Mantuve los ojos cerrados incluso cuando mis pies tocaron el
suelo, y me aferré fuertemente a Andrew cuando sus rodillas se doblaron para
caer por la presión que la gravedad repentina ejercía sobre su peso; nuestros
cuerpos estaban tan juntos que sentía el martilleo de su corazón contra mi
pecho y si las circunstancias hubieran sido diferentes me habría echado a reír
aprovechando el momento para burlarme de él.
La verdadera situación era completamente distinta, no me sentía
tan valiente como para echarme a reír y mi cabeza estaba llena de pensamientos
tan negativos que no se me hubiera ocurrido ningún buen comentario sarcástico
acorde al momento sin llegar a parecer estúpida. Temía abrir los ojos y no
estar en el lugar correcto, haber caído en alguna otra parte del planeta; ó,
peor aún, abrir los ojos y encontrarme a la vista del enemigo, en cualquier
lugar de la mansión, expuestos a que nos mataran en ese mismo instante. Pero
nada sucedió y los abrí lentamente. Parpadeé llenando mi vista de la lluvia de
colores de una noche que apenas estaba cayendo entre naranjas, rosas, púrpuras,
índigos y azul oscuro sobre un infinito verde rodeando un espejo de agua.
Solté el abrazo que rodeaba a Drew y me alejé como si mi
contacto fuera a herirle. Conocía esa sensación de querer a alguien, no poderlo
tener y su cercanía se vuelve devastadora; lo último que quería era dañar a ese
chico que había juzgado mal desde el momento que le conocí y que ahora estaba
arriesgando su vida por mí demostrando —aunque
de la forma más temeraria y estúpida—que
estaba conmigo.
—Puedes
abrirlos—le informé,
suspirando de alivio al ver que nos hallábamos a la orilla del lago.
No supe si esa especie de descarga que me había recorrido por
todo el cuerpo era alegría o nerviosismo, pero importaba simplemente que
estábamos allí, sanos y salvos, por ahora.
—Eso
fue… ¡Wow!—Andrew se
echó más hacia atrás de un salto, mirando hacia abajo en mi dirección, con
expresión atónita.
— ¿Qué? —quise saber alarmada, me
miraba como si tuviera algo extraño en la cara.
—Tus
ojos… —balbuceó.
—
¿¡Qué!?
—Alucinante…
Rodé los ojos… vaya, al menos seguían ahí. Levanté mi espada y a
través de su brillo metálico, vi mi reflejo, aunque distorsionado en la hoja
plateada. Brillaban tan expectantes como lo habían hecho en la sala de Sophie
de un azul intenso e hipnotizador, un poco tétrico a decir verdad. Nuevamente
nació en mí la duda y me pregunté cómo lo había hecho; no obstante, traté de
adoptar una actitud como si lo hubiera sabido desde siempre, ya que lo menos
que quería aparentar era que no tenía ni la menor idea de lo que hacía.
—Anne…
Me volví hacia él para intentar calmarlo. Humanos.
—No te
preocupes, es cosa de…
No alcancé a terminar la frase. Andrew me tomó firmemente de los
brazos acercándome hacia él con torpeza; sus manos temblaban a pese a la fuerza
con que me estaba sosteniendo, podía escuchar su corazón como si mi oído
estuviera pegado a su pecho, y, con el entrecejo ligeramente fruncido se
inclinó plantando sus labios sobre los míos, moviéndose a un ritmo desconocido,
que mis labios rechazaron resistiéndose, pero que cedieron unos segundos
después. Sus manos soltaron el agarre sobre mis brazos encontrando un nuevo
lugar a cada lado de rostro, ésta vez, su tacto parecía suave y sensible, pero
no se trataba de algo que yo quisiera. Mis dientes mordieron con firmeza el
labio inferior del chico, y mi mano lo empujó hacia atrás.
—Lo
siento—dijo. Sus dedos
tantearon la herida sangrante en su labio inferior, entonces, sonrió. —Tenía que hacerlo al menos
una vez; podría morir esta noche y no haber besado nunca a la chica que me ha
gustado por años. Eso es más triste que ser rechazado.
Aferré la empuñadura de la espada.
—Nadie
va a morir esta noche, salvo un montón de demonios—espeté apretando el puño libre sobre un costado—te juro… que si no
estuviéramos a punto de hacer lo que vamos a hacer, te rompería esta vez los
dos brazos y te dejaría un ojo morado.
—Sería
justo—se encogió de
hombros.
Solté un gruñido y le di la espalda caminando en dirección al
bosquecillo que se alzaba delante del lago. Por la noche lucía oscuro, como una
cueva o la boca de un animal esperando cualquier bichejo raro y tonto para
devorarlo; no tenía miedo, curiosamente algo cosquilleaba en mi estómago como
si no pudiera esperar el momento para hacerlo, pero no era miedo. Una vez que
nos internáramos en aquel lugar había pocas probabilidades de volver atrás,
pero, a eso habíamos venido, nadie pretendía dar media vuelta, eso ya había
quedado bastante claro.
Fui delante de Drew abriéndome paso entre las ramas bajas de los
setos que no alcanzaban la altura de árboles, y las enormes raíces que
sobresalían de la tierra como nudos enormes, pero anduve con una agilidad y
ligereza de las cuales me sorprendí. Ya no era más la humana torpe y lenta que
Andrew había visto caerse en la pista de atletismo, ahora era un Nephilim
dispuesto a matar a cualquier que se le pusiera en el camino.
. En alguna ocasión me detenía alarmada, pensando que algo nos
acechaba pero terminaba descubriendo que sólo habían sido nuestras propias
pisadas, o nuestras ropas rozando un tronco, una ramita rota en el paso,
incluso nuestras propias respiraciones.
Cuando alcanzamos el otro extremo del bosquecillo ya no había
rastros de sol en el cielo, ni un rayo adorando el firmamento, sólo una capa
oscura que lo cubría todo, pero aún así podía distinguir cualquier cosa sobre
mis narices, o allá a lo lejos, fuera y dentro del bosque.
Me detuve y Andrew se detuvo justo detrás de mí. Sí, seguía
furiosa por haberme robado un beso que no era suyo. Lo tomé firmemente de la
muñeca como si cada cosa enérgica que hiciera dejara claro que tan enojada
estaba, y presioné el botón de la radio
para hablar a través de ella.
—Travis,
estamos listos.
—Perfecto,
nosotros también, nos vemos en el sótano. —respondió
la voz amortiguada de mi amigo al otro lado. —Cambio
y fuera.
—Tengan
cuidado…
—No te
preocupes, estaremos bien.
Abría la boca para soltar una orden a mi acompañante pero él ya se
descolgaba el arco de la espalda y lo tomaba con precisión colocando una
flecha, listo para atacar en cualquier momento si fuera necesario, yo estaba
segura de que lo sería.
Detrás de los últimos árboles hice una seña a Drew para que se
detuviera, sentí como se ponía tenso detrás de mí, listo para lanzar su primera
flecha, pero no era nada, sólo me había detenido a evaluar el terreno, a
observar nuestro campo de batalla, sintiéndome segura entre los árboles que en
cualquier momento tendríamos que abandonar, estaba convencida de que no iba a
volverme sobre mis pasos y dar marcha a atrás, no lo haría porque quería hacer
esto, porque quería matar demonios y clamar una venganza tonta, despotricar
todo el coraje y la energía que sentía recorrerme por dentro en las venas y
porque se lo debía a Liam, no lo iba a dejar atrás, aunque fuera lo que él
quisiera. Él era la clase de persona por la que arriesgar la vida no era tan
descabellado.
Por un momento no escuché nada, todo parecía apacible y sereno;
temí que la lucha de los ángeles hubiera acabado y que se hubieran llevado a
Liam, pero no, había algo extraño en ese ambiente, lo sentía, se levantaba una
brisa fría, inusual, el aire olía a sangre, azufre y tenía un perfume
penetrante que no logré distinguir, se respiraba el aroma de la muerte y la
destrucción. El cielo nocturno se hallaba iluminado más de lo que normalmente
estaría, pensé que se debía a las luces encendidas en el interior de la casa,
iluminándola por dentro, pero cuando presté verdadera atención al gótico
edificio de mármol y granito, noté que una parte de él ardía en llamas naranjas
que lamian la noche de forma insultante y voraz.
Otra seña a Drew y nos pusimos en marcha a través del prado,
escuchaba las pisadas de mi compañero, se molestaba en ser sigiloso pero sus
pies se mostraban torpes y escuchaba el susurro de sus zapatillas rozar la
hierba ruidosamente. Resistí la tentación de volverme hacia él con irritación y
exigirle mayor silencio.
Dejamos atrás la pradera y alcanzamos el estrecho jardín que
parecía brillar, tan bello y pulcro como lo conocí, rebozando en su máxima
perfección, un esplendor único surcando cada punta de hoja, cada pétalo de
terciopelo, pero me recordé a mi misma que todo era un engaño, que tanta
belleza podía ser mortal. Me limité a ignorar las frondosas rosas rojas que
demandaban ser admiradas y acariciadas por mis dedos, y anduve con cautela por
los caminos de grava que crujían bajo mis pies. Tanta tranquilidad… no era buen
presagio. Mis sentidos se agudizaron poniendo mis instintos a flor de piel desde
el susurro del viento hasta mis propias pisadas; cada sonido me alertaba porque
esperaba que en cualquier momento algo saltara sobre nosotros dispuesto a
degollarnos.
De pronto, un trueno a lo lejos me alarmó y vi una explosión del
mismo lugar donde ya había llamas, imaginé la batalla entre los ángeles y
demonios, tal vez Gabriel y Engel estaban ahí, ante la entrada de la mansión
que muchas veces me había dado la bienvenida, eso significaba muy cerca del
vestíbulo, muy cerca de la entrada al sótano, lo cual era complicado y una
ventaja a la vez porque confundirnos entre los combatientes resultaría más
sencillo pero el peligro era mayor. ¿Mi vida? No, claro que no temía por ella,
era como si me hubiera acostumbrado a rozar el manto de la muerte y burlarla,
mi preocupación iba en torno a las cuatro personas que me acompañaban.
Un golpe sordo cerca de mí me recordó que antes de pensar en lo
que haría cuando me encontrara en medio de la batalla, tenía que superar los
obstáculos a su alrededor. El corazón me dio un vuelco, y antes de que tuviera
tiempo de hacer cualquier cosa, algo que provenía del suelo se ató con a mi pie
derecho impidiéndome. Me volví con la espada lista para cortar inmediatamente
aquello que me impedía el paso, pero me detuve al ver que se trataba de la mano
de Andrew, abrí ligeramente la boca. Cualquier sonido que pudiera emitir se
agolpó en mi garganta dejándome muda. Seguí con la mirada lo largo de su cuerpo
para descubrir que su pie estaba atado a una liana que tiraba de él en dirección
a un conjunto de arbustos oscuros, mientras se sostenía de mí para impedirlo.
—Suéltame—le dije con la respiración
agitada. —si no me
sueltas no podré ayudarte.
Había duda en su mirada y un dejo de terror que impedía que mi
mensaje le llegara correctamente; cuando en sus ojos se asomó la comprensión
era demasiado tarde, y un tirón de la liana a su cuerpo hizo que mis pies
derraparan en la grava y me lanzaran de espaldas, enviando un cosquilleo por
toda mi columna vertebral en lugar de dolor, fue una sensación extraña, pero me
di cuenta de que mi umbral de dolor no era tan bajo en aquellas circunstancias,
así como la ligereza de mi cuerpo se hacía evidente o el peso de la espada se
volvía menor en mi mano.
Un grito desesperado de Andrew me despertó del ensueño,
obligándome a no maravillarme por esas cosas absurdas, no en ese momento. Los
granos de grava se incrustaron en la piel de mis manos cuando me arrastró
varios centímetros antes de liberarme por fin el pie. Parpadeé un tanto atónita
y después de arrastrarme antes de poder levantarme llegué al lugar donde la
liana capturaba el pie de mi compañero, entonces, lancé una estocada en esa
dirección, partiendo la dura rama en dos la cual se retorció como una serpiente
a la que le han arrancado la cabeza, un líquido mal oliente y oscuro salió
donde la espada había cortado y se escondió tras el muro de arbustos oscuros.
Miré a Drew, que, a su vez, miraba en dirección a los arbustos como si esperara
que en cualquier momento la liana fuera a volver para llevárselo de nuevo, algo
que yo no dudaba y que por eso debíamos movernos de allí cuanto antes. Me
agaché sacando la daga que me había dado Sophie y usándola como cuchillo,
cuidando de que mis dedos no tocaran la rama partida, liberé el tobillo de un
Andrew estupefacto.
— ¿Estás
bien? —Le pregunté
tendiéndole una mano—Será
mejor que nos demos prisa.
Asintió.
Su pecho se movía rápidamente bajo su chaqueta, en una respiración
irregular y agitada; tragó saliva ruidosamente y me tomó de la mano
apresurándome como si yo fuera la que se hubiera retrasado.
Nos pusimos otra vez en marcha. Los muros de la mansión se veían
más cercanos y el olor a sangre, azufre y perfume se volvía más intenso ahora
combinado con el olor a quemado que se alzaba de la pira aún encendida en la parte
delantera, quizás también causante de que el la noche dejara de ser fresca para
volverse sofocante, aunque también podía deberse a la agitación, no estaba
segura, sin embargo la blusa que llevaba debajo de la chaqueta estaba pegada a
mi espalda por culpa del sudor.
Cuando empezaba a creer que Gabriel había dejado un camino libre
especialmente para mí, escuché un profundo gruñido que asemejaba al de un perro
pero que no era el de uno, ni de cualquier otra criatura que conociera, aunque
claro, no conocía muchas criaturas si no fuera por los libros escolares o las
películas, quizá algunos documentales de National Geographic, pero éste era
real. Me detuve en seco cuando debería haberme echado a correr, Drew se detuvo
conmigo y ambos miramos alrededor, escudriñando la noche cuando captamos un par
de brillantes esferas rojas en la misma dirección donde la liana se había
marchado, “demonios” pensé inmediatamente y por instinto alcé mi espada al
mismo tiempo que retrocedía con lentitud. El par de ojos se hacían más grandes
hasta que dejó ver su rostro, no humano, sino bestial; con el hocico echado
hacia atrás descubriendo unos dientes amarillentos y puntiagudos, unos enormes
incisivos inferiores que sobresalían del resto de su estructura dental, su piel
era de rojo muy oscuro, casi negro y garras afiladas, tenía la apariencia de un
perro mutado, combinado con un león, feroz y grotesco, era gigantesco como del
tamaño de un auto.
La bestia se agazapó sin despegar la mirada de nosotros y volvió
a gruñir amenazadoramente. Había sólo dos opciones: quedarnos allí a esperar
que decidiera como devorarnos, ó salir corriendo intentando hacer algo para
salvar nuestras vidas y arriesgarnos a que saltara encima de nuestros cuerpos
devorándolos de todas maneras. Nada me parecía alentador. Y yo sabía que no
tenía el valor suficiente para lanzarme en un combate cuerpo a cuerpo con la
bestia, aunque fuera ligera, sólo quería estar lejos de sus enormes dientes
puntiagudos y sus garras. Antes de que pudiera decidir el animal exhaló aire y
de su nariz expulsó vapores como si ese toque hiciera falta para determinar
cuan peligroso era.
— ¿Q…Qué
hacemos? —mascullé con
un hilo de voz hacia mi espalda.
Varias cosas ocurrieron al mismo tiempo: la bestia se lanzó en
el aire hacia nosotros, rugiendo como un león poderoso; una flecha zumbó a lado
de mi oreja derecha y voló en dirección al animal impactándolo en cuello; al
siguiente instante, cayó limpiamente a menos de dos metros de mis pies, se
retorció furioso y moribundo en el suelo mientras un líquido oscuro manaba de
la herida, me miraba con sus profundos ojos llameantes; después, soltó un
gemido que sonó mas bien como un aullido y se quedó inmóvil.
— ¡No te
quedes allí parada! —La
voz de Andrew gritó, sonaba lejana—
¡Corre!
Despegué la mirada del animal, giré la cabeza y lo vi detenerse
varios metros lejos de mí, me miró con el ceño fruncido, bufó exasperado y
volvió tras sus pasos tomándome de la muñeca e incitándome a moverme a su
ritmo. Mis piernas empezaron a trotar sobre el terreno desigual cubierto de
césped húmedo, pero se movieron más rápido, cuando al sonido de nuestros pasos
se unieron varios pares de pisadas descoordinadas, que sonaban como si el suelo
fuera golpeado por rocas gigantes lanzadas desde el cielo. Volví la mirada y vi
a otras tres bestias correr en nuestra dirección, su furia no era menor a la de
la primera; aceleramos nuestro paso viendo la mansión cada vez más cerca, ése
lugar nos proveería de un refugio, aunque también era probable que nos
esperaran dentro sorpresas igual o más desagradables. El aire helado quemaba
mis pulmones y aunque yo era rápida ésas cosas lo eran más, casi nos alcanzaban,
sentía el aliento sulfurado y caliente de los monstruos golpear mi nuca y la
adrenalina corriendo por mis venas.
La mano de Andrew, fuertemente asida a mi cuerpo me soltó. Lo vi
sacar una flecha del carcaj y cargar el arco con cierta dificultad mientras
corría; mi mano sostuvo con firmeza la espada pero sabía que no era de utilidad
a menos que me detuviera y encarara a las bestias, algo que nunca iba a
suceder. Volví nuevamente la mirada para asegurarme de la distancia que nos
separaban: uno de ellos venía a la cabeza, era el más grande y aterrador, los
otros dos se estaban quedando atrás por varios metros.
Entonces, tropecé con algo que no logré ver por darme el lujo de
distraerme, caí de bruces al suelo. Sentí el sabor de la tierra y el pasto, la
grava en mis manos y el ardor en las piernas mientras mi cuerpo derrapaba
contra la fricción de un montón de rocas, tierra y pasto. Escuché mi grito
antes de percatarme de que había salido de mi boca, busqué en vano volver a
ponerme de pie pero no lo logré; entonces me volví sobre mi espalda para ver lo
que se avecinaba, y al siguiente instante el descomunal animal cayó encima, mí cuerpo
estaba bajo su abdomen sin llegar a tocarme, inclinó su enorme y fea cabeza
hacia abajo mirándome directamente a los ojos, como si tuviera consciencia de
lo que hacía y no quisiera matarme aún, me arrastré sobre mi espalda lo más
lentamente que pude, su aliento putrefacto apenas me dejaba respirar o pensar.
Solté otro grito de dolor cuando dejó caer su manaza sobre mi
antebrazo izquierdo. Acercó otra vez su hocico a mi cara y me olfateó tocándome
la mejilla con uno de sus enormes colmillos. Empecé a escuchar los pensamientos
desesperados de Andrew en mi cabeza, su mente era una vorágine de miedos y
determinaciones dudosas.
“¡Sólo dispárale, Drew!” Grité en su cabeza.
— ¡Hey,
bestia inmunda! —gritó
él en voz alta sonando valiente y decidido.
El animal levantó su cabeza despegándola de la mía, ahogó un
gruñido y todo su peso cayó sobre mí dejándome sin aire. Me removí bajo la gran
masa moribunda empapándome la chaqueta de esa sangre oscura y pegajosa, saqué
como pude mi brazo de debajo de su pata, y sus zarpas me hirieron como afilados
cuchillos. Ahogué una exclamación de dolor y apreté los dientes con fuerza.
Andrew se acercó finalmente y me ayudó a salir de debajo de la criatura; los
otros dos se habían ido, o más bien, yacían a la lejanía.
— ¿Estás
bien? —preguntó él
agitadamente.
Asentí llenando nuevamente mis pulmones del aire fresco de la
noche.
—G…gracias.
—mascullé.
Me saqué la chaqueta empapada de sangre de la bestia y mía, se
convertía en un desagradable estorbo más ahora que la manga estaba desgarrada e
inservible.
—Olvídalo, estamos a mano—me dijo tranquilamente— ¿Puedes
continuar?
—Sería
demasiado débil si no. —respondí
un poco ofendida.
De verdad no lo era, dolía y mucho aunque sabía que en cualquier
otra circunstancia me habría desmayado de dolor, o al menos estaría encogida
sobre el suelo llorando y retorciéndome, pero era capaz de seguir, sin duda
cada vez me convencía que se trataba del asunto del Nephilim, aunque también
podía ser un juego de mi mente en el cual había dejado atrás la subestimación hacia
mí misma.
Andrew se encogió de hombros y después se agachó tomando la
chaqueta para cortar un trozo de la tela que ató con fuerza a mi brazo, con el
resto limpió la sangre de la flecha que sacó del cadáver del animal; con la
manga de su propia chaqueta limpió torpemente la tierra de mi cara como si
fuera un bonito truco que había aprendido recientemente en alguna película.
Podía dejar que él se comportara como un caballero novelesco pero tuve la
determinación de alejarme. Escupí el sabor del lodo dentro de mi boca y
empezamos a caminar después de asegurarnos que no habían vuelto a la caza.
Cuando todo volvía relativamente a la tranquilidad tuve la
oportunidad de preguntarme sobre Travis, Kat y Sophie, preguntándome cuáles
serían los inconvenientes que habían enfrentado, y, lo más importante, si
estaban bien, no obstante ya no existían los pensamientos negativos, una parte
de mí se dijo “la gente muere todos los días”, cuando me di cuenta de lo que
revoloteaba en mi cabeza sentí asco de mí misma y me distraje borrando todo eso
de mi mente mientras seguí el camino hacia la mansión.
No fue difícil encontrar la puerta que buscábamos. El corazón me
dio un vuelco cuando miré a través de los cristales, un interior desolado, casi
oscuro salvo por una tenue lámpara encendida en uno de los pasillos. No tenía
miedo, por supuesto que no, era otra vaga sensación desconocida, sentimientos
encontrados, entre la rabia, la tristeza, la adrenalina, los recuerdos y el
deseo de venganza, lo mismo que sentía cada vez que pensaba en Engel o en
Gabriel.
Entramos con cautela, silenciando nuestros pasos lo más que
podíamos; en algún lugar se escuchaban los claros sonidos de una batalla ¿a qué
distancia? No estaba segura, mis sentidos se hallaban turbados por las
emociones de ése momento, cualquier cosa que hiciera de ahora en adelante sería
bajo mis instintos de supervivencia, que hasta entonces no habían funcionado
exactamente bien, pero no podía confiar en otra cosa más que en eso,
esperanzada de que el actuar deliberadamente significara la diferencia. La sala
a la que habíamos entrado era un saloncito circular, con ventanales enormes
como en casi toda la mansión, aunque no había luces encendidas, no estaba
completamente oscuro debido a la luz que entraba del exterior, las sombras
recortaban cuadros luminosos en el suelo y nuestras propias siluetas alargadas
y tétricas como un par de fantasmas que intentan levantarse a media noche.
Crucé el saloncito y desaté la cinta que recogía las pesadas cortinas de terciopelo
rojo oscuro, fue en ese momento que la sala se oscureció y pasaron un par de
minutos antes de que acostumbrara mis ojos a la penumbra.
Andrew se quejó en un susurro, lo único que veía de él era su
oscura sombra cerca de mí, tanteando con el aparato en su muñeca, hablando en
voz baja pero sin recibir ninguna respuesta, eso logró ponerme ligeramente
nerviosa y ansiosa.
—Travis no responde—confirmó Drew. — ¿Crees que los han
atrapado?
Torcí el gesto. Aunque así fuera, estaba dispuesta a continuar
con el plan de todas maneras.
—No lo
se—musité mordiéndome
el labio inferior—pero
será mejor que sigamos nosotros.
Las palabras que salieron de mis labios me sorprendieron, porque
debería decir “no, regresemos” pero quería seguir, quería probar que yo no era
débil y que podía con esto. Había una clase de orgullo renovado que me empujaba
hacia el peligro, hacia lo que me esperaba adelante.
—Sígueme—ordené. —y prepara tu arco.
Me coloqué detrás de la puerta escuchando con mayor claridad el
ruido que se cernía fuera de ésta aunque aún nos separaban algunas salas del
vestíbulo, los choques metálicos de las espadas sonaban con claridad como si
sólo nos separa una puerta: había gritos, risas, maldiciones y explosiones.
Giré lento el pomo y abrí. El pasillo estaba desierto e intacto,
dándonos una elegante bienvenida, pero era algo demasiado bello como para proclamar
una victoria anticipada; por ahora, la primera prioridad era salir de la
mansión Jackocbsob antes de hacer cualquier clase de plan de vida.
Iba a al menos un metro
de distancia por delante de Andrew que llevaba el arco cargado y listo para
disparar en caso de ser necesario, eso sólo lo había visto en las películas
pero al perecer era posible, tendría que pedirle que me enseñara a usarlo
porque resultaba más útil que una espada, aunque lo ideal era saber manejar
toda la cantidad de armas posible, sin embargo, en diecisiete años no me habían
preparado para ello, y mi curso intensivo con Liam… había llegado sólo a la
parte de “aprende a levantar tu espada y ponerte en posición de ataque…
después, ya veremos que sucede”.
Entonces, de pronto, dejé a un lado mis divagaciones y me detuve
en seco e hice una señal a Drew para que me imitara, el ruido era cada vez más
intenso, me hacía sentir que del interior de mi cuerpo empezaban a salir mis
instintos abriéndose paso sobre el razonamiento de Annette Crawforth. Saqué una
de las granadas que Sophie me había dado, la única que sobrevivió al ataque de
las bestias, las otras dos se habían roto dentro de los bolsillos de mi
chaqueta; la sostuve fuertemente en mi mano izquierda, mientras que con la
derecha ejercía mayor fuerza sobre la empuñadura de la espada, mi mano estaba
sudando y temía perder mi única arma peligrosa en un pequeño descuido.
“Esto está a punto de empezar” dije metiéndome en los
pensamientos de Andrew “¿Estás Listo?”
Pero antes de que recibiera cualquier respuesta hubo una
explosión que hizo retumbar el suelo, el techo, las paredes laterales y los
cristales de las ventanas que se rompieron en pedacitos, esparciéndose a lo
largo del pasillo. Me apoyé contra la pared que temblaba, estaba convencida de
que era lo suficientemente resistente como para venirse abajo, mis pies eran
incapaces de mantener en equilibrio mi cuerpo cuando el suelo se movía como gelatina.
Un montón de escombros y adornos elegantes hechos añicos, salieron volando de
aquella dirección a dónde nos dirigíamos, algunos pedruscos enormes cayeron a
mis pies golpeando la punta de mis zapatillas de deporte; me cubrí el rostro
con un brazo para cubrirme de la nube de polvo que se había alzado alrededor.
No hubo tiempo para planearlo, para pensar en algún movimiento inteligente o la
más fabulosa entrada triunfal.
Corrí por lo que quedaba del pasillo, saltando los trozos de
pared más grandes y pasando por encima de las rocas más pequeñas, zigzagueando
por un camino destruido. Me olvidé de que formábamos un equipo y sólo corrí sin
mirar atrás, blandiendo la espada cuando algo se interponía en mi camino,
resultaba curioso como en dichas circunstancias desesperadas no veía nada de lo
que sucedía, únicamente disparaba estocadas al azar con mi arma, ésos eran los
instintos, no la razón. Ya lo comprendía.
No podía distinguir a nadie en especial, eran una nube de
rostros desconocidos que se movían rápido dejando sólo la estela de sus
figuras, toda clase de sombras, de todos los tamaños, pero ninguna pertenecía a
las personas que conocía, ni siquiera logré divisar a Dariel, o la llameante
cabellera roja de Eleanor. Cuando fui capaz de medir el peligro circundante, me
preocupé verdaderamente por primera vez sintiendo que el estómago se me
encogía. Busqué a Drew con la mirada como si verlo fuera a calmar mi ansiedad
por las frágiles vidas ajenas de las personas que conocía, y por las que sentía
aprecio, porque, no podía preocuparme por cada alma en el vestíbulo; los
ángeles no me tenían satisfecha, estaba molesta con ellos y los demonios…
bueno, eran demonios.
Drew no estaba lejos, trataba de seguirme el paso, sentía su
presencia, de vez en cuando notaba una flecha volar cerca de mi cabeza y
alguien caía al suelo retorciéndose en charcos de sangre y tierra. Hice lo mío
recordando los entrenamientos de Liam, sus enérgicas órdenes y antipáticos
regaños estaban presentes en mi cabeza, como si lo tuviera a lado diciéndome lo
que debía hacer… saltar, deslizarme en el suelo, agacharme, cortar, apuñalar…
Un demonio bien parecido cayó al suelo con la mirada vacía antes de volverse un
montón de cenizas
Me volví sobre mis talones, dando una ojeada rápida al panorama.
El vestíbulo nunca me había parecido tan grande, aunque claro,
ahora había grandes huecos en las paredes, las puertas principales habían
desaparecido y la entrada tenía el doble de su tamaño habitual. Parte del
barandal de las escaleras oscilaba peligrosamente en el aire, sosteniéndose de
una viga que tenía el aspecto de no soportar mucho tiempo el peso que cargaba. La
gran lámpara de araña estaba hecha añicos en el suelo, había diamantes regados
por doquier pero a nadie le interesaba recogerlos.
El lugar era un completo caos entre el que intentaba abrirme
paso para llegar al otro lado, hasta la puerta del sótano; esquivé una y otra
vez bolas de fuego, rayos y cualquier cosa aparentemente letal que pasaba
zumbando cerca de mí, así como ataques directos con armas enemigas, y derribé
de mi camino a un par de demonios y a un ángel que estaba dispuesto a matarme;
pero no tuve tanta suerte cuando un hombre de facciones duras, escaso cabello y
vestido con un ajustado traje negro de un material brillante que pudo ser cuero.
Él iba armado también con una espada, que chocó contra la mía produciendo un
fuerte sonido metálico que perforó mis oídos, era fuerte pero no tenía tanta
fuerza como un demonio, más bien, se trataba de una persona habilidosa, se
movía con rapidez, manejaba bien su espada, sus movimientos eran impecables a
pesar de que él tenía un gran tamaño, era demasiado para mí.
Caí al suelo de espaldas perdiendo el equilibrio por los
diamantes tirados en el suelo y cuando él hombre estaba a punto de dar su
estocada final, la punta de su espada se quedó suspendida a unos cuantos
centímetros de mi pecho, sus ojos estaban abiertos de par en par, de allí se
asomaba la incredulidad, la sorpresa, combinadas con un extraño reconocimiento
que advertí pero que me pareció absurdo. El hombre giró sobre sus talones y
atravesó a un demonio que iba a decapitarlo por detrás, luego, pareció olvidar
que estaba a punto de matarme y no volvió por mí.
El corazón estaba golpeándome el pecho con fuerza, mi
respiración era rápida aunque no quería llenar mis pulmones con el aire
putrefacto y mal oliente que envolvía lo que quedaba del vestíbulo. Me paré
torpemente recuperando mi espada que se había caído de mi mano, busqué con la
mirada al hombre de negro pero ya no lo veía por ninguna parte… no era un
ángel, tampoco un demonio, era otro humano más en esa batalla. Un humano como Drew
que me alcanzó protestando de mi perplejidad en pleno campo de batalla; el
chico puso su espalda contra la mía, sentía su respiración agitada y el
palpitar de su corazón golpeando fuerte su caja torácica, estaba tan agitado
como yo, como si hubiéramos corrido muchos kilómetros sin beber una gota de
agua.
No perdimos más tiempo y nos escabullimos entre escombros,
diamantes y adornos elegantes restregados en el suelo. Era difícil que alguien
notara a dos adolescentes infiltrándose al sótano, cada criatura estaba inmersa
en su propia batalla, concentrándose en su enemigo en turno, nosotros sólo nos
habíamos encargado de librar nuestro camino; me recordaba uno de esos
videojuegos donde uno iba enfrentando diversos peligros para llegar al malo
jefe, destruirlo y ganar puntos.
Empezamos a descender los peldaños, corriendo. No tenía idea de
cuánto tiempo había pasado, pero me daba la impresión de que habían sido varias
horas, de que ya era entrada la noche y nuestro tiempo se agotaba a pesar de
que no habíamos definido uno; actuábamos por instinto, como bestias
acorraladas, y, como si nada ni nadie pudiera detenernos. Como adolescentes
desafiando el destino porque un poco de poder, unas cuantas armas… les hacen
sentir que pueden salvar al mundo.
Al pie de la escalera, tres gritos se ahogaron cuando salté el
último peldaño, tres personas se levantaron del suelo y se pusieron en guardia
apuntándonos con sus armas; yo solté un suspiro aliviado, al ver que los tres
estaban… bueno, estaban. Con los cabellos despeinados, las ropas sucias, y una
que otra magulladura en la parte visible de piel. Drew siguió detrás de mí
descendiendo con tranquilidad renovada como si estuviéramos de paseo en un
museo de historia. Travis, Sophie y Katherine relajaron sus posturas,
observándonos con miradas críticas como si quisieran comprobar que de verdad
éramos nosotros o que estábamos allí, en una sola pieza. No había tiempo de
intercambiar abrazos ni de compartir experiencias; nuestras miradas reflejaron
la aprobación de cada uno a seguir adelante, miradas férreas, decisivas.
No estábamos lejos de nuestro objetivo; pero, estábamos más
cerca del peligro, quizás de la muerte. Un escalofrío recorrió mi columna al
pensar en Gabriel, al pensar en Engel y un reencuentro.
—Estaba
pensando, que será mejor no separarnos de nuevo—masculló
Travis con nerviosismo.
—Sí —le apoyó Sophie—Se necesitan más de dos
personas para detener a Gabriel y Engel, ninguno de los dos estaba arriba.
—Los
cobardes, siempre son los últimos en dar la cara. —añadió Andrew, soltando un gruñido de
desagrado.
Aunque sus palabras fueran desdeñosas y resentidas, tenía razón,
ni Gabriel ni Engel se ensuciarían las manos, no los conocía a la perfección,
pero sabía lo suficiente de ambos como para afirmar que dejarían morir a sus
aliados, sin importar el número de caídos con tal de salvar su pellejo.
Asentí ante las propuestas de ir como un grupo porque la
incertidumbre de no saber si estaban bien, era una sensación que frenaba mis
pasos y movimientos con cada pensamiento malo que atravesaba mi consciencia,
con ideas erróneas; tenerlos cerca era no estar sola para, y, cada uno había
demostrado con valía porque estaba allí, Andrew, por ejemplo, me había
demostrado que definitivamente había subestimado a esos tres humanos fieles que
estaban a mi lado en ese momento. Sophie, por su lado tenía esa faceta que
desconocía, pero que estaba marcada en su mirada esmeralda, un ceño ligeramente
fruncido y una expresión seria, reflejaba que la niña de rizos rojos, era más
de lo que parecía ser.
—Vamos—dije
fríamente.
Algunas veces, soñé con caminar por una alfombra roja, como
alguien importante… ahora mis pies se clavaban con determinación sobre el suelo
cubierto de terciopelo rojo, pero no era como lo había soñado, era más bien el
vestigio de una extraña pesadilla.
Sophie, Travis, Andrew y Katherine vinieron detrás sin vacilar.
Me pregunté si los últimos tres de verdad estaban conscientes de lo que hacían,
o si lo estaban haciendo porque no tenían idea de la magnitud del problema; lo
cierto era que tenía que recordar que yo
no era más que ellos, salvó por la sangre de ángel que corría por mis venas; no
podía dejar que la arrogancia nublara mi mente creyendo que tenía que
protegerlos, que podía salvar al mundo con una espada que no sabía manejar y
unos bonitos ojos brillantes. Éramos un grupo donde cada uno sabría hacer lo
suyo, éramos… técnicamente iguales. O todos o ninguno, repetí en mi cabeza una
y otra vez, tratando de convencerme a mí misma.
Ante la puerta, mi corazón dio un vuelco y cuando giré el pomo,
ésta se abrió, no estaba cerrada. Gabriel me estaba esperando, resultaba
aterrador lo fácil que todo estaba resultando.
Al entrar en la sala de armas, fue como si acabara de penetrar
en otro mundo ajeno, tal vez como traspasar un portal mágico hacia un lugar muy
lejano a la mansión Jackocbsob y la lucha del vestíbulo; repentinamente todo parecía apacible, sobre
todo porque la sala estaba en completa calma, ligeramente iluminada, así que la
mortecina luz que bañaba las paredes de roca ensombreciendo el lugar sólo
lograba relajarme; no había rastros de lucha, mirar alrededor provocaba una falsa sensación de tranquilidad y sopor
como cuando se está en un museo de antigüedades, conteniendo el aliento ante la
magnificencia de una solemne exposición, sin embargo, mi aliento contenido se
debía a la expectación. Los susurros de pasos detrás de mí me erizaban los
vellos de los brazos y de la nuca, pero si miraba hacia atrás temía que algo
apareciera delante de mí, como en esas películas de suspenso, donde, de pronto,
el asesino o cualquier cosa animada salta delante provocando que se te salga el
corazón y saltes del asiento, soltando un grito como si fueses la víctima.
Nuevamente eran antorchas la única iluminación del lugar, eran
luces tenues y fantasmagóricas, lamiendo el aire en silencio; después, al
fondo, el gran arco resultaba como una anhelante meta casi alcanzada. Y, como
si lo hubiera vivido cientos de veces seguí recorriendo ese camino, igual que
en mis múltiples pesadillas, con pasos que dejaban de ser cautelosos,
tranquilos pero apresurados, olvidándome de las personas que iban detrás de mí,
como si en ese mundo alterno de la irrealidad ya no existieran.
—Quizás
no están aquí—propuso
Andrew en un leve susurro.
—No, se
que lo están… —repuse. —Puedo…
—Sentirlos—terminó Sophie con un hilo
de voz. —Yo también.
Entonces, me eché a correr en línea recta, esperando que la sala
no terminara simplemente en un muro. Tal cual había acontecido en mi sueño, el
final del terreno cuadrado y disparejo terminaba en escalones de mármol que me
apresuré a subir y donde mis pasos sonaron profundos como si mis pies
estuvieran hechos de plomo. Cuando logré ver algo esperé ese dejavu donde los
protagonistas eran Gabriel y Engel. Escudriñé en la oscuridad y distinguí una
silueta moverse, tragué saliva y subí los últimos peldaños reduciendo el ritmo
de mis pasos, me detuve en medio, miré hacia todos lados y no había nadie más.
Este parecía un juego bien elaborado para que mi verdugo se
divirtiera antes de asesinarnos a todos. Me pregunté si estaba soñado de nuevo
porque la imagen resultaba irreal, falsa, simplemente no había coherencia
alguna, los dos chicos encadenados frente a mí, alzaron la mirada y uno de
ellos, esbozó una ligera sonrisa a través de sus largos cabellos desgreñados y
sucios, mientras que el otro, abrió de par en par sus ojos escarlata y frunció
el ceño.
— ¿Qué
haces aquí? —gruñó el
segundo con voz ronca. —Dime
que no es verdad…
Abrí la boca para responder, pero estaba contrariada y volví a
cerrarla sin lograr articular nada con mi voz, sin tener nada que decir. Apreté
los puños a los costados y como pude moví mis piernas temblorosas para
precipitarme hacia Liam como si el otro no existiera y formara parte de la
pared. Me dejé caer en el suelo de rodillas con una sonrisa también en el
rostro, estaba bien, estaba vivo… sólo tenía que liberarlo y nos iríamos de
allí lo mas rápido posible, con suerte no tendríamos que lidiar con ángeles
inquisidores.
—Estoy
soñando ¿Verdad? —inquirió
Liam con voz suave.
—No,
pedazo de imbécil—le
respondí. —Soy yo y
vine a sacarte del lío en el que te metí.
Silencio. Me pareció más largo de lo que en realidad fue, pero
se vio interrumpido por la desdeñosa risa de Engel al otro lado, una débil
carcajada, sin ganas. Puse los ojos en blanco, con el mismo afán de seguir
ignorándolo.
—No, no, no… —masculló
Liam abriendo los ojos de par en par, de igual manera que Engel lo había hecho
minutos antes— ¿Por
qué…? Se suponía que te que irías, que… tienes que irte ahora.
—Claro
cuando te quite esas cadenas…
El alivio que había sentido se fue entonces y le miré de manera
fría, ligeramente molesta de que se conformara con un destino trágico y sin
sentido.
— ¡No! —Saltó. Su voz resonó
haciendo eco en las paredes— ¡Tienes
que irte ya!
—No sin ti.
— ¡No!
¡Vete!
No estaba en sus cinco sentidos, me dije, desvariaba.
Me levanté del suelo para buscar la manera de deshacerme de las
cadenas que lo ataban, pero, apenas toqué el metal sentí como si me quemara la
piel, como si las esposas estuvieran ardiendo y al mismo tiempo descargaran
electricidad contra mis dedos, solté un grito de la impresión y el dolor y
pegué un salto hacia atrás. Miré mis manos que ahora tenían unas marcas enrojecidas
como quemaduras por fuego; esperé que salieran ampollas en mis dedos pero no
hubo nada, las marcas empezaron a oscurecerse.
—Son
contra Nephilims. —fue
Engel quien explicó; y, cuando miré
hacia él, un rastro de sonrisa se borró de su rostro, pero en sus ojos había
una clase de triunfo.
Casi al instante escuché pasos huecos provenir de las escaleras,
alarmada, recuperé mi espada del suelo poniéndome en guardia, pero, eran los
demás.
—
¡Engel!
—
¡Sophie!
Exclamaron ambos hermanos al mismo tiempo.
— ¡No se
te ocurra liberarlo! —le
advertí a la pelirroja apuntándole con la punta de la espada.
La chica quedó a medio camino; intercambiamos una mirada pero
ella fue quien la apartó primero clavando la suya en el suelo pero sin avanzar
ni un paso mas, ni tampoco protestar. Sophie sabía que Engel no estaba de
nuestro lado, sin embargo seguía siendo su hermano y no la culpaba por seguir
sintiendo cariño hacia esa clase de monstruo que la habría vendido si hubiera
sido necesario. Él en cambio soltó una carcajada que resonó en cada rincón del
mausoleo, era un gran cretino que pese a su desaventajada posición se
comportaba como si lo tuviera todo bajo control.
—
¿Piensas que puedo con ustedes en este estado? —sonó
burlón.
Suspiré profundamente y volví la mirada hacia él, ligeramente
inquieta queriendo saber a qué se refería exactamente. Por primera vez le presté verdadera atención. Tenía razón, su
aspecto no era de alguien amenazador, excepto por esos ojos rojos que irisaban
amenazadores y la desdeñosa sonrisa en su cara. Su torso desnudo estaba
cubierto de heridas profundas que aún sangraban y sudor, igual que su rostro.
Su cabello estaba revuelto en lugar de despeinado cuidadosamente como solía
usarlo; era el mismo aspecto de Liam, el aspecto de un prisionero torturado.
— ¿Por
qué estás ahí? —exigí
saber, fríamente.
—No voy
a responderte. —Refutó.
Un cosquilleo en mi estómago y la irritación contenida me obligó
a reaccionar. Llegué hasta él en un revuelo poniendo el filo de la hoja de la
espada sobre su garganta, frunciendo el entrecejo, y sonreí al ver la expresión
dolorosa que aparecía en su rostro.
—Curiosamente,
Diemth—siseé en el
mejor tono amenazador que pude. —Tu
vida está ahora en mis manos. A mí no me va a importar matarte delante de tu
hermanita, porque ella sabe que de todas formas te lo mereces.
Escuché las súplicas de Sophie para que lo dejara, y después se
unió Travis en señal de protesta mientras retenía a su ángel guardián para que
no hiciera nada estúpido como interponerse; sin embargo, mi concentración estaba
sobre Engel, con la mirada fija en sus ojos de demonio, con el deseo de sólo
derrochar sobre él la ira que sentía. Presioné la espada contra su yugular y un
hilillo de sangre se deslizó por su cuello y no pudo contenerse más: profirió
un grito de dolor.
— ¡Aparta
eso de mí! —Graznó. — ¡Apártalo ya!
Lo hice, pero sólo unos cuantos centímetros, lo suficiente para
observar la marca oscura que había dejado sobre su cuello, como las marcas que
las cadenas habían dejado las cadenas en mis manos. Entonces recordé que era un
arma especial contra demonios, lo que él “era” en estos momentos.
Fue mi turno de sonreír.
—Entonces
¿De qué lado estás?
—De
ninguno. —respondió
entre dientes—Gabriel
me capturó porque si no estás con él, estás en su contra; y, porque creía que
aún te importaba lo suficiente como para que vinieras por mí, ya que pensó que
el Nephilim no te importaba tanto pues sus amenazas sobre matarlo no habían
funcionado.
Contuve la risa. Gabriel no era tan inteligente como aparentaba.
—Por
favor, Anne… —suplicó
Sophie—no podemos
dejarlo aquí.
Me volví hacia Sophie con el ceño fruncido.
— ¿Y que
me traicione de nuevo? —Miré
a Engel con profundo desprecio. —Prefiero
que los arcángeles vengan y haga con él
lo que tengan que hacer.
—Los
ayudaré a salir de aquí sin tener que cruzar las puertas delanteras—protestó él. —Me parece, que ésa es la
única manera de que salgan vivos, Zaphirel, ellos te odian tanto como a mí y
quizás lograron llegar hasta aquí sin problemas, pero no podrán salir, te lo
aseguro.
—Quizás
tiene razón, Anne… —Escuché
la voz de Kat detrás de mí. La benevolente Katherine. —Yo creo que Engel…
—Es
suficiente, Kat—la
interrumpió Andrew, cortante.
Dentro de mi cabeza empezó un debate mental entre las
posibilidades de arriesgarme a creerle, si decía la verdad o sería otra trampa
suya, había muchas posibilidades de que en lugar de guiarnos hacia la salida
nos guiaría directo a Gabriel.
—Él
tiene razón… —musitó
Liam aterrizando de golpe mis dudas. —El
cobarde de Gabriel se ha marchado por ahí en cuanto supo que los ángeles
estaban aquí.
— ¡Esta
bien! —solté al fin
exasperada. —De todas
formas ¿Cómo se supone que lo haremos?
—Con
magia… —dijo Engel,
advertí que se esforzaba en contener una sonrisa. —Así funciona, no hay armas que puedan destruir
un metal hechizado. Eres la única aquí que podrá abrir mis cadenas, después de
que me liberes yo mismo abriré las del Nephilim.
— ¿Por
qué debo confiar en ti? —pregunté
mirándolo con las cejas alzadas.
—Puedes
elegir no hacerlo, pero tampoco es como si tuvieras muchas opciones ¿o si?
Quería mostrarme
obstinada porque estaba haciendo nuevamente eso que hacía siempre y que me
frustraba, que me hacía sentir muy por debajo de él, completamente inferior, a
pesar de que no era yo la que estaba en esa posición humillante, encadenada a
la pared, pero él.
—Bien
¿Qué tengo que hacer? —suspiré
con pesadez.
—Acércate
y, si eres tan amable mantén esa espada lejos de mí hasta que aprendas a
usarla.
Sonreí maliciosamente, balanceando la espada en mi mano. Puse la
punta sobre su pecho, a lo que él reaccionó con una mueca de dolor, entonces la
hundí un poco sacándola hasta que le escuché gritar.
— ¿Qué
te hace creer que voy a liberarte sin estar preparada para un posible ataque
sorpresa? —Me agaché y
me incliné hacia él poniendo mis labios cerca de su oreja, susurré: —Estar contigo no fue una
pérdida de tiempo… aprendí algunos trucos.
—Estás
perdiendo el tiempo—dijo
con calma—y tiempo es
justamente lo que no tenemos… un segundo puede marcar la diferencia entre un
ser vivo y uno muerto.
—Pero al
menos ya tuve la satisfacción de verte lo suficientemente humillado como para
afirmar que no eres tan especial.
Me aparté y tiré la espada al suelo, a un lado de mis pies con
seguridad, aunque por dentro dudaba que yo fuera más rápida que él, Engel sabía
como moverse, lo habían entrenado durante toda su vida, la cual no era
precisamente corta.
—Hazlo,
Anne… yo te cuidaré la espalda.
Andrew se colocó a mi lado al mismo tiempo que sacaba una flecha
del carcaj y empezaba a acomodarla sobre el arco.
—El
humano enamorado al rescate—se
burló Engel con su desagradable humor ácido. —Enternecedor.
La expresión decidida de Andrew no cambió cuando el chico empezó
a tensar el arco y colocarse en posición de tiro, apuntando decididamente hacia
la diana que era Engel.
—Si
vuelves a hacer una broma al respecto, no me va importar atravesarte el
corazón, para mí no significas nada, así que no vacilaré, lo juro.
Satisfecha me crucé de brazos y miré hacia abajo esperando
instrucciones, evitando cruzar mi mirada con la suya. Yo lo odiaba y así debía
ser hasta que uno de los dos muriera, o hasta el final de los tiempos, algo que
no sucedería pronto, por lo cual, tenía que acostumbrarme.
—Acércate más y coloca tus manos sobre las esposas. —Indicó—cierra
los ojos, concéntrate en lo que quieres lograr, visualízalo en tu mente y
repite éstas palabras: Ormis - dikrra - tzide.
— ¿Qué?
— ¡Ormis dikrra tzide!
Suspiré cansinamente y di un par de pasos hacia delante y
extendí mis brazos tomando con firmeza los brazaletes que rodeaban las muñecas
de Engel.
—…Ormis dikrra tzide… —vacilé
sintiéndome la estúpida más grande del mundo.
No sucedió nada.
—Ormis dikrra tzide—repetí más fuerte y con
mayor firmeza.
—Concéntrate…
visualízalo, como… como si me estuvieras dibujando, eres buena en eso—no pude verlo, pero estaba
segura de que estaba riendo. —Tienes
que intentarlo.
Aunque su comentario me pareció fuera de lugar y un dato
innecesario que los demás no tenían porque saber, tomé su consejo, recordando
aquella mañana en la clase de historia cuando visualicé al ángel oscuro de los rasgos
más perfectos e inhumanos que jamás había visto, recordé esas imágenes que
prosiguieron al asombro, cómo en mi cabeza el chico se volvía de serio y
misterioso, a encantador, después su encanto desaparecía y se volvía sádico,
malvado… él haría cosas terribles, y, aunque yo lo sabía me acercaba a él,
deslumbrada como cualquier otra insulsa adolescente humana. Ésta vez me vi a mí
misma pronunciando el extraño idioma y luego las cadenas cedían ante un poder
mayor que ellas mismas, liberándolo de su prisión…
—Ormis dirra tzide—volví a decir. Ésta vez, las
palabras salieron de mis labios como si lograra comprenderlas, aunque todavía no
sabía lo que significaban, pero la frase
salió de mis labios recitada.
Sentí un abrazador calor en las palmas de mis manos y escuché un
chasquido como cuando se abre una muy vieja cerradura oxidada. Debajo de mi la
postura de Engel se relajó y sus brazos cayeron al suelo como si se tratara de
una marioneta sin dueño.
Soltó un suspiro.
Me alejé mientras él se recargaba contra la pared. Parecía tan
frágil y agotado como nunca pensé que Engel Jackocbsob podría llegar a ser.
—Es tu
turno. —le dije a modo
de advertencia.
—Supongo
que lo es…
Recogí la espada y me alejé. Decidí mirar hacia otro lado menos
hacia él que se levantaba trabajosamente apoyándose de la pared, con la espalda
encorvada y las piernas ligeramente
dobladas; mi mirada se fijó en Andrew que seguía aún con su flecha lista a
cualquier movimiento en falso. Fui hacia Liam y me arrodillé a su lado; cuando
sus brazos fueron liberados cayeron sobre mis hombros y me rodeó con ellos en
un torpe abrazo que le devolví dubitativa. A nuestro lado, Engel se desplomó en
el suelo, pero él tenía a Sophie inmediatamente ayudándolo.
—Curaré
tus heridas—le dije a
Liam decididamente, apartándolo cuando me di cuenta de lo que Sophie hacía a
Engel.
—No lo
hagas…
—Descuida,
ya aprendí a hacerlo—sonreí
ligeramente sonrojada. —No
te dejaré peor de lo que estás.
—Pero tu
si.
— ¿Qué
quieres decir?
—Cada
vez que curas a alguien, es como si le dieras parte de tu fuerza vital. —me explicó rápidamente como
si estuviéramos en el sótano de la tienda de antigüedades.
Me volví a mirar a Sophie.
—Nosotros
no somos completamente ángeles. —me
dijo antes de que abriera la boca para protestar.
—Descuida, yo lo haré Anne. —dijo Sophie con una sonrisa en los
labios.
—Está
bien.
Me sentía patética porque al fin había encontrado una buena
utilidad para los poderes que se suponía que tenía y resultaba que no eran tan
útiles, que tenía que pagar un precio por utilizarlos. Recordé el dolor extraño
cuando había curado el brazo roto de Andrew, pero era algo tan pequeño que había
supuesto era algo completamente normal.
Drew dejó de apuntar con su arco a Engel y se volvió hacia mí,
ligeramente decepcionado por no haber tenido la excusa perfecta para matarlo,
me encogí de hombros y me alejé.
Me senté sobre los escalones mirando el mausoleo al centro de la
sala, rodeado por la charca, no podía creer que estábamos libres de Gabriel,
por ahora, que se hubiera ido sólo por temor a los ángeles que habían rodeado
la mansión. Eso significaba ¿Qué Travis y yo habíamos saboteado sus planes
yendo hasta los padres de Sophie? Una sonrisa traviesa bailó en mi rostro,
satisfecha, orgullosa de mi mejor amigo. Todo había salido bien, mejor de lo
que yo había pensado, sólo nos quedaba confiar en que esta vez Engel haría lo
que se supone que es correcto, al menos de el punto de vista de los que no
quieren asesinarme. Aunque, en realidad, su palabra no tenía mucho valor
después de haberme traicionado una decena de veces, de alguna manera sentía que
esta vez era real, al menos podía hacerlo por Sophie, él siempre la había
querido fuera de esos conflictos y yo estaba casi segura de que ella era la
única chica por la que él sería capaz de dar la vida, por supuesto, también su
pellejo estaba en juego tomando en cuenta que si los ángeles le capturaban,
sería su fin.
—Cuando
dije que te fueras a casa de mi madre, era para que te quedaras allí… por un
tiempo. —Dijo Engel
sentándose a mi lado en el escalón, no había amenaza ni enojo en su voz, más
bien era impasible. —No
para que me echaras a medio cielo encima y persuadieras a mi hermana de venir
hasta aquí a ayudarte a sacar a tu Nephilim.
—Yo no
la persuadí… ella, bueno quizás un poco. —acepté
profiriendo un ruidito entre un bufido y una risilla. — ¿Por eso te capturó Gabriel, verdad? Por
haberme dejado escapar, más de una vez —indagué
sin pensar muy bien en lo que decía—
¿Por qué lo haces? Comportarte así, no eres malo, quieres serlo o lo haces y
ya, pero luego, parece que te arrepientes y tratas de remediarlo, pero luego
vuelves a ser malo…, eres tan complicado.
—Si, lo soy. Me gusta, arruinar planes que no sean míos, es lo
que me hace ser tan genial y atractivo para las chicas. —Contestó sarcásticamente—En realidad, Annette,
no lo se. Ya te lo había dicho es esto que está dentro de mí, el asunto del
demonio y el ángel, al principio Gabriel pensó que era razonable, dado que él
también pasó por eso, luego se cabreó de
verdad.
— ¿Por
qué? —me volví hacia
él, lucía consternado, mis ojos se clavaron en los suyos azules.
—Porque…
Un estampido impidió que Engel respondiera. El suelo y las
paredes retumbaron peligrosamente y, al otro lado de la cámara, visualicé como
de la entrada surgía una oscura nube de polvo, algunos trozos de roca volaron y
se esparcieron por el suelo. Miré atónita el desastre mientras Engel y yo nos
poníamos de pie, sentí que me arrastraba del brazo de vuelta a la sala y cuando
me soltó desplegó sus alas negras y en cada una de sus manos aparecieron un par
de espadas diferentes, una era plateada y brillante, la otra de un metal oscuro
y opaco, ambas maravillosas.
Sophie se apartó de Liam, recogiendo su propio arco del suelo y
desplegando también unas alas que nacían de su espalda a la altura de los
omoplatos, eran de un extraño color blanco que relucía como la plata. Liam
también se puso de pie —se
veía mucho mejor a excepción de los cabellos llenos de suciedad y sudor, o la
piel desnuda mugrienta, pero las heridas sangrantes habían desaparecido—de su espalda también
surgieron alas enormes y tupidas de plumas blancas, como las alas de lo que yo
siempre concebí como un ángel real, no deslumbrantes y hermosas como las de
Sophie u obscuras como las de Engel.
En cuanto a Travis, Katherine, Andrew y yo, nos quedamos
mirándolos atónitos mientras acomodábamos torpemente las armas en una precaria
posición de ataque, no lucíamos geniales como las criaturas aladas que nos
acompañaban, nosotros lucíamos demasiado humanos, me incluía a mí en ese grupo.
Ninguno se atrevió a moverse de su lugar, fue Engel el único que
descendió un par de peldaños y se detuvo a medio camino. Advertí a Drew desviar
la dirección de su arco en aquella dirección, cómo si el verdadero enemigo
fuera Engel y no lo que había hecho estallar el arco de la entrada.
Entonces, entre la nube de polvo y los escombros visualicé
deformes sombras, al menos diez de ellos, que se hacían más y más grandes hasta
que se detuvieron aún escondidos tras la nube de polvo. ¿Ángeles? O ¿Demonios?
Me pregunté aunque no había diferencia entre una especie y otra, ambos bandos
estaban en nuestra contra. No obstante, la pregunta era estúpida en sí porque
un aura maligna flotaba en el aire, podía sentirlo como si se impregnara en mi
piel filtrándose por mis poros.
Una silueta de todos ellos empezó a tomar forma, era delgada,
podría ser femenina, se movía con gracia a pesar de que tenía unas grandes alas
como las de un murciélago que parecían grandes y pesadas para la delicadeza de
su cuerpo. Su cabeza estaba coronada por
lo que parecían ser cuernos retorcidos en el aire. Cuando surgió de la barrera
de polvo, Valerie Jackocbsob nos sonrió ampliamente mostrando dos filas de
dientes serrados, como los de un tiburón. Ya no era esa chica hermosa por la
que había sentido envidia por el sólo hecho de ser preciosa, tener largas
piernas, cintura de avista, curvas (que aún conservaba y mostraba) y un
maravilloso cabello largo, negro y brillante… no, se mostraba como el monstruo
que verdaderamente era. Esta vez estuve de acuerdo que su apariencia le era
fiel a su aspecto.
El arco de Drew se movió ligeramente cambiando de dirección.
Había dejado de apuntar a Engel para apuntar a Valerie.
—Diemth…—musitó la chica, escupiendo
el nombre como si le provocara repugnancia—sabía
que nos traicionarías, justo cuando empezabas a agradarme.
—Traición
es una palabra muy fea—dijo
Engel sonando como en una conversación casual—yo,
sólo seguí las enseñanzas de nuestro padre al pie de la letra.
Engel se encogió de hombros con sutileza, descendió un par de
escalones más; los músculos de sus brazos se tensaron cuando aferró con más
fuerza ambas espadas.
—No te
atrevas a llamarte hijo de Balthazar—gruñó la chica con odio, sus ojos rojos
llamearon, furiosos. —Ya no eres más un miembro del clan Jackocbsob.
—Es una
lástima, extrañaré los autos. —siguió
él con cinismo—De todas
formas ¿Qué haces aquí? Nosotros ya nos íbamos, creo que llegaron tarde a la
fiesta.
Descendió otro par de escalones cuando Valerie avanzó unos
cuantos pasos más. Drew tensó más la flecha sobre el arco y los ojos de Valerie
fueron de Engel a Drew.
—No te
atrevas siquiera, humano, o todos morirán. —Volvió
la vista a Engel como si se estuviera aburriendo y estar allí fuera una tarea
tediosa. —Si me
entregan a Zaphirel no habrá necesidad del derramamiento de sangre.
—Me
parece que no hay trato. —dijo
Engel, ésta vez su voz sonó tensa. —Al
amo no le gustaría que ella callera
en tus manos, Vaethe.
—Te
equivocas. —rebatió la
chica—Dado que tú
desertaste, él me ha cedido el honor de servirle, como su mano derecha.
Valerie parecía orgullosa.
La espalda de Engel se contrajo aunque no podía verlo supe que
estaba riendo de esa forma socarrona y absurda que me hacía rabiar, pero era
fácil soportarlo cuando no se burlaba de mí, me di cuenta. No estaba segura de
que era lo que le causaba tanta gracia, si el hecho de que su hermana más
diabólica quería tomarme como botín o de un maquiavélico plan que estaba
repasando en su mente antes de ejecutarlo; ninguna de las dos ideas me agradó,
pero quizás elegía la primera.
—Y ¿Tú
le crees a Gabriel? —Preguntó
al fin con ironía— ¿Crees
que te recompensará o algo parecido, por servirle? Él se deshará de ustedes
cuando ya no le sean útiles.
La sonrisa de Valerie se fue desvaneciendo de golpe.
—
¡Cállate! El hecho de que te haya botado a ti por inútil no significa que hará
lo mismo con todos, entre tú y yo hay una gran diferencia, híbrido repugnante.
Engel volvió a reír, esta vez su risa salió sonora y una
carcajada mesurada se extendió por toda la cámara haciendo eco en los muros de
granito. Abrí la boca ligeramente asombrada, Valerie no sabía que Gabriel y
Engel eran iguales, que ambos mezclaban en sus venas y su alma una parte de
ángel y otra de demonio. Pero Engel tampoco se molestó en delatar a su viejo
compañero de travesuras, tal vez nos estaba engañando a todos y aún estaba de
su lado, sentí temor de que el verdadero enemigo no fuera Valerie, sino Engel.
—Vamos
Zaphirel—Valerie alzó
la voz, irritada e iracunda—
no creo que seas tan cobarde como para ocultarte detrás de una barrera humana.
Si vienes por las buenas mis sirvientes volverán por donde vinieron sin
molestar a tus… cosas.
Mis músculos se tensaron, mis piernas se sintieron tan frágiles y
fui incapaz de moverme como si de pronto pesaran toneladas. Mi corazón empezó a
martillear con más fuerza en mi pecho y antes de que decidiera hacer o decir
algo, no pensaba entregarme, pero… ¿estaba siendo egoísta por llevar a mis
amigos a la batalla con tal de vivir? No, respondí en mi fuero interno, si yo
me entregaba amablemente, Gabriel llegaría a ser indestructible y su enfermizo
plan terminaría de todas maneras con lo que amaba.
A veces, hay que
sacrificar cosas tan valiosas a cambio de un beneficio mayor. A cambio de lo
que está bien, contra lo que está mal. Las palabras de mi abuelo vibraron
mis pensamientos, como si su voz las recitase nuevamente con su gran sabiduría.
A la edad de siete años no las había comprendido de la misma forma en que lo
hacía ahora. Tal vez, él me había estado preparando siempre para este momento,
previendo que llegaría algún día cuando él no estuviera.
— ¡No, Anne! —Bramó Travis— ¡No lo hagas!
Sonreí de lado y le miré como si fuera un bicho raro.
—No pensaba
hacerlo. —Dije—No nos fugamos, cruzamos el
país, desafiamos a los ángeles, nos metimos en una mansión endiablada y
llegamos hasta aquí para entregarme y que Gabriel ganara. Oferta denegada.
Pelearemos.
Chris Me encanta porfa siguela pronto que esta super buena espero con muchas ansias el capi 22 no te voy a decir mucho pero me gusto que anne se vengara un poquito de engel me gusto mucho =) sin nada mas que decir chao te quiero y espero pronto el otro capi un beso :*