Quería comprender que estaba sucediendo, entender la escena que
se desarrollaba en mis narices, pero por más vueltas que le daba al asunto no
encontraba alguna explicación que resultara suficientemente creíble. Travis me
lo hubiera dicho, pensé frustrada sintiéndome fuera de lugar, como si yo fuera
la invitada o una intrusa. Se susurraron palabras en voz baja que decidí no escuchar
y concentrarme en el elfo de jardín quien era tan aterrador y feo como el reloj
de gatito de la cocina de mi casa. Sí, definitivamente eso servía para restarle
importancia; pero, cuando recordé porque estábamos ahí y que nuestro tiempo era
muy limitado me aclaré la garganta volviéndome hacia ellos que reían de algo
que yo desconocía, al menos habían dejado de abrazarse como una pareja de
personas que llevan una relación a distancia y se reencuentran después de un
largo tiempo. Ellos no podían tener una relación, no la tenían ¿verdad?
—De acuerdo…
chicos, creo que estoy perdida. —mascullé
tratando de que recordaran que yo estaba allí. —Ustedes…
—Yo no
esperaba que ella fuera ella—dijo
Travis inmediatamente con emoción, una cándida sonrisa brillaba en su rostro.
Ambos me miraron como si quisieran explicarle a una niña de
cinco años como se hacen los bebés pero no encuentran las palabras correctas
para decirlo sin atrofiar su inocencia. Fruncí el ceño.
—La que no entiende nada soy yo—dijo Sophie con seriedad
renovada aunque había un tono excitado en su voz cuando habló— ¿Qué hacen
aquí?, Anne no deberías estar en la puerta de mi casa, menos con Travis.
—No,
ninguno de los dos deberíamos, pero estamos. —refuté,
impasible.
Por supuesto que no, Sophie, si no fuera por tu pernicioso,
ególatra y malvado hermano no me hubiera atrevido a venir; dije en mi fuero
interno con gran malicia queriendo soltar las palabras al aire de forma
venenosa. Pero, suspiré desesperanzada, eso jamás iba a suceder, sobre todo
porque no quería arruinar tan cruelmente los sentimientos que Sophie tenía por
Engel, los cuales era desinteresados, demasiado hermosos para Engel, un ser
repugnante que no sentía nada por nadie…ni siquiera odio porque los demás le
interesaban demasiado poco como para que tuvieran semejante lujo de su parte.
Encogiéndome de hombros, hurgué en el bolsillo de mi chaqueta, saqué
un grueso sobre y lo extendí hacia ella, quien vaciló antes de tomarlo. Vi que
sus ojos reconocieron inmediatamente la caligrafía de Engel, se abrieron de par
en par y sus manos se aferraron firmemente al sobre, después levantó la mirada,
observándome con miedo.
—… ¿Le
pasó algo a mi hermano? —inquirió. El sobre tembló en sus manos.
“Ojalá estuviera muerto” pensé pero negué con la cabeza.
—Descuida,
él está… perfectamente.
Sophie suspiró de alivio.
—Si, tan perfecto que ha decidido casarse con el arcángel
Gabriel. —La voz de
Travis pasó de la afabilidad a la amargura rápidamente—Anne será la madrina; usará un vestido rosado y
yo he sido invitado para lanzar arroz vestido de querubín, quizá si se lo pides
tu podrías sostener la cola de Engel.
Sonreí conteniendo la risa. No era la clase de humor que caracterizaba
a mi amigo, no eran la clase de comentarios que él solía hacer, éste era mordaz
y en cada nota denotaba gran rencor hacia los protagonistas de su chiste, me
sentí agradecida por la forma en como se ponía de mi parte. Estaba claro que él
no podía pararse delante de Gabriel y de Engel porque sus posibilidades ante ellos
eran completamente nulas; pero, yo conocía a Travis tanto como conocía cada uno
de mis rasgos físicos, y él sentía profundo rencor hacia ambos por lo que me
habían hecho, de la misma manera que yo sentía rencor hacia Valerie por lo que
le había hecho a él. Pocos podrían entender la clase de unión que teníamos,
algunos la interpretaban erróneamente, para otros sólo era una larga y bonita
amistad, de esas que no se rompen nunca, pero, para nosotros era más que eso,
era como si uno estuviera conectado al otro, poder comunicarnos sin palabras,
poder sentir lo que el otro sentía, por ello su alejamiento me había dejado
débil y estúpida durante tantos meses como si me hubieran quitado parte de mi
alimentación y únicamente me hubieran dejado con lo indispensable para
sobrevivir y apenas mantenerme en pie. Era, según yo, la forma más cruel de
acabar con alguien lentamente.
—Creo
que deberían entrar y explicarme todo—titubeó
Sophie que se esforzaba por comprender pero sin los detalles primordiales no
podía hacerlo—mis
padres no están ahora, llegarán por la noche.
Entonces Engel me había enviado a la casa de su antigua familia.
Eleanor y Dariel, dos personas a las cuales no conocía pero que había visto en
las memorias de Engel y sabía quieres eran. La primera un ángel inocente que
había caído fácilmente en las garras de un demonio astuto y cuyo único pecado
había sido enamorarse y después proteger al engendro que llevaba dentro, como
hubiera hecho cualquier madre, sin importar el resultado; el segundo, un viejo
acompañante de Gabriel, que se había rebelado para proteger a Eleanor; ambos
desterrados y condenados a vivir en el mundo terrenal. Actualmente desconocía
su situación.
Sophie nos invitó a pasar a una salita sencilla y acogedora en
el interior de la casa, con sus paredes cubiertas de un papel tapiz rosa claro,
sillones mullidos alrededor de una mesita de centro, entre otros muebles, todo
tenía ese bonito estilo shabby chic,
demasiado femenino, ligeramente elegante sin llegar a ser ostentoso; allí el
aire resultaba fresco, contrastaba con la humedad del exterior; ninguna ventana
estaba abierta pero las cortinas eran de un encaje delgado por el cual se podía
ver a través y mirar el jardín o las casas vecinas. Nuestra confundida
anfitriona nos sugirió que nos pusiéramos cómodos mientras ella iba por té; Travis
y yo nos sentamos en la orilla de un sofá, como si temiéramos ensuciar algo, no
sólo el aire contrastaba, nosotros también lo hacíamos, porque allí todo estaba
limpio y nosotros teníamos la apariencia de lo que éramos: dos chicos que
habían huido a la carrera; ambos estábamos sudados y sucios, despeinados con
las ropas arrugadas… éramos normales, no perfectos como Sophie. Pero a ella ni siquiera
le importaba, parecía acostumbrada tratar con personas en esas o peores
condiciones, lo notaba en su mirada de anciana, capturada en su cuerpo de niña;
claro, Sophie era un ángel, ellos no poseían la vanidad ni los pensamientos
elitistas del puñado de humanos y demonios con los que acostumbrábamos tratar
pero los pocos ángeles que conocía o creía conocer, o había visto, eran
demasiado… hermosos, como se supone que deben ser los ángeles. Sólo había
conocido a un ángel desgarbado: Zanek; él era mi ángel guardián y lucía como un
vagabundo, aunque también había escuchado entre las leyendas y mitos humanos,
que los ángeles se presentaban algunas veces como seres desgraciados en busca
de ayuda, como si Dios quisiera probar nuestra bondad, podría ser una tontería,
ni siquiera sabía todavía si Dios existía, algo que sí sabía era que Zanek no
siempre había sido así, pero lo único que recordaba de él en mis memorias
pasadas, era su nombre, me preguntaba porque Travis si podía recordar a Sophie
La pelirroja volvió con una charola, un platillo de galletas
pequeñas y redondas, tres bonitas tazas de té floreadas y una tetera a juego,
dejó todo sobre la mesa de centro y se sentó en un sofá delante de nosotros,
mirándonos a la espera de la historia que teníamos que contar. Travis y yo
intercambiamos miradas, mientras al mismo tiempo, los tres tomábamos una taza
de té.
—Hemos
venido a pedir ayuda—dije
nerviosamente después de dar un sorbo pequeño a la bebida que me hizo sentir
mejor.
—Bueno,
sabes que con gusto te ayudaré —respondió
Sophie con una sonrisita pero se detuvo en el acto. —espera… ¿Qué clase de ayuda?
—No lo
se—no podía soltarle
secamente lo de Liam porque no estaba segura de que ella aprobara a los
Nephilim, cabía la posibilidad de que sólo me soportaba a mí porque habíamos
sido una especie de cuñadas—
¿Recuerdas que cuando nos conocimos me dijiste que desconocías los planes de
Gabriel? ¿Qué no sabías de los planes de tu hermano? ¿Qué ambos estaban
averiguando que se estaba cociendo detrás de todo ese asunto?
Sophie asintió con cautela y luego miró a Travis como si fuera
peligroso que él escuchara hablar de ángeles y demonios, claro, estaba
prohibido que los humanos estuvieran al tanto, para ellos nosotros (me incluía
en la lista) no éramos mas que energías ajenas su entendimiento pero aunque
creían que existíamos, al menos los ángeles y los demonios, muy dentro de sus
almas ellos no pensaban que fuéramos reales.
—Él también lo sabe todo, Valerie se encargó de ponerlo al
tanto, incluso antes de que yo misma lo supiera—le expliqué.
Una expresión de horror
se apoderó de la tranquilidad de Sophie pero Travis logró calmarla con una
sonrisa.
—Sobre
lo que te acabo de decir, ya lo averigüé. —pugné
con cierto orgullo que no era propio de mí.
Sus ojos reflejaron la sorpresa y la duda; entonces, no esperé a
contarle todo lo que Gabriel me había dicho, cada palabra desde el principio
hasta el fin, y me sentí ridícula como una escolar acusando al niño malo con la
profesora o con su mamá, pero ¿cómo se suponía que la gente iba a saber de él
si la única testigo no abría la boca? Era por el bien de toda la humanidad,
como había dicho Andrew, por el bien de las personas que yo amaba. Fue una
historia larga, pero ella se mostró inmutable durante todo mi relato, una
máscara de tranquilidad y madurez cubría su semblante; entre té y galletitas
parecía una charla común de la tarde entre mujeres amantes de los gatos y los
libros románticos victorianos.
— ¿Estás
completamente segura? —Me
cuestionó Sophie cuando finalmente terminé de hablar.
Como respuesta, me puse de pie de un salto y fruncí el ceño,
sintiendo que había viajado hasta allí por nada, para que me tacharan de
mentirosa, que había perdido mi tiempo y que pensar que nos ayudarían había
sido un gran error, que tendríamos que pensar en un plan B para sacar a Liam
vivo de la mansión Jackocbsob.
— ¡Te
estoy diciendo lo que el mismo Gabriel me dijo! —Espeté
con furia. — ¡Lo que me
hicieron y lo que vi con mis propios ojos! No tengo razones para inventármelo
todo, ni siquiera mi imaginación llega a tanto… pero claro, cualquier cosa mala
que involucre a tu hermanito querido no puede ser cierta, porque según tu, él
es bueno.
Una afirmación que Sophie me había hecho en el pasado y que me
había persuadido para confiar en él una vez más, porque si ella decía que él
tenía algo bueno en su interior tenía que ser cierto, pero estaba claro que ni
siquiera ella lo conocía, y su lazo fraternal hacía irracionales los
sentimientos de Sophie por su hermano.
—Sophie—intervino Travis con calma
como si yo no estuviera gritando y a punto de volcar la mesa para abalanzarme
sobre el ángel—es
verdad todo lo que Anne te ha dicho, yo también lo vi, estuve en esa fiesta; he
estado todos estos meses al tanto de los planes de los Jackocbsob, Valerie me los
contaba uno a uno como si narrara los chismes escolares. Y no dije nada porque…
porque soy un cobarde.
Agachó la mirada clavándola en sus manos que retorcía con coraje
pero en silencio.
—Ella
amenazó a Travis con hacerle daño a su familia. —dije
secamente hacia Sophie—Incluso
se que lo hubiera matado si abría la boca, como hizo con Justin. Y tu hermanito
querido lo sabía todo, permitió que Valerie lo torturara, lo alejó de mí para
estar vulnerable a él y a sus manipulaciones ¿Por qué? Porque si no tenía a
Travis mi necesidad de cariño era inminente y él podía venir a aprovechar eso,
enamorándome.
Resistí otro impulso de patear la mesa de centro sólo porque me
dije a mi misma que no era mi casa y no quería hacer que nos echaran a patadas.
—Él
también me engañó a mí—la
voz de Sophie se volvió sombría—me
hizo creer cosas, no fuiste la única manipulada, Anne.
Desvié la mirada, un poco avergonzada por despotricar mi furia
contra Sophie. Ella se puso de pie y se sentó a lado de un silencioso Travis y
tomó las manos de él entre las suyas con un gesto protector.
—Siento
no haber estado allí—musitó
con tristeza. —Lamento
haber roto mi promesa, yo debí haber impedido que ella se acercara a ti.
Travis alzó la mirada y esbozó una sonrisa exclusiva para la
pelirroja, yo aparté mi mirada de ellos sintiéndome como una intrusa entre esos
dos… otra vez.
—No te
preocupes, princesa del bosque—escuché
que susurraba Travis—pasó
lo que tenía que pasar, si no hubiera sucedido de esa manera nunca te hubiera
encontrado y con el tiempo habría pensado que eras parte de mi imaginación.
Me giré bruscamente hacia ellos, pero no pude escupir mis
pensamientos, pues el verlos juntos de esa manera me conmovió aunque yo
realmente seguía sin entenderlo muy bien, así que hablé con cautela sólo para
despejar mis dudas y no dar mi veredicto final, sabía que Sophie conocía las
reglas, pero Travis no y definitivamente desconocía las consecuencias de
romperlas.
—
¿Podrían decirme ya de una vez cómo se conocieron? —Ambos se giraron para verme, se habían olvidado
otra vez de qué estaba allí, eso me molestó un poco—está claro que no es la primera vez que se ven.
Travis rió como si recordara algo gracioso.
—Yo
tenía cinco años—dijo y
sacó de su escondite el colgante de la flama invertida—ella es la que me dio esto. Fue en un verano de
vacaciones con mis padres en las montañas, me perdí y Sophie me encontró, me
ayudó a salir de allí sano y salvo, entonces le pedí que no se fuera y ella
dijo que nunca se iba a ir, que siempre estaría a mi lado aunque yo no me diera
cuenta de eso, que aparecería si yo de verdad necesitaba ayuda; se quitó esto
del cuello y me lo dio; luego…
—Travis
me hizo un anillo con un par de flores que recogió del suelo—terminó Sophie el relato,
también con una sonrisa nostálgica. —Era
sólo un niño y yo, su ángel guardián.
— ¿Lo
eres? —Travis pareció
sorprendido.
Sophie asintió
—Y no he
hecho bien mi trabajo, según parece. —Ella
pasó su mano entre los rizos enmarañados de Travis—siempre estaba contigo como te dije, antes y
después del incidente del bosque, presencié como crecías y te hacías mayor, sé
los secretos más profundos de tu mente y de tu corazón, pero cuando los
Jackocbsob llegaron a Dunkeld, Engel me obligó a alejarme de allí y de ti, dijo
que era porque no me quería cerca de su hermana, que lo hacía por protegerme de
su familia demoniaca, dijo cosas que me convencieron…y dijo que te cuidaría por
mí aunque ahora sé que todo fue mentira y que en realidad me quería lejos
porque también era parte de su tonta misión. —Alzó
la mirada hacia mí—Cuando
llegaste con Engel esa noche, debo admitir que me sentí feliz de conocerte y
hablar contigo, porque te había visto muchas veces, había estado cerca de ti ya
que tu estabas cerca de Travis y yo de él, nunca pensé que pudiéramos tener una
relación de amistad, siempre te admiré mucho, también pensé que de verdad Engel
estaba cambiando por ti.
Sophie se limpió una lágrima que había rodado por su mejilla
derecha, entonces, se puso de pie.
—Debo
salir ahora—dijo
decisivamente—tengo
deberes que hacer, volveré antes que mis padres, ellos deben escuchar su
historia para poner a todos los del consejo al tanto, estoy segura de que nadie
sabe que Gabriel murió —nos
explicó. —Supongo que
pasarán la noche aquí, pueden utilizar mi habitación, descuiden, yo no duermo
mucho, no lo necesito y sé que ustedes han tenido un largo viaje. Síganme.
Su determinación era firme, pero sus acciones evasivas, salió de
la salita y nosotros la seguimos de cerca; subimos por las escaleras del
vestíbulo hacia el segundo piso y abrió la primera puerta en el pasillo que
dejaba ver una linda habitación que era apenas un poco más grande que la mía,
aunque ésta lucía cien veces más ordenada, no era la habitación de una chica
adolescente, sino una simple pieza con ropa de cama limpia, algunos recuerdos
en los rincones, acumulados allí por los largo años de vida que en realidad
tenía, era como la habitación de una dulce abuelita, con el mismo estilo
decorativo que la sala, inmediatamente supe que ese lugar no tenía la utilidad
de dormitorio a pesar de la cama amplia bien arreglada, era más bien una
estancia donde los recuerdos eran primordiales.
—Siéntanse
cómodos, ésta es su casa—sonrió.
—El baño y la ducha
están en la puerta de la derecha, el armario la de la izquierda.
Travis y yo asentimos en silencio y nos despedimos de ella,
antes de que cerrara la puerta vi que en su mano aún estaba la carta de Engel.
Minutos después escuché que la puerta de abajo se cerraba y a través de la
ventana la vi cruzar el jardín hasta que se perdió de vista en el vecindario.
—Creo
que deberíamos ducharnos primero—dije
despegando la mirada de la ventana y observando a mi alrededor, todo se veía
tan limpio que nosotros sólo parecíamos dos ratones en una cocina.
Donde quiera que mirase había muebles blancos, la ropa de cama,
los cojines del diván en una pared y el tapiz de éste, junto con la silla
frente a una mesilla antigua que servía de escritorio, todo tenía un color
claro que podía ensuciarse con el más mínimo tacto y sabía que a Sophie no le
importaría, pero a nosotros si nos importaba, Travis lo recalcó cuando decidió
tomar asiento en el suelo después de quitarse sus zapatillas de deporte, que
eran las mismas que usaba para jugar futbol.
—Ve tu
primero—sugirió y
añadió cuando lo miré desaprobadoramente—quiero
tener el lujo de tardarme más; vamos, lo merezco, llevé al colegio a una
victoria, crucé el país y mi ángel guardián tiene como hermano a mi peor
enemigo.
Acepté finalmente si poner ninguna objeción y tomé una ducha
rápida pues sabía que si dejaba que los vapores cálidos me envolvieran de un
momento a otro terminaría derrumbada en el suelo, abrazando mis rodillas y
llorando patéticamente, sintiéndome segura y reconfortada en ese espacio donde
mis lágrimas se perderían con el agua e irían directo al drenaje, donde mis
sollozos se matizaban con el sonido que provocaba la caída del agua desde la
regadera y donde un par de ojos rojos significaban cualquier cosa, desde el
exceso de calor en el agua o un poco de champú en los ojos cayendo
accidentalmente. Travis definitivamente se tomó su tiempo y tardó casi una
hora, un tiempo increíblemente exagerado tratándose de un chico.
— ¿Unos
rizos muy rebeldes? —bromeé
cuando salió del cuarto de baño.
—
¿Tienes envidia de que mi cabello sea mas bonito que el tuyo?
—En
realidad… si.
Tuvimos unos momentos más de humor entre todos esos problemas, esos
momentos de calidad que Engel nos había arrebatado con su llegada; al final de
la tarde cuando el cielo a través de la ventana era de un color azul oscuro, yo
estaba sentada en el suelo y Travis recostado allí mismo con su cabeza sobre mi
regazo mientras yo peinaba su cabello el cual había amenazado con rostizarlo
con mis manos si seguía presumiéndomelo.
—Travis…
—no podía dejar más que
el pensamiento me perturbara—cuando
hablabas en el tren de tu chica especial ¿Te referías a Sophie?
Hubo un largo silencio hasta que él habló.
—Si,
pero yo no sabía que era ella, tampoco sabía que fuera mi ángel guardián o lo
que sea—le creía;
aunque parecía que lo estaba tomando muy bien, estaba conmocionado, era
demasiado para él pero no lo demostraba; me di cuenta que Travis era mas fuerte
de lo que nos hacía creer a todos, era capaz de soportar más que nadie que yo
conociera—Tampoco
esperaba que apareciera algún día, quiero decir, no esperaba que fuera real,
siempre la vi como lo que es un ángel y que ellos no existían más que en
nuestra cabeza, cuando Valerie me dijo que si existían pensé que quizás si me ponía
delante de un auto ella iba a aparecer para salvarme como ese día en el bosque
pero fue un breve momento de divagación. Además yo tenía cinco años, ella lucía
igual que como luce ahora, excepto por sus ojos, antes eran de un verde muy
intenso, deslumbrantes.
Recordé a la Sophie de mi pesadilla y la de la fotografía,
entonces vi la clara interpretación de ese sueño, tal vez había sido como
muchos de los que había tenido, pero no había sabido interpretarlo. Sophie,
Valerie y Travis; él en peligro inminente porque Valerie lo tenía en la mira,
Sophie queriendo protegerlo porque era su ángel guardián pero no podía hacerlo,
aunque también estaba ese pasillo, el mismo que llevaba a la cámara de armas;
decidí evadir esos recuerdos porque me aterraban, seguían pareciendo reales
aunque hubieran ocurrido hacía mucho tiempo y no quería perder a Travis cuando
acababa de recuperarlo tal cual era él.
—Por lo
que más quieras, Travis, no te enamores de Sophie—solté
de una.
—No
estoy enamorado de ella—dijo
seguro de sí, pero sus dedos juguetearon nuevamente con el colgante de la llama
invertida— ¿Qué te hace
creer eso?
—La
forma en como la miras, como se hablan, como ella te mira y te protege. Sé que
suena muy extraño porque apenas han estado un par de horas, pero te juro que temo
que te enamores de Sophie.
— ¿Por
qué?
—Porque
es un ángel y tú un humano; y esa es una poderosa razón. —suspiré contrariada—Está prohibido que los
ángeles y los humanos tengan relaciones de ese tipo, Trav… a ella podrían
castigarla, lo hicieron con mi padre y sé que no es algo que quieras para
Sophie, además… de eso no podría resultar nada bueno, mírame a mí, soy lo que
procrearon una humana y un ángel y por eso estamos metidos en semejante lío.
—Lo tuyo
es distinto—objetó—es por lo de la parte bruja,
ya sabes y no eras una fea procreación, no es tu culpa.
—Lo se.
Pero tampoco soy buena y no está bien que haya Nephilims; antes hubo muchos y
casi destruyen el mundo.
—Es sólo
una vieja historia, pero de todas maneras, creo que estás exagerando, es como
si me estuvieras casando con Sophie sólo por lo que viste allá abajo, me estás
creando descendencia y ni siquiera la has tomado en cuenta a ella, sé que es de
las que respetan las reglas. Sinceramente… yo tampoco quiero eso para mí.
El hablaba de una forma que me convencía fácilmente, que libró
todas mis preocupaciones por un momento, pero veía en esos ojos castaños y
juguetones de Travis un sueño imposible, una esperanza que había traído un
encuentro fortuito con su ángel guardián, con mi amiga y con la hermana de
Engel. Tampoco podía culparlo, era imposible no enamorarse de Sophie porque
ella había robado incluso mi corazón, con esos ojos, esa dulzura y su cariño
incondicional.
Eran las diez de la noche cuando bajamos nuevamente a la planta
baja de la casa, entramos en la cocina detrás de Sophie y fuimos recibidos por
el delicioso aroma de una cena recién hecha y una pareja joven: Eleanor y
Dariel. Ambos lucían tal cual los recordaba de las memorias de Engel extraídas
de un remoto pasado, ninguno había cambiado en absouluto.
Ambos nos recibieron con amabilidad, eran personas muy
hospitalarias, Eleanor era la mujer dulce que imaginé, tratándonos a Travis y a
mí como si fuéramos otro par de hijos, casi me hizo extrañar tener una madre de
verdad. Dariel también era amable aunque en algunos momentos captaba su mirada
deseosa de interrogarme, había incluso desconfianza de su parte como si temiera
que yo en cualquier momento me transformara e intentara atacarlos a todos, no
lo culpé, su experiencia con Engel, había sido compañero de Gabriel por un
tiempo, él estaba en todo su derecho de mirarme como quisiera porque yo había
llegado sin avisar con una historia rebuscada, había irrumpido en su casa
quizás rompiendo la tranquilidad de su familia. Con Travis las cosas eran
distintas, ninguno se creía que un humano estuviera por allí consciente de lo
que todos nosotros éramos y que lo tomara tan bien como si estuviera
acostumbrado, ellos lo trataban quizás con más amabilidad que a mí (y eso era
mucho), sentían mucha curiosidad por Travis porque no sólo era el humano, sino
porque además era el protegido de su pequeña Sophie; ambos coincidieron en que
Travis era la perfecta asignación para Sophie porque ambos eran encantadores.
Nadie se atrevió a mencionar a Engel, pero ellos sabían que
todos estábamos conscientes de él y su infernal existencia, sin embargo, los
cinco sabíamos lo delicado que era ese tema como para sacarlo a colación
durante la cena, algo que me resultó un poco difícil cuando la conversación
curiosa de Eleanor nos llevó a hablar sobre el colegio, sobre Dunkeld, nuestras
familias (Travis y mía), nuestros amigos, nuestra vida cotidiana, ellos
parecían sinceramente interesados en nuestra vida, éramos una curiosidad, era
muy obvio que nunca tenían un contacto tan cercano con los humanos, pues, en
ese punto ya me consideraban una humana, incluso Dariel se había convencido de
que no era peligrosa, que como decía Liam, era un Nephilim defectuoso.
Después de la cena cada quien comió un trozo de tarta de manzana
y luego ayudé a Eleanor a lavar los platos y dejar la cocina tan impecable como
antes. Cuando volvimos al comedor, nos sentamos todos alrededor de la mesa, en
posición tensa e incómoda porque todos estábamos conscientes de que la cena
alegre y familiar había sido sólo una máscara para ocultar la cruda realidad,
una realidad a la que nadie, ni siquiera Travis, podíamos escapar, no había
forma de evadir lo que estaba ocurriendo, y, sólo por eso estábamos allí.
Sophie había ayudado un poco poniendo a sus padres al tanto de
la situación, pero nuevamente me vi narrando mi historia que para ese momento
me resultaba un poco aburrida, tratando de no omitir ningún detalle y de no
mirar a Dariel ante la mención de Gabriel, ni de mirar a Eleanor a la mención
de Engel. Aunque cuando finalicé tuve que levantar la mirada de la mesa y
enfrentarme a un consternado Dariel que apretaba sus puños, sufriendo un coraje
interno, ligeramente sus ojos resplandecían verdes; Eleanor lloraba en
silencio, consternada.
—…Lo
siento… —musité.
De verdad lo sentía y me sentía como un monstruo por haber ido
allí a perturbar la paz de esos tres ángeles sólo porque quería salvar a Liam y
no podía hacerlo sola, porque un desquiciado ser me tenía aterrorizada, porque
pensaba que si alguien más lo eliminaba por mí, mi vida iba a volver a ser como
antes y no lo que era ahora: un montón de sueños rotos.
—Descuida—habló Dariel después de un
tortuoso silencio—has
hecho lo correcto, si no nos contabas, él se habría salido con la suya, quien
sabe que clase de horrores se desatarían sobre el mundo terrenal; cualquier ser
que actúe de esa manera no planea nada bueno.
Eran casi exactamente las palabras que Travis, Andrew y Kat me
había dicho para convencerme de que el plan era bueno, la razón que me había
hecho cruzar el país.
— ¿Qué
sucederá ahora? —pregunté,
sintiendo una clase de miedo por la respuesta que seguía a mi pregunta.
—Eleanor
y yo hablaremos al consejo en pleno, no te aseguro que nos crean, ya que lo que
un Nephilim diga no es muy confiable, tampoco estamos seguros de la forma en la
que actuarán, pero es muy probable que envíen un grupo para hacerse cargo de…
él.
Me di cuenta que Dariel se negaba a llamarlo Gabriel, quizás
viera como un insulto que usara el nombre de uno de sus hermanos, porque así se
consideraban ellos.
—Es
probable que Ga… él —me
corregí inmediatamente—
me esté esperando, me dio una semana para aparecerme, de lo contrario dijo que
mataría a Liam. Estará en la mansión Jackocbsob—dije
con firmeza—es más
fácil atraparlo dentro de su propia trampa, puedo ayudar… me ofrezco como
carnada.
— ¡No! —Repuso Travis—ese no era el trato, Anne.
Sólo vas a conseguir que te mate.
Abrí la boca para protestar pero Eleanor se adelantó.
—Él
tiene razón—dijo, había
dejado de llorar—si lo
que él quiere es a ti para cumplir sus planes, lo mejor será mantenerte alejada
de allí, no nos vamos a arriesgar. Creo que lo mejor será que te quedes aquí
hasta que todo haya terminado.
—Pero no
puedo…
Claro que no podía, Liam me necesitaba. No me iba a quedar
sentada en su linda salita mientras ellos se iban a la batalla y seguramente matarían
a Liam por ser lo que era; para ellos él era un Nephilim, y por tanto debería
ser eliminado junto con Gabriel y Engel, aunque se suponía que estaban del lado
de los buenos, nosotros, los híbridos éramos una aberración de la naturaleza,
incluso nuestro rango estaba como el de criaturas peores que los demonios.
—Trataremos
de salvar a tu amigo. —dijo
Eleanor poniendo una mano sobre mi hombro. —Él
no ha hecho nada malo, así que resultaría sencillo interceder por él.
—Está
bien.
En realidad mis planes seguían siendo todo lo contrario a
quedarme sentada sin hacer nada, no podía confiar en nadie, no en los ángeles
aunque Dariel y Eleanor estaban siendo muy amables y comprensivos, sabía que no
todos eran iguales, conocía a esos dos por haber roto antaño las reglas, tenían
suerte de no haber terminado como mi padre.
—Puedo
hacer un plano de la mansión, si sirve de algo… —dijo
Travis de pronto—la
conozco bien, pasé mucho tiempo allí con Valerie, ella me daba un paseo por
allí cuando estaba aburrida.
—Eso sería
muy útil.
La siguiente hora pasamos mirando como Travis dibujaba un plano
rudimentario de la mansión y nos explicaba cada punto en su dibujo, que era
cada lugar y como entrar en él, resultaba que la bonita mansión donde Engel me
había tenido prisionera después de Navidad era únicamente la fachada de una
fortaleza que debajo albergaba a una gran cantidad de demonios: una de las
veintidós legiones que Balthazar, el padre de Engel, comandaba, Jackocbsob,
como se hacían llamar; era su hogar temporal, era como un punto de reunión y un
puente entre sus dos mundos, podían ir y venir cuando querían. La cámara de
armas, como yo la llamaba, era solamente una sala que estaba muy en la
superficie comparada con el resto. Me recordaba al nido de unas hormigas. El
resto de la casa era una cubierta para la gran mentira, era sólo una bonita
fachada para no levantar sospechas, y un lujo que los mas importantes de clan
Jackocbsob se daban, eso se reducía a Stephanoff, Ileana su más reciente
amante, Valerie y Engel; Liedfrahead era uno de sus muchos vasallos. El jardín
era también una fachada que podía convertir su belleza suntuosa en mortal; era
también una burla para lo que nosotros los humanos conocíamos como jardín del
Edén y resultaba que el único árbol cuyos frutos no eran venenosos, era aquel
del cual Engel me había dado a comer, otra ironía más. A veces, por dicho
jardín merodeaban Eris y Corcopio (bestias infernales), las mascotas de Engel y
Valerie, custodiaban que no hubiera invitados indeseados, si los había se encargaban
de ellos, Travis estaba seguro de que había más pero sólo había visto a lo que
aparentaba ser una linda gatita blanca y un perezoso puma. En pocas palabras la
mansión Jackocbsob era una fortaleza impenetrable para aquellos que no habían
sido invitados.
Sentí el miedo correr por mis venas, y cuando Travis terminó su
dibujo y con él un relato de especificaciones, encontré su mirada y comprendió
inmediatamente lo que pasaba por mi cabeza. Yo había aceptado que él, Andrew y
Kat vinieran conmigo, segura de que sería sencillo, de que yo había estado allí
durante mucho tiempo y conocía el lugar, que había logrado entrar y salir sana
y salva siempre, cuando en realidad los estaba llevando hacia una trampa mortal
de la cual las posibilidades apuntaban a que no saliéramos vivos.
Ni Dariel, ni Eleanor, ni Sophie, se dieron cuenta de mi lucha
interna o de el debate que teníamos Travis y yo sólo con nuestras miradas. Los
padres de Sophie tomaron el mapa de Travis y se despidieron de nosotros
desapareciendo de la cocina, prometiendo traer noticias antes de que se
ejecutara cualquier plan. Pasaron cinco minutos antes de que me convenciera de
que no regresarían, me puse de pie, furiosa.
— ¡Sin
mí jamás podrías entrar o salir de ahí! —se
excusó antes de que yo dijera cualquier cosa, él hablaba en serio porque no era
común que Travis se atreviera a elevar la voz. —Creí
que el plan era rescatar a Liam, no que los mataran a los dos.
—Ese es
el plan, pero no sacaré a uno a costa de la vida de los otros. —Espeté.
—Eso no
va a ocurrir, Annette—me
contradijo—sé bien lo
que estoy haciendo. Andrew y Katherine también sabían en que se estaban
metiendo, yo nunca les mentí acerca del riesgo, sé como ejecutar el plan.
— ¡Definitivamente
no!
— ¡O
todos o ninguno! ¿Recuerdas?
— ¡Eso se
acabó!
Travis me tomó del brazo antes de que pudiera salir huyendo
hacia cualquier lado, me miró con profundidad, su ceño estaba fruncido, no
estaba molesto, sólo estaba preocupado por mi, y él me iba a seguir hasta el
fin del mundo si era necesario. “¿Qué
harías si estuvieras en mi lugar?” su pensamiento llegó claro y fuerte en
mi cabeza; entonces, bajé la guardia y respondí la pregunta mental de Travis
para mí misma. Yo haría lo mismo, lo seguiría hasta el fin del mundo, me
pondría entre la espada y su cuerpo, nunca podría dejarlo atrás porque él y yo
éramos uno, lo habíamos sido siempre, cuando Justin lo estaba golpeando una vez
y me puse entre su enorme puño y Travis; cuando Travis había golpeado a Michael
en medio del pasillo principal por romperme el corazón y se había arriesgado a
que lo expulsaran; cuando paseábamos en una lancha por el río Tai y Travis se había caído accidentalmente al agua
y yo me había lanzado sin miramientos para sacarlo porque él no sabía nadar;
cuando se quedó sentado conmigo en el cementerio bajo la lluvia después de la
muerte de mi abuelo… todas esas cosas y muchas más.
—Pero
saquemos a Andrew y a Kat de esto —dije
finalmente.
—No los
subestimes, Anne—me
pidió—ellos son más de
lo que aparentan ser. Confía en mí. Su ayuda puede marcar la diferencia entre
que las cosas salgan bien o no.
—Ustedes
no van a hacer nada tonto o arriesgado—La
voz sombría de Sophie nos devolvió a la realidad de Southampton. —Se quedarán aquí; mi deber
es protegerte Travis y eso haré… también tengo que protegerte a ti Anne,
porque… hice una promesa al respecto.
—Si
hablas de Engel, creo que no es necesario que la cumplas, está claro que no le
importo como te hizo creer.
—No voy
a cuestionarlo, pero sigues siendo mi amiga y me importas como para dejar que
te metas en medio de esa guerra.
—Sophie…
Travis la miró y ella lo miró a él, ahí supe que nuestra
fabulosa unión había terminado, que él iba a ser lo que Sophie dijera, porque
ellos tenían una conexión más fuerte que la que teníamos nosotros dos. Los celos,
por primera vez fulguraron en mi interior como fuego ardiente.
—Lo
siento, como tu ángel guardián mi deber es hacer lo que sea necesario para
mantenerte a salvo y haré lo que no hice todo este tiempo. Así que hazlo por
las buenas y no me obligues a hacer algo que no quiera, vayan a la cama, mañana
quizás vuelvan mis padres con noticias.
—Está
bien, es lo mejor.
Travis me arrastró hacia las escaleras antes de que me pusiera a
gritar otra vez, me llevó a la habitación y cerró la puerta, luego me hizo una
señal: puso su dedo índice sobre sus labios para que no dijera nada, buscó
entre su mochila y sacó un trozo de papel y un lápiz, luego escribió.
“Sólo
lo hice para tranquilizarla”
Asentí decidiendo creerle pero de igual manera lo miré con
cautela antes de tomar la hoja de papel y empezar a escribir rápidamente.
—Creí
que de verdad estabas decidido a hacerlo. —dije
duramente mientras escribía, para no levantar sospechas.
—Ellos
saben lo que hacen, Annette—dijo
Travis.
“Nos quedaremos
hasta que ellos regresen, después buscaremos la forma de escapar”
Travis asintió.
—Creí
que tú también tenías claro lo que hacíamos.
—Creo
que deberíamos intentar dormir, por ahora… —suspiré—mañana ya veremos que
sucede.
Eché una maldición entre dientes pero ambos nos sonreímos y nos
preparamos para dormir, aunque era difícil hacerlo en esas circunstancias;
sentía como si el tiempo se estuviera agotando, como si estuviéramos luchando
contra un reloj de arena y la arena en la parte superior era un montoncito más
pequeño que la que había en la parte inferior, la cual cada vez se hacía más
grande. Me acurruqué junto a Travis que me rodeó con sus brazos mientras yo
cerraba mis ojos y mi dedo índice se enroscaba en uno de sus rizos, como cuando
éramos niños.
La sala de armas se hallaba en sombras, las débiles flamas
encendidas en el candelabro sobre mi cabeza apenas bañaban la estancia con una
luz mortecina que únicamente dejaba ver lo suficiente como para que una persona
no confundiera un objeto con otro; claramente notaba las oscuras sombras recortadas
que eran la multitud de armas en un extremo, los muebles barrocos de la pequeña
salita, el arco y las escaleras hacia la otra sección del lugar. Y, como parte
del recuerdo tuve la necesidad de ir hasta allí, subir los peldaños con pasos
mudos y observar ese lugar que, a diferencia, estaba iluminado por antorchas,
pude verlo como era, a diferencia de la última vez: era una enorme sala
cuadrada, más grande que el salón de baile de los Jackocbsob, tan grande como
una cancha de fútbol, rodeado por tierra, piedras y algo de maleza creciendo
desordenadamente, el suelo de mármol había sido olvidado hasta que un escalón
pequeño daba paso a un piso circular y luego una fuente de agua cristalina que
rodeaba una segunda sección circular flanqueada por altas columnas de piedra y
en medio una especie de tumba cuadrada con adornos tallados en cada una de sus
paredes. Caminé por el terreno de tierra rodeando el círculo, pero sin apartar
la mirada del centro, a pesar de lucir tenebroso, resultaba inquietantemente
hermoso y atractivo. Aunque sabía que las razones que me llevaban allí tenían
que ver con Liam, no encontraba en mí la urgencia por encontrarlo, había más
bien una necesidad se seguir observando el lugar, dirigirme al final del
camino, de extremo a extremo de la sala, aunque apenas mis ojos, entre la
distancia y la oscuridad, lograran divisar cualquier cosa.
Me tomó varios minutos llegar hasta una nueva sección de
peldaños que subí con cuidado, era alto y sólo vi lo que había en esa sección,
cuando ya había subido al menos cinco escalones. Estaba tan oscuro como la sala
de armas pero allí no había aparentemente nada, salvo por un par de sombras
recortadas entre la penumbra y la tenue iluminación de las velas. Me llevé
inmediatamente la mano a la boca para evitar proferir cualquier sonido que
alertara a los presentes, lo que vi era, en parte lo que esperaba. Una figura,
la que estaba de pie, pertenecía a Gabriel; la otra estaba atada a la pared por
unas cadenas, con los brazos extendidos al cielo, sus rodillas tocaban el suelo
pero y su cabeza estaba agachada como si apenas pudiera sostenerse por su
cuello, no recordaba que Liam fuera tan delgado.
Subí los últimos escalones casi corriendo, y aún así mis pies no
profirieron sonido alguno, nadie se volvió.
— ¡Liam!
—grité pero ninguno se
molestó en prestarme atención.
Lo comprendí entonces: era otro de esos sueños donde yo era una
mera espectadora y no un personaje. Me dediqué a presenciar la escena hasta que
el sueño se disipara por obra de la consciencia.
—Te lo volveré a preguntar por última vez, Jackocbsob—murmuró Gabriel apretando
los dientes— ¿Dónde
está mi chica?
Me estremecí ligeramente, apretando con fuerza los puños a ambos
costados y aunque lo estaba esperando y sabía que no era real, retrocedí un
paso debido a la conmoción que me había causado cuando levantó la cabeza
lentamente. Había cortes en su cara, parecían recientes pues de algunos manaba
la sangre fresca deslizándose por en su cara, algunas magulladuras pasaban del
rojo al morado oscuro en su piel pálida; bajo sus ojos estaban las claras
marcas del cansancio en forma de sombras oscuras, su aspecto era demacrado,
débil, ya no más el chico que siempre lucía bien, como artista metrosexual; ni
siquiera un atisbo de sonrisa cínica iluminaba su decadencia, más bien, era un
tanto inexpresivo, y sus ojos azul intenso despedían su luz de manera
nostálgica y derrotada.
—Ya te
dije que no lo se…
—Entonces tendré que sacarte la verdad por la fuerza—dijo Gabriel con ese tono de
amabilidad que siempre usaba—no
me mires así, tarde o temprano me dirás, sabemos que eres un cobarde que conoce
lo que le conviene y siempre elige ese lado, sólo hay que darte un pequeño
incentivo; no te mataré no te preocupes, me sirves más vivo que muerto.
Dos hojas plateadas mostraron el reflejo de la luz de una vela,
brillando en aquella penumbra, un par de dagas.
— ¿Ángel
o demonio? —preguntó
más para sí, que para su prisionero.
Soltó una corta carcajada y alzó la daga en su mano izquierda,
avanzó un par de pasos y se agachó deslizando la punta en la piel desnuda del
torso de Engel, que hizo una mueca de dolor a pesar de que no había hecho
ningún corte. Después, la presión del filo abrió un corte en su abdomen
arrancando un grito desgarrador de la garganta del híbrido esposado, quien,
entre el dolor y la agonía se retorció con fuerza provocando que las cadenas
que lo tenían atado resonaran contra las paredes; sus ojos empezaron a teñirse
de rojo y profirió un nuevo grito contra la voluntad de un orgullo herido, tiró
con más fuerza de las cadenas, gruñendo como un animal enjaulado.
Los gritos me despertaron como si hubieran sido reales. Miré
desorientada a mí alrededor, restregándome los ojos para acostumbrarme a la luz
matinal que se filtraba por las delgadas cortinas colgando en la ventana; giré
la cabeza hacia mi izquierda y encontré a Travis durmiendo tranquilamente;
sabía que no despertaría hasta que alguien mencionara la palabra desayuno o
hasta que de verdad fuera obligado a levantarse de la cama.
Suspiré revolviéndome los cabellos enmarañados, recordando la
pesadilla, al menos ésta carecía de lógica como los sueños comunes, agradecí en
mi fuero interno que no fuera Liam, pero de alguna manera los gritos de Engel
me seguían perturbando, aún despierta.
Me preparé para el largo día que nos esperaba, me puse ropa
cómoda y ligera como unos jeans azules, una blusa negra de mangas cortas y
encima una chaqueta de algodón, era suficiente pues el clima de Hampshire era
mucho más cálido que el de Dunkeld, aunque no pensara quedarme por mucho tiempo
la humedad ya me estaba sofocando como para soportarlo. Acomodé todo dentro de
mi mochila dejando a la mano un poco de dinero y el Azadeth Scriptus que hojeé
durante media hora en silencio, antes de rendirme a entender más de lo que ya
entendía ahora, aunque había encontrado un par de hechizos muy interesantes,
pero todo eso me resultaba como las matemáticas: después de aprendida una
cuanta teoría, inservible.
Lo guardé todo de nuevo y bajé a la planta baja negándome a
seguir encerrada allí cuando abajo probablemente me esperaban algunas noticias.
Mis esperanzas crecieron cuando olisqueé el aroma que inundaba toda la planta
baja, un aroma a desayuno recién hecho flotando por todo el vestíbulo y que
provenía de la cocina, aunque mi decepción fue evidente cuando sólo vi a Sophie
encargándose ella sola del desayuno. Una gran cantidad de comida de diferentes
variedades ya estaba sobre la mesa, había huevos con bacón, tostadas con
mantequilla y mermelada, panecillos dulces, galletas, café, leche, chocolate y
zumo de naranja, waffles y fruta fresca; un desayuno suficiente para alimentar
a al menos diez personas, entonces se me ocurrió la idea de que más ángeles
vendrían y nos ayudarían, pero entonces recordé que esa era la táctica que usaba
Sophie para tratar de poner a alguien de buen humor, lo había usado conmigo la
primera mañana que pasé en el departamento de Engel y lo estaba usando
nuevamente, aunque toda esa comida al único que podría poner de buen humor era
a Travis.
—Buenos
días, Anne, espero que hayas dormido bien. —dijo
concentrada en unos panqueques.
—Hola… —saldé con voz neutral—sí, he dormido bien,
gracias.
No valía la pena mencionar ese sueño donde Engel aparecía
torturado por Gabriel.
—Puedes
servirte lo que quieras ¿Dónde está Travis?
—Aún
dormía cuando bajé
—Espero
que no tarde demasiado o el desayuno se enfriará.
Me encogí de hombros y me senté sirviéndome un vaso de jugo de
naranja, huevos con bacón y una tostada porque no quería herir los sentimientos
de Sophie, pero cuando probé el primer bocado me di cuenta de que estaba
hambrienta; cuando bajó Travis yo ya estaba en mi segundo plato esta vez
panqueques con miel. Como era de esperar, él saltó emocionado, abrazó a Sophie
dándole las gracias y se puso a comer todo lo que encontraba, por un momento me
recordó a Engel, aunque él no se hubiera detenido en el tercer plato como lo
había hecho Travis y se hubiera asegurado de que nada de la comida se
desperdiciase. Pero Sophie me aseguró que no sería así, empaquetó todas las sobras
y las metió dentro de un bolso, se marchó mientras Travis y yo nos manteníamos
ocupados lavando los platos; una hora después ella volvió con una sonrisa de
satisfacción en su rostro y sin nada de comida en las manos. No era muy difícil
adivinar lo que había hecho.
Las horas pasaban más rápido de lo que yo quería que lo hicieran
porque el tiempo se agotaba y no había noticias; pronto nos vimos nuevamente
sentados en la mesa para la hora del almuerzo y no había ninguna noticia de
parte de Dariel o Eleanor. Sophie nos aseguró que esas cosas llevaban tiempo,
pero tiempo era lo que menos teníamos. Después del almuerzo fuimos a dar un
paseo a la playa, en otras circunstancias la habría apreciado de verdad, me
habría emocionado de lo brillante, azul y armonioso que era el mar, pues esa era
la primera vez que lo veía, sin embargo mi mente estaba muy lejos de la playa,
en un pueblito de Escocia llamado Dunkeld, varios kilómetros al norte entre una
maraña de árboles, en los confines de una mansión imponente, en la cámara de
armas de los Jackocbsob, quizás una de muchas. Traté de distraerme mirando
sentada desde el tronco de un árbol como Travis corría por la orilla del mar
con Sophie en su espalda.
Decidí volver a la casa con la excusa de que no quería estar fuera
cuando Eleanor y Dariel llegaran, pero la realidad era que no soportaba verlos
juntos, por razones ajenas a mi entendimiento, definitivamente no eran celos,
me dije, probablemente se trataba de mi miedo a que Travis terminara
perdidamente enamorado de ella. Pero, sentarme en la salita a mirar el reloj no
ayudó mucho tampoco, así que me dediqué a mirar cada uno de los objetos que
adornaban la casa, preguntándome acerca de ellos e imaginándome su historia,
hasta que mi juego mental se volvió contra mi cuando mis ojos encontraron un
retrato con tres personajes: una niña pelirroja de mejillas regordetas y
rosadas, ojos castaños; un niño hermoso de cabellos negros y ojos grises y una
mujer pelirroja abrazándolos a ambos, los tres sonreían a la cámara. Cuan inofensivo
lucía. Otra vez la pregunta vibró en mi cabeza ¿Cuándo se había convertido en
el monstruo que ahora era? Porque estaba segura de que no siempre había sido lo
que era hoy y yo lo odié más por permitir que le hicieran eso.
—Yo
también me formulo esa pregunta—La
voz triste de Eleanor detrás de mí me sobresaltó.
No la había escuchado llegar, no había sentido su presencia, en
realidad no podía sentir la presencia de nadie dentro de la casa, ahora que
caía en la cuenta, ni siquiera la de Travis.
—Lo siento.
—Dije con un hilo de
voz, y cuando reuní el valor suficiente la miré a los ojos— ¿Qué sucedió?
—Ellos
han tomado tu historia como cierta, aunque se mostraron reticentes a confiar en
un Nephilim; sin embargo, a las mil novecientas horas se ejecutará la misión
para capturar a “Gabriel”—fue
Dariel quien habló entrando a la sala. —Por
ahora podemos proporcionarte nuestra protección pero después...
—Entiendo…
—tragué saliva—ellos creen que soy una
amenaza ¿no?
Eleanor asintió con cautela.
—Se
emitirá un juicio donde se decidirá tu destino.
—Pero no
he hecho daño a nadie—protesté
ante la idea de estar siendo tratada como una delincuente.
—Y lo
sabemos—dijo Eleanor
poniendo una mano sobre mi hombro—por
eso no tienes nada que temer.
— ¿Qué
hay de Liam?
—Será puesto
bajo custodia hasta su propio juicio, aún se desconoce el ángel que lo engendró—explicó Dariel.
Engendrar… hablaba de nosotros como si fuéramos animales o
bestias infernales.
— ¡No
pueden! Ninguno de nosotros hizo nada malo.
—Se ha
hablado; sólo hemos venido a ponerte al tanto. —Terminó
Dariel y dicho eso se dio la vuelta para salir.
—Todo
estará bien—me prometió
Eleanor tratando de tranquilizarme—como
tu has dicho, ustedes no han hecho nada malo.
— ¿Qué
pasará con Engel? —me
atreví a preguntar.
—Él ya
ha hecho suficiente daño… no podrá hacer más.
Los rastros de unas lágrimas se asomaron en los ojos azules de
la mujer, pero se dio la vuelta antes de que éstas cayeran por sus mejillas,
entonces se fue en la misma dirección que se había ido Dariel, escuché la
puerta cerrarse y fue entonces cuando mis rodillas cedieron y mis lágrimas
empezaron a caer, sin embargo, mi momento de debilidad no duró mucho, me puse
firmemente de pie, limpiándome la humedad de mi cara con las manos y corrí
escaleras arriba tomando mi mochila y poniéndomela al hombro, si pensaban que
iba a quedarme ahí a esperar que me capturaran, estaban muy equivocados, los
ángeles no tenían derecho a decidir entre lo que era bueno o malo según su
criterio, yo iba a sacar a Liam y nos iríamos a donde fuese, lejos de su
alcance, él me enseñaría su táctica para mantenerse oculto y a salvo, nos
convertiríamos en un par de vagos, unos fugitivos de la ley angélica o lo que
sea. Me sentía traicionada por los ángeles, no se podía confiar en ellos.
Lamenté no poder despedirme de Travis, pero él lo entendería, él
estaba bien ahora, con Sophie siempre estaría bien.
Entonces cuando puse la mano sobre el pomo de la puerta escuché
pisadas fuertes venir desde fuera, y la fuerza con la que se abrió la puerta me
impulsó hacia dentro obligándome a soltarla y apartarme; eran Travis y Sophie,
el primero con la cara ligeramente enrojecida y con la frente perlada de sudor.
Ambos me miraron atónitos y cerraron la puerta poniéndose entre yo y la
libertad.
—Papá me
ha dicho lo que sucedió—dijo Sophie.
—Un
montón de traicioneros. —espeté
enojada aferrando mi mano al tirante de mi mochila, mirándolos absorta en cada
uno de sus movimientos.
—Se
supone que debo impedir que te vayas.
—No voy a quedarme aquí a esperar a que me encarcelen, me
enjuicien y me maten.
— ¡No lo harán! —repuso Travis.
— ¡Es justo lo que quieren hacer! —Grité alejándome cuando
Travis se acercó un paso hacia mí. —Buscarán cualquier excusa para aniquilarme,
quizás ya tengan suficientes con haberme enamorado de Engel, cada beso que le
di, haberme acostado con él… ¡todo eso!
—No… —Sophie ya no parecía tan
convencida—Amar no es
pecado, Anne…
—Pues
ese ha sido el principal de mis problemas. Déjame ir, Sophie; tú sabes que
estoy condenada.
—Yo iré
contigo—terció Travis y
subió las escaleras aprisa antes de que Sophie protestara.
—Dariel
sólo quería que me retuvieras para después entregarme él mismo.
Sophie abrió su boca, sorprendida.
—No, él
no haría algo así.
— ¿Sabes
porque se fue Engel esa noche? —Siseé
la pregunta maliciosamente—
¿Sabes que fue lo que hizo que se marchara?
—El se
asustó porque había sacado su parte demonio y temía que volviera a pasar y
lastimarme de verdad.
Las palabras salieron atropelladas, como si entre más rápido
hablara, la solución llegara más sencilla y rápida.
—No, no
fue exactamente así… sal de tu nube fantasiosa ni siquiera ustedes los ángeles
son buenos, nadie lo es.
—Entonces
¿Qué sucedió según tú?
—Mira en
mi mente, ahí encontrarás la respuesta y sabrás que no lo estoy inventando.
Cerré los ojos y me concentré en aquella mañana en la cueva, en
la historia que Engel me había contado, me concentré más hasta que recordé las
palabras correctas que pertenecían a esa parte de la historia, me concentré en
las imágenes de ambos niños jugando al borde del acantilado y de Engel
perdiendo el control, ella sabría que no lo inventaba porque era imposible que
yo hubiera estado allí, había ocurrido hacía más de cien años, pero estaban ahí
tan reales; luego, la voz de Engel contaba esa parte, esa noche donde él había
huido aterrado, y me di cuenta entonces que ese había sido el momento en que se
había convertido en lo que era, porque el pequeño Engel de seis años no
comprendía quien era o quien estaba de su lado, no podía confiar en nadie, se
odiaba a sí mismo, se temía a si mismo… me sentía casi exactamente igual, tenía
miedo y no sabía en quien podía confiar, me odiaba por ser un monstruo y un
peligro para los que amaba, por no poder tener la vida que quería; sólo así comprendí
al fin lo que significaba ser un Nephilim, mitad humana, mitad ángel.
Abrí los ojos y vi el
rostro de Sophie brillante por las lágrimas que caían de sus ojos abiertos de
par en par, inexpresivos, también víctima de una mentira, por supuesto; ella no
tenía la culpa. Travis estaba detrás de mí, listo para marcharnos pero una
parte de él estaba con Sophie y no quería marcharse dejándola.
—Iré con
ustedes. —musitó atona.
— ¿Por
qué? —pregunté con
incredulidad y desconfianza.
Sophie no contestó. Se movió rápidamente pero de una forma que
le hacía parecer un robot automático que actuaba por cuestiones ajenas a su
razón. Intercambié una mirada con Travis que estaba parado al pie de las
escaleras, pero él se limitó a encogerse de hombros. Vi como Sophie entraba en
la sala y ambos le seguimos detrás, por un momento me había olvidado de
escapar, de Liam y de lo que teníamos que hacer, porque en realidad estaba
preocupada por Sophie, más aún cuando la vi empujar la mesa de centro
interpuesta en medio del grupo de sofás que amueblaban la habitación, sin
embargo, lo que interpreté como un arranque de ira no lo era, y lo comprendí
casi al instante cuando Sophie arrancó la alfombra del suelo descubriendo una
trampilla, la abrió mostrando unas escaleras de madera que descendían hacia abajo,
había un sótano bajo la inofensiva salita rosada. Ella se precipitó a bajar los
peldaños y la seguimos de cerca.
El lugar olía como una casa que ha permanecido cerrada por mucho
tiempo sin ser habitada, la gran capa de polvo que descansaba sobre algunas
cajas y soportes de madera decían que nadie había estado allí en mucho tiempo,
no era muy grande, sólo un pequeño sótano de pequeñas proporciones para
amontonar viejas pertenecías inservibles y pasadas de moda; no obstante, cuando
Sophie se dirigió hacia una puerta de madera de un armario en uno de los
extremos de la pared y la abrió, descubrió otra habitación que era mucho más
grande, limpia y espaciosa, nos acercamos, era como un bunker diseñado
especialmente para una catástrofe nuclear, paredes de acero aunque en lugar de
estar llena de estantes con utensilios de supervivencia básica (como había
visto en las películas de apocalipsis zombies) estaba lleno de armas de todo
tipo. Tomé nota mental de que quizás era usual entre los ángeles y los demonios
tener su propia colección de armas, no era para menos, vivir allí sabiendo que
en cualquier momento te pueden traicionar o alguien del bando opuesto decide
tomar alguna venganza personal, tal vez simplemente por diversión, ellos tenían
una enemistad eterna que no era como la clásica pelea que tendrías con un
vecino desagradable que deja que su feo perro arruine tu jardín, esto era una
guerra de verdad.
Sophie se movió con rapidez urgente entre las armas y sacó
algunas de su lugar de descanso.
—Especiales
para terminar con demonios. —Explicó
sin despegar la mirada, ajustando cosas aquí y allá, como una experta. — ¿Alguien sabe manejar un
arco?
—Andrew—dijo Travis que mostraba sus
dientes a través de una sonrisa excitada—A
mí me gusta ésta.
Travis tomó una ballesta que sostuvo como si quisiera comprobar
que se amoldaba bien a sus manos, apuntando a un enemigo imaginario, después
volviéndola a mirar con nueva ilusión.
—Toda
tuya.
—Sólo he
usado una espada… —dije
algo avergonzada y un poco celosa de que Andrew que era un simple humano
supiera manejar un arco y yo no tenía ni siquiera la habilidad de usar bien un
cuchillo de cocina. —Eso
de las armas no es lo mío.
—Tendrás
que aprender, bienvenida al mundo real.
Sophie desprendió una larga espada con empuñadura oscura y la
lanzó en el aire en mi dirección; sorprendentemente como si mi cuerpo actuara
por sí solo, me moví con agilidad y la atrapé en el aire, resultando tan ligera
como el cuchillo de cocina y no como la espada de Liam.
—Creo
que a Kat le gustará esto… —susurró
Sophie tomando las partes de una lanza extraña cuya punta era afilada y varios
centímetros más abajo, la hoja de una especie de hacha se había forjado.
Debajo de una de las vitrinas, Sophie extrajo una mochila negra
y dentro guardó dagas y unas cosas de cristal que parecían tubos de ensaye
sellados por ambos lados con tapones de plata, le pasó a Travis un par de arcos
y a mí un par de carcajs llenos de flechas.
Completamente armados nos apresuramos a volver a la sala y
Sophie se aseguró de dejarlo todo como estaba antes de que irrumpiéramos en el
curioso sótano. En ese momento, suministrados con armas, el panorama se veía
mucho más alentador y mis preocupaciones se redujeron un diez por ciento,
convenciéndome de qué de verdad teníamos posibilidades, pero al mismo tiempo se
me ocurrió pensar que tal vez en algún momento no necesitara armas contra
demonios, sino armas contra ángeles, aunque en realidad ambos lados me querían
muerta, aunque el grupo que pertenecía a los demonios al menos lo hacían con
alguna utilidad, mientras que los otros lo hacían sólo por orgullo, tal vez por
soberbia y miedo.
Sophie colocó sus manos sobre mis hombros y me miró fijamente.
—Tranquilízate.
—me dijo con seriedad. —Respira hondo, cierra los
ojos y no pienses en venganza.
— ¿Qué…?
—Hazlo,
es la forma en como nos ocultamos, canalizamos nuestras emociones y nuestra
fuerza para adoptar la apariencia humana que conoces. ”.
—Sophie
no entiendo de que me estas… —Empecé
pero ella me dirigió súbitamente a un espejo en el vestíbulo.
Di un paso atrás al ver lo que había ahí, reflejándose, y tuve
que parpadear un par de veces para asegurarme de que no era una ilusión. Mis
ojos brillaban como había visto los ojos de Sophie brillar, o los de Engel… en
realidad eran como los de Engel cuando no estaba siendo un demonio con fuego
ardiendo en lo que eran sus ojos; mis ojos eran de un azul tan brillante que me
recordó a mi colgante en forma de estrella.
— ¿Desde
cuando…?
—Después de que me mostraste las memorias de Engel—respondió Sophie
contrariada. —Haz lo que te digo.
Me tomó unos instantes tranquilizarme por completo, y hacer lo
que ella me había sugerido aunque resultó difícil sintiendo la ira corriendo
por mis venas y el odio hacia los ángeles consumiéndome por dentro, pero finalmente
lo logré, aunque esa sensación no me agradó en absoluto, era como despertar de
un sueño a una realidad para nada agradable, mi cuerpo se sentía como el
malestar que surge a partir de los síntomas de una tediosa gripe, ya no era
ligero, volátil y mi seguridad empezaba a decrecer considerablemente, me sentía
de nuevo como una insulsa humana mortal.
—Estación
de Perthshire—le dijo
Travis a Sophie. —Haremos
el resto de camino en auto.
Miré el reloj y faltaban quince minutos para las seis de la
tarde; así que, hicimos lo que teníamos que hacer, en un círculo nos tomamos de
las manos, asentí en dirección a Travis
y lo vi cerrar los ojos justo antes de que yo lo hiciera, un segundo antes de
que el suelo despareciera bajo nuestros pies y la sensación de vértigo
repentino hiciera mi cabeza girar, hasta que nuevamente mis pies tocaron el
suelo con fuerza, me tambaleé tratando de recuperar el equilibrio y no caer al
suelo como Travis que estaba tumbado sobre la hierba con expresión crispada y
el rostro pálido.
Sophie acudió a él para ayudarlo a levantarse y yo miré
alrededor. Estábamos en un espacio cubierto perfectamente por un montón de
árboles de forma que resultaba imposible que alguien nos viera salir de la
nada; delante de nosotros a varios metros se veía el techo rojo granate de la
estación de Perth. Respiré profundamente y el aroma del bosque húmedo me llenó
los pulmones, olía a casa, la humedad de Hampshire había desaparecido y su
cielo teñido de vivos colores que iban desde el dorado hasta rosa profundo,
había sido sustituido por una masa de nubes grises.
Nos aventuramos a salir de la seguridad de los árboles y
entonces caminamos con discreción hacia el auto amarillo que esperaba en el
mismo lugar donde lo habíamos dejado el día anterior; Travis se apresuró a
abrir la cajuela del auto y metimos rápidamente el montón de armas antes de que
el encargado de seguridad se aproximara a buscar la segunda parte de su
recompensa por haber cuidado bien del auto, aunque dudaba que hubiera hecho
mucho, en todo caso el auto estaba en una sola
pieza y sin ninguna marca de vandalismo.
Sophie se acomodó nerviosa en el asiendo trasero mientras Travis
y yo ocupábamos los lugares de costumbre. En el camino hacia Dunkeld, mi amigo hizo
una llamada a Andrew; en casa todo marchaba bien y tanto él como Kat, estaba
listos para la siguiente parte del plan, lo que me hizo sentir el estómago
revuelto sólo de pensarlo.
En el puente que unía ambos pueblos Kat y Drew esperaban
ansiosos; Travis aparcó el auto fuera de la carretera tratando de esconderlo en
un lugar entre la maleza que crecía a orillas de río Tai y unos cuantos
árboles, pero resultaba un poco inútil, ya que en todo el panorama, el auto
destacaba fervientemente como una luz intermitente en la oscuridad, me quejé
por primera vez del llamativo Focus porque cuando haces una misión secreta un
auto amarillo es lo último que necesitas para pasar desapercibido. Decidimos
confiar en nuestra suerte, era domingo y los domingos solían ser tranquilos,
poca gente andaba en las calles refugiándose en una rutina tradicional donde la
tarde dominical era para estar en casa o tal vez en la iglesia.
De igual manera que en la estación de Perth, usamos el bosque y
su ventaja frondosa para escondernos, nos adentramos un poco hasta encontrar un
claro donde esparcimos las armas y cada quien optando por la suya. Andrew
estaba encantado con el arco, su expresión reflejó gran seguridad al ponerlo en
sus manos, tensó la cuerda y disparó a un árbol que estaba a unos cinco metros
de distancia, sacó la flecha que acaba de lanzar y se volvió a colocar en
posición, lanzando nuevamente para ensartar en el mismo punto. Esbozó una
sonrisa petulante.
—Estoy
listo. —dijo cuando
regresó con la flecha nuevamente en sus manos.
— ¿Dónde
aprendiste eso? —quise
saber.
—Ir al
campo todas las vacaciones, puede tener ciertas ventajas—se limitó a decir encogiéndose de hombros.
Katherine pareció convencida de su arma que Andrew denominó alabarda,
y , después de un rato de tantearla con sus manos, la movía con cierta maestría
envidiable y pensé que quizás el gusto de Kat por la gimnasia contribuyera a
eso, era probable que relacionara la lanza con alguno de esos instrumentos que
ella sabía manejar. Solté un suspiro aliviado. Después, de la mochila Sophie
sacó las dagas y nos dio una a cada uno, posteriormente sacó los que yo había
tomado como tubos de ensaye que eran en realidad una especie de granadas que
dentro contenían agua bendita, casi me eché a reír pero simplemente no lo hice,
de éstas nos dio tres a cada quien.
—Estas
armas—dijo con
tranquilidad—están
hechas especialmente para aniquilar demonios, así como las suyas para hacerlo
con ángeles, pero esto no quiere decir que no pueden herir humanos. Procuren
que sus golpes sean letales, no duden en matar, porque ellos no dudarán en
matarlos a ustedes; un segundo de vacilación les dará ventaja a los demonios,
son fuertes, rápidos y engañosos, hagan caso omiso a cualquier cosa que digan,
intentarán distraerlos con palabrería. —Se
volvió entonces hacia mí—Anne,
debes tener especial cuidado con las armas demoniacas, ya que en parte eres
ángel, para ti no serán letales al instante, como lo serían para mí, pero de
igual manera te causarán un daño significativo.
Todos asentimos con seriedad. Mi preocupación creció más aún porque
no había tomado en cuenta que ellos también estarían muy bien armados ¿En qué
estaba pensando? ¿Qué los encontraríamos bebiendo el té? Como Sophie había
dicho: esto era la vida real. Noté en la forma en como miraba y hablaba, que
ella estaba acostumbrada a esas situaciones, que las había vivido antes, si
bien no numerosa cantidad de veces, pero ella tan pequeña y tierna como
parecía, había formado parte de eso.
— ¿Drew,
trajiste lo que te pedí? —preguntó
Travis.
Todos nos volvimos hacia Andrew mientras él extraía un trozo de
papel de una mochila colgada en su hombro y lo desdoblaba; Travis lo tomó y se
apostilló en el suelo, los demás nos unimos cuando extendió el papel, lo
reconocí inmediatamente, era un mapa de Dunkeld y sus alrededores que me
pareció había sacado de internet con esos programas que se usaban para ver un
lugar vía satélite. Mi amigo sacó su bolígrafo y marcó en un lugar fuera del
pueblo y señaló con la punta un cuadro enorme sumergido entre lo que se
identificaba como la vegetación, una gran extensión de verde.
—La
mansión, ése es nuestro objetivo—dijo
hablando como un comandante que traza una estrategia de guerra y la explica a
sus soldados. —Llegaremos
por las secciones del ala este y oeste, es probable que encontremos algunas
sorpresitas, no toquen nada del jardín, ni una sola hoja, no estoy seguro cual
será la carta de presentación de nuestros anfitriones, pero en cualquiera de
los casos, es un lugar letal.
Después Travis cambió el mapa por una hoja que había sacado del
bolsillo de su chaqueta, era un plano hecho a manos como el mismo que él había
hecho para Dariel y Eleanor.
—Annette
y Andrew, irán por el ala este, hasta llegar a ésta puerta, mientras que
Sophie, Katherine y yo por el ala oeste hasta la puerta del lado opuesto. —Siguió explicando con
destreza—ambos caminos
llevan al vestíbulo, aquel grupo que esté libre se infiltrará primero, llegando
a la puerta que dirige al sótano. No olviden cerrar la puerta sin echar el
seguro; bajarán las escaleras y darán señal al segundo grupo para alcanzarlos.
Después grupo A irá hacia la sala, mientras los demás vigilaremos.
—Parece
que lo haz planeado bien, pero no sabemos las posiciones del enemigo—objeté, tenía el
presentimiento de que algo iría mal —
¿Quién nos asegura que ellos no estarán peleando en el vestíbulo, el
salón, los jardines?
Travis me fulminó con la mirada.
—Míralo de ésta manera: nuestro objetivo es seguir la línea
trazada, llegar al punto quitando de en
medio lo que tengamos que quitar de en medio. Salir de allí quitando lo que
tengamos que quitar.
— ¿Improvisación? —arqueé
una ceja.
—Llámalo
como quieras—terció con
exasperación, sabía que se estaba conteniendo y si fuera Andrew ya me habría
gritado—nos
mantendremos comunicados por radio.
Al decir esto, Andrew sacó de su mochila un par de aparatos
pequeños de color negro, como teléfonos móviles y le dio uno a Travis mientras
él se quedaba con el otro, cabía perfectamente en su mano, ajustó una correa en
su muñeca y éste no se movió más.
Revisé el reloj de mi móvil y me sobresalté al darme cuenta que
habían pasado quince minutos después de las siete, sentí como el sudor me
bañaba la frente a pesar de que al caer la noche lentamente el clima se volvía
fresco.
—Hay
otro problema—dijo
Sophie de pronto y noté un tono apenado en su voz—Yo
no puedo aparecerme en el lugar que has indicado; no es como si pudieras
aparecerte en cada rincón del mundo a tu antojo, debes conocer el lugar a donde
quieres llegar, si no quien sabe donde terminarías.
Me sentí mejor conmigo misma al darme cuenta de que no era una
inútil en eso de la aparición, ahora sólo tenía que experimentar con la
aparición conjunta, esperando que funcionara, era crucial que así fuera, no
tenía tiempo de solucionar mis deficiencias. Escuché a Travis gruñir algo que
sonó como “demonios”. Todos nos volvimos alarmados en diferentes direcciones.
—No—se apresuró a decir—era una expresión.
Intentamos reír pero nadie logró largar una carcajada real, más
bien resultaron sonidos tensos.
—Puedo
volar hasta allí—sugirió
Sophie pero luego agachó la mirada—aunque
no puedo llevar a más de uno.
—Entonces…—empezó Travis buscando una
rápida solución. —Nos
acercaré lo más que pueda en el auto y luego me llevarás volando, te indicaré
el lugar, después vuelves por Katherine.
No pareció una mala idea, nadie protestó y Sophie sonrió
satisfecha de no arruinar la misión.
—Entonces
nos vamos—Travis hizo
girar las llaves de su auto en un dedo—Les
avisaremos por radio cuando nos encontremos en el lugar; entonces, Anne, puedes
aparecerte, sería poco idóneo que lo hicieran ahora, alguien podría verlos.
Asentí y me dejé caer en el suelo cuando Travis, Sophie y Kat se
marchaban, a lo lejos escuché el zumbido que producía el auto al ser encendido
y entonces se alejaron.
Andrew se sentó frente a mí y sentí que la sangre se acumulaba
en mis mejillas, pero traté de mirar hacia otro lado.
—Me
hubiera gustado tener la suerte de volar—dijo
de pronto Andrew tratando de romper el silencio y la tensión que se había
acumulado entre nosotros—
¿Por qué no volamos hasta allí?
—No
puedo volar—dije
nerviosamente—no he
aprendido a hacerlo, bueno, en realidad no se si puedo hacerlo, nunca me han
salido alas, tampoco lo he intentado.
Empecé a jugar con el césped arrancándole hojitas, no estaba
segura si mis nervios iban acerca de lo que sucedería esa noche o de estar a
solas con Andrew, a quien no podía mirar de la misma manera después de lo que
había dicho Travis en el tren, deseé que jamás lo hubiera hecho, deseé seguir
sintiendo esa clase de rencor hacia Drew por sus múltiples comentarios mordaces
y ofensivos, combinado con el agradecimiento repentino, y no lo que sentía
ahora que se acercaba mucho a lo que era la lástima.
—Te lo
ha dicho ¿cierto?
Su voz sombría me sacó de mis pensamientos.
— ¿Qué?
—Trav,
te dijo que tu me gustabas—contestó
con el mismo tono sombrío—no
lo niegues, lo sé. Él no es muy bueno a veces para guardar secretos
importantes, de hecho siempre pensé que era cuestión de tiempo a que te lo
dijera, lo he esperado desde hace mucho; debo darle crédito, es un buen amigo.
Reí entre dientes.
—Sí,
supongo que a veces abre la boca de más sin darse cuenta, pero eso no significa
que sea mal amigo.
—No he
dicho eso. —Objetó
tranquillo— Es sólo que
ustedes siempre han sido muy unidos; ahora muchos creen que por fin han
decidido revelar el gran amor que se tienen y que son pareja.
—Es
curioso como la mayoría de las personas no pueden comprender que un chico y una
chica pueden tener de verdad una amistad tan profunda—comenté casi furiosa— sin que piensen que uno de los dos está
enamorado del otro, que generalmente la chica le romperá el corazón al amor de
su vida disfrazado de su mejor amigo.
—Es que
no es muy común, normalmente sucede de esa manera; por eso yo quería… llegar a
ti de forma diferente… no quería que me tomaras como un lindo amigo, que me
tomaras ese cariño de amigos, hubiera sido más doloroso.
—Lo
siento.
—No es
tu culpa, no puedes sentir por mi algo que yo sienta por ti; yo no te puedo
obligar a hacerlo como tu no puedes obligar a Jackocbsob a sentir por ti lo que
tu sientes por él—sentí
una punzada en el pecho, pensé que esa era la venganza de Andrew pero no había
malicia en sus palabras; alcé la mirada y él se limitó a sonreír lacónicamente—No te sientas mal por mi o
por ti, esas cosas suceden todo el tiempo, es parte de la adolescencia.
Era inevitable sentirme mal por él porque estaba segura de que
si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, que si él hubiera actuado
de una manera diferente me habría agradado y mucho, veía sólo la coraza de un
chico duro que me desagradaba como una roca en el zapato, pero en ese momento
me di cuenta de que dentro estaba un muchacho sensible, inteligente, incluso
interesante, esa parte que a Katherine le fascinaba y que yo nunca había
comprendido.
— Puedo
preguntar ¿Desde cuándo…?
— ¿Desde
cuando me gustas? Claro. —Dijo
casi divertido—Es un
poco tonto, infantil tal vez. El entrenador Brown nos había puesto a correr
alrededor de la pista, estábamos en primer año y entonces corrimos, eras una de
las que tenían peor condición física, pero lo hacías sin protestar a pesar de
que te quedabas detrás y él te apuraba con el sonido de su silbato, él te dijo
algo ofensivo, creo que lo tomaste personal porque empezaste a correr más
rápido pero las agujetas de tus zapatillas se habían desatado y caíste
barriendo un buen tramo de la pista con tu costado… pero tu, a pesar de que te
habías lastimado y las burlas de algunos de nuestros compañeros, no te pusiste
a llorar y saliste huyendo, como habría hecho cualquier chica, te ataste las
agujetas y te levantaste rechazando la ayuda de Travis, entonces empezaste a
correr como si nada hubiera pasado y terminaste la práctica… desde ese día,
sentí profunda admiración por la terca chica de los ojos azules. Esa admiración
poco a poco se fue convirtiendo en lo que ya sabes, mas de una vez quise
hablarte pero me daba un poco de pena, eras una chica tan genial que dudaba que
quisieras hablar conmigo. Así que tuve que llegar por medio de Travis, me hice
su amigo y no me despegaba de su lado en las horas del almuerzo, porque él
almorzaba contigo, no le digas que lo usé para llegar a ti, aunque quizás ya lo
sepa pero parecerá cruel, aunque con el tiempo nos hicimos amigos de verdad,
quizás no una linda pareja como ustedes, pero es el único amigo de verdad que
tengo, mi mejor amigo, de hecho.
Se llevó la mano al cabello y rió tontamente, luego me miró como
si esperara que dijera algo. Creo que si hubiera estado bebiendo agua la habría
escupido en su cara al echarme a reír, no porque considerara su historia
ridícula, sino porque me parecía extraño que él pensara que yo era una chica
tan genial por la cual alguien pudiera sentir admiración o pensar que es
genial; resultaba sorprendente como él recordaba los detalles de ese día en la
clase de gimnasia, yo sólo veía fragmentos borrosos de ese momento, quizás
porque había intentado reprimir la humillación de mis primeros días en el
Birnam College, como de un momento a otro había pasado a ser la patética chica
que se caen en la prueba de atletismo, aunque por lo visto para alguien había
parecido admirable.
—Vaya…
supongo que con el tiempo te diste cuenta que yo no era tan genial y asombrosa.
—No,
todo lo contrario, sigo creyendo que lo eres, incluso más ahora, aunque al
principio me dio miedo, yo no creo que seas capaz de hacerle daño a alguien.
Ojalá eso pensaran los ángeles, pensé desesperada.
Un ruido proveniente de la mano de Andrew nos sobresaltó a
ambos, nos habíamos olvidado por completo de la radio, era la voz de Travis que
salía distorsionada por la interferencia y el ruido, pero ambos entendimos la
señal.
—Entendido—dijo Andrew cuando se llevó
la radio cerca de la boca—Cambio
y fuera.
Presionó un botón y luego me miró.
—Siempre
quise decir eso.
Nos reímos mientras nos poníamos de pie y nos sacudíamos los
vaqueros para quitar las hojas de césped y el exceso de tierra que se hubieran
adherido a nuestros traseros.
—Bien,
sólo tienes que cerrar fuertemente los ojos… es en serio, no querrás estar mareado
por el resto de la noche o vomitar tu almuerzo. Tampoco te sueltes. —Esperé a que Andrew se
ajustara el arco y el carcaj a la espalda, entonces, me acerqué a él
abrazándolo con firmeza, pues temía que alguno de los dos se soltara y
terminara en cualquier otro sitio, él me devolvió el abrazo. —A la de tres. Uno… dos…
tres…
En mi mente visualicé el frondoso bosque que rodeaba la mansión
Jackocbsob, un lugar en el que Engel y yo nos habíamos escabullido, entre la
nieve y los troncos, habíamos cruzado los maravillosos jardines plateados y
floreados para alcanzar la arboleada, nos habíamos internado entre ese bosque
para llegar hasta un lago congelado y entonces mis pies ya no estaban donde
deberían estar.