Unas
últimas palabras amargas y vacías con voz firme y
claramente pulcra; caminando despectivamente hacia el final del pasillo y un
pacto roto en menos de doce horas. Unos hermosos ojos grises que me recordaban los
relajantes días de lluvia en Dunkeld, esos gestos que mi imaginación retomaba y
los asemejaba a un caballero de las novelas de Jane Austen y esa sonrisa
dulcemente sádica con el toque suave de un ángel… eso fue Engel Jackocbsob los
primeros días que le conocí.
En
ocasiones todavía tenía la esperanza de que tomara el buen camino (tenía que
llamarlo de alguna forma), ni siquiera se si alguna vez hubo un “buen camino”,
lo único que se, es que cada día era peor que el anterior y que desde ese día
fuera del laboratorio de química nada fue mejor. Él me odiaba, lo había dejado
muy claro y yo… no sentía algo que se llamara realmente odio, quizás solo una
especie de desagradable repulsión. Ambos nos manteníamos alejados a una
considerable distancia, justo como él lo pidió, ya no veía esas sonrisas
abiertas de niño que lamentablemente me habían gustado tanto proviniendo de ese
extraño, –pues siempre fue eso: un extraño- nuestras miradas se buscaban pero
se desviaban inmediatamente un segundo después de encontrarse y si teníamos que
dirigirnos la palabra como última alternativa siempre se trataba de monosílabos
secos y distantes.
Por las
mañanas ya no volví a encontrarlo caminando hacia el instituto, no eso no iba
con él, ahora llegaba junto con su hermana —con quien al parecer había hecho
las pases— en un pequeño Beetle Negro que conducía ella, los Jackocbsob
prácticamente ya no eran nuevos, pero seguían causando la misma conmoción entre
la población estudiantil de Dunkeld & Birnam, y ya estaba claro quienes
eran y a que grupo pertenecían en este lugar.
En la
clase de historia se había cambiado de lugar objetando que prefería estar mas
delante para no perder ningún detalle, lo cual era una completa mentira, pero
el profesor Lafter era un poco ingenuo y se emocionaba cuando alguien aducía
algo sobre la materia que impartía, entonces lo cambió a lado de Rachel, eso a
ella le convino mucho, parecía estar encantada con él y con Valerie Jackocbsob.
A la hora del almuerzo se sentaba con su hermana y su grupo de amigos, Rachel
-por supuesto estaba entre ellos-, rodeado de los mas populares del colegio
quienes no hacían mas que alardear de sus fiestas de niños ricos y las
maravillosas noches que podían pasar bebiendo y fumando, las chicas morían por
una sonrisa suya y se sentían mas que satisfechas con una cita concedida por el
galán Jackocbsob, sin darse cuenta que solo habían sido utilizadas como juguete
de distracción.
En las
clases de química no había mas opciones y terminábamos juntos, sentados en la
misma mesa, siguiendo discretamente la marcha del reloj, esperando que la clase
terminara para ignorarnos de nuevo; pero siempre estábamos lo mas alejados que
la mesa nos permitía, apenas intercambiábamos palabras en los trabajos por
equipo que nos veíamos obligados a hacer juntos, comportándonos como un par de
diplomáticos enemigos de guerra. Rumania Vs. Escocia.
Las
noches solían ser peores, la peor parte del día; como una doble vida y una
monstruosa realidad alterna que me perseguía, noche tras noche, una bestia que
jamás se rendía me provocaba el miedo a quedarme dormida, pero el cansancio que
sentía traicionaba mis deseos de permanecer despierta; Inevitablemente, Engel
Jackocbsob siempre estaba en mi cabeza, un maldito intruso que se negaba a
salir, por mas que lo intentaba no podía sacarlo, estaba desesperada, no me
entendía a mi misma, quería convencerme de que no me haría daño, pero mi
subconsciente se aferraba a la idea de que ese chico perfecto y de semblante
serio estaba dispuesto a asesinarme; una cosa era que el lo deseara con toda su
alma porque yo le caía muy mal y otra muy diferente era que estuviera dispuesto
a hacerlo; podría tener ese aspecto extraño y misterioso pero no era un
asesino, yo lo sabía, mas no lo entendía.
Las
semanas del mes de septiembre pasaban rápido, a pesar de que a mi me daba la
sensación de que duraran una eternidad, mis días favoritos fueron los fines de
semana, en los cuales intentaba distraerme con Travis, Kat y Andrew; pasar un
rato con ellos solo significaba olvidarme de todos mis problemas y hacer todo
tipo de cosas locas y divertidas.
—Este fin
de semana deberíamos ir hasta Blairgowrie—aventuró
Andrew fascinado—quizás Perth… incluso tal vez hasta Edimburgo… o ¡Londres!
—Si… como
si mis padres me dejaran— se quejó Kat cruzándose de brazos como una niña
berrinchuda— ya sería una suerte si me dejan ir a Blairgowrie…
— Si
intervengo… probablemente te dejen ir, tus padres aún confían en mi—le dije
esbozando una sonrisa maliciosa y animándome a la idea— imagínense que cosas
haríamos los cuatro juntos en una ciudad…
— ¡Seguro
explotaría! —interrumpió Travis entusiasmado alzando los brazos al cielo
imitando la explosión de una bomba.
Nosotras
nos reímos ante la exageración de nuestro amigo mientras que Andrew le daba un
golpe amistoso en la cabeza.
—Si… eso
sería genial, dominaríamos al mundo con nuestro poder—dije empezando a soñar,
pero de inmediato bajé de mi nube de colores y añadí— pero Travis y yo tenemos
un trabajo de química que entregar el lunes… mañana tengo que… juntarme con
Jackocbsob para terminarlo, así que no podré… lo siento.
Travis se
golpeó la frente con la palma de su mano, parecía que él también apenas había
recordado el trabajo; tenía que reconocer que su suerte no era mejor que la
mía, su compañero de mesa era el chico mas bruto y grotesco de la clase, si
alguien necesitaba compasión de los dos, él la necesitaba mas que yo.
Escuché a
Drew chasquear la lengua y a Kat soltar un suspiro desanimado, la atmósfera de
diversión que habíamos creado hacía unos momentos, se volvió tensa y
deprimente.
—Ya no
importa, al parecer Jackocbsob es mas importante que tus amigos—me espetó Drew
hoscamente. —Vamos Kat, el autobús espera.
Kat hizo
un mohín y me miró con pena en sus ojos, se encogió de hombros y se dio la
vuelta para alcanzar a Andrew.
—Como si
yo quisiera estar con Jackocbsob, no es justo que se comporte así —me quejé
—Es su
forma de ser… ya lo conoces
Clavé la
vista en el suelo, desanimada, la idea de tener que ver a Engel fuera del
horario de clases me provocaba un malestar, ahora me arrepentía no haber
terminado ese trabajo, de haber sabido que la profesora lo reclamaría para el
lunes hubiera hecho hasta lo imposible por terminar en ese momento.
—Por lo
menos Jackocbsob es inteligente— admitió Travis consternado— cada vez que algo
sale mal, Green me golpea… ¿Qué te hace Jackocbsob a ti?
Medité
unos segundos y luego me reí de mi propio chiste interno.
—Intenta
asesinarme—respondí sonriendo, aunque no entendía porque aquello me causaba
gracia… ¿desde cuando era yo tan risueña sobre mis propias desgracias? Ni idea.
“Cuando
no hay alternativa ni solución a algo que nos aflige cada día en nuestra corta
vida, no hay mas remedio que buscarle una solución pasajera, vivir con ello
como si ya fuera parte de nosotros y sonreírle burlonamente demostrando una
fortaleza inquebrantable; cuando menos te lo esperes, te habrá dejado libre”
Iba corriendo
por un largo pasillo oscuro apenas iluminado por unas velas que flanqueaban las
paredes, el piso estaba cubierto por una asombrosa alfombra roja, como un
camino largo pintado de sangre; de pronto me detuve y miré a los dos extremos.
Regresar por donde vine o seguir mi camino hacia el final; solo dos opciones
para elegir una sola, la definitiva…
Mi
corazón latía con brusquedad, mi respiración era entrecortada y un sudor frío
bañaba mi frente, el temor volvía de nuevo a mí, estaba segura de que ellos
aparecerían en cualquier momento, querían hacerme daño. Tenía que tomar una
decisión rápida, una parte de mí quería regresar pero otra mucho mas grande
anhelaba seguir adelante, un lazo mayor a mi voluntad me unía a lo que se
encontraba al final, aunque ignoraba que era lo que había allá delante, podría
ser una trampa o lo que buscaba. Retroceder era de cobardes, seguir era de
valientes muy tontos. Respiré hondo tratando de recobrar la cordura y la
concentración para pensar mejor; tomé mi decisión definitiva: valiente muy
tonta. Apenas había avanzado unos cuantos pasos hacia delante cuando escuché
una voz que me detuvo, dulce y musical.
— Anne…
tenemos que irnos— me urgió ella.
Estaba a
la lejanía en el sentido opuesto a donde yo quería ir, extendía su mano y me
llamaba preocupada. Era una niña, una chica de unos trece años, nunca antes la
había visto en mi vida pero tenía algo familiar, demasiado inquietante para mi
gusto, era muy hermosa, con rizos sobrenaturales, largos y rojo fuego; su tez
era pálida, delicada piel de durazno, su complexión delgada y su rostro tierno
y angelical; lo que mas me sorprendió fueron sus ojos verde esmeralda que
brillaban como un par de joyas en la escasa iluminación.
—No— le
dije, percibiendo la desesperación de mi voz haciendo eco con las paredes
baldosas— tengo que seguir… entiéndeme.
Sus ojos
también demostraban la preocupación y me decían que se debatía entre dejarme ir
o llevarme consigo por la fuerza, perdíamos tiempo, eso podría marcar un error
fatal…
En ese
instante del otro extremo se escuchó un ligero ruido y una ráfaga de viento
helado me penetró; giré bruscamente sobre mis talones, Valerie Jackocbsob, se
había materializado de la nada, estaba parada frente a mí con un aire de
suficiencia y con uno de sus brazos sostenía firmemente a Travis, él forcejeaba
pero ella parecía mucho mas fuerte, a pesar de que no hacía ningún mínimo
esfuerzo; los delgados labios de la chica formaron una torcida sonrisa, ella
observó la situación y luego frunció el ceño enfadada y ofendida.
Me quedé
helada y negué con la cabeza una y otra vez, envuelta en el pánico y sintiendo
un vacío desolado en el pecho.
—Déjalo…
¡déjalo! —Le grité histérica— ¡El no tiene nada que ver en esto!
— Nunca
debiste meterte en asuntos que no te corresponden— dijo Valerie entre dientes y
después soltó una risa excitada y escalofriante.
Por un
momento creí que se refería a mi, pero, su mirada se desviaba encima de mi
hombro, volteé hacia aquella dirección y vi como la otra niña permanecía seria
pero sin abandonar la calma de su cuerpo, y de sus ojos esmeralda se había
esfumado la preocupación sustituida por el terror; me volví de nuevo hacia
Valerie, levantó con elegancia su mano derecha y presionó una de sus afiladas
uñas de princesa en el cuello de mi amigo, vi como un hilillo de sangre
resbalaba por un costado; mientras él hacía una mueca de dolor ella inclinaba
su cabeza lentamente a su cuello, lamió la sangre con la punta de su lengua y
de nuevo se volvió hacia nosotras, sonriéndonos del otro lado despectivamente,
como si hubiera ganado una batalla sin tener que ensuciarse las manos.
—T…Travis…—murmuró
la chica pelirroja; denoté el dolor en su voz, un dolor inexplicable, como si Travis
fuera lo mas importante para ella en ese momento.
Yo no
podía decir nada, mis labios temblaban, mi boca pronunciaba palabras mudas,
cada parte de mi cuerpo temblaba y mis ojos derramaban inconscientes lágrimas
silenciosas.
—Por
favor, déjalo—me atreví a suplicar cuando recobré el sentido del habla.
Los ojos
castaños de Travis me miraban afligidos del otro lado, el temor se reflejaba en
sus pupilas y su sonrisa permanente era solo como un recuerdo.
Valerie
Jackocbsob rió entre dientes, después en su rostro se dibujó una expresión de
falsa inocencia; del simple viento hizo aparecer una daga y la acercó al cuello
de Travis acariciando con la punta la yugular de él.
—Siempre
tuve una fantasía, cariño—le susurró seductoramente en el oído— Tu y yo,
juntos… en la cual… ¡Mueres!
Todo
sucedió demasiado rápido, intenté correr para impedirlo, pero mis piernas no
respondieron, un grito ahogado de Travis y después la daga cortando su yugular,
él cayendo lentamente hacia el suelo con la mirada vacía y la sangre fluyendo
descontroladamente…
—
¡TRAVIS! —grité horrorizada lo mas fuerte que mis cuerdas bucales lo
permitieron.
Y mi voz
resonó en cada rincón de la habitación, las lágrimas fluían descontroladas de
mis ojos, temblaba de miedo, la imagen de Travis tumbado en el suelo… muerto,
aún estaba demasiado presente. Solo había sido una pesadilla, la más horrible y
real de todas, pero solo una pesadilla.
Miré
hacia la mesilla de noche y vi que las manecillas del reloj marcaban las 8:30
a.m. me limpié los rastros de lágrimas con la manga de mi camisón y me revolví
el cabello aturdida. Escondiéndome entre el edredón hundí mi rostro en los
cojines, rebusqué somnolienta entre las sábanas, necesitaba mi móvil para llamar
a Travis, pero jamás lo encontré. Resignada de no encontrarlo me metí a duchar
e intenté olvidar los acontecimientos de mis sueños, cada día resultaba más
fácil olvidarlos, se habían vuelto parte de mi rutina, pero esta vez la prueba
era más complicada, necesitaba ver a mi amigo sano y salvo o por lo menos
escuchar su voz y hasta que eso no sucediera no estaría nada tranquila.
Me vestí
con unos jeans, un sweater delgado azul y me puse una cazadora larga por arriba
de las rodillas también negra, era mi favorita; aquella mañana de octubre había
amanecido fresca y nubosa, quizás llovería y con suerte tal vez nevaría. Tomé
mi mochila con solo el material de química, estaba a punto de salir cuando una
extraña sensación –de esas en las que sientes que has olvidado algo, pero no
sabes que- me hizo regresar, fui hacia la mesilla de noche y fijé mí vista en
el pequeño alhajero de cristal en forma de corazón que se encontraba allí, en
un rincón, como una reliquia, tuve el impulso de abrirlo, era la primera vez
que lo hacía en tanto tiempo. Era un regalo de mi abuelo y desde que murió su
interior había quedado en el desolado olvido, como si intentara alejar sus
recuerdos y borrarlos de mi mente para evitar la depresión y la amargura. Mi
cuerpo se estremeció y la nostalgia del ayer regresó, con una mano temblorosa
saqué lo que estaba dentro, reposando durante un casi eterno tiempo. Desenredé
la delgada cadenita de plata y una joya azul en forma de estrella quedó
colgando; pasé la cadena alrededor de mi cuello y aseguré el broche; suspiré,
los recuerdos eran tristes pero a pesar de todo me sentí extrañamente bien, ya
era hora de afrontar los hechos con madurez, y solo a mi me gustaba torturarme
de esa forma. Más masoquista no podía ser.
De pronto
recordé que llevaba prisa, pegué un salto y salí corriendo; en la sala se
encontraba Juliette, también llevaba ropa para salir y revisaba el contenido de
unas cajas que se encontraban en el suelo, apiladas una sobre otra.
—Buenos
días, cariño— me saludó descuidada mientras acomodaba papeles en un
portafolios.
Se volvió
a mí una vez que terminó, me estudió con su pacífica mirada y se mordió el
labio, frunciendo el ceño como si algo le apenara, por un momento pensé que se
trataba de mi ropa, pero no había nada malo en ella.
— ¿Pensabas
salir? —Me preguntó con cautela— yo… necesito tu auto, debo ir a Dalmarnock.
— Oh… no
te preocupes, tomaré el autobús
—Puedo
llevarte ¿A dónde vas?
—Solo voy
a Atholl, tengo que…
Mi frase
quedó a medias cuando la puerta se abrió.
— ¿Faltan
mas cajas, señora Crawforth? —La voz de Travis entró flotando junto con el frío
del exterior— ¡Anne! ¿Lista para tu cita?
Sentí un
alivio al escuchar su voz y verlo ahí sano y salvo, sin el mas mínimo rasguño,
con sus ojos castaños vivaces y la sonrisa pícara surcando su rostro; el terror
había pasado, estaba bien y seguía haciendo sus comentarios fuera de lugar,
¡ese era mi Travis! Lo fulminé con la mirada, se lo merecía.
— ¿Qué
cita? — Inquirió Juliette inmediatamente, parecía sorprendida— ¿Por qué no me
dijiste que tenías una cita?
—No es
una cita— Le aseguré elevando mi voz— es un trabajo… nada del otro mundo… tu
sabes H20, Carbono, partículas, átomos… ¡Deja de reírte, Travis!
— Ya…
—Repuso mi tía mientras contenía una sonrisa. El color que ahora tenían mis
orejas seguro le hacía gracia—mejor nos vamos, no quiero que se me haga tarde.
Tomó el
portafolio mientras Travis y yo nos hacíamos cargo de las cajas. Las llevamos
hasta el auto y las acomodamos cuidadosamente en la parte trasera.
— ¿Se
puede saber que haces tu aquí? — Pregunté en voz baja a Travis.
No me
respondió con palabras, levantó el pulgar y señaló a la casa vecina, donde se
encontraba aparcado su llamativo Ford Focus amarillo canario. Entonces lo
entendí.
—Tengo
que esperar a que el feo durmiente Green despierte.
—Quizás
tengas que despertarlo con un dulce beso. —Me reí y Travis hizo una mueca de
asco, sacando su lengua.
Subí al
auto despidiéndome con un movimiento de mano.
Juliette
conducía en silencio, algo en su expresión me extrañaba, había demasiada
seriedad en sus ojos y conducía con mas precaución de la necesaria, frunciendo
el ceño a la ventanilla, como si quisiera sacar las respuestas a sus
interrogantes con mirarlo de esa manera. Estaba nerviosa. No hablamos durante
el camino, ella no solía ser tan seria, pero cuando lo era, nadie era capaz de
sacarle un signo de vida, de conciencia humana. Muchas veces era muy
conveniente, pero ahora, necesitaba una distracción, cualquier cosa, pero no
hubo nada, situación que me obligó a regresar al tema que mas quería evadir. Al
final terminé de nuevo absorta en la pesadilla de aquella noche; la imagen sin
vida de Travis ya había quedado desvaída, solo el rostro lindo y tierno de
aquella niña permanecía grabado en mi mente, sentí conocerla de algún lado, pero
estaba completamente segura de que jamás la había visto pues no olvidaría ese
cabello rojo, como el fuego y sus grandes ojos esmeralda.
Cuando
volvía de nuevo a la realidad ya habíamos llegado a la plaza donde había
quedado de verme con Engel Jackocbsob.
—Dime…
¿Es guapo? ¿Como se llama? ¿Te trata bien?
Estaba
observando fuera por si veía alguna señal de Engel y no pude captar el sentido
de sus preguntas, me encontraba tan distraída que cuando rompió el silencio no
supe a que se refería exactamente, pero luego, caí en la cuenta de que su
seriedad y esa expresión dudosa siempre habían sido por el comentario de
Travis.
— ¡Tía!
—la reprendí, a pesar de que estuve a punto de decirle que si era guapo, que
era hermoso y perfecto— se trata solo de Jackocbsob…
El tono
insignificante con el que mencioné su nombre pareció calmarla; le había hablado
de él un par de veces, de lo mal que caía y de su comportamiento arrogante e
insoportable. Vi una pequeña chispa –de lo que quizás fue ilusión- borrarse de
sus ojos, suspiró y sonrió con timidez. De improviso extendió su brazo y tomó
entre sus dedos el colgante de la estrella, lo dejó caer de nuevo a mi pecho,
me miró azorada y se encogió de hombros.
Le di un
beso en la mejilla y salí en un revuelo, queriendo evadir otra deprimente
conversación. Me perdí intencionalmente de la vista de Juliette y busqué a
Engel Jackocbsob con la mirada; aún no había llegado, no lo veía por ningún
lado, me senté en una banca que se hallaba bajo un árbol y frente a una fuente,
siempre me había gustado allí, esperaría a mi compañero un rato mas y solo
deseaba que no se demorara, la paciencia y yo nunca habíamos sido buenos
amigos. El cielo se empezaba a nublar, parecía que estaba a punto de llover.
Saqué mi mp3 y me puse a escuchar una música agradable de piano, sin importarme
lo que pensaran las demás personas que me verían, me recosté sobre el asiento
de madera, puse mis brazos detrás de la nuca y cerré los ojos, sintiendo el
viento fresco de la mañana y oliendo el suave aroma del otoño haciéndose
invierno…
Abrí los
ojos lentamente, ya había pasado más de una hora, no me habría dado cuenta de
no ser por la infinidad de melodías que ya había escuchado (las cuales estaba
segura que no eran muy cortas); entonces mis ojos se encontraron con una mirada
suave y dulce, una mirada gris, ¿estaba soñando de nuevo?; el rostro de Engel
Jackocbsob estaba recargado sobre sus brazos que se apoyaban en el respaldo de
la banca y él se encontraba sentado sobre un peldaño, a lado; su sonrisa se
borró casi inmediatamente y su semblante se volvió a tornar igual de serio y
amargo que siempre; me saqué los auriculares y me levanté apresuradamente
queriendo hacer el bochorno menos duradero.
— ¿Cuánto
tiempo llevas ahí? —inquirí alarmada mientras guardaba mis cosas. Evité a toda
costa de nuevo su mirada que me ponía de nervios.
Se puso
de pie rápidamente de un salto y me quitó la mochila del brazo, se la colgó y
empezó a avanzar con su acostumbrada elegancia.
—Mucho…
tal vez una hora…—dijo sin inmutarse. Tranquilo y sin sonar pretencioso.
—Y porque
no me hablaste… ¿solo te quedaste allí, viéndome? Valla forma de perder el
tiempo—exclamé.
Rió entre
dientes y yo me crucé de brazos dando es aspecto de una niña molesta.
—Fue…
interesante y divertido.
—No le
veo la gracia—protesté mientras lo seguía con un poco de dificultad
—Yo
si—discrepó; guardaba su risa, pero disfrutaba del chiste— Imaginaba que
estabas muerta y yo solo me deleitaba con el dulce momento…
Me paré
en seco frunciendo el ceño fingiendo indignación, aunque no era capaz de
ocultar mis miedos, miedos que me perseguían cada noche, desde que le conocí;
él también se detuvo y se volvió a mi riendo, reía como aquella mañana en mi
auto, tierna e inocentemente, pero sin perder su toque de frialdad; sus gestos
delicados y su melódica risilla me hipnotizaron, como siempre.
—Era
broma—me informó aún manteniendo su delgada sonrisa— Solo pensaba, que detrás
de esa actitud de león enfurruñado, se esconde un tierno gatito…
Volví a
avanzar, fingiendo que no había escuchado nada de lo que dijo, fingiendo que no
me importaba y que solo era un comentario demasiado fuera de lugar; quise ver
las intenciones con las que dedicaba esas palabras, pero no había intenciones
ahí, ni siquiera algo que se asomara descuidadamente de sus palabras, él era
quien reía solo y me miraba de soslayo queriendo captar mis reacciones; volteé
mi rostro hacia otra parte, clavando la mirada en una familia que caminaba a lo
lejos: una madre, un padre y el pequeño que corriendo delante de ellos; no
tenía nada que agregar, miles de palabras se quedaron mudas en mi boca,
queriendo salir todas al mismo tiempo pero a la vez temiendo ser expresadas,
sin sentido, sin coherencia; mis piernas empezaban a temblar, mi corazón a
palpitar fuera de los límites permitidos y el calor de mis mejillas me decía
que me había sonrojado; me mordí el labio inferior, fruncí los labios y me
quedé callada para seguir caminando, sin saber en realidad a donde me quería
dirigir, Engel Jackocbsob me seguía de cerca y aún sonreía; era odiosamente
detestable, me repetía a mi misma mientras en mi fuero interno le lanzaba los
peores insultos que me sabía y otros que se me ocurrió inventar; esto tenía que
terminar antes de que empezara pero era demasiado difícil con él a lado,
dejándome vulnerable con cada uno de sus actos, una rosa en pleno invierno…
terminaría volviéndome loca y de alguna manera, ya estaba por lograrlo… ¡No!,
me increpé rotundamente, iba a luchar esta batalla; que tonterías pensaba
últimamente, nadie me ganaba nunca y no lo harían jamás, resistiría a todos su
estúpidos encantos, solo era y sería mi compañero de clase por el resto del
trimestre; jugaríamos fuego con fuego si era necesario.
—Y adonde
vamos… donde haremos nuestro trabajo—pregunté con naturalidad cuando supe que podía
controlar mis impulsos. Estaba exasperándome, me tenía caminando en círculos y
de nuevo, estábamos donde habíamos empezado: entre la banca y la fuente. — no
se a que estés jugando hoy... pero… terminarás colmándome la paciencia, Engel
Jackocbsob… y no te gustará.
Desorientado,
salió de sus pensamientos silenciosos. Me volteó a ver como si apenas se diera
cuenta que yo estaba allí.
— Es
verdad… para eso nos habíamos citado aquí—se llevó el dedo índice a los labios
y volteó a ver el cielo—bueno, en mi casa por supuesto.
De nuevo
volvió a emprender el paso, no lento, pero tampoco precipitado; esta vez,
caminó hacia otra dirección; nos alejábamos de los verdosos jardines de Atholl,
dejando atrás los frondosos árboles y a la gente disfrutando del paseo matutino
del sábado.
Iba un
poco por delante de mi, no lo había dicho en voz alta pero era lógico que
pretendía que lo siguiese, me había cansado de hacer lo que él decía, pero no
me quedaba otra opción que seguirlo, sin embargo, estaba lista para salir
corriendo, furiosa, en cuanto se le ocurriera otra tontería, otra burla a mi
inteligencia. Busqué el Beetle negro, pero no lo vi y pensé que de nuevo estaba
jugando conmigo; de improvisto se detuvo –y yo junto con él- frente a otro
coche, un auto fabuloso, su pintura negra relucía como espejo, cualquiera que
pasaba a su lado lo admiraba como una reliquia de museo, jamás había visto uno
así, solo por televisión o Internet. Engel me tomó de la manga de mi chaqueta y
abrió la puerta del copiloto para mi, la cual no se abrió hacia un lado si no
hacia arriba, me pareció alucinante, no quería ver mi reacción porque seguro
sería la de una tonta asombrada y quien no lo estría. Entré con sumo cuidado,
como si el auto fuese capaz de romperse al más mínimo toque; su interior era
genial igual que su exterior; apenas me dejó seguir admirando su auto cuando
llegó hacia el otro lado y se sentó frete al volante, sonriendo altivamente.
—Te
encanta llamar la atención ¿no es así? —suspiré poniendo los ojos en blanco.
—Un poco…
¿crees que con este Lamborghini Murciélago es suficiente? —preguntó con
inocencia. Hizo rugir el motor expresando que tan potente y magnifico era su
monstruo.
Me crucé
de brazos y lo fulminé con la mirada, su arrogancia me indignaba y me ofendía,
si Travis hubiera estado allí habría retirado su comentario acerca de que debía
dejar de llamarlo “arrogante lombriz rumana”, nuevamente coincidí conmigo misma
que esa era el sobrenombre que mas le iba.
— Oh… ¿no
como crees? Hubiera sido mas eficiente que vinieras por mi en tu avión privado…
—dije irónicamente. Yo también podía jugar.
Detuvo el
auto y colocó su antebrazo sobre el volante, se volvió hacia mí y me miró
directamente a los ojos, estaba serio y lucía como estrella de cine en esa
posición.
— Bájate—
me ordenó con calma— ahora
—Solo era
una broma.
La puerta
se abrió.
—Pero…
pero… —me dejaba atónita de nuevo, vaya chico bipolar— ¿Qué no puedo ser yo
también sarcástica?
—En
realidad… ese tono no te va tan bien como a mí—objetó— y he dicho que te bajes.
Quieres un avión… iré por el avión—luego bajó la voz — que cruel, las
apariencias engañan, tenía una imagen humilde de ti y resulta que prefieres que
te recojan en avión… las decepciones no son geniales…
La puerta
del copiloto se cerró y volvió a echar a andar el auto; me recargué sobre el
asiento y miré hacia fuera sin ver nada en especial; el coche empezaba a ganar
velocidad y ambos nos manteníamos en silencio; una vez más, estábamos atrapados
en un lugar cerrado, solo él y yo, sin decir nada. Se empezó a alejar de la
ciudad y cuando tomó la A923 aceleró aún más, el paisaje fuera de la ventanilla
polarizada se veía solo como líneas de colores corriendo y las imágenes
deformes del paisaje; sentí como si fuera en una montaña rusa, algo fiero revoloteaba
en mi estómago y la adrenalina corrió por mis venas. Volteé a verlo, parecía
tranquilo y disfrutar de la velocidad; no dije nada, a mi también me agradó,
pero, fingí estar enfadada y no disfrutar del paseo. Poco después de pasar el
campo de golf, Engel empezó a disminuir la velocidad y terminó dando vuelta
hacia la derecha, a un nuevo camino abierto a lado de la autopista; la
comodidad de la carretera dejó paso a una vía empedrada entre un mar de
árboles, me reí al pensar que era una especie de simio salvaje que vivía en un
bosque, se dio cuenta de mi repentino cambio de humor pero me ignoró, callé y
lo observé detenidamente, todo rastro de aquella dulce sonrisa se había
esfumado, que triste y lamentable suceso, pensé abatida como si se tratara de una
tragedia de margen mundial; su frente estaba arrugada, parecía preocupado por
algo, desistí la ansiedad de preguntarle, era solo que por alguna razón no me
gustaba verle así.
Volví a
desviar la vista hacia un lado; me di cuenta de que el camino era recto y los
árboles que flanqueaban a los lados del sendero crecían de forma ordenada,
frondosos y curiosamente todos parecían ser iguales, jamás un árbol se había
llevado tanto mi atención, pero aquellos eran diferentes, solo especiales a
comparación de los que se encontraban detrás. Luego, cuando empecé a creer que
nunca llegaríamos un portón de hierro forjado se alzó a nuestra vista, tenía un
extraño y elegante diseño; cuando el Lamborghini estuvo a un poco más de dos
metros de distancia se abrió automáticamente. Cruzamos la verja y a nuestros
lados todo lo que era bosque desapareció por completo dejando visible solamente
alrededor, un majestuoso jardín con hermosos y vivos rosales cubiertos de rosas
rojas y los setos verdes habían sido cortados con la figura de unos querubines.
Engel siguió conduciendo, yo no podía dejar de
sorprenderme, cuanto mas avanzábamos por el esplendoroso jardín una imponente
mansión de unos cuatro pisos tal vez, se alzaba delante, grandiosa, ancestral y
de estilo gótico, podría pasar por un castillo original de la época medieval;
sus paredes de mármol bien detalladas en un color oscuro le daban un aspecto
misterioso y tétrico, pero el vivido jardín hacía que terminara siendo
atrayente. En ese momento me lamentaba de no cargar con mi cámara digital; me
sentía como una turista visitando las glamorosas antigüedades de la Gran
Bretaña, incluso, hubiera esperado que Engel comenzara a hablar sobre una
fabulosa historia de guerras, asesinatos acontecidos en el pasado, tal vez una
trágica historia de amor. Nada de eso sucedió.
—Hemos llegado—me informó con voz aburrida
arruinando cruelmente las fantasías que en mi mente tomaban vida propia.
Había aparcado frente a la entrada.
Bajé una vez que él me abrió la puerta y cuando puse
un pie fuera del auto algo extraño me sacudió, una especie de descarga
eléctrica recorrió todo mi cuerpo, eran sensaciones de miedo, sorpresa,
ilusión, adrenalina… tantas cosas juntas al mismo tiempo que no supe cual era
mas grande que la otra, mi corazón empezaba a latir sin control y a cada paso
que avanzábamos hacia la entrada principal el retumbar de sus latidos se
intensificaba.
Subimos unos cuantos escalones hacia el porche,
donde se hallaba una fuente que llamó mi atención, el agua caía de una estatua
pulida en mármol con dos figuras preciosas perfectamente talladas: dos ángeles,
uno estaba de pie mirando con desdén hacia el cielo y sonriendo suspicazmente
mientras sostenía en sus fuertes brazos al otro ángel...
Algo fuerte jaló de la manga de mi chaqueta y me incitó
a seguir avanzando, giré mi vista fuera de la hermosa escultura y me di cuenta
que Engel me llevaba a rastras hacia la entrada principal, murmuraba cosas para
si mismo, cosas que no lograba escuchar, sabía que mi visita no le gustaba
mucho y sinceramente a mi tampoco me gustaba mucho la idea de estar ahí, esto
era lo que yo llamaba “visitas contra la voluntad mutua”.
Se detuvo frente a la enorme puerta de madera y tocó
con la aldaba de plata, el sonido se escuchó hueco pero fue ensordecido cuando
instantáneamente la puerta se abrió con un chirrido estremecedor propio de una
película de terror; ya no sabía si me daba mas miedo entrar a esa casa o mas
curiosidad de saber como era su interior, el cuerpo alto de mi acompañante no
me dejaba ver mucho, además de que el salón no parecía estar muy iluminado.
—El joven amo está de vuelta— escuché que decía una
voz excitada desde el interior, proveniente de la oscuridad — y veo que ha
traído…
—Ahórrate tus comentarios, Liedfrahed—lo interrumpió
Engel con un dejo de desprecio en su voz.
Me llevó aprisa adentro de la mansión aún tiraba de
mi manga. Supe que había alguien a mi lado, sentí su presencia y un escalofrío,
giré con discreción mi cabeza y lo vi, con el cabello oscuro cayéndole sobre
los hombros y sus ojos negros, tan brillantes y desorbitados me miraban con una
especie de deseo, me sonrió de forma extraña, mostrando una dentadura blanca,
me estremecí, parecía una especie de psicópata, justo como me imaginé al
mayordomo del conde Drácula.
Tomé un mechón de mi cabello, nerviosa, intentando
poner mi mente en otra cosa pero estaba muy oscuro, efectivamente, apenas podía
ver, entrecerré los ojos tratando de acostumbrarme a la oscuridad y saber por
donde iba, aunque no era muy necesario, Engel me guiaba y tuve que confiar en
él, parecía moverse bien en la oscuridad. Escuché el chasquido de sus dedos y
de inmediato el salón se iluminó, algo irreal, miré al alto techo de donde
provenía la luz principalmente, había una gran lámpara colgante de cristales y
probablemente diamantes, aquello estaba de película de miedo, me preguntaba si
lo que seguía a continuación era mi cruel asesinato.
— Nos gusta la tecnología— me dijo él como si lo que
hubiera hecho fuera algo muy normal— Hace la vida más cómoda… y los efectos del
siglo XVII y XVIII causan un buen efecto y una grata impresión.
Pensé que seguro se estaría imaginando lo que pasaba
en esos momentos por mi mente (si es que no la podía leer pues era lo único que
me faltaba); yo no me había dado cuenta, pero estaba temblando, a la vez que
trataba de acaparar todo con mi vista, era magnífico, de miedo, pero magnífico.
El vestíbulo un espacio abierto con dos escaleras
una a cada lado, la de la derecha llevaba al pasillo que se encontraba en el
segundo piso y la de la izquierda era de caracol, llevaba a una puerta y ahí se
perdía el camino; la estancia amplia estaba cubierta con tapices en color
carmesí y dorado ocre y las paredes pintadas de un color beige oscuro, tenía
una decoración simple pero eso no le hacía abandonar el toque mundano de el
resto del gran castillo, me mordí ambos labios y me encargue de que mi boca no
se abriera de golpe hasta el suelo, pero cuando miré al frente olvidé aquello,
mi expresión en esos momentos debía ser tremendamente ridícula, pero era inevitable,
sobre la gran chimenea se erguía lo que supuse era el escudo de armas de la
familia Jackocbsob o por lo menos algún símbolo que los caracterizaba, en la
pared de piedra bajo las letras que rezaban el nombre del apellido, reposaban
unas enormes alas desplegadas hacia cada lado, blancas y su textura de plumas
daba la impresión de tener el tacto mas suave y agradable que jamás podría
imaginar, como nubes de algodón; sobre ellas un par de espadas cruzadas, de una
reluciente plata, pero, conforme mi mirada bajaba hacia las puntas, la plata
que parecía espejo se manchaba de una sustancia roja, asimilando la sangre,
dándome a entender un cruel simbolismo. Avancé un par de pasos, quería saltar
sobre la chimenea y tocar las suaves alas, pero Engel tiró otra vez de mi
chaqueta impidiéndome avanzar mas, volteé a verlo, había olvidado que estaba
ahí a mi lado, había olvidado que estaba en su casa, solo me había perdido en
el maravillado eco de sus rincones.
— ¿Es… algo así como… un símbolo de tu… familia? —le
pregunté con voz entrecortada, sabía a lo que me refería
— Algo así… no le des mucha importancia.
Su voz de pronto perdió el toque de arrogancia, se
había vuelto diferente, sus ojos grises también se posaron hacia la chimenea,
conmocionado mas que admirado, había aparecido un sufrimiento mudo, quise verlo
de sus ojos pero no me lo permitió, evadiéndome, y tirando otra vez de mi
chaqueta para llevarme a través de la escalera que se encontraba de lado
derecho.
“Yo quería ir por la de la
izquierda”
protesté en mi fuero interno.
Subimos por la escalera, tan rápido como mis piernas
me dejaban, me llevó a través del pasillo, pasamos varias puertas hasta que
subimos otras escaleras, y la planta baja se perdió de mi vista; llegamos a
otro pequeño vestíbulo, dimos vuelta a la izquierda y nos detuvimos frente a la
tercera puerta.
—La cámara de torturas— me informó seriamente
mientras giraba el pomo.
Me estremecí, asustada, y retrocedí unos pasos, iba
a salir corriendo pero me quedé paralizada; me sonrió indulgente, soltó un
bufido y volvió a tomar la manga de mi chaqueta, incitándome a entrar; mi
cerebro ya no reaccionaba a lo que quería que hiciera. Cuando el puso un pie
dentro, la habitación se iluminó, yo entré tras él y me relajé un poco al ver
que no lucía de la forma aterradora en la que pensé, solo era una habitación,
no como cualquier otra pero solo una habitación. Era un cuarto de grandes
proporciones, las paredes tenían la misma decoración que el resto de la casa,
quizás un poco más sencilla y sobria. A lado de la puerta se encontraba una
gran cama con dosel, revestida de un elegante edredón y cubierta de cojines en
la cabecera, la cama digna de un rey. A mano izquierda, la mayor parte de la
pared estaba cubierta por unas enormes cortinas de terciopelo, frente a la cama
había un mueble de cristal donde había un sofisticado equipo de
entretenimiento. A mano derecha solo había dos puertas de madera una en cada
extremo.
— Vaya… debe ser toda una tortura dormir aquí— dije
sarcásticamente arqueando una ceja
—La verdad… si
Entrecerré mis ojos y lo miré con desagrado.
— ¿Alguna vez me dejarás ganar?
—No lo creo, me gusta mas el status Anne pierde,
Engel gana.
Bufé y me crucé de brazos, tenía tantas ganas de
golpearlo, hubiera cambiado ese momento por cualquier cosa en el mundo, incluso
por un maní y a él por una pelusa, odiaba a mi compañero de equipo y mas odiaba
mi maldita suerte.
No nos quedamos ahí, fuimos hacia las puertas de
madera que había enfrente y entramos por la de la derecha, la estancia era aun
mas grande que la anterior, las paredes también estaban cubiertas de ese tapiz
carmín con dorado; en la pared del fondo estaba una estantería llena de libros
de todos los tamaños asombrosamente gruesos, una mesilla de vidrio se
encontraba en el centro de la pequeña sala de la mini biblioteca y frente una
enorme pantalla plasma encima de una mesa, al lado un escritorio de madera y en
la pared contraria a la puerta había una guitarra eléctrica y un violín.
Sin duda yo estaba maravillada, mi boca estaba
ligeramente abierta a causa del asombro.
—Linda habitación—murmuré en voz baja aun atónita.
—Siéntate mientras busco mis cosas—me indicó
señalando con el brazo en dirección a la sala.
Hice caso a su indicación, no me sentía con ganas de
llevarle la contra, avancé a trompicones cruzando la estancia, de pronto su
expresión seria fue cambiada por completo gracias a una pequeña sonrisa que
surcaba su bello rostro; me senté en el sofá mas cercano, seguía distraída
observando su sonrisa llamativa, desvié la vista hacia otro punto, entonces mi
atención se vio fijada en un retrato que se encontraba en la mesilla bajo el
televisor, me levanté y me acerqué lentamente, ofuscada por la conmoción, clavé
mis ojos en los de las personas que se encontraban en el retrato. Era Engel con
su sonrisa perfecta y alucinante, lleno de alegría, como nunca lo había visto,
sus ojos brillaban radiantes mirando a la niña hermosa que rodeaba con sus
brazos, una niña de rostro angelical, mejillas sonrosadas, rizos fogosos y unos
grandes ojos color… ¿almendra?
— ¿Empezamos?
Di un respingo al escuchar su profunda voz en mi
oído y me di la vuelta sobresaltada, mi corazón nuevamente volvía a salirse de
control, y mis piernas flaqueaban, el rostro de Engel se había tornado serio,
inexpresivo, frío. Rápidamente pasó de mi lado y puso la fotografía bocabajo
con tanta fuerza que escuché como se rompía el vidrio protector.
— ¿Quién es ella? —un nudo en mi garganta me
sofocaba, apenas permitiéndome respirar, me sorprendía que sonido alguno fuera
emitido por mis cuerdas bucales.
—…Nadie— respondió dándome la espalda, evadiéndome
de alguna u otra forma, buscando algo imaginario dentro de su cuaderno de
apuntes.
—No puede ser “nadie”… —reproché alzando la voz ¿Qué
no entendía que para mi era demasiado importante?
—Bien… ya… es mi… hermana, Sophie… —dijo con voz
trémula
—No sabia que tuvieras otra hermana además de
Valerie ¿Vive aquí?
—No…
— ¿Entonces?
Se volvió de nuevo hacia mí, taladrándome con sus
ojos fríos.
—Murió hace años.
Wow!!!!me encanto!!! en serio!!! cada vez me impresiona mas como escribes...espero qeu puedas montar el siguiente capitulo lo mas rapido posible xD!! (no es por acosar ni nada...que conste, es solo que es demasiada buena la historia y me causa demadsiada intriga!!!)
Saludes
wow y mas wow!!!! maravilloso, ahora por fin sé quien es la otra pequeña sophie!! jeje, otra hermana... y muerta??
preciosa la despcripción del castillo, genial!! ojalá y yo tuviera un lugar asi!! jajaja precioso!!!
Me encanta esta relación de amor y odio, pero sabes? a mi me gusta travis!! jeje un encanto.
yap, hoy leí dos, mañana sigo....
felicitaciones nuevamente, eres excelente!!!
maysu
pd.: tu has ido a mi blog? pq veo a un cris en el chat, pero no sé si serás tu... no contesta mis saludos :(
si yo tuviera esa imaginacion no pararia de escribir!
eres excelente
sigue escribiendo
animo:0