Ni
el agotamiento ni el dolor hicieron que lograra conciliar el sueño. Mi mirada
estaba clavada como un cuchillo sobre la alfombra donde había dejado tirado el
vestido, que ahora, sucio y roto había perdido por completo su elegancia,
llevándose al mismo tiempo consigo lo maravilloso de una noche ficticia. En
cuanto a la espada de plata, reposaba tranquilamente a un lado sin representar
ninguna amenaza como cuando era empuñada por una mano fuerte y hábil, de ésta
manera, se podía percibir únicamente como un objeto valioso en un simple
mostrador, ó en su defecto, como una inútil barra de hierro.
Aunque mi respiración y ritmo
cardiaco se habían normalizado, aún sentía una opresión en el pecho que me
estaba ahogando. Quizás en un tiempo pasado me hubiera tirado en mi cama a
llorar desconsolada hasta que las lágrimas se agotaran o hasta quedarme
dormida, pero, habían pasado tantas cosas en los últimos meses, que, de alguna
manera me habían fortalecido, pensaba yo; estaba claro que ya no era la misma
niñita que Diemth había conocido… Diemth.
Desvié la mirada hacia la ventana
en un intento de percibir algo entre la negrura de la noche y el reflejo de mi
habitación que el cristal devolvía; tal vez estaba paranoica pero tenía la
sensación de que estuvieran vigilándome desde fuera, como si un intruso
observara cada uno de mis movimientos mientras anticipaba otros tantos, así
había sido desde que él había entrado
en mi vida, quizá mucho antes. Conocían mi pasado, mi presente y estaban convencidos
de mi futuro. Nunca me había encontrado en una situación similar, pero me
sentía casi de la misma forma que cuando Michael se había mofado de mi
inocencia. En realidad era lo mismo aumentado cien veces y con otro personaje.
Iba a superarlo, algún día.
Me puse de pie y crucé la
habitación decididamente cerrando de golpe las cortinas como si esa barrera de
encaje azul fuera a detenerlos, pero al menos ya no era una pared transparente,
me dije intentando consolarme; luego apagué las luces y me metí a duchar
también con las luces del baño apagadas. Aunque quisiera pasar por alguien
valiente tenía que admitir que estaba aterrada. Me frustraba no saber lo que
pasaría, me desesperaba pensar en que Liam estaba siendo torturado en mi lugar
mientras yo tomaba una ducha de agua caliente para deshacerme de toda esa
suciedad y sangre tanto mía como ajena; me ponía furiosa mi ingenuidad, el
haber caído otra vez en la trampa de Engel Jackocbsob; me agobiaba el futuro.
Cuando la habitación empezó a
iluminarse me di cuenta de que habían pasado varias horas, yo seguía sin poder
dormir, pero también seguía sin tener un plan de rescate para Liam, en realidad
tenía la mente en blanco, porque incluso los temas relevantes como Gabriel y
sus planes, Engel y su complicada doble vida se habían agotado dentro de mi
cabeza, resultaba imposible darles más vueltas, ni siquiera tenía caso porque
las ideas concretas estaban especificadas y estaba segura de que terminaría
inventando cosas, como una esquizofrénica. Sólo me quedaba una cosa que hacer:
decirle a Juliette absolutamente todo.
Poco después de las ocho de la
mañana bajé cautelosamente hasta la cocina donde como cada mañana el olor a
café recién hecho y tostadas flotaba en el ambiente; en otra ocasión hubiera
sonreído de gusto, pero en ese momento me revolvió el estómago. Así pues, en el
más puro silencio ocupé mi lugar frente al reloj del odioso gatito y me aclaré
la garganta para llamar la atención de mi tía, aunque no fue precisamente
necesario pues ella ya fijaba su curiosa mirada castaña en mí desde que había
entrado en la cocina.
— ¿De
qué va todo esto? —preguntó y noté severidad en su
voz.
Arqueó ambas cejas y se llevó cuidadosamente su taza de café
hacia los labios.
— ¿Todo
qué? —respondí con otra
pregunta en mi mejor actuación de persona inocente, aunque eso no significaba
que la culpa fuera menor.
—Es
domingo, muy temprano, tú no sueles despertarte temprano los domingos… con
suerte te levantas a medio día—dijo
analíticamente. —Además,
estás actuando de una manera muy rara y me hubieras convencido si no te
conociera, así que ve al grano.
Odiaba cuando se ponía en su faceta
de tutora o tal vez estaba hablando directamente con Juliette Warthforc, jefa
de un poderoso clan de hechiceros y no con mi tía Juliette Miriam Crawforth.
—Liam está en problemas.
—Suspiré.
Me esforcé por mantener el
contacto visual con Juliette y ver su reacción, la cual fue impasible.
—Liam
siempre está en problemas—me dijo como si fuera obvio.
— Anoche—empecé— yo me
escapé para ir a una fiesta en la
mansión Jackocbsob, Engel me invitó… él y yo habíamos empezado a salir de nuevo
y me convenció. Después las cosas se pusieron muy mal, entonces…
Al recordarlo todo, con la misma
claridad como si acabara de suceder, o estuviera sucediendo de nuevo, un nudo
en mi garganta me impidió seguir hablando, sin embargo, la mirada severa de
Julliette me incitaba a seguir con mi relato, aunque no era precisamente una
mirada que me animara, más bien era una clase de mirada que hacía recaer sobre
mi toda la culpa que hasta entonces no había sentido por alguna inequívoca
razón.
Continué el relato lentamente por
la siguiente media hora, poniendo preciso detalle en lo que se refería a
Gabriel y su plan, en esa parte donde él y Engel querían dominar juntos al
mundo como una pareja malvada de enamorados inexpertos.
Cuando terminé de hablar mi
mirada ya estaba clavada sobre mi regazo, sentía la piel de las mejillas arder
y una rara sensación de vacío en el estómago, junto con una rara opresión el
pecho con fuerza descomunal que apenas me permitía respirar y el insistente
nudo en la garganta, porque aunque quisiera llorar largo y tendido no podía, lo
veía como una falta de respeto a la dureza de mi tía, pues ella mostraba
tranquilidad y yo no podía quebrarme, de alguna manera quería ser como ella,
fuerte ante todos los problemas, después de todo lo que le había sucedido seguía
de pie y yo quería quedarme de pie con ella.
—Estás
castigada; —sentenció
después de un rato de haber terminado mi relato, pero hablando por primera vez—a partir
de ahora, sólo saldrás de la casa para ir a la escuela; te llevaré al colegio
todas las mañanas y te recogeré después de clases.
Alcé la mirada inmediatamente,
mirándola con incredulidad.
—No pongas
esa cara—dijo
átona—es
lo que te mereces, no puedes comportarte con decencia, eres una chiquilla
inmadura que actúa siempre deliberadamente, parece que aún no has comprendido
lo que conlleva ser un Nephillim a pesar de que haz visto como funciona este
mundo, no te importa nada más que tu misma y estás… idiotizada por es híbrido.
—Ya no… —solté con
un hilo de voz, en mi defensa.
—Cállate—me ordenó y se puso de pie
para pasearse por la cocina. Sus tacones repiquetearon en el suelo. —Todos
hemos hecho sacrificios por ti, por una criatura endemoniada que creímos
podíamos rescatar de su desafortunado final; invertimos nuestro tiempo y parte
de nuestra vida para que la tuya fuera normal, para que estuvieras a salvo de
todo esto. Tu padre murió protegiéndote, tu abuelo también y ahora Liam está
pagando las consecuencias de una calentura tuya por un chico que no vale la
pena, al cual te prohibí acercarte por una razón, pero claro… sólo tu podías
conocerlo, “él es diferente” “él si tiene sentimientos, me lo ha demostrado”
¿No?
—Ya basta… —susurré con voz
entrecortada.
Mi mirada se nubló por las
lágrimas que se alojaron al borde de mis párpados.
— ¡Nada de basta! —Las palmas de
sus manos chocaron firmemente contra la mesa, jamás la había visto furiosa de
verdad— ¿Te duele escuchar la verdad?
La respuesta clara era “sí, duele
y duele mucho” pero no me atreví a pronunciarla en voz alta, o tal vez mi
garganta tenía un nudo tan grande que no podía ser capaz de articular nada
entendible. Nunca había visto nada desde ese punto de vista frío; todo el
tiempo había sido tan egoísta y únicamente había pensado en mí misma, siempre
era Annette enojada, Annette afligida, Annette enamorada de Engel, pobre Annette
y su difícil situación… y más Annette. Resultaba patético y molesto, era
aberrante ahora que podía verlo desde el punto de vista de mi siempre paciente
tía perdiendo el control de esa manera.
Clavé las manos en mi regazo
mirando mis dedos retorcerse desesperadamente, y las puntas de mis pies
moviéndose ansiosas, esperando la indicación para salir disparados en cualquier
dirección que se les indicara.
—Lo que tú
sientes no se compara en nada con lo que hemos pasado todos por tu miserable
existencia —espetó.
Repentinamente sentí sus uñas
clavadas en mi cara, y me vi mirándola directamente a los ojos; se había
inclinado sobre la mesa y me sostenía firmemente por la barbilla, obligándome a
mirarla, la ira en sus ojos me confundió pues nunca había visto a la pasible
Juliette así, dura y frívola, no conmigo. Finalmente las lágrimas escaparon de
mis ojos.
—Vete a tu
habitación—me
soltó.
Obedientemente y sin rechistar me
puse de pie y me dirigí hacia la entrada de la cocina. Por alguna razón me
sentía más agotada, más pisoteada y magullada que la noche anterior.
— ¿Q-qué
pasará con… Líam? —balbuceé
cuando llegué al marco.
—Ese no es
asunto tuyo. —Contestó
indiferente y sacó su teléfono móvil para marcar un número— He dicho
que te vayas.
Antes de salir vi como se llevaba
el aparato al oído pero me marché antes de escuchar con quien hablaba, aunque
en realidad no me interesaba, solamente quería darme cuenta si usaba su
habitual tono amable o era fría y cortante. Quería saber si aún estaba dentro
de ese cuerpo la Juliette que siempre había conocido y que ahora más bien se
parecía a Jeannette, mi madre, o como la imaginaba ser.
Al día siguiente desperté
esperanzada que todo hubiera sido una pesadilla, pero el desayuno transcurrió
en silencio, el ambiente se respiraba tenso y cada migaja de tostada tenía un
desagradable sabor a tierra, como el amargo sabor del café que resultaba más
amargo y asqueroso, como un jarabe medicinal.
Exactamente a las siete y media
con mi tostada a medio terminar Juliette se puso de pie hizo parte de su rutina
y susurró un simple “vámonos”, atravesó el vestíbulo y abrió la puerta
delantera; escuché el sonido del motor del auto al encenderse mientras yo me
quedaba parada aferrando la taza de café y mirando con añoranza el reloj de
gatito que empecé a ver como mi único amigo.
El sonido insistente del claxon
me sobresaltó haciendo que me despidiera apresuradamente del horroroso gato tic
tac, dejara la taza de café sobre el lavaplatos y recogiera del suelo mi
mochila antes de salir casi corriendo para unirme a Juliette en el asiento del
copiloto de mi propio auto, que, a estas altura ya no era mío en realidad,
había perdido todos mis derechos.
“— ¿Cuál es la condición? —había
preguntado dudosa.
Mi corazón todavía palpitaba pero
no podía apartar la mirada de ese precioso vehículo azul con su moño gigantesco
de regalo color plateado.
—Que seas
responsable—dijo
Juliette con una sonrisa amplia pero
satisfecha de que el regalo me gustara. —Y… que no pongas tu vida en
riesgo por tonterías.
— ¡Dalo por
hecho!”
Había bastado poco más de un año
para traicionar la confianza que mi tía había depositado en mí aquella mañana
de Enero; pero podía objetar a mi favor que nunca hubiera imaginado lo que se
desencadenaría nueve meses después y me
pregunté si ella lo había previsto de alguna manera, tal vez, después de todo
era una hechicera, tal vez tenía una bola de cristal donde podía predecir los
acontecimientos que sucederían más tarde. Descarté la idea inmediatamente, ella
tampoco lo hubiera imaginado.
El viaje transcurrió en silencio
hasta que llegamos, me dejó fuera del terreno que ocupaba el colegio, tal vez
caminar bajo la llovizna hasta la entrada era parte del castigo, una extraña
forma de humillarme públicamente. Me despedí con un débil “hasta luego” y empecé
a caminar por el aparcamiento; subí la capucha negra de mi chaqueta para
rescatar un poco mi cabello de la humedad, el suelo estaba resbaladizo bajo mis
zapatillas de deporte, efectivamente, no me había preparado para ese clima
porque mi cabeza estaba en cualquier lado menos en Dunkeld. Mientras caminaba a
través de los autos que ocupaban sus lugares dentro de los cuadros pintados en
el suelo de cemento, se me ocurrió recordar cuando había visto a Liam por
primera vez, el clima había sido terrible y ambos estábamos bajo una gran
cortina de lluvia, incluso desde ese momento me había salvado la vida, el
misterioso chico de la capucha negra.
Me tragué el nudo en mi garganta
cuando entré al edificio y me encontré con la vida normal de una estudiante,
tenía que comportarme como tal, así que fui por mi libro de historia y me
encaminé hacia el aula del señor Lafter. Repentinamente todo parecía normal, el
mundo seguía girando y no necesitaba de mí. Cuando me senté en mi lugar
inmediatamente me perdí en mis pensamientos olvidándome de la historia, y
recurrí al reconfortante mundo de la imaginación pesimista donde no existía una
Annette, un adefesio como solía llamarme Liam… Quizás él estaría disfrutando
del sol en alguna playa del mundo; mi padre y Juliette estarían juntos, a pesar
del riesgo que eso conllevaba y serían lo felices que merecían ser; Engel y
Valerie jamás se hubieran metido en la vida de mis amigos, lo que me llevó a
pensar que Justin también seguiría vivo. Sin embargo, eran meras fantasías que
no se iban a realizar, un montón de errores que no se iban a arreglar, ni
siquiera si me suicidara en ese preciso momento lanzándome desde ese segundo
piso, o apuñalándome el corazón con un lápiz. El daño estaba hecho, además no
era lo suficientemente cobarde, egoísta y no tan tonta como para cometer
suicido por todo eso. “Mirar hacia delante y dejar el pasado atrás” decía
siempre Henry Crawforth, otra de las personas a las que había traicionado.
Y, únicamente porque no quería
que alguna pregunta de Lafter me sorprendiera, no dejé caer la cabeza sobre a
superficie del pupitre la cual miré para distraerme un poco. Entonces el lápiz
comenzó a bailar con ayuda de mi mano sobre la parte trasera de mi cuaderno de
notas, estaba desviando mis emociones negativas hacia un dibujo inocente.
Cuando lo terminé noté que no era
cualquier clase de dibujo inocente, en realidad no tenía absolutamente nada de
inocente; se trataba de otro de esos dibujos aterradores, que parecían reales,
uno similar al que había hecho la mañana que Engel Jackocbsob había entrado en
mi vida, pero esta vez no había ninguna criatura alucinante sobre la hoja, era
más bien una escena con un par de personajes, una escena de sangrienta tortura
en… la cámara de armas del sótano de la mansión Jackocbsob. El corazón me dio
un vuelco y mi estómago se contrajo de pena; cerré la libreta de golpe como si
eso fuera a hacer menos dura la realidad. No, no era una realidad, era
solamente mi imaginación que estaba convencida de que justo ahora eso estaba
sucediendo en aquel lugar, podría ser tan cierto como falso.
Eché una mirada alrededor para
asegurarme que nadie había visto mi cara de pánico, pero alguien la había visto
y la seguía observando fijamente varias filas a mi izquierda, detrás de Rachel
Arrington: Engel.
No tenía idea de que estaba
haciendo allí, además de fingir que era alumno de la clase de historia, pero me
convencí de que había puesto de alguna endemoniada manera esas imágenes en mi
cabeza, para que las dibujara y me convenciera de que estaba pasando de verdad,
para que relacionara ese dibujo con el mismo que había hecho antes de que
llegara. Seguramente se había arrepentido de dejarme escapar y estaba
persuadiéndome a través de esos detalles para ir directo a una trampa.
Como si me contestara
afirmativamente una sonrisa torcida iluminó su rostro.
“¡Deja de meterte en mi cabeza!
¡Deja de hacer eso que estás haciendo y déjame en paz!” pensé con furia, poco
después cerré mi mente como Liam me había enseñado a hacerlo.
Como respuesta la sonrisa de
Engel se desvaneció rápido y capté un ligero movimiento de su cabeza, de un
lado a otro. No.
Cuando el timbre sonó anunciando
el final de la clase salí rápidamente de allí, poniendo distancia entre yo y mi
enemigo. Corrí escaleras abajo y no me detuve hasta que llegué al baño de
chicas del pasillo principal. Eché el seguro a la puerta y me recargué contra
ésta respirando agitadamente, allí estaba segura por el momento. Sí, claro,
como si una puerta fuera un obstáculo incapaz de cruzar, ni siquiera a mí
podría detenerme eso, mucho menos a él, pero de alguna forma estaba segura de
que no se iba atrever a violar el anonimato ante los humanos, no iba a armar
semejante alboroto en el colegio, a menos que estuviera desesperado y no lo
estaba.
Me dejé caer sobre el suelo, sólo
para tomar aire, diciéndome que estaba exagerando un poco respecto a la
situación; la idea de Juliette siendo una tutora estricta, de Liam atrapado en
la cámara de armas, de Engel allí con sus trucos para llevarme a la trampa me
estaban trastornando, si es que no lo habían hecho ya.
“Todo bien”. Me dije a mi misma
cuando logré que mi corazón volviera a latir como acostumbraba “Sólo tienes que
pensar con la cabeza fría y no caer en las trampas de él”.
Sí, eso… porque me quedaba una
clase de química para soportarlo.
“Sólo fue la impresión del
momento”. Me convencí.
Decidida me puse de pie, respiré
profundamente hasta que el olor a aromatizante y cloro fastidió mi nariz, me
volví hacia el lavamanos y abrí el grifo para dejar correr el agua fresca entre
mis manos para relajarme, cuando lo vi, reflejado en el espejo: Engel
sonriéndome burlonamente. Me volví lentamente diciéndome a mi misma que no
estaba ahí, que lo estaba imaginando también, pero si estaba ahí.
Bufé, fue un sonido exasperado el
que se me escapó. Realmente estaba volviéndome loca, su juego de asecharme me
estaba desesperando; creí que me libraría de él una vez hubiera terminado de
revelar sus verdaderas intenciones, pensé que no teníamos que volver a vernos
más durante mucho tiempo, eso incluía horas de clase, pero no, ahí estaba
molestando.
—Ahora sé
porque las chicas siempre van juntas al baño—siseó socarronamente arrastrando
las palabras, como si presumiera de haber descubierto algo muy importante—podrían
encontrarse a un híbrido desquiciado.
—Lo tomaré
en cuenta para la próxima vez. —Musité, no me molesté en ocultar
mi tedio.
Crucé los brazos sobre mi pecho y
me recargué contra el lavamanos, resignada a que diera de una vez su mensaje,
cuanto antes lo hiciera, más rápido se marcharía.
—No es un
lindo lugar para esconderse —miró alrededor arrugando la nariz— ¿creíste
que si te metías al baño de chicas me iba quedar fuera?
Sí, eso había pensado, había
pensado que por lo menos le quedaba la sensatez suficiente para no comportarse
como un pervertido, pero por favor… es Engel, no había nada de sensatez en él,
era un ser sádico, pervertido y punto.
—Al grano,
Diemth.
—Te dije
que no pensaras en volver a la mansión. —Retomó el tono de seriedad. —No intentes
salvar a tu amigo.
—No he
pensado en eso—mentí
y sonó real. —Aunque
no entiendo porque me dices primero eso y después metes esas otras ideas en mi
cabeza, para llevarme de regreso.
— ¿Qué
ideas?
Abrí mi mochila, saqué el
cuaderno de historia y arranqué el dibujo que había hecho durante la clase,
después se lo pasé con brusquedad, mirándolo con reproche.
—Ah… muy
bonito, aunque creo que Gabriel no frunce tanto el seño.
— ¿Por qué
lo hiciste?
—Esperaba
que lo interpretaras como un recordatorio y no como una incitación. —Resopló.
—Pues no
hagas nada y lárgate, no tienes nada que hacer en mi escuela, este es mi
territorio y lo reclamo. Vete.
Soltó una corta carcajada, sonrió
y un segundo después su rostro era serio.
—No es tu
territorio—dijo
como si le recordara a un niño que dos más dos son cuatro y me enfureció más. —Además,
tengo que estar aquí, le prometí a mi amigo, ese que está obsesionado contigo
¿Lo recuerdas? Ah si, seguro que si… no lo hubieras dibujado tan bien. —Se llevó
la punta del dedo índice a los labios y sonrió de nuevo—Sí, mi
querido amigo me ha pedido que te vigile y te persuada de ir a rescatar a tu
amigo, te daré su mensaje de todas maneras: Dile a tu amante que le doy el
plazo de una semana para darme su alma o iré contra mis principios y mataré a
mi nuevo precioso Nephilim, pero antes lo haré sufrir mucho.
Engel fue capaz de imitar a la
perfección el mismo tono amable pero a la vez cruel que usaba Gabriel cada vez
que hablaba. Traté de que no notara que esas palabras habían tenido un efecto
en mí, y me quedé parada alzando las cejas, un poco indiferente a su mensaje,
sin embargo por dentro ya estaba maquinando un plan de rescate, diciéndome que
él no lo mataría, sólo quería engañarme como lo habían hecho muchas veces,
sabían que yo siempre caía si me amenazaban con esa clase de situaciones,
entonces, con una voz que desconocí en mí, respondí:
—Dile que
he dicho: Mátalo, aprecio más mi alma que la vida de ese vagabundo miserable. —sonreí
ligeramente—Gabriel
debería encontrar mejores cebos.
—Es cierto—parecía
que Engel estaba complacido con mi respuesta.
Empezó a hurgar distraídamente en
su mochila hasta que sacó un sobre manila del tamaño de una hoja y lo extendió
en mi dirección. Lo tomé dudosa y confundida, luego lo abrí casi inmediatamente
para saciar mi curiosidad, extraje el contenido que eran un fajo de billetes de
cien libras, un sobre más pequeño blanco y grueso con el nombre de Sophie
escrito en rojo con la inconfundible caligrafía de Engel; después, un trozo de
papel donde, con la misma caligrafía afilada y roja estaba escrita una dirección
en Hampshire, Inglaterra; algunas hojas apergaminadas dobladas por la mitad,
las examiné y me di cuenta que eran hojas del Azadeth Scriptus.
Levanté la mirada del paquete y
arqueé una ceja buscando una respuesta.
—Tienes el dinero suficiente, ve a esa dirección; por el momento podrás permanecer
segura en ese lugar, ellos te enseñarán a defenderte de mí, después de siete
meses, la tregua habrá terminado y empezaré a darte caza así que tendrás que
abandonar el lugar. —Explicó como si me estuviera
diciendo las reglas de un juego de mesa. —La carta debes dársela a Sophie
en cuanto llegues; si la lees lo sabré y no tendré otra opción que anular la
tregua y matarte.
Fruncí el ceño, mirándole con
desprecio, luego saqué las hojas de mi grimorio y tiré el resto de su paquete
al suelo directamente ante sus pies.
—Si tanto
te importa que la carta llegue a tu hermana entrégasela tu—espeté—. Parece,
que no te ha quedado claro que ya no soy tu fichita de ajedrez.
Noté que su máscara de serenidad
poco a poco se iba transformando en ira, incluso sus ojos se enrojecieron
brillantes y amenazadores.
—Dime una
cosa ¿De qué lado se supone que estás jugando? —inquirí, también molesta.
—Del mío. —Gruñó
entre dientes.
Entonces un crujido y un sonido
musical se escucharon a mis espaldas, y cuando me volví los espejos se hicieron
añicos como si alguien hubiera lanzado piedras contra ellos, me alejé de un
salto para impedir que los vidrios me cayeran encima. Sonreí complacida y
abandoné el baño de chicas justo para llegar elegantemente tarde a mi siguiente
clase.
Decidí saltarme la hora del
almuerzo porque por alguna razón no quería encontrarme con Travis, Kat y
Andrew, no tendría la paciencia de comportarme como una persona normal delante
de ellos, además me planteé la posibilidad de cortar mis lazos de amistad con
ellos tres, quizás si me mostraba indiferente y cortante con mis únicos amigos
cercanos ellos se fastidiarían de mí y se alejarían, era una medida de precaución
ya que era muy probable que Gabriel estuviera furioso y empezara a buscar otra
forma de atacar puesto que las primeras no le estaban funcionando.
No obstante, Travis arruinó mi
único plan meramente aceptable cuando se acercó a mi antes de que la profesora Monrrow
llegara al laboratorio de química; inexplicablemente como si no me hubiera
visto en semanas, se abalanzó sobre mí abrazándome con fuerza casi sofocante y
cuando se alejó, tenía el aspecto de alguien que ha corrido mucho con el rostro
ligeramente rojo y su frente coronada por unas gotas de sudor, sus rizos
ligeramente desordenados, pude ver que había alivio en su semblante.
—Me alegra
que estés bien. —susurró
como si temiera que alguien más lo escuchara.
Miró en todas direcciones pero el
hecho de que faltaran diez minutos para la clase mantenía el salón casi vacío.
— ¿Por qué
no lo estaría? —arqueé
la ceja pero inmediatamente pensé en la noche del sábado y quise contarle
todo; pero no podía, tenía que actuar
como una persona normal y conformarme con eso. —Déjame
adivinar. Planeaste un atentado contra mí y después te arrepentiste a última
hora.
—Más o
menos—musitó,
pero no había ningún rastro de humor cuando habló; de hecho denotaba gravedad,
algo raro en Travis.
Me tomó del brazo y me llevó a la
parte trasera del laboratorio, luego volvió a comprobar que nadie más hubiera
entrado, se inclinó sobre mí y colocó sus labios cerca de mi oído,
estremeciéndome con la calidez de su aliento.
—Sé lo de la fiesta del sábado.
—susurró.
Me alejé de un salto, como si su
aliento me hubiera quemado. En respuesta él se irguió y me miró como si
estuviera pidiéndome una silenciosa disculpa. Mi boca estaba abierta por la
sorpresa, la cerré y luego la volví a abrir para decir algo pero no logré
articular ninguna palabra, me había quedado sin ellas.
—Lo sé
todo, absolutamente todo—seguía hablando en susurros.
— ¿Cómo…? —Empecé a
decir pero su dedo índice cayó en mis labios.
—Hablaremos
de eso más tarde…
Entonces su postura se puso
rígida y frunció el ceño, y su expresión se crispó denotando… ¿odio? ¿Travis
era capaz de odiar a alguien? Sólo recordaba que una única vez había visto esa
actitud en mi amigo y até cabos aunque aún me resultaba difícil asimilarlo. Me
giré un poco para comprobar que la persona que había entrado al aula era Engel.
—Entonces…
¿Irás a mi último partido de la temporada? —la voz de Travis se transformó en
ese tono alegre y casual de siempre ¿Cuándo aprendió a mentir tan bien? —Tienes que
hacerlo, no has estado en ninguno de mis partidos…
—Travis… —intenté
seguirle el juego. —Sabes que no lo entiendo, el
fútbol y yo simplemente no somos amigos. Es como otra de tus desagradables
novias que soporto porque te quiero.
Me pasó el brazo por los hombros
y nos encaminamos hacia la parte donde estaban las mesas, nos detuvimos a lado
de la mía ya que estaba mucho antes que la suya.
—Pero tu y
yo si somos amigos, y quiero que estés porque éste es especial para mí… el
último antes de irnos a la Universidad.
Lo miré directamente a los ojos.
—Hablaremos
después de clase.
Él me guiñó un ojo con picardía
pero entre nosotros entendimos que realmente íbamos a hablar, aunque no fuera
sobre el último partido de la temporada, pero hablaríamos y muy seriamente,
Travis tenía muchas cosas que explicarme. En ese momento, más que nunca me
concentré en proteger mis pensamientos de mi compañero de laboratorio y
esperaba que Travis estuviera haciendo lo mismo, si es que podía hacerlo, o si
estaba también consciente de que podíamos leer pensamientos humanos. Luego me
cruzó por la cabeza la idea de que él no fuera humano, podría ser un ángel… la
descarté de inmediato, era imposible, lo conocía desde la niñez,
definitivamente era humano.
Pasé el resto de la clase
distraída en la práctica de laboratorio que la profesora Monrrow nos había
asignado, en realidad estaba más concentrada en que Engel no la arruinara a
propósito para vengarse de mí por haberlo puesto furioso en el baño de chicas;
él podía ser un embustero, cruel, sádico, anciano de ciento sesenta y seis años
pero seguía comportándose como niño caprichoso, sin embargo no se atrevió a
hacer nada mas que a dedicarse al trabajo, como una persona normal… bueno casi
normal, nunca iba a dejar de presumir que él era capaz de hacerlo todo bien.
Después de la clase de química,
Travis y yo nos reunimos estando conscientes de que tan sólo teníamos cinco
minutos para hablar sobre lo que teníamos que hablar y que no era suficiente,
acordamos un plan en el que él iría a mi casa por la tarde con la excusa de que
le explicara la resolución de unas ecuaciones matemáticas que le resultaban
complicadas. Y así fue, después de las cuatro de la tarde Travis llegó a casa
estacionando su Focus amarillo frente a la entrada de mi casa. En ese momento
Juliette estaba en la tienda de antigüedades pero tampoco había dicho que el
castigo incluyera no tener visitas, además todavía teníamos nuestra coartada
matemática.
—De
acuerdo, empieza. —dije
ansiosa cuando nos tiramos sobre mi cama mirando al techo, uno al lado del
otro.
Travis suspiró y adiviné que no
sabía por donde iniciar su relato, que seguramente era tan rebuscado como el
mío lo sería en su momento.
—Ella me
atraía más de lo que cualquier chica lo hacía, de una forma inexplicable… —comenzó.
Se refería a Valerie, que de
alguna manera ejercía sobre Travis una atracción descomunal, probablemente a
propósito, el objetivo de Valerie era llegar a Travis siendo este mi mejor
amigo, si terminaba con él, terminaba conmigo. Valerie había llegado por el
lado correcto, lo había conquistado y Travis no sabía como pero había perdido
el dominio de sí mismo hasta que ella ejerció todo su poder sobre mi amigo, por
esas razones extrañas él se había comportado como un idiota, era como si lo
hubiera poseído, incluso se culpaba a sí mismo de la muerte de Justin, de sus
labios había salido una especie de orden hacia Valerie de matarlo, porque
Travis no soportaba a Justin, sin embargo, él en sus cinco sentidos rebosaba
tanta bondad como para ejercer de verdad pensamientos malos. Valerie era una
gran experta para sacar el lado malo de las personas, incluso personas como
Travis.
De alguna manera él había
conseguido que ella dejara de hacerlo, estaba aterrado e intentó alejarse de ella,
pero nunca lo dejó en paz, siempre estaba a su sombra, torturándolo, contándole
cada uno de los planes de los Jackocbsob, contándole de Engel, incluso de
Gabriel, pero Travis se sentía impotente para decirme cualquier cosa, porque
como era de esperar, Valerie lo había amenazado con hacerle daño a su familia,
empezando por Jess.
— ¿Y por
qué me lo cuentas ahora? —pregunté con curiosidad.
Él se encogió de hombros.
—Porque
después de lo que sucedió en la fiesta, supe que por culpa de mi cobardía podía
perderte a ti también, y tú eres parte de mí, como lo son Jess y mis padres. —Suspiró contrariado.
—Quise
ayudarte cuando vi cómo Balthazar te apresó, pero apenas me moví, Valerie y
Engel me dejaron inconsciente.
Desvié la mirada de las manchas
en el techo y giré la cabeza para encontrarme con la mirada de Travis a mi
lado; sus ojos brillaban pero no era el acostumbrado brillo que le causaba
cualquier clase de excitación, si no un brillo de profunda tristeza y de
lágrimas contenidas en sus ojos almendrados. Travis se acercó a mí y me dio un
beso en la punta de la nariz.
—No puedo
creer que hayas estado allí —dije meditabunda, casi en un
susurro.
—Si, lo
estaba y lucías hermosa—sonrió melancólico. —A veces te
miro y no puedo creer que seas lo que eres, que después de conocerte tantos
años y creer que eras como yo, como todos, no lo eres.
—Pero sigo
siendo tu amiga —dije
a modo de disculpa, como si ser lo que yo era fuera mi culpa. —no he
cambiado, no para ustedes…
Noté que yo también estaba a
punto de llorar y Travis me acarició la mejilla con cariño.
—Parte de
mi enojo después de la fiesta de Halloween tenía que ver con esto—dijo—que no me
lo hubieras dicho nunca cuando se suponía que yo era tu mejor amigo, que
habíamos compartido todo desde la niñez, y lo admito, estaba celoso de Engel
porque de pronto no confiabas en mí y no te despegabas de él.
—Creo que
tu te enteraste de todo antes que yo—solté amargamente— y no
Travis, no confiaba en él, nunca quise hacerlo, pero me enamoré de Engel, él…
logró lo que quería: apartarme de ustedes.
—Oye, yo
tampoco hice nada por evitar que Valerie tuviera esos efectos raros sobre mí.
—Es
diferente...
Después siguió mi turno de
contarle como habían ido sucediendo las cosas, desde el dibujo, las pesadillas
y cada una de las señales que Engel me había dado para que lo descubriera;
Valerie intentando asesinarme en el baño de chicas, el viaje a Blairgowire y el
encuentro con el vagabundo que había resultado ser un viejo amigo mío llamado
Zanek y mi ángel guardián; la fiesta de Halloween con el beso incluido y mis
sentimientos reales hacia Engel, la prohibición de Juliette de acercarme a él;
como había descubierto que Leonel era mi padre y no estaba muerto como había
pensado por muchos años, mis intentos de huída, otro ataque de Valerie que casi
tuvo éxito y descubrir por fin lo que era Engel Jackocbsob y yo misma. Todo eso
que había desencadenado una serie de sucesos aterradores, la muerte de mi padre
a manos del que creí era un verdadero arcángel, la prisión en Perthshire y
Sophie, sobre todo Sophie que había sido una especie de luz en toda esa
oscuridad a mi alrededor, hasta que yo había decidido traicionarla por comer el
fruto del árbol, y, cómo a partir de allí había empezado a mostrar mis poderes
de Nephilim, mis poderes que Engel fingió ayudarme a controlar, pero después
había llegado Liam que era como yo, lo que me llevó a apresurar mi narración
hasta la noche de sábado donde lo habían capturado. Le hablé a Travis de manera
especial de Sophie y Liam, dos buenas cosas que me habían sucedido en todo este
infierno.
—Me hubiera
gustado conocer a la hermana buena y no a la mala—dijo finalmente Travis a modo de
broma para relajar un poco el ambiente tenso en el que nos hallábamos
sumergidos.
—Por
supuesto que si, ella es, en todos los sentidos, un verdadero ángel. Igual que
tú.
—Mientras
que la otra literalmente es un demonio.
Ambos nos echamos a reír como si
le encontráramos por fin el lado divertido a todo, reímos hasta la saciedad
como si no lo hubiéramos hecho en meses, y verdaderamente no habíamos tenido la
oportunidad de reír de esa manera en mucho tiempo.
Contarle a Travis absolutamente
todo, me hacía sentir ligeramente libre, como si me quitaran un gran peso
encima de los hombros, haberlo dicho todo en voz alta suponía un gran alivio en
mi alma pues no había podido expresar en voz alta todo lo que sentía respecto a
ser un Nephilim, respecto a Engel, y respecto a todo lo demás, pero ahora había
podido hacerlo y se sentía realmente bien porque Travis era la única persona en
la que podía confiar, en quien siempre había confiado y guardarle secretos tan
importantes de mi vida no me había gustado, como sabía que a él no le había
gustado guardarme sus secretos. Seguimos hablando sobre todo durante el resto
de la tarde, hasta que ambos escuchamos que la puerta de abajo se abría y
supimos que allí había terminado nuestro tiempo de calidad, con la llegada de
Juliette. Travis recogió sus cosas y salió temerariamente delante de mí, bajé
las escaleras casi pegada a su espalda, ambos lentamente como si temiéramos encontrar
un monstruo en nuestro oscuro vestíbulo.
Las luces se encendieron y vi el
sobresalto rostro de Juliette cuando vio a Travis.
—Buenas
noches, señora Crawforth—Saludó él con naturalidad.
—Buenas
noches, Travis… no esperaba que estuvieras aquí.
Juliette me fulminó con la mirada
pero Travis fingió no darse cuenta y añadió:
—Yo tampoco
lo esperaba, pero era urgente que Anne me explicara esas feas ecuaciones
diferenciales.
—Vaya—Juliette
pareció convencida—
¿Y han terminado?
—Claro, ya
me iba de hecho.
— ¿Por qué
no te quedas a cenar? —Preguntó mi tía con amabilidad,
en realidad estaba sorprendida tanto por la invitación como por su tono afable,
sin embargo a ella siempre le había gustado Travis; bueno, a todo el mundo le
gustaba Travis. —Prepararé
estofado y arroz, creo recordar que es tu favorito.
— ¡Estofado
y arroz! —exclamó
Travis—definitivamente
me quedo, creo que no entendí bien la diferencia entre diferencial e integral…
sólo sé que no se trata de pan.
—Entonces
los llamaré cuando esté lista la cena.
Juliette rió y después de dejar
su abrigo y bolso sobre el perchero se dirigió a la cocina y nosotros
regresamos a mi habitación, donde seguimos charlando y tuve oportunidad de
mostrarle a Travis el Azadeth Scriptus, él pensó que era maravillosamente
aterrador, después empezó a fantasear sugiriéndome que convirtiera en sapo a
todos los profesores y de ésa manera podríamos librarnos de los próximos
exámenes, pero ambos sabíamos que no era más que una bonita fantasía. Un rato
después Juliette nos llamó para bajar y debo decir que la cena fue mucho mejor
con Travis en la mesa quien no paraba de hablar sobre cualquier cosa, Juliette
y yo sólo reíamos y en alguna ocasión aportábamos algo a la conversación
animada de Travis, sin embargo nunca nos dirigimos la palabra directamente.
Lamenté que Travis se marchara porque una vez la puerta se cerró tras él, el
ambiente tenso volvió a apoderarse de la casa y después de ocuparme de los
platos sucios de la mesa subí a hacer las tareas que tenía para el día
siguiente.
No obstante, cuando entré en la
habitación, sobre mi escritorio encontré el paquete del sobre de papel de
Engel, esta vez no estaba sellado y sobre él había una pluma negra como si
hiciera falta su firma personal para saber que se había metido a mi habitación
sin permiso. Cerré de golpe la ventana y eché el sobre a mi mochila para
devolvérselo por la mañana, si se atrevía a aparecer. En cuanto a la pluma la
tomé y le prendí fuego, un acto dramático y demasiado teatral pero que sirvió
para liberar un poco mi rabia.
Fue imposible devolver el sobre a
su dueño antes o después de la clase de historia porque él llegó exactamente a
la misma hora que Lafter y salió inmediatamente como yo el día anterior, dudaba
que él fuera a esconderse al baño de chicos.
Durante el almuerzo volví a
intentarlo rompiendo el candado de su casillero, sin embargo apareció detrás de
mí amenazándome con acusarme por intento de robo, y se negó a aceptar su tonto
paquete, entonces lo tiré en el primer basurero que encontré pero para el final
de la clase de Química volvió a aparecer dentro de mi mochila. Travis sugirió
que me quedara con él, que no me hacía ningún daño y que esa cantidad de dinero
podría ser útil, que si no me molestaba podríamos gastarlos en la celebración
del triunfo de su equipo. Acepté a regañadientes.
El miércoles traté de saltarme
nuevamente la hora del almuerzo para evitar juntarme con Katherine y Andrew, a
pesar de que Travis estaba tan cerca de mí como antes, no podía permitirme
otras relaciones cercanas, y cuando solucionara el problema de Liam tendría que
decirle adiós definitivo a Travis también, aunque fuera doloroso yo sabía que
era lo mejor, para él. Decidí vagar por un pasillo esperando que sonara el
timbre para que empezara la clase de Química, la escuela era relajante en ese
momento del día cuando la mayoría se congregaba en la cafetería o en los
jardines más soleados.
De pronto, una mano surgió de uno
de los salones vacíos y me cubrió la boca para que no gritara, con su otro
brazo me arrastró al interior. Por la forma tensa de los músculos de sus brazos
supuse que se trataba de un chico, su fuerza era mayor que la mía, y también
era varios centímetros más alto; “Gabriel” pensé inmediatamente atemorizada
agradecida de no haber estado acompañada en ese momento. Forcejé contra él
mientras se dedicaba a cerrar la puerta y luego me soltaba.
Por inercia, mi primera reacción
fue tomarlo de la camisa y lanzarlo contra el montón de pupitres apilados de la
clase. Algo no estaba bien, había sido demasiado fácil, demasiado débil… muy
humano… tres presencias humanas allí, dos gritando mi nombre con alarma y mi
víctima armando un estruendo en su caída.
— ¡Andrew! —exclamé
horrorizada de mí misma.
Me abrí paso entre el desorden de
las sillas caídas y me acerqué a él pensando en como explicaría porque había
podido lanzarlo cual muñeco de trapo.
—De verdad
lo siento… pensé que… —balbuceé y me detuve a tiempo, no
podía decir lo que había pensado realmente— ¡¿Qué te pasaba por la cabeza
para hacer algo así?!
Kat y Travis se acercaron también
alarmados. Afortunadamente, o quizás no, Drew seguía consciente y trataba de
incorporarse pero solo consiguió sentarse, hizo una mueca de dolor que me hizo
sentir irremediablemente culpable.
—Te dije
que no lo hicieras—rió
Travis.
—Pensé…
que… sería divertido. —jadeó él mientras yo le devolvía
una mirada asesina a Travis, no sabía porque estaba tan enojada. —Creo que
me rompió el brazo.
—Sí, está
roto. —corroboró
Kat después de analizarlo unos minutos.
—Justo a
unos días de la final… —gimió Drew de tal manera que me
hizo sentir más culpable.
—En todo
caso… —traté
de recobrar la compostura y desviar si podía la atención para evitar la
pregunta “¿Cómo lo has hecho?” — ¿Por qué hiciste eso?
—Estuve
pensando toda la mañana… —empezó Travis—y se me
ocurrió una manera de ayudar a Liam.
Abrí los ojos como platos. ¿Cómo
se le ocurría hablar de Liam delante de Andrew y Kat? Entonces até cabos… la
razón por la cual no se habían sorprendido tanto por haber lanzado a Drew por
los aires, esa misteriosa reunión…
— ¡Les has
dicho todo…!
Travis se puso una distancia
prudente entre él y yo.
—No me
mates, Zaphirel… —musitó
con aire aterrado, pero se estaba riendo. A mí no me parecía gracioso.
Luego me volví para mirar a
Andrew y Kat, que me miraban expectantes como si esperaran un espectáculo de
circo, pero tranquilos como si lo hubieran sabido desde siempre y sólo les
confirmaran sus sospechas, pero ellos nunca hubieran podido imaginarlo, a menos
que ya hubieran tenido tiempo suficiente para digerirlo.
— ¿Así que…
Nephilim? —preguntó
Kat con una risita nerviosa.
Asentí, dubitativa.
—Siempre
supe que no eras normal pero… esto de verdad ha superado mis expectativas—añadió
Andrew.
Me tumbé en el suelo y los demás
también se acomodaron de tal modo que formábamos un círculo como lo habíamos
hecho repetidas veces en el bosque, alrededor de una fogata, medité la idea de
convertir varios pupitres en fogata, sólo para rememorar los buenos tiempos.
—Se supone
que ustedes no deberían saberlo, Travis tampoco debería saberlo pero lo sabe
por culpa de Valerie… lo único que quiero es que se mantengan alejados de todo
este asunto. De mí.
—No podemos
dejar que tú sola cargues con esto—dijo Kat, comprensiva—somos
amigos ¿o no?
—Si, pero
eso no significa…
—Cuando uno
dice que daría la vida por sus amigos, es literal—me interrumpió Travis a la
defensiva—así
que aquí estamos, vamos a ayudarte en esto quieras o no. Acéptalo, tu sola
únicamente lograrás que te maten.
—Ustedes
son humanos—objeté
empezando a enojarme—harán que nos maten a todos.
—No nos
subestimes—intervino
Kat haciendo un mohín con la boca—el hecho de que no tengamos
poderes mágicos como tú o que no podamos lanzar gente por los aires, no
significa que no podamos defendernos o hacer cosas inteligentes que puedan
ayudar para salvar a Liam.
—Y si te
matan, ese psicópata que se llama Gabriel se va a comer tu alma o lo que sea—siguió
Drew con determinación—y si lo hace va a querer
conquistar el mundo, entonces los primeros de los que se desharán, seremos los
humanos.
En eso tenía razón.
—Además—dijo
Travis animadamente—te dije que tengo un plan. ¿No
pensarás que sólo nos lanzaríamos los cuatro a la entrada de la mansión
Jackocbsob con antorchas y ya, verdad?
Sentí que me sonrojaba
ligeramente, eso había sido casi exactamente lo que había imaginado.
—Bien,
entonces, suéltalo de una vez.
—Dijiste
que ese paquete que te dio Engel tenía una dirección y que allí encontrarías a
su hermana y a otros que te iban a ayudar a mejorar tus habilidades—asentí sin
saber exactamente a donde se dirigía—a defenderte exactamente de él,
lo que significa que en ese lugar debe haber otros como ustedes, probablemente
ángeles.
—Ángeles
que jamás en su vida le prestarían ayuda a un Nephilim.
—Eso no
puedes saberlo. Y, estoy seguro de que esos ángeles estarán muy interesados en
la historia de Gabriel, todo lo que él te contó, sus planes que deben ser
ciertos. Gabriel no esperaba que salieras esa noche con vida y te lo ha dicho
todo, tampoco contaba con que pudieras tener contacto con otros ángeles,
ángeles que podían llevar esa información a los amigos del verdadero Gabriel o
a su jefe… quien quiera que sea; y si no te creen Sophie confía en ti, ella
podría ayudarnos a convencerlos. Entonces cuando lo sepan querrán detenerlo, tu
sabes donde se esconde, lo tendrían rodeado y nosotros aprovecharemos para
infiltrarnos al sótano y recatar a Liam.
Los
ojos de Travis brillaban con brío cuando terminó de hablar y yo tenía que
admitir que era un plan estupendo, hasta la parte de pluralizar el infiltrarnos, no los quería a ellos
cerca de Gabriel ni de Engel, ni siquiera alrededor de la mansión Jackocbsob.
—De
acuerdo, admito que tu plan es muy bueno y tiene posibilidades, bastantes, pero
seré yo quien vaya donde Sophie y seré yo quien se meta a la mansión
Jackocbsob.
— ¡O todos,
o ninguno! —Protestó
Kat—
¿Cuándo vas a poder entender que somos un equipo, que somos tus amigos y
estamos para apoyarte?
—Esa faceta
de mártir no es para ti, Anne—espetó Drew con el tono desdeñoso
que siempre usaba para hacerme rabiar, pero cuando lo miré vi sus sonrisa
abierta. —No
intentes protegernos, no busques dar tu vida por nosotros; sobre todo, no tomes
decisiones que nosotros mismos podemos tomar, ya decidimos estar de tu lado y
no hay vuelta atrás. Además, las heroínas trágicas no son sexys.
Me guiñó un ojo que me hizo meditar
romperle el otro brazo, repentinamente me recordó a Engel.
—Ya lo ha
dicho él—sonrió
Travis—.
Armamos una coartada, ya que tú estás castigada y no puedes escapar así como
así de tu casa. Escucha: el viernes después de clases Kat hablará con tu tía para
pedirle permiso de que te quedes en su casa a dormir, ya que sus padres estarán
fuera de la ciudad y ella teme quedarse sola. El sábado por la mañana
asistiremos al partido de fútbol y entre el alboroto que se arme tu y yo nos
escaparemos, tomaremos mi auto hacia Perthshire desde donde llamaré a mis
padres para decirles que me quedaré en casa de Drew para celebrar el triunfo o
lamentar nuestra pérdida, lo que sea. Una vez en Perth, tomaremos el tren hacia
Edimburgo y luego un avión a Londres, donde tomaremos otro tren a Hampshire.
Después… veremos que sucede.
No podía creerlo. Mi mirada se
tornó borrosa cuando las lágrimas se agolparon en mis ojos deseando salir;
nunca me había dado cuenta de los buenos amigos que tenía, nunca los había
valorado de verdad, ni siquiera había contado a Andrew entre mi círculo de
amigos, pero en ese momento estaban allí los tres, arriesgando sus vidas por mí.
Lo lamentaba por el feo reloj de gatito, pero de todas maneras, lo nuestro
nunca hubiera funcionado.
—Chicos… —dije con
voz quebrada—gracias…
Las lágrimas escaparon por fin de
mis ojos y empecé a llorar incontrolablemente mientras sonreía y soltaba
risitas nerviosas. Kat se acercó a mí y me abrazó murmurando algo que no
entendí a través de mis sollozos, después Travis y Drew se unieron al abrazo.
Yo no estaba sola y no tenía por que condenarme a eso si era lo que Gabriel y
Engel querían.
El abrazo fue duradero hasta que
Andrew se quejó y se apartó por el dolor que le producían los huesos rotos del
brazo.
—Creo que
yo puedo arreglar eso—dije limpiándome las lágrimas.
Hice que se quitara la chaqueta y
puse mis manos sobre su brazo dañado, entonces me concentré esperando que
saliera bien. Unos segundos después empecé a notar que algo cálido fluía dentro
de mi cuerpo, era una sensación agradable que se volvió repentinamente fría,
incluso dolorosa, era como si el dolor del brazo de Andrew estuviera siendo
absorbido por mi cuerpo y casi me aparté pero me mantuve firme hasta que la
sensación fría se volvió cálida de nuevo, sin embargo el dolor seguía dentro de
mi cuerpo.
—Wow, esto es… genial—musitó
Drew con asombro mientras movía las articulaciones de sus dedos para asegurarse
de que todo funcionaba como antes— ¡Funciona!
Kat aplaudió un par de veces
emocionada y Travis le dio un golpe en el antebrazo como si quisiera confirmar
que no estaba mintiendo.
— ¿Qué más
sabes hacer?
—No mucho…
— ¿Tienes
alas?
—No… no lo
se.
— ¿Lees
mentes?
—Si, a
veces…
— ¡Lee la
mía! Dime que estoy pensando. —Saltó Drew, emocionado.
— ¿Por qué?
No quiero saber lo que estás pensando.
— ¡Ja! No
puedes hacerlo.
—Si puedo.
— Estas
mintiendo.
—También
puedo volver a romperte el brazo…
El viernes a la hora de salida
Kat cruzó conmigo el aparcamiento, por alguna razón yo estaba nerviosa, sin
embargo ella se mostraba tranquila, dijo que sabía perfectamente como hacerlo;
y cuando vislumbramos mi auto, Kat se apresuró hasta él asomándose por la
ventanilla del lado del copiloto, yo me quedé rezagada a propósito con mi mejor
cara de resignación.
—Sólo será
un fin de semana, lo prometo—escuché decir a Kat con dulzura
cuando alcancé el auto, era muy probable que estuviera usando el efecto de sus
ojos de borrego tierno—es la primera vez que mis padres
me dejan sola…
—Podrías
quedarte en nuestra casa—escuché que decía Juliette. Eso
no estaba contemplado en el plan.
—Sería
buena idea—respondió
Kat, entonces supe que ella si lo había contemplado—pero,
creemos que no es seguro dejar la casa sola, es por eso que mis padres me dejan
y no me llevan con ellos; la semana pasada intentaron meterse en la casa de los
McKornick, pero dicen que su perro asustó a los intrusos, ahora encuentro la
utilidad de tener un perro tan grande y feo… No se preocupe señora Crawforth,
comprendo si no es posible, sólo quería intentarlo…
—Está bien,
Kat—aceptó
finalmente Juliette. —Sólo por esta vez. La llevaré a
tu casa a las ocho.
— ¡Oh,
muchas gracias, señora Crawforth!
—De nada.
Kat se apartó de la ventanilla y
después de dar nuevamente las gracias se alejó agitando su brazo en el aire en
señal de despedida; cuando ocupé mi lugar dentro del auto esperé a que empezara
a regañarme por el atrevimiento de Kat, pero no dijo nada.
—Fue muy
amable de tu parte dejar que pasara el fin de semana con ella—dije con
voz neutral.
Era la primera vez en toda la
semana que le dirigía la palabra y no era porque yo estuviera enojada con ella,
era más bien por el miedo que sentía a que se volviera a poner como una furia y
me espetara esas terribles acusaciones que lamentablemente era ciertas.
—Sólo
procura no hacerle daño a nadie más. —Respondió secamente y esa simple
frase perforó mi pecho, produciendo un dolor terrible e intangible.
Cinco minutos después de las
ocho, Juliette me dejó en la puerta de la casa de Kat, como un golpe de suerte
el auto de sus padres no estaba a la vista, y fue Kat quien abrió la puerta, la
casa se veía vacía salvo por ella, así que mi tía se marchó convencida de que
no era algún extraño juego de mentiras. Una vez que vi el auto de Juliette
doblar en la esquina, pude relajarme por completo aunque aún quedaba mucho por
delante. Una parte de mí se sentía optimista respecto al plan de Travis,
mientras que la otra, ya estaba maquinando lo que sería un plan B.
De pronto, el tiempo transcurría
demasiado rápido y las horas de la noche se consumieron una tras otra en lo que
me parecieron minutos, aunque esa noche apenas logré dormir un par de horas,
los nervios me hacían su presa innegable y el pánico empezaba a apoderarse de
mí debido a la incertidumbre; las pesadillas volvían a después de mucho tiempo…
cada vez que cerraba los ojos, los gritos de Liam en la cámara de armas, me
despertaban.
Por la mañana volví a revisar
cuidadosamente el contenido de mi mochila y todo estaba allí, el paquete de
Engel, dos mudas de ropa y mi Azadeth Scriptus porque pensaba que podía
aprender algo nuevo de él, o que probablemente tuviera alguna utilidad, quizás
sólo me hacía sentir segura igual que la estrella de zafiro colgada en mi
cuello debajo de mi jersey rojo.
El aire fresco de la mañana me
alentó de manera positiva, y caminar hasta el colegio, donde se desarrollaría
el partido, me sirvió para poner en orden mis pensamientos. Kat y yo ocupamos
un par de asientos de manera estratégica, cerca de la salida hacia los
vestidores, justamente por el lado del campo donde salieron ambos equipos para
competir; aunque yo no sentía la misma euforia que el resto de la escuela puse
mi mejor cara cuando vi a Travis en su lugar de capitán, radiante con sus rizos
recogidos en su nuca, portando el uniforme negro y rojo, y una sonrisa
autosuficiente en el rostro; a su lado Andrew serio como si estuviera
concentrándose al máximo.
Justo después de escuchar las
gaitas y el himno de Escocia inició el partido, los ciento veinte minutos más
largos de mi vida que terminaron en un eufórico triunfo de cuatro goles a uno a
favor del Birnam College. Cuando el árbitro dio el silbatazo final la mayoría
saltó de las gradas en una estampida feroz para felicitar a los jugadores del
equipo, para admirar de cerca la copa y para adorar a su capitán y entrenador.
La multitud desordenada fue útil para que Kat y yo nos filtráramos hacia el
corredor que dirigía a los vestidores, los guardias de seguridad ni siquiera lo
notaron, pues estaban más preocupados por impedir que todos los demás entraran.
Entonces inició otro periodo de espera donde sólo escuchaba las atronadoras
porras desde fuera, estaban sacándome de quicio, era como dos panoramas
distintos que no concordaban en sí mismos: uno lleno de alegría propio del gran
triunfo de un campeonato; el otro, era como la tensión que se vive en una sala
de espera de un hospital.
Veinte minutos después, el equipo
entero entró, un par de chicos, los más grandes y fuertes llevaban a Travis
encima de sus hombros mientras él mantenía en lo alto una reluciente copa
dorada. Entonces, él pidió que lo bajaran y le pasó la copa a otro chico que
puso cara como si la misma reina lo hubiera condecorado. Travis y Drew se
abrieron paso entre las personas que los rodeaban y se aproximaron en nuestra
dirección, el silencio se hizo y todos miraron con curiosidad al otro lado,
curiosos del siguiente movimiento de Travis.
— ¡Pueden
seguir, los alcanzaremos luego! —exclamó Travis dirigiéndose a su
equipo, pero nadie se movió.
Entonces ocurrió lo inesperado,
Travis vino directo a mí, me rodeó por la cintura y plantó un beso en mis
labios, que sólo tuvo como respuesta que rodeara mis brazos a través de su
cuello. Unos segundos después se separó y me pasó el brazo por los hombros; los
demás como si hubieran captado una señal se alejaron retomando el alboroto. Miramos
en dirección contraria donde Kat y Andrew ya se alejaban tomados de la mano,
aunque más bien parecía que Drew arrastraba a Kat. Apresuramos nuestro paso y
llegamos casi corriendo hasta el aparcamiento en dirección al estridente Focus
amarillo de Travis.
—Diles a
los demás que me fui a celebrar con mi nueva novia—dijo
Travis a Drew con una risa nerviosa. —Estaremos en contacto.
—Tengan
mucho cuidado—dije
sin poder evitar el tono de preocupación—Si ven a Engel o a un sujeto
rubio con cara de ángel psicópata, aléjense de inmediato.
—Descuida,
tendremos cuidado—dijo
Kat—Buena
suerte.
La íbamos a necesitar.
Travis puso en marcha el auto y
salimos en del aparcamiento del colegio, pero, pisó el acelerador hasta que
terminó de escribir un mensaje de texto.
Tomamos la A9 en dirección a
Perth, sólo logré relajarme un poco cuando las casitas de Birnam empezaron a
quedar atrás para dejar visible un paisaje verde y boscoso que se extendía a
ambos lados de la carretera, a veces se volvía una ancha línea verdosa y
borrosa lo que indicaba que Travis aceleraba, pero después recordaba el límite de
velocidad que a mí no me importaba en absoluto, pero, tomando en cuenta que nos
estábamos escapando, lo último que queríamos era a un policía deteniéndonos por
ser menores de edad e ir a exceso de velocidad, y eso simplemente significaría
el fin de nuestro maravilloso plan.
Apenas hablamos durante el viaje
a Perth y dejamos que sólo la música llenara nuestros largos silencios, tal vez
ambos estábamos tan nerviosos para decir cualquier cosa, quizás la adrenalina
seguía fluyendo por nuestros cuerpos, lo que me recordaba ese beso delante de
todos, me hacía sentir incómoda, aunque no era nuestro primer beso, se sentía
diferente, probablemente porque ya no éramos niños y ahora pensábamos más en lo
que hacíamos. Desvié por un momento la mirada hacia Travis que lucía
consternado y supe que él también pensaba en ese acontecimiento, aunque no
sabía de qué forma. Recordé repentinamente que yo podía saberlo si quería, que
podía hurgar en su mente pero me sentí avergonzada casi al instante de haberlo
pensado porque yo hubiera detestado que alguien no respetara mi privacidad, yo
había detestado cada uno de los momentos que Engel se había metido a mi cabeza
como un intruso, era una táctica sucia y vil que no podía atreverme a usar con
Travis para obtener alguna ventaja.
El recorrido hasta Perth duró cuarenta
y cinco minutos hasta la central de trenes donde aparcó lo más cerca que pudo
de la entrada, tomamos nuestras cosas, dio al guardia uno de los billetes de
cien libras, diciéndole que si lo cuidaba bien tendría otro igual a su regreso,
el hombre lo aceptó con gusto aunque al principio nos miró con recelo después
pareció decidir que no éramos peligrosos, incluso nos deseó un buen viaje; a
toda prisa entramos al edificio de color granate, que a mí siempre me había
recordado la estructura de un colegio. Con otro billete compramos un par de
boletos con destino a Edimburgo y con el cambio pudimos comprar algunos sándwiches
para el camino, que en realidad terminamos ingiriendo antes de que llegara
nuestro tren. Me pareció curioso como todos nos miraban al pasar por su lado
cuando buscábamos un par de asientos libres, por un momento pensé que aún
estaba dentro de mí la paranoia de haber salido clandestinamente, sin permiso,
con un par de coartadas frágiles capaces de ser descubiertas en cualquier
momento, ó incluso, que todos eran demonios que nos vigilaban, pero entonces me
di cuenta de lo que en realidad sucedía.
—Travis… —balbuceé
en voz baja—creo
que no es buena idea que vayas por allí con tu uniforme que dice “Birnam
College”… creo que todo el mundo piensa que… nos estamos escapando, no sé si
sabes a qué me refiero.
—Oh—él
comprendió de inmediato a qué me refería—es cierto, iré a cambiarme de
ropa… con todo esto lo olvidé por completo. Es una lástima que los trenes no
cuenten con duchas.
Tomó su mochila y se dirigió al
baño. Mientras tanto, yo me quedé allí sentada mirando el paisaje correr por la
ventanilla y conforme nos acercábamos al sur las nubes se oscurecían pasando de
un gris perlado a un gris oscuro y tormentoso; intenté cerrar los ojos pero el
traqueteo de la maquina perforaba mis oídos, en realidad apenas era perceptible
pero mis sentidos agudos lo volvían insoportable, dándome la sensación de ir
andando sobre una carreta a través de un camino empedrado, o simplemente un
viejo tren de vapor.
—Te vez mal—dijo
Travis cuando volvió—deberías intentar descansar.
—Es
imposible—intenté
sonreír pero no logré más que una mueca.
Él tomó asiento a mi lado a pesar
de que el que estaba delante de mí se hallaba libre por fortuna habíamos
encontrado sitio en un vagón casi vacío. Mi amigo me abrazó repentinamente y
ese gesto cálido me hizo sentir reconfortada de alguna manera, era como si el
tacto de Travis tuviera algo mágico que me hacía sentir protección; recargué mi
cabeza contra su hombro y cerré los ojos cuando los dedos de Travis empezaron a
juguetear con mi cabello provocándome una sensación reconfortante y muy relajante;
parecía tan mágico que alejaba el insoportable ruido del tren, y los colores
fuera de la ventana se volvían brillantes mas sin embargo inalcanzables.
Cuando volví a abrir los ojos me
costó unos cuantos minutos darme cuenta de donde me encontraba y porqué; la
mitad de mi cara tenía las marcas del regazo de mi amigo y fuera ya caía un
fuerte aguacero que golpeaba las ventanas nublando la visibilidad del exterior,
no supe cuanto tiempo me había quedado dormida, pero estaba segura de que no
había sido mucho pese a tener la sensación de que habían transcurrido horas.
—Creí que
habías dicho que era imposible—dijo Travis esbozando una sucinta
sonrisilla.
—Calla… ¿Te
sucede algo? —me
atreví a preguntar finalmente cuando me desperecé.
— ¿A qué te
refieres?
—Desde que salimos de Birnam has estado… extraño. —Lo acusé— ¿Te
arrepientes de haberme acompañado?
— ¡No! —Se apresuró a decir y luego bajó la mirada—Es que… ese
beso, no debí.
—Ah…
¿Así que es eso? —mascullé
sintiendo como se me contraía el estómago aunque no pude identificar la razón—Es cierto que no debiste,
pero supongo que por algo lo hiciste.
—Si, así
es. —Afirmó. —Tenía que
buscar una rápida excusa para que me dejaran ir y también justificar mi ausencia
de las celebraciones; eso fue lo primero que se me ocurrió, que no pensé en las
consecuencias.
—
¿Consecuencias? Travis, pero si no sería la primera vez—intenté reírme—vamos,
ni siquiera me importa, si hubieras sido otro sin duda tendrías un ojo morado.
—Dime…
¿Por qué razón jamás pensarías tener algo con Drew?
La pregunta me tomó por sorpresa.
—Pues…
porque él no me gusta—contesté
inmediatamente como si fuera obvio. —Drew
es… se ha portado amable, aprecio mucho lo que está haciendo por mi, pero no es
secreto que nosotros dos, siempre peleamos, como si no pudiéramos vivir en el
mismo espacio sin que ese roce desencadene algo que moleste al otro, es
curioso.
— ¿Algo
más?
—Pues…
porque… —Me llevé la
mano a la boca ahogando una exclamación sorprendida, al comprender a donde
quería llegar—a
Katherine le gusta Drew y ella es mi mejor amiga.
—Por eso
mismo besarte delante de él y hacer que todos creyeran que eras mi novia, fue
malo.
— ¿Estás
insinuando que Drew…? —él
asintió—pero es
imposible, desde que nos conocimos se la pasa diciendo cada comentario mordaz para
contradecirme.
—Cada
chico demuestra que le gusta una chica de diferente manera. —Dijo seriamente como si
empezara a hablar de alguna ciencia desconocida—Algunos
como Drew son insoportables, otros son arrogantes, también están los que llaman
la atención de cualquier manera y los que llegan a través de una linda amistad…
—Y dicen
que nosotras las chicas somos complicadas—bufé
cruzándome de brazos.
A mi cabeza llegaron preguntas que no esperaba, como por ejemplo
¿Qué clase de chico era Liam?… o mejor aún, ¿Qué clase de chico era Engel? El
arrogante, me respondí, era casi lógico. Moví la cabeza de un lado a otro, no
me podía permitir tener esa clase de pensamientos cuando estaba en camino hacia
una conspiración contra él, cuando probablemente estaba yendo a buscar al ángel
que lograra terminar con su híbrida vida. Me reprendí a mi misma, porque quería
que de una vez por todas ese amor irracional se desvaneciera y se convirtiera
en odio a causa de lo que he había hecho, sí, había odio, rencor… pero no el
suficiente para matarlo con mis propias manos. Aunque aliviada, descubrí que
tampoco había el suficiente amor para querer estar a su lado otra vez.
—Lo son,
es complicado llegar a ustedes—agradecí
que Travis siguiera el hilo de la conversación porque yo me había perdido por
completo en mis pensamientos—mírate,
ni siquiera te habías dado cuenta de que le gustabas a Drew cuando es demasiado
obvio. Tú eres una de las más complicadas que he conocido.
Me crucé de brazos en fingida indignación.
—Pues si
buscaban algo fácil, debieron ir directo a Rachel Arrington.
Travis me abrazó, rodeando mi cuello y atrayéndome hacia él,
luego besó el costado de mi cabeza como una niña pequeña a la que quiere sacar
de un berrinche.
—No,
gracias; ella me provoca… todo menos atracción—ambos
nos echamos a reír. —Y
yo ya tengo a mi chica especial…
—A quien
aún no conozco y cuyo nombre sigue siendo un verdadero misterio.
Sus ojos castaños recuperaron su brillo habitual.
Inconscientemente sus dedos empezaron a juguetear con un curioso dije que
colgaba de un cordón negro atado a su cuello, parecía una flama plateada
invertida, siempre lo llevaba puesto pero nunca se me había ocurrido cuestionar
su origen, siempre había asumido que lo había comprado, sin embargo ahora
resultaba un motivo cuestionable que me intrigaba.
—
¿Sabes? —dije después
de mirarla hipnotizada durante un rato—Yo
creo que Drew no está molesto contigo, ustedes se conocen bien, tienen ese
código de chicos y sé que él sabe que tu y yo sólo somos amigos, seguro el
enojo le duró solo un par de horas, Kat debió encontrar una manera de ponerlo
de buen humor otra vez.
—Si,
creo que tienes razón, exageré un poco, él no es tan inmaduro.
Por supuesto, aunque ahora yo tendría que vivir con la idea de
que Andrew Stephenson estaba enamorado de mí y estaba segura que no duraría
mucho tiempo, no pensaba dejarlo así, a la deriva, haciéndose alguna clase de
esperanza, o que siguiera luchando una pelea perdida; además estaba Kat, ellos
dos podían estar juntos sin problemas, ambos eran normales, ambos humanos, sin
la atadura de unas reglas tontas, sin la condena de ser peligroso para el otro.
¿Por qué el amor se molestaba en hacerse tan complicado?
Entre el agua que caía por la ventana del tren apenas pude ver
cuando entrábamos a Edimburgo, inmediatamente me sentí mareada al ver la
numerosa cantidad de líneas ferroviarias y el acero alzándose para esperar la
llegada de los trenes, su estación era enorme (comparada con la de Dunkeld), me
pareció más grande y desconocida que la de Perth, mucha gente iba y venía por
la estación Waverley, una gran multitud de humanos inmersos en sus propias
vidas, tal vez algunos de los que nos rodeaban ni siquiera eran humanos, aunque
todos lucieran igual, ese era el problema, se mezclaban entre nosotros. Tomé la
mano de Travis con fuerza, temiendo perderme. Me relajé ligeramente cuando
salimos al exterior y el aire helado liberó mi mente, incluso me atrevía a
admirar; era un lugar hermoso, de una antigua arquitectura exquisita y no tosca,
esa clase de lugares en los que realmente nunca había estado pero había
escuchado tanto hablar de ellos que los había imaginado. Allá en la cima de una
colina estaba el castillo dándonos una gloriosa bienvenida. La capital era muy
diferente a nuestro pequeño pueblito con unos cuantos edificios altos, la
mayoría solamente llegaba a tener dos plantas, mientras que aquí, lado a lado
se alzaban altas edificaciones, había mármol en sus paredes y nuestra
maravillosa catedral medieval era una casita de muñecas comparada con la
catedral gótica de Edimburgo que podía ver desde muy lejos; en la calle había
mucha gente a pesar del clima húmedo, los sonidos también eran diferentes,
incluso el olor de la ciudad contrastaba con el aroma de Dunkeld el cual casi
siempre estaba impregnado de tierra mojada y bosque, aquí no había bosque que
pudiera verse desde cualquier punto. Pude ver todo eso a través de una
ventanilla de taxi rumbo al aeropuerto, en éste lugar tan grande hubiera sido
fácil esconderse, rebosaba de una infinidad de rincones y callejones. Suspiré
con anhelo de una vida ajetreada donde mis máximas preocupaciones fueran tomar
el autobús correcto y llegar siempre a tiempo, tener una cafetería cercana para
beber el té, estresarse por el ruido de los coches que abundaban en diferentes
carriles en una sola calle y la gente intolerante.
Al llegar al aeropuerto, compramos dos billetes de avión directo
a Londres utilizando los fondos de Engel que no parecían tener un fin, pero
estaban resultando útiles; esperamos una hora antes de que nuestro vuelo fuera
anunciado y en ésta ocasión fue Travis quien durmió durante el viaje,
rindiéndose apenas el avión había alcanzado su altura; yo en cambio me dediqué
a observar como pasábamos a través de las nubes aunque no sentía esa libertad
que debe sentir un ave al volar, esa adrenalina y el viento besando tu cara, me
preguntaba si yo algún día sería capaz de hacerlo sin la necesidad de una
coraza de metal, hacerlo por deseo de sentirme libre y de tocar las nubes… si
yo era la mitad de un ángel tendría que tener unas alas aunque fueran pequeñas,
resistí el impulso de girarme y desposarme de mi ropa para mirar mi espalda
buscándolas, Liam había dicho que si teníamos pero nunca me había dicho como
sacarlas, ni tampoco me había mostrado las suyas.
El vuelo resultó ser mas corto de lo que había supuesto,
habíamos estado en el avión por poco más de una hora; apenas eran las cuatro y
media de la tarde cuando llegamos a Londres y tomábamos el tren hacia Southampton
desde la estación King’s Cross. Eso significaba que cada vez estábamos más
cerca de Sophie y pronto sabríamos si habíamos cruzado el país para nada o si
de verdad había valido la pena arriesgarnos.
En casa todo seguía marchando perfectamente, Travis había
hablado desde el tren con Drew (quien ya no estaba enojado) y estaban
celebrando la victoria en el pub donde Liam solía trabajar, allí se suponía que
estaba Travis, eso pensaban sus padres y después de algunas cervezas irían a la
casa de Drew, mientras que Kat y yo nos aburríamos viendo televisión en su casa
cotilleando sobre cosas del colegio, como hacían las chicas.
Me dediqué a echarle un vistazo al Azadeth Scriptus cuando se me
ocurrió la idea de que quizás no estaríamos yendo donde Sophie y un ejército de
ángeles vengadores, sino directo a una más de las trampas de Engel. El plan de
Travis me había parecido perfecto que nunca sopesé la posibilidad de que Engel
lo hubiera inventado todo y había pretendido alejarme por completo de casa para
atraparme en un lugar donde no conocía a nadie, un lugar mucho más grande y con
menos posibilidades de huir. Expresé en voz alta mis temores y la idea de
volver a Dunkeld en ese preciso momento, pero Travis se negó rotundamente. En
su mirada notaba la excitación y de verdad no le importaba lo que hubiera al
final del camino mientras le diera una historia que contar a sus hijos y sus
nietos, algo por lo cual sentirse fuerte y útil, fuera de la rutina de Dunkeld
& Birnam.
—De
acuerdo—acepté
armándome de valor—pero
mantente cerca en todo momento, si hay necesidad de huir de emergencia sólo te
tomaré de lo primero que encuentre y desapareceremos… no te sueltes y… cierra
los ojos cuando todo empiece a dar vueltas.
—Si
puedes desaparecer de un lugar y aparecerte en otro en un parpadeo… ¿Por qué
hicimos todo ese recorrido?
—Por un
montón de razones—contesté
en voz baja pues íbamos en la parte trasera de un taxi, aunque estaba segura de
que el hombre había escuchado infinidad de historias lunáticas en su vida y
nada le importaba más que terminar su jornada laboral. —Porque nunca he hecho eso con otra persona,
porque nunca he estado aquí y al menos yo necesito visualizar el lugar a donde
quiero ir y si fuera tú no confiaría mucho en mis poderes, Liam solía llamarme
defectuosa… creo que no funciono bien o algo así.
Cuando el taxi se detuvo miré afuera y me sentí ligeramente
confundida pensando que el hombre se había equivocado de sitio, pero cuando lo
obligué a corroborar la dirección escrita en el papel, pareció ponerse de mal
humor así que pagamos la tarifa y salimos.
Miré alrededor boquiabierta; había esperado que delante de
nosotros se alzara una fortaleza de apariencia impenetrable, un lugar en medio
de la nada cuya entrada estaría custodiada por un par de fornidos ángeles en su
apariencia humana pero aún así intimidantes; sin embargo era todo lo contrario,
nos rodeaba una linda zona habitacional de casitas cuadradas de dos pisos y
jardines delanteros muy bien cuidados, parecía el lugar perfecto donde una
familia pequeña de clase media podía hacer una vida tranquila y sin preocupaciones;
No me equivocaba porque en algunos de los jardines había alguna bicicleta o una
pelota de fútbol, una que otra mascota descansando perezosamente en un césped
calentado por el sol.
Travis me miró y supe que él había esperado también una
fortaleza angelical porque alzó la ceja y en silencio me preguntó si estaba
segura de que ése era el lugar.
Leí como por décima vez la dirección y localicé el letrero al
final de la calle que rezaba “Kingfisher” después el número 61 que tenía la
casa delante de nosotros… no había ningún error. Me encogí de hombros y tomando
la mano de Travis, cruzamos el camino hasta la entrada. La casa estaba
iluminada por dentro lo que era una buena señal aunque ninguna cortina abierta
mostrara alguna señal de sus habitantes o una sombra que nos dijera de qué
tamaño eran nuestros probables nuevos enemigos. Volví a mirar alrededor, sintiéndome
desprotegida a plantada allí a plena luz del día, escudriñé el jardín y más
allá de éste, en busca de cualquier cosa que pudiera servir de arma, pero salvo
el elfo custodiando un grupo de begonias, había nada que pareciera amenazador.
Travis se colocó a mi lado mientras yo presionaba el timbre un
par de veces y miraba a la puerta en espera de que algo sucediera. Después de
unos segundos, escuché pasos aproximarse y la puerta se abrió mostrando un
vestíbulo bien iluminado, sin ninguna marca satánica visible. Solté el aire que
mis pulmones habían estado conteniendo cuando el inconfundible fogoso cabello
rizado de Sophie se asomó por el umbral. Esbocé una amplia sonrisa dándome
cuenta apenas de lo mucho que la había extrañado y de lo feliz que me hacía
verla nuevamente, pero, antes de que me lanzara sobre ella para abrazarla supe
que algo no iba bien... Los ojos castaños de la niña se abrieron como platos y antes
de que pudiera articular mi disculpa por haberme dejado tentar por su hermano, cerró
de un portazo que sonó como un fuerte cañón.
Me quedé estupefacta, pero no el
tiempo suficiente como para reaccionar, un poco molesta, en realidad, estaba siendo
infantil. No había sido para tanto, en mi defensa podía decir que lo había
hecho como un método de supervivencia.
— ¡Sophie! —Grité a la
puerta golpeándola con la palma de mi mano un par de veces—No puedes
estar enojada por siempre, abre la puerta. —Luego añadí una justificación a
mi repentina llegada— ¡Se trata de Engel!
La puerta no se abrió, ni
siquiera con la mención de su angelical y desorientado hermanito, quizás
también siguiera enojada con él, tal vez ya sabía de sus últimas actividades. Me
volví hacia Travis que se había quedado un par de pasos detrás de mí; le miré
pidiéndole una disculpa, no obstante, su expresión estaba ausente, había
sorpresa marcada en su semblante; quizás había esperado que la dulce niña de la
que le hablé nos recibiera cálidamente. Perfecto, las hermanas de Engel eran
unas lunáticas, como él.
—No te
preocupes… tiene que abrir tarde o
temprano—le
dije aunque no muy segura. —es sólo que no nos esperaba,
quizás fuimos inoportunos.
Me callé. En Travis había algo
que no era miedo, estaba ausente en un lugar que sólo él conocía, su mirada
fija en la puerta, su boca ligeramente abierta como si hubiera estado a punto
de decir algo pero se había arrepentido en el último momento. Y, de pronto, sin
decir nada, me apartó para pasar por mi lado y ponerse delante de la puerta, me
di cuenta que estaba temblando cuando su mano se colocó en mi pecho haciéndome
a un lado.
—Sophie,
abre la puerta—dijo
con voz mesurada, tranquila, pero yo sabía que estaba conteniéndose aunque no
sabía por que ¿le tenía miedo?—Me debes una explicación.
No tenía sentido, Sophie no tenía
nada que explicarle a Travis, pero si eso funcionaba estaba bien. Un instante y
la puerta se abrió lentamente.
—Travis… —la voz de Sophie se
quebró cuando pronunció el nombre de mi amigo.
La niña se lanzó hacia el cuello
de él con fuerza arrebatada, haciendo que retrocediera de golpe, casi perdiendo
el equilibrio. Apreté mis puños dispuesta a lanzar bolas de energía contra
Sophie, pero cuando miré bien ella estaba abrazándolo efusivamente y él
correspondía el abrazo, no era un gesto de cordialidad, más bien parecía como si
se conocieran desde siempre, ahí perdí la lógica de los hechos. El mundo se
había puesto de cabeza.
Hola a todos,
Mi corazón está lleno de alegría y contemtment por lo que este gran hechicero ha hecho por mí. Mi nombre es cristiano y mi marido me dejó por una puta barata y lloré todo el día y noche hasta que me encontré con este gran hechizo caster Dr. Rama (ramasolutiontemple@gmail.com), a quien en su misericordia me ayude a conseguir mi marido y mi roto familiares en casa. (mi casa que se rompió en los últimos dos años va a tener la mejor vida nunca más),
contacto: ramasolutiontemple@gmail.com
Gracias al Dr. Rama por todo lo que ha hecho por mí.
este es mi testimonio y me aconsejo que tome cualquier problema que tenga con él pues no sólo me ayuda también a mis amigos.
llevará los problemas a él y verlo resolver en menos de una semana.
contacto: ramasolutiontemple@gmail.com