Llovía.
Era la primera hora de
clase. Otra larga y tediosa sesión de historia con el señor Lafter; lo único
que hacía era pasearse por toda el aula hablando y hablando, nadie se
interesaba en prestar un poco de atención, mucho menos yo. Para sus clases solía
sentarme al final de la primera fila al lado de la ventana con una excelente
vista hacia el exterior, lo cual me distraía de vez en cuando para atacar el
efecto somnífero de esas horas; también, por supuesto, era una estrategia
sentarse en el rincón ignorado por la mirada inquisitiva del amargado profesor,
era muy insoportable cuando hacía preguntas para humillar a toda la clase.
Aquel día de Septiembre, durante los primeros cinco
minutos había tratado de parecer interesada pero después me fue imposible sin
sentir que mis párpados pesaban más de lo normal. El cuaderno que reposaba en
mi pupitre estaba abierto sobre una tentadora hoja blanca, sin ningún rayón,
impecable salvo por las líneas azulinas que marcaban los renglones; por un
momento, me resistí a él.
Primero, miré por la ventana las gruesas gotas de
lluvia que resbalaban en silencio por el cristal; después, mi mirada vagó más
allá hasta las copas verdes de los árboles más altos; luego miré de soslayo al
profesor hasta que perdí todo aquel interés alguno por la historia y su
complicado mundo donde unos hombres buscaban ser mejores que otros a la
infelicidad de otros tantos. La historia nunca fue ni sería una de mis
asignaturas favoritas, siempre me había parecido eternamente aburrida, todas
esas cosas que habían sucedido hacía tantos años a mi no me incumbían ahora en
el presente, no las necesitaría para salir de apuros algún día de estos, dudaba
que me fuera a enfrentar en una guerra sangrienta como las que describían esos
viejos libros, voluminosos y aburridos.
Resignada, tomé mi lápiz entre mis dedos y apoyé la
fina puntilla de carbón sobre el blanco papel, que, para ese momento ya me era
imposible ignorar. Comencé a deslizarlo suavemente, describiendo tenues figuras
deformadas en forma de trazos, volutas por aquí y por allá, sombras a lo largo
de la hoja mientras en mi mente se formaban sólo las imágenes, tan
vívidas y reales como si de una película se tratase…
Euforia y emoción empezaron a
correr por mis venas, una adrenalina introvertida surcaba mi cuerpo, era algo
que sólo experimentaba cuando hacía lo que tenía en mente y las cosas salían
tal como las planeaba, era simplemente maravilloso, indescriptible. De pronto,
todo aquello que me rodeaba fue desapareciendo lentamente y el ruido de la lluvia
se debilitó, toda mi atención se vio centrada en las imágenes de mi cabeza, mi
lápiz y la hoja de mi cuaderno. Poco a poco las líneas y rayones abstractos
fueron tomando forma; primero, una silueta masculina realmente atractiva,
posteriormente su cabeza sobre la cual se posaba una melena de cabello oscuro,
airado, un poco largo y con un flequillo disparejo que entre ocultaba con
naturalidad unos brillantes y ávidos ojos; su mirada se comenzó a hacer
seductora pero a la vez vacía; sus facciones delgadas se volvían afiladas,
después una sonrisa se dibujó con unos delgados labios, era una sonrisa cálida
y amable pero también llena de suficiencia; a continuación, mi lápiz se dirigió
espontáneamente hacia sus hombros y siguió deslizándose rápidamente, añadí pequeños
detalles y sombras hasta quedar casi completamente satisfecha con el resultado,
era una persona tan bella, tan perfecta físicamente hablando, a pesar de ser
algo tan sencillamente asombroso le faltaba una especie de chispa, sentía su
frialdad sobrehumana, una insensibilidad arrolladora le cubría como una oscura
manta… le faltaba algo, algo que lo hiciera parecer realmente un humano, algo
que no lo distinguiera y lo hiciera diferente, algo que no entendía y ni
siquiera yo misma sabía, como si no hubiera sido creado por mí y en realidad fuera
una mala copia de algo corpóreo en el mundo. Era la primera vez que me sucedía
aquello, la primera vez que un simple dibujo me hacía sentir de manera tan
extraña.
Un
escalofrío recorrió mi columna. Decepcionada, cerré la libreta y me erguí
recargándome sobre el respaldo del pupitre. De nuevo todo volvía ante mis ojos:
los compañeros a mi alrededor, el profesor Lafter con la misma perorata sobre
La Revolución Industrial, incluso, el sonido de la lluvia de afuera se intensificaba
para mi, pues, al desviar la mirada por la ventana, me di cuenta que el
aguacero no había disminuido en absoluto.
Suspiré
hondo y parpadeé un par de veces para aclarar las imágenes delante de mí; el
corazón me latía con tanta rapidez que por un momento pensé que se saldría de
mi pecho como un caballo desbocado, intenté calmarme. “Sólo es un dibujo” pensé al sentir que me ahogaba dentro del
concurrido salón de clases. Miré el reloj en mi muñeca izquierda, sólo faltaban
quince minutos para que finalizara la clase; situé mí vista al frente y de
nuevo volví a fingir que las causas que había provocado dicha Revolución
realmente era lo más interesante en ese momento, aunque sinceramente me
importaba muy poco, al día siguiente habría vuelto a olvidar las fechas y los
extraños nombres que solía usar la gente del siglos XVIII ó XIX ¿Por qué la
historia se molestaba en hacerse insoportable?
“¡Que
viniera alguien y me salvara de esta tortura!” Grité
dentro de mí, agobiada en la desesperación.
Un minuto
después, como si alguien, una fuerza superior a mi entendimiento, hubiera
escuchado mis súplicas internas, llamaron a la puerta del aula. El profesor
Lafter calló de golpe en ese instante y
se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz para después dirigirse a la
puerta y saber quien había osado interrumpir su valiosísima charla; fue
increíble ver como el aspecto severo y correcto de l hombre se volvía una
máscara de profunda indignación y su porte siempre recto estaba al borde de un
colapso. Hice el mayor esfuerzo por contener una sonrisa; sintiendo la
curiosidad desbocada de conocer a “mi salvador” desvié la mirada hacia la
entrada y estiré disimuladamente la cabeza para ver por encima del hombro de
Robert Mathews sentado de manera que su altura me ocultaba de la vista y me
impedía ver mucho de lo que sucedía más allá.
Se
trataba del prefecto Anderson, desde mi lugar apenas distinguí su habitual
peinado extravagante, imitando al de una estrella de un grupo de rock de los
80’s. Empezó a hablar con el profesor pero no logré escuchar ni una palabra,
pero, con cada segundo que pasaba Lafter daba la impresión de ser un volcán
humano a punto de estallar, si había alguien que sacaba de quicio a ese
profesor se trataba de Anderson, no era un secreto para nadie que la actitud
juvenil de Anderson le perturbaba, lo consideraba inmaduro e inadecuado para
dar un ejemplo de lo que significaba autoridad, según sus palabras.
—…si no
tengo otra opción…—escuché cuando elevó más la voz el profesor de historia.
Entonces,
resignado, se hizo a un lado y el prefecto entró en un revuelo como presentador
de programa de comedia, se paró enfrente de la clase, nos miró y nos dirigió
una amplia sonrisa amistosa que inevitablemente la mayoría correspondimos.
—Buenos
días, muchachos—saludó animadamente como si nos fuera a comentar el partido de
futbol del fin de semana pasado.
Su
sonrisa se volvió más amplia y el profesor, esperó impaciente con los brazos
cruzados manteniéndose lejos, quizás temía que si se acercaba mucho al prefecto
terminaría siendo como él.
—Bueno
iré al grano antes de que Lafter termine de ponerse morado— bromeó y una risa
general se escuchó por toda el aula mientras el señor Lafter nos lanzó una
mirada furibunda—en fin, hoy les he venido a traer un paquete directo desde
Rumania.
No estaba
segura de haber escuchado bien lo que había dicho, pero después una expresión
de asombro por parte de mis compañeros me hizo caer en la cuenta de que no lo
había imaginado. Hizo un movimiento con ambas manos como si tuviera un par de
baquetas en sus manos y tocara una batería imaginaria; luego se quedó quieto y
miró hacia la entrada.
—Se
suponía que esa era su señal… —titubeó.
Anderson
se dirigió de nuevo a la puerta y asomó su cabeza hacia fuera, después metió
nuevamente la cabeza y al siguiente instante entró una persona.
Por
primera vez en aquella primera clase del día presté verdadera atención, me
enderecé sobre el asiento completamente asombrada, sin creer lo que mis ojos
veían, tenía que ser falso, un sueño o una ilusión; probablemente estaba
soñando después de haberme quedado dormida, tenía que despertar antes de que
Lafter me descubierta. Sin embargo, no pude abrir los ojos hacia la realidad, y
el sueño, quizás pesadilla, siguió su curso cuando abrí con violencia mi
cuaderno en la hoja recién utilizada, mis ojos pasaron precipitadamente del
dibujo al chico parado en la parte delantera de la clase, seguí creyendo que
sólo era mi imaginación; sí, intentaba convencerme con mas firmeza conforme lo
examinaba con mirada aterrada, eso era… imaginación… o una simple coincidencia,
prefería la primera, asustaba menos pues mientras más lo miraba, más me daba
cuenta de que ese muchacho y mi dibujo poseían rasgos tan similares que podrían
ser la misma persona. Para ese momento entendí, que, después desde hacía mucho
tiempo, volvía a saber lo que era el verdadero miedo.
El chico
nos miró a todos, tenía una expresión seria que cautivaba, no se atrevía a
sonreír y no lo culpaba; hice una pausa entre mis miedos para dar una ojeada
discreta alrededor, todos lo veían expectantes, atónitos, fue evidente que su
atractivo físico los había deslumbrado por llamarlo de cierta forma, incluso,
el profesor Lafter parecía repentinamente anonadado.
—Su
nombre es Engel Jackocbsob—dijo el prefecto después de un prolongado
silencio—espero que lo hagan sentir como en casa… esto… parece que es un poco
tímido… ¿no?
Engel
Jackocbsob no cambió su expresión a pesar del titubeo de Anderson por tratar de
quedar bien, pero no sentí lástima hacia el prefecto, se lo había buscado, él
era el único docente que podía hacer la llegada de un alumno nuevo todo un
acontecimiento, seguramente si estuviera en sus manos decidir, habría celebrado
una fiesta de bienvenida.
En cuanto
a Engel Jackocbsob, no lucía en absoluto nervioso ni abrumado de que todas las
miradas curiosas se dirigieran a él, únicamente mantenía la vista al frente,
sin mirar nada en especial, supuse que le resultábamos una manada simple en un
mundo de cosas maravillosas; su porte daba cierto aire despectivo. Actuaba como
si estuviera acostumbrado a aquello y sólo fuera cosa de una aburrida rutina
diaria, probablemente lo era ya que parecía mas que obvio que alguien tan…
diferente… llamativo… casi incapaz de describir con simples palabras, pasara
desapercibido a donde quiera que fuese.
—Puedes
pasar a sentarte—informó Lafter saliendo repentinamente de su ensimismamiento,
su voz había abandonado el tono refunfuñón.
De nuevo,
di una mirada alrededor, esta vez no para ver a los aún atontados de mis
compañeros si no para darme cuanta que el único pupitre disponible que quedaba
era la que estaba delante de mí. Eso era genial, pensé con sarcasmo, ¿Qué mas
jugarretas sucias pensaba jugarme la vida en este día? A estas alturas era como
si ya casi todo pareciera posible de suceder.
“Deja que
las cosas tomen su curso” dijo esa voz interna que curiosamente casi siempre
tenía razón y sentido cuando mi mente estaba tan mal como para conectarse de
nuevo a la realidad y ser capaz de continuar por si misma; aunque, la mayoría
de las veces nunca estábamos de acuerdo, con el tiempo aprendí que si escuchaba
lo que me decía probablemente todo sería un poco mas sencillo, incluso podíamos
llegar a llevarnos bien; no obstante, rebatir era parte de mi naturaleza.
Mis manos
comenzaron a temblar y un sudor frío recorrió discretamente mi frente mientras
el calor de mi cuerpo subía directamente a mis mejillas, no lo pude ver pero
estaba casi segura de que me había sonrojado por una razón estúpida. Odiaba
esas demostraciones de nerviosismo, y peor aún odiaba sentirme nerviosa o
ansiosa por una persona que no conocía. Hice mi mayor esfuerzo por mantener mi
mirada al frente como si todo marchara tan normal como siempre, y justo en ese
momento, el mejor de todos, la cobardía y el miedo se apoderaron nuevamente de
mí; como un conejillo asustado, me agaché encogiéndome en el asiento como si
fuera mi pequeña madriguera capaz de salvarme de todo peligro impuesto a mi
alrededor: Engel Jackocbsob.
—Delante
de la señorita Crawforth hay un lugar—dijo de nuevo la voz de Lafter y estaba
segura de que me había señalado, no me atreví a levantar la mirada.
“¡Maldición!”
Tragué
saliva y el calor empezó a aumentar más, sólo me quedaba fingir que estaba más
interesada en mis propios asuntos que en el chico nuevo y su impactante
intromisión. Era guapo, imposible de ignorar y omitir, y más que atractivo algo
en él era atrayente.
Agradecí
que los demás siguieran estupefactos mirando a Engel y no prestaran atención a
nada más. Decidí arriesgarme y levantar un poco la vista. Lo vi exactamente a
él, no pude evitarlo, estaba presenciando a una de mis creaciones tomar vida
propia. Se dirigía lentamente caminando de una forma elegante con la mochila
colgada al hombro; era alto, delgado y a través de la camisa blanca pude
observar que se ocultaban unos formados músculos; el poco viento helado que
entraba por la ventana entreabierta despeinaba inocentemente su cabello negro,
tenía los ojos grises mas hermosos que jamás haya visto, aunque pude ver en el
fondo de ellos algo vacío, igual que en el dibujo, detrás de esos cristales
deslumbrantes ocultaba tantos secretos y misterios. Intenté controlar mis
hormonas adolescentes respirando lentamente para que mi ritmo cardiaco se
controlara, estaba observando a un verdadero ángel; se quitó la mochila del
hombro para ponerla en su regazo y se sentó. Me eché hacia atrás tratando de
mantener una buena distancia, pero aún así percibí su aroma, inexplicable:
fresco y suave, pero también intenso y sentí como si el fuego recorriera mis
venas…
Mi
corazón se detuvo por unos instantes, pero al momento siguiente fue como si
despertara de un letargo; volviendo a la realidad, parecía que mi mente y mi
cuerpo quisieran resistirse a su elocuencia. Me aclaré silenciosamente la
garganta, volví mi vista hacia el profesor que ahora se encontraba hablando
nuevamente con el prefecto, esta vez sin discutir aunque Lafter no quitaba su
expresión severa. Aún quedaban escasos diez minutos de esa clase pero daba la
impresión de no importarle en absoluto, ya a nadie le importaba la Revolución
Industrial. Los demás aún seguían con la vista fija en él, por un momento sentí
compasión y pensé que no me gustaría estar en su lugar.
Aquellos
fueron los diez minutos mas largos de mi vida, tenía delante a un ser de esos
que no lucen como mortales y debía controlar mis emociones para no saltar sobre
si y que pensara que era una psicópata, su atracción era inquietante, encendía
efusivamente hasta las sensaciones más apagadas formando una nube ardiente que
se disipaba muy lentamente. Yo era así… tan superficial; tenía que ser algo que
venía incluido con el paquete Rumano.
Recordé
entonces, abrí el cuaderno nuevamente y admiré mi dibujo aún sorprendida, no
cabía duda, Engel Jackocbsob y el chico plasmado en aquel papel eran la misma
persona, el mismo ser “perfecto”.
“Pero…
¿Por qué…?”
El timbre
que indicaba el fin de aquella clase resonó enseguida antes de que buscara
respuestas “coherentes” a mi pregunta; me sobresalté, vi como todos empezaron a
guardar sus cosas, y por sus miradas pude adivinar que estaban dispuestos a
irrumpir al chico nuevo como cazadores sobre una deliciosa presa. Arranqué la
hoja de la libreta, la guardé cuidadosamente en un folder y de inmediato metí
todo dentro de la mochila.
—Hola,
Engel—la voz falsamente dulcificada de Rachel Arrington no se hizo esperar,
siempre tenía que ser tan molesta.
Una chica
realmente guapa, con su cabello rubio cayendo como una cascada sobre su espalda
y exuberantes ojos castaños los cuales cubría con lentes de contacto para que
tomaran un color verdoso. La típica chica popular, asumía que todo lo que sabía
y hacía diariamente lo había aprendido viendo películas note americanas; se
pavoneándose por el colegio, siempre flanqueada de su grupito de amigas y ella
decidía quien era digno y quien no, al parecer Engel Jackocbsob entraba en ese
rango.
—Bienvenido—siguió
diciendo con tono amable, un tono del que no todos éramos merecedores—Espero
que te sientas a gusto mi nombre es Rachel y cuando necesites algo… ya sabes…
estoy para ayudarte.
Ella le
dirigió una sonrisa coqueta al muchacho y se pasó un mechón de cabello rubio
detrás de la oreja.
Engel
Jackocbsob alzó la mirada y la miró directamente con esos ojos profundos;
Rachel se derritió y su sonrisa se
volvió más amplia y venenosa.
—Gracias,
pero estoy bien—le respondió él, fríamente. Luego sonrió ligeramente. —Aunque,
si me hacen falta damas de compañía
te tomaré en cuenta.
Rachel
borró su sonrisa. En ese momento quise echarme a reír, pero traté de contener
una carcajada, ella se percató de mi burla interna y volteó a mirarme
retadoramente, sus ojos verdosos me recorrieron de arriba abajo mientras me
levantaba del asiento, se dio la vuelta y se fue sin decir nada. Sonreí para
mis adentros como si acabara de ganar una batalla que se creía perdida, y con
la mochila en el hombro me dirigí a la salida para ir a la siguiente clase. Le
lancé una última mirada de curiosidad a Engel Jackocbsob, nuestros ojos se
encontraron y pude jurar que por un segundo sus delgados labios se habían curvado
ligeramente formando una leve sonrisa socarrona; de pronto, mis piernas se volvieron de plomo y fue más
difícil seguir adelante, puse gran fuerza de voluntad y salí del aula como
pude.
La lluvia
había cesado casi por completo, ahora sólo caía una ligera llovizna; alcé la
vista al cielo, unas oscuras y tormentosas nubes grises lo cubrían por
completo. Respiré hondo y mi mente se despejó de todo lo que tuviera que ver
con Engel Jackocbsob y el dibujo. El viento helado de la mañana golpeó mi
rostro, adoraba sentir aquella brisa fresca herir mis mejillas y el olor de la
tierra mojada colándose a través de mis fosas nasales me relajaba.
Bajaba
las escaleras apresuradamente para llegar a la clase de Literatura cuando sentí
unos dedos fríos, casi congelados aferrarse fuertemente en torno a mi muñeca.
Cómo reacción primaria giré precipitadamente para ponerme a la defensiva, más
por instinto que por agresividad; y, encontré la sorpresa de que mi cara
quedara a escasos centímetros de un rostro llamativo y exuberante que me sacó
el poco aliento que tenían mis pulmones.
Me quedé
perpleja y di un paso hacia atrás apartándome del chico; mi corazón
tamborileaba bruscamente queriendo salir de su lugar, me sentía abochornada
ante esa situación al mismo tiempo que una pregunta se formulaba en mi mente al
no comprender porque había osado detenerme.
La
respuesta no llegó en cuanto quise saberlo. Engel soltó mi mano casi al
instante, sus facciones se tornaron enfadadas y su mirada reflejó reproche; a
diferencia, le observé ofuscada cambiando mi cuestión a ¿Qué le hice? Y,
meditando me dije que era imposible que hubiera descubierto mi dibujo, lo
llevaba conmigo bien guardado, tampoco pensé que su reacción extraña fuera por
haberme burlado de Rachel, él también había sido grosero con la rubia.
—Lo
siento, —se disculpó seriamente; aún luciendo tenso sus grises ojos penetraron
en los míos con profunda intensidad, que me hizo estremecerme— te he
confundido.
—D-Descuida…—
vacilé en voz baja clavando la mirada en el suelo huyendo de la suya, fría ya
rayando en lo aterrador y perturbador.
Me
observó tan sólo unos instantes; sentía que sus sombríos ojos me recorrían de
arriba abajo, las piernas me temblaron y me habría gustado decir algo, pero,
simplemente no pude, mi boca estaba seca y tenía gran deseo de salir huyendo;
él tampoco decía nada, únicamente estaba allí, parado observando vigilante con
su mano aferrada al tirante de su mochila colgada sobre un hombro. Cada segundo
que pasaba su rostro se tensaba más y sus hermosos ojos grises adquirían una
expresión seria y severa al igual que sus delgados labios los cuales finalmente
formaron una sola línea.
— ¿Cuál es
tu nombre? —Preguntó con ese mismo tono de voz que había usado con Rachel.
Estaba tan distraída observándole que
no estuve segura si realmente había formulado aquella pregunta o todavía mi
imaginación estaba trabajando a mil por hora; al momento de escuchar su suave,
fría y aterciopelada voz le miré distraída y apenada.
—Perdón…
¿dijiste algo?
Su rostro
repentinamente se crispó hundiéndose en la ira, aunque lo aparentaba muy bien,
pude ver como su mano se aferraba con mas fuerza a la mochila, sus nudillos se
habían tensado lo suficiente como para que los huesos de la mano se dibujaran
claramente sobre su piel. Nuestras miradas se encontraron nuevamente, esta vez,
sentí como si miles de pequeñas agujas discernieran por todo mi cuerpo.
—Olvídalo—musitó
entre dientes.
—En
serio… lo siento, es que estaba distraída—dije mientras el soltaba un bufido
frustrado.
Engel
Jackocbsob pasó por mi lado golpeándome intencionalmente en el hombro… quizás
le cabía la esperanza de que si perdía el equilibrio cayera rodando escalón
tras escalón. El chico se había ofendido e ignorado mis disculpas, aparentando
que nadie había dicho absolutamente nada. Se dispuso a bajar las escaleras,
lanzándome una última mirada furtiva; detrás de mi escuché la risa burlona de
Rachel que después pasó por mi lado a toda prisa, lo mas probable para seguir
los pasos de muchacho que antes la había tratado tan bien como a una mosca
zumbando encima de su nariz.
En ese
momento, la sangre hirvió dentro de mis venas, apreté mis puños con todas mis fuerzas, y toda muestra de
amabilidad y hospitalidad que había deseado tener con él se fugaron de mi
mente, incluso ya no me importaba como se sintiera por ser el centro de
atención, me daba lo mismo si Anderson le hacía bailar en falda delante de todo
el colegio. Furiosa, me apresuré a bajar las escaleras en un intento vano de
seguirle y reclamarle; él ya iba muy lejos, me recargué en el barandal de la
escalera y le miré asesinamente, me
pareció que había desviado discretamente su vista y, de la nada una sonrisa
burlona apareció iluminando su cara con una imagen irónica y grotesca, aún así,
siguió caminando.
Maldije
para mis adentros todo lo que pude, todos los chicos eran iguales… aunque había
sus excepciones, la mayoría de ellos parecían haber sido cortados de un mismo
patrón y por una misma tijera. Eran estúpidos, arrogantes, creídos, idiotas,
tontos… ¡Hombres!
Entre mas
tiempo me quedaba allí despotricando palabrotas sin pronunciar, mi coraje
ferviente se apoderaba de mi consciencia y ya no lograba distinguir entre lo
bueno o lo malo, lo correcto o lo incorrecto. Ya no podía seguir conteniendo
más las palabras ahogadas en mi garganta, apretando los dientes para que éstas
no se escaparan; ningún pensamiento coherente y fuera de la situación pasaba
por mi cabeza, sólo sentía grandes deseos de asesinarlo, sólo eso y de nuevo su
sonrisa burlona recordándome la impotencia.
— ¡Me
desagradas! ¡Te aborrezco! ¡Espero no tenerte cerca de mi otra vez! —Al fin las
palabras que contuve por unos minutos salieron en forma de gritos. — ¡Arrogante
lombriz rumana!
No hizo
muestras de inmutación, sólo lo vi alejarse del edificio y dirigirse que estaba
enfrente, con suma tranquilidad, caminaba rápido, pero aún así no perdía su
porte elegante y altivo; su inhumana perfección era evidente desde la lejanía,
al pasar por su lado las chicas quedaban hechizadas por un encanto desconocido…
Sacudí mi
cabeza ahora enfadada conmigo misma, no podía permitirme tener aquellos
pensamientos sobre Engel Jackocbsob, él era una persona detestable y a pesar de
su perfecto aspecto, su dura personalidad lo hacía el ser mas despreciable que
había conocido en toda mi vida, y había conocido muchos seres despreciables.
Los
chicos y chicas que habían visto toda la escena me miraban expectantes con una
expresión de pavor y disimuladamente se alejaban de mí como si yo fuera un
animal peligroso; otros, murmuraron cosas en voz baja mirándome de forma
extraña; algunos más, soltaron risitas y sin aparentar me señalaron como
atracción de circo. No era momento de arrepentirme por lo que había hecho ni
mucho menos agachar la cabeza avergonzada, la acción había sido efectuada y así
como lo había disfrutado en su momento no me quedaba mas que afrontar las
consecuencias: burlas y habladurías. ¿Qué me importaba?
Suspiré
hondo y bajé los escalones uno por uno con paciencia infinita, me volví a
hundir en mi mundo, un mundo en el cual ya había descartado cualquier sueño
estúpido que tuviera que ver con Engel Jackocbsob, porque, no negaré que unos
cuantos segundos mi imaginación creó escenas imposibles en mi cabeza… pero eran
eso, imposibles. Una especie de fugaz amor platónico idealizado.
— ¡Anne!
—Escuché que gritaba una voz muy conocida a lo lejos— ¡Annette!
Me paré
en medio del patio y busqué a quien me llamaba, entonces, de un grupo de
alumnos vi unos brazos extendiéndose en el aire de un lado a otro queriendo
llamar la atención; una sonrisa iluminó mi rostro y todo sabor amargo que había
dejado el chico nuevo desapareció por completo. Travis se acercaba a toda prisa
hacia mí y cuando llegó me envolvió en un cálido y mojado abrazo que recibí
gustosa. Cuando se separó de mí pude admirar una sonrisa radiante en su rostro,
y sus tórridos ojos castaños ardiendo de felicidad, estaba empapado y el agua
de lluvia goteaba de sus rizos marrones. Él era mi mejor amigo desde la niñez y
nuestra relación era más que de hermanos.
— ¿Por
qué estás empapado? —le pregunté de inmediato con curiosidad
—He
tenido entrenamiento de futbol a la primera hora y como llovía… no pude evitarlo—respondió
inocentemente mientras se echaba a reír y me rodeaba el hombro con su brazo.
Una de
las pasiones de Travis, era el futbol; yo no sabía mucho sobre ese deporte,
porque no me gustaban los deportes, pero en mi opinión Travis era un excelente
jugador, notaba la pasión que sentía al practicar, no le importaban las
condiciones en las que jugara, en cuanto entraba al campo era feroz.
—Deberías
ir a los vestidores antes de que te resfríes— le advertí como si fuera su
madre, pero cuando le volví a ver sabía que no debía arruinarle algún momento
especial. —Bueno y esta felicidad que no te cabe en la cara no creo que sea
solo porque te fuiste a bañar como perrito callejero.
Volvió a
reír soltándome y poniéndose frente a mí.
—No,
claro que no es eso; aunque admito, ya me tocaba baño—bromeó— lo que pasa es
que… ¿Cómo decirte esto…?
Puso una
cara aparentemente seria. El mentir dramáticamente no era su especialidad,
Travis odiaba mentir y eso lo hacía ser un muy mal actor; entrecerré los ojos y
le miré inquisitivamente.
—Insisto…
jamás ganarás un Óscar… mejor ve al
grano y me ahorro tu humillación— esbocé una sonrisa maliciosa; quedamos en
silencio, un par de segundos después los dos no reímos al unísono.
—Tu
siempre tan perversa, pero no importa… lo que sucede es que ¡me han elegido
capitán del equipo!
Parpadeé
un par de veces, esa respuesta no era lo que me habría gustado dar, fue
sorpresa para mí y me había tomado con la guardia baja.
— ¿En
serio? Oh, Travis, eso es… maravilloso… increíble ¡Felicidades! —dije cuando
reaccioné.
No pude
evitar sentirme feliz por mi amigo, entonces me lancé de nuevo sobre su cuello
y le di otro fuerte abrazo sin importarme el hecho de que estuviera mojado,
sabía perfectamente que una de las mas grandes ambiciones de Travis, hasta el
momento, era llegar a ser capitán del equipo de futbol de la escuela y después
de haber puesto su mayor esfuerzo por fin lo había logrado, me sentí tan bien
al verlo así que para entonces el mal rato que Jackocbsob me había hecho pasar
se había reducido como una nube de polvo.
Caminamos
juntos hacia el otro edificio donde tenía mi otra clase, Travis iba contándome
con cada detalle sus asombrosas jugadas; para mi era como si hablara en otro
idioma, tal vez ni siquiera le encontraba mucho interés a seguir una pelotita
por todo el campo, fingí que era algo fenomenal pero cuando terminó de
contarme, me sentía igual de ignorante que al comienzo de su historia, y
precisamente no había entendido mucho de su caló deportivo.
—Vaya… al
parecer… estuvo genial— musité en voz baja y luego le sonreí para que no
captara algo extraño.
—Un poco,
sí... fue como los otros partidos de entrenamiento, sólo que… con agua.
Seguimos
avanzando y cuando nos paramos frente a la puerta del aula de Literatura su expresión
vívida y alegre cambió a desconcierto, arrugó la frente como solía hacerlo muy
seguido en clase de álgebra.
— ¿Tú
eras quien gritaba hace rato… justo después de que terminara la primera hora…?
En ese
instante sentí como si saltara desde un alto precipicio, de hecho, habría
preferido eso antes de confesarle a él que, efectivamente, yo era la frenética
desquiciada que gritaba desde las escaleras. No me importaban que el resto del
alumnado lo supiera, pero él era algo distinto, sabía la forma de hacerme
sentir la culpa y lo peor era que no se lo proponía; me sonrojé y agaché la
cabeza, ahora si estaba avergonzada y me preguntaba cuantos mas me habían oído
gritarle a Engel Jackocbsob. Los dedos fríos de Travis se posaron sobre mi
barbilla, alzó delicadamente mi rostro hacia su altura, obligándome a verle a
los ojos esperando una respuesta inmediata.
—Si…
esto… fui yo—confesé resignada.
— Y esta
vez… ¿Quién fue el desafortunado al que quieres asesinar?
Apreté
mis puños de sólo recordarlo.
—Un
idiota, un chico nuevo que viene de Rumania—bufé mientras me cruzaba de brazos—
se cree tan… genial... lo mejor del mundo, como para ignorar a todos, pero,
prefiero no hablar de eso. Ahora tú te vas a las duchas y yo a clase.
—De
acuerdo—asintió él, recordando que estaba empapado. Se despidió dándome un beso
en la mejilla y giró sobre sus talones para ir por la dirección contraria—Nos
vemos, Annie.
Alcé mi
mano agitándola ligeramente, vi como se echaba a correr hacia el gimnasio y
luego entré a clase cuando la profesora Parker se acercaba.
La clase
de literatura fue casi tan aburrida como la de historia, me gustaba la
literatura, pero no me gustaba repasar cosas que ya sabía como en esta ocasión
la profesora había sugerido antes de comenzar a estudiar un nuevo libro; por un
momento quise abrir mi cuaderno y volver a dibujar, pero, una parte de mi temía
que algo extraño sucediera otra vez; por más que deseé sacarme a Engel de la
cabeza no pude, su rostro se había grabado en mi mente con tanta claridad que
lo veía cada vez que mis ojos se cerraban un poco y su mirada sombría había
penetrado tanto que fue imposible olvidarlo…
Después
de la clase de Literatura fui a Cálculo y al terminar esa, me reuní en la
cafetería con Travis, Andrew un amigo de Travis y Kat mi mejor amiga del género
femenina… quizás la única, su cabello castaño claro rizado como borrego y sus
grandes ojos cafés le daban un aspecto tierno pero en el fondo era todo lo
contrario, y, aunque resultaba extraño era un año menor que yo pero nos
llevábamos de maravilla, sus ideas eran similares a las mías.
Mientras
estuvimos en la cafetería, les conté sobre Engel, solo había decidido omitir la
parte del dibujo, no quería que me empezaran a meterse ideas locas en la
cabeza, así que decidí solo contar lo primordial. Andrew nos dijo que Engel
estaba en su clase de Lengua y que sin duda alguna su simple presciencia le
causaba escalofríos. Kat también nos dijo que una chica muy hermosa había
llegado a su clase de Biología y que su comportamiento era similar a lo que contábamos
de Engel, su nombre era Valerie, por lo visto eran hermanos ya que compartían
el mismo apellido.
Sin
importar que, lo busqué discretamente dentro de la cafetería pero no logré
encontrarlo, éramos las mismas personas del día anterior, ningún nuevo rostro
sobresaliendo de los ya conocidos; cuando me di cuenta de que no lo había
encontrado no supe si sentir desilusión o alivio. En mi interior, una lucha
constante se debatía entre querer ver de nuevo su misterioso semblante lleno de
seriedad, y el no querer toparme con él nunca mas, suspiré sin timar mi
decisión.
La mano
de Travis sobre mi hombro me devolvió a la realidad mundana de los que éramos
“normales”. Mi amigo estaba de pie mirándome confuso averiguando si me
encontraba bien, aunque no me lo preguntara; di una oleada alrededor y me di
cuenta de lo que sus ojos castaños me decían: la siguiente clase está por
comenzar. Andrew y Kat ya se habían marchado y yo no lo había notado siquiera.
Me
despedí de Travis para dirigirme a Lengua, las cosas iban bien, no había
rastros de la arrogante lombriz rumana; tampoco en las siguientes que fueron
Química y Computación; sentí un gran alivio y el peso que caía sobre mis
hombros me liberó cuando el timbre que indicaba el final de las clases invadió
los pasillos y las aulas. En el pasillo principal me reuní con los demás y nos
dirigimos a la salida.
Así otro
tedioso día de clases había terminado de nuevo. Apenas eran los primeros días y
mi vida ya se estaba volviendo una rutina de la cual deseaba escapar cuanto
antes.
—
¿Tuviste otra clase con el chico nuevo? —inquirió Kat.
—No—dije
fingiendo alegría mientras desviaba la mirada hacia el estacionamiento—eso es
bueno, significa que no lo veré mas que en las horas de historia, lo cual
también significa que no cruzaré palabras con él, que felicidad.
No estaba
segura si mi respuesta había sonado convincente, para mi no lo había sido, y
supuse que para ellos tampoco cuando me vieron de forma extraña y luego
rompieron a reír.
—Terminarás
enamorándote de él si te sigues obsesionando de esa manera— soltó Andrew con
brusquedad aunque terminó riendo.
— ¡Si
vuelves a decir eso me encargaré de que no te den ganas de reír en mucho
tiempo!
—Anne,
mejor nos vamos— me advirtió Travis tomándome de los hombros antes de que me lanzara
encima de su amigo— no es que el mundo necesite mucho de las risas de Drew…
pero, no quiero que mi niña tierna se convierta en una asesina demasiado
pronto.
—
¿Tierna? ¿De dónde?
— No
ayudes, Kat.
Travis se
despidió de los y me guió hacia el auto sin soltarme todavía, como si pensara
que me regresaría sólo para golpear a Andrew; estaba loca pero no me imaginaba
llegando a esos extremos, ni siquiera con Drew con quien peleaba la mayoría del
tiempo. Llegamos hasta mi coche, un Audi azul que me había regalado mi tía
cuando cumplí los dieciséis. Subimos apresuradamente y tiramos nuestras
mochilas en los asientos traseros, escuché extraños ruidos detrás y supe de
inmediato que mis cosas se habían esparcido por todas partes.
—Demonios—murmuré
—Yo las
recojo—se ofreció Travis pasándose al asiento trasero mientras yo encendía el
motor.
Salimos
del aparcamiento lo mas rápido que fue posible, vi la sonrisa triunfante en el
rostro de mi amigo por el retrovisor y un dejo de pánico me recorrió.
— ¿Qué
tienes allí?
—A si que
odias a “la arrogante lombriz rumana”
Sacó la
usada hoja de papel del folder donde la había dejado resguardada, y se pasó de
un brinco al asiento del copiloto, admiró lo que se encontraba en ella y me
pidió una explicación sin borrar su tonta sonrisa pícara y acusadora.
—Eso… ¡te
he dicho que odio que hurgues en mis cosas! —le grité descontrolada haciendo
demasiado esfuerzo por no apartar la vista del camino.
Las manos
me empezaron a temblar sobre el volante, pisé el acelerador y el calor de mi
cuerpo aumentó; estaba nerviosa y muy enojada también.
—Anne se
ha puesto rojita— se burló Travis. — y si Drew tuviera razón y…
Su tonó
de voz fue como el fuego encendiendo una chispa; frené sin importarme que él no
llevara puesto el cinturón de seguridad, nos detuvimos en medio de la
carretera, el impulso de la velocidad y el detenerme de improvisto lo lanzaron
hasta delante golpeándose la frente con el tablero.
— ¿Que te
pasa? —me preguntó enfadado mientras se sobaba la frente con la mano izquierda;
ahora tenía una graciosa marca roja la cual se tenía bien merecida.
Le
arrebate el dibujo de Engel Jackocbsob, eché a andar de nuevo el auto, con una
mano llevaba el volante y con la otra hice bolita la hoja, abrí la ventanilla y
con todo el dolor de mi alma lancé la bola de papel hacia fuera. Por el espejo
vi como se alejaba y el viento jugueteó con ella para que minutos después el
dibujo volara para siempre, perdiéndose de mi vista.
No se como, pero me enteré de tu blog por hotmail, pero que bueno que recibi ese mail, si no, me hubiera perdido de esta historia, que, woow :B, va muy bien, esta muy interesante (Y)..
bueno, hasta el próximo capítulo :)
Gracias por la invitación. Te invito a que te des una vuelta por la pagina del taller "La nave fue y volvio" ya que te gusta escribir (www.tallerliterariorg.blogspot.com)
Con respecto a la novela. Me da la sensación que intentas imitar las novelas inglesas sobre la vida en los colegios, tené cuidado con eso porque por ahi te metes en un "terreno" que no has vivido nunca, que no conoces bien, y eso se nota. Luego hay un par de errores en cuanto al uso de algunas palabras pero está bastante bien escrita
Saludos.
Qué buena historia estás escribiendo!! Yo también estoy escribiendo una: http://dolce-inferno.blogspot.com/
Te agrego a mis afiliados y ánimo,sigue escribiendo!!
no se como llegue aquí
pero tu historia me encanto!
al igual que muchas personas de aqui me entere de tu historia por hotmail, aunque recibi el correo hace mucho tiempo...bueno, solo queda decirte que tu historia esta muy interesante, hasta atrayente jeje.
saludos!!
Pues no sé como llegué aqui pero me ha dejado intrigada, prendada y cautivada al máximo. Engel es justo como lo imaginé cuando lo describiste (Y eso que ni cuenta me había dado de la imagen de Tom Sturridge que tenias a un lado) por que era exactamente de la manera en que le describes la forma en que en mi mente le vi. Dios...la historia es tan. ¿Como decirlo? ¿Fresca? Bueno, la línea en general me recuerda mucho a Twilight pero la trama parece muy prometedora desde el primer capitulo....
¿Será que Engel es en realidad un ángel caido? ¿De que manera Annie lo descubrirá?
Me has dejado intrigada, maravillada y completamente fiel a lo que escribas. Esto es material digno para un libro, y te lo dice alguien que está escribiendo su segundo.
Por favor, actualiza pronto que te leeré desde el primer momento.
Te deseo suerte, ánimo y mucha, mucha inspiración.
Atte. Cd Lu.
Yo me entere por una amiga que creo que conoces...pero bno....quiero decirte que me mata....ps demasiado bna!!!..espero con ansias el segundo capitulo :D
hola me lei todo de una vez realmente me gusto y quiero saber q pasa ahora, no se por q ese chico se comporta asi la verdad; quiero decirte dos cosas, 1º que sigas escribiendooooooooooooooo pero !ya! y la 2º odioa a la tal rachel.
y bueno q me usto realmente
jeje al fin llege a tu blog!! xd sabes me pasó ago muy absurdo @.@ es que en varios de otros sitios está la imagen esa que dice sueños rotos de tu blog de afiliado y me a enctado tanto que he tenido que buscarlo por cada rincon xD porque para mi mala suerte cada vez que clikeaba sobre esa imagen que me encantó, me decia error y error una y otra vez asi es que, sabía que existia la historia pero no sabia como llegar t.t esa es mi triste hitoria xD, pero pasando a algo lindo he encontrado maravilloso todo... *-* el argumento y es que solo he leído un poquito y lo mejor es que no me arrepinto todo lo qu hize para poder llegar xD... cuidate mucho y me oy a seguir leyendo ^^
besitoss chauu!! =)
uau mi amigo!
Es una historia muy buena.
Me ha dejado cautivada; me gusta la forma que tiene el texto,la que esta tomando la historia, en fin.
Cuentas con una fan mas.
ciao.
ojalá leas este comentario, ya que por lo que veo la entrada es del año pasado......
No sé si eres mujer u hombre, pero déjame decirte que he quedado maravillada con el primer capitulo. Llegué por la recomendación de kren, (te lo dejé dicho en el cbox)
Me encantó la idea de tu historia y estaré aki leyendo los próximos capítulos.
Te felicito.
Te dejo extendida la invitación para que vayas al mío.
bye
maysu
Hasta ahora, este es el capitulo que mas me gusta
Espero algun dia poder hablar contigo (el maravilloso escritor), no me gusta comparar a la gente y digan lo que digan, tienes una manera muy peculiar de redactar UNICA!
Sigue asi!
wow q storia
si fuera libro se venedria como pan caliente jajajajaajjaja
sigue escribiendo
besos bye...
Hey! me encantooo!
aun no empiezo el 2do capitulo!
pero esta muy bien!...
me cauitivoo!
la histpria es facil de llevar y no por eso dea de sorprender!
wow! nta felizidads x la historia!