El silencio se prolongó por más tiempo.
    Daba la impresión de que habían transcurrido varias horas desde que la última palabra pronunciada por Engel se la había llevado el viento invernal de la mañana.
—Vaya…—dije al fin con voz sofocada.
Me costaba asimilar toda la historia, sin embargo, era una realidad que Engel no era lo que aparentaba ser. Engel Jackocbsob era un demonio vestido de ángel, o un ángel disfrazado de demonio…
— ¿Qué? —preguntó él desconcertado.
El tono de su voz fue tenso y lleno de hastío.
—Nada… —mascullé con timidez—es solo que… tu historia… me parece asombrosa, pero a la vez creo que de asombrosa no tiene nada y es… difícil… —vacilé—quiero decir… debió ser difícil pasar por todo eso.
—No se—aventuró como si fuera la primera vez que la idea le pasaba por la cabeza—no suelo pensar mucho en el pasado, no de esa manera al menos. —Se encogió de hombros y prosiguió aún utilizando su tono incrédulo —Pero ¿No estás sorprendida?
—No. No lo se. —Admití confundida—Siento como si esperara que lo dijeras en cualquier momento, como si lo hubiera sabido desde siempre pero necesitaba que saliera de tus labios para aceptarlo tal cual.
—Si que eres rara. —Rió ligeramente removiéndose el cabello con una mano más en un gesto de ligera desesperación que uno de arrogancia— ¿Qué pasa si te estoy mintiendo? ¿Por qué confiar en mí si ya te he mentido antes?
—Es interesante que lo cuestiones, pero tengo la prueba a tus espaldas, además lo que hiciste anoche y lo que has hecho antes lo confirma, me he dado cuenta de todo, supongo que estaba en una etapa de negación.

 Frunció el ceño; una ligera arruga nació en su sien y sus labios se convirtieron en una línea recta; era la primera vez que veía a Engel Jackocbsob así, como humano por primera vez, con defectos, con una perfección nula; en su mundo él era tan normal como yo en el mío.
—Y—continué soltando una risita para tratar de destensar el ambiente— no eres tú precisamente el indicado para hablar de rarezas, tienes alas y quien sabe, tal vez también cola y cuernos.
—Cola no… pero ¿Quieres ver los cuernos? —Sonrió divertido.
— ¡No! —Me apresuré a decir. —Las alas son suficiente, te creo. Humm… ¿Te gusta ser un… híbrido?
Torció el gesto borrando su sonrisa, no me sorprendió en absoluto, algo ya muy típico en él cambiar drásticamente de un segundo a otro,  ya me había acostumbrado a sus reacciones bipolares aunque esta vez no le culpaba; la culpa era mía pero no me arrepentía, la curiosidad me consumía y quería obtener todas las respuestas que había esperado con ansias, su historia no había hecho mas que acumular mis dudas, en cambio las fluctuaciones pasaron a segundo plano cuando un vergonzoso pensamiento me invadió, podría ser que mi pregunta era imprudente y que en su mundo esas cosas no se cuestionan, pero en estas circunstancias no sabía como tenía que tratarlo.
—Lo siento… es que yo…
—Mitad demonio mitad ángel aunque te cueste más trabajo—dijo arisco—La palabra híbrido es como un insulto, no soy un animal. Sobre tu pregunta, te diré que no voy por la vida quejándome de lo que soy o de lo que no soy, no me imagino siendo humano y no quiero serlo, o cualquier otra cosa.
Por alguna razón sentí que no era sincero.
Torcí el gesto y posé mis manos sobre una roca de altura prominente llegándome esta poco arriba de la cintura, enorme y cubierta de nieve; el silencio recayó nuevamente en el lugar, un silencio que me obligaba a escapar de allí llevándome a mas recóndito sitio de mi mente donde  pensaba en un futuro realmente incierto para nosotros dos, un futuro que probablemente solo me preocupaba a mí. Tomé un puñado de la sustancia blanca y dejé que se derritiera entre mis dedos hasta volverse agua y regresar a su lugar, repetí el proceso una y otra vez como distracción deseando despejar mi cabeza de todo aquello, estaba perdida en mi turbulento mar de pensamientos, sensaciones y sentimientos. La historia de Engel se repetía una y otra vez a velocidad fugaz, habían incluso imágenes creadas por mi subconsciente: Sophie, Eleanor, Gabriel, Dariel, Stephanoff, Valerie y Engel iban de un lugar a otro a una rapidez asombrosa, pero aún así lograba distinguir sus rostros y sus características mas obvias.
— ¿Porqué dices que puse tu vida de cabeza? —Inquirí nerviosa dando seguimiento a la historia—No recuerdo haber hecho algo…  malo. Yo solo deseaba que te mantuvieras lejos, y tú querías lo mismo, pero después siempre que te alejabas y parecía ser definitivo… volvías. No lo entiendo.
—Yo no lo se, tampoco lo entiendo, y créeme quisiera poder hacerlo. También yo tengo confusiones y dudas acerca de ti, eres más compleja de lo que pensé, de lo que aparentas.
Su voz tenía un tono extraño, profundamente frustrado; sabía que mientras más me acercara a la verdad mas me alejaba de él y dolía, pero era un hecho que ocurriría tarde o temprano, no habíamos sido hechos el uno para el otro.
Yo lo amaba.
—Tiene que ver con tu orgullo—susurré casi sin aliento.
Él a mi no.
—Supongo que sí. —Respondió encogiéndose de hombros. —Eres la chica mas… no te ofendas pero eres tonta e inocente, sí… creo que esas son las definiciones correctas y ser tan… tú te hace ser un blanco apetecible para alguien como yo. Al menos para el demonio, era él quien te atraía, quien volvía una y otra vez, quien deseaba de ti; pero el ángel, alerta, trataba de protegerte, por eso me alejaba, por eso quería que te alejaras, detesto quejarme de mi suerte, pero tener dentro de ti dos naturalezas totalmente contradictorias y dualistas no es sencillo.
Me armé de valor.
—Entonces se trataba de un juego.
Asintió y sonrió como si hubiera dado justo en el blanco, sin necesidad de que él se esforzara más. “Maldito estúpido” pensé, presa de una ira irrefrenable pero pasiva, algo en mi interior me impedía lanzarme sobre él.
—Pero ya no se que es exactamente lo que sucede. —Agregó por último y su sonrisa ya no estaba. —Te lo he dicho yo también quiero entender muchas cosas.
—Genial. —murmuré tajante dándome la vuelta para regresar a la cueva por mis cosas. —Si esta es la parte de la historia donde dices que estas confundido y no sabes lo que sientes, que te crea otra “tonta e inocente”.
—Anne…
Giré sobre mis talones y lo miré directamente a los ojos, decidida a encarar al monstruo que tenía delante.
—Nada de “Anne”, ya lo has dicho y ya he entendido el mensaje, gracias Engel Jackocbsob. Vete al infierno, al cielo o a donde mas te plazca; y consíguele una ocupación mas productiva a ese demonio ocioso que llevas dentro. No puedes ir por el mundo haciendo lo que tú quieras para no hacer más penosa tu existencia.
—Si puedo. —Me contradijo. —Y mi existencia no es penosa.
Su expresión seria y comprensiva se turbó por una sonrisita abierta al deseo, esa maldita sonrisa que le anunciaba al mundo cuan perfecto era, perfección que era tan falsa como él, perfección que no existía pero parecía estar ahí permanentemente como uno mas de sus atuendos diarios, o su famoso Lamborghini, la sonrisa que me hizo caer en sus encantos traicioneros y que ahora me hacía  hervir la sangre.
—Corrección—le devolví la sonrisa irónicamente—es patética.
Otra vez me di la vuelta con la mejor de mis dignidades y caminé a paso firme hacia lo que parecía una gran grieta en un montículo de rocas de todos los tamaños; entré en la cueva dando grandes zancadas que se escucharon dentro como las pisoteadas de un energúmeno. Estaba dolida, pero mas que eso estaba furiosa, con deseos de golpear, romper, gritar, llorar...
Tomé la mochila del suelo y saqué a estirones la primera prenda abrigadora que encontré para cubrirme del frío y ocultar la espantosa mancha de sangre que ocupaba casi toda la parte delantera de la blusa desgarrada, luego cerré la bolsa con tanta fuerza que arranqué el colgante que la adornaba, las cuentas de colores se escaparon de mi mano y cayeron al suelo produciendo cada una un cantarín sonido, después rodaron por el suelo esparciéndose en todas direcciones, chasqueé la lengua apenada y me colgué la mochila en un hombro.
Pasé por su lado, me había seguido hasta el interior con sus silenciosos y sigilosos pasos que no noté que estaba detrás observando mi rabieta.
— ¿A dónde vas? —Preguntó aún manteniéndose sereno. —Creí que querías escucharlo todo.
—He escuchado suficiente. —pugné. —Me voy a casa.
—También creí que no querías volver a casa.
—Yo no huyo de un ángel psicópata con complejo de Hitler, y no tengo crisis existenciales con halos y cuernos.
Me fulminó con la mirada e hizo como si no hubiera dicho nada.
— ¿Cómo regresarás? —inquirió.
— ¿Te importa? —Arqueé una ceja. No esperaba que respondiera.
—Si, yo te traje aquí, debo…
—No, te equivocas—interrumpí de golpe—yo vine porque quise y ya no debes, se acabó.
— ¿Qué se acabo?
Puse los ojos en blanco.
—Nada, Engel.
Me tomó del brazo antes de que saliera de la cueva; reaccioné a la mínima presión ejercida por el agarre de sus dedos, cerré mi mano derecha en un puño y lo levanté para plantarlo en el lugar mas cercano de su cuerpo; con reflejos rápidos como los de un felino tomó mi muñeca antes de que lograra golpearlo y la apretó con fuerza, sentía la piel arder en sus manos frías y su fuerza era poco usual pero me esforcé por no demostrar dolor alguno, él quería intimidarme, pretendía que me asustara como un conejillo, yo no lo pretendía. Nuestras miradas se encontraron; sus iris, brillantes y azul intenso me dejaban sin aliento pese al odio creciente en mi interior, pero contra la hostilidad de mi mirada la suya era la mirada suave de un ángel… un ángel perdido en el infierno que se consumió lentamente al volverse sus ojos rojos.
Abrí la boca para suplicar mi libertad, replicar su insistencia pero al mismo tiempo sentí un vuelco en el estómago, una sensación de vértigo y segundos después estaba tirada en el suelo con un dolor punzante en las rodillas, no supe que había pasado, todo daba vueltas y aún así me puse de pie de un salto tambaleándome peligrosamente, Engel me sostuvo nuevamente del brazo para evitar que cayera, apreté los labios, mareada, creí que vomitaría. En vez de eso cerré los ojos un par de minutos y respiré lentamente dejando que aire fresco llegara hasta mis pulmones quemando con su glacial toque.
—Podrás regresar sola de aquí. —me informó soltándome al fin.
Abrí los ojos y paseé la vista por el lugar, la cueva y el campo nevado habían desaparecido, así distinguí entre una maraña de ramas el cauce de un río, aquí la nieve era menos copiosa y el frío soportable, a varios metros se visualizaba el característico puente de roca que unía Dunkeld con Birnam, sabía donde estaba y era un alivio estar cerca de casa.
Me dejé caer en el suelo y crucé de brazos y piernas como una niña haciendo berrinche, tal vez esa era mi forma de hacer berrinche o de decirle sin palabras que se fuera.
—Hasta luego. —Se despidió.
No respondí. Miré de soslayo como se daba la vuelta  para perderse en el bosque.
—Espera… —me apresuré a decir antes de haberlo pensado siquiera— ¿Necesito una respuesta más?
—Adelante. —Susurró a mis espaldas.
— ¿Por qué yo y no otra? —Sabía a que me refería.
Observé hipnotizada las aguas del río Tai removerse irascibles chocando contra las rocas y produciendo un sonido retumbante, era un suceso curioso y extraño, como si las aguas reflejaran mis sentimientos momentáneos.
—Tenías que ser tú —Respondió tranquilo— Nada sucede porque sí.
Mi corazón se aceleró.
—Te he buscado durante mucho tiempo—siguió diciendo con voz sosegada— Nephilim.
— ¿Qué has dicho? —Pregunté al instante.
Giré precipitadamente la cabeza pero Engel Jackocbsob ya no estaba, se había marchado dejándome con más dudas que al principio y no sabía si volvería a verlo.
Suspiré contrariada.
Admiré por un momento muy largo el cause del río y su agua turbia con la mirada perdida en las olas grises que se rompían en el filo del puente, no evitaba pensar en lo último que él había dicho, no tenía caso darle la vuelta al problema que estaba ahí, frente a mí, sin embargo no podía conjeturar demasiado pues no estaba segura a que se refería, únicamente me preguntaba si él sabía de mí desde antes de haber entrado en ese salón de clases, si yo sabía de él antes de conocerle recordando el pequeño suceso con la hoja de papel y el lápiz, no me imaginaba a Engel planeándolo todo, parecía completamente ilógico pero a este punto lo ilógico era la mayoría de las respuestas, y, lo mas importante… ¿Qué era Nephilim?
Decidida me puse de pie cuando estuve lista para marchar. Sabía a donde tenía que ir, porque no había más de una opción y él, como siempre, había dicho lo correcto, no pensaba huir en serio, y aunque sopesé la idea de perderme en algún lugar del mundo con mi pequeña mochila y mis pocos ahorros, supe que solo era para darle la contra a él, pese a ese deseo insistente me daba miedo huir, Engel lo sabía todo o casi todo y nuevamente volvía a tener razón: yo no era buena forastera. Mientras emprendía el lento camino a casa me vinieron a la mente las imágenes y palabras del hermoso niño de mejillas rosadas, carita infantil y brillantes ojos azules, un niño pequeño que vagaba por un inmenso mundo, un mundo que le daba la espalda, imaginé lo difícil que debió ser y me compadecí de él aunque compasión fuera lo último que ese niño necesitase. Alguna vez había sido bueno, o trató de serlo, veía la vida de Engel dura y por un momento, un instante demasiado minúsculo, lograba entender ciertos aspectos de su modo de ser, y tal vez si los ángeles no hubieran tenido prejuicios él seria diferente.
“Nada sucede por que sí…” Su voz aterciopelada hecha un susurro vivo en mi cabeza volvió esa frase un eco interminable.
La casa de Juliette estaba delante de mí, con sus jardines cuadrados cubiertos de nieve y los tulipanes dormidos en su sueño invernal. El auto de mi tía aparcado, y la casa se mostraba en calma, pero la fachada no podía decirme lo que ocurría dentro de las puertas y ventanas de la vivienda. Saqué la llave de la parte trasera de mis vaqueros y abrí sigilosamente; el lugar estaba silencioso, la luz de la cocina encendida y de allí el olor del café caliente recién saliendo de la cafetera flotaba rumbo a la sala inundando la casa con el aroma de un día normal. Oculté la mochila rápidamente detrás de uno de los sofás cuando escuché los tacones de mi tía golpear sordamente la alfombra de la escalera.
—No te molestes—dije en voz baja, serena—solo soy yo.
Pasé por su lado subiendo con naturalidad cada peldaño con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta deportiva y con la cabeza gacha.
— ¿Dónde estabas? —Noté la curiosidad aflorando su pregunta— ¿Por qué aún no estás lista para la escuela?
Ella parecía no haber notado mi ausencia durante toda la noche y sentí como una gran carga —no toda, pero parte de ésta— dejaba de recaer sobre mis hombros.
—Salí a caminar.
—Bien… —balbuceó—será mejor que te prepares para la escuela o llegarás tarde.
La idea no se me antojó favorable, estaba exhausta y lo único que quería era tirarme sobre la cama y dormir durante el resto del día o de la semana entera, dormir y descubrir al despertar que todo había sido otra de esas curiosas pesadillas que solían acosarme desde que él, ese chico misterioso que venía de Rumania llegó a Dunkeld con su montón de problemas, pero obviamente no podía hacer ninguna de las cosas que realmente deseaba, tenía que aparentar que nada había pasado; aparentar era una tarea agotadora, ocultar secretos era abrumador, no saber lo que pasaba a mi alrededor era un tormento, tener que asistir a la escuela una condena.
Media hora después ahí estaba yo, duchada, vestida adecuadamente para asistir a clases, desayunando tostadas y observando con atención al aterrador reloj de gato que sin importar las condiciones seguía teniendo esa sonrisa de oreja a oreja que mostraba todos sus dientes.
—Anne, entiendo que estés molesta cariño pero si no te dije nada era para evitar que sufrieras. —Dijo Juliette de pronto.
Tan de pronto que me constó un par de segundos saber de que hablaba exactamente.
Desvié la mirada de los ojos asesinos del gato y me fijé en ella, parecía conmocionada, tan débil y triste como nunca antes la había visto, ni siquiera cuando murió el abuelo, veía el arrepentimiento en su mirada, Juliette era sensible y yo por primera vez me daba cuenta de ello. Es que toda la vida, desde que la conocía, ella era una mujer fuerte y tenaz, con su vida dedicada al trabajo y a la casa, una vida tan aparente como las mujeres perfectas de las películas Hollywoodenses.
Juliette era… Juliette.
Clavé la mirada en la mesa y tomé la tasa de café dejándola caer en mis labios, mojándolos con la sustancia amarga y bebiendo en pequeñas cantidades, solo por tener algo que hacer para evitar hablar.
—No puedo soportar la idea de que alguien te haga daño—siguió diciendo; su voz se quebraba con cada palabra pronunciada pero se esforzaba demasiado por no doblegarse ante mí— y todo este tiempo he tratado de que lleves una vida normal, de que no pienses en cosas que hagan tu vida infeliz.
Retiré la taza de mis labios aceptando que no podía seguir fingiendo, ni mucho menos seguir callada.
—Creo—empecé cuidadosamente— que no tengo nada contra ti, solo que él… no lo entiendo. —sentí que mi voz también se quebró, pero no lloré.
Juliette tomó la mano con la que no sostenía la taza de café y la presionó.
—Lionel no es un mal hombre, Anne, no lo pienses así, él no te abandonó, te juro que él deseaba estar contigo pero no podía.
— ¿Por qué? —insistí al borde de las lágrimas.
—Es una larga historia que quisiera contarte ahora mismo, pero creo que deberías hablar con él primero, yo no soy la indicada.
—No se si pueda hacerlo.
Tragué saliva. La idea de ver a Lionel me aterraba sobremanera.
—Tu puedes—me animó—eres una chica fuerte y llena de curiosidades, solo él podrá responderte tus preguntas.
Lo mismo había dicho Engel y me había dejado con más preguntas de las cuales fue capaz de responder.
—Está bien, lo haré. —acepté apesadumbrada.
— ¿Quieres que le diga que te busque después de la escuela?
—Tía… —alcé la mirada desesperada— creo que prefiero esperar un poco, necesito primero aceptarlo antes de concretarlo.
—Tú pones las reglas. Todo estará bien, Anne—Me prometió. —Si quieres hablar después, hablaremos. Sé que quieres hablar de algo importante, cuyo nombre empieza con “E”
Pegué un brinco sobre la silla, me mordí el labio inferior y asentí torpemente con la cabeza; me levanté y me acerqué a ella envolviéndola en un fuerte abrazo y susurrando con un nudo en la garganta un suave y penoso “gracias”.
Cuando me despedí emprendí un viaje apresurado a Birnam, la música hacía vibrar los cristales del auto, estaba puesta en volumen más alto con la intención de que me rompiera la cabeza para evitar pensar en cualquier otra cosa, para evitar desviar mi atención hacia el puente, cuyo propósito era devolverme a los recuerdos de la noche anterior; esa música surtía efecto perforándome el cráneo con una fuerte jaqueca pero aún así él robaba parte de mis pensamientos mas conscientes.
Al llegar al aparcamiento miré a mi alrededor y localicé el famoso Beetle negro… un escalofrío recorrió mi columna, decidí no darle mucha importancia al asunto, ellos no podrían hacerme nada dentro del colegio. Respiré hondo y moví el espejo retrovisor para revisar mi aspecto antes de salir, el reflejo que este me devolvió era poco favorable: lucía preocupada y cansada; suspiré hondo y traté de adoptar una postura natural. “Estoy bien” me dije una y otra vez en silencio.
Bajé del auto esbozando una ligera sonrisa  —no había necesidad de exageración—, crucé el estacionamiento con la mochila al hombro y mirando con poca ansiedad la entrada del edificio, como cada mañana, aunque a diferencia de, el camino era extrañamente mas corto. Una vez dentro caminé por el pasillo y me dirigí a mi locker a buscar el libro de historia.
Era una mañana normal, yo una chica normal que iba a tomar una historia normal, con un profesor Lafter normal (o casi).
— ¿Estás bien? —me paralicé al escuchar esa voz.
—Estoy bien—respondí de la misma manera firme en como me lo había dicho a mi misma dentro del auto— ¿Por qué no habría de estarlo?
—No lo se… ¿Te suena algo la noche de anoche? —entornó los ojos pícaramente.
Varios curiosos que estaban cerca desviaron sus miradas hacia nosotros y otros se arriesgaron a juntar sus cabezas para hablar en cuchicheos; no quise imaginar la clase de estupideces que cruzaban por sus cabezas volátiles.
—Haces que suene tan… tan… —chasqueé la lengua al no encontrar la palabra adecuada para describirle—En fin, eres un idiota.
—Pues es algo que no ocurre todos los días. —se encogió de hombros.
Me reí entre dientes.
—Es verdad—dije como si apenas lo recordara. Bajé la voz de una manera que apenas podía escucharme a mi misma—no todos los días te atraviesan el estómago con una espada, vives para contarlo y te das cuenta que tu ex –novio es un híbrido; pero despreocúpate, no es el fin del mundo.
Cerré el locker con exceso de determinación, y le dediqué exagerada atención a la portada del libro que recién había sacado, me di cuenta que podía afrontarlo mejor de lo que yo misma creía. Así pues, dejé de prestar atención al libro de historia para mirarlo a él. Hice una mueca de sorpresa; rápida y erróneamente me había acostumbrado a sus ojos de ángel que su mirada grisácea me pareció nueva, además su aspecto era el de otro Engel que no había conocido hasta entonces, lucía cansado, con el cabello despeinado, no cuidadosamente como siempre, tenía el aspecto de un humano que había permanecido en vela por varios días cambiándose únicamente la ropa, su atuendo incluso no era un conjunto coordinado y elegante que solía decir “Yo soy Engel Jackocbsob”. Engel pareció mortal ante mis ojos.
Arqueó una ceja, pero su gesto antes de parecer escépticamente sarcástico fue débil.
— ¿Ex –novio? —inquirió como alguien que no da crédito a lo que acaba de escuchar. — ¿Terminas conmigo por qué sabes mi secreto? Esperaba mucho más de ti, y no una estúpida niña humana cobarde.
Volví a reír.
—No, Engel no termino contigo porque se tu secreto, eso quisieras tu, que estuviera muerta de miedo, pero no, eres uno más. —Concluí casi de forma cruel. —De hecho podrías ser color verde, tener tres ojos o ser rojo con tu colita y cuernos, para mí no serían razones suficientes para terminar. —aclaré y aspiré cansinamente tomando un poco de aire—No puedo creer que después de confesar que fui el medio para alimentar tu ego y mantener tu orgullo intacto, sigas pensando que estamos juntos. Tu-no-quieres-estar-conmigo.
—Pero tú si quieres estar conmigo.
¿Se podía tener un ego más grande?
—Tampoco—mentí—además, me mudaré a Francia.
— ¿Qué? —Pareció indignado—Eso no es verdad.
Rodé los ojos.
—Es cierto, pero es una forma delicada de decirte: Aléjate de mí de una vez por todas. —sonreí abiertamente—Ahora, si no te importa, tengo clases; es la primera y la única vez que tengo dieciséis. En cambio tu…
Dejé la frase sin terminar y pasé a su lado para caminar rumbo al aula de Historia; me alcanzó al instante, caminó a mi lado en silencio y aunque quería echarme a llorar fui capaz de mantener mi sonrisa indemne todo el tiempo que él estuvo cerca. Quería acribillarlo con mis preguntas, pero también quería dejar en el pasado aquella noche y no mencionarla más, no a él, no pensaba encerrarme en mi habitación en estado catatónico a llorar como una mártir, tampoco viviría con el temor de que entre nosotros —los humanos normales— había ángeles y demonios, siempre supe que no estábamos solos y que no éramos los seres dominantes del universo, tal vez ellos tampoco eran los únicos. Engel tenía su vida y podía hacer con ella lo que quisiera, siempre y cuando no me metiera a mí; si él era… lo que fuera era su asunto. Eso haría, me mantendría lejos, porque dentro de Engel Jackocbsob no había espacio para Annette Crawforth.
Traté de prestar atención al señor Lafter, traté de empezar con la normalidad de la vida de una adolescente promedio, no era tarde para ser nuevamente Anne, quería mi patética vida rutinaria de regreso, añoraba las tardes aburridas en las que hacía tareas rodeada de libros, añoraba tener la mente libre de cualquier pensamiento que tuviera que ver con una relación amorosa o conquistar a un chico, trataría de que todo fuera como si los meses anteriores no se hubieran suscitado, como si Engel nunca hubiera aparecido en una de las hojas de mi cuaderno de notas, él habría sido como un sueño, un extravagante y lindo sueño. No podía volver el tiempo con solo recoger las hojas del calendario y pegarlas de nuevo, pero podía empezar desde cero; si los cangrejos retroceden ¿Por qué yo no?
El timbre sonó anunciando el fin de la primera clase del día, recogí mis cosas y salí del salón de clases sin dirigirle una mirada al chico nuevo; emprendí el viaje hacia literatura inglesa y tomé mis clases una tras otra hasta la hora del almuerzo. En la cafetería localicé a Kat y Andrew sentados en la misma mesa de todos los días, faltaba un elemento llamado Travis a quien no me extrañó no ver ahí pero el sentimiento de desasosiego fue inevitable. Con la charola sostenida en las manos crucé el bullicioso lugar y me paré a un costado de la mesa, nerviosa, como en mi primer día de clases deseando no ser la perdedora que tiene que comer sola en un rincón.
Me aclaré la garganta y sonreí ligeramente.
—Hola—saludé con voz suave para tomar la atención de los chicos. — ¿Me puedo sentar?
Drew se hizo a un lado dejándome libre la silla entre él y Kat.
—Te dije que vendría, págame. —sonrió Drew.
Kat bufó y sacó un billete de su bolso, se lo pasó a Drew y me miró inquisitivamente, escudriñando con sus grandes ojos mi rostro.
— ¿Qué ha sido eso? —Pregunté como si nada refiriéndome al extraño negocio— ¿Apostaron?
—Le dije a Kat que vendrías después de que la Jackocbsob aventura terminó. —su sonrisa se volvió mas amplia.
Le devolví la sonrisa ignorando el comentario “aventura Jackocbsob”, no quería reñirle, me gustaba cuando estaba de buen humor y cuando sus agresiones no iban dirigidas a mí, duraría poco ese pequeño gusto, pero sería agradable, pensé en mi fuero interno.
—Una cosa no tiene que ver con la otra—mentí—son mis amigos, esta es nuestra mesa y bueno, sí, la “aventura” terminó. Demos vuelta a la página ¿Dónde está Travis?
—Su aventura aún no termina. —Respondió Kat— ¿Estás bien, Anne?
—Estoy bien—me encogí de hombros.
Me negué rotundamente a hablar sobre ese tema que no me agradaba en absoluto; pasamos la hora del almuerzo charlando sobre la cercanía de las vacaciones, la Navidad y la patética participación de Travis como capitán del equipo de soccer de la escuela. Drew y Kat me hicieron saber que no estaban molestos conmigo por haberlos dejado durante el tiempo que había salido con él, a pesar de la manera en que se había comportado Drew conmigo él me había perdonado, en cuanto a Kat ella nunca se molestaba con alguno de nosotros, a veces envidiaba su paciencia. También me hicieron saber que no estaban molestos con Travis, a pesar de que él últimamente se comportaba como un idiota, me sentí egoístamente bien al saber que no era a la única que trataba de esa manera.
Al terminar el almuerzo fui a clase de química sabiendo que me volvería a encontrar con él, y que además tendríamos que compartir la misma mesa durante un par de horas, las cuales prometían ser eternas, no entendía porque después de haber sido descubierto en su juego seguía yendo al colegio, era un poco mayor (mucho en realidad) para asistir a un colegio, incluso ya había superado la edad universitaria, pero ahí estaba, sentado en MI mesa; al no tener otra alternativa me senté a su lado acomodando el banquillo de tal forma que me permitiera estar lo mas lejos posible de él, y sobre la mesa, en ese reducido espacio que separaba nuestros cuadernos de notas dejé caer la mochila esforzándome al máximo por amurallar mi lado, protegerlo del ataque enemigo. Antes de que entrara la profesora, Engel Jackocbsob me dirigió la palabra, su típico y sencillo “hola” arremetió cruelmente contra el silencio que me había destinado a plantear.
—Hola—respondí secamente como respuesta y desvié la mirada hacia el frente durante el resto de la clase.
En un par de ocasiones miré a mi mejor amigo sentado solo en la mesa donde antes habría estado Justin Green; Travis sonreía a pesar de que la profesora lo había regañado varias veces por responder incorrecta y estúpidamente, de pronto, ya no parecía Travis, ese no era mi Travis, solo era su aspecto físico, el cual también tenía algo que había cambiado, no lograba identificar que, pero lucía diferente de todas maneras, probablemente esa desdeñosa y arrogante sonrisa que había sustituido al hermoso y calido gesto que le conocía desde la niñez. ¿Qué le habían hecho a mi Travis?
—Es culpa de Valerie—la aterciopelada voz de Engel llegó a mis oídos en su susurro bajo pero tan claro como para que yo lo entendiera.
Aparté la mirada de Travis y me enfoqué en Engel sin prestarle demasiada atención, un hecho casi inevitable, nuevamente lucía como él, podría atreverme a jurar que un reflejo carmesí centellaba bajo las gafas de sol oscuras que traía puestas. El demonio prestaba su atención a mí, me sonrió durante un instante relativamente corto antes de que la seriedad se apoderara de él dejándole en un estado inexpresivo, desconocí el significado del gesto, ignoraba lo que pretendía, pero me intrigaba demasiado, quería saber que planeaba pero era como un libro cuyas páginas estaban en blanco.
Bufé y fruncí el ceño dispuesta a reclamarle hurgar en la privacidad de mis pensamientos y me sentí ofendida. ¿Cuántas veces había hecho eso sin que me diera cuenta? ¿Qué secretos sabía de mí? Crucé los brazos sobre el pecho sintiéndome desnuda y vulnerable ante él, no podía hacer nada, yo era…
—Nephilim—volvió a susurrar y atisbé diversión de su parte.
Pegué un salto en el asiento, me mordí el labio inferior.
Ya basta pensé desesperadamente.
—Tengo que hablar contigo, es importante… ahora que sabes…
Cállate, déjame, yo no se nada; eres Engel Jackocbsob la arrogante lombriz rumana que yo odio, tu familia se mudó a Dunkeld por asuntos de negocios de tu padre que no me importan en absoluto, tienes una hermana que es igual de detestable que tu, nada de demonios, ángeles, nephilims o lo que sea. Se lo que quieras ser, pero no me metas en esto. Tu “secreto” no será develado por mi parte.
El sonido nasal del timbre inundó el aula y rompió con la curiosa conversación, cerré de golpe el libro de Química y me colgué la mochila al hombro para salir rápidamente, esperando que la distancia mantuviera a Engel fuera de mi cabeza y exponiendo lo que pensaba. Desaparecí detrás de la puerta del laboratorio de cómputo, respiré agitadamente como si hubiera corrido varios kilómetros y las piernas me temblaban flaqueando de debilidad, mi corazón demostraba mi desesperación y exaltación; no estaba segura de cuanto tiempo podría seguir viviendo así.
Las clases terminaron sin que yo fuera capaz de concentrarme en ninguna otra cosa, estaba fingiendo que todo marchaba normal como de costumbre pero realmente tenía miedo, me sentía acosada y esa sensación no desaparecería en los siguientes días.
Engel no paró de molestar, siempre que se presentaba una pequeña oportunidad saludaba con su trato cordial y empezaba a murmurar en voz baja de manera tenaz y molesta. Sus insistencias de pronto empezaban a surtir efecto y en repetidas ocasiones estuve a punto de correr, llena de curiosidad, a preguntar lo que él quería decirme con demasía terquedad, sin embargo nunca tuve la osadía suficiente para hacerlo, pero si, el orgullo necesario para no hacerlo; en el fondo realmente no importaba, estaba segura de que si al final aceptaba esa “verdad”, la vida normal que trataba de llevar en los últimos días volvería a ser una vida extraña, una realidad increíble, una vida a la que no estaba acostumbrada, me habría sumergido por completo en ese mundo suyo, y sobre todo, no podría volver atrás, me despediría de mi mundo donde normalidad veía el mundo de Engel Jackocbsob como una historia de libro de fantasía, mi genero favorito, únicamente en libros. Yo no quería pertenecer a su mundo, el mundo de Engel Jackocbsob.

Los días siguieron transcurriendo y a excepción de que él siempre estaba allí, todo iba bien como debía marchar, no había nada extraño de por medio: clases, fines de semana aburridos, salidas con Katherine y Andrew, y por supuesto Travis brillando por su ausencia, pero me sentía nuevamente como una chica normal. El semestre terminó mas pronto de lo que pude darme cuenta, y mis preocupaciones mas cercanas pasaron a segundo plano cuando tuve que ocuparme de los exámenes finales.
Lionel era un asunto diferente, aún no hablaba con él, ni quería hacerlo aunque Juliette insistiera en que era necesario que lo hiciera yo estaba bien.
Una noche, siendo el final de lo que se me antojaba una larga semana, me senté frente al notebook después de la cena, encontrándome refugiada en la seguridad y pasibilidad dogmática de mi habitación, exploraba con ocio mis páginas favoritas de Internet y maldecía la complejidad de Facebook, revisaba mis nuevos correos los cuales eran únicamente una lluvia de inútil publicidad; después la página blanca del buscador Google apareció por error y aunque no la había pedido, esta me solicitaba iniciar una nueva búsqueda que no deseaba hacer; me mordí el labio y cedí a mi encaprichamiento que me consumía de curiosidad que no me agradaba admitir, tecleé con parsimonia las sílabas malditas…
“Ne-phi-lim”
Mi estómago dio un vuelco y sentí un cosquilleo instantáneo recorrer todo mi cuerpo, desde los pies a la cabeza.
En segundos miles de páginas relacionadas con esa palabra aparecieron, algunas eran imágenes y otros videos; observé la fila de diminutas imágenes y distinguí seres mitológicos representados con alas de ángel, algunos como monstruos. Tragué saliva y sopesé la idea de cerrar la ventanilla, no lo hice, debía saber, ahora más que nunca, lo que sucedía, estaba segura de que cuando Engel decía “Nephilim” se refería a mí. No había marcha atrás, ya no. Repentinamente mi negación resultó en vano, mi empeño por coexistir en el mundo de los mortales, inútil.
Accedí a la primera página, empecé a leer de forma atropellada el contenido de la información, confundiéndome y horrorizándome  mientras avanzaba en mi lectura. Solté una risita nerviosa al darme cuenta  de que estaba paranoica por algo que me había dicho un tipo que se divertía a costa de mis desgracias, se divertía burlándose de mí, que era un mentiroso inmaculado.
Estaba de acuerdo que él era un ser mitológico; pero ¿yo? No. Imposible. Había nacido, crecido y vivido como una chica demasiado simple para tener algo extraño dentro de mí, yo no era un monstruo como Engel Jackocbsob lo era. Yo no podía serlo, por que sonaba ilógico, aunque no existía lo lógico o lo ilógico. Pero esto era de verdad ilógico por diversas razones: Yo no era un gigante, de hecho era de las chicas con menor estatura en mi grupo; jamás destruiría al mundo, ni siquiera si tuviera el poder para hacerlo (el cual no lo tenía), tampoco estaba relacionada con extraterrestres, mi rareza era por que si.
Ese maldito híbrido se había burlado de mí… otra vez.
Me dejé caer sobre la cama y miré el techo con insistencia como si este tuviera escritas todas las respuestas.
¿Por qué Engel me estaba haciendo esto a mí?
Lo dibujé, pero su arrogancia no era tanta para sentirse ofendido al no ser su más fiel representación gráfica. Le grité frente a todo el colegio “arrogante lombriz rumana” media hora después de su llegada, pero le pedí disculpas aunque obligadas. Soñé con él, pero todo el mundo sueña. Le hice preguntas indiscretas, pero necesitaba saber. Enfurecí a su hermana, pero a él le gustaba hacer lo mismo. Traté de ser su amiga… era triste verlo tan solitario. No acepté que me raptara a Perth, los secuestros no son divertidos. Lo abofeteé, pero él me gritó. Asistí con él al baile de Halloween y no fui la mejor compañía, pero él me obligó yo no quería ir. Bailamos y lo pisé, yo no se bailar. Nos besamos, fue demasiado irresistible no hacerlo. Fuimos pareja o eso creo, pensé que él así lo quería. Me enamoré de él… ¿Cómo pude hacerlo? 
De la venta un crujido me sacó de mis pensamientos, y, con los ojos cerrados me sentí observada a sabiendas que me encontraba sola, entonces recordé como Engel era capaz de aparecer en un lugar, me incorporé abriendo los ojos de par en par; me encontré frente a frente con ese ser…
— ¿Qué haces tú aquí? —le pregunté con voz agria. — ¿Qué quieres?
Evité mirarle aunque la curiosidad fluctuante de saber de él era grande. Todo podía ser un sueño bizarro, por que había aparecido de la nada, sobre la alfombra, un espacio donde minutos atrás no había nada. Ojala simplemente estaba dormida, aburrida de pensar en Engel Jackocbsob y sus miles de misterios que mi subconsciente cansado combinaba situaciones, personas y hechos incoherentemente. No sería la primera vez que Lionel aparecía en uno de mis sueños.
—No estas soñando—le escuché decir apesadumbrado.
Crucé los brazos con fuerza sobre mi pecho y torcí el gesto con cierto disgusto. ¿Ahora todo el mundo se materializa en el aire? ¿Leen mentes? ¿También conducirán Lamborghinis? No me había dado cuenta de que tan grande era mi obsesión por el híbrido neurótico.
—Ya has iniciado la transición, no hay forma de volver atrás.
Mis piernas temblaron bajo el peso de mi cuerpo, sin saber por que; el corazón me dio un vuelco y aceleró su ritmo cardiaco, esas palabras, su tono, su sonido, serio y calmado, me volvieron mas nerviosa, como una advertencia puesta delante con luces neón intermitentes. Avancé un par de pasos vacilantes y una de mis manos se cerró con fuerza en el respaldo de la silla que siempre estaba delante del escritorio de madera cercano a la ventana.
— ¿Esto es real?  —inquirí. El sarcasmo había abandonado mi voz.
Lionel asintió con cautela mirándome directamente a los ojos.
—Solía ser un ángel—prosiguió contando como si divagara inconcientemente en un lugar muy lejano, y, de repente, regresó a la realidad de la habitación—Ahora soy un caído.
—Y yo… un monstruo—no era una pregunta.
Mi voz se apagó de golpe, mis piernas flaquearon débiles y fui presa de una taquicardia descontrolada, los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos y la temperatura de mi cuerpo se elevó, sin embargo hacía frío, un frío que me provocaba temblores y escalofríos involuntarios; la habitación empezó a dar vueltas delante de mis ojos, cada vez mas vertiginosas, mareándome; mi mano dejó de ejercer fuerza sobre el respaldo de la silla pero unos dedos cálidos me tomaron aunque demasiado tarde; empecé a caer por un abismo oscuro.
Abrí los ojos y me estremecí recostada sobre una cama dura cubierta de mantas ásperas, hacía frío como si me encontrara a la intemperie; miré alrededor para descubrir que lugar había dejado de ser mi habitación, sustituida por una pieza iluminada por la luz mortecina de varias velas colocadas en varios lugares estratégicos, era lúgubre y helada, se adornaba por una mesa vieja en el centro con una sola silla, una mesilla de noche a lado de la cama donde estaba yo, demasiada austeridad para ser habitable.
La cama se hundió ligeramente bajo el peso de otro cuerpo, me moví hacia el otro extremo de la cama pegándome a la pared, encogida por miedo mordaz e inexplicable; desvié mi atención de la llama y la sonrisa amable de Lionel me aturdió por completo.
—No eres un monstruo. —Dijo con firmeza contradiciendo las palabras que retumbaban en mi cabeza—Tienes que entenderlo; no todo lo que está en Internet es cierto, esos textos son mitos, leyendas creadas por los mortales.
—Entonces dime lo que soy porque no entiendo—chillé casi con lágrimas en los ojos — estoy confundida y tengo miedo.
Lionel extendió su mano hacia mi y su sonrisa permaneció en sus labios, él tenía ese aire extraño que tranquilizaba el ambiente, daba la impresión de que nada en el mundo fuera capaz de perturbarlo; él era la última persona con quien deseaba hablar, con la que quería estar sola en un lugar que no conocía, su cercanía me intimidaba, no estaba segura de cómo tratarle: ¿Cómo un hombre? ¿Cómo un amigo? ¿Cómo mi padre? O ¿Cómo otro de esos seres mitológicos fuera de este mundo?
—Demos un paseo, te lo explicaré todo—me dijo aún con su mano extendida en el aire.
—Es tarde, no debería… —titubeé pasando la mirada de su mano a la puerta adyacente a la mesilla de noche. —Tengo que estar en casa, ahora.
—No sería la primera vez que lo haces—sonrió.
Mis mejillas ardieron arreboladas, tomé su mano al ponerme de pie, una extraña sensación recorrió mi cuerpo como una leve descarga eléctrica que me provocó un curioso cosquilleo en el estómago. Nos pusimos de pie y me guió hacia la puerta, no la que estaba mas cerca, si no otra en el fondo de la habitación; antes de salir tomó esa gabardina color arena que le daba su aspecto de detective privado de un perchero improvisado en la pared y me la tendió.
Le interrogué con la mirada.
—Cuando caminemos allá fuera no te arrepentirás de usarla.
Me encogí de hombros y sin miramientos me puse encima la gabardina, era calentita y abrigadora pero enorme; me sentía dentro de una botarga de canguro, pero no me atreví a protestar. Le sonreí poco convencida antes de que saliéramos, de pronto pude verlo como figura paterna… se sentía bien, y aunque había tratado de empeñarme en los últimos días, no podría guardarle rencor. Un cariño especial crecía en mi interior hacia ese hombre, criatura o lo que fuera… después de todo era mi padre.
Salimos a un pasillo oscuro, flanqueado también por esas velas de llama tenue, solo así podía ver que Lionel iba delante de mí, sin embargo mas allá era imposible ver algo mas que las llamitas danzarinas, como si flotaran suspendidas en el aire. La puerta de la pieza se cerró detrás de mí sorpresivamente, me sobresalté pero seguí caminando en la oscuridad, sin saber a donde era conducida, confiando en una persona que teóricamente recién conocía. Él fue un ángel, se supone que los ángeles son buenos.
—Quiero decirte que yo no quería dejarte—dijo de pronto Lionel— no quería alejarme de ti, pero fue necesario, yo te quería y te quiero.
Agaché la cabeza cohibida, clavando la mirada en lo que debía ser el suelo.
—Ah—mustié—no te preocupes, entiendo.
—No pido que me perdones—continuó—solo quería que lo supieras.
“Te perdono y… también te quiero”. Pensé, no era capaz de decirlo en voz alta, había un nudo en mi garganta que me impedía articular palabras. No obstante después me sentí avergonzada al recordar que él podía saber lo que pasaba por mi mente; por alguna razón no quería que supiera mis verdaderos sentimientos, sin embargo no comentó nada y seguimos caminando por ese túnel que ascendía.
Las luces se terminaban y de fuera del túnel surgía otra luz, la luz de la noche y de la nieve que cubría toda la superficie del suelo; salimos de aquel lugar y sentí el frío herir mis mejillas; di una ojeada alrededor y encontré las lápidas viejas de un cementerio, lápidas antiguas y tumbas cubiertas de las misma nieve, algunas con maleza abriéndose paso a través de la  piedra y tratando de sobrevivir al crudo invierno, era un antiguo cementerio; lo conocía bien, porque había pasado gran parte de mi infancia dando paseos por esos lugares, no paseos deprimentes, buenos paseos en los que me dedicaba a leer los nombres que rezaban las lápidas y me ponía a imaginar quienes habían sido aquellos personajes, para mi criterio e imaginación algunos terminaron siendo reyes, príncipes, caballeros, y otros, nada, tumbas vacías, vampiros que fingían morir pero que aún seguían entre nosotros los vivos, sembrando misterios sin resolver. Claro, que nada de eso era cierto. Observé el lugar del cual acabábamos de salir y descubrí con asombro que era esa tumba que siempre había llamado mi atención, pero a la cual el abuelo y Juliette me tenían prohibido acercarme para explorar y yo siempre había pensado que se debía a alguna creencia sobre “respetar el alma de los muertos”. Que estafa.
Elevé la mirada al cielo en busca de la luna y las estrellas, solo algunos pequeños puntos luminosos eran visibles en el firmamento negro, la luna no se veía gracias a los altos muros en ruinas de la catedral medieval, solo su resplandor plateado se percibía detrás de uno de ellos, escondida, oculta por las rocas que llevaban allí siglos, las únicas que habían resistido las tormentas y el fuego, un tesoro preservado a través del tiempo, y, entonces, en la punta de la torre hallábase una figura que no correspondía a su arquitectura, una figura que correspondía a la humana hasta que su sombra develó sus alas desplegarse de lado a lado.
Chasqueé  la lengua disgustada. ¿Qué quería?
—Vuelve al túnel, Anne—indicó la voz seria de Lionel. —Ahora.
—No, él… sólo ignóralo. No me haría daño, piensa que es divertido… supongo.
Me adelanté algunos pasos, Lionel me detuvo del brazo, rodé lo ojos.
— ¡Oye tu! —Grité usando mis manos como megáfono— ¡Arrogante Lombriz Rumana, deja de seguirme, sal de mi vida de una vez por todas, usa esas alas que te hacen ver homosexual para largarte de aquí! ¡Y ponte ropa!
Crucé los brazos sobre mi pecho en actitud digna; resultaba más fácil enfrentarlo cuando no podía verlo a los ojos, cuando sus ojos no me perturbaban y su mirada me penetraba, cuando no podía ver esa sonrisa burlona dibujada en sus labios.
De pronto las alas oscuras se blandieron y despidieron contra la luz  lunar un resplandor brillante, como el oro, se puso de pie en el filo de la azotea y saltó hacia el fondo.
—Regresa—volvió a decir Lionel.
Denotaba preocupación en el tono que usaba, podía escuchar su voz temblorosa, como si temiera a algo… o alguien. ¿Le temía Lionel a Engel? ¿Yo también debería temer?
Vacilé antes de retroceder cuando le vi aterrizar en el suelo con elegancia, como si hubiera saltado de un peldaño de pocos centímetros de altura y no un edificio de varios metros; lo observé bien moverse en las sombras, descubriendo que no era mi Engel, no era esa lombriz maldita que yo amaba. La vaga luz nocturna le alcanzó e iluminó por completo su cuerpo cuan imagen resurgida mágicamente de las paredes de una cascada de agua; lo reconocí de inmediato, no había cambiado nada, ni siquiera había envejecido un poco, el mismo cabello rizado y rubio a ambos costados de su rostro, las facciones finas afiladas, esa magnificencia de la que había hablado Engel alguna vez, la sensación que provocaba tenerlo cerca, sus alas majestuosas doradas, como símbolo de su superioridad, Gabriel era en una palabra: hermoso. Aunque dicha hermosura no era sinónimo de que él me agradara, de que no le temiera, pues le temía y Lionel también, estaba segura de que este no era un encuentro casual entre viejos amigos ángeles. Lionel estaba serio, su mirada retadora; Gabriel sonreía abiertamente, sus ojos parecían joviales; yo en medio de ambos.
—Lionel, buen trabajo. —dijo un alegre Gabriel—Gracias por traerme hasta ella. Estos Nephillims, siempre tan escurridizos.
Abrí mucho los ojos, sorprendida; giré la cabeza con fuerza para mirar a Lionel llena de incredulidad.
—Tú… ¿Cómo pudiste? —empecé. 
—Miente—refutó mi padre. Frunció el ceño y sus ojos empezaron a teñirse de  rojo—Vuelve abajo, Annette.
Abrí la boca ligeramente en forma de “o”; una cosa era ver a Engel de esa manera y otra muy diferente era aceptarlo por parte de Lionel.
—Pero que paternal. —se jactó el ángel— Si no estuviéramos hablando de que ella es un monstruo, yo estaría conmovido. —Gabriel frunció el ceño también y dejó de sonreír. —Entrégamela voluntariamente y serás redimido, es un trato justo. Ella a cambio de tus alas, el perdón y la puerta a Edén. Tres por uno; hoy me siento caritativo con los desertores.
—Eres muy amable, pero no hay trato, así que ya te puedes ir. Lamento que hayas tenido que venir por nada.
—No, no, no. Vamos Lionel, sabes que no me gusta pelear con mis hermanos, es tan doloroso para mí. —Arrugó la frente, conmocionado.
—Ya te lo dije: mi hija no está en venta.
Retrocedí cautelosa cuando se acercó lentamente entornando sus ojos, fijándolos en nosotros como un animal deseoso de alimento, en silencio maquinaba posibles ideas de escape, pero ninguna era buena;  Lionel se puso en guardia, como si pensara que atacaría y él solo esperaba el golpe inicial para responderle; de pronto dejé de moverme, no podía seguir, quería echarme a correr y mis piernas no respondían, como si estuvieran clavadas al suelo.
Lo que sucedió a continuación fue demasiado rápido: relámpagos abrieron los cielos el iluminaron la zona ruinosa, la mano de Lionel se asió a mi brazo y me arrastró con fuerza sobre humana, mis pies terminaron despegándose del suelo cuando él giró sobre si mismo y salí volando hacia atrás aterrizando con la cara en el suelo tragando nieve, me deslicé por la nave central sin ser capaz de detenerme, abrí los brazos para usarlos como anclas y parar, cerré las manos en montones de pasto, lodo y hielo; cuando me detuve sentí la mejilla pegada al suelo y el olor de la tierra atravesó mis fosas nasales.  Escuché varios estampidos y el suelo retumbó sobre si mismo; despegué la cara del suelo, me ardía la parte derecha del rostro y escupí el sabor desagradable de la nieve en combinación con la tierra, giré entre las ropas amplias que se habían enredado en mis piernas y busqué a mi padre, preocupada y temerosa, no sabía lo que estaba ocurriendo y no quería creerlo, prefería las pesadillas de las cuales podía despertar que aquellas situaciones que eran reales, las dos sucedían por la noche, pero en una las personas a las que amaba no sufrían daño alguno.
Aquí nada era una ilusión.
Los vi en la distancia, Lionel y Gabriel luchaban cuerpo a cuerpo a rapidez y destreza asombrosa que mis sentidos apenas lograban percibir sus movimientos, los golpes resonaban en el eco de los muros de la catedral, bolas de fuego y rayos volaban en todas direcciones, algunos logré esquivarlos por centímetros, también se hacía presente el sonido del metal chocar imprescindible, una lanza plateada y una espada de fuego refulgente servían como armas a los combatientes; entendí, horrorizada, que era una batalla a muerte en la que solo uno sobreviviría.
Alcé la mirada y alrededor, flanqueando y custodiando el lugar, había más ángeles, toda una guardia conformada por al menos media docena de ellos, observaban tranquilos el espectáculo, semejantes a las estatuas, a simple vista podían pasar esculturas de la misma catedral, pero minutos antes ellos no estaban allí y alguno que otro, curioso, de vez en cuando se atrevía a mirarme, no sonreían ni se inmutaban, solo estaban a la espera como soldados. Ojos brillantes, suntuosos y de alas plateadas.
El estrépito atronador del otro lado volvió a hacer retumbar los suelos y me obligó a despegar la mirada de los ángeles, alarmada, en busca del origen. Encontré a mi padre en el suelo, Gabriel estaba sobre él, su mano levantó el rostro de Lionel del suelo tomándole del cabello, el blanco puro de la nieve se había ya teñido de sangre…
— ¡No! —Grité a Gabriel cuando su espada se blandió en el aire en un ángulo directo al cuello de Lionel. —Iré contigo, pero no le hagas daño. Haré lo que tú quieras.
El ángel rubio de las alas doradas respondió a mis palabras con una sonrisa más, me puse de pie y avancé hacia él.
— ¿Nada de engaños, Nephillim?
Tragué saliva, escuchar esa palabra me provocaba nauseas.
— ¿Qué podría hacer yo? Mírame —extendí los brazos en señal de rendimiento— no soy capaz de defenderme contra alguien como tú. Superior y grande Gabriel.
Agaché la mirada y el silencio se hizo por unos instantes, se rompió con un batir de alas y uno de los guardianes me apresó. Ató mis brazos a mi espalda, escuché el sonido de una cadena y después sentí mis muñecas quemarse, ardiendo, sofoqué un grito y apreté los dientes, esforzándome alcé la mirada en busca del arcángel.
Gabriel cumplió con su palabra alejándose de mi padre y viniendo a por mí.
—Hagamos esto de la manera más sencilla posible, ¿De acuerdo, pequeña abominación?
—Vete al infierno. Solo vámonos de aquí. —tenía que asegurarme de que no terminara conmigo y después siguiera con Lionel.
Gabriel soltó una risotada melodiosa.
— ¡Que niña tan mal educada! —Acarició mi rostro delicadamente desde la mejilla hasta la barbilla, y cuando llegaron hasta ese punto sus dedos me asieron con gran ímpetu y su rostro se posó a la altura del mío, se acercó hasta quedar escasos centímetros, me miró intensamente y le devolví la mirada desafiante, poco a poco sus facciones se fueron descomponiendo por una máscara de ira irrefutable.
— ¡¿Tu?!
— ¡¿Yo?!—respondí con ironía.
La palma de su mano golpeó mi mejilla volteándome la cara hacia un lado del solo golpe. Dolió y dolió mucho, una lágrima se escapó de uno de mis ojos, mordí mis labios para no quejarme.
—Has estado con el híbrido Engel. —Gruñó.
Su afirmación me sorprendió.
—Si—solté entre dientes girando la cabeza para encararlo con cierto cinismo. Sonreí. —Y lo amo.
Otra bofetada me volteó la cara hacia el otro lado.
— ¡Galiel! ¡Admniel! Encárguense del caído.
Dos ángeles más abandonaron su posición.
— ¡Teníamos un trato!
—Ya no; a menos que me digas donde está él.
Mi corazón dio un vuelco. ¿Qué debía hacer?
— Aquí, Gabriel—dijo la voz de Engel Jackocbsob.
Las miradas de todos se desviaron hacia la figura masculina sentada en el alfeizar de una ventana sin vidriera, tenía una pose despreocupada, tan arrogante como siempre, pavoneándose semidesnudo y mordisqueado una barra de chocolate; daba un aspecto infantil, daba la impresión de que el tiempo regresaba y él jugaba a ser nuevamente el niño de seis años perseguido por el legendario arcángel Gabriel.
—No quisiera interrumpir su “bendita” fiesta pero la-chica-es-mía y he venido a reclamar lo que me pertenece.
Engel saltó de la ventana.
—Yo la vi primero. —frunció el ceño.
En un abrir y cerrar de ojos desplegó sus alas negras, sus ojos se volvieron rojos, su majestuosa espada de hierro oscuro se materializó en su mano izquierda y se lanzó hacia Gabriel de un salto. La mano de Engel encontró lugar en una de las alas del otro y lo lanzó hacia el otro extremo de la nave central, el cuerpo de Gabriel chocó contra una lápida que se hizo añicos. Engel esbozó una sonrisa autosuficiente, blandió su espada y lanzó una estocada en mi dirección, cerré los ojos alarmada pero nada sucedió, mas sin embargo el ángel que me apresaba dejó de ejercer fuerza sobre mis brazos; abrí los ojos y busqué con mirada desorientada lo que había sucedido; solté un gritito al ver la cabeza del ángel separada del resto de su cuerpo pero ambos en la nieve sucia y manchada de rojo carmesí; los ojos del ángel me veían desde esa posición, abiertos pero ausentes ,y, ardió en llamas.
—Después de que salgamos de aquí, me harás un altar—musitó Jackocbsob mientras peleaba contra las cadenas en mis manos.
Maldijo en voz baja y las cadenas profirieron un sonido metálico sordo al caer al suelo.
Me sobresalté cuando alguien me empujó y casi me hace perder el equilibrio, se trataba de Lionel, su expresión era alarmante.
—No podemos desaparecer, han hecho algo… —anunció angustiado y se volvió hacia Engel—Sácala de aquí.
— ¿Qué hay de ti? —Pregunté histérica
—Yo estaré bien.
— ¡Pero quiero desplumar blancos! —exclamó Engel cuan niño caprichoso. —Y eso haré.
Despegó del suelo y una horda de guardianes se lanzó contra él; otros más se lanzaron en picada hacia nosotros, Lionel blandió su lanza en el aire con maestría y me empujó al suelo.
Llovían plumas por doquier, perdiendo su brillo plateado conforme caían, terminando blancas en la primera superficie que alcanzaban.
Estaba paralizada de horror, temblando, pronto reaccioné, no era el momento de quedarse allí cuando una masacre celestial se estaba suscitando y yo no era mas que un estorbo, también cabía la esperanza de que a donde yo fuera irían los ángeles, y de esta manera Lionel y Engel podrían resultar ilesos. Me arrastré en el piso como soldado en la trinchera, entre los pies de todos, evitando golpes y pisotones, finalmente salí de la muchedumbre.
Me paré de un brinco y me escondí tras una de las lápidas, observando con tristeza, odiaba las guerras… y una lucha de muerte de estaba dando ahora por mi culpa, la muerte rondaba allí y el sacro lugar se había convertido en un cementerio.
Alas por doquier, la sangre manando descontrolada de cuerpos agonizantes, gritos de dolor resonaban en cada rincón de la Catedral de Dunkeld. Un páramo de agonía me rodeaba y yo era tan inútilmente humana para evitarlo.
 “¿Qué debo hacer?” pregunté mentalmente. Nadie respondió.
Y decidí hacer lo mejor que sabía hacer. Huir, correr por mi vida, lo que ellos esperaban que hiciera.  
Así mis piernas emprendieron una marcha rápida para llegar al final de la nave central, sintiendo que la salida estaba cada vez más lejana y en lugar de acercarme me alejaba. Me concentré en no tropezarme con las tumbas o resbalarme con la nieve, entonces uno de los ángeles descendió su vuelo delante de mí, impidiéndome el paso, extendió su brazo y asió el mío.
— ¡Suéltame!
—Tu muerte traerá el equilibrio al mundo. —Me dijo como en un trance— Con tu sacrificio, todos los que amas se salvarán…
— ¡Ni que fuera Jesús! —le espeté indignada y le  escupí en la cara.
Se llevó la mano libre a la cara y aproveché su distracción para empujarla con todas mis fuerzas ayudándome de mi brazo libre y una de mis piernas, me liberó y salí corriendo en dirección contraria de regreso al deprimente panorama ¿Dónde había quedado esa pureza blanca de nieve? Pues bien, se había manchado como la pureza que tenía en mi opinión de los ángeles, la sangre derramada era el símbolo de que la maldad existía, de que las cosas malas eran reales, más reales y constantes que las cosas buenas.
Yacían muertos los ángeles guardianes, algunos cuerpos desaparecidos en la tierra carbonizada, y los demás formando una carnicería repugnante; con angustia me atreví a buscar indicios de Engel o Lionel. Llegué a la  salida y caminé sin rumbo, perdida como si fuera la primera vez que estuviera allí, entonces vi lejos a mas de ellos, una estela de alas doradas, plateadas y negras en combate como un montón de aves peleando por la comida, La figura de alas doradas tomó Lionel del cuello, me dio la impresión de que ese maldito me devolvía la mirada aún a la distancia, se burlaba de mi y atravesaba el cuerpo de mi padre con su espada ardiendo en llamas.
Un grito perforó mis oídos y desgarró mi garganta, lágrimas fluyeron de mis ojos y un vacío grande se depositó en la boca de mi estómago, segundos después me descubrí corriendo hacia el infierno, donde ellos esperaban por mi.
De pronto mis pies dejaron de tocar el suelo y mi cuerpo se alejaba del lugar a gran velocidad, miré hacia abajo y grité de manera desesperada su nombre.
— ¡Déjame, yo tengo que volver!
No importaba el viento helado hiriéndome, escociendo mis ojos y aullando con fuerza en mis oídos, la peligrosa posición en la que estaba cuerpo en el cielo; tenía que regresar.
— ¿Y que te maten a ti también? —me retó.
— ¡¿A ti que te importa?!
Dijo entre dientes unas palabras en lo que pareció ser otro idioma, parecía estar maldiciendo, miré sobre su hombro y vi a Gabriel y a tres ángeles más siguiéndonos.
—Sujétate fuerte
Rodeé su cuello con mis brazos y me apegué a su pecho, sentí sus brazos sosteniéndome con firmeza; la sensación de volar era como estar en una montaña rusa, de un momento a otro íbamos de arriba abajo y en ocasiones viraba de manera alarmante yo no sabía por que y tampoco lo supe cuando el cuerpo de Engel se crispó tenso bajo mi peso, lo sentí oscilar y su brazos temblar como si se esforzara por seguirme manteniendo junto a él; su boca profirió varios quejidos y la velocidad de su vuelo disminuyó.
— ¿Qué pasa? —pregunté preocupada.
—Nada—mintió, su voz se escuchó estrangulada.
Empezamos a caer en picada. Esa sensación de vértigo repentino me invadió, un vértigo que no tenía que ver con la caída, y de pronto, ya no estábamos ahí, volando a la rivera del río Tai.



17 Comments to “12. Nephilim”

  1. Anónimo says:

    me encanto, casi no puedo creer lo que sucedió, Lionel murio, y que pasa con engel y anne, no quiero esperar mas para el siguiente capitulo, felicidades por tu trabajo, esta es una de las mejores historias que he leido

  2. Anónimo says:

    Ok estubo exelente tanto tiempo esperando y valio la pena espero que subas el proximo capitulo pronto graciiiias

  3. este fue un gran capitulo, me gusto mucho de verdad :D
    felicidades sigue así, tu historia es super!

  4. Excelente, no tengo palabras...
    FELICITACIONES!!!...
    Ojala no nos dejes esperando tanto tiempo.... Ya quieisera saber que sigue...
    Tu historia es MUY EMOCIONANTE!!!...

  5. Ann says:

    O.O honestamente, me encantó ^^
    e incluso me gusto más que no te tardaras tanto como la ultima vez :P
    en serio, muchas gracias por seguir subiendo caps ^^
    asi que esperaré el otro pacientemente (o lo mas paciente que pueda)
    Gracias Chris!!!

  6. Anónimo says:

    Kuando m di kuenta d q habia nuevo cap no m lo podia kreer pro kada vez q c termina uno d estos cap m qedo kon ganas d maz d zaber q maz va a pazar......
    bno ps la vdd esq estos capitulos c vuelven kada vez maz interesantes y emocionantes.
    Zpero kon anziaz el ziguient kap

  7. Myn says:

    Repetiré los otros comentarios ME ENCANTO el capitulo, nos has dejado en suspenso nuevamente espero con ansias el siguiente capitulo tal vez no hagas un regalo de reyes ^-^

  8. ...Mer... says:

    Chriss WOW, siempre me sorprendes, y estoy segura de que lo seguitrás haciendo, feliz navidad y año nuevo!! ojalá que el año entrante publiques mas seguido, fan de tu historia, y siempre seguidora!! Felicitaciones, si hubiera un premio te lo ganarias! Un abrazo
    PD: EXELENTE CAPITULO

  9. Anónimo says:

    Lo veo y no lo creo, es fantástico.

  10. Natu says:

    Impresionante... sencillamente maravilloso

  11. Isha'Bell says:

    Definitivamente no tengo palabras para describir tu historia.
    Desde que la empece a leer me he enamorado de ella, espero ansiosa la continuación, y cada vez que subes un capitulo nuevo me gusta mucho mas...

    Felicidades y gracias por compartir esta gran historia Chris...

    Saludos, besos y abrazos.
    Isa

  12. Viviana says:
    Este comentario ha sido eliminado por el autor.
  13. Viviana says:

    Cris demaciado buenos los capis y a valido la pena esperar tanto, tenerte paciencia.

    Cada vez la historia se vuelve mas mas emocionante.

    Vi por ahí que supuestamente publicas el 13 yo te quería decir si podrías publicar el 11 de enero que es mi cumple ¿si?.

    Y feliz año nuevo para ti también.

    PD: como va la U?

  14. Anónimo says:

    Cuando publicaras el proximo capitulo qede super enganchada cn el libro :D

  15. Anónimo says:

    Nuevo capitulo el publico aclama nuevo capitulo... tu libro engancha desde el principio y no puedo dejar de leer.. ya he leido los 12 capitulos de nuevo.. jejeje por fa sube capitulo nuevo :D <3

  16. Anónimo says:

    cuando llegará lo proximo capitulo, me encanta esta historia.

  17. isabel says:

    hola, es la primera vez que te dejo un mensaje, estaba esperando terminar de leer los 12 capítulos. Ya te lo han dicho, pero no hay nada de malo en que alguien mas te lo diga (o escriba xD) que buena historia!! Es sorprendente, tu imaginación parece un pozo sin fin.
    Esperare el próximo capítulo con ansias, bye!

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