Miré a través de la ventana.
La lluvia caía suave y fluida desde el cielo gris oscuro; no había dejado de llover en tres días, y aunque era verano, el frío calaba en los huesos. Así era el norte de Escocia: húmedo, frío y lluvioso la mayor parte del año; me gustaba excepto porque ya no estaba en casa, ya no podía mirar a través de una ventana con una taza de té caliente y sonreírle al clima tempestuoso, ya no podía cubrirme con la manta rosada de bebé para calentarme los pies después de un tedioso día de escuela, ni tampoco podía caminar con mis amigos tranquilamente bajo la lluvia como si fuera un domingo solariego: Katherine y yo riendo mientras Travis y Andrew se golpeaban juguetonamente.
Desvié la mirada del cristal y dejé atrás esos pensamientos que únicamente hacían que me preocupara por cosas innecesarias en ese preciso momento. Decidí sonreír como Travis me había enseñado, él decía que una cara larga no iba a mejorar la situación y amargarle la vida a los demás tampoco lo haría, sin contar que el resto del mundo no tenía la culpa de lo que había pasado.
Paseé la mirada por el local, parecía más amplio de lo que era, tal vez por la pintura clara de las paredes y las mesas de madera esparcidas por todo el lugar; la decoración consistía en algunos cuadros de mala calidad colgados en las paredes, la mayoría eran paisajes de las tierras altas en las diferentes estaciones, lo que le añadía cierta variedad de color; en general, se trataba de un restaurante rústico que trataba de imitar el estilo de las cafeterías de las grandes ciudades, sin embargo, no lo lograba. No obstante, estaba agradecida de que el lugar estuviera allí, prácticamente en medio de la nada. Anhelaba comida de verdad y no las liebres húmedas y achicharradas que preparaba Liam a mitad del bosque.
Entonces, me detuve. Allí estaba él, con sus harapos desaliñados, cabellos revueltos de diferentes tonalidades desde el marrón oscuro al rubio claro, y barba de varios días, pero con una radiante sonrisa en el rostro, intentado ser encantador con la dependienta en turno del local, una muchacha de mediana edad con cara de querer estar en cualquier otro lugar menos en una cafetería de paso.
Aburrida, volví mi atención al servilletero que estaba en medio de la mesa y empecé a jugar distraídamente con una de las servilletas. Me había acostumbrado a eso, a quedarme esperando mientras Liam hacía su trabajo; no era una rutina pero sí algo muy cotidiano. Solíamos detenernos en algún lugar que luciera adecuado para alguien con un presupuesto ajustado, después, yo buscaba una mesa y me sentaba callada mientras él se dedicaba a convencer personas para conseguir comida gratis o beneficios; no siempre funcionaba, pero la mayoría del tiempo sí y no era que nos estuviéramos quedando sin dinero —todavía tenía una buena cantidad de libras de las que Engel me había dejado para escapar de Dunkeld la primavera pasada—pero a Liam le gustaba ahorrar por si se presentaban casos extremos, yo creía que era un tanto paranoico y él lo llamaba sobrevivir, así que no me atrevía a cuestionar sus métodos, ya que él sabía lo hacía porque había sido su forma de vida durante muchos años.
De pronto, un escalofrío recorrió mi columna erizándome los vellos de la nunca y los brazos; extrañada, subí el cierre de mi chaqueta, en realidad no sentía frío, no lo sentía de la misma manera que antes, me daba cuenta de que sólo sucedía si pensaba en ello.
—Cariño—dijo Liam repentinamente parado a un lado de la mesa—es hora de irnos.
— ¿Irnos? —alcé la cabeza, desconcertada. —Pero…
—He dicho que nos vamos. —sentenció, manteniendo una forzada sonrisa tensa.
Con una mano tomó mis cosas apresuradamente y con la otra me arrastró fuera del asiento.
— ¿Qué sucede? —susurré un poco molesta por sus hoscos modales.
—Si no nos vamos ahora llegaremos tarde a la boda de tu primo. —Correcto, pensé, se ha vuelto loco.
Entonces pasó una mano a través de mi cintura y me sacó del lugar. La lluvia empapó inmediatamente mis ropas y las gotas me golpearon como afiladas y delgadas cuchillas congeladas.
— ¿¡No crees que a mi primo no le agradará que lleguemos empapados a su boda!? —protesté elevando la voz por sobre el ruido que provocaba el aguacero.
Liam me fulminó con la mirada y me pasó mi mochila que colgué al hombro antes de ponerme el casco cuando la motocicleta rugió entre mis piernas, rodeé el torso de él con fuerza y escondí mi rostro contra su espalda; odiaba la sensación de la lluvia sobre mi cara cuando la motocicleta estaba en movimiento a toda velocidad, se sentía como si pequeños alfileres pincharan la piel al mismo tiempo. Esa era una de las razones por las que no solíamos viajar mucho cuando llovía de tal manera, además… se suponía que era peligroso, tal vez ambos éramos relativamente inmortales pero a cualquiera le dolería estamparse en la carretera a varias millas por hora.
“¿Me vas a decir que sucede?” pensé con indignación penetrando en su mente.
No recibí respuesta inmediata, lo que me hizo dudar si me había escuchado.
“Nos encontraron…” respondió y escuché su voz tensa y clara dentro de mi cabeza. “Había alguien allí, detrás de ti ¿No lo notaste?”
“…No” admití avergonzada “¿Quién era? ¿Algún subordinado de Gabriel? ¿Ángeles?”
“No estoy seguro, creo que ninguno de los dos…”
“¿Me has sacado de allí sólo porque sospechaste de una persona sentada detrás de mí?”
“…Más o menos”
Puse los ojos en blanco y no dije nada más, en éstas circunstancias era mejor guardarme mis comentarios, seguir creyendo que él sabía lo que hacía, confiar en que sus “precauciones” eran lo que nos mantendría a salvo y lejos de cualquier peligro que representara Gabriel, o los ángeles. Me pregunté si de ésta manera se sentían las personas que se escondían de la mafia, o huían de la justica. La sensación de incertidumbre, temor y desasosiego eran terribles y al parecer, las únicas personas en las que podíamos confiar éramos nosotros mismos.
Viajamos por lo que me pareció más de una hora, la lluvia no había cesado ni un poco, incluso daba la impresión de que mientras más avanzábamos hacia el norte, la lluvia se intensificaba. El cielo estaba encapotado de nubes gris oscuro que se iban volviendo púrpura conforme la tarde se consumía, estaba oscureciendo demasiado rápido para tratarse del verano.
Finalmente, la motocicleta se detuvo y cuando lo hizo me erguí sobre el asiento despegando mi cabeza de la espalda de Liam para mirar el sitio donde nos habíamos detenido. Estábamos en un pequeño estacionamiento frente a la fachada de un hotel rodeado de pequeños establecimientos de aspecto fantasmal a mitad de la noche y algunas casas con luces en su interior, la única señal de que el lugar estaba habitado por personas, lo que me hacía preguntarme ¿Qué clase de gente era feliz viviendo en un lugar tan apartado de la civilización? Dunkeld, a pesar de no ser un pueblo tan desolado, en ocasiones su tranquilidad y monotonía me habían parecido excesivamente aburridas, había momentos en los que quería escapar hacia un lugar habitado de personas diferentes, con numerosas calles para perderme, el ruido bullicioso de la vida diaria y lleno de clubs nocturnos para escoger, cada adolescente que había crecido en Dunkeld veía la universidad como la oportunidad de salir de allí para explorar un mundo nuevo; y, ahora esa clase de pequeños lugares casi desolados eran un refugio para mí y para Liam, entre menos personas alrededor mejor.
Cuando desmonté la motocicleta seguí a Liam con paso perezoso hacia la entrada, mirando antes el edificio de dos plantas, con una mirada crítica pero en un silencio inexpresivo, ya que había aceptado esta idea loca de viajar con “mi niñera” por el mundo sin quejarme ni un poco, al final había sido yo quien había terminado pidiéndole que me llevara consigo después de todo. El lugar me hacía pensar en uno de esos hoteles de las típicas malas películas de terror, donde una pareja de desafortunados se quedan varados a mitad de la carretera, en una oscura noche de tormenta, entonces para su fortuna a mitad de la nada encuentran un hotel para pasar la noche, después terminan siendo asesinados. Lindo. Aunque… en este caso, me parecía que los monstruos éramos los que arribábamos, pero claro, ni Liam ni yo teníamos las intenciones de comernos los intestinos de los demás.
—Defectuosa, vamos. —Me urgió al pie de las escaleras que subían al segundo piso.
Caminamos por el pasillo estrecho y lúgubre con la pintura de las paredes desconchándose, flanqueado por puertas de madera vieja con números dorados pegados en la parte alta. Liam balanceaba entre sus dedos una llave con un colgante que tenía el número 16 impreso con gruesas y grandes letras negras. Cuando llegamos casi al final del pasillo, abrió apresuradamente la puerta y me metió dentro antes de entrar y cerrar la puerta nuevamente con llave.
No era de las mejores habitaciones de hotel en las que habíamos estado, en el aire flotaba un intenso aroma a desinfectante y limpiador de pisos lavanda. Los únicos muebles que había eran una cama doble, una mesilla de noche con un teléfono y una lámpara encima. Frente a la cama estaba un tocador pequeño cuyo espejo estaba estrellado y dividía la imagen que se reflejara en trozos deformes. A un costado había una ventana no muy amplia, pero lo suficientemente grande para apreciar el bosque que se extendía al otro lado de la carretera. En esos momentos, sólo se apreciaba como una deforme masa oscura a través de la lluvia incesante.
Liam me apartó de un brusco empujón, echó un rápido vistazo y cerró las cortinas de un tirón eliminando todo contacto con el exterior… ahora la habitación lucía mucho más deprimente y gris que antes a pesar de la luz amarilla que provenía de la bombilla en el techo de la pieza.
— ¿No crees que estás exagerando? —dije entre dientes ligeramente exasperada.
—Nunca son suficientes precauciones, estamos huyendo ¿recuerdas?
—Pero hasta ahora no nos hemos encontrado con nadie—protesté. —Si omitimos la ardilla que juraste que te miraba feo. Tal vez nadie nos esté buscando, probablemente se olvidaron de nuestra existencia, no creo que seamos tan importantes para tenerlos a todos detrás de nosotros. Yo me hubiera aburrido hace mucho, deben tener mejores cosas que hacer.
Liam soltó una amarga carcajada.
—Aún no entiendes como funciona este mundo, por eso hacemos las cosas a mi manera.
—Porque la última vez que se hicieron a mi manera te encadenaron, te torturaron, logré ponernos en evidencia ante los ángeles, los hechiceros, los demonios, y logré que mataran a mi mejor amigo.  —recité cansinamente como una oración aprendida de memoria.
Me ducharé—anunció Liam tan caballeroso como siempre. —No salgas de la habitación ni abras las ventanas.
Solté un largo suspiro y dejé caer al suelo mi mochila empapada sintiendo mis hombros relajados y libres del gran peso del bolso; después me quité la chaqueta y la dejé sobre la única silla que había por allí; de pronto, pensé que me gustaba más la idea de estar allá afuera bajo la fría lluvia y la oscura noche, que allí dentro como una prisionera, la sensación me remitía a aquellos días en los que Engel Jackocbsob me había mantenido encerrada en su departamento de Perthshire, claro, que la habitación de hotel no se acercaba ni un poco al lujoso piso del semi-demonio.
—Es una lástima… quería disfrutar de la solariega vista al mar—musité dejándome caer en el suelo a lado de mi bolso.
Noté su irritación antes de perderse dentro del cuarto de baño. Había días malos, como éstos en los que ninguno soportaba al otro, había otros buenos en los que éramos buenos amigos y colegas y compartíamos bromas, a veces estaba tan fastidiada de él que pensaba en volver a Dunkeld, con Kat, Andrew y Juliette, empacar mis cosas para Napier y ser esa chica normal que tanto anhelaba que regresara, pero simplemente estaba allí esa introvertida parte de mí que amaba lo prohibido, la adrenalina de perderse por las carreteras del país hacia un lugar incierto, huir de los malos, entrenar mi cuerpo y mi mente para dejar de ser solamente “La Defectuosa”.
Abrí mi bolso para sacar uno de los diarios de Jackocbsob, completamente intacto sin algún daño provocado por la lluvia, había envuelto esas cosas importantes en un par de bolsas plásticas que mantenían secos los diarios y el Azadeth Scriptus. Inmediatamente lo abrí con ansiedad donde había dejado por última vez el marcador de hojas.

[…]Había visto a muchas mujeres hermosas en mi vida, pero nunca ninguna había asemejado tanta belleza. Mi madre era hermosa; Vaethe, mi hermana era sensual, poseía una perfección física exquisita y deseable; en mi cama habían estado diablezas de insinuantes atributos que habían despertado en mí sensaciones de placer y lujuria, pero, la chica al otro lado del salón, en quien mis ojos se habían posado, era diferente, de una manera inexplicable que no comprendía porque nunca había experimentado nada semejante, estaba seguro de ello.
“Así que la señorita Abderckendish…” Siseó Derek a mi oído con tono suave e insinuante. “Tienes un gusto exquisito, Diemth. Soltera, refinada, hermosa, pero sobre todo… doncella.”
Abrí ligeramente la boca sin apartar la mirada de la señorita Abderckendish, como Derek la había llamado.
“Yo no quiero desposarla solamente.” Por alguna razón la idea me parecía aberrante. “Quiero cortejarla y…”
“¿Con qué te gusta jugar?”[…]

El corazón me dio un vuelco y el coraje me embargó. No importaba el tiempo, pensé deliberadamente, Engel Jackocbsob o Diemth siempre sería el mismo ser corrompido que veía los sentimientos de los demás como un juego cuya meta principal era hacer añicos. 
No obstante, cuando calmé un poco mis emociones, y logré pensar con claridad me di cuenta de cómo estaban escritas realmente esas palabras, de que la narración del diario reflejaba a un muchacho completamente distinto, alguien que no se entendía a sí mismo pero que tenía la capacidad de sentir, de querer, de desear algo más que poder. Aún así, aunque había sucedido hacía mucho tiempo, sentí una ligera molestia, algo retorciéndose dentro de mí; me molestaba saber que ese ser al cual creía corrompido y sin sentir una pizca de algo, alguna vez había tenido sentimientos por alguien mientras que a mí siempre me había visto como su presa.
Pero Engel Jackocbsob ya era parte de mi pasado, como la señorita Abderckendish había sido parte del pasado de él.
Todavía me preguntaba porque estaba leyendo sus tontos diarios, no estaba segura de lo que esperaba encontrar entre todas esas páginas viejas, tampoco había descifrado la razón del porque él los había dejado para mí, porque había estado allí, en el cajón de su escritorio guardados para que yo los encontrara, con un mensaje tonto y juguetón, pero sin ninguna relevancia. Era un acertijo sin respuesta y nadie estaba para darme pistas sobre las verdaderas intenciones del acto. Algo que caracterizaba a Engel eran sus planes rebuscados con doble sentido, pero nada era lo que parecía ser porque al final, había una opción que mandaba todo al carajo. Pero ahora que se había ido para siempre ¿Cómo se suponía que iba a llegar al final de ese laberinto sin su ayuda?
Tal vez, sopesé la posibilidad, no había nada escondido detrás y solamente había dejado eso para asegurarse de que no lo olvidara tan fácilmente su ego era tan gigantesco que no me extrañaba—, y dónde quiera que estuviese se estaba burlando de mí por buscarle aureola al ángel dónde no la tenía.

[…]Derek rió entre dientes divertido por una situación que se estaba imaginando. Me pareció que sus intenciones iban dirigidas en una dirección completamente distinta a las mías, pero tampoco podía penetrar en su mente como lo hacía con la de los demás invitados del baile y saber lo que él se proponía. Resultaba frustrante tener la puerta abierta a los pensamientos de decenas de criaturas mundanas en el salón y ver un túnel vacío cuando intentaba entrar en la cabeza del único ser que podía apuñalarme por la espalda.
Me mantuve exánime y esbocé una sonrisa complaciente, sólo para mantener las apariencias a lado del demonio, no confiaba en él, en realidad no confiaba en nadie, ni siquiera en mí mismo, pero estaba allí y no me quedaba otra opción que mezclarme entre el mundo que me rodeaba, estaba condenado a vivir para siempre en el mundo terrenal y claramente tenía que aprender a hacerlo, rodeado de demonios, ángeles, humanos… El hecho de que lo detestara no significaba que no pudiera disfrutarlo, y, aunque había venido a América escapando de criaturas como Derek, lo soportaría hasta que encontrara el momento idóneo para eliminarlo.
“Debes presentármela.”Sugerí con voz mesurada. “Y después, te diviertes observando como juego, si es que eso te complace.”
“No voy a negar que me intriga conocer los secretos de un híbrido, es la primera vez que…”
“No hay muchos como yo.” Le interrumpí con seriedad y seguridad. No iba a poner en evidencia mi ignorancia ante el mundo ajeno de los ojos mortales. “Pero basta de charlas banales, no vinimos a quedarnos parados en un rincón del salón hablando como dos ancianos seniles sobre la belleza de las damas solteras; y, se considera de mal gusto que dos caballeros jóvenes sin pareja susurren entre sí, sin mencionar que empezarán a hablar.”
“¿Te importa lo que ellos piensen de ti?” Soltó con cierto desprecio marcando cada una de sus palabras, entonces, arqueó una ceja.
“Me importa dar una buena impresión para utilizar en su contra en el momento indicado.”
Mis ojos fueron directamente a la espalda de la señorita Abderckendish. Sólo la distancia de medio salón nos separaba, pero podía escuchar con claridad su risa melodiosa y educada cuando el caballero que la acompañaba soltó un mal chiste sobre el clima de Nueva York y los campos de golf.
“Tienes una manera muy peculiar de actuar” puntualizó Derek.
El demonio se puso en marcha y me hizo una seña para que lo siguiera, y avanzó con paso resuelto por el salón; nuestros pasos fueron dirigidos hacia ese lugar donde ella se encontraba. Traté de controlar las emociones que se albergaban en mi cuerpo, como un latido nervioso de mi corazón y la saliva en mi garganta, o los pensamientos caóticos sobre la mejor manera de abordar a una dama; nunca había sido educado con una mujer de sociedad, en teoría nunca había estado en un verdadero baile de la sociedad humana, los cuales eran muy diferentes a los que celebraba mi padre… a éste lugar le faltaban orgías en cada rincón, las mujeres eran recatadas y había razones de sobra para sentir que debía respetarlas en lugar de arrancarles el corset y sacarles las bragas.
“Buena noche, caballeros, señoritas” Dijo Derek con su voz más noble, se inclinó haciendo una reverencia cuando los interpelados se volvieron hacia nosotros. Imité su reverencia y me erguí nuevamente.
Mis ojos buscaron inmediatamente a la chica de rizados cabellos dorados. Sus ojos vivaces y verdes iban de Derek a mí. De cerca, su rostro parecía más duro y mordaz que a la distancia, pero ese detalle no disminuía su belleza, de hecho, me pareció mucho más atractiva… la posición de sus hombros, su barbilla recta y su expresión severa, daba la impresión de que no era una mujer que se sometía a los dictámenes de un hombre, a muchos les costaba comprender a una mujer que era capaz de pensar por sí misma, a mí me parecía un reto, me deleitaba y me hacía desearla más.
La señorita Abderckendish se hallaba flanqueada de lado derecho por una mujer de edad medianamente madura, la mujer pudo haber sido hermosa en sus buenos años, pero ahora se estaba marchitando, se le notaba el cansancio bajo los ojos y en la sonrisa forzada; de lado izquierdo había otra chica joven aunque claramente opacada por la rubia, a su lado parecía una cosa surgida de un pantano, con los ojos y el cabello marrones. Las tres hicieron una cortés reverencia al mismo tiempo.
“Permítanme presentarles a mi amigo, el señor Lyzander Russel. Acaba de llegar del extranjero”[…]

¿Sigues leyendo esos libros tontos? La voz dura y fría de Liam me devolvió al mundo real.
El iluminado salón de baile, las bellas mujeres de hermosos vestidos y los caballeros con elegantes trajes negros se desvanecieron como la imagen de un sueño. La realidad era más fría en la pequeña habitación de hotel, gris y con la lluvia fuera golpeando la única ventana que había.
Asentí entonces con torpeza, aún con la clara imagen que mi mente había creado de Engel cortejando a la “Señorita Abderckendish”. Lyzander Russel… ese nombre era el que Howard le había dado, aquel humano, anciano y solitario que había dado a un niño mugroso y callejero un nombre, un hogar y cariño incondicional, y que ese mismo niño le había pagado robándole la vida en un arrebato de ira. Mientras más leía las líneas escritas hace más de un siglo por el híbrido, menos le comprendía, trataba de entender cada una de sus razones de actuar y de ser desde que lo había conocido, pero cada vez me confundía más y no sabía quien era en realidad; me sentía ligeramente decepcionada de que mis preguntas no tuvieran respuesta, de que allí en esos diarios sólo encontrara mas incógnitas.
¿Qué esperas encontrar allí? inquirió, claramente molesto.
Me encogí de hombros y cerré de golpe el diario que expulsó un aroma a hojas viejas y gastadas.
Tal vez sólo trato de comprenderlomusité clavando la mirada en la portada en los cuatro dígitos que formaban el año en que había sido escrito el diario. Él creo que no era lo que todos creíamos que era.
Liam contuvo una carcajada.
Y entonces, leyendo sus secretitos te convencerá de que era una criatura descarriada e incomprendidaescupió las palabras atropelladamenteque todo lo que hizo en el pasado tiene una explicación lógica o era una forma de expresar su dolor interno y se arrepentía tanto…
¡No! No busco que me convenza de nadaprotesté metiendo de nuevo el diario dentro del bolso como si tuviera que protegerlo de Liam, él no entendería. De todas formas… ya no está.
Exacto. No deberías torturarte con sus recuerdos, ya no sirve de nada. Espetó con frialdad. Deberías tirar eso que cargas siempre, las pertenencias que robaste de la mansión Jackocbsob; pensé que después de lo que te hizo, de todo lo que pasó, dejarías de ser la estúpida adolescente enamorada de esa criatura asquerosa…
— ¡No sabes lo que estás diciendo! Le grité.
Sentí la sangre ardiendo en mis venas, la ira inundando mi cuerpo propagándose rápidamente a través de mis células como un virus que me carcomía por dentro, sentí como si quisiera hacerle daño de verdad. Cerré los ojos y suspiré profundamente antes de abrirlos nuevamente.
Lo fulminé con la mirada y después tomé el bolso sacando una muda de ropa que estaba humedecida por la lluvia; lancé todo lo demás en un rincón y me metí a la ducha cerrando la puerta del baño con un firme portazo. Yo no sentía nada más por Engel Jackocbsob, me dije a mí misma una y otra vez en silencio mientras me quitaba la ropa casi a tirones, no estaba enamorada, pero el odio que había sentido antes por él ya no estaba y me hacía preguntarme si a caso estaba nuevamente volviendo a caer en un encanto invisible, esta vez por el encanto de un fantasma. No, me reiteraba. Tal vez sólo sus notas me habían ablandado, porque me había dado cuenta que una vez él había estado tan confundido como yo sobre lo que era, sobre su propia naturaleza, nunca me había sentido tan identificada con Engel como lo estaba ahora, había pasado por lo mismo que yo… mas o menos.
Bajo el agua tibia de la regadera le di vueltas al asunto una y otra vez hasta que el agua empezó a salir fría y me hizo tiritar mientras me vestía nuevamente. Pensé que lo ideal era estar lejos de Liam, aunque sólo nos separara una puerta pero su humor estaba contagiándome de ese estrés y esa tensión que él siempre llevaba consigo, incluso cuando dormía; sin embargo, no podía quedarme hasta la mañana siguiente encerrada en el pequeño baño con fuerte aroma a desinfectante por lo que salí en silencio y no le busqué o me interesé por saber que hacía. Cepillé mi cabello y lo recogí en una trenza que aún escurría gotitas de agua.
Había un incómodo silencio cerniéndose sobre la habitación, cada quien se dedicaba a tratar sus propios asuntos: Liam afilaba un par de cuchillos con demasiado ímpetu que parecía estar descargando su coraje en el acto, o los estuviera afilando para asesinar a alguien que odiara con todo su ser; yo, en cambio me senté nuevamente en el suelo y me puse a hojear mi viejo grimorio que cada vez me resultaba menos entendible… a veces la magia parecía ser tan complicada como las matemáticas, en otras ocasiones me juraba a mí misma que había nacido para ello.
Después de un largo rato lancé un bostezo y subí a la cama acomodándome en uno de los extremos de la cama, hecha ovillo tratando de que eso hiciera que el calor de mi cuerpo se mantuviera, la lluvia había hecho que la noche fuera fría y los muros en lugar de guardar calor, volvían la pieza un cuarto frío. Entonces, cerré los ojos esperando poder dormir un poco, quería conciliar el sueño al menos por unas horas, las pesadillas se habían ido, los sueños sobre la noche en la mansión Jackocbsob empezaban a quedarse atrás, no había nada significativo y aterrador en mi cabeza que me mantuviera despierta, pero como Engel lo había dicho una vez: yo no había nacido para ser forastera, lo recordé riéndose de mí la primera vez que escapé de casa… su recuerdo me hizo caer en la nostalgia de los buenos días de mi mayor ignorancia humana. Si nada de eso hubiera cambiado…
Pero el hubiera no existe, me recordé. Todo había cambiado.
Las luces se apagaron y sentí el colchón de la cama hundirse bajo el peso de Liam, escuché el leve murmullo de su ropa haciendo fricción contra la sábana y la manta, aún así estaba lejos de mí, ambos éramos lo suficientemente delgados para que cada uno tuviera un extremo de la cama matrimonial sin siquiera tocarnos.
Lamento lo de hace un momentodijo en la penumbra, rompiendo el silencio después de tanto tiempo.
Su voz sonaba cansada, tensa pero calmada a diferencia de sus gritos histéricos. No respondí nada y mantuve los ojos cerrados, haciendo que mi respiración pareciera regular y acompasada.
Sé que no estás dormida, también sé que me comporté como un idiota. No estoy celoso ni nada por el estilo, es sólo que sigo sin comprender porque sientes tanto apego a él, aún cuando ya no está…
¿Por qué lo odias tanto? Pregunté abriendo los ojos sin distinguir nada en la oscuridad.
Él jamás había dicho que lo odiara, nunca lo había mencionado, pero siempre me había parecido evidente, al principio, por supuesto pensé que Liam estaba celoso de Engel, como cuando a una chica le gusta el otro chico, esas cosas que suelen suceder en la vida, sin embargo, aún cuando ya todo era diferente él seguía mostrando despreció por Engel, aunque ya no estuviera, como él mismo lo había dicho.
No es difícil odiar a alguien como élrespondió después de un momento.
Lo sé, pero lo tuyo parece personal.
Lanzó un largo suspiro, sentí a mi lado como se movía en la cama acomodándose pero no me volví y seguí dándole la espalda. Hubo un largo silencio que me pareció incómodo, no tuve la respuesta que quería y me resigné a no obtenerla nunca, estaba un poco cansada de los chicos que se hacen los misteriosos, estaba cansada de no obtener lo que quería de llenarme sólo de preguntas sin respuesta.
Frustrada, cerré los ojos intentando conciliar el sueño otra vez.
Él fue quien mató a mi madre.
La voz de Liam sonó sombría, monótona y cada una de sus palabras parecieron propagarse haciendo ecos en la habitación. Mis ojos se abrieron de golpe como si aquella repentina confesión hubiese sido creada en uno de mis sueños y con el despertar pudiera  borrarla, pero no, había estado consciente todo el tiempo y lo que acababa de decir era lo que yo había escuchado. Me removí entre las mantas y las sábanas cambiando mi posición volviéndome hacia él. Al menos medio metro nos separaba, visualicé su silueta recortada entre las sombras nocturnas, él estaba acostado boca arriba con las manos sobre su abdomen y los ojos cerrados; yo le miraba ansiosa escuchando su acompasada respiración y los latidos de su corazón.
¿Estás seguro de qué fue él? Pregunté con suavidad, en un susurro…Quien decir, eras un niño cuando eso sucedió, tu me lo contaste, tu madre…
Liam volvió a suspirar con profundidad para luego cambiar su posición de tal manera que quedó frente a mí, apoyó la cabeza sobre su mano, mirándome a través de la oscuridad, ninguno de los dos tenía mucha dificultad para ver en la escases de luz, él podía ver mis expresiones como yo las de él. Su mandíbula estaba apretada, sus ojos brillantes, y su mirada resignada.
—Estoy completamente seguro de lo que vi, Anne—me cortó. —Te dije que mi madre me había escondido en una trampilla que había en la casa, y así fue, pero lo vi todo, vi como lo hizo y como lo disfrutó. Me quería a mí y como ella no habló la asesinó después de torturarla.
¿Por qué no me lo dijiste antes?
Que lo hiciera no hubiera cambiado nada. No hubiera traído a mi madre de vuelta, mi odio hacia él no tenía porque ser tuyo y tú sueles a hacer estupideces todo el tiempo. —Rió entre dientes—Hubo un momento en el que me planteé seriamente hacerlo, quería que te dieras cuenta de porque yo era mejor que él, sin embargo, eso tú ya lo sabías y además, le prometí a Juliette que no haría nada estúpido.
Su pecho se movió al tratar de proferir una carcajada, pero no salió ningún sonido de su boca y nuevamente todo era silencio y oscuridad donde nos miramos directamente a los ojos.
Trato de entenderlo, lo siento. No quería juzgarte y de verdad te admiro por tener esa fortaleza de ver al asesino de tu familia frente a ti y no hacer nada. Susurré pensativaSi yo estuviera delante de Gabriel o de Valerie…
Porque aún eres una niña, y eres demasiado impulsiva, no es que yo sea demasiado mayor, pero he vivido más cosas que tú y cuando te digo que sé lo que hago es porque lo sé.
— ¿Te puedo hacer otra pregunta?
La harás aunque trate de evadirla.
Sonreí ligeramente.
¿Cómo es que terminaste aceptando ayudar a Juliette? ¿Cómo te encontró?
Si conocieras lo intimidante que puede llegar a ser tu tía también lo habrías aceptadobromeó pero no reí. Mi vida entera había estado llena de mentiras y de máscaras, que ya no sabía lo que era real en mi tía y lo que no. Yo estaba en Ámsterdam, tenía trabajo de mesero en una cafetería, ella llegó, se sentó y yo la atendí…
¿Juliette estuvo en Ámsterdam? ¿Cuándo? Interrumpí sorprendida.
Cuando tú vivías con Jackocbsob en Perthshire, a Juliette le convenía que te tuviera encerrada ahí mientras ella preparaba su propio terreno. Bostezó perezosamente y después continuó hablando en voz baja, entre susurrosAcepté el trato porque quería conocer a alguien que fuera igual a mí, todo el tiempo había pensado que era el único en medio de ángeles, demonios, humanos, y quien sabe que otra clase de seres extraños. No podía creer que existiera alguien como yo. Desconfié al principio, pero en todo caso, si me negaba juró que me mataría… no, juró que me entregaría a los ángeles para que hicieran conmigo lo que se supone hacen con seres como nosotros… Nunca he sido cobarde, pero lo único que he querido desde que mi madre murió, es vivir una vida tranquila, lo mas humana posible, hubiera querido poder terminar el colegio e ir a la universidad, tener un empleo, esas cosas cómodas que tiene la gente, pero resultaba imposible cuando todo el tiempo tenía que estar yendo de un sitio a otro cada vez que me encontraban, y cuando creas lazos afectivos con otras personas las pones en riesgo, eso tú ya lo has experimentado. Sin embargo, además de querer que todo fuera sencillo y normal, siempre quise conocer a otro como yo y saber que no estaba sólo.
Tragué saliva, de pronto sentía la boca seca, me removí incómodamente en la cama, pensando en sus palabras, nunca me había puesto a pensar en la posibilidad de ser la única Nephilim en el mundo, ni siquiera me había puesto a cuestionarme cuántos eran como yo. Había asumido que había cientos, miles tal vez, tan numerosos como lo eran las criaturas de otras razas, más bien, había visto a Engel como yo, a Gabriel, Valerie, Sophie… todos, formando parte del mismo mundo, un mundo separado de los humanos, pero no, ahora sabía que las cosas no eran así de sencillas. Todos éramos parte de un todo pero aún así divididos y entre ellos, los híbridos como Liam, Engel, Gabriel y yo, éramos sólo criaturas indeseadas y por un momento sentí que comprendía las acciones que habían llevado a Gabriel a actuar de tal manera. Probablemente por esa misma razón Engel se le había unido y había hecho todas esas cosas desagradables.
—Pero ya no estamos solos—me limité a decir.
No lo estábamos, nos teníamos el uno al otro, ambos juntos, huyendo tal vez por lo nos restaba de vida, o por la eternidad, escondiéndonos de algo que no conocíamos.
Me estremecí.
Liam interpretó ese gesto como si tuviera frío, se acercó a mí acortando el espacio que había entre nosotros y me envolvió con su propio cuerpo proporcionándome calor. No me había dado cuenta de lo frío que era la habitación hasta que lo sentí a él tan cerca y cálido que era reconfortante. No me alejé de él, tampoco era la primera vez que dormíamos tan cerca el uno del otro, cuando acampábamos en medio del bosque, por ejemplo, solía ser una vaga costumbre. Me encogí en su pecho y cerré los ojos, me sentí como una criatura pequeña y vulnerable, aterrada de los ineludibles horrores que giraban en torno a ella. Una criatura que estaba siendo cazada.
Pasaron los minutos hasta que sentí que bajo mi peso como la respiración de él se volvía regular y su pecho ascendía y descendía de manera rítmica, los latidos de su corazón se volvían lentos y armónicos; se había quedado dormido y decidí imitarlo, estaba más cansada de lo que yo misma había creído.

Mi sueño fue interrumpido de golpe.
Abrí los ojos abrazando mi cuerpo, presionando mi costado derecho donde se extendía un dolor intenso en mis costillas. Fruncí el ceño malhumorada disipando la modorra, me levanté un poco quedando sentada preparándome para empujar a Liam lejos de mí, quizás lo pateara en venganza por haberme pegado y así sabría lo desagradable que era despertarse por un golpe, entonces me detuve cuando lo vi removerse presa de sus sueños; alejándome lo observé detenidamente, su ceño estaba fruncido y su rostro brillaba empapado de sudor que hacía que algunos de su mechones de cabello se pegaran a su cara y cuello, la expresión de su rostro me decía que no era un sueño agradable. Levanté una mano para despertarlo pero en ese momento sus ojos se abrieron súbitamente de par en par, brillando plateados y hermosos como si hubiera metal fundido en donde estaban sus iris, después volvieron a ser repentinamente castaños como siempre, había sido una reacción rápida, como una estrella fugaz cruzando el firmamento.
Ahogué un grito de sorpresa deteniéndome con la mano en el aire, la bajé con lentitud sintiéndome como una niña sorprendida a mitad de una travesura; relamí mis labios y solté el aire que no me había dado cuenta estaban conteniendo mis pulmones.
— ¿Estás bien? —le pregunté sintiéndome preocupada por él.
Su respiración era agitada como si hubiera estado corriendo toda la noche, su pecho subía y bajaba con rapidez. Me devolvió la mirada, desconcertado y en silencio.
—Tenemos que irnos—dijo de pronto con urgencia. —Recoge tus cosas rápido.
—Pero dime que sucede—exigí, sin embargo ya estaba levantándome de la cama tratando de recordar donde había dejado mis zapatillas— ¿Por qué ese repentino… lo que sea?
—No hay tiempo, te lo explicaré en el camino.
Solté un bufido mientras recogía mi mochila del suelo, él ya estaba en la puerta cuando terminé de atar mis agujetas, me tomó por la muñeca y me arrastró por las escaleras del hotel, casi lanzó al recepcionista la lleve y salimos siendo golpeados por el frío, montamos en la motocicleta y rodeé su cintura con mis brazos fuertemente antes de que el vehículo empezara a vibrar y entrar en marcha. Aún no había amanecido por completo, pero sí había dejado de llover y el cielo estaba de un púrpura claro que poco a poco la luz matutina aclaró hasta que un día gris estaba sobre nosotros mientras viajábamos.
Por supuesto no me contó las razones de porque habíamos salido huyendo esta vez. Viajamos la mayor parte del día, nos deteníamos de vez en cuando pero no mas de veinte minutos. Y cuando el cansancio parecía estar a punto de vencerlo, a regañadientes paraba de conducir y se limitaba a dormir un par de horas antes de seguir. Fueron tres días exactamente iguales en los que nada sucedía, en los que esa fue nuestra rutina de viaje hacia un lugar desconocido, él sólo parecía querer alejarse del mundo pero tampoco sabía bien a dónde quería llegar o si había un lugar donde el mundo terminaba, era como seguir el horizonte para tratar de descubrir si la tierra era plana.
En un momento que no esperaba se detuvo saliendo de la carretera, obedientemente bajé de un salto, estiré mis brazos que estaban agarrotados y entumidos de permanecer en la misma posición durante tanto tiempo, igual que mis piernas, todos mis huesos crujieron agradablemente y añoré tirarme en el barro a dormir infinitamente. Miré a Liam esperando una especie de orden o cualquier cosa que me dijera lo que pensaba pues su mente se hallaba bloqueada de nuevo; él sólo se movió maniobrando a pie la motocicleta, seguimos un camino difícil hacia el interior del bosque a lado del camino y suspiré de alivio cuando lo vi esconder la moto entre arbustos bajos, ramas y maleza antes de dirigirnos hacia el corazón del bosque. Lucía mucho más calmado y sereno que hacía tres días. Lucía completamente tranquilo y confiado aunque aún estaba la permanente expresión fruncida que le caracterizaba, que le hacía parecer mayor y maduro.
— ¿Acamparemos? —inquirí alzando una ceja con cierta incredulidad, añorando una respuesta afirmativa.
—No lo sé, sólo… descansemos—sugirió—iré a cazar algo, encárgate del fuego.
“Oh, genial, ardillas achicharradas y húmedas, mis favoritas” pensé con sarcasmo.
“Al menos no son ratas” me devolvió el comentario, sin mal humor.
Sonreí con ligereza antes de darme la vuelta para buscar algo con lo que pudiera encender fuego. Se sentía bien allí, estar en medio del bosque, lo único que podía escuchar era el ruido que hacían los animales alrededor. Si tan sólo tuviéramos un arco podríamos comer algo mucho más decente. Entonces, me vino a la mente el recuerdo de Andrew disparando flechas a los demonios que se ponían en su camino, salvándome de aquella bestia infernal en el jardín de los Jackocbsob; luego vino el recuerdo de Katherine, como se habían tomado de la mano durante el baile de graduación y como ella permanecía feliz a su lado como si él fuera el único que curaba la tristeza que sentía por dentro; esos eran mis amigos (sin olvidar a Travis, por supuesto, pero el dolor de su pérdida aún estaba demasiado presente que evitaba evocar imágenes de él, de los últimos momentos que pasamos juntos), los extrañaba pero yo estaba segura de que ahora estaban mejor sin mí, estaban a salvo.
Los arbustos se movieron y sacudí la cabeza para regresar al claro en el bosque, miré en aquella dirección y me pregunté entonces si sería capaz de atrapar con mis propias manos a una criatura grande y llena de carne… probablemente no, pues si fuera eso posible Liam lo hubiera hecho en lugar de alimentarnos con esas ratitas de bosque; aunque le había visto partir un demonio gigante por la mitad con sus alas, le había visto hacer cosas asombrosas, en realidad.
Y saltó sobre mí en un parpadeo una figura oscura, enorme, tan fuerte que me tiró al suelo de espaldas; sorprendida, solté un grito y empecé a patear y manotear como una chica y no como una Nephilim inmortal. Respiré su aroma, el aroma agradable y casi embriagante de colonia masculina, lancé una patada contra él empujándolo lejos, librándome de quien intentaba clavar un cuchillo sobre mi garganta.
Me arrastré en el suelo alejándome antes de ponerme de pie y sacar una daga del cinto en mi pantalón; con cautela miré a mi agresor recuperándose y colocándose frente a mí, no se trataba de ninguna horrorosa criatura, ni siquiera parecía que fuera diferente, aunque algo en él me hizo sentir una extraña energía correr por mi cuerpo, como si le conociera de algún sitio, pero jamás lo había visto, estaba segura. Era un muchacho de cabellos negros y ojos de un verde grisáceo, era joven, parecía apenas poco mayor que yo. Noté en el fondo de su mirada una especie de profundo odio que me hizo preguntarme qué le había hecho.
Apenas habíamos intercambiado una rápida mirada cuando se lanzó de nuevo hacia mí con su cuchillo firmemente en la mano, dando una estoada al aire cerca de mi abdomen, lo esquivé dando un saltito hacia atrás. Yo también tenía un arma me dije, él me estaba atacando, tenía que usarla, era mi vida o la suya; como respuesta lancé un pobre movimiento cortando el aire, un movimiento que no reflejaba las cosas aprendidas en los últimos meses. Miré en todas direcciones, no buscando un lugar por donde escapar, sino inconscientemente buscando a Liam. Volví a evaluar al muchacho con la mirada, no era un ángel ni un demonio, pero sabía lo que yo era, lo interpretaba en sus verdosos ojos. Sus ropas negras de cuero me recordaron a los brujos que habían estado en la pelea de la mansión Jackocbsob a lado de Juliette.
— ¿Juliette te envió? —Pregunté con seguridad e inquietud. — ¿Ella está aquí?
El chico soltó una risa entre dientes.
—Tienes suerte de ser la sobrina de Juliette Warthforc, si no ya estarías muerta—escupió las palabras con desprecio, tenía acento inglés a pesar de su voz grave, sus palabras sonaban suaves y fluidas.
— ¿Por qué te envió? —volví a preguntar—No pienso ir contigo… dile que… es aquí a donde pertenezco, necesito…
Las palabras se atoraron en mi garganta, no sabía realmente que decir; de pronto haber huido de Dunkeld carecía de sentido y lo apreciaba como un mero capricho de adolescente.
El chico suavizó su mirada y guardó el cuchillo en su cinturón, al mismo tiempo relajé mi postura, si Juliette lo había enviado entonces no tenía intenciones de hacerme daño, sólo tenía que explicarle de buena manera que no iría con él. Pero eso no parecía entenderlo, ya que la pequeña tregua pareció llegar a su fin cuando se lanzó otra vez sobre mí dirección tomándome por sorpresa. Él era rápido, más rápido que cualquiera de los humanos normales, sus reflejos eran buenos, su fuerza mayor y yo sólo era como otro igual… torpe aún, rápida pero no lo suficiente para él.
Y la pelea se convirtió de pronto en una danza de golpes y choques de daga y cuchillo, él me superaba a pesar de los entrenamientos de Liam… si tan sólo pudiera llegar a él ambos podríamos con aquel chico, para Liam no sería gran problema, pensé.
Esquivé una vez mas su cuchillo y me aparté los cabellos enmarañados del rostro, nos miramos un instante, segundos, en los que  me sentí tentada a preguntarle por qué me odiaba, pero sería perder mi tiempo. Mi vida o la suya el pensamiento cruzó mi cabeza, yo realmente no quería llegar a esos extremos, no quería pensar en tener que matar a alguien, mucho menos a alguien a quien Juliette conocía… pero… ¿Y si ella le había enviado a deshacerse de mí? ¡No! Ella nunca me haría eso, era mi tía, mi única familia… como si fuese mi madre.
Seguí esquivando sus ataques, mirando hacia todos lados, una salida hacia el bosque, hacia Liam. Una sonrisa burlona apareció en sus labios, para él yo era débil e inferior y probablemente estaba en lo cierto, él tenía entrenamiento, yo no. Yo era pequeña, ágil, Liam me había dicho que usara eso como ventaja. Me agaché justo cuando lanzó una horizontal corte de cuchillo y empujé mi cuerpo hacia delante, contra su torso duro y firme, intentó permanecer de pie pero logré que perdiera el equilibrio y ambos caímos al suelo, yo sobre él, peleamos, uno tratándose de librar del otro, recibí un fuerte golpe en mi mejilla izquierda, rodamos en la tierra, saboreé el aroma del polvo saltando en el aire, conseguí darle algunos golpes en las costillas, recibiendo otros a cambio. La daga estaba en mi mano aún, como si hubiera sido adherida allí permanentemente, entonces encontré un lugar para ella en el muslo del muchacho, lo escuché gritar de dolor y solté el arma arrastrándome lejos de él, choqué con un árbol y lo utilicé de apoyo para ponerme de pie, no volví a mirarle, no quería ver sangre. Empecé a correr torpemente por el bosque, tratando de recuperar el equilibrio y la coordinación de mi cuerpo, la cabeza para pensar.
Mi corazón latía acelerado, la adrenalina me impulsaba a moverme y a recuperarme rápido para llegar a Liam, ni siquiera sentía el dolor, no reparaba en las ramas bajas arañándome la cara, las manos, caí quizá un par de veces, no lo sentí, me paraba y seguía corriendo. Los árboles empezaron a verse mas separados los unos de los otros hasta que llegué al claro donde estaba el pequeño campamento improvisado, había sido una pésima idea.
Allí en el claro que habíamos elegido para descansar se desarrollaba una lucha entre Liam y varias personas vestidas de igual manera que el chico de los ojos verdes. Algunos de ellos clavaron sus miradas en mí, dibujando expresiones sorprendidas, uno vino directamente hacia mí acorralándome como un monstruo aterrador que buscaba devorarme.
— ¡Anne, corre! —Gritó Liam en medio de su propia lucha. — ¡Vete!
Lo vi por encima del hombro del hombre. Había una herida en la cabeza de Liam, a un lado de su ceja derecha, manaba sangre que teñía sus rubios cabellos de carmesí intenso y resbalaba por el costado de su rostro y por su cuello, mojando el cuello de su camisa
Si volvía por el mismo camino que me había llevado hasta allí podría salir si me esforzaba por ser mas rápida, pero no podía correr, mis piernas no se movían y no podía apartar la imagen de la herida de Liam, a pesar de que ya no lo estaba mirando exactamente a él, sólo a una mancha borrosa de movimientos entre él y sus atacantes. No podía dejarlo solo, estaba loco si pensaba que lo haría. Tuve una sensación de dejavu y me dije a mí misma que no volvería a dejarlo, estábamos juntos ahora, pelearíamos juntos, le gustase o no; si debiésemos morir sería juntos como el equipo que conformábamos ahora como el hecho de que sólo nos teníamos el uno al otro.
El hombre que estaba delante de mí se dio cuenta que mis intenciones eran oponer resistencia, y se lanzó contra mí, yo no tenía ningún arma por lo que hice lo que cualquier chica en una situación desesperada haría: golpeé su entrepierna con la rodilla. Ahogó una maldición a través de una exclamación de dolor, se encogió y lo empujé clavando mi codo con fuerza en su tórax, luego me agaché y mis uñas rasparon el suelo cuando cerré el puño sobre la tierra para lanzársela a los ojos y cegarlo. Luego arrebaté un cuchillo largo de su cinturón y me alejé para ir a ayudar a Liam quien tenía sobre sí la mayor parte de la carga, si seguía sólo no lograría estar de pie por mucho tiempo, ellos estaban usando magia, ellos eran brujos, como Juliette, como una parte de mí también lo era.
Entonces vi los ojos de aquél hombre, lo reconocí de inmediato, esa dura mirada en las facciones rígidas de su rostro severo: Robert.
Algo dentro de mí vibró con desprecio hacia él y mi razón lo tomó como un objetivo. Me lancé hacia él, cuchillo en mano directo a su cuello, que esquivó sin dificultad alguna. Escuché su risa entre dientes; se deslizó en el suelo hacia mi retaguardia y clavó un golpe con su codo en mi espalda, golpe que me envió directo al suelo de bruces. Giré en el suelo sobre mi espalda y a lo lejos vi como Liam luchaba presa de dos de los brujos que lo sostenían de cada brazo, una lluvia de rayos arremetió contra su cuerpo y cayó al suelo con la flacidez de un bulto sin vida.
Su nombre salió en un grito de mi boca, me arrastré en el suelo para llegar a él, sentí el barro, las ramas y las rocas bajo mi cuerpo y luego una fuerza ajena a la mía me levantó, pelee furiosa contra él, de una de mis manos salieron chispas cuando sentí la ira recorrer dentro de mis venas y de la misma manera en que habían hecho con Liam quité de mi camino a un par de brujos que se habían cruzado en mi camino, levanté una barrera de fuego azulino manteniéndolos lejos de mí.
Robert apareció otra vez delante de mí como un obstáculo, me tomó del hombro y me lanzó de vuelta al suelo ¿Podía ser alguien tan fuerte? O ¿Podía ser yo tan ligera? Rodé en la tierra y mi cabeza golpeó contra una roca, o un árbol, no estaba realmente segura, sólo sabía que había sido tan duro que hizo que mi cabeza retumbara y empezara a palpitar, mi visión se oscureció en los bordes pero me esforcé por mantenerme consciente. Enfoqué el par de botas de Robert viniendo hacia mí, todo parecía ocurrir en cámara lenta, pateó mi estómago, el dolor recorrió mi cuerpo nuevamente, estremeciéndome, el sabor de la sangre inundó mi boca y escupí al suelo.
Descuida, no te voy a matar, engendrose mofó. Seguía siendo esa voz suspicaz y agresiva, él no era muy diferente a Gabriel, cruel y ruin.
De algún lado —tal vez del odio que sentía hacia ese hombre—reuní las energías para ponerme de pie, ese veneno iracundo no me liberaba, lancé una descarga de energía contra él y lo aparté, lanzándolo lejos, a un par de metros, su cuerpo se movió por lo que supe que seguía vivo y pensé que podría seguir así hasta que me cansara, hasta que lo eliminara, pero recordé a Liam, me esforcé porque la ira no nublara mi criterio y como si emergiera del sopor de un sueño empecé a correr la distancia entra Liam y yo, él tenía que estar bien, yo tenía que sacarnos de allí.
Entonces un ardiente dolor recorrió mi brazo izquierdo haciéndome gritar, me detuve en mi carrera cuando estaba tan cerca de él, miré en dirección del origen del dolor y vi una flecha incrustada en la parte trasera de mi hombro, la tomé y la saqué exclamando un par de maldiciones entre dientes, pero antes de que pudiera moverme mi vista se nubló y mis rodillas se doblaron para dejarme caer al suelo. Mi cuerpo pesaba demasiado, mi vista iba del negro profundo hasta una lluvia de colores y formas irreconocibles. Había voces y sonidos que no reconocía… finalmente toda aquella maraña de extrañas sensaciones me arrastró hacia la oscuridad.