Sus palabras monótonas parecían ecos en mi cabeza y la
expresión de sus ojos me hizo sentir un dolor inexplicable; casi tuve la
necesidad de salir corriendo y dejarlo solo, entendí, que en aquellos momentos
no era mas que una intrusa en su vida, me tomó fuertemente de la manga de mi
chaqueta, adivinando lo que yo quería hacer; me sonrió, aunque aún permanecía
una tristeza tortuosa dentro de su alma, reflejándose en sus ojos como el agua
clara de un lago.
Después
no sucedió demasiado. Ya no tuve valor de dirigirle la palabra, de hacer mas
preguntas sobre su vida, temí que si volvía a abrir la boca, de mis labios no
salieran mas que estupideces que pudieran dañarlo mas de lo que ya estaba,
trabajamos solo en silencio hablando únicamente cuando la situación lo
requería, intercambiando algún comentario trivial sobre química y nada mas.
Pienso que después de haber visto la fotografía de su hermana -a la cual
demostraba haber amado por sobre todas las cosas- entendí mas de él de lo que
antes entendía y encontré desde las excusas mas lógicas hasta las mas tontas
acerca de su comportamiento extraño.
Desde que
lo conocí lo he visto de tantas formas, pero nuca lo vi como alguien capaz de
sentir algo que no fuera más que orgullo por si mismo, creía en él como alguien
cuya vida era perfecta, y estaba completamente arreglada, sin problemas de por
medio y que todo, absolutamente todo estaba bien por cualquier ángulo donde se
le mirase. Es extraño como de un momento a otro, la forma en como vez a las
personas cambia radicalmente, confundiendo tus ideas y opacando tus opiniones;
desde esa mañana todo el inmenso odio que hice crecer hacia Engel Jackocbsob se
desvaneció con lentitud.
De nuevo,
Engel volvió a comportarse de manera diplomática y mostró buena educación
conmigo, incluso se ofreció a llevarme a casa cuando terminamos todo lo que
teníamos que hacer y yo accedí, aunque poco gustosa, no tenía otra alternativa,
no llevaba mi auto y era muy probable que Juliette no encontrara el camino,
además tenía ya una necesidad urgente de salir de esa casa, no me gustaba mucho
y no quería quedarme allí mas tiempo.
Cuando
salimos de la mansión llovía, normalmente me gustaba la lluvia y el clima
tormentoso que le acompañaba, me relajaba, pero hoy lo sentía deprimente.
Él
condujo con rapidez a través del camino de árboles perfectos, mas de la que
había utilizado cuando llegamos, se mostraba tenso y esa pequeña arruga en su
sien le hacía dar un aire de preocupación, pero desapareció inmediatamente
cuando tomó la carretera hacia Dunkeld y yo también me sentí relajada, por fin
pude soltar el aire que contenían mis pulmones y me relajé sobre el asiento.
Me
dediqué a mirar el panorama oscurecido por los vidrios tintados del
Lamborghini, tratando de pensar poco sobre mi raro compañero. Engel iba
concentrado en la carretera y su semblante hostil me hacía sentir mas culpable
de lo que ya estaba. Empecé a contar las gotitas de agua que resbalaban por el
vidrio y después las vi jugar carreras en su caída libre por la ventana.
— Has
estado demasiado seria—dijo de pronto
Sentí sus
malditos ojos clavados en mí pese a que iba conduciendo. Me giré y le hice
frente arqueando una ceja.
—No es
cierto—mascullé apenas separando mis labios.
— Ni
siquiera me has vuelto a insultar, no estoy diciendo que me guste que lo hagas
pero sería mejor que dieras señales de vida.
Tragué
saliva; la comunicación no era su fuerte o era yo tan tonta como para no seguir
su conversación.
—Así es
mi forma de ser
—Te he…
observado, no te comportas así con tus amigos.
Genial,
ahora me vigila.
—Tú y yo
no somos amigos—repliqué de la forma mas suave que pude—tu mismo lo has dicho y
te has encargado de eso, si tu… si tu fueras diferente conmigo, quizás yo
también lo sería.
Apretó
los labios hasta que juntos formaban una severa línea recta, ya no dijo nada.
En el fondo él sabía que su forma de comportarse era extraña, porque realmente
lo era.
Aparcó
frente a la entrada de mi casa, aún no había llegado mi tía así que estaría
sola por un buen rato, busqué la forma de abrir la puerta. No la encontré. Me
volví y le miré de forma suplicante, pero la puerta no se abrió. Engel tenía la
vista perdida, y usaba el método de las respuestas imaginarias en el cristal,
igual que Juliette. ¿Qué le pasaba al mundo hoy?
— Si
fuera diferente. —dijo en voz baja, inconsciente.
No
hablaba conmigo, más bien parecía hacerlo consigo. Alzó de nuevo la voz
— Es
imposible.
Exasperada,
por el hecho de estar encerrada en ese pequeño espacio oscuro con él me aclaré
la garganta para hacer que mi voz pareciera firme y decidida. No lo logré
demasiado, solo fue un hilo ahogado y desesperado.
—Claro
que no, para ti debe ser demasiado fácil
Me miró
interrogante, sin comprender
— Si,
cambias de un instante a otro—continué— primero eres serio y amargado, pero
después parece como si olvidaras que tienes que ser así y eres otro.
Frunció
el ceño lentamente mientras me escuchaba con atención. Abrió la boca para decir
algo cuando concluí, pero la volvió a cerrar.
—No sabes
lo que dices—expresó después—mejor vete antes de que me arrepienta.
Noté un
amago de frustración en su voz. Estaba molesto.
La puerta
se abrió, bajé del auto torpemente y cuando estaba segura en la acera sin
correr el riesgo de que por venganza o por uno de sus ataques bipolares de
locura me arrollara, lancé una última mirada al interior, donde estaba él,
aferrando el volante con ambas manos y mirando en otra dirección.
Entré en
la casa y tiré mis cosas en el sofá, estaba exhausta, más de lo que debería
estarlo. Me dejé caer en el mullido sillón, cerré los ojos tratando de aclarar
mis ideas y remitir un dolor de cabeza, los abrí después de diez minutos cuando
escuché el Lamborghini marcharse.
Suspiré y
me levanté apesadumbrada. Fui directo a la cocina a preparar algo de comer, mis
artes culinarias no eran algo envidiable, pero al menos estaba segura de que si
moría en mi propia casa no moriría de hambre; en casa era Juliette la dueña de
la cocina, yo específicamente ayudaba en otras labores del hogar, solo éramos
ella y yo -algo se suponía que tenía que hacer- pero si no queríamos vivir a
base de emparedados no había que confiar en Anne a la hora de la comida. Saqué
pan de caja de la alacena y un tarro de chocolate para untar, preparé mi
especialidad y luego regresé de nuevo a la sala y encendí el televisor, no
entendía porque estaba el canal infantil de la BBC.
“Porque
tu eres tan infantil que aun disfrutas de dibujitos animados”
Gruñí,
maldita conciencia entrometida; era una pregunta retórica, no necesitaba ser contestada
de esa forma.
En ese
momento transmitían una antigua película infantil de Disney: La Bella
Durmiente. Recuerdo que ese era mi cuento favorito de niña, a mi abuelo le
gustaba mucho contarme cuentos de hadas e historias magníficas propias de su imaginación,
diciéndome que algún día cuando fuera mayor encontraría a mi príncipe azul y
viviríamos felices por siempre. Pero era una niña y tenía que creer en eso
imaginándome a mí con el príncipe más guapo y gallardo que llegaría a
Dunkeld desde unas tierras lejanas, montado en un hermoso blanco corcel…
“O en un
Lamborghini Murciélago negro”
Me golpeé
la cabeza con la palma de mi mano varias veces. Molesta.
—Deja-de-meterte-donde-no-te-llaman-conciencia-estúpida.
La viva
imagen de Engel vino a mi cabeza rápidamente. El chico mas guapo y gallardo
que llega a Dunkeld desde unas tierras lejanas (Rumania) montado en un hermoso
auto negro… Era una idea loca, un cuento de hadas futurista. Me estaba
obsesionando a sobremanera y eso no era buen presagio.
No
quiero. No quiero. No quiero.
Ya
empezaba a comportarme como las chicas bobas que querían hacer todo lo posible
por llamar su atención y yo no era así, no quería ser así. Solo podía obtener
de él miradas frías, gestos sobrios y palabras duras.
“Vete
antes de que me arrepienta”… dijo por última vez.
¿Arrepentirse? Olvidé la película instantáneamente y todo lo demás,
preguntándome de que tenía que arrepentirse Engel Jackocbsob y me involucraba a
mí. Nunca antes había tenido tantas dudas sobre una persona, él era un ser tan
enigmático y misterioso que me hacía querer saber más, a pesar de que mis
descubrimientos siempre me hacían querer retroceder. Estaba segura de que había
muchos secretos sobre él, secretos que yo tenía que averiguar antes de intentar
avanzar un paso más.
Pero con
Engel Jackocbsob no se podía avanzar aunque se corriera más rápido que una
libre, era demasiado testarudo y el domingo entero no había servido para calmar
su humor de perro, lo único que el tiempo logró fue intensificar más su odio
hacia mí. Se dispuso a molestarme de todas las formas posibles que encontró. Me
taladraba con su mirada gélida desde donde se encontraba y me lo topé más a
menudo que otro día cualquiera cuando iba hacia mis otras clases, en el
almuerzo se sentó en una mesa que estaba frente a la mía, un lugar estratégico
si querías estar cerca de la calefacción o no perderme de vista, nunca lo vi
apartar su mirada para concentrarse en la gran cantidad de comida que llenaba
su mesa. En la clase de química solo me entregó una copia de nuestro trabajo,
rompió un matraz accidentalmente y accidentalmente también me hizo una cortada
en la mano izquierda cuando recogía los restos de vidrio. Tropecé con su
mochila que mágicamente apareció en mi camino cuando iba a salir y casi me arrolla
en el aparcamiento cuando Travis y yo nos dirigíamos a mi auto. Entre los
gruñidos de un Travis molesto, los golpes acelerados de mi corazón y las
miradas curiosas del resto del alumnado, solo pude ver como Valerie lo golpeaba
y le gritaba después del incidente.
Al día
siguiente sucedió casi lo mismo, y al siguiente… esa semana había adquirido muy
mala suerte la cual venía incluida con Engel en el camino, donde él estaba solo
podía significar problemas seguros.
El jueves
por la mañana tuve libre la clase de Física, el profesor Davis había pescado un
resfriado y a nosotros su desafortunada salud nos venía bien, no eran los
pensamientos mas correctos pero era un profesor de Física, no era para menos
que no esperara arreglos florales y tarjetas de “mejórate pronto.”
Andrew y
yo teníamos toda una hora para soportarnos mutuamente, pero no era malo después
de todo, había ocasiones en las que podía llegar a ser divertido estar con él,
podía ser amable si se lo proponía, además, esta semana se había comportado,
era él quien me ayudaba a lanzarle miradas asesinas a Jackocbsob cada vez que
lo pillábamos demasiado cerca.
—Y bien…
¿Qué quieres hacer? —le pregunté.
Caminábamos
despreocupados por el pasillo. Se mordió el labio y su piel tomó un ligero
color rojo.
—Anne, no
puedo, aprovecharé para ir a la biblioteca a terminar mis deberes de Cálculo.
¿Estarás bien si te dejo sola?
Fruncí el
ceño. No era una niña pequeña, yo no necesitaba que cuidaran de mí a todas
horas, pero no reproché su comentario puesto que sabía que no había malas
intenciones ni ninguna clase de burla, de hecho le agradecía todo lo que hacía
y que se preocupara por mi vida, pero era un poco extremista, nadie muere en
una escuela durante una hora libre.
—Por
supuesto, no te preocupes. Jackocbsob tiene clases, así que estaré bien.
No me
dejó decir nada mas, ni el agregó algún insulto gracioso; salió casi corriendo
en dirección a la biblioteca, solo escuché sus pasos resonando entre el pasillo
y en un minuto me encontraba ahí, completamente sola, la soledad no resultaba
mala ni caótica para mi, disfrutaba de ella en lugar de sufrirla; había
tranquilidad y eso me gustaba; busqué una salida hacia los jardines, empecé a
acelerar el paso, aunque no tuviera ninguna prisa de llegar a algún lado, pero
de pronto tuve la sensación de estar siendo observada desde algún rincón
estrecho por unos maniacos ojos brillantes y rojos, detestaba mis paranoias, no
eran nada agradables y combinadas con mi imaginación podía recrearlas
perfectamente. Mientras caminaba aprisa, sin previo aviso caí limpiamente al
suelo tropezando con una cinta de mi zapatillas de deporte, maldije por lo bajo
y miré a mi alrededor, esperaba ver a Engel escondido entre algún arbusto o uno
de los muros, pero no estaba.
Me
levanté y sacudí el polvo de mi ropa; aseguré mis traviesas agujetas con un
nudo doble y regresé con sumo cuidado por donde había venido; me dirigí al aseo
de las chicas, estaba vacío por supuesto y me alegré por eso, cuando me miré en
el espejo tenía un aspecto terrible y no estaba segura que la chica que se
encontraba del otro lado era yo. Mi cabello estaba desgreñado con un par de
hojitas secas y tenía tierra hasta en las mejillas. Me lavé las manos y me
limpié la cara; estaba cansada, furiosa y solo quería alejarme de allí, porque
ya no lo soportaba mas. Sin darme cuenta una lágrima resbaló por una de mis
mejillas, no entendía que me estaba pasando, yo no era así, solía ser demasiado
fuerte y ahora me derrumbaba por algo que no sabía exactamente que era.
Escuché
voces que se acercaban en esta misma dirección, se alejaron de nuevo, pero el
crujido de la puerta al ser empujada me previno y de inmediato me limpié los
rastros de lágrimas y fingí que me volvía a lavar las manos; la puerta se abrió
y por medio del espejo pude ver a la chica más hermosa del colegio, caminando
despreocupa y elegantemente hacia el lavabo; su rostro parecía severo e
inescrutable; Valerie Jackocbsob me miró y sus labios se torcieron en una
sonrisa que mostraba su perfecta dentadura blanca. Me estremecí y me dediqué a
no mirarla.
Cerré el
grifo para detener la caída del agua y secarme las manos.
—Así que
tú eres la chica Crawforth. Por fin nos conocemos de cerca
Cuidó
cada una de sus palabras. Su voz era escalofriante y hermosa como una luctuosa
canción de violín. La Valerie de mis pesadillas.
Asentí
torpemente mientras mi intuición me decía que era hora de salir de allí. Me di
la vuelta hacia la puerta, tiré de ella y no se abrió.
— Oh, ¿no
me digas que estamos encerradas? —Preguntó haciendo una sobreactuación
dramática y preocupada— Es terrible.
—Ya lo
creo…
Suspiré.
Seguí luchando con la puerta, no me gustaba nada estar con la hermana de mi enemigo,
ella me inspiraba mas miedo que él.
El ligero
peso de su mano se dejó caer sobre mi hombro con delicadeza me hizo girar,
encararla. La chica era mas alta que yo, levanté mi cabeza para poder mirarla a
los ojos, inexpresivos, una mirada vacía y gris. A pesar de ser similares a los
de él, en el fondo no tenían comparación alguna, algo extraño que yo ignoraba, la
hacía completamente diferente a Engel.
—Annie…
Annie… —Me acarició el rostro con la punta de su uña afilada— Te voy a pedir,
como amigas que no somos… que dejes en paz a mi hermanito.
Pese al
miedo inexplicable que le tenía a esa chica tuve la desfachatez de reírme en su
cara. Me pedía que dejara en paz a Engel, he ahí el chiste del siglo.
—No crees
que debería ser él quien me deje en paz a mí— aparté con fuerza su mano de mi
rostro y la fulminé con la mirada— Mejor mira bien a tu alrededor.
La
sonrisa desdeñosa se borró de su rostro.
— No me
hables de esa manera, no sabes con quien estas tratando, niña. —Dijo entre
dientes.
Tenía la
mandíbula tensa como si quisiera agregar algo mas pero se forzaba a si misma a
quedarse callada. Nos miramos unos instantes más. Se acercó y me apartó de su
camino con un empujón.
Intentó
abrir la puerta pero no lo logró. La golpeó y se cruzó de brazos al mismo
tiempo que se recargaba sobre la pared. Me quedé en el otro extremo poniendo mi
atención en las líneas del suelo, mirarla era como ver algo prohibido y le
tenía mas miedo del que podía creer. Estuve a punto de empezar a gritar Auxilio
sin embargo era orgullosa y no me comportaría como una cobarde.
De pronto
una fuerza invisible me golpeó el pecho y oprimió mis pulmones, exhalé aire y
escuché mi propio grito ahogado; instintivamente me llevé una mano hacia el
origen del dolor y la presioné contra mi cuerpo, cerré los ojos con fuerza y
unas lágrimas desbordaron desesperadas, los volví a abrir y miré en dirección a
Valerie, su silueta borrosa se dibuja frente al espejo blandiendo su melena
larga y oscura con lujo, no se había dado cuenta o fingía no haber notado nada.
El extraño dolor crecía en mi interior rápidamente, empezó a faltarme el aire y
dentro de mí sentía el calor de llamas imaginarias quemándome. Cerré de nuevo
los ojos tratando en vano remitir el dolor. Me fui encogiendo hasta que caí de
rodillas en el suelo.
— ¿Qué
pasa? ¿Ya te vas a morir? —Preguntó con sorna la voz de Valerie— levántate y
deja de estar jugando… eso no nos va a sacar de aquí.
Parecía
frustrada.
El dolor
se intensificaba al igual que sus risas burlonas.
— No… p…
pue… puedo… re… spi…rar— jadeé con el poco aire que me quedaba.
No
entendía que pasaba. Grité cuando el calor insoportable del fuego llegó a mi
corazón, mis brazos se aferraron a mi cuerpo, me mantuve consciente todo el
tiempo a pesar de que solo quería caer en un vacío y dejar de sentir esto. Los
latidos de mi corazón iban desde muy rápidos hasta lentos…
Escuché
el ruido de la puerta golpear contra la pared bruscamente y un aire helado
entró flotando. Unos brazos fuertes me envolvieron y la calidez de su cuerpo se
sintió bien y si mi cabeza no hubiera estado aturdida le habría devuelto el
abrazo desesperada. Inhalé bocanadas de aire mientras la fuerza invisible que
me oprimía los pulmones se debilitaba y las llamas incandescentes se extinguían
poco a poco.
—
Crawforth… ¿me escuchas? ¿Estás bien? —murmuraba una suave voz.
Se
escuchaba temerosa y preocupada que no fui capaz de reconocerla al instante;
abrí un poco los ojos y me encontré con los suyos grises, su rostro perfecto
con ceño fruncido y la mandíbula apretada, era Engel.
Me
mantenía protegida contra su pecho y pasaba sus delgados dedos una y otra vez
en mi frente, su mano buscó la mía y la encontró a fin de la inconsciencia,
ahí, en mi pecho; entrelacé mis dedos con los suyos, no quería que se fuera,
pero no escuchaba mis peticiones ser pronunciadas. “No te vayas” intentaba
decirle, pero no lo hacía. Correspondió a mi acto y con su tacto me transmitió
calidez y tranquilidad. Todo estaba bien. Lo supe.
—Dime
algo— decía una y otra vez.
—Arrogante
Lombriz Rumana— dije débilmente y noté que mis labios se curveaban hacia
arriba.
Soltó una
risilla y negó con la cabeza tratando de contener también una sonrisa, solo
logró hacer un gesto extraño. Entre risas volví a cerrar los ojos, verlo a él a
tan cerca distancia me ponía peor.
—Creo que
debo llevarte a la enfermería
Su voz
era decidida, lo haría. Soltó mi mano y mi cuerpo dejó de tocar el suelo
elevándose en el aire con la ayuda de sus brazos, me cargaba con facilidad
soportando todo mi peso como si se tratase de una hoja de papel, ligera…
volátil.
—No… a la
enfermería no… —mascullé atolondrada. Abrí un poco los ojos y vi solo su
semblante serio con la mirada al frente, diligente como perro lazarillo. — Te
voy a odiar más… si haces eso…
Cuando
escuchó mi voz bajó la mirada, torció el gesto y me sonrió indulgentemente.
— ¿Se
puede mas todavía?
—Si… se
puede—le reté. No estaba en mis intenciones pero si en mis instintos
descompuestos— por favor… no lo hagas, estoy bien… bájame ya.
Me ignoró
y siguió andando; no estaba con fuerzas ni ánimos de empezar una nueva
discusión y reñirle en lugar de agradecerle su ayuda, cerré de nuevo los ojos y
suspiré recuperando el aire.
No sentía
sus andares ni escuchaba sus pasos, quería que me bajara ahí porque me sentía
ridícula e infantil y no quería que alguien nos viera por casualidad, pero si
le decía que me bajara no lo haría, siempre iba contra todo lo que yo quería,
ni siquiera el chantaje funcionaba y me preguntaba si en caso de que le dijera
que no me bajara lo haría, pero podría darse cuenta de mi nuevo plan y no
funcionaría porque el sabría que lo hacía con intención, pero tampoco quería ir
a la enfermería, odiaba los hospitales y todo lo que se le relacionara, tampoco
quería que mis amigos se dieran cuanta de lo que pasó y pidieran alguna
explicación, primero porque no la tenía y segundo porque odiaba que se
preocuparan por mi.
Iba a
ejecutar mi plan B cuando sentí el aire frío invernal golpearme el
rostro y minutos después estaba recostada sobre el asiento trasero del Beetle.
Dejé caer el antebrazo derecho sobre mi frente, intentaba dejar de pensar en lo
que acaba de suceder, pero a veces, no me resultaba fácil olvidar ciertas
cosas, sobre todo esas en las que había algo misterioso de por medio (y mas si
había un miembro de la familia Jackocbsob incluido); un olor extraño que
inundaba el interior del auto lo hacía mas difícil aún, me mareaba más y me quemaba
la garganta.
Arrugué
la nariz ante la desagradable sensación.
—Huele a
azufre—dije con voz ronca.
Escuché
una corta carcajada por parte de Engel y al instante abrió las ventanillas de
coche.
—Oh, es
el aromatizante favorito de Valerie, a mi me da olor a flores marchitas y
huevos podridos.
—Tiene
muy malos gustos.
—Ya lo
creo, pero solo es cuestión de acostumbrarse.
Esperaba
que agregara algo más, pero no lo hizo y yo tampoco tenía deseos de abrir la
boca. Guardamos silencio que pronto llegó a ser sustituido por la aguda música
de un violín que me ayudó a relajarme, cuando el mareo y todos los malestares
se fueron casi por completo abrí los ojos y me incorporé sobre el asiento, el
estaba sentado en el asiento del piloto, lo vi mover su cabeza con suavidad de
un lado a otro como si fuera capaz de sentir la música, como si él fuera la
música. Lo observé, era imposible no hacerlo, lucía tierno y maravilloso, mis
labios quisieron contener una sonrisa pero no logré que se quedaran quietos. Se
detuvo cuando la música lo hizo y se asomó desde el asiento delantero, me
sonrió cálidamente unos segundos y bajó el volumen de la música; tuve que
desviar la vista hacia fuera antes de que me diera taquicardia y después un
paro cardiaco; había tenido suficiente por hoy.
De un
momento a otro ya no parecía el malo del cuento, se había convertido en el
príncipe héroe del día –por ahora-, era como un dulce ángel aunque seguía
manteniendo su aspecto frío, pero podría serle natural, algo propio de él. No
podía imaginarlo de otra manera, sería como si perdiese su toque especial.
Eché un
vistazo alrededor, evitando
verle, pero cuando ya había posado mí vista tres veces en cada uno de los
detalles mas importantes del auto ya no podía evitarlo; lo miré, y esbocé una
sonrisa forzada, tenía una expresión como si algo en la situación le pareciera
divertido pero a la vez alarmante, no indagué en eso, era innecesario.
— ¿Me puedo ir ya?
Su sonrisa se fue desvaneciendo con lentitud y sus
ojos se mantenían fijamente en mí, no me respondió, odiaba que me ignorara de
esa manera, me armé de valor y le sostuve la mirada con obstinación.
— ¿Por qué siempre estás a la defensiva? —Preguntó
seriamente sin apartar sus ojos de los míos, o se rendía él o me rendía yo. —
Tampoco soy tan inhumano como para sacarte la cabeza sin razones o partirte el
cuello y beber tu sangre como el zumo más exquisito de la vida.
Me estremecí, casi me parecieron sádicas sus
palabras, no realmente por lo que había dicho, si no por la forma en que lo
dijo.
Volvió a sonreír socarronamente. Creí que se burlaba
de mí…otra vez.
—No estoy a la defensiva—refuté a regañadientes— ¿Ya
me puedo ir?
Se levantó de su asiento y cuando me di cuenta ya lo
tenía sentado a mi lado, colocó mis piernas sobre su regazo, las bajé
frunciéndole el ceño y las volvió a subir.
— ¿Te hizo algo Valerie? —fue directo al grano.
Negué con la cabeza.
— ¿Estas segura? ¿Discutió contigo? ¿La retaste?
Volví a negar. La verdad no estaba segura.
—Solo nos encontramos por casualidad— mentí.
Hizo una mueca, desconforme con mi respuesta, se
quedó callado mirándome de nuevo a los ojos, examinaba detenidamente mi rostro,
sus claros ojos grises se mantuvieron clavados en los míos como si buscara algo
en su interior, pero su rostro reflejaba fijamente la desesperanza de no poder
encontrar aquello que añoraba.
— ¿sucede algo? —inquirí curiosa
Tampoco podía dejar de verle, no quería.
Bajó la mirada al mismo tiempo que negaba con la
cabeza, todo en él se perdió, su presencia, calidez, dulzura y frialdad;
suspiró abatido pero de la nada, sin razones aparentes sonrió triunfante y de
nuevo su gesto fugaz y radiante se fue. Estaba más confundida que nunca, puse
toda mi atención en él, llena de curiosidades y preguntas sin respuestas.
—Deja de verme de esa manera—me reprochó molesto.
—No te miro de ninguna manera—le respondí apenada.
Sentí como la sangre subía a mis mejillas, me había
sonrojado; si lo estaba viendo, estudiando minuciosamente su rostro y
perdiéndome en su mirada penetrante, es que todo en Engel era tan digno,
embriagante, interesante, un matiz de todo lo bueno y lo malo: perfecto. Él
debía estar conciente de que su aspecto era algo digno de admirarse y tampoco
era secreto lo mucho que le agradaba que lo vieran, lo había pillado
regodeándose por la explanada mientras se dirigía a sus clases.
Seguí con la mirada fija en mi regazo, sus palabras
me habían hecho sentir algo extraño, tal vez era vergüenza y ahora no me
atrevía a levantar la mirada y encararlo.
Tocó mis manos con las puntas de sus dedos,
describiendo figuras deformes, las tomó envolviéndolas con las suyas en un
capullo, pasó de nuevo su calor a mi cuerpo; descargas eléctricas recorrieron
mis brazos y transitaron el camino hasta llegar a mi pecho, sentí como si
pequeñas agujas se pincharan por dentro y poco a poco el ligero dolor fue
sustituido por una calida sensación de alivio; suspiré ahora me sentía
demasiado bien, fresca y radiante, pero no entendía que había hecho, todo dolor
remitió por la nada, simplemente así.
— ¿Como... como lo has... hecho? —Le pregunté
titubeando— ¿que... eres?
Las palabras no sonaban ser las adecuadas, pero a
este punto mis sentidos ya estaban alerta y cualquier cosa rara me hacía
poner los nervios de punta.
Soltó mis manos como si hubiesen quemado las suyas.
— ¿Que soy? —Preguntó con enfado arqueando una ceja—
¿tengo cara de fenómeno o algo por el estilo...?
Volví a
sentirme apenada y bajé la vista de inmediato, sumisa y temerosa, me estaba
ganando que se volviera inhumano y me sacara la cabeza. Luchaba conmigo misma
para no verlo, luchaba para alejarme de él. Sus dedos, ahora tan fríos como
témpanos de hielo tomaron mi barbilla con firmeza y alzó mi cabeza para que lo
viera, ocultó todo enojo con una nueva sonrisa perfecta y cerrando sus ojos; mi
cuerpo temblaba por el nerviosismo y mi corazón golpeaba dentro, fiero y
desbocado. Se acercó con lentitud hacia delante inclinando unos milímetros su
cabeza y se detuvo a un palmo de mi rostro abriendo sus ojos de golpe.
—Solo soy Engel Jackocbsob... simplemente eso...
—murmuró suave y seductoramente con voz aterciopelada.
Acarició mi mejilla y los vellos de mis brazos se
erizaron. Ahora si pretendía matarme de la forma mas cruel que se le pudo haber
ocurrido.
—Cra… Anne— se corrigió automáticamente— ¿Quieres
que empecemos de nuevo y olvidar todo lo que ha sucedido antes?
Pronunció mi nombre, que salido de sus labios con
esa voz atractiva se convertía en el nombre mas bello del mundo; así pudiera
llamarme Caca y seguiría sonando hermoso.
Podía percibir su delicioso aroma, su aliento suave
y elocuente me golpeaba profundamente, era su embriagante perfume lo que me
volvía loca; lo tenía muy cerca y entonces imaginé que rompía el pequeño
espacio que quedaba entre nosotros y mis labios tocaban los suyos perfectos,
irrumpiendo plácidamente en su boca… un beso…
Sus delgados y finos dedos aún pasaban por mi rostro
dejando una sensación extraña marcada en el camino que recorría mis mejillas
las cuales sentía que ardían en aquel preciso instante, su mirada incierta, su
perfección y hermosura a tan corta distancia, a nada de mi alcance me estaban
enloqueciendo y mi concentración se perdía entre una nubosidad de nerviosismo,
cerré los ojos dispuesta a hacer lo que en mi cabeza aun se tornaba de colores
pastel...
—“No hagas nada, contrólate”— me dijo la voz entrometida de mi
conciencia.
Tragué saliva y mordí mis labios; alcé una mano
temblorosa hacia enfrente tocando su pecho firme, un calor ardiente emanaba de
él; lo empujé hacia atrás sin intentar parecer dura o frívola.
—Si… lo que tu digas, siempre y cuando me prometas…
cuidar tu bipolaridad.
Se pasó una mano con desesperación por el cabello,
desordenándolo atractivamente, me dejó retirar mis piernas de su regazo y salió
de ahí; rodeó el auto para abrirme la puerta de lado del copiloto, hizo el
asiento hacia delante y me dejó el camino libre para salir.
—Será mejor que regresemos.
Me entregó la mochila y regresamos al interior del
instituto; la barrera ya había sido derribada y aunque corría el riesgo que se
volviera a alzar imponente, en este momento, ese suceso parecía lejano.
Los días posteriores Engel mantuvo su promesa, nada
de evasivas, pactos rotos ni exagerados cambios de humor; era muy lindo para
ser cierto. Ya no nos resultaba difícil compartir el mismo espacio y tiempo,
hablábamos entre las clases, me pasaba apuntes de historia y me explicaba en
química cuando no entendía algo –era el mejor en historia, química… en todo-,
tratarlo como a un amigo no era tan malo, aunque no estaba segura si ya éramos
amigos; teníamos más cosas en común de las que pude imaginar, aunque hablábamos
poco y de simples trivialidades llegábamos a coincidir casi siempre;
ironizábamos y debatíamos, era sorprendente como podíamos hacer del chocolate
un tema de debate mundial. Estaba empezando a acostumbrarme a él, a su
presencia más que nada, pues resultaba muy difícil acostumbrase a tener a
alguien como él cerca tanto tiempo, a lo único que no me había
logrado acostumbrar aún era a esas sonrisas seductoras y estremecedoras que me
lanzaba cuando era yo quien iba ganando en determinada pelea, era un tramposo;
seguía teniendo ese aspecto perfecto y misterioso que lamentablemente me
fascinaba cada vez mas, a un punto desesperantemente prohibido. Había empezado a alejarse de
Rachel y sus amistades de alta categoría, se sentaba solo, apartado del resto
de los estudiantes, era algo triste verle tan abandonado, pero se negaba a
hacer más amigos; Drew pensaba que no debía sentir lástima por una
persona como él, pero Drew era un idiota gruñón otra vez. Solo a él le
molestaba que me acercara a Engel, ni Travis ni Kat ponían objeciones.
Octubre ya casi llegaba a su fin y el alboroto se
cernía en el colegio, había carteles negros, naranjas y morados colgados en las
paredes con los anuncios de la que prometía ser la mejor fiesta de Halloween en
la historia, las chicas no paraban de hablar en los baños sobre parejas,
disfraces, maquillaje, inventando planes tontos para atrapar a quien les
gustaba y que terminara invitándolas, incluso llegaban a mencionar hechizos y
pociones mágicas para lograrlo –la cosa mas ridícula que se podía escuchar-.
Engel era, por su puesto quien encabezaba la lista de los mas deseados, el pez
gordo… el premio mayor, mi lado malvado pensaba que se lo merecía por ser
perfecto y una arrogante lombriz rumana.
Mientras tanto entre los chicos el ánimo y cotilleo
era menor, solo se limitaban a observar desde lejos a su presa y la abordaban
cuando se encontraba sola por ahí y si eso no sucedía, la citaban en privado
mediante una nota anónima en su locker; muchos intentaron con Valerie
Jackocbsob, pero fueron rechazados cruel y humillantemente, ella lo disfrutaba
al máximo. Había verdadero entusiasmo. No era para menos, la gran anfitriona de
la fiesta era Valerie, ella había ofrecido su casa monstruosa como sede de la
fiesta, no estaba segura de si otros mas conocían la mansión de los Jackocbsob
además de mi, pero coincidía que sería fenomenal tener el castillo gótico como
escenario, especial para una noche con la que se acercaba y no la misma
aburrida fiesta de cada año en el gimnasio de la escuela. Todos querían ir, yo
no estaba muy segura de querer, no tenía pareja y nadie me lo pediría, estaba
segura, así era cada año, en cada baile, en cada fiesta, pero no importaba
demasiado, puesto que Travis, Drew, Kat y yo íbamos juntos, aunque no como
parejas. No me llamaba la atención bailar, así que no importaba demasiado.
El fin de
semana antes de la fiesta mis amigos y yo planeamos una salida a Blairgowrie
para el sábado, pensábamos comprar nuestros disfraces y pasar todo el día
juntos.
—Anne,
Engel quiere hablar contigo—me dijo discretamente Kat ese día que nos
encontrábamos en la cafetería.
Cerré los
ojos y suspiré mientras mi cuerpo quería hacerme una mala jugada y reaccionar
de la forma equivocada, iba a voltear al instante pero contuve el impulso de
hacerlo, no tenía que enterarse de lo mucho que me entusiasmaba hablar con él.
— ¿Está
mirando fijamente mi espalda y tiene cara de perro rabioso? —le pregunté a mi
amiga arqueando una ceja.
Ella alzó
un poco la vista.
—Si…
aunque no creo que parezca un perro, mas bien parece un…
—Si ya
entendimos, Katherine—la cortó Drew— ¿Por qué no vas a ver que quiere tu
amiguito? Es imposible comer cuando ese tipo nos observa.
—
¿Quieren que le lance puré de patatas para ver la cara que pone después? Sería
divertido.
—No, Trav…
no es necesario—le detuve, aunque la idea era tentadora. —Iré a ver que quiere,
nos vemos.
Tomé mi
mochila y me levanté; miré de soslayo a la mesa de a lado donde estaba él
sentado, completamente solo, ahora prestando atención a su comida. Salí de la
cafetería y me recargué en la pared a unos metros de la entrada. Pocos segundos
después salió y se paró delante de mí. Era la rutina que utilizábamos siempre
que quería hablar conmigo en el almuerzo o entre las clases ya que se negaba a
acercarse a mi cuando tenía compañía; me miraba fijamente y después uno de mis
amigos se daba cuenta y me lo hacía saber, me alejaba de ellos y Engel me
alcanzaba después, a veces requería de toda esa rutina para decirme simplemente
“hola”. Era un chico muy complicado.
—Hola
—Hola—le
correspondí el saludo cordialmente.
Siempre
que iniciábamos una nueva charla me aseguraba de su humor. Seguía resultando
casi falso que yo fuera la única persona en todo el instituto a la que
Engel se dirigía de forma diferente, espontánea; y, temía que de un
momento a otro volviera a gritarme y me dijera que todo había sido una broma.
Eso me dolería.
Empezamos
a caminar por el pasillo, sin rumbo. Yo lo seguía a él, siempre sabía a donde
iba.
—Mañana
es sábado.
Esperé
para ver si agregaba algo más, pero no lo hizo.
—Si, lo
se. ¿Te gustan los sábados?
—No.
—Interesante.
Yo detesto los domingos.
— Y yo el
Frähutlevhä.
—Aún no
me has hablado de las costumbres Rumanas.
Esperaba
que el Fra-no-se-que fuera alguna costumbre de su país, pero me sentí extremadamente
ridícula cuando soltó una silenciosa carcajada.
— ¿Tienes
planes para mañana?
—Si… yo
iba a ir a…
—Genial,
los cancelas. —Ordenó con ventura de jefe— Me vas a acompañar a Perthshire.
Me detuve
en seco y lo tomé del brazo, obligándolo a encararme, tuve que levantar la
cabeza un poco, me llevaba casi 20 centímetros.
—Creo que
estás abusando de mi confianza—le espeté un poco molesta. Sí, me gustaba
pero eso era extremista, nadie me mandaba. — Tú no puedes venir y decirme lo
que tengo que hacer. Te he dicho que tengo planes. Tienes que aprender a
respetar.
Hizo una
mueca.
— ¿Qué es
mas importante que yo?
—Muchas
cosas. Mis amigos, por ejemplo.
— Puedes
ir a jugar con ellos al río otro día.
Entrecerré
los ojos.
—No, no
vamos a ir a jugar al río. Vamos a ir a Blairgowrie de compras.
En sus
ojos apareció sorpresa inesperada y entreabrió ligeramente su boca, pero
compuso su rostro con rapidez que apenas pude notar ese repentino cambio, el
cual no sabía a que se debía. Se dio la vuelta y caminó en dirección contraria,
desorientado.
Me quedé
muy confundida, no era mi intención ofenderle, pero lo que tenía de belleza no
lo tenía en modales. Estaba a punto de hacer algo que nunca pensé que haría: me
di la vuelta y lo alcancé, me volví a colocar a su lado para seguirle.
— ¿Te
gustaría ir con nosotros?
— No creo
que a ellos les guste.
— Te dije
hace mucho que podrías acompañarnos algún día si así lo quisieras, además no
creo que les moleste mucho.
—
Stephenson querrá comerte viva.
—Andrew
es otro mundo, el se enoja por todo.
Se rió
entre dientes.
—
Entonces… ¿Aceptas o no?
— Supongo
que no estará tan mal. Acepto.
— Mañana
a las 8 en punto en la puerta de mi casa, no tendré compasión si llegas tarde.
—Dormiré
fura entonces. —Sonrió
— ¿Tan
perezoso eres?
Asintió.
—Cuento
con cada uno de los siete pecados capitales, y la pereza es uno de ellos.
De suerte descubri este blog, con esta maravillosa historia.
Me tienes intrigada y completamente cautivada. ¡Espero ansiosa el proximo capitulo!
Continua asi.
wow sorprendente como la historia va avanzando! cuando llegó a la mitad de la entrada deseo que sea muy larga
gracias por darte el tiempo de poner los capítulos!
y como siempre espero ansiosa el siguiente!
suerte!
y sigue así!!!
Encontré este blog por casualidad y estoy encantada con mi suerte, porque me enganché a la historia desde el primer momento.
Muy bonito capítulo, escribes muy bien.
Me tienes intrigadísima!
Un beso
Chriiiissss/Ex!
ja!
esta buenisimo ex-amorcito de mentiras....jajajaja
Mentiras Chris!!!
esta muy buena!!! siguelllaaaaaaa
Hola, Cris.
Paso a dejarte este comentario para decirte que recomende tu historia en un foro de criticas a historias y fics al que pertenesco. No te preocupes, no crticamos tu historia xP.
Te dejo el link para que veas la entrada.
http://santosyverdugos.foros.ws/post.php?p=3521#3521
Besos.
Tienes un estilo muy bueno para escribir, la lectura se hace ligera y placentera, pero noto (como buna fan de la serie twilight) que estas tomando la mayoria de los elementos de la historia de Meyer, creo que con un poquito mas de trabajo puedes llegar a tener una excelente historia propia, mientras tanto continua con esta que me ha dejado intrigada y espero con ansias la proxima historia.
me encanto la historia estoy esperando el siguiente cap está buenisima. felicidades
hola, hoy te escribo un poco mas tarde, aun sigo dudosa si has leido o no mis comentarios... es como estar hablando sola.... :(
Fascinante, ya no sé que más piropos a tu historia hecharte. Me encanta la relación que hay entre los dos.
Ahora una duda.... qué fue lo que le sucedió a Anne en el baño mientras estaba con Valerie?? eso no lo entendí lo del ahogo y la sofocación que sufrió, que fue eso?? o fue Valerie quien le produjo eso?? por favor explicas eso plissssssssss ten un poco de piedad por una de tus lectoras ya??
Ese Drew... estará interesado en Anne? digo como esa actitud con Engel?? ummm, creo que algo hay ahi....
mañana te vuelvo a escribir.
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