Descendimos
uno a uno los peldaños, a la mirada vigilante y discreta de los demonios cuyos
rostros estaban cubiertos por máscaras
de plumas y lentejuelas multicolores, cada una mostrando a través de las
rendijas, ojos sanguíneos que estaban siempre alerta a los movimientos de los
demás, como presas esperando un pequeño desliz de las criaturas que les
rodeaban sólo para alimentarse de ellas. En la misteriosa incógnita me parecían
más peligrosos y letales pues ocultaban
lo que en realidad eran bajo sus máscaras de belleza y pulcritud pero no se
trataba más que de monstruos sosegados en aquella noche de gala.
La música siguió sonando, los
violines interpretaban alegres y perfectas melodías, que sublimes, se alzaban
hacia el dorado techo alto, propagándose por cada rincón del vestíbulo adornado
con hermosas rosas rojas. La mayoría de ellos vestían de negro, como era de esperar
entre los demonios como un cliché o un estereotipo en el cual los colores
claros pertenecían al bien y los oscuros al mal.
Llegamos al pie de las escaleras
aparentando que no nos habíamos dado cuenta de las miradas desviadas y la
curiosidad —o
el asco—
marcado en lo que se podía ver de sus rostros. Y, antes de haber avanzado un
par de pasos, un hombre abandonó la charla en la que se encontraba enfrascado
con una mujer de curvas pronunciadas y nos abordó. Era más o menos de la altura
de Engel, algunos centímetros más alto, y lo que podía ver de su rostro me
decía que era joven, al menos en apariencia; mantenía una sonrisa cordial a
pesar de lo impactante de su roja mirada que para mi tenía un significado bien
marcado, donde no se podía combinar nada bueno.
Noté que Engel se ponía
repentinamente tenso bajo mi brazo y lo interpreté como sentido de alarma, pero
no iba a salir corriendo.
—Padre—musitó mi
novio, inexpresivamente.
Al escucharlo decir eso sentí que
un sudor frío bañaba mi frente debajo de la máscara. Mi mente remitió los
recuerdos de aquella tarde en una colina al atardecer, pero me di cuenta de que
era la primera vez que le veía en persona tal cual y real. Intenté esbozar una ligera sonrisa
autosuficiente y mantener a raya mis pensamientos y emociones, sabiendo que
cualquier movimiento en falso sería captado por él (o por cualquier otro);
todos allí sonreían orgullosos de sí mismos, y yo sentía la necesidad de
pertenecer a ellos y no ser como una presa más, dentro de mí se removió la
creciente ambición de su poderío, belleza e imponencia.
—Diemth,
siempre haciendo tu entrada triunfal —expresó Stephanoff Balthazar pero
no logré captar malicia por ningún lado—nunca dejarás de ser el centro de
atención.
Una ligera sonrisa se curvó en
los labios de Engel, satisfecho por el cumplido. Entonces, su padre se volvió a
mí como si apenas se diera cuenta de mi presencia. Su sonrisa se amplió más
pero me mantuve firme a pesar de querer evaporarme allí mismo porque de verdad
era intimidante, había algo en su presencia que me provocaba miedo,
desesperación al mismo tiempo que el deseo; estaba segura de que no eran ideas
creadas por mi misma a base de lo mucho que ya había escuchado de él, era real,
como si lo emanara de su cuerpo.
El demonio hizo una reverencia y
tomó mi mano con delicadeza entre sus dedos, acercó mi dorso a sus labios y lo
rosó con sutileza y elegancia depositando un beso en mi piel que ardió ante su
más ligero tacto.
Empecé a creer que haber acudido
esa noche a la mansión Jackocbsob había sido una mala idea.
—Annette—soltó mi
nombre al erguirse y crear contacto visual conmigo— cuanto he
escuchado hablar de ti, eres una leyenda ya, tanto entre los blancos como entre
los nuestros. Es un placer conocerte al fin.
Un escalofrío recorrió mi columna
vertebral.
—Señor
Jackocbsob—respondí
con cortesía haciendo una reverencia al estilo de una doncella de la corte—supongo
las razones de mi fama, aunque no
sabía que fuera tan aclamada.
Soltó una corta carcajada,
risueña.
—Oh,
llámame Balthazar. Estas formalidades me abruman, sobre todo viniendo de la novia de mi hijo.
Me limité a sonreír, aunque
nerviosa. Aquel hombre… aquel demonio, de verdad emanaba de cada uno de sus
poros, gran fuerza; algo en él que me erizaba la piel y me mantenía alerta todo
el tiempo. En mi cabeza revoloteaban imaginarios sucesos de los terribles actos
en que había sido partícipe y protagonista. Mi mente voló hacia lo alto de la
chimenea donde un par de alas blancas se posaban cruzadas por un par de espadas
manchadas de sangre; prueba inminente de
la crueldad sin escrúpulos, pensarlo siquiera me pareció terrible, abrumador.
Cuida
lo que piensas…
—En fin,
espero que disfrutes de la fiesta—continuó después de un pequeño
silencio, aunque incómodo dónde los tres intercambiamos miradas—y, espero que
me concedas alguna pieza esta noche.
—Por supuesto… Balthazar—respondí
inmediatamente, sin pensar.
El padre de Engel me sonrió una
vez más, pero no podía adivinar las
intenciones de sus expresiones, era complejo, no era como Engel, pues a
diferencia de él, Balthazar se mostraba neutral, amable, sencillo, algo que le
convertía en un ser más peligroso de lo que ya tenía consciencia que era.
Engel, sin embargo, la mayor parte del tiempo mantenía alejadas a las personas,
emanando una presencia desagradable y hostil, era como si las personas
sintieran lo peligroso que era y por instinto se alejaran de él. Balthazar pese
a lo que sabía de él, lo que sentía de él, me había resultado agradable y
sumamente atractivo.
—Así las seduce a todas—susurró
Engel una vez que su padre se alejó entre la multitud; noté un tono aprensivo
en su voz—y ellas caen.
— ¿Estás celoso? —me burlé aparentando mi molestia al
hecho de que indagara en mis pensamientos.
—Un poco. —confesó
apesadumbrado—No soporto que nadie más te mire con la misma lujuria que lo hago
yo.
Le dediqué una sonrisa,
igualmente solté una risilla casi al instante. Esa, no era la frase más
romántica que podría haber escuchado, mucho menos era la clase de frase que una
chica espera que la persona de la cual está enamorada le diga, pero tratándose
de Engel estaba bien y era todo lo mejor que pude haber obtenido de él, lo más
cercano al cariño, probablemente una forma de expresar sus sentimientos sin
mostrarse en evidencia.
Lo besé rápidamente en la
comisura de los labios.
Seguimos nuestro camino
infiltrándonos entre los demás invitados; resultaba difícil describirles, pues
lucían similares, lo único que les diferenciaba eran sus llamativas máscaras o
sus vestimentas, las cuales, incluso no variaban mucho, eran una danza
monocromática pero aún así había algo en ese ambiente que lo volvía, además de
elegante, colorido. Era extraño darse cuenta como se volvían para vernos a
nosotros abrirnos paso entre ellos, como un par de extraños que intentan encajar
en una nueva ciudad, una nueva escuela, un nuevo mundo. En cualquier momento de
mi vida mortal hubiese pensado que valía más la pena observarlos a ellos, pero
me daba cuenta cuan interesantes resultábamos Engel y yo entre ese grupo,
éramos diferentes a ellos, y, por lo poco que sabía también codiciados. Debía
haber muy pocos de nosotros en ese mundo, hasta ahora sólo conocía tres
híbridos: Engel, Liam y yo.
Entramos en el salón de baile y
fue como entrar en la historia de un libro de otra época. También lucía dorado
y colorido, con antiguos jarrones repletos de rosas rojas, además contra las
paredes habían sido colocados divanes de terciopelo rojo. El baile que se
desarrollaba en la pista parecía haber sido ensayado con anticipación, los
danzantes iban perfectamente coordinados unos con otros, un baile antiguo que
de pronto parecía ridículo y que sólo había visto en las películas ambientadas
en la época Victoriana, me pareció hermoso verlo, más sin embargo no me creí
capaz de ejecutarlo yo misma.
Me esforcé por apartar mi mirada
encantada de los bailarines y encontrar algo más que observar, hasta que mis
ojos se detuvieron en un diván en la esquina más alejada del salón. Una
muchacha no tan niña, más bien entrando en el cuerpo de una mujer estaba rodeada
de un numeroso grupo de demonios: Lola. A sus acompañantes no les importaba
compartirla con los demás, de hecho era ella quien, por su postura me di cuenta
que era la dueña de la situación mientras los otros le se adentraban en su
juego, esperando su turno.
Una escena que se volvió
repugnante y privada unos segundo después cuando uno de los demonios derramó su
copa sobre los pechos de Lola y empezó a lamer el líquido, buscando
desesperadamente la forma de meter más su cabeza entre el escote del corset.
La fiesta sobria y elegante era
la máscara de una verdadera orgía demoniaca. ¿Qué había pretendido Engel al
traerme aquí?
Todas las situaciones que se
desarrollaban a lo largo del salón eran escenas que habría imaginado sabiendo
que se trataban de demonios, pero nunca pensé formar parte de ese círculo o al
menos tener que presenciarlo, me sentí perturbada ante la cantidad de cosas que
veía. La orgía pública en los divanes no era lo único grotesco o perturbador;
me sentí horrorizada cuando entre todos los invitados inmortales infernales
reconocí las almas humanas, como si fueran un postre especial, los ojos de los
demonios se posaban en ellos con infinito deseo insaciable, me obligué a
desviar la mirada y a dejar mi mente en blanco. No podía flaquear en ese momento
porque esa era como una prueba de fuego que me preparaba para el mundo real sin
sus censuras ni tapujos, el mundo donde los monstruos existían más a allá del
closet o debajo de la cama, estaba hablando de monstruos reales, de demonios.
Engel me llevó al centro de la
pista cuando una de las melodías acabó para dar paso a una nueva y por
consiguiente a otro baile. Se inclinó sobre mi oído y susurró suavemente.
—Piensa que
es un a fiesta más, ignora todo alrededor, será más sencillo.
Y así lo hice cuando la música
volvió a invadir el salón y Engel me atrajo hacia él pasando su brazo detrás de
mi cintura, aferrándome con firmeza, me hacía sentir a salvo y protegida. Imité
los movimientos de mi pareja de baile, deslizándome junto a él, concentrándome en
Engel Jackocbsob como si me estuviera envolviendo en su burbuja de placer que
me hacía olvidar que allá afuera existía algo más que no fuéramos nosotros dos,
dábamos vueltas en la pista dejándonos guiar por las melodías que flotaban
cubriéndome en un sopor distante a la realidad misma donde podía olvidar la
agonía de los seres humanos que sufrían una desafortunada suerte aquella noche,
eran sólo sus presencias las únicas que se sentían en aquel inmenso lugar
dorado.
Cuando el baile terminó salí de
mi ensimismamiento y miré alrededor como las otras parejas se dispersaban en busca
de una copa o de algo más, esperando que la mía no quisiera unírseles.
Al otro lado del salón capté uno
de esos pares de ojos rojos clavados en nosotros. Se trataba de un muchacho de
cabello oscuro que cuando sonrió mis memorias volaron vertiginosamente entre
los vagos recuerdos del pasado; el corazón me dio un vuelco, estaba llena de
incredulidad y pensé que sólo estaba asociando dos hechos completamente
diferentes en un afán de encontrar respuestas a temas zanjados. La insistencia
en la mirada del chico me dijo que no, no era
mi imaginación sino real.
Rompí el contacto visual con el
muchacho antes de que Engel lo notara y empezara a hacer preguntas, por alguna
razón prefería guardar el secreto para mí, además de las grandes posibilidades
de equivocarme.
—Necesito…
usar el tocador—dije
súbitamente con voz sofocada, luego me aclaré la garganta y traté de sonreír
con naturalidad.
— ¿Quieres
que te acompañe?
— ¿Al
tocador de damas? —Arqueé
una ceja—Yo…
no lo creo.
—Podríamos…—se acercó
inclinándose. Mordió el lóbulo de mi oreja con suavidad provocándome, una
oleada de calor recorrió mi cuerpo—tu sabes.
Respiré profundamente para
controlar el instinto y puse una mano entre ambos marcando mi espacio personal.
—Olvídalo. —sentencié
rotundamente—No
aquí, no ahora.
— ¿Eso
quiere decir que después si y en otro lugar?
—No quiere
decir nada. —refuté
al darme la vuelta.
Caminé en dirección a la salida
pasando bajo uno de los arcos dónde estaba recargado el muchacho; me estremecí,
había algo en él que no comprendía y él lo sabía, era el momento de
descubrirlo, rogué por que Engel no se diera cuenta de que había desviado mi
camino. Seguí apresuradamente por el largo pasillo de la mansión cubierto de
ventanales enormes que dejaban ver toda la belleza de su ostentoso jardín.
Encontré la puerta y salí por allí, nadie me seguía, ni siquiera el chico que
era mi prioridad en esos momentos, pero, de alguna forma sentía su curiosa
presencia tan cercana como si viniera caminando a mi lado.
El jardín era enorme pero había
paseado tantas veces por allí que cada camino estaba grabado con claridad en mi
memoria, no importaba si era nevado, dorado o colorido como ahora, siempre era
el mismo majestuoso lugar, Edén lo
había llamado Engel una vez. Pasé de largo el árbol de frutos dorados y
prohibidos, hasta encontrarme a la entrada del gran laberinto, atravesé su
entrada y me interné en sus sombríos caminos de frondosas paredes altas que
apenas dejaban paso a unos cuantos rayos de luna, habían crecido mucho desde
entonces. Minutos después me detuve y esperé en silencio. Sí, había un profundo
silencio que perturbaba la mente de cualquiera, hacía sentir que todo era más
frío y oscuro en aquel lugar de la mansión Jackocbsob.
Me retorcí las manos, ansiosa.
El sepulcral silencio se rompió
con el chasquido de una rama, después un par de pies arrastrándose sobre la
tierra y las hojas muertas regadas en suelo, hasta detenerse de nuevo. Su
gélida presencia provocó en mí el placer del miedo en su forma más sutil y
vaga, más real y concisa.
— ¿Esta vez
si me vas a decir quien eres? —le pregunté. Me escuché a mi
misma más valiente de lo que esperaba.
Entonces, se materializó delante
de mí cobrando vida del viento. Sus dedos acariciaron mi mejilla con delicadeza
y mis ojos captaron esa gran sonrisa abierta en sus labios.
—Mejor que
eso. —susurró.
Hizo una especie de reverencia
poniendo su brazo sobre su estómago, con la otra mano se quitó el antifaz y se
inclinó hacia delante; cuando se irguió nuevamente en una postura recta vi a
una criatura tan hermosa como un ángel pero tan aterradora como un demonio.
—Soy tu peor pesadilla y la de
cualquier ser vivo que habite este mundo. —siseó con una gran sonrisa en su
rostro antes de soltar una carcajada.
La sonrisa socarrona se esfumó de
su rostro con la misma rapidez con la que llegó.
— ¿Por qué no me llamas Gabriel?
¿Gabriel? Abrí la boca
ligeramente por la sorpresa ¿Podía ser el mismo Gabriel?
—Si, puede ser—dijo respondiendo a
mi pregunta mental—Demos un paseo y te explico.
Pasó su brazo a través de mis
hombros, acepté sin miramientos su acto porque estaba tan estupefacta que no
tenía el valor de enfrentarlo y porque quería llegar al fondo de todo eso. El
chico empezó a caminar y por consiguiente mis pies también se comenzaron a
mover. Caminamos entre los pasillos hechos de muros de maleza, como una lida
tarde soleada de verano.
— ¿Sabes? Cada vez que me
encuentro contigo mi humor cambia por completo, eres como mi paraíso en el
infierno.
—No me
digas—agregué
con sarcasmo—cada
vez que me encuentro contigo intentas matarme. Así que para mi no es
precisamente el paraíso. A Engel también…
— ¿Matarte?
—dijo
con fingido tono sorpresivo—Claro que no intento matarte, ni
siquiera a esa arrogante lombriz rumana.
Soltó otra carcajada,
evidentemente se estaba burlando de mi.
—Diemth y
yo somos muy buenos amigos y… quiero que tú y yo también lo somos.
— ¿¡Qué!? —casi solté
un grito. —Eso
no puede ser, tú intentaste eliminarlo cuando era sólo un niño.
Siguió sonriendo ampliamente.
Entonces, levantó un dedo índice indicándome que me callara. Lo hice,
obedientemente.
—Ese fue mi
padre, —suspiró—creo que no
me vas a entender si seguimos escupiendo los secretos como si tal cosa,
únicamente vas a terminar mal interpretándolo todo, como siempre. Te lo contaré
desde el principio.
»El arcángel Gabriel no era tan
perfecto y santo como todos lo pintan. —Hizo una mueca de asco—Él también
era débil y sucumbió ante el pecado, fornicó con una diableza de primera
jerarquía. El muy iluso se enamoró de ella; y entonces de ahí nació una
poderosa y única criatura, el primer híbrido en la faz de este mundo, o sea yo.
¿Cómo logró que no lo echaran del cielo? No lo se, pero la diableza, mi madre, se
quedó con la criatura; sin embargo con el paso del tiempo la desechó como un
podrido pedazo de carne, porque era un ser que no tenía control de si mismo, no
era un demonio y repudiaba su parte de ángel, incluso parecía humano y no había
mayor deshonor que cargar con una abominación como esa, de la misma manera que
los humanos repudian a los hijos malformados o con “una capacidad
diferente”. —Soltó una
risilla entre dientes— Me arrojó a la tierra,
abandonándome a mi suerte con esos despreciables humanos.
»El punto es que, después de que
yo partí con mi madre, Gabriel se sintió extremadamente culpable, maligno,
sucio y todos esos arrepentimientos de los ángeles, eso lo llevó a buscarme
para terminar conmigo, pero nunca me encontró. En su tortuoso camino, se dispuso
a aniquilar otros engendros como yo,
pisoteó las reglas por “un bien mayor”, se autoproclamó cazador de híbridos o
algo por el estilo, cuando su único trabajo era ser un mensajero. No obstante, lo
único que encontraba eran Nephilims, también abominaciones, en realidad no se
quien de los dos es peor.
»Y mientras él seguía buscando yo
estaba refugiado entre los humanos, mezclándome con ellos, condenado a ser
tratado por su arrogancia. Siempre supe quien era, y fui discreto porque temía
que mi padre me encontrara (si los rumores eran ciertos), temía a la muerte. Vagué
por la tierra con la mayor discreción que me fue posible… siempre manteniéndome
al tanto de la posición de Gabriel, sus planes y sus acciones.
»Desde las sombras observaba la
persecución contra los híbridos, no importaba si no hacían daño a nadie,
siempre llegaba Gabriel y los aniquilaba sin piedad… y ese era un arcángel, se
suponía que había bondad en él, pero cuando tenía enfrente a un híbrido lo borraba
de la faz de la tierra.
»Luché con fortaleza contra mi
mismo, hasta encontrar el equilibrio entre cada una de mis almas, controlando
mis poderes… sólo cuando eso ocurrió, busqué a Gabriel y lo asesiné, terminé
con él de la misma manera que él lo estaba haciendo con los de nuestra raza.
Fue sin embargo, silencioso, nadie lo supo… porque yo fui más inteligente. Ocupé
su lugar, me he hecho pasar por él durante siglos, siguiendo con su búsqueda de
híbridos, mas yo los recluto, no los mato… ha llegado la hora de sublevarnos
ante todos ellos inmortales que siempre nos han pisoteado y excluido, ángeles,
demonios, humanos y hechiceros. Imagina un mundo dónde no existan ni el bien ni
el mal, dónde todo siga un orden, no más luchas bélicas dónde los humanos
paguen caro el precio de la arrogancia de ángeles y demonios, no más hechiceros
sacrificados en vano, todos aprendiendo a vivir con todos…
»Ellos deben entender, que sólo
nosotros podemos alcanzar la perfección máxima. Yo se como, yo estoy a punto de
lograrlo… tan sólo siente el gran poder que hay sobre mi.
Acarició mi mejilla otra vez y no
se cómo, pero sabía de lo que estaba hablando con el apenas roce de sus dedos
sentí que emanaba una especie de aura sumamente poderosa, me hizo desearla.
—Todo hasta
ahora, ha sido planeado para que ese momento se culmine… la entrada de Engel
Jackocbsob, las pesadillas, la fiesta de Halloween, la persecución de los
demonios, la cueva, la pelea en la nave central de la catedral, el fruto
prohibido… absolutamente todo. —Mientras hablaba sus ojos
brillaban y sus palabras mostraban la excitación que pensar en ello le
provocaba—
Un plan perfecto entre Diemth mi mano derecha y yo, engañamos a los ángeles, a
Balthazar, a ti, a todos. Sólo para que
esta noche se culminara. Te he puesto a prueba y he comprobado que eres digna.
El corazón me dio un vuelco,
estaba conmocionada pero trataba de aparentarlo lo mejor que podía a pesar de
que me sentía completamente estúpida, pero me reconfortaba un poco saber que no
había sido la única que había sido víctima del juego de la ambición, aunque
dolía de alguna manera, tal vez, la traición de alguien a quien nunca debí
perdonar al primer golpe.
Esbocé una ligera sonrisa y pasé
la punta de la lengua por mis labios ocultando detrás la desazón y la tristeza.
—Ya veo—dije
finalmente al darme cuenta que no pensaba agregar nada más y que esperaba algo
de mi parte. —es
un plan excelente, sin duda. Tu y Engel nos engañaron a todos, muy
inteligentes.
Mi voz sonó inexpresiva, tenía
que ser mejor que eso. Él esperaba algo mas de mi.
Sentí el estómago vacío, una vez
más me había envuelto con sus mentiras para lograr su propósito, él era un ser
repugnante y yo era la chica mas tonta sobre la faz de la tierra que se negaba
a resignarse a ser abandonada por alguien a quien se había aferrado por
circunstancias que ni ella misma entendía.
Gabriel me soltó y se alejó un
par de pasos, dándome la espalda; me quedé plantada como otro más de los setos
que conformaban el laberinto, no podía moverme porque sabía que estaba alerta
al más mínimo titubeo de mi parte, estaba segura que Gabriel no perdonaba los
errores y yo no me podía permitir ninguno si quería salir completa de ese
lugar. Había sido una mala idea acudir esa noche, había sido una pésima idea
volver a depositar mi confianza en Engel Jackocbsob.
—Entonces… ¿Qué
dices, Zephirel?
¿Qué era lo que me quedaba? Me
pregunté al mismo tiempo que daba vueltas una y otra vez a su rápida historia,
a su plan y a las consecuencias de éste. Por supuesto, su propuesta era
tentadora, aunque muy sencilla como para elegirla sin pensar en consecuencias,
no podía ser todo tan fácil ¿o si? ¿Por qué simplemente no me olvidaba de todo,
de todos esos humanos que me habían pisoteado y me dedicaba a ser lo que
realmente era: un ser poderoso e inmortal, una Nephilim?
—Acepto—respondí con confianza, ampliando
la sonrisa—
¿Hay algún rito de iniciación o algo así?
Gabriel rió entre dientes, jugaba
con unas hojas entre sus dedos.
—Oh, claro que lo hay. —Musitó,
arrancó una de las hojas del arbusto y empezó a destrozarla entre sus dedos—sabrás
cuando sea el momento, todos lo sabrán.
—Perfecto—me acerqué a él y puse
una mano sobre su hombro, se volvió hacia mi y me devolvió la sonrisa—creo que
estoy ansiosa… yo también anhelo ese mundo del que hablas, no puedo seguir
viviendo en un lugar dónde me marginen como un animal, o dónde las vidas de
quienes amo estén en peligro por estar cerca de mi. Prométeme que ellos estarán
a salvo.
—Por
supuesto, lo juro. —Contestó. —Ahora
vuelve a la fiesta mi pequeña, procura que nadie lea tu mente, ellos no deben
saber lo que les depara el destino. Engel tampoco debe saberlo, no aún. Me
encanta sorprenderlo.
Se inclinó hacia mí y besó mi
frente.
—Al
finalizar la velada, me reuniré contigo y con Engel. —murmuró y
después se evaporó en el aire como si hubiera sido un espectro de mi
imaginación.
Mi mirada se clavó en el arbusto
con el que había estado distrayéndose y luego elevé la mirada al cielo, negro
apenas estrellado; no sabía exactamente que hacer o como reaccionar; sólo por
una especie de instinto, sentía la necesidad de salir huyendo de la mansión
Jackocbsob. Nada tenía que ver con Engel y su nueva traición, en realidad ya me
había acostumbrado lo suficiente a eso —o era lo que yo quería creer—que no era
nada que no hubiera esperado o que me sorprendiera por completo. Era algo más,
algo diferente, una especie de mal presentimiento; aún si Gabriel decía la
verdad algo en él no me gustaba, nunca me había gustado.
Caminé con tranquilidad —cuidando
todo el tiempo de mis pensamientos—, volví por los senderos estrechos
del laberinto, con la sensación de estar siendo vigilada, como si detrás de los
arbustos hubieran cientos de pares de ojos mirándome, sin embargo, cuando
doblaba hacia un nuevo camino, no había nadie y estaba tan desierto como
siempre, sólo se escuchaba el siseo de mi vestido y mis pasos, tal vez el
latido de mi corazón.
Cuando llegué fuera sentí que mis
pulmones liberaba una gran cantidad de aire que habían estado conteniendo desde
que Gabriel había empezado a hablarme. Respiré agitadamente una y otra vez,
casi segura de que no había salido corriendo, pero en realidad, no estaba
segura de lo que había hecho antes, ni de lo que estaba haciendo ahora. Mi vida
pasada —hasta
apenas hacía unas horas—se me antojaba distante y
borrosa, apenas tenía consciencia de quien era yo misma. Apresuré el paso hacia
la mansión cuyas luces interiores bañaban el jardín de dorado y sombras
danzantes que se veían a través de los ventanales del salón principal.
¿Qué voy a hacer ahora? Me
pregunté una y otra vez conforme me acercaba más y más a la entrada. La
pregunta iba más precisamente formulada hacia la forma en como vería a Engel
sin lanzarme contra él, insultándolo o gritando cualquier reproche que se me
viniera a la cabeza. ¿Qué iba a ser cuando la noche llegara a su fin? Esa
también era una buena pregunta, sin una buena respuesta.
En el gran salón miré hacia todos
lados, en busca de él. No reconocí ningún rostro, que para ese momento debajo
de sus máscara algunos ya se me hacían familiares, pero justo en ese momento
todos me parecieron completos extraños, interpretando un papel de extra en esa
obra grotesca y mala. Nadie tenía idea de que algo malo estaba a punto de
ocurrir, yo parecía ser la única que lo sabía y aunque ellos eran seres
malvados y repugnantes, sentí pena pensar que esas sonrisas abiertas se
apagarían en cuestión de minutos, tenía que haber estado mintiendo Gabriel.
—Te
tardaste mucho—Engel
susurró sobre mi oído, detrás de mi.
Respingué y el corazón empezó a
latirme rápidamente una vez más, apreté los puños a los costados y suspiré
discretamente. Me volví hacia mi pareja con la misma ligera y torpe sonrisa que
había usado con Gabriel, para no caer en la exageración y en la falsedad, pero
quizá debía hacerlo un poco mejor que ese escueto gesto.
—Si, me perdí—mascullé, cohibida
y luego bajé la voz acercándome a él a modo de que sólo pudiera escucharme mi
interlocutor, aunque en realidad ellos podían escuchar conversaciones íntimas
por sobre todo ese ruido, pero el acto iba más bien dirigido a él como muestra
de mi ignorancia, de mi ceguera ante la verdad que me ocultaba. —Este lugar es
más confuso cuando está lleno de gente.
—Pero es más divertido—me
contradijo con una sonrisa altanera.
Entonces, se inclinó para besarme
en los labios; resistí el impulso de apartarme de un salto y correspondí su
beso de todas maneras, aunque, noté la diferencia evidente entre el antes y el
después, cuando antes me había vuelto loca por tocar sus labios y saborear su
aliento, prolongarlo hasta que pudiera; ahora me fue relativamente indiferente,
un beso pero un toque cualquiera.
Una vez se apartó le sonreí y él
me devolvió la sonrisa; colocó su brazo detrás de mi espalda por encima de mi
trasero, diciéndome directamente que quería algo más.
De esta manera, entre bailes, aperitivos
y conversaciones, la noche se fue consumiendo con mayor rapidez de la que había
esperado, cuando desconecté mi cerebro de mi corazón todo resultó más fácil que
al principio, y ser la híbrida edecán de Engel Jackocbsob fue ya bastante sencillo,
si quería sobrevivir más tiempo no había tiempo para lamentar mi suerte en
silencio ¿De qué me servía martirizarme si eso no iba a salvar mi pellejo?
Consumida la noche yo formaba
parte de ese círculo, era una fórmula muy simple que se basaba en la actuación
pues todos allí éramos falsos con el que se encontraba a lado, sonreíamos los
unos a los otros pero entre las telas de nuestros ostentosos atuendos
escondíamos nuestras armas para atacar si fuese necesario, apuñalar si
queríamos. No había alma o ser que mantuviera la guardia baja.
—Creo que
ya debería marcharme—dije en voz baja a Engel mientras
estábamos sentados en uno de los sofás observando a los danzantes y bebiendo
copas de borgoña, brindando quizá, por nuestro eterno amor—Temo que Juliette se de cuenta de
mi ausencia. Es tarde.
—Puede que
tengas razón… —empezó
a decir para mi sorpresa.
Fue en ese momento cuando en
nuestro campo de visión apareció un sonriente Stephanoff, con su actitud jovial
de antes, no comprendía como debajo de eso
podía habitar un demonio temido y poderoso, pero era real aunque me costaste
creerlo siquiera, él iba acompañado de una hermosa chica alta que reconocí como
Valerie, la sonrisa en el rostro de la chica se esfumó transformando su rostro
en no más que desdén y desprecio. Ella me odiaba pero yo no podía hacer nada
para dejar de sonreír.
—Annette—siseó
Stephanoff con suma confianza, como si nos conociéramos desde siempre. — ¿Me
permites esta pieza? La noche casi llega a su fin y aún no he bailado con la
hermosa novia de mi hijo mayor.
Probablemente sonrojarme hubiera
sido una cereza sobre el pastel, pero sólo sabía fingir sonrisas, miradas,
tonos de voz y posturas, por lo que me limité a devolverle la mirada con
intensidad y asentir como si fuera el más grande honor que se me pudiera
otorgar.
Al mismo tiempo, caí en la cuenta
de lo que había dicho: la noche casi llegaba a su fin. Esas palabras retumbaron
en mi cabeza como si las hubiera gritado una y otra vez.
—Vaethe,
preciosa, acompaña a Diemth. —Tomó de la mano a Valerie y
depositó un leve beso en los labios de la chica, de su hija.
Contuve una mueca, asqueada.
Stephanoff tendió la mano de ella
hacia Engel quien la tomó como todo un caballero mientras pasaba la mía a la de
su padre. Me sentí dentro de una ceremonia de protocolos reales, donde se hacía
lo que Stephanoff decía, sin protestar porque las consecuencias podrían ser
severas. Todos a lado de ese imponente hombre, eran como un montón de mansos
corderos, pero me pregunté ¿Qué había de Gabriel?
La melodía empezó a sonar y me vi
alejándome de Engel, atraída por Stephanoff hacia el centro de la pista. Él
tomó mi mano, mi cintura y adapté mi posición a la suya, bailar ya era como
algo aprendido de memoria como muchas de las cosas que había aprendido en los
últimos meses: aunque no me gustara, lo hacía con obediencia, por puro instinto
de supervivencia.
Mi nueva pareja de baile se movía
también con gracilidad, quizás más garbo del que Engel utilizaba a la hora de
moverse al ritmo de la música. Caí en la cuenta de que el acto de la seducción
era parte de el llamado Balthazar, recordé como había seducido y atrapado a
Eleanor en sus irresistibles redes; no obstante yo era inmune a ello, si es que
pretendía algo conmigo, sus miradas detrás de las rendijas de su máscara y sus
sonrisas, no me alentaban a pensar lo contrario.
Bailamos la pieza entera hasta
que la música se detuvo con golpe siniestro en la última campanada del reloj
que se encontraba en una de las paredes, entre dos divanes. El baile había
terminado.
Varias cosas ocurrieron al mismo
tiempo.
El silencio se alzó sepulcral
sobre la sala y nadie se movió más, todos quedaron estáticos como si el reloj
los hubiera congelado en el tiempo, únicamente nos miramos los unos a los
otros, ya no había sonrisas. Los presentes sacaron las máscaras de sus rostros
y las dejaron caer al suelo, descubriendo la vanidad que enmarcaba sus falsos
rostros. Y, cuando el eco —aparentemente
interminable—
del sonido profundo del reloj, se acalló, las miradas de todos se volvieron
hacia mi —y
no era una alucinación mía—. Los músculos en sus mandíbulas
se contrajeron en nuevas sonrisas, contorsionándose en extrañas muecas de
desprecio.
Stephanoff me tomó de las manos
para inmovilizarlas detrás de mi espalda; luego, sintieron el peso de la gravedad
cuando un par de brazaletes se ciñeron sobre mis muñecas: esposas.
Entre toda la multitud de rostros
busqué el de Engel o el de Gabriel —tal vez de forma desesperada— pero no
estaban.
—Él no te
salvará, Nephilim. —susurró Stephanoff con una risa contenida
y después lamió mi cuello con la punta de su lengua. — ¡Hoy,
Jackocbsob muestra su lealtad a un nuevo amo y señor!
Una multitud de gritos y alaridos
triunfantes se alzaron cuando Stephanoff elevó la voz, pero después volvieron a
callar cuando empezó a hablar de nuevo, esta vez iniciando un discurso en otro
idioma que yo desconocía, no parecía siquiera un idioma humano.
Un nuevo mar de exclamaciones
excitadas inició al terminar el discurso del demonio que se ahogaron cuando una
música diferente a la que había estado sonando toda la noche, empezó a sonar.
Parecía una estridente marcha de tambores enormes y gaitas; por otra parte yo
intentaba librarme de las esposas liberando una profunda cantidad de energía
como Liam me había enseñado, pero eso no iba a funcionar, sin embargo mis
instintos me llevaban a actuar como un animal enjaulado.
— ¡Frähutlevhä!
—gritaron
al unísono alzando un puño en el aire.
Abandonamos la posición al centro
de la pista de baile cuando Stephanoff empezó a arrastrarme por el suelo en un
camino flanqueado por el resto de los demonios. De un momento a otro, a donde
quiera que mirara sólo encontraba los rostros monstruosos de esos seres, sus
cabezas coronadas por cuernos de ónice de diferentes tamaños y su piel se había
teñido de colores oscuros, algunos tenían alas similares a las de los
murciélagos; los había de todos tamaños. Recitaron una especie de salmodia en
ese mismo idioma extraño al ritmo de la música de tambores. El aire tenía ese
desagradable aroma a azufre y cuando se acercaban a mí para enterrar sus garras
en mi piel desnuda, ésta ardía como si estuviera al rojo vivo; grité pero mis
gritos no se escuchaban sobre sus risas estridentes, la música y la salmodia
unidas.
Cruzamos un arco que marcaba una
puerta, ya fuera entrada o salida. Reconocí inmediatamente el vestíbulo de la
mansión Jackocbsob cuando llegamos allí, vi a lo lejos el escudo con las alas
de ángel y un escalofrío recorrió mi columna. ¿Iban a hacer lo mismo conmigo?
—
¡Suéltenme! —Escuché
mi voz por primera vez encima de todo el ruido; estaba resistiéndome a la
fuerza del demonio mayor— ¡Diemth! ¡¿Por qué no te atreves
a dar la cara?!
Esa era una buena pregunta.
¿Dónde estaba ese maldito híbrido cobarde?
Luché nuevamente contra las
esposas hasta escuché un fuerte crujir y mis manos se separaron aunque sobre
las muñecas quedaron dos pesados brazaletes. Me alejé de Stephanoff mirándolo
con furia, él era el único que se mantenía en su seductora forma humana. No
capté ningún signo de asombro en su rostro, únicamente por parte de los otros
que me rodeaban como una jauría de animales hambrientos.
Hubo más risas, luego alguno de
ellos alzó un látigo y me golpeó con el en un costado, alcanzándome la mejilla
derecha y el brazo. Me tambaleé hacia un lado pero me esforcé por no caer al
suelo. Le devolví una mirada furibunda a mi atacante y me agazapé hacia atrás
preparándome para saltar sobre él, pero no alcancé a lograr mi maniobra porque
otro latigazo arremetió contra mi espalda y me tumbó de bruces. Solté un gemido
de dolor, algo ardía en mi espalda, en mi mejilla y brazo izquierdo al mismo
tiempo que nuevas celebraciones se alzaron eufóricas.
El padre de Engel bramó una orden
y la excitación eufórica cesó casi por completo, dejando únicamente algunas
risas despectivas.
Tiraron de mi cuero cabelludo y
me obligó a ponerme otra vez de pie. Stephanoff.
Me sentía increíblemente
humillada como para alzar la mirada y ver como ellos se reían de mí, estaban
terminando, literalmente con mi orgullo. Mi mirada buscó la puerta principal,
pero parecía muy lejana e imposible cruzar la barrera de demonios que se
interponía entre mí y la probable libertad. Alguien más se encargó de mis manos
volviendo a encadenarlas para dejarlas otra vez inmóviles. Me hicieron girar
sobre mis talones y me llevaron hacia una de las dos únicas puertas que había
en el vestíbulo… “la puerta de la
izquierda…”
Allí el espacio era mucho mas
estrecho, la iluminación era sombría, simplemente se trataba de un pasillo que
descendía en un túnel infinito de escaleras de roca. La puerta se cerró detrás
de mi y el estridente ruido se apaciguó como si jamás hubiera estado, lo único
que se escuchaba ahí abajo eran los tics de mis pasos descalzos y las pisadas
de los zapatos de Stephanoff que seguía arrastrándome con urgencia hacia el
fondo del túnel.
— ¿Por qué
yo? —pregunté
tratando de ganar tiempo aunque no se exactamente para que.
Stephanoff no respondió mi
pregunta. Guardaba un gran parecido con su hijo en eso de ignorarme.
— ¿Qué
tiene que ver esto conmigo? —exigí saber.
—Tu
creación no fue una casualidad. —respondió. En realidad no era eso
lo que esperaba y no supe que quiso decir exactamente—Tu vida
siempre fue una bomba de tiempo, debo dar crédito a Warthforc porque nos costó
tiempo encontrarte.
—La verdad
no se de que estás hablando, explícame.
Pero volvió a ignorarme y a no
dirigirme la palabra pese a mis constantes reclamos.
Cuando pensé que nunca
llegaríamos, noté un punto luminoso en lo que supuse era el final del pasillo
gris, y conforme nos acercábamos se hacía más y más grande hasta que se formó
un rectángulo y fue cobrando forma como otro largo pasillo, no estaba tan
iluminado como había supuesto, sus tenues luces parpadeantes provenían de
antorchas sobre la pared cada par de metros y pensé que efecto luminoso que
había previsto se debía únicamente al suelo cubierto por una asombrosa alfombra
roja, como si caminásemos sobre sangre, nuestros pasos se amortiguaban y las
baldosas paredes no devolvían ningún eco como había sucedido en el pasillo de
escalones.
Ya había estado allí.
Casi giré la cabeza por inercia
esperando ver del otro lado los brillantes ojos esmeralda de Sophie y sus
fulgurosos rizos, pero sabía que no estaba ahí. Eso sólo me hizo sentir un
nuevo vacío en el estómago; todo había estado estrictamente planeado —como había
dicho Gabriel—
y yo no me había percatado de nada. Ya era muy tarde. Había sido una tonta pues
las señales siempre estuvieron delante de mis ojos y solamente me preocupé por
Engel y sus múltiples rechazos, encaprichada con él como un objeto que no podía
poseer, sin duda había actuado como cualquier niña humana atraída por el
grandioso Jackocbsob, no tenía ningún derecho de volver a criticar a Rachel
Arrington por su suma superficialidad…
Este pasillo fue más corto que el
anterior. Nos detuvimos ante una enorme puerta de madera con un pomo de oro con
la forma de una esquelética mano de dedos largos y uñas afiladas, la garra de
un demonio, pensé. En el dedo medio portaba un anillo de plata con una gema
roja en el centro, como los mismos ojos de ellos.
Stephanoff giró el pomo y la
puerta se abrió. Me sorprendió que no estuviera cerrada bajo llave o protegida
con artilugios raros. Probablemente se sentían confiados de su fuerza como para
necesitar otras medidas de seguridad, y, en realidad, dudaba que alguien
imaginara que allí abajo había otra habitación que servía como cámara de
torturas, en realidad, dudaba que nadie, que no fuesen ellos mismos, pudiera
adentrarse en la mansión hasta ese punto mas profundo de sus entrañas.
Contuve la respiración al entrar
en la cámara y ver al Gabriel que yo había conocido hasta entonces y no al
chico de cabellos negros; a un par de metros de él, sentado sobre un sofá de
terciopelo rojo, bebiendo una copa de vino, se incorporó Diemth con expresión
impasible y dejó la copa sobre una mesilla de patitas finas que estaba a lado.
— ¡Mi
criatura favorita sobre la faz de el mundo terrenal! —exclamó el
arcángel juntando las palmas de su
manos en cuanto nos vio entrar.
Casi al instante, su semblante se
endureció cuando intercambió una mirada con Stephanoff.
—Tu trabajo
aquí ha concluido—dijo
secamente, noté desprecio en su mirada hacia el demonio—quiero que
todos se larguen de aquí, serán recompensados por su lealtad, por supuesto,
pero por ahora, prefiero privacidad. Dispondré, en cambio, un poco más de los
servicios de el híbrido.
—Como usted
diga, amo—contestó
Stephanoff en el tono más servicial y sumiso que le había escuchado hasta
entonces.
Hizo una reverencia.
No parecía ser otra más de sus buenas
actuaciones, se le notaba tenso, me sorprendió que mostrara temor ante Gabriel…
él era un ángel, o al menos era lo que ellos creían y ellos eran muchísimos más,
podían derrotarlo si querían, a eso se dedicaban.
—Me reuniré
contigo lo antes posible, te enviaré el mensaje con ése—señaló a
Engel con un movimiento de su barbilla.
Engel puso una expresión molesta
cuando se dirigió a él como si fuera un objeto, lo cual me hizo preguntarme si
todo entre esos dos era una excelente actuación o si Gabriel me había mentido
respecto a sus planes. Y si lo había hecho ¿Por qué se habría molestado
siquiera en inventar una historia tan buena? No tenía mucho sentido, pues si lo
que quería era atraparme él había tenido siempre la ventaja en ese juego de
cacería. Quizá solamente se estaba asegurando de que no escapara antes de que
su cometido se hubiera cumplido, podría haber estado formando un plan b en caso de que el plan a no
funcionara. Y si su historia fuera real, ¿Por qué tener que armar todo ese
teatro sólo para traerme hasta aquí? No tenía tampoco mucho sentido para mí. Si
era tan poderoso como para que alguien tan imponente como Stephanoff se
arrodillara ante él ¿Por qué no hacía él mismo el trabajo?
Sólo ansiaba que las respuestas
llegaran rápido, porque quería saber que estaba ocurriendo realmente. La
infinidad de mentiras estaban terminando con mi paciencia.
Algo lo tenía muy claro: no
quería morir.
No obstante, tenía el
presentimiento de que el final se acercaba rápido y no era precisamente un vivieron felices por siempre.
Finalmente, Stephanoff hizo otra
reverencia y dio media vuelta para regresar por donde habíamos venido. Cerró la
puerta tras de si, por dentro sonó como si una gran bóveda se bloqueara.
El rubio Gabriel me miró con
gesto adusto desde su altura, con gran superioridad y una sonrisa torcida deformaba
las facciones de su amable semblante en una expresión llena de crueldad. Le
devolví la mirada sosteniéndosela por largo rato hasta que empezó a reír y se
acercó, se agachó para quedar a mi altura y alargó su brazo dejando caer su
mano sobre mi mejilla herida, acariciándola con una especie de extraño cariño. Se
deshizo de las esposas que apresaban mis muñecas, las rompió como si estas
estuvieran hechas de cartón y no de hierro, lo agradecí infinitamente aunque
eso no me alentó demasiado, al contrario, me acobardó más pues solamente
acababa de darme una pequeña muestra de su gran fuerza.
—Lamento
que te hayan tratado así, pero tenía que parecer real—se
disculpó Gabriel usando un tono jovial. —Algún precio hemos de pagar por
nuestra libertad.
Si apartar la vista de sus ojos
azules, alerta a cualquier movimiento en falso, me sobé las muñecas y sobre la
izquierda sentí la cadena del brazalete que Engel me había regalado por mi
cumpleaños diecisiete. Recordé que él estaba en la misma sala, así que rompí el
contacto visual con Gabriel y busqué a Engel con la mirada, dirigiéndola a su
rincón en la cámara, intercambiamos miradas significativas pero ninguno dijo
nada, éramos como dos enemigos cautelosos, él fue quien desvió primero la suya,
aburrido, hacia una de las antorchan en
la pared, como si ésta mereciese más atención que yo.
Empecé a pasear la mirada por
toda la cámara y fingí que mi atención sobre él había sido mera casualidad.
Examiné rápidamente el lugar: una sala subterránea de paredes de piedra, si no
hubieran estado el sofá de Engel, la mesilla y otros adornos típicos de una
sala común podría jurar que se trataba de una bodega de armas. En la pared
contraria a la puerta, lejos de nosotros, había lanzas, espadas, cimitarras,
mazos con pinchos, arcos, cuchillos y otras cosas aparentemente peligrosas que
jamás había visto en mi vida. Después la sala dejaba un arco abierto a otra
habitación que desde ahí no podía ver.
Cuando terminé de observarlo casi
todo, volví a mi misma y traté de arrancar el brazalete de mi mano pero la
cadena no quería ceder, parecía más fuerte que yo a pesar de ser exquisita y
tener un aspecto delicado e insignificante. Decidí dejarla por el momento y me
puse de pie, adolorida, todavía tenía una alternativa leve oportunidad de
escapar de allí en una sola pieza y sobre todo, viva. Porque ya lo había
decidido: no pensaba formar parte del plan de Gabriel ni en mil años.
—Claro…
libertad—musité
sin saber que decir, pero segura de que debía decir algo, cualquier cosa— ¿Y eso es
todo? Quiero decir, ¿Qué haremos ahora? No creo que nos hayas reunido para
beber el té e intercambiar chismes.
Soltó una corta carcajada como si
yo hubiera dicho algo gracioso.
—No, claro
que no. —Contestó—Como
te decía, algún precio hemos de pagar por nuestra libertad, aceptaste unirte a
mi, pero creo que no fui claro con los lineamientos de tu… contribución a mi
causa.
—No, no lo
hiciste—dije
con cautela, lo que venía no me iba a gustar.
— ¿Por qué
no lo haces de una vez y nos ahorramos la pérdida de tiempo?—interrumpió
Engel, interviniendo por primera vez.
Él podría ser el más grande
mentiroso pero había pasado el suficiente tiempo con él como para conocer
ciertos aspectos que le constituían y por ende, confirmaba que algo lo tenía de
un pésimo humor.
—Tranquilo,
sólo estoy tratando de ser amable con ella—Gabriel se dirigió a Engel, con
paciencia—A
diferencia de ti, yo se agradecer a quienes interceden por mi. —Se volvió
nuevamente hacia mí— ¿En qué estábamos? Ah si… yo te
prometí que las personas que tus ambas no sufrirían más, que estarían a salvo,
y yo siempre cumplo mis juramentos.
Pasó mi brazo a través de mis
hombros y empezó a caminar conmigo como en el laberinto. Nos dirigimos hacia el
arco y subimos un par de peldaños dejando atrás a Engel y su mal humor. Allí
arriba había menos luz que abajo, apenas se podían distinguir unas sombras
sobre los caminos que cruzábamos con lentitud, el terreno era tan desigual como
el exterior, subimos otro peldaño, no lograba ver nada salvo a él junto a mí.
Mis pies tocaron algo gélido, era agua, o al
menos eso esperaba pues estaba mojado, apenas estaba por encima de mis tobillos
pero aún así el frío me hizo estremecer y Gabriel, percatándose de ello, me
abrazó con más fuerza. Un par de peldaños más, y el agua quedó detrás,
avanzamos unos cuantos pasos antes de detenernos. Él se inclinó hacia mí y
susurró:
—Tu sangre
a cambio de la de ellos.
— ¿Qué… qué
quieres decir? —balbuceé
con un hilo de voz.
—Que yo te
juro su protección a cambio de que tú me entregues tu alma, Nephilim. —Siseó a mi
oído con seguridad, no estaba bromeando—Te dije que yo estaba a punto de
alcanzar la perfección máxima, pero sólo me falta algo, y ese algo es el alma
de un trinomio… alguien como tú. En tus venas corre la sangre humana, angélica
y hechicera…
Me quedé petrificada, Gabriel no
me quería exactamente para formar parte de su ejército de híbridos como yo
había supuesto, lo que él pedía era mucho más complicado.
—Míralo por
el lado positivo, cariño—siguió diciendo con amabilidad—no debería
darte nada siendo que gracias a mí viniste al mundo; sí, fue mi idea
engendrarte. Hace diecisiete años Jeannette Warthforc se puso a mi disposición,
una bruja ambiciosa pero inteligente, cansada de ser la sombra de su perfecta
hermana, la mano derecha de papá.
¿Jeannette? ¿Mi madre no sólo le
había arruinado la vida a Juliette si no que me había vendido antes de que yo
naciera? Sentí las piernas temblar y dentro de mi estómago revolotearon cientos
de mariposas provocándome náuseas.
Frente a mí se puso Gabriel,
frunció ligeramente el entrecejo y tomó mi rostro con ambas manos.
—Por favor,
nada de dramas, princesa. —Dijo con un dulce tono suplicante—Yo hubiera
preferido no prolongarlo durante tanto tiempo, pero así se presentaron las cosas, Henry te alejó y te escondió de mí
antes de que pudiera tomarte cuando eras un bebé sin consciencia, cuando no
hubieras sufrido, la culpa es suya.
Deslizó con delicadeza la punta
de sus dedos por mi rostro y luego pasó el dorso de su mano por mis mejillas,
no he había dado cuenta que había empezado a llorar, no me daba cuenta de nada
y me preguntaba si valía siquiera la pena luchar contra ello a pesar de que era
una batalla perdida.
Levantó mi mano derecha y la
sostuvo con ambas manos para después depositar un beso, caballerosamente.
—Yo… no me
importa si eran tus planes—solté fríamente cuando la voz
regresó a mis cuerdas vocales—no me importa tampoco tu estúpida
perfección o la protección para mi familia, te equivocaste de chica.
Le arrebaté mi mano. Gabriel
soltó una carcajada amarga, no había atisbo de euforia por ningún lado, estaba
molesto de que no fuera tan sencillo como él quería.
—Claro que
te importa—dijo
entre dientes. —Porque
si me haces enojar, Annette, todos van a morir… y no quieres eso.
—Es solo que… —miré a mi
alrededor tratando de ganar tiempo, buscando alguna brecha abierta que me
ayudara a salir, de algún modo—no me apetece convertirme en una heroína
trágica, eso no es para mi, Gabriel.
Volvió a pasar su brazo a través
de mis hombros con camaradería.
—Me gusta tu forma de pensar;
hubieras sido una buena guerrera en mis filas.
Reí nerviosamente, buscando con
mayor desesperación ese error que él hubiera cometido y que me diera algunos
minutos de ventaja pero todo parecía haber sido planeado con suma perfección,
sin embargo, yo sabía que la perfección no existía, ni entre ellos, ni entre
nada, lo sabía por experiencia.
—Sí, lástima que no podamos
llevarnos bien. —susurré
como si de verdad me importara.
Entonces, me atreví a actuar
deliberadamente y reuní todas las fuerzas que mi cuerpo contenía para
propinarle un codazo en la boca del estómago. Escuché como él se sofocaba un
aullido y me soltaba doblándose por la mitad, si bien, mi golpe no le había causado
ninguna herida permanente pero le había sacado todo el aire y le costaría unos
minutos recuperarse pues no lo estaba esperando.
Me alejé y me eché a correr por
esa especie de altar, bajé los escalones de la pieza central y crucé el pequeño
charco de agua para volver a la sala donde me encontraría con Engel.
Efectivamente, ahí estaba mi más grande verdugo, que se puso de pie en cuanto
me vio salir; su expresión aburrida cambió drásticamente al verme saltar los
peldaños de roca uno a uno y entrar disparada. Sus ojos se abrieron con una
grande sorpresa, había algo extraño en su expresión que no pude descifrar pero
de todas maneras no me importó, le miré con profundo odio.
— ¡Detenla!
—gritó
Gabriel furioso, desde la capilla.
El rojo brilló en los ojos de
Engel y supe que vendría por mí, sin embargo no dijo ninguna palabra, parecía
estupefacto, más que dispuesto a atacarme.
Aunque cada minuto contaba y cada
segundo significaba la vida o la muerte, me quedé parada en medio de la sala de
armas, contemplándolo; unidos por el contacto visual penetrante y significativo
que se rompió con un fuerte estampido que provenía de la puerta. Ambos pegamos
un salto y volvimos la mirada en aquella dirección.
Horrorizada, y a la vez aliviada
vi entrar a Liam armado con la espada de plata que muchas veces había usado
para atacarme en nuestros ejercicios de entrenamiento.
—Llegaron
los refuerzos—dijo
con su típico humor, aunque su voz era de completa seriedad y no había ninguna
sonrisa sarcástica allí.
Estábamos en lo que él llamaba el
mundo real.
Todo eso estaba pasando de
verdad, tenía que afrontarlo de una vez. Volvía, pues, a esa fría realidad y
dejé el plano de Engel Jackocbsob, lejos de una vez por todas. Tomé la otra
espada que Liam desenvainó de su cinturón y me lanzó en el aire antes de
lanzarse sobre mi cabeza. Giré sobre mis talones y lo vi deteniendo un golpe de
parte de Gabriel, un golpe mortal que había omitido por mi imperdonable
distracción.
—Yo me
encargo de éste y tú del otro—escuché claramente la voz de Liam en mi cabeza.
—Sólo piensa en salir de aquí, regresa a casa de Juliette, te alcanzaré en
seguida.
Asentí aunque no estuve segura de
si él había captado mi afirmación, su lucha contra Gabriel lo mantenía lo
suficientemente ocupado como para prestar atención a cualquier otra cosa; Liam
era asombroso, apenas me daba cuenta de ello, retenía con gran habilidad los
contra ataques de su adversario, era ágil y rápido, un guerrero formidable que
por primera vez desde que nos habíamos conocido demostraba quien. El chico
alegre, sarcástico, vago y perezoso desapareció. Me pregunté si todos los
Nephilims podíamos llegar a ser como él, porque evidentemente yo era un ser
torpe y con habilidades nulas.
—Terminemos
con esto—escuché
que susurraba Engel para captar mi atención.
Me volví hacia él, consciente de
que acababa de cometer otro error grave en cuanto a supervivencia se refiere,
le había dado la oportunidad de atacarme, sin embargo apenas se había
aproximado unos cuantos pasos hacia mí.
—De una vez por todas—tomé aire
reuniendo toda la ira que me fuera posible.
Necesitaría un golpe de suerte si
quería de verdad acabar con él; no obstante, me enfoqué en mi objetivo
principal, que, como había dicho Liam, era salir de allí.
Con un grito que salió espontáneo
de mi garganta, me lancé sobre el que ahora era mi enemigo, con la espada en
alto, lanzando una estocada hacia cualquier lado, sin ningún objetivo
específico sólo él. Engel se deslizó hacia la derecha evitando con facilidad mi
ataque; una sonrisa irónica se dibujó en sus labios cuando me tomó de la muñeca
y rompió la cadena del brazalete que él me había regalado, luego para rematar,
me lanzó contra la pared opuesta.
—Vamos, atácame
de verdad—se
burló. — ¿No
aprendiste nada de lo que te enseñé? ¡Usa tu ira! ¿¡No me odias!?
Estaba sonriendo, reía como un
ebrio extasiado por cualquier cosa.
Sus burlas fueron como la chispa
que encendió el fuego que había dentro de mí; lo que activó la fuerza que se
escondía en mi interior para el momento preciso. Me levanté del suelo y me
impulsé nuevamente hacia él, rompiendo el aire con cada movimiento de mi
espada, haciéndolo retroceder, acortando su espacio, hasta que la punta de la
metálica hoja cortó en su abdomen y un hilillo de sangre manchó sus ropas
desgarradas. Levanté mi mano izquierda en su dirección y usé un cúmulo de
energía acumulada para lanzarlo lo más lejos posible aprovechando la repentina
distracción.
Engel salió disparado hacia la
pared, hubo un estallido y yo corrí hacia el lado contrario en dirección a la
puerta que seguía abierta desde la intromisión de Liam. Me eché a correr por el
pasillo de alfombra roja con rapidez, mis piernas se movían más rápido de lo
normal, lo sabía, pues las antorchas a los lados y las grietas en las baldosas
del túnel eran un espectro borroso a mi lado. Seguí corriendo hasta que llegué
al túnel de escaleras y empecé a ascender hacia la superficie, hacia la mansión
Jackocbsob sin detenerme a pensar en lo que me esperaba fuera.
El camino de regreso me pareció
mucho más rápido que él camino de ida.
Cuando abrí la puerta y salí al
vestíbulo dela mansión, el silencio y la oscuridad reinaban en la estancia. No
había ningún rastro de la fiesta que se había celebrado esa noche. Apenas había
avanzado un poco cuando tropecé con un cuerpo inerte en el suelo y mi pie se
empapó de una sustancia pegajosa y tibia. Me llevé la mano a la boca
conteniendo al darme cuenta que era el cuerpo sin vida de un demonio,
seguramente Liam había tenido que pasar sobre él antes de penetrar en la
cámara.
Engel. Pensé; él vendría tras de
mi y yo estaba perdiendo tiempo imaginando como Liam había matado al demonio.
Salí de la casa esperando no
encontrarme con ningún otro demonio. Fuera, la noche se mostraba en calma, tan
tranquila que erizaba la piel. Escuché ruidos en algún lugar del silencioso
espectro de la noche y con los pies descalzos me eché a correr nuevamente sin
miramientos a través del jardín hacia el bosque; las pequeñas piedras en el
suelo rocoso y la tierra herían las plantas de mis pies, de vez en cuando
alguna rama en el suelo se encajaba en mi piel pero no podía detenerme, ya lo
sentía demasiado cerca, lo podía escuchar llamándome entre susurros y aunque
por dentro estaba desmoronándome como una figura de arena, no podía dejarme
abatir en aquel momento porque es lo que ellos querían y no pensaba darles el
gusto. Es lo que Gabriel esperaba de mí.
Pensé en Liam y en que había
transcurrido mucho tiempo sin que él saliera. Mi corazón palpitaba fuerte, pero
apenas lo sentía como un órgano vivo, más bien sentía que había algo allí pero
que estaba muriendo lentamente (aunque no literal), una vez más Engel había
clavado su daga en el centro, esta vez con más fuerza que nunca ¿cuántas veces
tendría que pasar antes de que pudiera aprender? Me juré que sería la última,
pues ya me había demostrado esta noche que Liam tenía razón acerca de él, un
ser corrompido incapaz de sentir algo… y si lo sentía como Sophie había
afirmado, que se fuera al infierno con su despreciable mejor amigo.
Noté entre la brisa de la noche y
mis pasos apresurados, mi rostro fresco y mojado, mis ojos habían empezado a
derramar lágrimas inconscientemente en mi travesía, pues si, era imposible no llorar
porque lo amaba, pero no significaba que me iba a tirar al suelo en posición
fetal cuando había todo un mundo allá afuera, cuando mis ambiciones reclamaban
más que una muerte temprana y patética, por culpa de un chico.
Cuando por fin alcancé el bosque
me interné en la maleza oscura y espesa, era más difícil andar allí, el más
mínimo ruido me alarmaba, desde el roce de la tela de mi vestido con las ramas
que crecían más bajas, hasta el susurro de las hojas de las copas de árboles
contra el apacible viento, pero después de dejar atrás los límites de la
mansión podría desaparecer y reaparecer en la calidez y seguridad de mi
habitación, esperar a que Liam apareciese para darme mi reprimenda, que bien
merecida la tenía.
De pronto, el viento sopló con
fuerza moviendo de un lado a otro las copas de los árboles y Engel cayó de un
salto delante de mí, plegó sus alas en la espalda y me miró con seriedad,
aunque no parecía en absoluto molesto por mi atrevimiento de atacarlo y escaparme
de él. Quizá era lo contrario y ese juego le resultaba más divertido así, entre
la persecución, escuchando mis pensamientos tortuosos.
Me alejé un paso sabiendo que
hasta allí había llegado mi persecución.
—Has
llegado bastante lejos—musitó.
—No gracias
a ti.
Soltó una leve carcajada y se
acercó otro paso más a mí.
—Tal vez,
pero gracias a mí te podrás ir esta noche.
No estaba segura de haber
escuchado bien. ¿Pensaba dejarme escapar? ¿Por qué?
—Terminaste
aquí por mi culpa, tampoco es que sienta remordimiento ni nada por el estilo,
pero vi como peleaste allá abajo y realmente me muero por ver lo que será de ti
en el futuro.
—Al grano,
Jackocbsob.
—Que cuando
haya una justicia parcial y no una evidente desventaja, y yo no haya
intervenido para suprimir tus poderes, veremos si Gabriel merece o no el título
que reclama.
—Se supone
que es tu amigo...
—Aliado—me
corrigió—se
supusieron muchas cosas, Annette… como se supuso que éramos novios y que nos
iríamos juntos lejos de todo este infierno.
Una lacónica sonrisa se dibujó en
sus delgados labios. Apreté con fuerza la empuñadura de la espada que aún
sostenía en mi mano. ¿Podía alcanzar su cabeza antes de que se diera cuenta?
—Por ahora—prosiguió
con naturalidad—Gabriel
tendrá que conformarse con el otro Nephilim.
Abrí los ojos como platos,
alarmada.
—Lo tiene—me
confirmó—probablemente
debió mantenerse a raya de los asuntos que no le correspondían. Descuida, no lo
matará, aún… Gabriel prefiere mantener a los híbridos con vida mientras le sean
útiles, de todas maneras considéralo perdido.
—Eres un
ser despreciable—escupí
con desprecio.
La espada se me cayó de las
manos, o la dejé caer, no estaba segura, solamente cayó al suelo con ruido
sordo, pero me fui sobre el monstruo que tenía delante y arremetí mis puños
contra su pecho, golpeándolo, quería destrozarlo con mis propias manos pero aún
así me frenaba a hacerle daño alguno.
Probablemente logré fastidiarlo.
Detuvo mis golpes en seco, sosteniéndome de las muñecas con fuerza, el rojo en
sus ojos resplandeció pero no logró intimidarme, aunque me estaba haciendo daño
no hice ninguna mueca.
—No hagas
que me arrepienta—siseó
peligrosamente—Vete
y no vuelvas.
Me alejó de un empujón que me
tiró al suelo y con otra fuerte ráfaga de viento desapareció, o se elevó en el
aire, no lo se. Simplemente ya no estaba.
Miré detrás de mi espalda
planteándome seriamente la idea de volver… Liam había sido capturado por mi
culpa. Entonces, me di cuenta que nunca había sido su intención salir había ido
allí para cambiar mi lugar consigo, y yo lo había permitido. Lo seguía
permitiendo mientras me quedara allí sin hacer nada… pero no podía regresar
porque significaría hacerles un favor y el fin de mi imprudencia sería que
tanto Liam como yo termináramos muertos; en cambio ahora, podía ir donde
Juliette y pedir ayuda, contarle sobre Gabriel, no sabía si ella tendría el
poder para interceder con alguien superior y poner sobre aviso de sus planes. Sí
eso era lo más inteligente que podía hacer.
Me levanté del suelo, decidida,
recogí la espada y empecé a caminar por los senderos del bosque, alejándome más
de la mansión y de Liam. Yo era su última esperanza, no iba a dejarlo allí como
él no me había dejado a mí, pero si aquella noche intentaba algo, les haría el
favor de triunfar con facilidad y no pensaba que esto terminara de esa manera,
un ser como Gabriel no podía tener el control absoluto.
Decidí que no iba a dejarme caer cuando
alguien necesitaba que yo saliera bien de allí, yo iba a luchar hasta el final
de los tiempos o de mis tiempos.