o un ángel,
porque si fuera algo de eso no te habría salvado de la cosa que envié contra
ti, tampoco te hubiera dejado viva o plantada en ese mismo lugar, simplemente
te ayudé porque tú y yo… somos iguales.
Abrí la boca sorprendida.
— ¿Quieres decir que tu también
eres…?
— Nephilim—me cortó—Juliette me
envió para cuidarte, le debo favores así que aquí estoy. Se suponía que debía
ser discreto pero cuando esa cosa se lanzó sobre ti, tuve que intervenir ¿Ahora
entiendes por qué no debes decirle de ese encuentro?
—Un héroe… fantástico—bufé
sarcásticamente.
—No, los héroes salvan a las
damiselas en peligro porque es su deber y quieren hacerlo, yo lo hice porque mi
cabeza y mi corazón me gustan donde están y porque ya no quedan muchos como
nosotros en el mundo.
Me guiñó un ojo.
Perfecto, recién me daba cuenta
de que yo era un gran imán de los imbéciles arrogantes, eran como una peste que
me perseguía a través de los años: Michael, Engel, Andrew, hasta Travis llegaba
a ser insoportablemente arrogante en ocasiones, y ahora este tipo que decía ser
un Nephilim, igual que yo.
—Y ¿Por qué andabas caminado por
allí con un clima tan hermoso? —preguntó, noté que contenía la risa y le lancé
una dura mirada.
—Un estúpido híbrido se robó mi
auto ayer y tuve que caminar.
Su expresión se tornó seria.
— Diemth… —susurró apenas
moviendo los labios.
— ¿Qué es eso de Diemth? —salté
exasperada molesta por no comprenderlo aún.
Esa era la segunda vez que
escuchaba esa palabra que no entendía y la segunda vez que se usaba para
dirigirse a Engel, de pronto era yo la única que no se enteraba de nada… bueno,
no era una gran novedad, nunca me enteraba de nada.
— ¿Nadie te dice nada? ¿Dónde has
estado los últimos diecisiete años?
—No, nadie me dice nunca nada.
—admití con dureza mirando la superficie del mostrador. —Supongo que creen que
lo mejor es que no sepa nada de nada, si no fuera por Engel quizás seguiría sin
saber que soy una Nephilim y creyendo todas esas mentiras que Juliette y mi
abuelo me contaron.
Suspiré frustrada, estaba
demasiado irritada pues a pesar de que sabía mi naturaleza, algo acerca de mis
padres y un poco de Engel, estaba segura de que al mismo tiempo no sabía
absolutamente nada.
—Eso explica que sigas pensando y
actuando tan humanamente.
—Creí que mi presencia de
Nephilim podía sentirse a kilómetros—levanté el rostro y alcé una ceja.
Liam chasqueó la lengua y después
de titubear continuó.
—Si, tu presencia se siente, es
fácil saber lo que eres, al menos para nosotros que somos psicosensibles, es decir, tenemos las capacidades para percibir
otras presencias diferentes y saber lo que nos rodea, misma razón por la que
escuchamos pensamientos, así mismo podemos bloquear nuestras mentes y nuestra
presencia a otros, cosa que los humanos no pueden, al menos la mayoría, por eso
es más fácil entrar en sus mentes y saber donde están en cualquier parte del
mundo terrenal.
»Pero, cuando digo que actúas tan
humanamente me refiero a eso mismo y más, no ocultas tu presencia y sé que no
es porque tienes muchas ganas de atraer al maniaco rubio que se hace llamar
arcángel Gabriel.
—Estoy aprendiendo—me defendí.
—ya aprendí a bloquear mi mente y esas cosas de los pensamientos de los otros.
—Y si fueras más inteligente
—prosiguió como si yo no hubiera dicho nada—Te habrías dado cuenta de que ese
demonio no era el chico que pensabas que era, y
que alguien, o sea yo, te estaba siguiendo desde que saliste de tu casa.
—Me miró directamente a los ojos—Ser Nephilim no es aprender a golpear, pelear,
las alas, escuchar pensamientos humanos, rapidez… es más que eso, mucho más que
Diemth no te dijo porque no le convenía para llevar a cabo sus planes
satisfactoriamente, quizás tu estés enamorada de él, quizás lo consideres tu
amigo y lo aprecies más de lo que tu quisieras, pero recuerda Anne que para él
no eres más que un medio. Un ser como él no puede tener otra clase de
sentimientos superiores a su ambición.
—Si te refieres a Engel… él ha
cambiado, no es lo que todos quieren que sea… yo lo se.
Negó con la cabeza.
— ¡Entonces que alguien me diga
de una vez todo! —grité. — ¡Lo exijo!
La imagen de Liam se tornó
borrosa y se aclaró cuando me limpié precipitadamente las lágrimas de los ojos con la manga de la
chaqueta.
—Yo no puedo hacerlo... —dijo con
gravedad—sólo porque no se todo lo que quisiera saber sobre ti y es mejor
hacerlo mediante un orden.
Otra vez me sentí tan sola y
pérdida como aquella tarde que supe quien era en realidad Lionel.
El retintín de la campanilla
inundó el local y seguido por el sonido hueco de unos tacones clavarse en el
suelo. Me giré para encontrarme con Juliette.
—Anne —saludó una alegre Juliette
mientras colgaba su abrigo en un perchero junto a la puerta— veo que ya conoces
a Liam, mi nuevo ayudante.
—S-si, nunca pensé que le
confiarías la tienda a un vago.
—Él es un vago especial.
—Dos opciones: estas enamorada de
él ó es un Nephilim que pusiste a que me vigilara de vez en cuando. —solté
duramente.
Los castaños ojos de Juliette pasaron de mí a Liam y viceversa,
pero no se mostró sorprendida, y si lo estaba lo aparentaba muy bien.
— ¡Se supone que debías quedarte
callada!
— ¿Te cuesta tanto acatar
órdenes? —inquirió Juliette rigurosamente.
— ¡Había un demonio! —Exclamó el
chico a la defensiva como si eso justificara su error—Te dije que no podíamos
confiar en Diemth.
—Y yo te dije que no me
cuestiones.
—Pero esa Nephilim…
— ¡Oigan! —intervine—No hablen
como si yo no estuviera aquí.
Juliette desvió la mirada de Liam
a mí, pero no sonrió. Esa mujer que siempre había reconocido como mi tía ahora
parecía ser algo más, adoptaba un porte distinto que no lograba descifrar, pero
era algo más que sólo Juliette Crawforth.
—Liam cierra las persianas y la
puerta. —dijo autoritariamente que el chico asintió obedientemente. —Anne
sígueme.
Pasé detrás del mostrador y seguí
a Juliette pasando a través de la puerta de madera que había detrás.
Me senté en uno de los mullidos sofás que
estaban acomodados alrededor de una mesa circular de centro, Juliette había
acondicionado la pequeña bodega trasera como una acogedora estancia donde solía
recibir a clientes importantes, ó vendedores tercos.
— ¿Empiezas a decir lo que tienes
que decir o empiezo a disparar preguntas? —insté alzando una ceja hacia
Juliette.
Liam se dejó caer a mi lado
después y pasó su brazo detrás de mi espalda como si fuéramos grandes amigos de
toda la vida.
—Si, Julie, cuéntanos. —Dijo con
una gran sonrisa.
Aparté su brazo con brusquedad.
—Antes que todo… ¿Quién es este
tipo? Se aparece de la nada y me habla como si me conociera desde siempre…
Liam se giró sobre el asiento
tomó mis manos entre las suyas y borró la sonrisa socarrona de su rostro
volviéndolo una máscara seria e impenetrable, sus ojos me miraron con
intensidad abrazadora.
—Anne, yo soy tu… hermano menor
perdido.
Abrí los ojos como platos y me
solté de él como si fuera algo con muchos gérmenes repugnantes.
— ¡Deja de jugar por una vez en
tu vida, Liam! —gritó Juliette y luego se volvió hacia mí hablando con un tono
normal. —No Anne, no es tu hermano, es un niño tonto que se apareció un día, le
ayudé con un asunto y desde entonces no ha dejado de seguirme, es como… un gato
callejero que se queda porque le dan de comer, hasta soy alérgica a él.
Suspiré llena de alivio, casi me
eché a reír.
—Yo no te sigo. —Gruñó y bufó
cual gato, cruzándose de brazos.
—Nunca te vas, es lo mismo.
—terció mi tía.
—Oh, vamos Julie admite que me
has tomado cariño.
—Alguien tiene que hacer el
trabajo sucio.
—Oigan… no me dejen a un lado, yo
también quiero estar dentro. —intervine con fingida indignación.
Juliette se echó el cabello hacia
atrás y se recargó contra el sofá.
—Veamos… ¿por donde empiezo? Esta
historia tiene tantos principios, es tan complicada. —se pasó el dedo índice
por los labios.
—Me interesa saber ¿Cómo estás
metida dentro de todo esto? Engel me dijo una vez que mi abuelo estaba tan
enterado como tu de este mundo, habló de hechizos, de que mi abuelo había ido
contra sus propias reglas para protegerme de ellos; es ese momento no lo entendí (tampoco ahora) pero no
recuerdo nunca haber visto al abuelo hacer cosas raras… raras de magia y eso.
Detrás de su dedo apareció una
sonrisa triunfante en los labios de Juliette, aunque sus ojos tenían un brillo
nostálgico.
—Si creo que ese es un buen punto
de partida. —Estuvo de acuerdo conmigo—Empezaré desde el mismo momento en que
empezó mi historia.
Entonces clavó la mirada en un
jarrón antiguo lleno de runas y se perdió en su propia mente.
—Fue a
principios de un verano cuando lo conocimos, era un joven viajero que pintaba
en el parque, tan talentoso y buen artista que acaparaba toda mi atención, tan
humilde e insignificante para los gustos de mi hermana, tu madre, pero apuesto
como para que valiera la pena que ella se fijara en él… éramos idénticas en
aspecto físico, pero tan diferentes en todo lo demás. Jeannette era
sofisticada, popular, casi perfecta ante la vista de todos los chicos y chicas
del colegio, mientras que yo siempre a su lado opacada ante su grandeza, no la
envidiaba porque para mí había cosas más interesantes y entretenidas en el
mundo que los chicos, las fiestas y la atención de todo el cerco estudiantil de
Saint Mary’s College. No obstante, siempre estábamos juntas, las demás chicas
no me molestaban porque estaba con ella, así mismo los chicos no me miraban
porque la miraban a ella primero; éramos buenas amigas a pesar de nuestras
muchas diferencias, pero aquel verano nuestra relación cambió para siempre a
causa de ese chico.
»Descubrí para mi pesar que me
gustaba más de lo que yo hubiera querido, cada vez que íbamos al parque a pasar
el tiempo con los chicos y chicas del colegio, lo miraba más de lo necesario,
había momentos en los que no dejaba de hablar de él como si fuera mi mejor
amigo cuando en realidad no lo conocía… las personas se vuelven tontas cuando
se enamoran y yo lo estaba.
» —Debes dejar de mirarlo así —me
reclamó Jeannette una tarde que volvíamos a casa, sabía que ella se refería a
él— Julie él es un don nadie, no tiene una vida, te mereces algo mejor.
»Ella sabía de chicos, así que
asumí que tenía la razón pero por más que lo intenté no podía sacármelo de la
cabeza, y empecé a vivir una doble vida, empecé a alejarme de Jeannette, fingía
ante ella que ese muchacho me parecía tan insignificante cuando en realidad
cada vez que se le mencionaba mi corazón latía fuertemente. No se cómo, pero un
día me armé de valor y me acerqué a él, aunque con la excusa de observar su
trabajo para quizás adquirir una de sus piezas. Estaba pintando a la orilla del
río Tweed, le dije que su arte era exquisito y no lo decía por hacerle un
cumplido y que se fijara en mí, cuando vi sus pinturas noté que de verdad era
un gran artista cuyo arte me enamoró más aún. Empezamos a hablar y descubrí que
era tan perfecto como aparentaba, estar cerca de él me producía algo
inexplicable, esa sensación de tranquilidad que emanaba, era la persona más
agradable que había conocido nunca, era bueno, humilde, caritativo… tenía todas
las virtudes conocidas y desconocidas, él, literalmente era un ángel. Estaba
enamorada de un ángel sin saberlo y sin saber por supuesto que estaba mal.
»Confiaba tanto en Jeannette que
le conté todo, era mi hermana, mi amiga, ella entendería y aceptaría que ese
insignificante muchacho me gustara, así como yo aceptaba que le gustaran tipos
brutos y estúpidos del colegio. Pero no fue como esperaba; se puso furiosa, me
dijo cosas que jamás me había dicho, me dijo que cómo era posible que alguien
como él se pudiera fijar en alguien como yo, que no podía ser posible que él la
rechazara a ella y a mí no, que si no podía ser suyo no sería de nadie; no
podía creer lo injusta que Jeannette podía llegar a ser, ella siempre tenía a
todos los chicos que quería, y mientras ella lo quería por capricho yo lo quería
de verdad, pero alguien como Jeannette no aceptaría la derrota frente a mí, y
haría todo lo posible por evitar que estuviera con él. No era mala… sólo
inmadura.
»Corrió escaleras abajo y le dijo
a nuestro padre de aquel “amorío secreto” y por alguna razón él se enojó mucho,
me prohibió volver a verlo, limitó mis salidas y me negó el permiso de asistir
a una fiesta que se celebraba en Melrose al día siguiente, a la cual asistiría
con él, habíamos planeado pasarla bien juntos, que sería una noche mágica y
hermosa…
»Yo era tan obstinada que no iba
a dejar que Lionel se quedara esperándome allí, tenía que ir, era injusto que a
Jeannette la dejaran salir con chicos y a mí no me dejaban salir con el primer
chico que me agradaba desde que tenía memoria, en ese momento no entendía
porque era peligroso que estuviera con él, lo único que había escuchado de mi
padre había sido un rotundo “porque no” una razón insuficiente para mí. Y,
entonces escapé por la ventana, creo que tenemos muchas cosas en común, Annette—sonrió
y no pude evitar hacer lo mismo—. Me apresuré a llegar, estaba media hora
retrasada, temía que Lionel se enojara, se fuera y no volviera a saber de él,
pero cuando llegué él estaba con otra, desde lejos vi como él y mi hermana se
besaban, en ese momento no reaccioné con lógica, sólo me sentí engañada,
furiosa y sentí odio por ambos, lo había perdido para siempre, Jeannette me
había ganado una vez más. Volví a casa aceptando “la derrota”.
»Y a la mañana siguiente vi la
sonrisa triunfante de mi hermana, me dijo que había ganado, me restregó en la
cara que ella siempre sería mejor que yo y no volví a dirigirle la palabra, ni
en ese momento ni después. Supe a los pocos días que Lionel se había marchado,
eso me entristeció pero mi razón me decía que era lo mejor; sin embargo su
huella había quedado marcada en nuestras vidas, Jeannette estaba embarazada,
aquella noche ellos habían estado juntos. Nunca vi a mi padre tan enojado como
en aquel entonces, creo que se planteó la posibilidad de obligar a mi hermana a
abortar, incluso de matarla a ella, sinceramente deseé que lo hiciera, porque
ella se lo merecía, Jeannette se merecía todo lo que le estaba pasando, lo tomé
como una deliciosa venganza a mi favor, el destino a veces nos recompensa,
pensé. Pero, pese a la cólera que embargaba a mi padre notaba que había algo
más detrás de un simple embarazo precoz por parte de una de sus hijas, las
habladurías de la gente no le importaban, nunca le había importado el que
dirán, no entendía porque le importaría en ese momento. Recuerdo que era pasada
la media noche, Jeannette dormía y él estaba sentado frente a la chimenea,
miraba un viejo libro como si buscara desesperadamente las respuestas a todos
sus problemas allí, bajé las escaleras y me senté a su lado, le dije que todo
iba a estar bien, que Jeannette podía ser tonta y desagradable pero que era
fuerte porque él nos había enseñado a serlo, que podríamos salir de eso juntos,
que si tanto le importaba lo que dijeran todos en el pueblo que podíamos
marcharnos lejos y empezar de nuevo. Mi apoyo a mi hermana con su engendro no
eran sinceros, porque los odiaba a ambos, pero me dolía ver así a mi padre.
»Me miró a los ojos y me dijo que
no tenía nada que ver con la vergüenza, que todo aquello iba más allá de la
misma naturaleza, empezó a hablarme de cosas que sonaban tan absurdas, él
siempre había sido ligeramente fantasioso, un lunático según el resto del
mundo, pero lo que decía lo hacía con una determinación tan convincente que lo
escuché con verdadera atención, intentando comprender que lo que me contaba de
verdad existía.
»Los “Crawforth” somos parte de
una antigua línea de brujas y hechiceros desde los orígenes de la misma cultura
celta, se nos conoce de muchas formas dependiendo el lugar, aquí somos Druidas,
pero nosotros nos consideramos simplemente custodios de los secretos del
universo, intermediaros entre las energías míticas del bien y del mal,
considerándose en un punto neutro, buscando mantener siempre el equilibrio del
mundo que habitamos, cazadores de demonios cuando estos se salen de control,
controladores de ángeles usando a nuestro favor las energías de la naturaleza
para convertirla en lo que se conoce como magia, no estamos del lado de los
malos o de los buenos, estamos del lado correcto según nuestras enseñanzas. El
universo es un gran círculo vicioso repleto de secretos innumerables,
dimensiones y mundos desconocidos, cuyas puertas están afables a ser cruzadas,
pero que si no se custodian se crearía un caos que terminaría con todo lo que
conocemos y lo que no.
»Entendí entonces las crisis
existenciales de mi padre, me sorprendió sobremanera que Lionel fuera un ángel,
y que mi hermana llevara dentro un futuro monstruo que debía ser eliminado, que
iba contra los principios de nuestro clan, y hablo de “nuestro” porque desde
esa misma noche mi padre empezó a inculcarme las enseñanzas de la antigua
magia, él era el jefe de dicho clan, y algún día alguien tendría que sustituir
su lugar, después de todo lo que había sucedido no creía que Jeannette fuera la
indicada, así que ahí estaba yo, la próxima jefa del clan “Warthforc” uno de
los siete clanes que completaban el círculo de Jatharreth.
»Y bien, meses después naciste
tú, es extraño pero aún no decidíamos que hacer contigo, esperamos hasta el
momento preciso, era una situación complicada y se complicó más cuando Lionel
se atrevió a aparecer esa noche en el hospital, era como un pequeño niño
desorientado, no sabía porque pero estaba allí, no tenía idea de tu futura
existencia. Lo reté, le dije que no debía estar ahí, le ordené que se fuera, me
dijo que no había sido su intención, que él me había querido a mí, que estaba
arrepentido, parecía sincero pero había pasado mucho tiempo, habían pasado
muchas cosas y aunque una parte de mí seguía latiendo intensamente por ese
muchacho, otra parte más sensata me decía que era un ángel, que había estado
con mi hermana y que justamente en ese momento estaban a punto de tener una
hija de ambos. Lo llevé fuera antes de que mi padre lo viera y quisiera
matarlo, antes de que los arcángeles lo hicieran, le expliqué sin alterarme la
situación de Jeannette, nunca había imaginado lo inocentes que podían llegar a
ser los ángeles, Lionel lo era, estaba aterrado, no estaba listo para eso,
sabía que había sucumbido ante el pecado de la lujuria, pero era peor que había
engendrado un Nephilim, estaba tan confundido que sentí compasión por él, volví
a verlo como el chico del cual me había enamorado, él era una víctima,
Jeannette le había engañado, ella, de verdad yo la odiaba. De pronto todo sucedió
tan rápido, Lionel me pidió que me marchara, que era peligroso estar a su lado
sabía que pronto vendrían por él, no quería dejarlo, pero di media vuelta y me
fui, me escondí entre la maleza, estaba tan aterrada y conmocionada para volver
donde mi padre, lo observé quedarse allí plantado en medio de la nada, del
frío, sin inmutarse un poco, mirando al cielo, desplegó sus alas plateadas, era
la primera vez que las veía, era la primera vez que lo veía tan hermoso como lo
eran los ángeles, la primera vez y la última.
»—Padre mío —susurró en voz alta
y melancólica extendiendo sus brazos hacia el cielo— he sucumbido ante el
pecado y estoy dispuesto a aceptar mi castigo; pido clemencia para aquellos que
han perecido y perecerán bajo mi causa, no juzgues sus almas inocentes como
almas corrompidas, perdónalos a todos ellos. Te entrego mis alas de las cuales
no soy digno.
»Entonces, aparecieron las
potestades, quise salir de mi escondite y decirles que todo era culpa mía,
técnicamente así lo era, porque Lionel se había entregado a Jeannette creyendo
que se trataba de mí, pero él no me guardaba rencor, escuché su voz en mi
cabeza.
»—Nunca olvides que por ti sentí
un amor diferente. —sólo aquello y nada más.
»Los vi aplicar el juicio, me
quedé paralizada en ese rincón, incapaz de moverme o emitir sonido alguno, le
arrancaron las alas delante de mis ojos y yo no pude hacer nada, lo escuché
gritar con un dolor tan profundo que no creí que fuera capaz de poseer a
alguien, iba más allá del dolor físico, pero Lionel aceptaba su condena
terrenal, presenciar la caída de un ángel es el acto más triste y lamentable de
ver… pero no había marcha atrás.
»Ahora había un problema mayor:
La pequeña Nephilim.
»Una vez las potestades se
marcharon volví con él, fuimos juntos hasta una vieja abadía en ruinas y me
quedé a su lado hasta la mañana siguiente, era increíble que después de su
caída Lionel siguiera teniendo esa actitud tan poco egoísta, no lo vi quejarse
o maldecir a Jeannette en ningún momento, he conocido a muchos caídos, él no se
lo merecía. Me dijo que teníamos que hacer algo, que no iba a dejar que nadie
le hiciera daño a su hija, ni a mi hermana quien según él estaba metida en eso
por su culpa. Y fuimos donde mi padre quien quiso lanzarse sobre él, por
supuesto, pero me interpuse delante antes de que cometiera una locura, le pedí
que lo escuchara, era hora de tomar una decisión definitiva, y ahora siendo un
mortal estaba dispuesto a aprender de nuestro mundo, a quedarse con Jeannette y
la niña, a cuidar de ellos y a su pesar quería formar una familia, no era más
aquel ángel imponente que alguna vez fue, pero no había perdido del todo sus
poderes, creía que podía protegerlas a ambas. También era sorprendente como la
actitud de mi padre había cambiado de una noche a otra, quizás el ver a la niña
por primera vez le ablandó el corazón, era tan hermosa que incluso yo sentí
algo hacia ella que no fuera rencor, era una criatura inocente que no tenía
porque sufrir los estragos de nuestros errores y los prejuicios de un mundo injusto,
un mundo cada vez más corrompido. Juramos que la protegeríamos hasta el fin de
nuestros días, bajo hechizos sellamos su parte Nephilim, de verdad era posible.
No sabíamos cuanto duraría, pero al menos esperábamos que fuese hasta que ella
creciera y tuviera la madurez para afrontarlo y decidir que camino era correcto
a seguir, no tendríamos a los ángeles rondando al percibir amenaza alguna en
ella, ni a los demonios ambicionándola o a los del círculo considerando su
existencia como un desequilibrio natural, por tanto incorrecto.
»Jeannette tomó la situación
mejor de lo que esperábamos, quizás la habíamos subestimado y había muy pocas
cosas que la sorprendían, quizás también su sangre de Warthforc la hacía tan
fuerte; no obstante ella no sentía nada por Lionel. Pensé que había madurado
pero, era tan fría con Lionel y la pequeña Zaphirel, como habían llamado a la
niña. Su actitud distante la atribuimos a algún trauma, obviamente no todos
reaccionamos de la misma manera ante las diversas situaciones.
»Posteriormente Lionel propuso
irse lejos con Jeannette y la niña, dijo que Melrose era un lugar peligroso, al
estar en ese lugar uno de los portales a las otras dimensiones, solía ser
frecuentado por demonios, caídos y ángeles, además era difícil para él y para
mí estar juntos en un lugar... los recuerdos suelen ser crueles. Entonces se
mudaron a Francia, apenas había pasado poco más de un mes cuando él volvió con
Zaphirel, unos demonios los habían encontrado, sabían que la bebé era una
Nephillim, lo sabían todo, ¿Cómo? Nadie tenía una idea, pero de alguna manera
lo supieron y se la habían llevado, a mi hermana; sólo pudo proteger a su hija,
lo acusé de que en realidad nunca le importó Jeannette, y le quité a Zaphirel
de los brazos, le dije que a donde quiera que fuese atraería a todos esos
monstruos, que todos nuestros intentos de proteger a la niña serían en vano,
que lo mejor era que se mantuviera lejos y no volviera, mi padre estuvo de
acuerdo y le prohibió volver, si lo hacía lo mataría, sin embargo, nunca te
dejó sola, nunca se olvidó de ti y estuvo pendiente de todo lo que tuviera que
ver contigo.
»Entonces decidimos iniciar una
nueva vida, lejos de todo ese pasado abrumador y mi padre hizo arreglos con
otro clan cambiando su lugar de estancia, inventó razones convincentes, así fue
como llegamos a Dunkeld y pasamos a ser la familia Crawforth, los Warthforc no
existían más ante todos los demás, quizás ante los otros clanes si, pero era un
gran secreto que sólo entre nosotros entendíamos. La historia fue que después
de la tragedia en la cual mi hermano mayor, es decir tu padre y su esposa
habían muerto en un horrible accidente que queríamos dejar atrás, y al ser tus
parientes más cercanos nos habíamos quedado con la pequeña Annette Zaphire
Crawforth, nunca tuve una hermana gemela. Creciste creyendo esa mentira, había
fotografías de Jeannette pero no sabías que ella era en realidad tu madre y no
yo, parecíamos tan normales, la mentira perfecta, no obstante todo el tiempo tu
abuelo sabía que un día todo se vendría abajo, intentó prepararte para el
momento, todas esas historias que te contaba guardaban sus secretos entre cada
mítica frase, un grimorio disfrazado de libro de cuentos. En cuanto a mí, nunca estuve de acuerdo con
ello, se suponía que intentábamos protegerte de todo eso, no sabía que le había
hecho cambiar de opinión, creí que estabas bien así por lo que después de su
muerte no seguí con sus planes y todo se descubrió cuando Diemth llegó a
Dunkeld.
»Al principio desconocí que ese
chico que te gustaba Engel Jackocbsob y Diemth eran la misma persona, lo supe
demasiado tarde, Lionel volvió para advertirme, para estar más cerca de ti y
protegerte como no había podido hacerlo en todo ese tiempo, estaba asustada que
lo permití, todo empezó a ponerse de cabeza y ya conoces el resto. No se cuales
son los planes de Diemth y su horda infernal; Gabriel es otro problema por lo
que “firmé” un acuerdo con Diemth, sin embargo cada quien juega a su favor,
cada quien tiene sus propias estrategias y ganará aquel que las desarrolle
mejor… No se mucho de Nephilims pero para eso Liam está aquí.
Durante un rato sólo escuchó el
sonido de nuestras respiraciones acompasadas y los latidos de nuestros mismos
corazones.
—Wow—solté finalmente el aire que
había estado conteniendo todo el rato y me aclaré la garganta, había un
pernicioso nudo ahí pero estaba lista para afrontar cualquier cosa que
escuchara, ya había escuchado de todo— ¿Por qué Diemth?
—Es su nombre de demonio—fue Liam
quien respondió, su tono era de seriedad máxima—con el cual se le es conocido
entre los ángeles, los otros demonios, los hechiceros, en realidad Diemth es
una leyenda entre las sombras y la luz. Es poderoso, digamos que no se ha
portado para nada como un angelito en el último siglo.
—Creí que su nombre entre los
demonios era Dimitri —balbuceé sólo por decir algo.
—Se le llama distorsionar la
verdad. Probablemente sólo un cuarenta por ciento de lo que te ha contado es
cierto, todo lo demás es el encubrimiento de lo que Diemth es en realidad y el
hecho de que esté junto a ti es otro de sus juegos.
Sentí como si el brazalete en mi
mano pesara varios kilos, me sentí asqueada y repulsiva, tonta como siempre.
—Y exactamente ¿tú porque estás
aquí?
—Yo lo traje—respondió mi tía por
él. —Es difícil encontrar a un Nephilim en estos días, no muchos superan los
quince años. Son los Nephilim y los híbridos como Diemth las criaturas más
perseguidas su presencia aquí es incorrecta, son temidos y antes de que
aprendan a usar sus poderes y sepan defenderse es mejor eliminarlos, nadie
quiere que la historia de los gigantes sobre la tierra se vuelva a repetir.
Liam, debo reconocer su inteligencia, se las ha ingeniado para mantenerse vivo
hasta este momento.
—Me interesa más ser alguien
normal y vivir la vida que dominar el mundo—se jactó.
—Diemth sólo te mostrará lo que
le conviene —siguió Juliette— para él no es bueno que sepas aprovechar al
máximo tus poderes, pero es importante que te mantengas cerca suyo para
averiguar que planea, al mismo tiempo que Liam te enseña lo que él sabe, y yo
empezaré a enseñarte también la magia porque después de todo también eres
descendiente del clan Warthforc.
— ¿Quieres decir jugar en ambos
bandos?
—Exacto. —Sonrió mi tía.
— ¿De que serviría eso? Pensé que
la idea era protegerme y me estás enviando a la boca del lobo.
— ¿Tienes miedo, Zaphirel?
—preguntó Liam maliciosamente.
—No—pugné elevando la voz—no
tengo miedo, pero suena ilógico.
—Quizás, no te enviaría allí si
no fuera necesario, cariño. Pero estamos todos metidos en esto, en una guerra
de la cual trataremos de sobrevivir, como jefa del clan Warthforc es mi deber
mantener el equilibrio y estoy rompiendo todas las reglas teniendo a dos
Nephilims por aquí sin hacer nada, los Jackocbsob y sabe quien más, están
planeando un golpe fuerte y es nuestro deber luchar contra ellos, para eso
estamos aquí.
— ¿Tienes idea de la cantidad que
ellos son? Nosotros tres no vamos a poder…
— ¿Quién dijo que sólo éramos
nosotros tres? —Añadió en tono misterioso.
— ¿Hay más?
— ¡Por supuesto que hay más!
—Exclamó triunfante. —Somos una antigua línea poderosa de hechiceros que
velamos por un mismo fin. Y nuestra arma secreta son un par de Nephilims, sé
que no les gustará pero ustedes dos tienen que ganarse a los miembros del clan
y del círculo entero.
—Suena al apocalipsis —susurró
Liam sonriente.
—Algo así. —Juliette le devolvió
la sonrisa.
De pronto sentí que yo era la
única con un poco de sentido común.
—Y ¿por donde empezamos?
—pregunté resignada.
—Creo que deberías empezar a
estudiar tu Azadeth Scriptus.
— ¿Qué es eso?
—Tu grimorio, el que te dio tu
abuelo…
La miré arqueando una ceja, no
tenía idea de lo que me estaba hablando.
—No recuerdo que me haya dado
algo de esa genialidad, además de ese colgante, el cual ya recuperé.
Juliette puso los ojos en blanco.
—El libro de cuentos, Anne…
—Ah… el libro. —Miré hacia otro
lado, me mordí el labio inferior. —Eris… la gata de Engel… quiero decir de
Diemth, se lo llevó, yo no sabía que era, ellos tampoco, Engel creyó que su
gata quería que le leyeran antes de dormir, pero dijo que me lo devolvería.
Juliette suspiró profundamente y
se apretó el puente de la nariz.
—Tienes que recuperarlo cuanto
antes, ese libro en manos de ellos es peligroso.
Asentí.
—De acuerdo. Ahora, ¿Cuál es la
historia que debo contar a los demás?
—Yo soy el nuevo empleado en la
tienda de antigüedades, un vago del cual Julie se apiadó porque sus padres lo
echaron de casa, me independicé y vivo solo, me mantengo con mi sueldo de este
lugar y con las tocadas en el Pub de la ciudad.
— ¿Tocadas?
—Soy músico —sonrió.
—Suena creíble.
—Perfecto —aprobó Juliette —ahora
vayan a representar la farsa, Diemth estará donde quiera que estés Anne y
procura recuperar ese libro lo más pronto posible.
Juliette se puso de pie y cruzó
la puerta volviendo a la tienda, miré a Liam, el chico parecía despreocupado,
sonreía evocando una mueca infantil que le daba la apariencia de alguien que se
está divirtiendo mucho. A pesar de saber algo, me sentía intrigada acerca de él
y de quien era, de donde había salido exactamente; también había otros
pensamientos inquietantes en mi cabeza acerca de Engel Jackocbsob o Diemth ¿Qué
sucedería después? ¿Empezaría a dedicarme a darle caza a demonios, cómo
Juliette lo hacía? Yo odiaba a Engel por ser quien era, pero sentía algo
diferente al odio cuando se trataba de él.
—Oye tú, deja de ignorarme—la voz
de Liam se alzó desafiante. —Tenemos que trabajar.
Levanté la mirada hacia él quien
ya se había puesto de pie y me miraba alzando una ceja.
— ¿Trabajar en que? —pregunté
esperando que la respuesta no fuera aquella que pensaba… era muy pronto para
asimilarlo.
El chico puso los ojos en blanco
y salió de la sala, asumí que quería ser seguido y que debería hacerlo.
—Acércate a Diemth, que no
sospeche nada—dijo Juliette de manera autoritaria—si él puede jugar a ser el
bueno y el malo tú también puedes hacerlo; ese engendro no es más fuerte que
ninguno de ustedes dos ¿entendieron?
Liam soltó una sonora carcajada y
yo asentí dubitativa; Engel siempre me había parecido más fuerte e imponente
que yo, que cualquiera, lo había visto en acción y me sentía incapaz de hacer
las grandes cosas que él hacía, de luchar contra ángeles con la determinación
que el luchaba, durante meses Engel fue (y quizás seguía siendo) el ser más
poderoso que conocía personalmente.
—Además ustedes tienen un trato
interesante, ¿no? —me preguntó Juliette.
Su mirada se posó en mí
haciéndome sentir incómoda, escudriñándome y me pregunté entonces si mi tía
también era capaz de leer pensamientos, al menos no podía yo “escuchar” los
suyos en ese momento.
—Pensé que estaba sola en esto,
tenía miedo y no sabía que hacer—murmuré entre dientes—eso sucede cuando las
personas no hablan con la verdad.
—Estoy consciente de mis errores,
Annette, no se puede dar marcha atrás, pero si llegar a una solución, te diré
que Diemth y los suyos no ganaran esta guerra.
Suspiré cansinamente, pero antes
de que pudiera rebatir el asunto Liam empezó a tirar de mi mano en dirección a
la salida, le devolví una mirada asesina a Juliette pero seguí hacia fuera.
Busqué a Liam con la mirada,
había desaparecido de mi vista, pero allí estaba a varios metros de distancia,
a un costado de la tienda donde se montó encima de una motocicleta negra que
estaba aparcada.
—Espero que no te moleste mi
transporte, es para lo único que me alcanzó…
—No es un Lamborghini… —dije con
falsa decepción—supongo que me acostumbraré a esto.
— ¿Lamborghini? Que aburrido…
esto si es emoción.
Hizo rugir el motor del vehículo
con fuerza, no me convencía de que fuera seguro, pero era aparentemente
emocionante. Me monté detrás rodeándolo por la cintura para no caer; la
motocicleta vibraba tranquila bajo mis piernas, pero volvió a rugir con
ferocidad como si acabara de despertarse un monstruo, entonces Liam la hizo girar
y emprendimos el viaje hacia sólo él sabía donde.
Nos alejamos de la tienda de
antigüedades. Mi acompañante no necesitó orientación, parecía conocer
perfectamente el lugar y un buen conductor así que me relajé disfrutando del
viaje, de la brisa bañando mi cara y el olor de la tierra húmeda golpeando mis
fosas nasales con frialdad.
Los días que siguieron intenté
por los medios más discretos persuadir a Engel en alguna conversación que
trajera a colación el tema del robo de Eris y recordarle de esa manera a que
debía regresarme el libro, pero no encontré el momento indicado sin que llegara
a la obviedad, finalmente decidí que lo mejor era que todo siguiera su curso
sin intentar alterarlo. Así pues Juliette se negó a enseñarme cualquier
brujería hasta que recuperara el libro, con sinceridad la hechicería y todo lo
que se refería al círculo y el clan Warthforc me importaba relativamente poco,
ya tenía suficiente con lo fastidiosos que se volvían los profesores en el
colegio, recordándonos en cada clase a aquellos que pretendíamos ir a la
universidad el nivel que se requería para matricularnos en S5 y S6; por otro
lado también estaban las lecciones con Engel y Liam que eran cada vez mas
duras, pero no me podía quejar de las muchas cosas que estaba aprendiendo, de
ambos; a pesar de lo que Liam dijera, Engel me enseñaba cosas tan interesantes
y novedosas como él.
Cuando Enero llegó a su fin,
Febrero trajo consigo una gran oportunidad de acción, una idea que se me había
ocurrido única y exclusivamente a mí y que a Liam le agradó después de
meditarlo un par de días.
—Entonces—dijo apenas en un
susurro, entornando la mirada con seriedad una tarde que estábamos descansando
en el sótano de la tienda. —se marcharán…
—Así es—confirmé lo que ya le
había dicho—se marchan en “ocasiones especiales”, él me lo dijo. Creo, o eso
intenta aparentar, que no le agrada la compañía de “su familia”.
—Suena tan sencillo que no lo
creo.
—Deberías confiar un poco más en
la suerte.
—Por ser como soy, sigo vivo,
Anne.
—Sí—acepté—pero para mantener una
vida tranquila y normal. Si aceptaste venir con Juliette no era precisamente
para eso, lo sabías desde el principio y si no nos arriesgamos nos quedaremos
estancados, mientras ellos avanzan. Siendo realistas, no hemos logrado absolutamente
nada respecto a descubrir sus planes.
Liam sonrió a su pesar.
—Cada vez eres más fuerte y
confiada… sólo ten cuidado.
—Diemth no sospechará nada, es
tan confiando en sí mismo y arrogante que cree que él es el centro de mi
universo, cree que mis sentimientos giran en torno a él.
— ¿No es así? —preguntó mirándome
directamente a los ojos.
—Ya no. —Contesté francamente—Es
cierto que llegué a amarlo pero muchas cosas han cambiado desde entonces; Engel
era la farsa de lo que una chica como yo pudiera desear, fue creado
exclusivamente para tentarme; me di cuenta de que realmente no existía el
apuesto y perfecto chico que conocí en aquella clase de historia.
El silencio se hizo en medio de
los dos, y se rompió cuando Liam se echó a reír.
— ¿Qué? ¿Las tonterías que pienso
son tan graciosas?
—No, no, para nada, es
comprensible, eres una chica—respondió parando de reír. —Me resulta gracioso
que te juzgué mal, eres muy diferente a lo que consideré.
—Entonces, vayamos juntos a esa
fiesta de San Valentín.
La noche de San Valentín Liam
pasó por mí en su motocicleta negra y bajo las miles de advertencias de
Juliette (quien no sabía nada del plan), partimos hacia el pub que se
encontraba abarrotado de gente, en especial de alumnos del Birnam College. La
música llenaba el local y había bebidas por doquier; entre la multitud de gente
y las luces ensombrecidas apenas era posible darse cuenta de quienes estaban
allí. No vi a Engel por ningún lado, pero estaba segura de que llegaría en
algún momento, un demonios no podía perder una oportunidad tan exquisita como
aquella. Seguí a Liam tomada de su mano hasta una de las mesillas cerca del
escenario y pedimos un par de cervezas fuertes.
De pronto Liam me hizo ponerme de
pie y me llevó hasta la parte del bar que no estaba concurrido de personas
charlando animosamente mientras bebían y hacían bromas, ese era el espacio que
las mesas dejaban libre para bailar, y, allí estábamos Liam y yo cuando una
música lenta y suave comenzó a sonar después de aplausos y vítores hacia la banda
que estaba en el escenario.
Mi pareja me rodeó por la cintura
y empezamos a movernos al ritmo de la musiquita empalagosa; el chico acercó sus
labios a mi oído inclinándose un poco y susurró con voz sombría:
—Está aquí.
Bailamos hasta que la canción hubo
terminado y Liam nos llevó de regreso hasta la mesa. Impuse en mí toda la
fuerza de voluntad que tenía para no girar la cabeza en busca de Engel y
comprobar lo que Liam ya me había dicho.
De pronto, el dueño del pub se
apoderó del micrófono y agradeció la asistencia de todos los presentes seguido
de un montón de aplausos pidió a Liam que subiera al escenario. Mi acompañante
me devolvió una sonrisa cómplice y se puso de pie, se acercó a mí y dejó caer
sus labios sobre los míos por una fracción de segundo antes de subir al
escenario.
— ¡Buenas noches Dunkeld y
Birnam! —Gritó Liam con su acostumbrada energía. De nuevo los aplausos y
vítores estallaron en señal de aprobación—A este lugar le falta energía ¡¿No
creen?!
Y los gritos de ¡Sí! Se
amortiguaron con el sonido de la batería.
Yo por mi cuenta bebí la mitad de
la cerveza que había dejado Liam en su jarra y cuando llegó una nueva para mi
empecé a beberla también hasta el fondo, después de un rato y un par de bebidas
más empecé a buscar la puerta trasera abriéndome paso entre la multitud para
tomar un poco de aire. Cuando estaba cerca mi tacón encontró una lata vacía en
el suelo obligándome a perder el equilibrio, tomé el brazo de un chico para
evitar caer, pero éste me empujó, ofendido.
No llegué a caer al suelo porque
una mano me detuvo del brazo a tiempo.
— ¿No crees que ya has bebido
demasiado? —preguntó con voz aterciopelada y seductora, ayudándome a
equilibrarme nuevamente pero mi cuerpo no estaba dispuesto a ceder tan
fácilmente.
—Pero apenas he empezado,
Engel—sonreí abiertamente— ¿Bebes algo conmigo?
—Anne… ya has bebido demasiado, estás ebria. —me
acusó.
—Solo una y ya, no estoy ebria,
me estoy divirtiendo, es San Valentín. Corazones por todos lados, música… ¡Liam
eres el mejor!
—Suficiente, te sacaré de aquí.
Me miró apesadumbrado, se giró
rápidamente hacia una chica guapa vestida con un ceñido y escotado vestido
rojo.
—Ve y piérdete por allí, amor… te
buscaré luego—le musitó aricándole la mejilla.
La chica sonrió abiertamente y
empezó a alejarse, luego Engel se volvió nuevamente hacia mí y sujetó mi brazo
con más fuerza.
— ¡No! Yo no vine contigo. —me
quejé en voz alta haciendo que varios de los presentes se volvieran a mirarnos.
—Suéltame, tú eres aburrido y amargado.
Pero ya me arrastraba hacia la
salida.
Una brisa helada me golpeó de
lleno en el rostro cuando salimos a la calle, aunque había bebido tanto que
sentía mis mejillas arder y el frío era cosa de broma.
— ¿Quién es exactamente ese
payaso con el que vienes? —preguntó irritado señalando con el pulgar hacia el
interior.
—Liam, su nombre es Liam. —Le
corregí intentando librarme de su agarre— Ya te lo había dicho, ayuda a
Juliette en la tienda.
— Y tú aprovechas para salir con
él.
—Sí. Pero no tengo que darte
explicaciones. ¿Qué quieres?
—Que dejes de hacer el ridículo.
— ¿A ti que te importa?
Engel no dijo nada y volvió a
arrastrarme hasta donde estaba aparcado su flamante Lamborghini brillando bajo
la noche.
— ¡Oye tu! ¿Qué crees que haces?
Tanto Engel como yo nos volvimos
al escuchar al enérgico Liam, que se acercaba a nosotros con cara de pocos
amigos.
—Lo que al parecer tú no haces
bien.
— ¿Qué quieres decir?
—Está completamente ebria.
Me incliné sobre el auto apoyando
la cabeza sobre el techo, se sentía muy bien contra mi piel, cerré los ojos y
omití la discusión.
Entonces Liam vino hacia mí.
—Esto está mal, te llevaré a
casa, vamos.
Me colgué de su cuello.
—No… quiero que sigas cantando,
cantas muy bonito…
—Será otra noche. —musitó
abrazándome por la cintura. —Ahora tienes que ir a casa y beber una gran
cantidad de café.
Liam me tomó de la mano y me
encaminó hacia su motocicleta, pero antes de que avanzáramos mucho la mano de
Engel se cerró alrededor de mi muñeca deteniéndonos.
—No piensas subirla allí ¿verdad?
—Dijo burlonamente—está ebria, se matará.
Liam vaciló, pasó la mirada de mí
a Engel y viceversa.
—Se lo que hago. —terció
secamente.
Engel me soltó y se adelantó
poniéndose delante de Liam que lo miró con vehemencia, no parecía dispuesto a
dejarse intimidar por el mismo Diemth, sin embargo conocía muy bien la
expresión en el rostro de Engel, y comprendí que aquello se había salido de las
manos. Pero antes de que pudiera interponerme entre ambos el puño cerrado de
Engel arremetió contra la mandíbula de Liam, el golpe fue tan fuerte que me
soltó evitando que fuera empujado junto con él al suelo.
Engel aprovechó ese momento para
arrastrarme de nuevo hacia el Lamborghini y aprisa me metió en el interior del
auto cerrando la puerta con brusquedad y cinco minutos después Engel conducía
con rapidez por las calles de Dunkeld.
— ¿A dónde vamos?
—A tu casa. —respondió cortante
apretando el volante con ambas manos.
—A casa no—me apresuré a decir,
tuve una sensación de dejavú—Juliette me matará, creo… que tienes razón, bebí
mucho.
Me llevé la mano a la cabeza y
luego abrí la ventanilla para dejar entrar el aire fresco y el auto empezó a
perder velocidad a mitad del camino hasta detenerse en la orilla.
— ¿Tienes un lugar mejor a donde
ir?
Me incliné hacia Engel y sonreí abiertamente,
acaricié con la punta de uno de mis dedos su mejilla.
—Tu casa me gusta mucho, es roja,
¡con flores y árboles!
—Olvídalo.
Me acerqué más, era sencillo
estar con él, aquella noche olía especialmente bien, su perfume era tan
embriagante como todas las cervezas que acababa de beber de golpe. Como un
repentino impulso tomé su mentón con una mano y lo giré, le susurré cerca de
los labios lo perfecto que me parecía y lo mucho que le deseaba antes de
besarlo como si de eso dependiera mi vida; enredé mis dedos entre sus cabellos
sedosos y seguí besándolo con salvajismo, Engel no puso resistencia y me
devolvió el beso con la misma pasión y desesperación, acarició mi trasero a
través de los jeans ajustados.
—Me gusta esto—jadeé cuando me
separé un poco—a ti también… pasión… lujuria… pecado…
Me aparté un poco más y me quité
el abrigo, hacía repentinamente mucho calor allí dentro. Los ojos de Engel
flamearon vívidamente como brazas incandescentes y recorrió lascivamente con su
mirada mi cuerpo. Una sonrisa extasiada le iluminó el rostro.
—Aquí no… —musitó con voz
contenida, como si fuera en contra de su voluntad.
Le acaricié la mejilla y volví a
besarle con lentitud desabrochando el primer botón de su camisa.
—Me encantas cuando estás ebria…
Y me lanzó contra mi asiento,
creí que se lanzaría encima de mí pero sus manos asieron una vez más el volante
con tanta fuerza que parecía que lo desprendería de su lugar, entonces pisó el
acelerador hasta el fondo y el auto salió despedido hacia el camino, la velocidad
aumentó precipitadamente que pronto no se veía nada más a través de la
ventanilla que un borrón gris y negro con una línea naranja en medio.
Casi de inmediato el auto aparcó
con brusquedad a la entrada de la oscura mansión Jackocbsob. Engel abrió la
portezuela y no se molestó en volverla a cerrar, en fracción de segundo abrió
la otra para mí y me sacó entre sus brazos, me subió encima de su torso y me
besó una y otra vez mientras entrábamos en el antiguo edificio que servía de
guarida a los demonios.
Nadie se molestó en encender la
luz. Subió las escaleras conmigo abrazándole, un acto bastante peligroso pero
parecía conocer perfectamente el lugar o que ya tenía práctica en eso, que no
importaba caminar a ciegas conmigo encima de él insistiendo en sus besos y
caricias hasta llegar a la deslumbrante habitación.
Me lanzó sobre el colchón y
empezó a despojarse de su camisa.
— ¡Espera!—farfullé llevándome
una mano a la boca, incorporándome precipitadamente—Creo que voy a vomitar…
Salí disparada hacia el cuarto de
baño y cerré de un portazo, abrí el grifo de lavabo y me miré al espejo, el
reflejo en éste me devolvió una sórdida sonrisa triunfante… estaba dentro y él
no parecía sospechar nada.
Me despeiné el cabello y me eché
agua en el rostro antes de salir tambaleándome. Él estaba sentado con brazos
cruzados sobre uno de los sofás, me tiré sobre la cama nuevamente y me hice
ovillo.
— ¿Estás bien? —preguntó de mala
gana.
Estallé en una carcajada débil.
— ¡No volveré a beber así! Me
duele la cabeza
—Te traeré un café. —dijo entre
dientes.
— ¡No quiero café! —exclamé como
niña caprichosa— ¡No quiero! Yo quiero… ¡Que me leas un cuento!
— ¿Un cuento?
— ¡Sí! Un “había una vez…”
—No lo haré.
—Pero tu tienes mi libro—le
acusé— ¡léemelo! ¡Eriiiiiiiiiis, dile a Engel que nos lea un cuento! ¡Cuento
ahora! ¡CUENTO!
Engel cruzó la habitación y abrió
la puerta de la otra sala contigua, regresó con un desgastado libro en sus
manos, me lo lanzó al regazo con irritación esperanzado de que eso funcionara
para que me callara de una vez.
—Léetelo tú, te traeré un café
aunque no quieras. —pugnó frustrado. —Te estás poniendo insoportable.
— ¡Libro! —grité abrazando el
libro con aire infantil y cuando Engel salió pisando fuerte consideré aquella
batalla ganada.
Un rato después escuché sus pasos
en el rellano, me tiré sobre un costado abrazando con fuerza el libro contra mi
pecho y cerré los ojos fingiendo estar dormida. Fue muy tedioso quedarse en esa
posición tanto rato hasta a través de mis párpados cerrados noté que la luz de
la pieza se apagó y luego de otro lado de la cama el colchón se hundió varios
centímetros, sólo entonces abrí los ojos en la penumbra y esperé allí hasta que
al menos hubieran pasado un par de horas antes de atrever a moverme y ponerme
de pie dando vueltas en la habitación; Engel yacía profundamente dormido al
otro extremo de la cama que ni siquiera se percató de nada, me senté en un sofá
y me abracé las rodillas, lo dejaría dormir por un rato más antes de molestarlo
nuevamente.
A las cinco y media, según mi
teléfono celular, me acerqué a él y lo moví para que despertara.
—Engel… me tengo que ir.
— ¿Hummm?
—Juliette me va a matar…
—Cállate, tengo sueño…
—Bueno, me voy entonces.
—No olvides cerrar la puerta…
Me encogí de hombros y salí
sigilosamente de allí haciendo el menor ruido posible, cerré la puerta con la
misma determinación. Bajé las escaleras apresuradamente con los tacones en una
mano y el libro aferrado en la otra, pasé el vestíbulo como un rayo hasta
llegar a la puerta principal que seguía abierta desde la noche anterior, miré
de soslayo la fuente a un lado, maldiciendo a los demonios en mi fuero interno
bajé las escalerillas del porche, estar allí me provocaba una desagradable
sensación de escalofríos. Saqué del auto mi abrigo, aunque era una mañana fría
sentí que no contaba con el tiempo suficiente para detenerme. Corrí a través
del suntuoso jardín como si algo feroz y temible me persiguiera a toda prisa,
corrí tan rápido porque detestaba esa sensación de opresión que me provocaba
estar dentro de la mansión Jackocbsob con su tétrica decoración como mirándome
sin moverse, expectante… pero conscientes de cada uno de mis movimientos. Sólo
cuando crucé la verja de hierro y desaparecí de allí me sentí completamente a
salvo.
Aparecí con un estrépito dentro
de mi propia habitación, trié el abrigo y los tacones al suelo antes de bajar
las escaleras con el libro aún aferrado en mi mano. En la salita, para mi
sorpresa estaba Juliette dormida en un sofá y en otro Liam.
—Lo tengo—dije despertándolos a
ambos, excitada de adrenalina. —Lo conseguí.
Juliette se desperezó y de pronto
su expresión atontada cambió drásticamente a una máscara severa de enojo.
— ¡¿Dónde estabas?! ¿Cómo se te
ha ocurrido semejante barbaridad, Annette Crawforth?
—Querías que consiguiera el
Azadeth Scriptus a como diera lugar, metiéndome en la boca del lobo—exclamé en
mi defensa y lancé el libro sobre la superficie de la mesilla de centro—pues
ahí lo tienes.
Los tres contemplamos alucinados
la cubierta de colores pastel y dibujos infantiles del libro que reposaba como
una reliquia en la superficie de la mesa de cristal.