Miré
a través de la ventana.
La
lluvia caía suave y fluida desde el cielo gris oscuro; no había dejado de llover
en tres días, y aunque era verano, el frío calaba en los huesos. Así era el
norte de Escocia: húmedo, frío y lluvioso la mayor parte del año; me gustaba
excepto porque ya no estaba en casa, ya no podía mirar a través de una ventana
con una taza de té caliente y sonreírle al clima tempestuoso, ya no podía
cubrirme con la manta rosada de bebé para calentarme los pies después de un
tedioso día de escuela, ni tampoco podía caminar con mis amigos tranquilamente
bajo la lluvia como si fuera un domingo solariego: Katherine y yo riendo
mientras Travis y Andrew se golpeaban juguetonamente.
Desvié
la mirada del cristal y dejé atrás esos pensamientos que únicamente hacían que
me preocupara por cosas innecesarias en ese preciso momento. Decidí sonreír
como Travis me había enseñado, él decía que una cara larga no iba a mejorar la
situación y amargarle la vida a los demás tampoco lo haría, sin contar que el
resto del mundo no tenía la culpa de lo que había pasado.
Paseé
la mirada por el local, parecía más amplio de lo que era, tal vez por la
pintura clara de las paredes y las mesas de madera esparcidas por todo el
lugar; la decoración consistía en algunos cuadros de mala calidad colgados en
las paredes, la mayoría eran paisajes de las tierras altas en las diferentes
estaciones, lo que le añadía cierta variedad de color; en general, se trataba
de un restaurante rústico que trataba de imitar el estilo de las cafeterías de
las grandes ciudades, sin embargo, no lo lograba. No obstante, estaba
agradecida de que el lugar estuviera allí, prácticamente en medio de la nada. Anhelaba
comida de verdad y no las liebres húmedas y achicharradas que preparaba Liam a
mitad del bosque.
Entonces,
me detuve. Allí estaba él, con sus harapos desaliñados, cabellos revueltos de
diferentes tonalidades desde el marrón oscuro al rubio claro, y barba de varios
días, pero con una radiante sonrisa en el rostro, intentado ser encantador con
la dependienta en turno del local, una muchacha de mediana edad con cara de
querer estar en cualquier otro lugar menos en una cafetería de paso.
Aburrida,
volví mi atención al servilletero que estaba en medio de la mesa y empecé a
jugar distraídamente con una de las servilletas. Me había acostumbrado a eso, a
quedarme esperando mientras Liam hacía su trabajo; no era una rutina pero sí
algo muy cotidiano. Solíamos detenernos en algún lugar que luciera adecuado
para alguien con un presupuesto ajustado, después, yo buscaba una mesa y me
sentaba callada mientras él se dedicaba a convencer personas para conseguir comida
gratis o beneficios; no siempre funcionaba, pero la mayoría del tiempo sí y no
era que nos estuviéramos quedando sin dinero —todavía tenía una buena cantidad
de libras de las que Engel me había dejado para escapar de Dunkeld la primavera
pasada—pero a Liam le gustaba ahorrar por si se presentaban casos extremos, yo
creía que era un tanto paranoico y él lo llamaba sobrevivir, así que no me
atrevía a cuestionar sus métodos, ya que él sabía lo hacía porque había sido su
forma de vida durante muchos años.
De
pronto, un escalofrío recorrió mi columna erizándome los vellos de la nunca y
los brazos; extrañada, subí el cierre de mi chaqueta, en realidad no sentía
frío, no lo sentía de la misma manera que antes, me daba cuenta de que sólo
sucedía si pensaba en ello.
—Cariño—dijo
Liam repentinamente parado a un lado de la mesa—es hora de irnos.
—
¿Irnos? —alcé la cabeza, desconcertada. —Pero…
—He
dicho que nos vamos. —sentenció, manteniendo una forzada sonrisa tensa.
Con
una mano tomó mis cosas apresuradamente y con la otra me arrastró fuera del
asiento.
—
¿Qué sucede? —susurré un poco molesta por sus hoscos modales.
—Si
no nos vamos ahora llegaremos tarde a la boda de tu primo. —Correcto, pensé, se
ha vuelto loco.
Entonces
pasó una mano a través de mi cintura y me sacó del lugar. La lluvia empapó
inmediatamente mis ropas y las gotas me golpearon como afiladas y delgadas
cuchillas congeladas.
—
¿¡No crees que a mi primo no le agradará que lleguemos empapados a su boda!?
—protesté elevando la voz por sobre el ruido que provocaba el aguacero.
Liam
me fulminó con la mirada y me pasó mi mochila que colgué al hombro antes de
ponerme el casco cuando la motocicleta rugió entre mis piernas, rodeé el torso
de él con fuerza y escondí mi rostro contra su espalda; odiaba la sensación de
la lluvia sobre mi cara cuando la motocicleta estaba en movimiento a toda
velocidad, se sentía como si pequeños alfileres pincharan la piel al mismo
tiempo. Esa era una de las razones por las que no solíamos viajar mucho cuando
llovía de tal manera, además… se suponía que era peligroso, tal vez ambos
éramos relativamente inmortales pero a cualquiera le dolería estamparse en la
carretera a varias millas por hora.
“¿Me vas a decir que sucede?” pensé con indignación penetrando
en su mente.
No
recibí respuesta inmediata, lo que me hizo dudar si me había escuchado.
“Nos encontraron…” respondió y escuché su voz tensa
y clara dentro de mi cabeza. “Había
alguien allí, detrás de ti ¿No lo notaste?”
“…No” admití avergonzada “¿Quién era? ¿Algún subordinado de Gabriel?
¿Ángeles?”
“No estoy seguro, creo que
ninguno de los dos…”
“¿Me has sacado de allí sólo
porque sospechaste de una persona sentada detrás de mí?”
“…Más o menos”
Puse
los ojos en blanco y no dije nada más, en éstas circunstancias era mejor
guardarme mis comentarios, seguir creyendo que él sabía lo que hacía, confiar
en que sus “precauciones” eran lo que nos mantendría a salvo y lejos de
cualquier peligro que representara Gabriel, o los ángeles. Me pregunté si de
ésta manera se sentían las personas que se escondían de la mafia, o huían de la
justica. La sensación de incertidumbre, temor y desasosiego eran terribles y al
parecer, las únicas personas en las que podíamos confiar éramos nosotros
mismos.
Viajamos
por lo que me pareció más de una hora, la lluvia no había cesado ni un poco,
incluso daba la impresión de que mientras más avanzábamos hacia el norte, la
lluvia se intensificaba. El cielo estaba encapotado de nubes gris oscuro que se
iban volviendo púrpura conforme la tarde se consumía, estaba oscureciendo
demasiado rápido para tratarse del verano.
Finalmente,
la motocicleta se detuvo y cuando lo hizo me erguí sobre el asiento despegando
mi cabeza de la espalda de Liam para mirar el sitio donde nos habíamos
detenido. Estábamos en un pequeño estacionamiento frente a la fachada de un
hotel rodeado de pequeños establecimientos de aspecto fantasmal a mitad de la
noche y algunas casas con luces en su interior, la única señal de que el lugar
estaba habitado por personas, lo que me hacía preguntarme ¿Qué clase de gente
era feliz viviendo en un lugar tan apartado de la civilización? Dunkeld, a
pesar de no ser un pueblo tan desolado, en ocasiones su tranquilidad y
monotonía me habían parecido excesivamente aburridas, había momentos en los que
quería escapar hacia un lugar habitado de personas diferentes, con numerosas
calles para perderme, el ruido bullicioso de la vida diaria y lleno de clubs
nocturnos para escoger, cada adolescente que había crecido en Dunkeld veía la
universidad como la oportunidad de salir de allí para explorar un mundo nuevo;
y, ahora esa clase de pequeños lugares casi desolados eran un refugio para mí y
para Liam, entre menos personas alrededor mejor.
Cuando
desmonté la motocicleta seguí a Liam con paso perezoso hacia la entrada,
mirando antes el edificio de dos plantas, con una mirada crítica pero en un
silencio inexpresivo, ya que había aceptado esta idea loca de viajar con “mi
niñera” por el mundo sin quejarme ni un poco, al final había sido yo quien
había terminado pidiéndole que me llevara consigo después de todo. El lugar me
hacía pensar en uno de esos hoteles de las típicas malas películas de terror,
donde una pareja de desafortunados se quedan varados a mitad de la carretera,
en una oscura noche de tormenta, entonces para su fortuna a mitad de la nada
encuentran un hotel para pasar la noche, después terminan siendo asesinados.
Lindo. Aunque… en este caso, me parecía que los monstruos éramos los que
arribábamos, pero claro, ni Liam ni yo teníamos las intenciones de comernos los
intestinos de los demás.
—Defectuosa,
vamos. —Me urgió al pie de las escaleras que subían al segundo piso.
Caminamos
por el pasillo estrecho y lúgubre con la pintura de las paredes desconchándose,
flanqueado por puertas de madera vieja con números dorados pegados en la parte
alta. Liam balanceaba entre sus dedos una llave con un colgante que tenía el
número 16 impreso con gruesas y grandes letras negras. Cuando llegamos casi al
final del pasillo, abrió apresuradamente la puerta y me metió dentro antes de
entrar y cerrar la puerta nuevamente con llave.
No
era de las mejores habitaciones de hotel en las que habíamos estado, en el aire
flotaba un intenso aroma a desinfectante y limpiador de pisos lavanda. Los
únicos muebles que había eran una cama doble, una mesilla de noche con un
teléfono y una lámpara encima. Frente a la cama estaba un tocador pequeño cuyo
espejo estaba estrellado y dividía la imagen que se reflejara en trozos
deformes. A un costado había una ventana no muy amplia, pero lo suficientemente
grande para apreciar el bosque que se extendía al otro lado de la carretera. En
esos momentos, sólo se apreciaba como una deforme masa oscura a través de la
lluvia incesante.
Liam
me apartó de un brusco empujón, echó un rápido vistazo y cerró las cortinas de
un tirón eliminando todo contacto con el exterior… ahora la habitación lucía
mucho más deprimente y gris que antes a pesar de la luz amarilla que provenía
de la bombilla en el techo de la pieza.
—
¿No crees que estás exagerando? —dije entre dientes ligeramente exasperada.
—Nunca
son suficientes precauciones, estamos huyendo ¿recuerdas?
—Pero
hasta ahora no nos hemos encontrado con nadie—protesté. —Si omitimos la ardilla
que juraste que te miraba feo. Tal vez nadie nos esté buscando, probablemente
se olvidaron de nuestra existencia, no creo que seamos tan importantes para
tenerlos a todos detrás de nosotros. Yo me hubiera aburrido hace mucho, deben
tener mejores cosas que hacer.
Liam
soltó una amarga carcajada.
—Aún
no entiendes como funciona este mundo, por eso hacemos las cosas a mi manera.
—Porque
la última vez que se hicieron a mi manera te encadenaron, te torturaron, logré
ponernos en evidencia ante los ángeles, los hechiceros, los demonios, y logré
que mataran a mi mejor amigo. —recité
cansinamente como una oración aprendida de memoria.
—Me
ducharé—anunció Liam tan caballeroso como siempre. —No salgas de la habitación
ni abras las ventanas.
Solté
un largo suspiro y dejé caer al suelo mi mochila empapada sintiendo mis hombros
relajados y libres del gran peso del bolso; después me quité la chaqueta y la
dejé sobre la única silla que había por allí; de pronto, pensé que me gustaba
más la idea de estar allá afuera bajo la fría lluvia y la oscura noche, que allí
dentro como una prisionera, la sensación me remitía a aquellos días en los que
Engel Jackocbsob me había mantenido encerrada en su departamento de Perthshire,
claro, que la habitación de hotel no se acercaba ni un poco al lujoso piso del
semi-demonio.
—Es
una lástima… quería disfrutar de la solariega vista al mar—musité dejándome
caer en el suelo a lado de mi bolso.
Noté
su irritación antes de perderse dentro del cuarto de baño. Había días malos,
como éstos en los que ninguno soportaba al otro, había otros buenos en los que
éramos buenos amigos y colegas y compartíamos bromas, a veces estaba tan
fastidiada de él que pensaba en volver a Dunkeld, con Kat, Andrew y Juliette,
empacar mis cosas para Napier y ser esa chica normal que tanto anhelaba que
regresara, pero simplemente estaba allí esa introvertida parte de mí que amaba
lo prohibido, la adrenalina de perderse por las carreteras del país hacia un
lugar incierto, huir de los malos, entrenar mi cuerpo y mi mente para dejar de
ser solamente “La Defectuosa”.
Abrí
mi bolso para sacar uno de los diarios de Jackocbsob, completamente intacto sin
algún daño provocado por la lluvia, había envuelto esas cosas importantes en un
par de bolsas plásticas que mantenían secos los diarios y el Azadeth Scriptus. Inmediatamente
lo abrí con ansiedad donde había dejado por última vez el marcador de hojas.
[…]Había
visto a muchas mujeres hermosas en mi vida, pero nunca ninguna había asemejado
tanta belleza. Mi madre era hermosa; Vaethe, mi hermana era sensual, poseía una
perfección física exquisita y deseable; en mi cama habían estado diablezas de
insinuantes atributos que habían despertado en mí sensaciones de placer y
lujuria, pero, la chica al otro lado del salón, en quien mis ojos se habían
posado, era diferente, de una manera inexplicable que no comprendía porque
nunca había experimentado nada semejante, estaba seguro de ello.
“Así
que la señorita Abderckendish…” Siseó Derek a mi oído con tono suave e
insinuante. “Tienes un gusto exquisito, Diemth. Soltera, refinada, hermosa,
pero sobre todo… doncella.”
Abrí
ligeramente la boca sin apartar la mirada de la señorita Abderckendish, como
Derek la había llamado.
“Yo
no quiero desposarla solamente.” Por alguna razón la idea me parecía aberrante.
“Quiero cortejarla y…”
“¿Con
qué te gusta jugar?”[…]
El corazón me dio un
vuelco y el coraje me embargó. No importaba el tiempo, pensé deliberadamente,
Engel Jackocbsob —o
Diemth—
siempre sería el mismo ser corrompido que veía los sentimientos de los demás
como un juego cuya meta principal era hacer añicos.
No obstante, cuando
calmé un poco mis emociones, y logré pensar con claridad me di cuenta de cómo
estaban escritas realmente esas palabras, de que la narración del diario
reflejaba a un muchacho completamente distinto, alguien que no se entendía a sí
mismo pero que tenía la capacidad de sentir, de querer, de desear algo más que
poder. Aún así, aunque había sucedido hacía mucho tiempo, sentí una ligera
molestia, algo retorciéndose dentro de mí; me molestaba saber que ese ser al
cual creía corrompido y sin sentir una pizca de algo, alguna vez había tenido
sentimientos por alguien mientras que a mí siempre me había visto como su presa.
Pero
Engel Jackocbsob ya era parte de mi pasado, como la señorita Abderckendish había sido parte del pasado de él.
Todavía
me preguntaba porque estaba leyendo sus tontos diarios, no estaba segura de lo
que esperaba encontrar entre todas esas páginas viejas, tampoco había
descifrado la razón del porque él los había dejado para mí, porque había estado
allí, en el cajón de su escritorio guardados para que yo los encontrara, con un
mensaje tonto y juguetón, pero sin ninguna relevancia. Era un acertijo sin
respuesta y nadie estaba para darme pistas sobre las verdaderas intenciones del
acto. Algo que caracterizaba a Engel eran sus planes rebuscados con doble
sentido, pero nada era lo que parecía ser porque al final, había una opción que
mandaba todo al carajo. Pero ahora que se había ido para siempre ¿Cómo se
suponía que iba a llegar al final de ese laberinto sin su ayuda?
Tal
vez, sopesé la posibilidad, no había nada escondido detrás y solamente había
dejado eso para asegurarse de que no lo olvidara tan fácilmente —su ego era
tan gigantesco que no me extrañaba—, y dónde quiera que estuviese se
estaba burlando de mí por buscarle aureola al ángel dónde no la tenía.
[…]Derek rió entre dientes
divertido por una situación que se estaba imaginando. Me pareció que sus
intenciones iban dirigidas en una dirección completamente distinta a las mías,
pero tampoco podía penetrar en su mente como lo hacía con la de los demás invitados
del baile y saber lo que él se proponía. Resultaba frustrante tener la puerta
abierta a los pensamientos de decenas de criaturas mundanas en el salón y ver
un túnel vacío cuando intentaba entrar en la cabeza del único ser que podía
apuñalarme por la espalda.
Me mantuve exánime y esbocé una
sonrisa complaciente, sólo para mantener las apariencias a lado del demonio, no
confiaba en él, en realidad no confiaba en nadie, ni siquiera en mí mismo, pero
estaba allí y no me quedaba otra opción que mezclarme entre el mundo que me
rodeaba, estaba condenado a vivir para siempre en el mundo terrenal y
claramente tenía que aprender a hacerlo, rodeado de demonios, ángeles, humanos…
El hecho de que lo detestara no significaba que no pudiera disfrutarlo, y,
aunque había venido a América escapando de criaturas como Derek, lo soportaría
hasta que encontrara el momento idóneo para eliminarlo.
“Debes presentármela.”Sugerí con
voz mesurada. “Y después, te diviertes observando como juego, si es que eso te
complace.”
“No voy a negar que me intriga
conocer los secretos de un híbrido, es la primera vez que…”
“No hay muchos como yo.” Le
interrumpí con seriedad y seguridad. No iba a poner en evidencia mi ignorancia
ante el mundo ajeno de los ojos mortales. “Pero basta de charlas banales, no
vinimos a quedarnos parados en un rincón del salón hablando como dos ancianos
seniles sobre la belleza de las damas solteras; y, se considera de mal gusto
que dos caballeros jóvenes sin pareja susurren entre sí, sin mencionar que
empezarán a hablar.”
“¿Te importa lo que ellos piensen
de ti?” Soltó con cierto desprecio marcando cada una de sus palabras, entonces,
arqueó una ceja.
“Me importa dar una buena
impresión para utilizar en su contra en el momento indicado.”
Mis ojos fueron directamente a la
espalda de la señorita Abderckendish. Sólo la distancia de medio salón nos separaba,
pero podía escuchar con claridad su risa melodiosa y educada cuando el
caballero que la acompañaba soltó un mal chiste sobre el clima de Nueva York y
los campos de golf.
“Tienes una manera muy peculiar
de actuar” puntualizó Derek.
El demonio se puso en marcha y me
hizo una seña para que lo siguiera, y avanzó con paso resuelto por el salón;
nuestros pasos fueron dirigidos hacia ese lugar donde ella se encontraba. Traté
de controlar las emociones que se albergaban en mi cuerpo, como un latido
nervioso de mi corazón y la saliva en mi garganta, o los pensamientos caóticos
sobre la mejor manera de abordar a una dama; nunca había sido educado con una
mujer de sociedad, en teoría nunca había estado en un verdadero baile de la
sociedad humana, los cuales eran muy diferentes a los que celebraba mi padre… a
éste lugar le faltaban orgías en cada rincón, las mujeres eran recatadas y
había razones de sobra para sentir que debía respetarlas en lugar de
arrancarles el corset y sacarles las bragas.
“Buena noche, caballeros,
señoritas” Dijo Derek con su voz más noble, se inclinó haciendo una reverencia
cuando los interpelados se volvieron hacia nosotros. Imité su reverencia y me
erguí nuevamente.
Mis ojos buscaron inmediatamente
a la chica de rizados cabellos dorados. Sus ojos vivaces y verdes iban de Derek
a mí. De cerca, su rostro parecía más duro y mordaz que a la distancia, pero
ese detalle no disminuía su belleza, de hecho, me pareció mucho más atractiva…
la posición de sus hombros, su barbilla recta y su expresión severa, daba la
impresión de que no era una mujer que se sometía a los dictámenes de un hombre,
a muchos les costaba comprender a una mujer que era capaz de pensar por sí
misma, a mí me parecía un reto, me deleitaba y me hacía desearla más.
La señorita Abderckendish se
hallaba flanqueada de lado derecho por una mujer de edad medianamente madura,
la mujer pudo haber sido hermosa en sus buenos años, pero ahora se estaba
marchitando, se le notaba el cansancio bajo los ojos y en la sonrisa forzada;
de lado izquierdo había otra chica joven aunque claramente opacada por la
rubia, a su lado parecía una cosa surgida de un pantano, con los ojos y el
cabello marrones. Las tres hicieron una cortés reverencia al mismo tiempo.
“Permítanme presentarles a mi
amigo, el señor Lyzander Russel. Acaba de llegar del extranjero”[…]
El
iluminado salón de baile, las bellas mujeres de hermosos vestidos y los
caballeros con elegantes trajes negros se desvanecieron como la imagen de un
sueño. La realidad era más fría en la pequeña habitación de hotel, gris y con
la lluvia fuera golpeando la única ventana que había.
Asentí
entonces con torpeza, aún con la clara imagen que mi mente había creado de
Engel cortejando a la “Señorita Abderckendish”. Lyzander Russel… ese nombre era
el que Howard le había dado, aquel humano, anciano y solitario que había dado a
un niño mugroso y callejero un nombre, un hogar y cariño incondicional, y que
ese mismo niño le había pagado robándole la vida en un arrebato de ira. Mientras
más leía las líneas escritas hace más de un siglo por el híbrido, menos le
comprendía, trataba de entender cada una de sus razones de actuar y de ser
desde que lo había conocido, pero cada vez me confundía más y no sabía quien
era en realidad; me sentía ligeramente decepcionada de que mis preguntas no
tuvieran respuesta, de que allí en esos diarios sólo encontrara mas incógnitas.
—
¿Qué esperas encontrar allí? —inquirió, claramente molesto.
Me
encogí de hombros y cerré de golpe el diario que expulsó un aroma a hojas
viejas y gastadas.
—Tal
vez sólo trato de comprenderlo—musité clavando la mirada en la
portada en los cuatro dígitos que formaban el año en que había sido escrito el
diario. —Él
creo que no era lo que todos creíamos que era.
Liam
contuvo una carcajada.
—Y
entonces, leyendo sus secretitos te convencerá de que era una criatura
descarriada e incomprendida—escupió las palabras
atropelladamente—que
todo lo que hizo en el pasado tiene una explicación lógica o era una forma de
expresar su dolor interno y se arrepentía tanto…
—
¡No! No busco que me convenza de nada—protesté metiendo de nuevo el
diario dentro del bolso como si tuviera que protegerlo de Liam, él no
entendería. —De
todas formas… ya no está.
—Exacto.
No deberías torturarte con sus recuerdos, ya no sirve de nada. —Espetó con
frialdad. —Deberías
tirar eso que cargas siempre, las pertenencias que robaste de la mansión
Jackocbsob; pensé que después de lo que te hizo, de todo lo que pasó, dejarías
de ser la estúpida adolescente enamorada de esa criatura asquerosa…
— ¡No
sabes lo que estás diciendo! —Le grité.
Sentí
la sangre ardiendo en mis venas, la ira inundando mi cuerpo propagándose
rápidamente a través de mis células como un virus que me carcomía por dentro,
sentí como si quisiera hacerle daño de verdad. Cerré los ojos y suspiré
profundamente antes de abrirlos nuevamente.
Lo
fulminé con la mirada y después tomé el bolso sacando una muda de ropa que
estaba humedecida por la lluvia; lancé todo lo demás en un rincón y me metí a
la ducha cerrando la puerta del baño con un firme portazo. Yo no sentía nada
más por Engel Jackocbsob, me dije a mí misma una y otra vez en silencio
mientras me quitaba la ropa casi a tirones, no estaba enamorada, pero el odio
que había sentido antes por él ya no estaba y me hacía preguntarme si a caso
estaba nuevamente volviendo a caer en un encanto invisible, esta vez por el
encanto de un fantasma. No, me reiteraba. Tal vez sólo sus notas me habían
ablandado, porque me había dado cuenta que una vez él había estado tan
confundido como yo sobre lo que era, sobre su propia naturaleza, nunca me había
sentido tan identificada con Engel como lo estaba ahora, había pasado por lo
mismo que yo… mas o menos.
Bajo
el agua tibia de la regadera le di vueltas al asunto una y otra vez hasta que
el agua empezó a salir fría y me hizo tiritar mientras me vestía nuevamente.
Pensé que lo ideal era estar lejos de Liam, aunque sólo nos separara una puerta
pero su humor estaba contagiándome de ese estrés y esa tensión que él siempre
llevaba consigo, incluso cuando dormía; sin embargo, no podía quedarme hasta la
mañana siguiente encerrada en el pequeño baño con fuerte aroma a desinfectante
por lo que salí en silencio y no le busqué o me interesé por saber que hacía.
Cepillé mi cabello y lo recogí en una trenza que aún escurría gotitas de agua.
Había
un incómodo silencio cerniéndose sobre la habitación, cada quien se dedicaba a
tratar sus propios asuntos: Liam afilaba un par de cuchillos con demasiado
ímpetu que parecía estar descargando su coraje en el acto, o los estuviera
afilando para asesinar a alguien que odiara con todo su ser; yo, en cambio me
senté nuevamente en el suelo y me puse a hojear mi viejo grimorio que cada vez
me resultaba menos entendible… a veces la magia parecía ser tan complicada como
las matemáticas, en otras ocasiones me juraba a mí misma que había nacido para
ello.
Después
de un largo rato lancé un bostezo y subí a la cama acomodándome en uno de los
extremos de la cama, hecha ovillo tratando de que eso hiciera que el calor de
mi cuerpo se mantuviera, la lluvia había hecho que la noche fuera fría y los
muros en lugar de guardar calor, volvían la pieza un cuarto frío. Entonces,
cerré los ojos esperando poder dormir un poco, quería conciliar el sueño al
menos por unas horas, las pesadillas se habían ido, los sueños sobre la noche
en la mansión Jackocbsob empezaban a quedarse atrás, no había nada
significativo y aterrador en mi cabeza que me mantuviera despierta, pero como
Engel lo había dicho una vez: yo no había nacido para ser forastera, lo recordé
riéndose de mí la primera vez que escapé de casa… su recuerdo me hizo caer en
la nostalgia de los buenos días de mi mayor ignorancia humana. Si nada de eso
hubiera cambiado…
Pero
el hubiera no existe, me recordé. Todo había cambiado.
Las
luces se apagaron y sentí el colchón de la cama hundirse bajo el peso de Liam,
escuché el leve murmullo de su ropa haciendo fricción contra la sábana y la
manta, aún así estaba lejos de mí, ambos éramos lo suficientemente delgados
para que cada uno tuviera un extremo de la cama matrimonial sin siquiera
tocarnos.
—Lamento
lo de hace un momento—dijo en la penumbra, rompiendo el
silencio después de tanto tiempo.
Su
voz sonaba cansada, tensa pero calmada a diferencia de sus gritos histéricos.
No respondí nada y mantuve los ojos cerrados, haciendo que mi respiración
pareciera regular y acompasada.
—Sé
que no estás dormida, también sé que me comporté como un idiota. No estoy
celoso ni nada por el estilo, es sólo que sigo sin comprender porque sientes
tanto apego a él, aún cuando ya no está…
—
¿Por qué lo odias tanto? —Pregunté abriendo los ojos sin
distinguir nada en la oscuridad.
Él
jamás había dicho que lo odiara, nunca lo había mencionado, pero siempre me
había parecido evidente, al principio, por supuesto pensé que Liam estaba
celoso de Engel, como cuando a una chica le gusta el otro chico, esas cosas que
suelen suceder en la vida, sin embargo, aún cuando ya todo era diferente él
seguía mostrando despreció por Engel, aunque ya no estuviera, como él mismo lo
había dicho.
—No
es difícil odiar a alguien como él—respondió después de un momento.
—Lo
sé, pero lo tuyo parece personal.
Lanzó
un largo suspiro, sentí a mi lado como se movía en la cama acomodándose pero no
me volví y seguí dándole la espalda. Hubo un largo silencio que me pareció
incómodo, no tuve la respuesta que quería y me resigné a no obtenerla nunca,
estaba un poco cansada de los chicos que se hacen los misteriosos, estaba cansada
de no obtener lo que quería de llenarme sólo de preguntas sin respuesta.
Frustrada,
cerré los ojos intentando conciliar el sueño otra vez.
—Él
fue quien mató a mi madre.
La
voz de Liam sonó sombría, monótona y cada una de sus palabras parecieron
propagarse haciendo ecos en la habitación. Mis ojos se abrieron de golpe como
si aquella repentina confesión hubiese sido creada en uno de mis sueños y con
el despertar pudiera borrarla, pero no,
había estado consciente todo el tiempo y lo que acababa de decir era lo que yo
había escuchado. Me removí entre las mantas y las sábanas cambiando mi posición
volviéndome hacia él. Al menos medio metro nos separaba, visualicé su silueta
recortada entre las sombras nocturnas, él estaba acostado boca arriba con las
manos sobre su abdomen y los ojos cerrados; yo le miraba ansiosa escuchando su
acompasada respiración y los latidos de su corazón.
—
¿Estás seguro de qué fue él? —Pregunté con suavidad, en un
susurro—…Quien
decir, eras un niño cuando eso sucedió, tu me lo contaste, tu madre…
Liam
volvió a suspirar con profundidad para luego cambiar su posición de tal manera
que quedó frente a mí, apoyó la cabeza sobre su mano, mirándome a través de la oscuridad,
ninguno de los dos tenía mucha dificultad para ver en la escases de luz, él
podía ver mis expresiones como yo las de él. Su mandíbula estaba apretada, sus
ojos brillantes, y su mirada resignada.
—Estoy
completamente seguro de lo que vi, Anne—me cortó. —Te dije que mi madre me
había escondido en una trampilla que había en la casa, y así fue, pero lo vi
todo, vi como lo hizo y como lo disfrutó. Me quería a mí y como ella no habló
la asesinó después de torturarla.
—
¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Que
lo hiciera no hubiera cambiado nada. No hubiera traído a mi madre de vuelta, mi
odio hacia él no tenía porque ser tuyo y tú sueles a hacer estupideces todo el
tiempo. —Rió entre dientes—Hubo un momento en el que me planteé seriamente
hacerlo, quería que te dieras cuenta de porque yo era mejor que él, sin embargo,
eso tú ya lo sabías y además, le prometí a Juliette que no haría nada estúpido.
Su
pecho se movió al tratar de proferir una carcajada, pero no salió ningún sonido
de su boca y nuevamente todo era silencio y oscuridad donde nos miramos
directamente a los ojos.
—Trato
de entenderlo, lo siento. No quería juzgarte y de verdad te admiro por tener
esa fortaleza de ver al asesino de tu familia frente a ti y no hacer nada. —Susurré
pensativa—Si
yo estuviera delante de Gabriel o de Valerie…
—Porque
aún eres una niña, y eres demasiado impulsiva, no es que yo sea demasiado
mayor, pero he vivido más cosas que tú y cuando te digo que sé lo que hago es
porque lo sé.
— ¿Te
puedo hacer otra pregunta?
—La
harás aunque trate de evadirla.
Sonreí
ligeramente.
—
¿Cómo es que terminaste aceptando ayudar a Juliette? ¿Cómo te encontró?
—Si
conocieras lo intimidante que puede llegar a ser tu tía también lo habrías
aceptado—bromeó
pero no reí. Mi vida entera había estado llena de mentiras y de máscaras, que
ya no sabía lo que era real en mi tía y lo que no. —Yo estaba
en Ámsterdam, tenía trabajo de mesero en una cafetería, ella llegó, se sentó y
yo la atendí…
—
¿Juliette estuvo en Ámsterdam? ¿Cuándo? —Interrumpí sorprendida.
—Cuando
tú vivías con Jackocbsob en Perthshire, a Juliette le convenía que te tuviera
encerrada ahí mientras ella preparaba su propio terreno. —Bostezó
perezosamente y después continuó hablando en voz baja, entre susurros—Acepté el
trato porque quería conocer a alguien que fuera igual a mí, todo el tiempo
había pensado que era el único en medio de ángeles, demonios, humanos, y quien
sabe que otra clase de seres extraños. No podía creer que existiera alguien
como yo. Desconfié al principio, pero en todo caso, si me negaba juró que me
mataría… no, juró que me entregaría a los ángeles para que hicieran conmigo lo
que se supone hacen con seres como nosotros… Nunca he sido cobarde, pero lo
único que he querido desde que mi madre murió, es vivir una vida tranquila, lo
mas humana posible, hubiera querido poder terminar el colegio e ir a la
universidad, tener un empleo, esas cosas cómodas que tiene la gente, pero
resultaba imposible cuando todo el tiempo tenía que estar yendo de un sitio a
otro cada vez que me encontraban, y cuando creas lazos afectivos con otras personas
las pones en riesgo, eso tú ya lo has experimentado. Sin embargo, además de
querer que todo fuera sencillo y normal, siempre quise conocer a otro como yo y
saber que no estaba sólo.
Tragué
saliva, de pronto sentía la boca seca, me removí incómodamente en la cama,
pensando en sus palabras, nunca me había puesto a pensar en la posibilidad de
ser la única Nephilim en el mundo, ni siquiera me había puesto a cuestionarme
cuántos eran como yo. Había asumido que había cientos, miles tal vez, tan
numerosos como lo eran las criaturas de otras razas, más bien, había visto a Engel
como yo, a Gabriel, Valerie, Sophie… todos, formando parte del mismo mundo, un
mundo separado de los humanos, pero no, ahora sabía que las cosas no eran así
de sencillas. Todos éramos parte de un todo pero aún así divididos y entre
ellos, los híbridos como Liam, Engel, Gabriel y yo, éramos sólo criaturas
indeseadas y por un momento sentí que comprendía las acciones que habían
llevado a Gabriel a actuar de tal manera. Probablemente por esa misma razón
Engel se le había unido y había hecho todas esas cosas desagradables.
—Pero
ya no estamos solos—me limité a decir.
No lo
estábamos, nos teníamos el uno al otro, ambos juntos, huyendo tal vez por lo
nos restaba de vida, o por la eternidad, escondiéndonos de algo que no
conocíamos.
Me
estremecí.
Liam
interpretó ese gesto como si tuviera frío, se acercó a mí acortando el espacio
que había entre nosotros y me envolvió con su propio cuerpo proporcionándome
calor. No me había dado cuenta de lo frío que era la habitación hasta que lo
sentí a él tan cerca y cálido que era reconfortante. No me alejé de él, tampoco
era la primera vez que dormíamos tan cerca el uno del otro, cuando acampábamos
en medio del bosque, por ejemplo, solía ser una vaga costumbre. Me encogí en su
pecho y cerré los ojos, me sentí como una criatura pequeña y vulnerable,
aterrada de los ineludibles horrores que giraban en torno a ella. Una criatura
que estaba siendo cazada.
Pasaron
los minutos hasta que sentí que bajo mi peso como la respiración de él se
volvía regular y su pecho ascendía y descendía de manera rítmica, los latidos
de su corazón se volvían lentos y armónicos; se había quedado dormido y decidí
imitarlo, estaba más cansada de lo que yo misma había creído.
Mi
sueño fue interrumpido de golpe.
Abrí
los ojos abrazando mi cuerpo, presionando mi costado derecho donde se extendía
un dolor intenso en mis costillas. Fruncí el ceño malhumorada disipando la
modorra, me levanté un poco quedando sentada preparándome para empujar a Liam
lejos de mí, quizás lo pateara en venganza por haberme pegado y así sabría lo
desagradable que era despertarse por un golpe, entonces me detuve cuando lo vi
removerse presa de sus sueños; alejándome lo observé detenidamente, su ceño
estaba fruncido y su rostro brillaba empapado de sudor que hacía que algunos de
su mechones de cabello se pegaran a su cara y cuello, la expresión de su rostro
me decía que no era un sueño agradable. Levanté una mano para despertarlo pero
en ese momento sus ojos se abrieron súbitamente de par en par, brillando plateados
y hermosos como si hubiera metal fundido en donde estaban sus iris, después
volvieron a ser repentinamente castaños como siempre, había sido una reacción
rápida, como una estrella fugaz cruzando el firmamento.
Ahogué
un grito de sorpresa deteniéndome con la mano en el aire, la bajé con lentitud
sintiéndome como una niña sorprendida a mitad de una travesura; relamí mis
labios y solté el aire que no me había dado cuenta estaban conteniendo mis
pulmones.
—
¿Estás bien? —le pregunté sintiéndome preocupada por él.
Su
respiración era agitada como si hubiera estado corriendo toda la noche, su pecho
subía y bajaba con rapidez. Me devolvió la mirada, desconcertado y en silencio.
—Tenemos
que irnos—dijo de pronto con urgencia. —Recoge tus cosas rápido.
—Pero
dime que sucede—exigí, sin embargo ya estaba levantándome de la cama tratando
de recordar donde había dejado mis zapatillas— ¿Por qué ese repentino… lo que
sea?
—No
hay tiempo, te lo explicaré en el camino.
Solté
un bufido mientras recogía mi mochila del suelo, él ya estaba en la puerta
cuando terminé de atar mis agujetas, me tomó por la muñeca y me arrastró por
las escaleras del hotel, casi lanzó al recepcionista la lleve y salimos siendo
golpeados por el frío, montamos en la motocicleta y rodeé su cintura con mis
brazos fuertemente antes de que el vehículo empezara a vibrar y entrar en
marcha. Aún no había amanecido por completo, pero sí había dejado de llover y
el cielo estaba de un púrpura claro que poco a poco la luz matutina aclaró
hasta que un día gris estaba sobre nosotros mientras viajábamos.
Por
supuesto no me contó las razones de porque habíamos salido huyendo esta vez.
Viajamos la mayor parte del día, nos deteníamos de vez en cuando pero no mas de
veinte minutos. Y cuando el cansancio parecía estar a punto de vencerlo, a
regañadientes paraba de conducir y se limitaba a dormir un par de horas antes
de seguir. Fueron tres días exactamente iguales en los que nada sucedía, en los
que esa fue nuestra rutina de viaje hacia un lugar desconocido, él sólo parecía
querer alejarse del mundo pero tampoco sabía bien a dónde quería llegar o si
había un lugar donde el mundo terminaba, era como seguir el horizonte para
tratar de descubrir si la tierra era plana.
En
un momento que no esperaba se detuvo saliendo de la carretera, obedientemente
bajé de un salto, estiré mis brazos que estaban agarrotados y entumidos de
permanecer en la misma posición durante tanto tiempo, igual que mis piernas,
todos mis huesos crujieron agradablemente y añoré tirarme en el barro a dormir
infinitamente. Miré a Liam esperando una especie de orden o cualquier cosa que
me dijera lo que pensaba pues su mente se hallaba bloqueada de nuevo; él sólo
se movió maniobrando a pie la motocicleta, seguimos un camino difícil hacia el
interior del bosque a lado del camino y suspiré de alivio cuando lo vi esconder
la moto entre arbustos bajos, ramas y maleza antes de dirigirnos hacia el
corazón del bosque. Lucía mucho más calmado y sereno que hacía tres días. Lucía
completamente tranquilo y confiado aunque aún estaba la permanente expresión
fruncida que le caracterizaba, que le hacía parecer mayor y maduro.
—
¿Acamparemos? —inquirí alzando una ceja con cierta incredulidad, añorando una
respuesta afirmativa.
—No
lo sé, sólo… descansemos—sugirió—iré a cazar algo, encárgate del fuego.
“Oh,
genial, ardillas achicharradas y húmedas, mis favoritas” pensé con sarcasmo.
“Al
menos no son ratas” me devolvió el comentario, sin mal humor.
Sonreí
con ligereza antes de darme la vuelta para buscar algo con lo que pudiera
encender fuego. Se sentía bien allí, estar en medio del bosque, lo único que
podía escuchar era el ruido que hacían los animales alrededor. Si tan sólo
tuviéramos un arco podríamos comer algo mucho más decente. Entonces, me vino a
la mente el recuerdo de Andrew disparando flechas a los demonios que se ponían
en su camino, salvándome de aquella bestia infernal en el jardín de los Jackocbsob;
luego vino el recuerdo de Katherine, como se habían tomado de la mano durante
el baile de graduación y como ella permanecía feliz a su lado como si él fuera
el único que curaba la tristeza que sentía por dentro; esos eran mis amigos
(sin olvidar a Travis, por supuesto, pero el dolor de su pérdida aún estaba demasiado
presente que evitaba evocar imágenes de él, de los últimos momentos que pasamos
juntos), los extrañaba pero yo estaba segura de que ahora estaban mejor sin mí,
estaban a salvo.
Los
arbustos se movieron y sacudí la cabeza para regresar al claro en el bosque,
miré en aquella dirección y me pregunté entonces si sería capaz de atrapar con
mis propias manos a una criatura grande y llena de carne… probablemente no,
pues si fuera eso posible Liam lo hubiera hecho en lugar de alimentarnos con
esas ratitas de bosque; aunque le había visto partir un demonio gigante por la
mitad con sus alas, le había visto hacer cosas asombrosas, en realidad.
Y
saltó sobre mí en un parpadeo una figura oscura, enorme, tan fuerte que me tiró
al suelo de espaldas; sorprendida, solté un grito y empecé a patear y manotear
como una chica y no como una Nephilim inmortal. Respiré su aroma, el aroma
agradable y casi embriagante de colonia masculina, lancé una patada contra él
empujándolo lejos, librándome de quien intentaba clavar un cuchillo sobre mi
garganta.
Me
arrastré en el suelo alejándome antes de ponerme de pie y sacar una daga del
cinto en mi pantalón; con cautela miré a mi agresor recuperándose y colocándose
frente a mí, no se trataba de ninguna horrorosa criatura, ni siquiera parecía
que fuera diferente, aunque algo en él me hizo sentir una extraña energía correr
por mi cuerpo, como si le conociera de algún sitio, pero jamás lo había visto,
estaba segura. Era un muchacho de cabellos negros y ojos de un verde grisáceo, era
joven, parecía apenas poco mayor que yo. Noté en el fondo de su mirada una
especie de profundo odio que me hizo preguntarme qué le había hecho.
Apenas
habíamos intercambiado una rápida mirada cuando se lanzó de nuevo hacia mí con
su cuchillo firmemente en la mano, dando una estoada al aire cerca de mi abdomen,
lo esquivé dando un saltito hacia atrás. Yo también tenía un arma me dije, él
me estaba atacando, tenía que usarla, era mi vida o la suya; como respuesta
lancé un pobre movimiento cortando el aire, un movimiento que no reflejaba las
cosas aprendidas en los últimos meses. Miré en todas direcciones, no buscando
un lugar por donde escapar, sino inconscientemente buscando a Liam. Volví a
evaluar al muchacho con la mirada, no era un ángel ni un demonio, pero sabía lo
que yo era, lo interpretaba en sus verdosos ojos. Sus ropas negras de cuero me
recordaron a los brujos que habían estado en la pelea de la mansión Jackocbsob
a lado de Juliette.
—
¿Juliette te envió? —Pregunté con seguridad e inquietud. — ¿Ella está aquí?
El
chico soltó una risa entre dientes.
—Tienes
suerte de ser la sobrina de Juliette Warthforc, si no ya estarías
muerta—escupió las palabras con desprecio, tenía acento inglés a pesar de su
voz grave, sus palabras sonaban suaves y fluidas.
—
¿Por qué te envió? —volví a preguntar—No pienso ir contigo… dile que… es aquí a
donde pertenezco, necesito…
Las
palabras se atoraron en mi garganta, no sabía realmente que decir; de pronto
haber huido de Dunkeld carecía de sentido y lo apreciaba como un mero capricho
de adolescente.
El
chico suavizó su mirada y guardó el cuchillo en su cinturón, al mismo tiempo
relajé mi postura, si Juliette lo había enviado entonces no tenía intenciones
de hacerme daño, sólo tenía que explicarle de buena manera que no iría con él.
Pero eso no parecía entenderlo, ya que la pequeña tregua pareció llegar a su
fin cuando se lanzó otra vez sobre mí dirección tomándome por sorpresa. Él era
rápido, más rápido que cualquiera de los humanos normales, sus reflejos eran
buenos, su fuerza mayor y yo sólo era como otro igual… torpe aún, rápida pero
no lo suficiente para él.
Y
la pelea se convirtió de pronto en una danza de golpes y choques de daga y
cuchillo, él me superaba a pesar de los entrenamientos de Liam… si tan sólo
pudiera llegar a él ambos podríamos con aquel chico, para Liam no sería gran
problema, pensé.
Esquivé
una vez mas su cuchillo y me aparté los cabellos enmarañados del rostro, nos
miramos un instante, segundos, en los que
me sentí tentada a preguntarle por qué me odiaba, pero sería perder mi
tiempo. Mi vida o la suya el pensamiento cruzó mi cabeza, yo realmente no
quería llegar a esos extremos, no quería pensar en tener que matar a alguien,
mucho menos a alguien a quien Juliette conocía… pero… ¿Y si ella le había
enviado a deshacerse de mí? ¡No! Ella nunca me haría eso, era mi tía, mi única familia…
como si fuese mi madre.
Seguí
esquivando sus ataques, mirando hacia todos lados, una salida hacia el bosque,
hacia Liam. Una sonrisa burlona apareció en sus labios, para él yo era débil e
inferior y probablemente estaba en lo cierto, él tenía entrenamiento, yo no. Yo
era pequeña, ágil, Liam me había dicho que usara eso como ventaja. Me agaché
justo cuando lanzó una horizontal corte de cuchillo y empujé mi cuerpo hacia
delante, contra su torso duro y firme, intentó permanecer de pie pero logré que
perdiera el equilibrio y ambos caímos al suelo, yo sobre él, peleamos, uno
tratándose de librar del otro, recibí un fuerte golpe en mi mejilla izquierda,
rodamos en la tierra, saboreé el aroma del polvo saltando en el aire, conseguí
darle algunos golpes en las costillas, recibiendo otros a cambio. La daga
estaba en mi mano aún, como si hubiera sido adherida allí permanentemente,
entonces encontré un lugar para ella en el muslo del muchacho, lo escuché
gritar de dolor y solté el arma arrastrándome lejos de él, choqué con un árbol
y lo utilicé de apoyo para ponerme de pie, no volví a mirarle, no quería ver
sangre. Empecé a correr torpemente por el bosque, tratando de recuperar el
equilibrio y la coordinación de mi cuerpo, la cabeza para pensar.
Mi
corazón latía acelerado, la adrenalina me impulsaba a moverme y a recuperarme
rápido para llegar a Liam, ni siquiera sentía el dolor, no reparaba en las
ramas bajas arañándome la cara, las manos, caí quizá un par de veces, no lo
sentí, me paraba y seguía corriendo. Los árboles empezaron a verse mas
separados los unos de los otros hasta que llegué al claro donde estaba el
pequeño campamento improvisado, había sido una pésima idea.
Allí
en el claro que habíamos elegido para descansar se desarrollaba una lucha entre
Liam y varias personas vestidas de igual manera que el chico de los ojos
verdes. Algunos de ellos clavaron sus miradas en mí, dibujando expresiones
sorprendidas, uno vino directamente hacia mí acorralándome como un monstruo
aterrador que buscaba devorarme.
—
¡Anne, corre! —Gritó Liam en medio de su propia lucha. — ¡Vete!
Lo
vi por encima del hombro del hombre. Había una herida en la cabeza de Liam, a
un lado de su ceja derecha, manaba sangre que teñía sus rubios cabellos de
carmesí intenso y resbalaba por el costado de su rostro y por su cuello,
mojando el cuello de su camisa
Si
volvía por el mismo camino que me había llevado hasta allí podría salir si me
esforzaba por ser mas rápida, pero no podía correr, mis piernas no se movían y
no podía apartar la imagen de la herida de Liam, a pesar de que ya no lo estaba
mirando exactamente a él, sólo a una mancha borrosa de movimientos entre él y
sus atacantes. No podía dejarlo solo, estaba loco si pensaba que lo haría. Tuve
una sensación de dejavu y me dije a mí misma que no volvería a dejarlo,
estábamos juntos ahora, pelearíamos juntos, le gustase o no; si debiésemos
morir sería juntos como el equipo que conformábamos ahora como el hecho de que
sólo nos teníamos el uno al otro.
El
hombre que estaba delante de mí se dio cuenta que mis intenciones eran oponer
resistencia, y se lanzó contra mí, yo no tenía ningún arma por lo que hice lo
que cualquier chica en una situación desesperada haría: golpeé su entrepierna
con la rodilla. Ahogó una maldición a través de una exclamación de dolor, se
encogió y lo empujé clavando mi codo con fuerza en su tórax, luego me agaché y
mis uñas rasparon el suelo cuando cerré el puño sobre la tierra para lanzársela
a los ojos y cegarlo. Luego arrebaté un cuchillo largo de su cinturón y me
alejé para ir a ayudar a Liam quien tenía sobre sí la mayor parte de la carga,
si seguía sólo no lograría estar de pie por mucho tiempo, ellos estaban usando
magia, ellos eran brujos, como Juliette, como una parte de mí también lo era.
Entonces
vi los ojos de aquél hombre, lo reconocí de inmediato, esa dura mirada en las
facciones rígidas de su rostro severo: Robert.
Algo
dentro de mí vibró con desprecio hacia él y mi razón lo tomó como un objetivo.
Me lancé hacia él, cuchillo en mano directo a su cuello, que esquivó sin
dificultad alguna. Escuché su risa entre dientes; se deslizó en el suelo hacia
mi retaguardia y clavó un golpe con su codo en mi espalda, golpe que me envió directo
al suelo de bruces. Giré en el suelo sobre mi espalda y a lo lejos vi como Liam
luchaba presa de dos de los brujos que lo sostenían de cada brazo, una lluvia
de rayos arremetió contra su cuerpo y cayó al suelo con la flacidez de un bulto
sin vida.
Su
nombre salió en un grito de mi boca, me arrastré en el suelo para llegar a él,
sentí el barro, las ramas y las rocas bajo mi cuerpo y luego una fuerza ajena a
la mía me levantó, pelee furiosa contra él, de una de mis manos salieron
chispas cuando sentí la ira recorrer dentro de mis venas y de la misma manera
en que habían hecho con Liam quité de mi camino a un par de brujos que se
habían cruzado en mi camino, levanté una barrera de fuego azulino
manteniéndolos lejos de mí.
Robert
apareció otra vez delante de mí como un obstáculo, me tomó del hombro y me
lanzó de vuelta al suelo ¿Podía ser alguien tan fuerte? O ¿Podía ser yo tan
ligera? Rodé en la tierra y mi cabeza golpeó contra una roca, o un árbol, no
estaba realmente segura, sólo sabía que había sido tan duro que hizo que mi
cabeza retumbara y empezara a palpitar, mi visión se oscureció en los bordes
pero me esforcé por mantenerme consciente. Enfoqué el par de botas de Robert
viniendo hacia mí, todo parecía ocurrir en cámara lenta, pateó mi estómago, el
dolor recorrió mi cuerpo nuevamente, estremeciéndome, el sabor de la sangre
inundó mi boca y escupí al suelo.
—Descuida,
no te voy a matar, engendro—se mofó. Seguía
siendo esa voz suspicaz y agresiva, él no era muy diferente a Gabriel, cruel y
ruin.
De
algún lado —tal vez del odio que sentía hacia ese hombre—reuní las energías
para ponerme de pie, ese veneno iracundo no me liberaba, lancé una descarga de
energía contra él y lo aparté, lanzándolo lejos, a un par de metros, su cuerpo
se movió por lo que supe que seguía vivo y pensé que podría seguir así hasta
que me cansara, hasta que lo eliminara, pero recordé a Liam, me esforcé porque
la ira no nublara mi criterio y como si emergiera del sopor de un sueño empecé
a correr la distancia entra Liam y yo, él tenía que estar bien, yo tenía que
sacarnos de allí.
Entonces un ardiente
dolor recorrió mi brazo izquierdo haciéndome gritar, me detuve en mi carrera
cuando estaba tan cerca de él, miré en dirección del origen del dolor y vi una
flecha incrustada en la parte trasera de mi hombro, la tomé y la saqué exclamando
un par de maldiciones entre dientes, pero antes de que pudiera moverme mi vista
se nubló y mis rodillas se doblaron para dejarme caer al suelo. Mi cuerpo
pesaba demasiado, mi vista iba del negro profundo hasta una lluvia de colores y
formas irreconocibles. Había voces y sonidos que no reconocía… finalmente toda
aquella maraña de extrañas sensaciones me arrastró hacia la oscuridad.