El fresco aroma de los árboles entró por
la ventana abierta de la habitación; la brisa hacía revolotear las cortinas y
las copas de los árboles siseaban una melodía que arrullaba, que sonaba como un
murmullo suave y encantador al cual se unía una sinfonía de aves. El perfume
que flotaba desde fuera era fresco, se deslizaba en el aire el aroma verde de
las hojas de los árboles y las primeras flores despertando de su descanso
invernal. Siempre me había gustado despertar las mañanas de primavera después
de una llovizna nocturna…
Mis ojos fueron de un lado a otro acostumbrándose a la luz
matinal que arrancaba colores azulados e intensos de cada superficie que los
pálidos rayos de sol tocaban; todavía estaba aturdida y cuando me removí
amodorrada sobre las mantas que me cubrían, sentí el peso del dolor oprimir mis
músculos, y mis huesos crujieron. Poco a poco la realidad fue golpeándome con
dureza, hasta oprimirme y dejarme inmune ante la fragilidad de los
sentimientos.
La calidez de una lágrima cosquilleó por mi piel mientras se
volvía fría resbalando para morir en mis cabellos enmarañados contra la mullida
almohada. Resultaba ofensivo que la naturaleza resplandeciera de alegría
mientras yo acababa de perder a mi mejor amigo; y estaba ahí, tirada sobre la
cama, mirando el cielo clarear al amanecer entre las cortinas de un insultante
tono lila demasiado suave y bello para ser verdad entre la vorágine de malos
acontecimientos. Tal belleza sinuosa no hacía juego con tan horrorosa realidad.
Más lágrimas siguieron a las otras hasta que me fue imposible
controlar el llanto silencioso y empecé a sollozar; me incorporé lentamente
cuando no podía respirar más y hundí con desesperación mis dedos entre mi
desgreñada cabellera marrón. Me sentía como una criatura indefensa, a la
intemperie, vagando sola lejos de su manada en un inmenso bosque lleno de otras
criaturas más grandes y poderosas; me sentía vacía, me sentía sin un lugar en
el mundo. Abracé con fuerza mi cuerpo y lloré hasta que los ojos me ardieron y
no podía más, incluso escondí el rostro en la almohada y grité hasta que sentí
la garganta al rojo vivo.
No recordaba haber llorado tanto en mi vida. En momentos las
lágrimas cesaban pero cuando mi mirada
se despegaba de la ventana para encontrarse con cualquier otra cosa que
adornara la habitación, me daba cuenta que todo en ella tenía en recuerdo de
Travis y claramente su ausencia marcada. Probablemente era un obsesión recién
desarrollada, una ilusión absurda, pero estaba allí y me parecía, no había
forma de evadirlo; al menos, pensé, tenía privacidad, momentos para estar a
solas, sólo por un momento.
Cuando el sol ya estaba en lo alto (había perdido la noción del
tiempo y no tenía idea de la hora que era), la puerta de la habitación se abrió
cuidadosamente, aparté la mirada de un viejo y pequeño conejo de felpa sentado
sobre una pila de libros en el escritorio y vi de reojo mechones de cabello
castaño de Juliette caer como una cascada entre la corta abertura de la puerta.
Ella se asomaba con cautela y yo resistía el impulso de tomar lo primero que
encontrara mi mano y lanzarlo. Me eché nuevamente en la cama, cubriéndome
completamente con las cobijas, no estaba de humor para más regaños, para que me
dijera que me lo merecía, no quería que me recalcara mi culpa con sus frías
palabras como témpanos de hielo sobre la piel desnuda. Sabía que lo merecía,
que había sido mi culpa, mi falta de buen juicio… en teoría: yo había sido la
única culpable de la muerte de Travis. Tal vez no directamente, pero para
empezar, yo había aceptado que tanto él como los demás se metieran conmigo en
la mansión de los Jackocbsob para rescatar a alguien que apenas conocían, que
estaba en manos del psicópata Gabriel por culpa de mi estupidez.
La cama se hundió bajo el
peso de mi tía cuando se sentó en orilla, escuché un largo y lento suspiro,
luego su mano acarició con suavidad mi cuerpo cubierto.
—De
verdad lo siento, Anne… —empezó
a decir suavemente.
No, ella no podía sentirlo. ¿Por qué la gente siempre decía que
lo sentía de esa manera tan absurda? Era obvio que no lo sentían ¿Qué sentían?
—Sé qué piensas que fue tu culpa, pero… no fue así. Tú nunca le
harías daño a alguien.
Pero les había hecho daño a muchas personas y ella misma me lo
había dicho una vez.
—Lo cierto es —continuó metódicamente— que lo que hiciste fue
muy irresponsable, pero debí haberte hablado con la verdad en lugar de tratar
de darte una lección, debí haberte dicho que estaba buscando la manera de
solucionarlo en vez de hacerte sentir que te estaba dando la espalda. Debo
admitir que haberme enterado que estabas dispuesta a dejarlo todo por ese chico
me decepcionó; no obstante, después me obligué a recordar que una vez yo
también fui adolescente y estuve a punto de dejarlo todo por alguien que no
era… bueno para mí.
Escuché en silencio, sintiendo que sus palabras aunque
tranquilizadoras caían sobre mí como rocas de un peso inmenso, o como fuerzas
invisibles que oprimían mi pecho, más lágrimas brotaron de mis ojos; había
olvidado que Engel también se había ido, y que aunque ese chico que se había comportado como un cretino mentiroso la
mayor parte del tiempo, al final… había hecho lo correcto, de alguna manera, al
final, me había salvado. Luego, a mi mente vino el recuerdo de mi padre, que
supuse era ese chico que no había
sido bueno para ella y por quien lo hubiera dejado todo… mi padre, quien
también había dado su vida por mí.
Me descubrí incorporándome violentamente, buscando a Juliette,
sin molestarme en limpiarme el rostro.
—Ya no
quiero que los demás den su vida por mí—sollocé,
respirando agitadamente como si las palabras estuvieran peleando por salir y al
mismo tiempo se atoraran en mi garganta. —Estoy
cansada de que todos me salven, no quiero ser la tonta chica que se mete en
problemas y tiene que esperar a que llegue alguien más tonto a sacarla de los
líos en los que se metió. Está mal… no soy débil.
—No eres débil—aceptó Juliette con calma. —Y tú no puedes elegir
que los demás traten de protegerte, como los demás no podemos elegir el que tú
trates de protegernos; todos iríamos al infierno por las personas que amamos.
Lo que hiciste anoche no fue la decisión más sensata ni el plan más perfecto,
pero actuaste con mucho valor, demostraste que eres todo, menos débil, sólo
tienes mucho que aprender.
Me sorbí ruidosamente la nariz y clavé la mirada sobre mi regazo
retorciendo las manos en un reciente tic nervioso.
— ¿Qué voy a hacer… sin Travis? —mi voz se quebró al pronunciar
su nombre.
—Seguir adelante.
—Pero…
—Si puedes—sentenció antes de que yo dijera lo contrario—haz que
me sienta orgullosa de ti. Eres una Warthforc y los Warthforc no nos dejamos
caer; al contrario, tomamos fortaleza de nuestras debilidades y salimos
adelante.
—Yo no quiero ser…
—Pero lo eres—sentenció; su mirada oscura se clavó en mis ojos,
era una mirada profunda, madura, la mirada de una persona poseedora de una
fortaleza admirable. — No lo puedes cambiar, debes aprender a vivir con ello
como aprendiste a ser humana, sencillo no es, pero tampoco imposible.
Suspiré cansinamente, no tenía oportunidad si pensaba protestar,
ella estaba decidida en lo que decía, era tenaz y firme, incluso la forma en
que lo decía lo hacía ver tan fácil, algo demasiado posible que incluso era una
idea agradable.
— ¿Por qué estabas anoche ahí? —Inquirí desviando ligeramente el
tema— ¿Quién era ese hombre y todas las demás personas que estaban contigo?
Juliette sonrió ligeramente.
—Te dije que busqué una manera de solucionar lo de Liam, y
después de la historia que me contaste… soy la jefa del clan Warthforc, no
somos hechiceros porque sí, tenemos un deber y luchar contra demonios es parte
de ello, nosotros estamos encargados de mantener un equilibrio en este mundo.
Robert y todos los demás son también hechiceros. —Torció el gesto—Es demasiada
información para que la entiendas ahora, creo que deberías descansar.
Aún me quedaban ciertas dudas, quería hacer cientos de preguntas
sobre los Warthforc, sobre hechiceros, su magia y lo que hacían exactamente;
pero al mismo tiempo, una parte de mí, anhelaba alejarse de todo lo que no
fuera normal en el mundo de los humanos donde yo había nacido y crecido como
uno de ellos, de aquellas cosas que yo misma había soñado cada vez que hojeaba
libros de fantasía, pero que ahora, al saber que eran reales, y no tan
maravillosas como los autores las narraban, quería abrir los ojos y despertar
sabiendo que fue sólo un sueño.
Juliette se acercó a mí y me dio un abrazo que se sintió exorbitantemente
bien para tratarse de un acto tan simple y mundano. Resultaba extraño como una
muestra de cariño llena de sencillez como lo era un abrazo, me hizo sentir
reconfortada, que ya no estaba tan sola en ese gigantesco mundo de misterios
sin resolver.
— ¿Quieres que te suba algo de comer? —inquirió con gentileza
maternal. Había extrañado a esa Juliette.
Negué con la cabeza, la idea de “comida” hacía que se me
revolviera el estómago y me sintiera mareada y enferma.
— ¿Dónde
está Liam?
—Duerme en la habitación de invitados, lo dejaré descansar por
hoy—dijo desde la puerta con una nueva mueca en el rostro. —Saldré a casa de
los Wright, si necesitas algo, llámame.
Asentí con un nudo en la garganta otra vez formándose.
La imagen de los padres de Travis y de Jess, su hermana,
apareció en mi cabeza tan nítida como si estuviera delante de ellos. ¿Qué les
dirían? ¿Qué a su hijo lo asesinó su ex –novia demonio? Descarté la idea,
Juliette no lo permitiría y ellos tampoco lo creerían, pensarían que se trataba
de una mala broma; aunque también me parecía insultante cualquier excusa cuando
él había sido tan valiente.
Cerré fuertemente mis puños sobre los bordes de la manta. Pensé
que lo correcto habría sido levantarme de la cama y acompañar a Juliette a la
casa de Travis, su familia había sido como una segunda familia para mí, su
madre siempre se había portado amable y a pesar de que nunca había dejado de
insistir en que Travis y yo tuviésemos una relación amorosa, me agradaba. Su
padre y él compartían el mismo carácter, había sido tan solapador que muchas
veces había pasado a ser nuestro cómplice en diversas situaciones. La familia
Wright era lo que uno mira, y con envidia admite que son la familia perfecta;
sin embargo, no estaba lista para enfrentarlos, para mirarlos a los ojos,
realmente no estaba lista para salir siquiera de ese pequeño cuarto.
Me quedé mirando con insistencia la puerta como si allí fuera a
encontrar la fortaleza para salir a un vacío mundo exterior. Pero no. Una vez
que la habitación estaba vacía sentía nuevamente el peso de la soledad y la
fría sensación de la muerte calando en los huesos; cada vez que cerraba los
ojos la mirada vacía y fija de Travis me atormentaba, así mismo las risas
estridentes de Valerie perforaban mis oídos desde el interior de mi consciencia.
Cerré los ojos apretando los puños con tanta fuerza que una
punzada de dolor se clavó en las palmas de mis manos; yo quería tenerla a ella entre
mis manos y despedazarla por haberme robado lo que más quería, por haberle
quitado gran parte del sentido a mi vida, sobre todo, por haberle quitado la
vida a un ser que no lo merecía. Quería hacerla sufrir cien veces más de lo que
ella había hecho sufrir a Travis… tal vez se me había escapado, pensé con odio,
ni siquiera podía soñar con alcanzar su poder, por ahora, pero juraba por
aquello que aún me quedaba y por la memoria de Travis, que un día nos
volveríamos a encontrar y la haría pagar.
Mi pecho ascendía y descendía con rapidez, como si hubiera
corrido tan rápido por un largo sendero y aunque no estaba cansada, había
cierta agitación que aún recorría mis venas. Cuando abrí los ojos me descubrí
parada frente a la ventana, mirando los jardines vacíos y resplandecientes
cubierto de gotas de rocío y bajo la cascada de luz solar, repentinamente todo
era más hermoso, sencillo… incluso el dolor se había ido y de alguna forma me
sentía reconfortada como si mis deseos de venganza hubieran sido tan venenosos
para consumir la tristeza y la pena, convirtiéndola en una razón más para
vivir, se sentía bien, realmente bien.
Sonreí y la ventana me devolvió un tenue y transparente reflejo
de mí que me hizo estremecer cuando mis ojos resplandecieron con el brillo de
la inhumanidad.
Tal como había dicho Juliette, la vida seguía y yo seguía
adelante con ella, era más fácil de lo que había pensado, aunque sería más
sencillo si el teléfono dejara de sonar buscando que atendiera vacías muestras
de solidaridad, o si la misma Juliette y Liam dejaran de mirarme como un
peligroso animal enjaulado cada vez que bajaba a la cocina por algo de comer.
Quizá no tendría el aspecto de un animal enjaulado si me permitiesen salir para
ir al colegio; realmente me frustraba la idea de perder clases cuando estaba
tan cerca el fin del curso y la graduación… un detalle en el cual no me había
puesto a pensar en serio, mi vida de Nephilim me había hecho olvidar los
detalles importantes de una vida humana.
Con la mirada fija en la ventana solté un bufido exasperado al
no ser consciente del tiempo o del espacio… ¿Cuántos días habían pasado? ¿Dos?
¿Tres? ¿Una semana? Ojalá pudiera ser un ave para volar libre surcando ese
cielo azul moteado de nubes, tendría que recordarle a Liam que me enseñara a
desplegar mis alas y después a volar por los cielos.
Me incliné hacia delante y volví nuevamente a clavar mis ojos en
la superficie sucia de la hoja que estaba sobre el escritorio mientras un lápiz
se balanceaba nerviosamente entre mis dedos que acomodé distraídamente antes de
seguir dibujando, en un acto reflejo, algo a lo que ya estaba acostumbrada a
pesar del tiempo que había transcurrido sin que me atreviera a dibujar algo. La
misma canción programada se repetía una y otra vez en mi reproductor de música;
me mordí el labio inferior… era nuestra
canción[1],
de su banda favorita, la habíamos cantado
infinidad de veces, desentonados y desafinados, pero era nuestra… Empecé a cantar en
voz baja y ronca, mientras mi lápiz se deslizaba sobre la hoja de papel con la
tranquilidad de una persona que tiene toda la eternidad por delante.
Callé súbitamente.
No hacía falta escucharlo ni verlo para saber que era él, su
presencia de Nephilim apestaba tan
cercana que resultaba evidente que se encontraba dentro de la habitación, no me
volví para comprobarlo; él en cambio arrancó de mi oído izquierdo uno de los
auriculares y lo dejó caer. Liam era la clase de persona desvergonzada que no
pedía permiso para hacer algo, bastante libre de todo y de todos; le envidiaba
por eso y al mismo tiempo me molestaba.
— ¿Aún
estás en pijama? —inquirió
Liam incrédulo rompiendo el matiz estúpido de mis pensamientos.
—Juliette
me ha dicho que puedo faltar a clases.
—No
estoy hablando de eso, Anne… —suspiró
con infinita paciencia—Sabes
de que hablo.
—No, y
si te molesta verme en pijamas, vete—musité, sombríamente. —Deberías aprender a
tocar la puerta; que seas un vago sin educación, no significa que puedas venir
a mi casa y hacer gala de tu falta de modales.
Me erguí sobre la silla unos segundos, sólo para asegurarme de
que mi dibujo estaba quedando bien, pero, cuando me di cuenta de que era una
basura infiel arranqué la hoja con coraje y la hice bolita tirándola al suelo
con frustración, junto a las demás, encorvándome de nuevo sobre otra hoja limpia.
Una gruesa línea fuerte y profunda cruzó la hoja de papel de
improviso cuando Liam tomó el respaldo de la silla y la hizo girar con
brusquedad, de modo que me tenía delante de él. El lápiz resbaló de mis dedos y
calló al suelo con un ruido sordo que llamó demasiado mi atención, pude oír
como la punta afilada de grafito se rompía en un ruidito apenas perceptible.
Miré fijamente el objeto, tenía una apariencia interesante que se iba perdiendo
en la profundidad del suelo hasta volverse un simple trozo de madera de color
amarillo.
En ese momento bajé lentamente mi mano suspendida en el aire y
la dejé caer lentamente sobre mi regazo. Cómo si hubiera sido mi corazón el que se había caído al suelo y
hecho añicos, empecé a llorar como una niña pequeña, no era mi lápiz favorito
pero me comporté como si lo hubiera sido y como si su punta fuera
irremplazable, comprendí que no se trataba del lápiz, de trataba de mi Travis,
él si era irremplazable; aún se trataba de Travis.
Los brazos de Liam me rodearon con delicadeza, un tacto sutil y
dulce que hasta entonces parecía imposible que existiera en él, pero ahora lo
estaba logrando, la calidez de su cuerpo cerca del mío me hizo sentir
profundamente protegida, no obstante no aliviaba el dolor. Mojé y ensucié su
chaqueta negra durante un largo rato, hasta que no pude llorar más y la
sensación de ahogo volvió a presionarme con su gran peso.
Busqué el aire a bocanadas, eso no me gustaba, tenía que volver
a concentrarme para que el dolor desapareciera, tenía que enfocarme y pensar
con la cabeza fría como lo había hecho los últimos días.
—No lo
hagas—dijo suavemente
adivinando mis pensamientos, sin apartarse de mí—ningún
poder fuera del humano podrá alejarte de la realidad, ni siquiera lo intentes…
porque en algún momento tendrás que volver, y el golpe será mucho más doloroso.
Fui yo quien se apartó de él, pero no pude mirarle por alguna
razón y clavé los ojos sobre el regazo.
—Hablas
como si ya lo hubieras intentado—le
acusé con voz trémula, enjuagándome las lágrimas con la manga de mi blusa.
—Lo hice—aceptó no muy orgulloso de
él. —Y fue terrible, no
al principio, por supuesto, pero no puedes vivir siempre manteniendo a raya tus
emociones, abusando de que eres un Nephilim y tienes esa posibilidad de
escapar. —Hizo una
pausa antes de continuar. —No sin que esto te consuma y te vuelva ése monstruo que
los ángeles creen que eres; olvidarías las emociones que te hacen humana y lo
malo dentro de ti te consumiría por dentro, como un virus mortal. No es mentira
que los Nephilim podemos llegar a ser un peligro bestial, pero siempre tenemos
elección, todo el mundo tiene una elección.
Elección, todo el mundo decía eso, pero entonces ¿por qué
siempre tomábamos las elecciones equivocadas? Me sorbí ruidosamente la nariz y
miré con curiosidad su figura borrosa a través de la capa de lágrimas sobre mis
párpados inferiores.
— ¿Cómo
sabes todo esto?
—Mi
madre—dijo, una ligera
sonrisa iluminó su serio semblante—me
lo contó de la misma manera en que te lo estoy contando a ti. Ella era un ángel
y no quería que su pecado me condenara también a mí. Desde pequeño me enseñó lo
que estaba bien y lo que estaba mal, hasta que la mataron. Lo vi con mis
propios ojos, vi la sonrisa satisfecha de su asesino desde una trampilla oculta
donde ella me había escondido precipitadamente para protegerme. Cuando se
fueron, juré que me vengaría, y, descubrí que cuando dejaba que mi verdadera
naturaleza me dominara, el dolor se iba y el odio hacia ese asesino me daba el
poder para continuar solo… sin embargo, empecé a tener miedo de mí mismo, me di
cuenta que estaba perdiéndome en eso que mi madre trató de evitar siempre. No
conocía bien a Travis, pero sé que él tampoco querría que te perdieras en ese
mundo oscuro.
El nombre de mi mejor amigo flotando como si fuera un simple
recuerdo vago y ya lejano me hirió porque eso sólo hacía más real el hecho de
que ya no estaba. De eso se trataba todo, no quería aceptar que ya no iríamos
juntos al colegio, que ya no almorzaríamos en la misma mesa, que ya no jugaría
con sus risos castaños, ni su sonrisa iluminaría mi día. Se habían acabado
todos esos momentos épicos, la viveza de su humor y todo lo que hacía que parte
de mí girara en torno a Travis. Ya no seríamos nunca más como los hermanos
inseparables, en las buenas y en las malas.
—Es que
tú no entiendes. —Farfullé
y las palabras rasgaron mi garganta—él
era parte de mí, estuvimos juntos desde que teníamos cuatro años e íbamos al
jardín de infancia ¿Cómo se supone que voy a seguir adelante? Si yo no fuera lo
que soy, él seguiría aquí, nunca hubiera atraído a Engel, Valerie no se habría
acercado a él, nada de esto hubiera pasado.
—Pero
sucedió, y nadie tiene la culpa, mucho menos tú, éstas cosas suceden siempre,
en nuestro mundo o en el de ellos. Si él te siguió lealmente hasta allí abajo
es porque quiso, de la misma manera en que tú lo habrías hecho si estuvieras en
su lugar. Recuerda: todo el mundo tiene elección. Él eligió estar contigo hasta
el final, fue lo que quiso, tomando en cuenta la conclusión, y no le importó,
no le defraudes quedándote aquí encerrada sintiendo pena de ti misma y haciendo
que los demás sintamos pena de ti. No puedes vivir para siempre echándote la
culpa de algo que no lo es.
—Si voy allí, será aceptar que nunca va a volver. —Dije en voz alta la idea que
más me aterraba.
—Y que no vayas no hará que vuelva tampoco. —Puso sus manos
sobre mis hombros. —Te estaré esperando abajo, casi no hay tiempo.
Quince minutos después bajé las escaleras pensando que si me
daba prisa todo terminaría más rápido. También estaba segura de que no había
cambiado de opinión respecto a no querer estar allí, pero Liam tenía razón y
llegaría un momento en el que me arrepentiría de esa decisión, de no ser capaz
de enfrentar mis miedos, mismos que me habían llevado a la situación que me
encontraba actualmente.
Al entrar en la sala Liam me miró como si me hubiera vuelto
loca. Comprendí inmediatamente el significado de esa mirada y estaba de acuerdo
con él que la forma en cómo iba vestida no era la forma más adecuada de vestir
para un funeral, en realidad era lo que cualquiera podría considerar un insulto
o un atrevimiento impropio para la ocasión. Había elegido un vaporoso vestido
amarillo claro, que me quedaba un par de centímetros arriba de la rodilla. No
era mi prenda favorida, de hecho ni siquiera era una prenda que me gustara, y
había estado guardado en el fondo del closet porque tampoco había tenido el
valor de donarlo a la caridad o tirarlo a la basura, Travis me lo había
regalado en mi cumpleaños número dieciséis y sólo lo había usado una vez para
hacerlo feliz.
—Era su
color favorito—dije
quedamente mirando directamente a mis pies—siempre
odió el negro… le parecía deprimente.
Liam sonrió con indulgencia haciéndome sentir como de cuatro
años. Luego, abrió la puerta para mí y esperó como todo un caballero a que
cruzara antes que él, levanté un poco la mirada, en realidad parecía
literalmente un caballero, apenas me había dado cuenta de que iba vestido con
un traje negro, no llevaba corbata y la
chaqueta estaba abierta, pero aun así lucía bien, incluso elegante dejando
atrás las ropas andrajosas que usaba a diario.
Agradecí que condujera ya que mi cabeza estaba en cualquier otro
lado menos allí.
El ambiente se sentía tenso dentro del auto por lo que abrí la
ventanilla dejando entrar el aire fresco, ligeramente sofocado por el calor de
la tarde, sin embargo llenar mis pulmones del aroma de los árboles se sentía
bien, me relajaba... Mirando hacia afuera, de pronto, las calles de Dunkeld me
parecieron vacías, sombrías, y el pueblo que antes se me antojaba como un lugar
agradable y tranquilo para vivir, ahora resultaba ser el lugar más triste,
simple… opaco y desolado como un pueblo fantasma pese a que las personas
caminaban por las aceras siguiendo con sus vidas, a pesar del sol que bañaba el
pequeño pueblito escocés en uno de esos pocos días agradables que solía haber
por allí. A Travis le hubiera encantado y quizás hubiera sugerido ir a la
orilla del Tai a pasar la tarde después de clases.
Sin darme cuenta el auto se detuvo. Mi cuerpo adoptó una
posición tensa cuando dejé de escuchar el sonido del motor y cuando las
ventanillas subieron automáticamente, luego Liam guardó las llaves y abrió la
puerta para bajar. “Vámonos de aquí”
las palabras se atoraron en mi garganta y no logré articular nada. Al siguiente
instante él estaba abriendo la puerta para mí, levanté la mirada y encontré sus
ojos dorados mirándome compasivamente.
—Tu
puedes hacerlo—musitó
con suavidad.
Sí, yo puedo hacerlo me dije en mi fuero interno tratando de ser
valiente, pero no me sentía con el coraje suficiente. Al final de un caótico
debate interno en el que me planteé abandonar el auto y salir corriendo hacia
otro lado, lo más lejos posible del cementerio, tomé con firmeza la mano de
Liam y en su compañía pasamos a través de la reja de entrada. El estómago se me
contrajo cuando vi a lo lejos, reunidos en un círculo desigual, a un grupo de
personas, todos vestían de negro y entró en mi cabeza que mi vestido era
demasiado obsceno y pretencioso pero recordé entonces una vaga conversación que
se desarrollaba un par de años atrás, tirados sobre el césped a la orilla del
río Tai.
—Cuando yo muera quiero que en mi funeral toque
una banda de rock—fantaseé sin saber que
más tarde la muerte estaría constantemente buscándome y yo burlándola. —Sería
genial.
—Yo odiaría que todos vistan de negro y lloren
todo el tiempo… —dijo Travis torciendo el
gesto. — ¡Y quiero que Oasis de
un concierto!
No tenía a Oasis para
ofrecer un concierto, tampoco podía evitar que los demás vistieran las galas
tradicionales de los funerales, ni que llorasen su partida, ni siquiera yo
misma podía prometer no derramar más lágrimas… era un poco ridículo como la
muerte no resulta tan devastadora hasta que llega y ya no hay marcha atrás. No
obstante, ahí estaba yo con ese tonto vestido amarillo encaminándome hacia el
concurrido grupo de personas que parecían fantasmas pálidos y demacrados
flotando alrededor de un sepulcro de tierra recién removida.
Levanté el brazo deteniendo a Liam cuando una idea surgió
repentinamente en mi cabeza.
—Acabo
de recordarlo… hay tres formas en las que nace un ángel… —susurré en voz muy baja.
—Anne… —empezó a decir Liam con
infinita paciencia. —Eso
no puede… ser posible. Él no va a volver.
—Pero…
él era bueno. —objeté
con voz ronca por un nuevo nudo que se ataba en mi garganta.
—No
funciona así… —rebatió firmemente—escucha, sé que es difícil, pero tienes que
dejarlo ir.
Mis ojos ardieron con nuevas lágrimas tratando de desbordarse
cuando la esperanza que había nacido de pronto dentro de mí, se desvaneció
entre las palabras de Liam. Ninguna otra palabra salió de mi boca a pesar de
que la había abierto para protestar su pesimismo, por un momento había tenido
la ilusión de que Travis pudiera volver, de que no se iría realmente para
siempre y que estaría allí… aunque yo en realidad odiaba a los ángeles; siempre
había visto a Travis como mi ángel personal y mucho antes de saber que los
ángeles de verdad existían en formas tangibles y reales, pensaba en Travis como
lo más cercano a uno.
Solté a Liam luego de lanzarle una dura mirada, me limpié
precipitadamente una lágrima que resbaló por mi mejilla, cosquilleando
traviesamente en mi rostro; varias personas ya habían notado nuestra presencia;
suspiré profundamente arrastrando mis pies en aquella dirección; sentía mis
piernas más pesadas que nunca, como si ese lugar y yo fuéramos dos magnetos de
cargas iguales, pero aun así, estaba violando las leyes de la física.
Finalmente, estando allí agaché la mirada porque mirar esa masa de personas era
como mirar un túnel oscuro que estaba a punto de tragarme viva.
Como un acto masoquista abrí mi mente para que sus pensamientos
perforaran los míos; algunos habían notado que yo acababa de llegar y se
cuestionaban sobre mi salud mental, otros compartían pensamientos de lástima,
algunos otros se sentían ofendidos con mi presencia; había toda clase de
pensamientos, no todos eran buenos pero contuve las ganas de gritarles.
Cuando nuevamente levanté la mirada los odié ya que estaban allí
fingiendo que sentían compasión y dolor, fingiendo que Travis les importaba
tanto como para sentir una pena que no conocían. Apreté mis manos en puños a
los costados mientras ellos abrían paso y me dejaban llegar hasta el frente
situándome a lado de Juliette, frente a mí estaban Andrew y Katherine, volví
nuevamente la mirada a mis pies; el corazón se me contrajo cuando el féretro
donde se suponía estaba el cuerpo sin vida de Travis se hallaba suspendido
sobre el gran hueco rectangular en la tierra.
Sabía que nadie veía lo mismo que yo podía ver detrás de esa
escena; no vi sólo un frío y superficial ataúd… vi a Valerie enterrando sus
garras sobre el estómago de él, vi la sangre borbotear de su cuerpo y
nuevamente a mí buscando curar desesperadamente sus heridas, en un intento
vano; su sonrisa, sus últimas palabras, y su mirada vacía cuando el final había
llegado. Me llevé las manos a la boca buscando reprimir mis sollozos mientras
la dura y fría tierra lanzaba fuertes estruendos cuando golpeaba la superficie
de metal ya en el fondo del sepulcro, sonaban como truenos en una fuerte
tormenta, ahogando el lamento de una gaita a la distancia; en pocos minutos ya
no había más que un montículo de tierra removida que despedía un aroma
agradablemente húmedo combinado con el fuerte hedor de las flores y el fuerte
olor del incienso.
Travis no puede estar
muerto. Me repetí una y otra vez plantada a lado, mirando con insistencia
el suelo, con una vaga esperanza de que se levantara, sonriera y dijera en tono
burlón que todo había sido una broma que se le había ocurrido en un momento de
aburrimiento. No puede morir.
Me vi de pronto asediada de personas que no recordaba conocer,
rostros que eran tan ajenos y distantes, ni siquiera sus voces me parecían
familiares, les oía con los labios apretados pero no escuchaba lo que me
decían, eran sólo imágenes animadas y yo estaba muy lejos de ellos aunque
podían tocarme, rodearme con sus brazos o estrechar mi mano.
Había pasado lo que me pareció un largo tiempo antes de que Liam
me sostuviera nuevamente con firmeza e intentara arrastrarme lejos, pero mis
piernas no se movieron, él susurró algo a mi oído y yo me liberé de él dándole
un empujón que hizo que finalmente se rindiera y se alejara.
La gente se fue dispersando, algunos volvieron su camino hacia
la verja de hierro de la entrada y se perdieron a través de ella, otros se
acercaron a los señores Wright que se alejaron un poco. Lilien Wright, que
parecía haber envejecido drásticamente, abrazaba sobreprotectoramente a Jess
como si temiera que se fuera a ir también. Resistí la tentación de correr hacia
ellos y pedir una tonta disculpa que evidentemente no les devolvería a Travis,
pero tal vez disipara el sentimiento de culpa que se albergaba en mi alma… o lo
que fuera.
No obstante, no tuve el valor suficiente para acercarme y me
quedé parada sólo allí mirándoles deseando que el tiempo pudiese retroceder;
desvié nuevamente la mirada clavándola sobre el suelo como si de pronto hubiera
adquirido detalles hermosos de los cuales no me había percatado antes, pero que
era imperioso prestarles atención justo ahora. Entonces, mis piernas dejaron de
sostener mi peso y se doblaron en dos clavándose en la tierra que estaba más
dura y fría de lo que parecía.
—Te dije
que era mala idea… —mascullé
inconscientemente, con debilidad—pero
nunca hacías lo que te decían… eras… como yo.
Quería odiarlo pero era imposible hacer algo así con la persona
que más quería y por quien habría jurado dar la vida, sin embargo, a fin de
cuentas los juramentos eran palabras tontas, demasiado superficiales y fáciles
de romper, pronunciadas al azar. Todo era tan injusto pero no podía reclamarle
a nadie. ¿Ángeles? ¿Demonios? ¿De verdad existían esas criaturas? ¿Existía
Dios? ¿El cielo, el infierno? ¿Qué eran todos ellos en realidad?
Parecía un chiste malo la idea de pertenecer a un mundo que ni
siquiera conocía, que era tan amplio y ambiguo que lo único que provocaba su
existencia era una gran serie de preguntas sin respuesta, que enviaba al carajo
cientos de ciencias y teorías… ellos no podían un día ser invisibles y al
siguiente aparecerse, después pretender que todo seguía tan normal como antes,
era egoísta… era creerse la raza superior mientras se fingía ser bueno,
perfecto; pero la perfección, no existía, sólo existían máscaras y mantos de
ficción que ocultaban la verdadera realidad, eso lo había aprendido, aunque no
de la mejor manera.
—Anne…—Alguien volvió llamarme
cuando creí que ya me dejarían en paz, pero no logré identificar de quien se
trataba.
Dejó caer su mano sobre la mía y mis ojos fueron del horizonte hacia
ella… me di cuenta de que mi puño estaba cerrado alrededor de un montoncito de
tierra, mis uñas clavadas en mis palmas haciéndome daño sin notarlo. Relajé mi
mano y sentí el ardor en la palma cuando la tierra se deslizó nuevamente hacia
el suelo, el lugar a donde pertenecía, luego recorrí con la mirada desde esa
mano que se sentía cálida sobre la mía hasta un rostro serio, imperturbable
pero lleno de tristeza.
—Kat—suspiré.
Bajé la mirada inmediatamente ya que aún no podía resistir
mirarla a los ojos. Aparté mi mano de la suya como si ser tocada estuviera mal,
era algo insoportable. Me puse de pie y con decisión pretendí largarme de allí
pero Andrew, que estaba a su lado y de pie me detuvo antes de que pudiera
escapar. Tenía el ceño fruncido y a diferencia de Kat, él era el único que
mostraba signos de la batalla, con una sutura en la frente que trataba de
ocultar con sus cabellos negros, hacía un gran esfuerzo para mantener el
equilibrio mientras me sostenía y se apoyaba en un par de muletas, su pierna
estaba cubierta por una férula encima de su pantalón negro.
—No fue
tu culpa—dijo Kat con
demasiada firmeza para ser ella.
—Así que
deja de evitarnos—Añadió
Andrew.
—Y antes
de que digas que no lo estás haciendo—continuó
ella—te digo que sí lo
haces, ni siquiera nos miras, no has respondido las llamadas, mails, sólo te
aislaste del mundo…
—Ustedes
no lo entienden… —espeté
de mal humor liberándome del agarre de Drew, logrando que casi perdiera el
equilibrio. Kat se colocó protectoramente a su lado. —Lo ven todo sencillo, a Travis le pareció
sencillo, me convenció y miren ahora donde está. No voy a dejar que ustedes
hagan lo mismo y terminen como él.
— ¡Deja
de preocuparte por nosotros!—Saltó Andrew—
¡Deja de decir lo que es bueno para nosotros y lo que no! ¿Cuántas veces hay
que repetírtelo? ¡No vas a salvar el mundo, nadie te pidió que lo hicieras; ni
tampoco es tu destino! Estamos contigo porque somos tus amigos, entiéndelo por
favor, Annette… no eres una heroína.
—Sólo
eres una chica que nació con ciertos dones que otros quieren poseer. —Kat se
encogió de hombros. —Ya… perdimos a Travis, no queremos perderte a ti también.
—Y cualquiera que sea tu enemigo, será el nuestro también.
Respiré profundamente con infinita paciencia ¿es que ellos
verdaderamente no entendían la situación en la que me encontraba? era como si
ellos aún no alcanzaban a comprender que ya no era humana, que nuestros mundos
eran completamente distintos ahora, no era como jugar Halo o Grears of War.
—Vive
mientras puedas—musitó Katherine
como si pudiera leer mis pensamientos—Como
lo habías hecho antes de que Jackocbsob llegara.
La miré primero a ella y después a Drew, de la forma en como un
fanático religioso sería capaz de mirar a alguien que ha blasfemado contra su
religión y su iglesia. Ninguno de los dos se inmutó por lo que relajé mi
expresión aunque mi postura se mostraba todavía a la defensiva. No me gustaba
pero ambos tenían razón, había una gran diferencia entre la chica que había
sido antes de Engel y después de él. Mi vida se había vuelto de cierta manera
deprimente, basada en una rutina como si me limitara a vivir el día a día
porque no tenía otra opción, casi no recordaba la sensación de sonreír
espontáneamente o de reír por cualquier cosa, ni siquiera la vaga idea de estar
despreocupadamente con mis amigos me parecía cercana. Este era el triste
momento en el que te das cuenta de que el chico al que amabas no era bueno para
ti, tristemente no todas las relaciones son perfectas o hermosas, como la mía
con Jackocbsob, las había dañinas, de esas en las que el centro de tu universo
es un agujero negro que te absorbe y no una estrella.
—Pero
Travis… —empecé a
protestar.
— ¿¡Tú
crees que Travis habría querido esto!? —Saltó
Drew por primera vez verdaderamente enojado, su pálida piel se había teñido con
un rubor rojizo—Si lo
conocías tan bien como dices, sabrás que te odiaría por estarte convirtiendo en
una especie de emo victimizado. Tienes dos opciones… o nos regresas a nuestra
Annette, o será mejor que empieces a buscar a Gabriel y termines con tu
patética existencia logrando que la muerte de Travis haya sido… una burla.
Vámonos, Katherine.
Kat me lanzó una mirada extraña, esa clase de miradas que
dirigía hacia alguien por quien sentía lástima, una mirada de decepción, tristeza
como si acabara de perder a alguien muy importante para sí y no tenía nada que
ver con la pérdida de Travis. Andrew en cambio, estaba furioso, había pasado
tanto tiempo peleando con él para saber que su paciencia había llegado al
límite.
Miré sus espaldas fijamente mientras se alejaban, luego desvié
la mirada rápidamente hacia el montículo de tierra removida a mis pies y volví
a levantarla, lanzando un largo suspiro. Mis pies se apresuraron a moverse
antes de que fuera demasiado tarde.
—Chicos…
No podía decir que la vida era buena o normal ahora que los
Jackocbsob se habían ido, sin embargo, las cosas estaban bastante bien dentro
de lo que podían estarlo. Volver al colegio había sido una tortura los primeros
días, la ausencia de Travis parecía estar plasmada en cada rincón y en cada
persona, aunque trataba de evitar sus miradas, a veces era inevitable no ser
abordada por algún alumno dando condolencias, al parecer el chisme del beso se
había esparcido tan rápido que no sólo Travis Wright capitán del equipo de
fútbol había sido mi mejor amigo, sino también mi novio. Incluso Rachel
Arrington se había acercado a decir unas cuantas palabras que parecieron
sinceras, al menos ya no me miraba con el mismo desprecio de siempre, tal vez
sentía lástima por mí o sólo quería mostrarse buena y benevolente para tener un
agradable imagen. También era inevitable no sentir la ausencia de Travis en el
comedor a la hora del almuerzo con ese lugar vacío delante de mí, sus bromas o
sus amenazas de iniciar una guerra de comida.
Sobre la familia Jackocbsob, alguien, que yo sospechaba había
sido la “cercana y entrañable amiga de los hermanos Jackocbsob” Rachel,
esparció un rumor sobre una familia disfuncional, con un mafioso padre ebrio que
tenía pacto con el diablo y una madre drogadicta, por lo que finalmente ambos
chicos se regresaron a Rumania a vivir con sus abuelos después de que su
desquiciado padre prendiera fuego a la mansión o algo similar. Otros decían que
simplemente se habían marchado por un tiempo hasta que la ancestral y magnifica
mansión estuviera reconstruida; algunos suponían que los Jackocbsob habían
quedado en la ruina después del “fatídico accidente”, y volvieron a su país. Lo cierto era que dicha
familia nunca dejaría de ser un misterio en Dunkeld, tal vez en el futuro la
gente contaría leyendas inventadas sobre ellos; la imagen era muy romántica con
personas osadas atravesando el bosque hasta descubrir las ruinas del que una
vez había sido un hermoso lugar, paseando por los marchitos y encantados
jardines, intimidado por el espíritu de un pasado maldito.
Todo lo que había pasado a lo largo de los últimos meses había
logrado que se me olvidara por completo el tema de la graduación, apenas había
logrado enviar un par de solicitudes para la universidad y me encontraba a la
espera de alguna respuesta satisfactoria, mientras que Andrew se iría a Bristol
después del verano y Kat se quedaría en el colegio para cursar su último año,
el panorama no era alentador y pensaba que justo en el momento en que nuestra
relación de amistad empezaba a ser como antes, nos tendríamos que separar para
tomar caminos distintos.
Y, tan rápido como una estación cambia a otra desperté la mañana
de la graduación sin poder creer que tal día había llegado finalmente, o que yo
había llegado en una sola pieza a tal día, lo cual había sido un verdadero
reto.
Cuando me levanté Juliette ya se había marchado al trabajo y
Liam, quien se había hospedado en casa todo este tiempo debido a Juliette había
descubierto que dormía en la calle, estaba sentado sobre la mesa de la cocina
comiéndose mis cereales favoritos directamente de la caja haciendo que me
preguntara si lo hacía para molestarme o verdaderamente le gustaban esos
cereales sin leche.
—Lamento la demora—dije lanzando un gran bostezo. —Me quedé
despierta hasta tarde…
—Aun no entiendo cómo puedes pasar tantas horas mirando la
pantalla de ese computador.
—Se llama Internet—conteste mientras le quitaba la caja de
cereal y me servía un poco en un cuenco con leche—deberías intentarlo algún
día, no te comerá. Para ser joven eres tan tecnológico como mi tía.
—Para tener tantas cosas en qué pensar, pierdes demasiado el
tiempo.
Puse los ojos en blanco y me senté a comer mi desayuno con
rapidez, mientras miraba el reloj de gatito marcando las diez y moviendo sus
ojos cada segundo, de un lado a otro.
— ¿Qué edad tienes? —pregunté cuando la idea surgió
repentinamente—nunca se me había ocurrido que podrías tener cientos de años y
sólo aparentar que eres joven, como…
—Veinticuatro—respondió antes de que pudiera pronunciar ese
nombre que nadie había dicho en voz alta desde aquella noche en el sótano de
los Jackocbsob—pero ¿sabes? A veces hay cosas más importantes en la vida que
escribir tu estado en Facebook o
enviar un Tweet.
Solté una risa irónica, tenía razón por supuesto, pero yo no
pensaba que las redes sociales eran las cosas más importantes de la vida,
simplemente buscaba vanas distracciones para no pensar en lo que sucedía en el
mundo de los seres sobrenaturales, como era el trato que habíamos tenido Liam,
Juliette y yo; a veces pensaba que era
la forma incorrecta de sobrellevarlo, que era como huir de los problemas y que
no estaba bien, en otras ocasiones, en cambio, me gustaba estar así… ser lo más
normal que pudiera, sólo la Annette de antes, la chica que iba al colegio,
preocupada por sus notas y una posición en la universidad, los chicos, ropa…
esa clase de cosas que sólo ocupan la mente de los adolescentes, no quería
cambiarlo por híbridos, ángeles, demonios, magia, eso debía quedarse en los libros,
no salir de ellos y revolotear amenazadoramente alrededor de las personas que
amaba o de mi propia vida.
—Terminé—dije después de un rato. Me puse de pie de un salto y
fui al fregadero a lavar el cuenco sucio— ¿Hoy me enseñarás el asunto de las
alas?
—No, ya te dije que yo decidiré cuando estés lista… aún no lo
estás. —suspiró.
—Yo creo que si—protesté girándome hacia él.
Recargué mi espalda contra el lavaplatos y crucé los brazos
sobre mi pecho, tratando de parecer una persona determinada y no la chiquilla
torpe de costumbre.
—Se supone que no cuestionarías mis métodos. De todas formas
pensaba darte el día libre—se encogió de hombros—no creo que quieras ir a tu
fiesta de graduación con un moretón en la cara, o tener un par de grandes y
dolorosas heridas en la espalda, exhibiéndolas a través de tu lindo vestido.
Liam esbozó una amplia sonrisa que me pareció, pretendía
competir con la maniaca y diabólica sonrisa de Engel, sin embargo estaba lejos
de eso, en Liam era sólo una mueca graciosa y me hacía sonreír. Aunque sus
palabras lograron que me pusiera a pensar en la parte del “dolor” y las
“heridas” tenía la esperanza de que estuviera mintiendo.
—Bien, entonces si no habrá entrenamiento… volveré a dormir
hasta medio día… —lancé otro gran bostezo.
—Como quieras. Por cierto, tienes correo.
Me detuve en el marco de la puerta.
— ¿Correo para mí? —pregunté extrañada, no solía recibir correo,
el correo para mí tenía un significado “virtual”. — ¿Quién…?
Las palabras se atragantaron en mi boca cuando Liam alzó en el
aire un sobre grande de aspecto importante, con un rótulo oficial en color rojo.
El corazón me dio un vuelco y salté arrebatándole la carta de las manos que
para ese momento ya me temblaban debido al nerviosismo; miré con insistencia el
escudo de la Universidad de Napier como
si este fuera a revelarme el gran misterio.
— ¿Qué esperas? ¡Ábrela! —me urgió Liam.
Me costó más de lo normal poder abrirla, tal vez porque las
manos no dejaban de temblarme aún; desplegué el papel que venía en el interior
y lo leí a toda prisa, tuve que leerlo tres veces para comprobar que lo que
venía escrito era real y no la obra de mi imaginación. Si había estado
sonriendo antes en ese momento estaba segura de que cualquier atisbo de sonrisa
se había esfumado de mi rostro y deseé no haber comido esos cereales porque
ahora sentía náuseas y el estómago revuelto. Tomé una bocanada de aire y me
dejé caer en la silla más cercana.
— ¿No te aceptaron?
Negué con la cabeza, apartando la mirada de la carta pero sin ver nada en especial, probablemente
sólo imaginando mi futuro, buscando allí alguna clase de motivación. Le tendí
el papel ya ligeramente arrugado en mi mano.
—Vaya… felicidades. —balbuceó, desconcertado.
—No pareces muy feliz por mi.
—Tu tampoco. —rebatió. — ¿No se supone que deberías estar dando
saltitos por toda la casa y chillando como cerdito?
Él tenía razón. Se suponía que eso debía hacerme feliz, a todo
el mundo le hacía feliz ser aceptado en la universidad, pero yo no me sentía de
tal manera, no me sentía con ánimos de salir corriendo de la casa blandiendo la
carta como una bandera de triunfo, ni siquiera sentía esa clase de alivio que
llega después de terminar una larga y difícil espera. Por alguna razón, Napier no era lo que yo quería, y no
porque fuera una mala universidad, era buena, su programa de estudios era
bueno, quizás no era Oxford o Cambridge, pero tampoco estaba tan mal.
—Lo estoy—mentí. —Pero… estoy nerviosa, de pronto he sentido que
no es lo que quiero, en realidad no se bien lo que quiero. —Traté de reírme de
mí misma pero no funcionó— me pregunto ¿Cuánto tiempo más podré seguir viviendo
tan tranquilamente como una humana hasta que Gabriel vuelva?
—No puedes tenerlo todo a la vez—me espetó él, agriamente. —Quieres
una vida normal, ir a la universidad, tener amigos, un novio, agitar pompones e
ir fiestas; pero también quieres ser fuerte, matar demonios, hacer hechizos,
volar y deshacerte de Gabriel.
— ¡No quiero agitar pompones! —objeté ligeramente ofendida.
—Pero si quieres todo lo demás… escúchame — se agachó poniendo
sus manos sobre mis rodillas y suavizó su tono sonando entre comprensivo y
esperanzado—… nunca vas a ser humana, nunca vas a ser libre de haber nacido
Nephilim, el mundo de ellos no es correcto para ti.
— ¡¿Y por eso tu viajas como un vagabundo ermitaño por todos
lados?!
Hablar de eso con Liam era un error, ahora estaba furiosa. Me
levanté de la silla empujándola hacia atrás, tomé la carta que Liam había
dejado sobre la mesa y la doblé en cuatro partes desiguales antes de meterla en
el bolsillo de mi chaqueta, casi de forma protectora, como si tenerla cerca de
mí fuera a lograr el convencimiento que buscaba, también me dije a mi misma que
él sólo tenía envidia porque ni siquiera había terminado el colegio.
— ¿Y si la historia se repite? —dijo incorporándose, aún con voz
suave y tranquila. Levanté la mirada pues lo tenía demasiado cerca y era más
alto que yo. —Gabriel buscando una nueva oportunidad, en ese lugar lleno de
personas desconocidas… ¿Podrás confiar en la gente a tu alrededor? ¿Cómo sabes
que no enviará un nuevo Engel para engatusarte? Lo que te he enseñado no será
suficiente, sigues siendo una novata y yo, ya no estaré allí…
— ¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Quedarme aquí para siempre,
resguardada en este pueblito viendo la vida pasar, esperando que Gabriel venga
y los demás se pongan delante de mí?
—No, claro que no. Ven conmigo. —Saltó como si la idea se le
hubiera ocurrido de repente—te seguiré entrenando, te mantendré a salvo. Tal
vez soy un vago, pero he sobrevivido todo este tiempo, ni Gabriel, ni los
ángeles podían encontrarme.
—Juliette lo hizo—le recordé.
—Porque no sabía que me estaba buscando.
—No puedo hacerlo—objeté cada vez más molesta, su idea era
descabellada—Juliette no lo aprobaría y tampoco puedo desaparecer y ya.
—No te entiendo. —expresó exasperado, se desordenó los largos
cabellos con una mano y me miró con incredulidad—no quieres ir a Napier, no
quieres quedarte aquí ¿Qué se supone que vas a hacer?
Me encogí de hombros como niña regañada.
—Aunque me vaya contigo, no pasará nada entre nosotros dos.
—dije de forma acusadora.
— ¡Te quiero ayudar niña tonta! No… esperaba que pasara algo
entre nosotros, no pensaba que huyéramos como dos amantes trágicos de tus
libros. —Frunció el ceño pareciendo molesto. Repentinamente sus ojos brillaron dorados. —Por si no te has dado cuenta, no hay
tiempo para esas tonterías y lo que pasó fue un error, las personas se
confunden ¿sabes? Tu misma estabas confundida respecto a mí y no lo niegues.
Así que olvidaré que dijiste eso y te lo volveré a preguntar: ¿Vienes conmigo?
Contuve la respiración mientras le escuchaba hablar y cuando
calló me quedé en silencio mirando al suelo con miles de respuestas distintas
dentro de mi boca, no obstante agité mi cabeza de un lado a otro negando la
posibilidad de irme con él, de perderme con Liam en cualquier lugar del mundo.
Luego salí corriendo por la puerta de la cocina, crucé la sala, el vestíbulo y
salí de la casa.
El ritmo de mis apresurados pasos cesó una vez que me había
alejado lo suficiente. El aire fresco de aquella mañana me aclaraba un poco la
mente y me libraba ligeramente de una sofocante carga. Caminé lo suficiente
para que mi corazón recuperara su ritmo cardiaco normal y para dejar de pensar
en cosas que aún no sucedían o de las que habían sucedido ya; sin duda tenía
que tomar una decisión rápida, no obstante el miedo a cometer más errores
irreparables me atacaba desde todos los ángulos de mi consciencia.
Cuando me detuve, me di cuenta de que estaba parada delante de
la casa de los Wright, sin duda, pensé, necesitaba algún consejo de Travis,
aunque raras veces le hiciera caso. Suspiré profundamente y rodeé la casa a
través del jardín, miré la ventana del segundo piso y empecé a subir
decididamente la escalerilla improvisada de madera que estaba unida a la pared
cubierta de hojas que crecían alrededor, sosteniéndose de las tablas para
seguir su camino en vertical. Travis se había encargado de conseguir una forma
de entrar a casa cuando su madre lo dejaba fuera por llegar después de la hora
indicada, luego, yo había usado esa alternativa para colarme en su habitación
sin usar la puerta, era más cómodo que tener que pasar por la charla de la
señora Wright y su invitación a tomar el té.
Llegué finalmente hasta la ventana y la abrí aun sabiendo que
eso era conocido como allanamiento de morada y era algo ilegal. Corrí la
cortina que se agitó cuando el viento jugó con ella, pude mirar al interior, la
habitación estaba a oscuras y tenía un aire abandonado, como nunca la había
visto. Un sentimiento de nostalgia recorrió cada centímetro de mi cuerpo, pero
tuve el valor suficiente para cruzar la ventana y entrar.
Estaba tal cual la recordaba, tal como Travis la hubiera dejado…
excepto porque la cama estaba hecha, no
había ropa sucia tirada en el suelo ni algún plato con migajas sobre la mesilla
de noche, pero todo lo demás seguía allí: los posters de los mejores jugadores
de fútbol de Gran Bretaña pegados en la pared azul, el portátil sobre el
escritorio, la mochila del colegio en el suelo y el celular olvidado sobre la
cama… típico de Travis. Miré a la puerta… como si de pronto el fuera a entrar
apresuradamente, armaría un revuelo antes de darse cuenta de que su móvil
estuvo siempre sobre la cama, pero para entonces la habitación habría vuelto a
quedar como si un huracán hubiera pasado a través de ella.
Crucé la habitación en silencio y me dejé caer sobre un lado de
la cama, como solía hacerlo estando en su compañía, el lado izquierdo era mío,
él se quedaba con el derecho. Tomé un viejo balón de fútbol de felpa que
habíamos pateado tanto durante nuestra niñez que ahora estaba remendado por
todas partes y el color blanco ya no era precisamente blanco a pesar de las
muchas intervenciones de la señora Wright. Lo abracé sobre mi pecho y desvié mi
cabeza hacia el lado derecho como si él estuviera a mi lado, como si nos
mirásemos.
Entonces me percaté de que sobre la mesilla de noche había un
sobre recargado contra la lámpara, una carta que no pertenecía a la habitación;
me incliné y lo tomé viendo que tenía el sello oficial de la universidad de
Edimburgo impreso. Facultad de medicina.
El sobre estaba abierto así que saqué la hoja guardada en su interior, no se
podía invadir la privacidad de tu mejor amigo muerto revisando una correspondencia
que de todas formas ya había sido abierta. Lo leí apresuradamente antes de
volver a dejarlo en su lugar y tumbarme sobre mi espalda mirando al techo
cubierto de estrellitas fluorescentes.
—Vaya… lo lograste, después de todo. —musité en voz baja. —ambos
sabemos que no sólo era el sueño de tus padres, también el tuyo, querías ser
médico, amabas la ciencia, la sangre y esas cosas… aún no olvido cuando
intentaste suturarme la frente con las cosas de tu padre después de que me
tiraste del árbol de enfrente. Creo que si no me hubiera escondido en el
armario de la cocina lo habrías hecho… Aunque, no dudo que también hubieras
sido excelente médico y habrías lucido apuesto con tu bata blanca. —Solté un
largo suspiro y fui al grano. —Me aceptaron en Napier, se supone que debería
estar feliz porque estudiaré psicología, eso me gusta, lo sabes, pero… a ti no
te puedo mentir, simplemente no me hace feliz, no creo que sea lo que yo quiero
ahora mismo, es que, siento que hay asuntos que tengo que atender antes, ya sabes
todo eso sobre Gabriel… te prometí que no iba a dejar que ganara y quiero
cumplirlo, pero no sé cómo, soy demasiado débil aún y no es justo que lleve a
otros a mi batalla, esto debería ser entre ese maniaco y yo. También está
Valerie, quiero destriparla, arrancarle miembro por miembro con mis propias
manos, borrarle su sonrisita de modelo para siempre, demostrarle que no se
puede burlar de mí, nunca más, vengar tú… muerte. —Tragué saliva y
continué—Liam quiere que me vaya con él pero temo de que espere más de lo que
yo le puedo dar, creo que ya lo he lastimado suficiente, así son los chicos, te
dan algo esperando a cambio también algo, aunque él dice que no, pero por
tonta, por creer en lo que me dice un chico apuesto… me hayo en esta situación;
¡claro que me refiero a Engel! Yo lo amaba de verdad y le creí absolutamente
todo, luego, bueno conoces el resto, resultó ser un peligroso enemigo. El tipo
estaba demente, aunque a veces debo admitir que era agradable estar con él
cuando no se ponía gruñón, tal vez era mentira pero la pasaba bien. Afortunada,
o desafortunadamente, como sea… ya no está, no le hará daño a nadie más, el
mundo no ha perdido gran cosa. El punto es… ¿Qué voy a hacer yo? Maldito seas,
Trav… no tienes idea de cuánto te extraño, me haces mucha falta, pero claro…
mientras yo me quedo aquí tratando de resolver mis crisis existenciales tú
debes estar divirtiendo, jugando fútbol con los ángeles, al menos haz que valga
la pena y no los dejes ganar, aunque dudo que estas criaturas aladas tengan oportunidad
contra ti porque…
Callé de golpe y me incorporé en la cama cuando escuché el
chasquido de la cerradura de la puerta y vi el pomo girar. Miré atónita en esa
dirección, había sido demasiado descuidada al no pensar que había personas en
casa. Eché un vistazo alrededor buscando un posible lugar donde pudiera
esconderme rápido, pero no había ningún buen escondite, salvo el armario que
estaba cruzando la habitación, no tendría el tiempo suficiente para llegar
hasta allí con cautela, sin ser escuchada o vista, aunque, probablemente ya me
habían escuchado. Me quedé rígida cuando la puerta se abrió y la persona que
entró encendió la luz.
— ¡Anne! —saltó Jess, con sorpresa.
—Hola, Jess—alcé la mano a modo de saludo y sonreí
nerviosamente.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó entornando la mirada. Sus ojos
castaños se detuvieron en el balón de felpa que aferraba entre mis brazos.
—Yo… lo siento, no debí entrar, es sólo que…
—No te preocupes, entiendo. —Echó un vistazo alrededor y sonrió
ligeramente—quizás tienes más derecho que yo a meterte aquí… a mi hermano no le
gustaba que entrara a su habitación, pero a ti te dejaba meterte por la
ventana.
—Él también entraba por la mía… supongo que era un trato justo.
—sentí mis mejillas arder repentinamente.
—Ustedes dos… ¿lo hacían?
— ¿Qué? ¡No! ¡Claro que no! Nosotros nunca… sólo amigos. —Dejé
el peluche sobre la cama como si éste me marcara como culpable de un delito que
no había cometido—Perdón si te asusté…
—No… yo… escuché ruido y pensé que… —miró al suelo, noté como su
rostro había adquirido un ligero tono rojizo y su labio inferior tembló—creo
que me voy a volver loca. —Se dejó caer sobre la cama, aún con la mirada gacha,
retorciendo las manos sobre su regazo. —La última vez que le vi le dije que lo
odiaba por que se metía en mi relación con Jeremy Brooks de mi clase de
biología, le dije que deseaba no tener un hermano tan entrometido. Yo no quería
que nada le pasara, Anne… yo quería a Trav. —La voz de Jess se quebró y un par
de lágrimas rodaron por sus mejillas rosadas.
No podía creer que una niña, como lo era aún Jess, cargara con
un peso tan grande como lo era la clase de culpa que la chica sentía en esos
momentos, simplemente no estaba bien. Sentí que un nudo se formaba en mi
garganta y después de semanas de no haber vuelto a llorar por la muerte de
Travis, mi vista se nubló y sentí ese húmedo cosquilleo de mis propias lágrimas
en mi rostro. Las limpié inmediatamente y me senté a lado de Jess rodeándola
con un torpe abrazo.
Me aclaré silenciosamente la garganta.
—Lo sé—dije casi en un susurro apenas audible. —Y, no es tu
culpa… Esas cosas sólo suceden en los momentos inesperados, tal vez en malos
momentos, el destino suele ser muy cruel a veces. Los hermanos pelean, no tuve
hermanos, pero Trav era como uno para mí y creo que los últimos meses pasamos
la mayor parte del tiempo peleados y sin duda me hubiera gustado haber
aprovechado ese tiempo con él en lugar de estar molesta.
—Estaba… cambiando—soltó súbitamente—le sucedía algo, todo el
tiempo estaba molesto, era grosero y agresivo. Él lo negaba pero yo creo que
esa novia que tenía lo estaba haciendo cambiar de esa manera; la chica guapa,
hermana de tu novio el de apellido raro.
Mi cuerpo se puso tenso cuando la imagen de Valerie Jackocbsob
pasó por mi cabeza.
— ¿Sabes? —dijo suavemente cuándo se dio cuenta que me había
quedado sin palabras—la otra noche soñé con mi hermano; me dijo que él también
me quería y que no estaba enojado conmigo, me dio un abrazo y me dijo que no
estuviera triste… fue demasiado real que a veces pienso que fue más que un
sueño; también me pidió que te dijera: tú sabes lo que tienes que hacer, ten de
una vez el valor para llevarlo a cabo; haz lo que quieres hacer y no lo que
crees que quieres hacer.
— ¡¿Qué?! —exclamé soltándola y levantándome para ponerme
delante de ella, no podía ocultar mi sorpresa, parecía una aterradora
coincidencia.
Jess se encogió de hombros.
—No sé qué significa y no pude preguntárselo porque entonces se
marchó. ¿Sabes qué significa?
—No, fue sólo un sueño—me desordené los cabellos con una
mano—cosas absurdas ocurren en los sueños.
Si hubiera estado de mejor humor probablemente me habría reído,
ya que, era yo la menos indicada para hablar sobre las cosas absurdas que
ocurrían en los sueños y refutar las teorías de que podían ser más reales de lo
que aparentaban. Miré a Jessica esbozando una indulgente sonrisa, y, fue
entonces cuando un destellito plateado sobre el cuello de su blusa llamó mi
atención, levanté mi brazo y tomé entre mis dedos el colgante que pendía de un cordón
negro, una extraña flama invertida de plata.
— ¿Este es…?
Jess asintió comprendiendo a qué me refería.
—Estaba entre las cosas que la policía le devolvió a mis padres…
quise conservarlo. —Lo solté dejándolo caer de nuevo sobre el cuello de la
blusa de la chica. — ¿Lo quieres?
Vi en sus ojos el sacrificio que suponía dármelo, supuse que para ella era un recuerdo muy cercano de
su hermano, por supuesto que no se lo arrebataría. Negué con la cabeza.
—Claro que no, ahora te pertenece a ti.
Sentí mi celular vibrar en el bolsillo trasero de mi pantalón
antes de escuchar el timbre, lo tomé de inmediato observando el nombre y número
de Juliette; desvié la llamada y lo volví a guardar.
—Creo que debo irme.
Jess asintió y me dirigí a la ventana… quizás era descortés no
pasar a saludar a la señora Wright pero sabía que no me dejaría ir hasta que
tomara una taza de té con ella y le contara lo que había hecho desde que nos
habíamos visto por última vez, eso era la semana pasada.
—Nos vemos esta noche.
—Nos vemos.
Me senté sobre el alfeizar de la ventana, echando un último
vistazo a la que había sido la habitación de Travis y luego pasé mis piernas a
través del marco de la ventana para descender por la escalerilla improvisada,
cuando estaba a mitad del camino, me solté y me dejé caer al suelo cayendo de
pie como un felino, sonreí satisfecha… Liam no era un mal profesor después de
todo y yo tampoco era una mala alumna; tal vez hacíamos un mejor equipo del que
yo quería admitir.
Cuando crucé el jardín delantero y llegué a la acera, saqué
nuevamente mi móvil para devolver la llamada a Juliette antes de que pensara
que me habían secuestrado, que había huido con su empleado o que me había
metido en un nuevo problema.
El resto del día resultó ser agotador, entre una cosa u otra
debido a los preparativos de la graduación; mi tía parecía incluso más
emocionada que yo, como si fuera ella quien por fin se libraría del colegio y
de levantarse temprano para soportar a Lafter. Aunque yo también sentía mi
corazón latir con cierta emoción, tenía un lindo vestido azul que Katherine,
Juliette y yo habíamos ido a comprar a Blairgowrie, mi cabello y mi maquillaje
lucían geniales, tenía también unos zapatos altos y plateados con pedrería que
lucían sofisticados y que me daban la altura para no verme como una niñita a
lado de Liam, mi pareja de baile a quien
no había visto desde el desayuno, Juliette me tranquilizó diciéndome que lo
había dejado a cargo por unas horas en la tienda de antigüedades, y que estaría
listo a la hora del baile; pero no era el hecho de que me fuera a dejar
plantada lo que me preocupaba, sino que siguiera molesto por haber rechazado su
ofrecimiento.
Por la tarde, en la ceremonia de
graduación, me hallaba sentada con mis compañeros de curso escuchando el discurso
de despedida del mejor alumno en nuestra generación: Andrew Stephenson.
Curiosamente sentí cierto orgullo por él y mientras escuchaba sus profundas
palabras me di cuenta que había pasado todo el tiempo juzgándolo erróneamente y
discutiendo con él, que no me había dado cuenta de el grandioso chico que había
detrás, comprendí porque Kat estaba enamorada de él, y también porque se sentía
tan insignificante como para pensar que Drew jamás la vería más allá de la
chica con apariencia de corderito.
“…en nuestros corazones
quedarán los recuerdos que nos ayudarán a no cometer los mismos errores y a
seguir adelante con voluntad, con fortaleza. Necesitarán valor para luchar sus
batallas más difíciles, pero necesitarán mucho más para tomar las decisiones
correctas…”
El auditorio rompió en aplausos y todos se habían puesto de pie
armando alboroto, entre vítores y expresiones de júbilo. Algunas chicas
trataban de cuidar su maquillaje de las lágrimas; yo sonreí y encontré la
mirada marrón de Andrew quien me sonrió significativamente, haciéndome
comprender que ese discurso iba más allá de lo que aparentaba, alejándose de
los logros académicos y profesionales como la mayoría de los discursos de
graduación.
Asentí levemente y sin sonido alguno, moví mis labios formando
las palabras: De acuerdo.
Bueno primero que todo te quiero decir que me gusto este capi claro no igual que los otros porque este capi es un poco triste =( y porque anun te sigo teniendo un poquito de rencor por la muerte de Travis y yo pienso igual que Anne.... Travis tiene que ser un angel ya que el es tan bueno y me imagino que es un angel por lo que dijo su hermana sobre el sueño que tuvo con el.... Bueno otra cosa que me gusto fue la parte de la madre drogadicta y el padre traficante que tiene pacto con el diablo y en un arranque de loquera le prendio fuego a la mansion jejejeje esa parte me gusto mucho.... Y oye que paso con Engel yo lo quiero ya que si Anne no lo quiere yo lo quiero para mi no me importa que sea un demonio desquisiado yo igual lo amo *_* bueno sin nada mas que decirte hasta luego un beso y un abrazo :* =)
:)
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